Es Cuestión del Destino. Capítulo 4

No sé quién sea, ni me interesa saberlo, lo que le puedo decir es que como padres tratamos de educar a nuestro hijo de la mejor forma posible; debería saber usted señora que el pecado, la mala educación y las obscenidades se aprenden de casa y de los propios padres que dicen y hacen sin fijarse...

Hola!! Les ofrezco este capítulo del cuál puedo decirles que fue una experiencia grata adaptar un anécdota mía que sucedió hace un par de años con mi pequeño sobrino en un día cómo el qué se narrará aquí, espero les guste y hagan comentarios... Mil gracias y saludos!!

CAPÍTULO CUATRO.

DÍA LLUVIOSO Y COMPLICADO.

Ha sido un comienzo de semana muy duro y pesado para la pareja desde aquella noche de sábado de solteros, pues ellos se la pasaron a lo grande en compañía de sus grandes amigos Ian y Rubén, pero no todo lo bueno y divertido dura para siempre, pues en su trabajo ambos han tenido diversas dificultades; Cristián con problemas en la constructora y Sebastián con pacientes algo difíciles y complicados de tratar, pero la pasión que él tiene y la paciencia infinita que ha adquirido al paso de los años, ha logrado que sepa sobrellevar las cosas; Miranda se la ha vivido aburrida en el departamento, pues Cristián ha ignorado todo tipo de mensajes, llamadas y mensajes rápidos por parte de ella, provocándole así un severo coraje y ligeros malestares de cabeza; Cristián se ha mantenido ocupado y a límite con Miranda, pues no desea verla, ni si quiera tratarla por temor a caer en la tentación y cometer un error en su relación.

Miércoles por la tarde; Sebastián salía de su consultorio después de una jornada de hospital y de consultas particulares, él algo exhausto iba por su hijo a la guardería, la cual le quedaba a tres calles de distancia; presuroso caminaba muy arreglado, pero con cara de cansancio, él no se percataba de la fuerte tormenta que se avecinaba.

Sin preocupaciones llegaba a la guardería donde la educadora al verlo le sonreía diciendo. – Buenas tardes doctor, quiero extenderle una felicitación a usted y a su pareja por tan bien educado y bien portado hijo que tienen, no cabe duda que es un angelito al que han sabido criar con amor, buenos principios y una perfecta educación.

– Sebastián sintiéndose orgulloso se sonrojaba y decía sonriente. – Hacemos lo que podemos, ambos queremos que Adonaí sea un niño de bien y conozca de valores.

– Una mujer que estaba por salir con su hija, había escuchado lo que le habían dicho a Sebastián.

Ella con cierta envidia y recelo decía. – Bueno es lo menos que se puede esperar de una pareja de hombres, mientras no le fomenten el pecado y las obscenidades que seguramente han de hacer en su casa por las noches, todo está bien.

– Sebastián amablemente se volteaba y le respondía educadamente. – No sé quién sea, ni me interesa saberlo, lo que le puedo decir es que como padres tratamos de educar a nuestro hijo de la mejor forma posible; debería saber usted señora que el pecado, la mala educación y las obscenidades se aprenden de casa y de los propios padres que dicen y hacen sin fijarse a su alrededor de que sus hijos no estén presentes, le señalo que el noventa por ciento de parejas heterosexuales cometen esos errores y el diez por ciento restante no; cosa que nosotros como pareja homosexual no lo hacemos porque tenemos conocimientos y sabemos cómo, cuándo, de qué forma y en qué momento hacerlo, así que antes de hablar infórmese señora y no se deje manipular por lo que le televisión y las novelas dicen sobre los homosexuales; pues nosotros a diferencia suya somos mejores padres de familia, sino me cree verifique el porcentaje de parejas homosexuales con hijos bien educados y con un coeficiente intelectual más alto que un niño criado por parejas heterosexuales, le aseguro que se sorprenderá y hasta usted misma entenderá que tengo razón en lo que digo sobre la tele y las novelas; no es por nada, pero los homosexuales somos mejores padres que los hetero.

– La señora un tanto molesta le decía. – ¡Usted no es nadie para decir eso! ¡¿En qué fundamentos se basa usted para palabrear semejante atrocidad?!

– Sebastián le sonreía y educadamente contestaba. – Señora soy psicólogo, tengo estudios y me informo, cosa que seguro usted no ha de hacer por estarse embruteciendo viendo novelas y series religiosas que lo único que hacen es tergiversar los hechos reales sobre los homosexuales; le recuerdo nuevamente que la televisión maneja a la gente a su antojo, pues sabe que muchos prefieren esa realidad ficticia creada por televisoras para así lavarles el cerebro y hacerles creer cosas que no; espero entienda de lo que me refiero y si no lo siento, pero no me gusta hacer sentar cabeza a personas que utilizan el famoso dicho de "A oídos sordos palabras necias".

– La señora quedaba minimizada ante lo respondido por él, haciéndola quedarse sin palabras y muy avergonzada ante la presencia de la educadora infantil.

Sebastián sosteniéndole la mirada le decía. – Comprendo señora que usted prefiera ver la televisión; pues por lo que logro percibir de usted es que es una madre joven de unos treinta o treinta y cinco años, que prefiere librarse de su hija dejándola en las guarderías para que pueda divertirse por las mañanas en clubes con sus amigas de sociedad y hablar sobre novelas y criticar a la sociedad, así como también hablar de temas religioso mal infundados y explicados a beneficio de la iglesia, descuide eso de criticar a la religión también lo hago, pero yo lo hago porque me informo, cosa que usted dudo mucho; ahora bien si le molesta que seamos una pareja homosexual con un hijo en esta guardería, si bien me permite y me acepta un consejito, debería mejor preocuparse por su hija y cuidarla mejor usted y no andarla trayendo a guarderías donde admiten a hijos de parejas homosexuales, sirve que usted pone en práctica lo que la televisión le enseña; no me agradezca, lo hago porque mi profesión es brindar consejos buenos a gente que de verdad lo necesita y usted señora es una de esas personas.

– Sebastián amablemente le decía a la educadora. – Con permiso maestra pasaré por mi hijo.

– La educadora le decía amablemente. – Adelante doctor, pase.

– Sebastián pasaba y le sonreía a la señora y a su hija diciéndole. – Con permiso de usted y que pasen una grandiosa tarde, hasta luego pequeñita.

– Sebastián entraba quitado de la pena ante lo dicho dejando a la madre de familia sonrojada del coraje.

Ella cargaba a su hija quién le sonreía muy tierna a Sebastián mientras se iba; la mujer enojada le decía a la educadora. – ¡Cómo es posible que permitan a ese tipo de personas tan mal educadas y déspotas en una guardería! ¡Pondré una queja! ¡Eso es una falta de respeto, a mí hija y hacia mi persona, pues me insultó el tipo ese!

– La educadora amablemente le decía señalando la esquina inferior derecha de la entrada. – Hágalo señora, usted está en su derecho, pero le recuerdo que ahí arriba está una cámara de vigilancia con micrófono, el cual graba todo lo que suceda durante las 24 horas, así que en dado caso que esto llegue a los tribunales, el vídeo se mostrará como evidencia y quién quedara mal será usted.

– La mujer muy enfadada, avergonzada e inundada de bilis salía diciendo. – Dejaré de traer a mi hija a este cuchitril de guardería, no ofrecen la calidad que dicen tener en su eslogan y mucho menos tienen el profesionalismo que se requiere.

– La educadora se sonreía diciendo. – Hágalo señora, le repito nuevamente que usted está en su derecho de hacer lo que se le plazca y mejor convenga, que pasen buena tarde.

– La mujer con su hija se iba y a gritos decía. – ¡Qué barbaridad, qué barbaridad, hasta donde hemos llegado con esta modernidad tan enigmática!

– La señora se iba en su mar de bilis derramada por el descontento ocasionado por ella misma, ante querer opacar y humillar a Sebastián.

Adonaí que estaba jugando con un grupo de niños en el área de juegos para menores de cinco años, volteaba muy risueño sin querer y al ver a su papá, el niño interrumpió su actividad corriendo emocionado y feliz diciendo. – ¡Paaaapaaaaá!

– Sebastián muy contento lo cargaba y abrazaba diciéndole. – Mi niño hermoso, que gusto saber que te has estado portando bien en la guardería, me alegra saber eso, tú papá seguramente también le dará mucho gusto ahorita que lleguemos a casa y le digamos.

– Adonaí preguntaba risueño. – ¿Ya nos vamos a casa?

– Sebastián dándole un tierno beso en la mejilla a su hijo le decía. – Sí, ya nos vamos a la casa, anda ve por tus cosas aquí te espero.

– Bajando al pequeño, Adonaí feliz iba a recoger su mochilita y sus juguetes.

Contento se regresaba ya con sus cosas en mano y se despedía de la joven que lo cuidaba. – Hasta luego Norita, mañana nos vemos para seguir jugando.

– Norita le decía sonriendo. – Hasta luego Adonaí, mañana nos veremos.

– Sebastián tomándole la mano a su hijo sonriente decía. – Hasta mañana Norita, muchas gracias por los cuidados a mi hijo y a sus amigos, con permiso.

– Sebastián salía del área de menores de cinco años y Norita les decía. – Es propio, hasta luego, no agradezca señor, para eso estamos nosotras; bien niños sigamos jugando en lo que sus papás vienen por ustedes.

– Sebastián notaba que su pequeño estaba algo cansado, así que le decía. – Hijo, te cargo para que no camines.

– Adonaí con cara cansada y mirada tierna le extendía sus brazos pidiendo que lo cargará.

Sebastián lo cargaba y salía de la guardería diciendo. – Muchas gracias maestra, hasta mañana que pase buena tarde.

– La maestra de la entrada le decía. – De nada, hasta mañana doctor, hasta mañana Adonaí, nos vemos mañana.

– Adonaí haciendo puchero de cansancio solo con su manita decía adiós a la maestra y a las demás encargadas de la guardería.

Saliendo del lugar, a tan solo unas calles, la leve brisa comenzaba a acariciar el rostro de Sebastián y los bracitos de Adonaí.

Sebas preocupado decía. – Hijo creo que terminaremos tomando un taxi, comenzará a llover.

– Cuando él estaba por parar el taxi, se daba cuenta que su cartera la había dejado en el consultorio.

Un poco molesto exclamaba. – ¡Me lleva! Deje mi cartera.

– En modo de alivio decía. – Por fortuna Cristián ya está en casa, tomaré el taxi y que él lo pague, todo el efectivo está en mi cartera, espero él tenga.

– Justo cuando iba a tomar el taxi, por instinto, agarró su celular con la mano que tenía libre y se daba cuenta que parpadeaba el teléfono, él como pudo lo desbloqueaba y observaba que Cris le había mandado varios mensajes y tenía llamadas perdidas de él.

Molesto se decía. – ¡Que tonto soy al dejar el teléfono en vibrador!

– Adonaí estaba impaciente por llegar a casa y un poco cansado, le decía a su papá. – Ya quiero estar en casa.

– Sebas le daba un beso en la mejilla diciéndole. – Mi niño lindo, ahorita ya estaremos en casita, discúlpame.

– Sebas leía los mensajes rápidos de su esposo, los cuales le decían que estaría en una junta urgente arreglando los problemas de la constructora, que no llegaría a comer, pero que si estaría libre a las ocho de la noche para llevarlos a cenar.

Él con el niño cargando se daba cuenta que eran apenas las seis y diez de la tarde; preocupado bajaba al pequeño Adonaí y le decía. – Precioso, vamos a mi consultorio, iré por mi cartera y nos vamos a la casa, ¿te parece?

– Adonaí haciendo pucheros le respondía. – Bien papi, pero me cargas.

– Sebas sonriéndole le decía. – Claro que si mi príncipe.

– Cargando al pequeño comenzó a caminar de regreso al consultorio y para su mala suerte, la lluvia los sorprendía de forma inmediata; muy fuerte la lluvia caía, mojándolos a ellos; Sebas como buen padre, trataba de cubrir a su hijo de que no se mojara mucho, haciendo maniobras se quitaba su saco para así colocárselo a su niño y poderlo tapar lo mejor posible.

Sebas nervioso cargaba de nuevo a Adonaí y decía. – Faltan dos calles, solo dos calles más.

– Sebastián corría con mucho cuidado de no caerse o pisar charcos de agua que se comenzaban a formar, corriendo lo más rápido posible hacía gala de que su condición física la seguía teniendo a pesar de tener casi treinta y dos años, y recordaba en su mente, de qué años atrás solía participar en carreras de relevos en su etapa de la adolescencia.

Con su hijo en brazos llegaba a la puerta del consultorio diciendo. – Listo, llegamos mi niño.

– Al momento de bajar al niño para poder abrir la puerta, se daba cuenta que a pesar de su esfuerzo por protegerlo de la lluvia, Adonaí se había mojado casi en su totalidad; Sebastián un poco enojado y sintiéndose culpable, abría la puerta de forma rápida y se metían para buscar la cartera y por lo menos medio secar al pequeño de semejante empapada.

Sebastián preocupado buscaba su cartera, mientras el pequeño Adonaí escurría de tan empapado que estaba.

Él tomando su cartera decía molesto. – Bendita cartera, por ti estamos así.

– Por fortuna en el consultorio había una gabardina, la cual tenía por si llegará a necesitar y que mejor momento que este que se presenta.

Tomándola del perchero le decía a su hijo algo apenado. – Mi niño, discúlpame por hacerte pasar este mal rato, créeme que no era mi intención hacerlo, ¿Me disculpas?

– Acuclillándose Sebas para colocarle la gabardina, era abrazado tiernamente por su hijo que le decía. – No te preocupes papi, todo estará bien de verdad.

– Él sonreía tiernamente ante el abrazo de su hijo y le decía. – Te voy a quitar la playera y el pantalón y los exprimiré para quitar el exceso de agua, por lo mientras te cubriré con la gabardina y pondré el calefactor para que no te me vayas a enfermar.

– Adonaí obedeciendo a su papá, se dejaba quitar la ropa de forma veloz; él en el baño la exprimía y le daba una oreada cerca del calefactor para no ponerle la ropa tan fría y ni muy humedad para prevenir una enfermedad.

Una vez terminado, lo volvía a vestir y envolviéndolo lo mejor posible lo cargaba diciendo. – Bien, ahora esperemos que pase un taxi.

– Cargando al pequeño, salían del consultorio, dejando todo cerrado a como estaba antes; la tarde se complicó un poco más, pues ningún taxi pasaba disponible, por más que él hacía la parada o no los levantaban, no los veían o simplemente decían que no podían llevarlos; al término de una veinte minutos un taxi disponible pasaba y les daba parada; el señor preguntaba a donde los llevaría y Sebas dio la dirección, el conductor del taxi les decía que cobraría cien pesos por la distancia y por la tarde tan lluviosa que estaba; Sebastián se le hizo caro, pero con tal de estar en casa y por el bien de su hijo tomaba arribo para así ir a su destino.

En el trayecto el taxista le platicaba diversos temas de la sociedad actual, así como políticos, pero el chofer toco un tema algo delicado, la homosexualidad; dicho señor odiaba a muerte a los homosexuales, recalcando que eran adefesios de la humanidad, portadores del sida e incluso pervertidos sexuales de infantes, a lo que Sebastián al ver que el taxista se orillaba a un camellón ante el semáforo en rojo para dar una vuelta en “U” y poder tomar la calle directa a su destino.

Sebas le decía molesto. – Me opongo en contra a su observación y punto de vista sobre la homosexualidad, no me extraña que a su edad pues interprete mal las cosas por los tiempos y épocas en que las cosas sucedieron; pero sí me impresiona mucho que alguien de su edad con la madurez y sabiduría que tiene por la vida, se exprese así de gente como nosotros.

– El chofer incomodo exclamaba. – ¡A caso usted es puto y maricon!

– Sebastián con Adonaí en brazos ya durmiendo le decía en tono pacifico. – No lo soy, soy homosexual que es diferente y a este niño que traigo en brazos es mi hijo, usted piensa que somos así por dejarse influenciar por la televisión y lo que la religión antepone sobre nosotros, ¿Pero usted sabe quiénes son en realidad lo pervertidos sexuales de infantes? Mejores conocidos como pederastas.

– El señor por avanzar le exclamaba diciendo. – ¡Pues ustedes los putos mal paridos!

– Sebastián molesto abría la puerta del carro del lado del camellón y le decía algo exaltado. – ¡No señor! ¡La gente que es pederasta la iglesia los protege pues son de su misma iglesia los que cometen esos atropellos a su misma palabra, se contradicen y cometen eso que sí es pecado; aún en estos tiempos tienen sacerdotes que son pervertidos sexuales que abusan de niños como el que traigo en brazos! ¡Incluso hasta para tener sexo se dejan influenciar por la televisión, pues les dicen que producto deben comprar para tener un buen sexo seguro y satisfactorio! ¡Así que abra los ojos y no se deje manipular por la televisión, no sea uno más del montón de ignorantes que aun en estos tiempos sigan creyendo en cosas que no son y se dejan influenciar!

– Sebastián se bajaba enojado y el taxista le gritaba. – ¡Maricon, mal parido, hijo de puta págueme!

– Él con niño en brazos le azotaba la puerta del taxi y le exclamaba. – ¡Sí le urge el dinero vaya a cobrármelo a mi casa, porque no tengo tres brazos para maniobrar y pagarle! ¡Pase buena tarde!

– La lluvia había cesado, pero el taxista se enojaba tanto que daba vuelta en “U” y salpicaba de agua sucia a él y al niño de un gran charco que se había formado debido a la fuerte lluvia justo al costado del camellón.

El chofer se burlaba diciéndole. – ¡Mójate un rato putito!

– Sebas enojado y Adonaí llorando, le decía a gritos. – ¡Existe el karma y esto se le va a regresar de diversas formas!

– Calmando a su hijo le decía abrazándolo con mucho amor. – Ya mi niño, ya, shh… shh tranquilo, llegaremos a casa, no llores mi angelito hermoso, yo ya estaba mojado pero tú mi tesoro estabas dormidito y ya un poco seco.

– Adonaí empapado se medió calmaba ante los mimos que Sebas le daba.

Otro taxista joven al ver lo sucedido, se ofrecía a llevarlos de forma gratuita, pues había visto lo que el taxista veterano les había ocasionado.

El chofer sin entrometerse mucho, pero con curiosidad le cuestionaba el porqué del acto sucedido, a lo que Sebas le respondía seriamente. – Lo hizo al saber que soy gay y que este niño es mi hijo.

– El taxista joven un poco sonrojado por preguntar le decía. – Disculpe usted por ser metiche, la gente de antaño es muy espantada y pues también la gente de ahora se cierra mucho, cree todo lo que en televisión pasan, en vez de modernizarnos estamos yendo hacia atrás, pareciera que cada año se retrocede una década, descuide conmigo no hay problema pues yo sí leo, sí me informo y admiro a usted que sea un buen padre.

– Sebastián respondía mostrando sus conocimientos sin parecer fanfarrón. – Muchas gracias, tiene razón, pareciera que en vez de modernizarnos culturalmente, nos estamos cerrando, pues la tecnología casi ha tomado el control y hace que todos se crean lo que virtualmente pasa, y el poder de la televisión lava los cerebros de personas que son perezosas para leer e incultas, pues se dejan manipular por las famosas televisoras; esto no solo pasa aquí en México, sino en casi todo el mundo; en excepción de los asiáticos, son muy inteligentes y es dónde ahora existe el menor porcentaje de homofobia.

– Entre el trayecto a casa, el chofer y Sebas iban intercambiando ideas y pensamientos sobre la sociedad actual de estos nuevos tiempos.

Adonaí se sentía un tanto incomodo por ir mojado rumbo a casa, pues su cuerpecito estaba absorbiendo la humedad de la ropa; el cielo se comenzaba a nublar nuevamente, dando indicio que se aproximaba otra fuerte tormenta.

El chofer se apresuraba a llevar a Sebastián y Adonaí muy empapados a su morada, dónde al llegar, de forma muy amable Sebas le daba un billete de doscientos diciéndole. – Tenga joven, aunque diga que la corrida era gratuita, no sé me hace justo, así que tenga y mil gracias por su amabilidad.

– El joven sonrojado le decía. – Muchas gracias, me doy cuenta que aún existen gente amable.

– Sebastián le sonreía diciendo. – Usted es una de esas gentes amables, que tenga buena tarde/noche.

– El joven chofer le sonreía diciendo. – Gracias, igual usted es buena gente, que pase una muy buena tarde/noche.

– Ambos lanzándose una sonrisa rompían ese lazo que se creó de pasajero y chofer que jamás se volverá a brindar en un tiempo cercano o tal vez nunca se vuelva a dar.

Sebastián presuroso y tembloroso abría la puerta de la casa, metiendo primero a Adonaí, quién comenzaba a estornudar y temblar; Becker contento movía la cola de gusto al ver al pequeñín y a Sebas, aunque después dejo de hacerlo al notar que Adonaí estornudaba más seguido, mostrando así su preocupación, instinto de protección y sentimientos del can hacía el niño; Sebas al darse cuenta de eso, muy preocupado lo cargaba y subía de inmediato a su recamara para bañarlo y cambiarlo, tras de ellos subía Becker mostrando angustia y preocupación por lo que le sucedía al pequeño.

Un rato más tarde, Cristián llegaba un poco cansado y estresado, pero con ánimos de salir con sus grandes amores a cenar en lo que guardaba el carro, Becker bajaba las escaleras entusiasmado, atento esperaba en la puerta sentado a que entrara él.

Cris abriendo la puerta, al verlo le sonreía diciendo. – Melenudo, vaya que sorpresa, siempre me esperas aquí, ¡Qué alegría verte!

– Cambiando su semblante a serio, pues notaba que Becker se mostraba impaciente, él le decía agachándose. – ¿Sucede algo amigo? ¿Dónde está Sebastián y mi hijo?

– Becker entendiendo, le brindaba un ronco ladrido y se movía dando vueltas sobre sí.

Cris asustado, azotaba la puerta y aventando su portafolio y saco sobre la mesa del recibidor, subía corriendo las escaleras y tras de él, Becker.

Él al llegar, veía a Sebas que estaba en bata saliendo de la habitación para entrar a la de Adonaí, él le decía en tono preocupado. – ¡Amor! ¡¿Qué sucedió?!

– Sebastián haciéndole una seña de que bajara la voz, respondía quedito. – Ahorita te cuento, déjame ver si Adonaí ya se durmió.

– Entrando él y tras suyo Cris con Becker, lo miraban descansar, durmiendo como angelito.

Un poco tranquilo Sebas le tocaba la cabecita y decía en voz suave. – Mi niño, tuvimos un día lluvioso y complicado, pero que bueno que ya termino, ahora duerme y sueña con los angelitos.

– Dándole un beso en la frente, le sonría, de mismo modo Cris le daba un beso a su hijo diciéndole quedito. – Buenas noches campeón, te quiero mucho, descansa.

– Becker se daba cuenta que su protegido se encontraba bien, así que se daba vuelta y salía para bajar a que le dieran su cena.

Ambos salían de la habitación y bajando las escaleras Sebastián apenado se disculpaba con su marido, pues la salida a cenar se había arruinado; Cris le decía que no había problema, pues aunque quería cenar fuera, se sentía muy cansado, estresado, deseaba un buen masaje y dormir temprano.

Sebas le decía sonriendo que le haría el masaje, pero primero cenarían algo ligero para dormir bien y tranquilos; en la cocina, mientras Cristián ponía la cafetera, Sebastián hacía de cenar unas quesadillas en el comal, ambos se platicaban como estuvo su día.

Sebas le comentaba que la maestra de la guardería le mandaba felicitaciones por la buena conducta de Adonaí, Cristián sintió una inmensa alegría al escuchar eso; ambos se sentían muy orgullosos por los halagos brindados por parte de la educadora; pues indicaba que sus esfuerzos como padres, sus enseñanzas y educación en el hogar estaban dando frutos.

Aunque ese gusto duró poco, pues mientras Sebas le daba de cenar a Becker y Cris se sentaba a cenar sus quesadillas y a tomar su café, él le platicaba lo que había vivido con la madre de familia en la guardería, así como lo que sucedió con la cartera y el taxista homofóbico y los hechos suscitados al ser mojados de nuevo.

Cristián se ponía rojo del coraje exclamando. – ¡Dime que número de taxi era para localizarlo y romperle la cara a golpes!

– Sebastián lo abrazaba con ternura y le decía. – Siéntate amor, ya paso, tranquilo, nada arreglas con ponerte así.

– Becker le ladraba como si le dijera “Hazle caso a Sebastián tranquilízate”.

Cristián al escuchar el ladrido les decía con ligera sonrisa. – Esta bien, ya me calmo, contentos.

– Sebastián lo tomaba de la cara y dándole un beso le decía. – Así me gusta amor, que te calmes, yo sé que te molestó, pero ya fue, solo haces corajes a lo tonto.

– Cris al ver la ternura que aún seguía conservando Sebas, lo abrazaba diciéndole un tanto preocupado. – Amor, no me gustaría que les pasará algo a ti o a nuestro hijo, espero no se enfermen ninguno.

– Sebastián sintiendo ese gran abrazo tierno decía calmándolo. – No amor, ninguno nos vamos a enfermar, por eso nos bañamos Adonaí y yo al mismo tiempo, no nos enfermaremos, ya lo veras.

– Dándole un beso en la mejilla le decía. – Continuemos cenando amor.

– Cristián se sentaba de nuevo y Sebas hacía lo mismo.

Segundos después, Cristián comenzaba a reírse cosa que a Sebas le parecía raro, preguntando curioso. – ¿De qué te ríes?

– Cris entre carcajadas respondía. – Es que… no… no imagino la cara… la cara de la señora… a la cual pusiste en su lugar en la guardería.

– Sebastián sonriéndole decía. – Amor, de verdad me sacó de quicio, pero mantuve compostura, las cámaras y micrófonos de seguridad graban todo, sería una vergüenza eterna si le hubiera dicho lo que de verdad merecía.

– Cristián sonriendo le decía. – Chaparro no dejas de sorprenderme, me encantas mucho.

– Dándole un suave beso le decía más sonriente. – Me gustaría que pidieras una copia del vídeo, me reiría a morir solo de ver la cara de la tipa.

– Sebastián sonrojado le decía. – Amor mejor termina de cenar para que subamos a dormir.

– Cristián no paraba de reír de imaginar lo sucedido ese día.

Y entre pláticas y anécdotas del día, terminaban de cenar para así subir y revisar de que Adonaí estuviera durmiendo bien sin problemas, al verificar eso y darse cuenta que todo estaba bien, Becker entraba y se echaba al pie de la cama/cuna de Adonaí como todas las noches desde que el pequeño Adonaí llego a la casa.

Ya en la habitación, la pareja se encontraba en cama ya por dormir y después de haberle realizado un buen masaje en la espalda y pies a Cris, Sebas se recargaba en el pecho de él, siendo abrazado.

Cristián le decía después de un bostezo. – Amor he pensado bien las cosas, analizado nuestra situación económica y me gustaría mucho pues...

– Cristián se quedaba callado.

Sebas recostado en él, preguntaba. – ¿De qué hablas amor? ¿Amor?

– Cristián se quedó profundamente dormido pues era tanto su cansancio que no termino de hablar.

Sebas al  voltear y verlo dormido, le daba un beso en la frente y se acurrucaba nuevamente en el pecho de él, diciendo suspirando. – Buenas noches mi amor, sueñas con los angelitos.

– La pareja se quedaban profundamente dormidos después de un día bastante ajetreado y húmedo.

Es Cuestión del Destino.

Muchas gracias por su tiempo brindado hacía este capítulo, un fuerte abrazo y que tengan un grandioso día.