Es Complicado: 2 - Tampoco eres tan feo

Empieza la «no-cita» de Jorge y Adrián. Posteriormente, y por culpa del dichoso alcohol, Jorge acaba por confesarle algo a Adrián. Algo de lo que se arrepiente de inmediato. Aunque, tal vez, debería reconsiderar ese arrepentimiento suyo...

Tampoco eres tan feo

... Y empieza por fin a comérmela. Te lo juro tío, se la tragaba hasta el fondo, le daban arcadas y todo, pero la muy zorra seguía y seguía. Me la comía tan jodidamente a lo bestia que no tardé ni cinco minutos en llenarle la boca de leche —me explica Adrián, todo sonrisas. Lleva como quince minutos hablando de lo mismo; las muchas tías a las que se ha follado. Parece que lo esté haciendo a propósito, como si me estuviera dando por seguro que a él lo que le gusta son las tías, y punto, que no tengo nada que hacer con él. Yo le escucho solo a medias; estoy más atento a sus rasgos faciales que a lo que dice...

Ya casi estamos terminando de cenar. Él ha pedido tres pizzas grandes, y la primera de ellas le ha durado menos de dos minutos. Yo, por mi parte, tengo suficiente con mi pizza mediana y mi Fanta de naranja. Es que estoy (todavía) tan nervioso que ni siquiera tengo hambre.

Bueno, ¿y tú qué? ¿Tienes novia, o alguna follamiga ? —me pregunta justo cuando le doy un mordisco a mi pizza. Como tengo la boca llena, simplemente niego con la cabeza—. Pero por lo menos habrás follado ya, ¿no? —vuelvo a negar. Y noto que me pongo colorado—. Pues no lo entiendo. Tampoco eres tan feo.

¿Qué quieres decir?

Pues eso... que no eres feo, no estás mal... No entiendo cómo no tienes novia. ¿O es que eres gay?

Me pongo algo tenso cuando me hace la pregunta. Me mira sonriente, y no sé qué decir. Así que permanezco en silencio. Se acerca un poco a mí y me susurra:

Pues si eres gay me la puedes chupar si te apetece —lo dice sin perder su sonrisa torcida y, cuando termina de hablar me guiña el ojo, descarado. Mi corazón da un vuelco. Le miro a los ojos sintiendo que me da una taquicardia. Entonces se ríe con ganas—. Eh, colega, no te mosquees, que era coña.

« Pues claro que no hablaba en serio, gilipollas » pienso. Intento relajarme un poco; no puedo seguir así de nervioso, me va a dar algo. Aunque, dejando de lado los nervios, lo estoy pasando bien. Adrián está muy simpático y hablador, y muy sonriente, lo cual me encanta.

Terminamos de cenar, y salimos del restaurante. Caminamos en silencio, uno al lado del otro, durante unos minutos. Adrián rebusca por sus bolsillos y finalmente saca un cigarrillo. Comienza a fumar, concentradísimo. Yo le observo atentamente. No sé si será la luz de la luna o que el cigarrillo le da un toque sexy extra, pero me parece más guapo que de costumbre...

¿Quieres uno? —me pregunta. Se ha dado cuenta de que le estaba mirando. Me encojo de hombros y él saca un cigarrillo riendo y me lo da. El humo inunda mis pulmones y me siento algo más tranquilo.

Aunque no fumo en exceso, de vez en cuando me apetece un cigarrillo. Aunque solo eso. Ni me drogo, ni bebo alcohol... En comparación con los demás chicos de mi edad, soy bastante sano.

Suena el teléfono de Adrián. Por lo visto alguien le ha mandado un mensaje. Con una sonrisa pícara, teclea rápidamente una respuesta que yo no puedo ver. Después vuelve a guardar el móvil en el bolsillo del pantalón.

Vanesa... —me dice—. Se ve que me he dejado unos gayumbos en su casa, de cuando el otro día estuvimos follando... —vuelve a reír. Yo fuerzo una sonrisa.

¿Es tu novia? —pregunto.

No, no, solo una... amiga con derechos —me dice mientras me da un codazo amistoso en las costillas, dediándome una sonrisa traviesa—. Si quieres un día te la presento, y así te estrenas, tío —decido que es mejor no responder a eso...

Nuestro paseo nocturno continúa sin demasiada conversación, aunque para mí ya está bien; me basta con estar a solas con él, aunque sea solo un ratito. Me gustaría estar así hasta que amanezca, pero... Bueno, eso no será posible.

Bueno —dice, mientras se detiene y señala un bloque de pisos—. Yo vivo aquí.

Oh —es lo único que se me ocurre decir. Vaya... se acabó la «no-cita».

¿Quieres subir? No hay nadie en casa, mis padres están en Madrid por no sé qué congreso... —sus padres son ingenieros, así que imagino que tendrán congresos y charlas de vez en cuando.

Vale —respondo sin pensar, pero no me arrepiento de la respuesta que doy. Adrián abre la puerta y ambos entramos.

Tras subir las escaleras llegamos a su piso. Me guía hasta su habitación; una desordenada estancia, con un enorme poster de una mujer desnuda, con enormes pechos, en la pared que está enfrente de la cama. La cama, por cierto, deshecha, el amasijo de sábanas revueltas por todo el colchón.

Perdona el desorden... —dice, mientras se quita las zapatillas, dejándolas tiradas de cualquier manera. Se deshace también de la camiseta, para ponerse una más cómoda; blanca, ancha, de tirantes. Intento que no se dé cuenta cuando miro su musculoso torso—. Ponte cómodo, ahora vuelvo... —desaparece de la habitación.

Algo incómodo, me siento en el borde de la cama.Lo contemplo todo con mucha atención. En el suelo hay unos algunas prendas de ropa, como por ejemplo unos calzoncillos azulados, con unas más que sospechosas manchas... y, medio escondido debajo de la cama puedo ver un condón. Usado. En fin...

Ya estoy aquí —dice. Trae consigo dos botellas de algún tipo de alcohol. Se sienta a mi lado y me entrega una de las botellas mientras abre la otra y pega un buen trago—. No te cortes; bebe.

No estoy muy seguro... Como ya he dicho, no soy un habitual bebedor de alcohol, aunque alguna vez sí que he tomado algo. Decido que no pasará nada por beber solo un poco... No sé qué diantres será esto, pero sabe a rayos. Debe de ser por lo menos 40% alcohol... Aunque Adrián se lo bebe que da gusto; casi como si de agua se tratase.

¿Quieres un porro? —me pregunta, a lo que respondo que no, sin dudarlo—. Venga, tío, no seas soso... —me da unas palmadas en la rodilla y se acerca al cajón de su mesita de noche. De allí saca todo lo necesario para liarse un porro. Mientras se lo prepara, yo observo, bebiendo de vez en cuando esa fortísima bebida alcohólica.

Enciende el porro y de repente todo se llena de humo. Solo con olerlo ya me duele la cabeza... Él empieza a fumar tranquilamente, mientras yo le observo. Tras un momento contemplando el porro, me lo entrega.

Yo no fumo porros...

Va, hombre —me insiste, colocándomelo directamente en los labios—. Por lo menos pruébalo —y, como ya lo tengo en la boca, accedo. Pero no me gusta en absoluto, así que, con cara de asco y haciendo aspavientos para alejar el humo de mi cara, se lo devuelvo. Él se ríe de mí mientras yo, para quitarme el asqueroso sabor de la boca, bebo más de eso (que creo que es vodka o algo así).

El humo del porro me marea... Eso, acompañado del alcohol que estoy ingiriendo me hace sentirme ligero, como si flotase. Como si estuviera en una nube... Miro a Adrián, que está recostado a mi lado, todavía fumando, con cara de atontado. Y aun así está guapo. Noto un calor en mi interior, un hormigueo por todo el cuerpo, tengo ganas de reír sin motivo.

Y entonces digo algo que no tendría que haber dicho ni en un millón de años:

Adrián... Estoy enamorado de ti.

Me arrepiento terriblemente nada más decirlo. No he sido yo, ha sido el alcohol y ese puto porro. Me muero de vergüenza, de miedo por cómo reaccionará ahora... Me arde la cara, debo de estar colorado como un tomate. Casi sin atreverme, le miro, y veo que está sonriente...

...Y tocándose el paquete muy, muy despacio y con total descaro. Me mira fijamente mientras se sigue tocando y un bulto crece poco a poco... No puedo apartar la vista ni aunque quiera (y no quiero). Veo cómo su polla se endurece, marcándose, gruesa y alargada, bajo el pantalón. Durante un instante le miro a los ojos, y veo que él me está mirando, con una sonrisa alelada.

Se desabrocha el pantalón y se lo baja hasta las rodillas. Dentro del calzoncillo, su rabo sigue creciendo y me doy cuenta de que el mío también cobra vida...

No me puedo creer lo que está pasando. Pero sí. Está pasando, todo eso es real, no lo estoy soñando, no es una alucinación... Adrián se está sobando la polla delante de mí. Está pasando. Dios...

Sin dejar de toqueteársela, me agarra una mano y la acerca a su entrepierna. Yo me dejo hacer. Pongo la mano —que tiembla. Tiembla mucho— sobre su calzoncillo, y comienzo a tocar su polla ya completamente dura. Él no deja de mirarme

Venga, Jorge... —me dice, casi en un susurro—. Chúpamela...

Se baja los calzoncillos, revelando por fin el pedazo de carne que guarda en su entrepierna. Yo estoy alucinando. No me puedo creer que esto esté pasando. Es que... simplemente no puede ser. No me lo creo.

Miro su rabo, flipando. Es la primera vez que veo una polla erecta «en persona» (aparte de la mía, claro está). En longitud, es más o menos como la mía, es decir, ni muy larga ni muy corta. Lo normal para nuestra edad, imagino. Pero es gruesa. Mucho más gruesa que la mía, desde luego. Su rojizo y gordo glande asoma expectante, y comienzo a salivar. Me fijo en sus huevos... son enormes, y le cuelgan una barbaridad. Y además noto que los lleva depilados... Se me hace la boca agua.

Y, tal y como me ha pedido, acerco mis labios a su rabo. Primero lo beso, inseguro. Lo noto caliente contra mis labios. Saco la lengua y comienzo a lamer la punta, y después todo el tronco hasta llegar a los huevos.

¡Joder, todo el cuerpo me tiembla!

Respiro hondo, intento calmarme... Sigo recorriendo la punta de su rabo con la lengua, todavía sin terminar de creerme que eso esté pasando en realidad, que no se trate de un sueño. Le oigo suspirar. Se levanta un poco la camiseta y acaricia su torso lentamente mientras yo sigo dándole un lengüetazo tras otro a su delicioso glande, que comienza a soltar un líquido transparente, el cual esparzo por todas partes con la punta de lengua.

Métetela en la boca... —me susurra, colocando una mano sobre mi cabeza, acercándome más a su rabo. Abro la boca y me la meto. Solo la punta. Él gime cuando mis labios entran en contacto con su rabo. Acojo su glande entre los labios mientras mi lengua relame toda la superficie de esa delicia.

Comienzo a metérmela cada vez más adentro y, mientras tanto, le acaricio los huevos, tan grandes y suaves... Él, con la mano que tiene en mi cabeza, me guía, sus dedos enredándose en mi cabello. Movimientos rápidos, profundos. Hace que su tranca entre entera en mi boca, y siento alguna leve arcada, pues me la está metiendo muy profunda. Me aparto antes de que las arcadas vayan a más. Contemplo su rabo, que ahora está reluciente y húmedo gracias a mi saliva —se ve mucho más apetecible así, si es que eso es posible— y tomo aire unos segundos. Después vuelvo a la carga.

Mi polla está que rebienta, y logro deslizar una mano por dentro de los panalones para masturbarme mientras sigo chupándosela a Adrián, que gime y suspira con los ojos cerrados mientras se acaricia el musculoso abdomen.

Cómeme los huevos un rato, anda... —me pide. Me saco la polla de la boca y hago que mi lengua recorra el formidable tronco de ese pedazo de rabo hasta que llego a sus cojones. Primero los lamo con la punta de la lengua, dejando un reguero de saliva. Después me llevo uno a la boca, lo atrapo entre mis labios y le dedico unos intensos lengüetazos, succiono con fuerza y juego con él en la boca como de un caramelo especialmente suculento se tratase. Él se retuerce de gusto. Hago lo mismo con el otro, y a continuación intento metérmelos ambos, pero son tan gordos que no me caben a la vez.

Después de pasar unos minutos pegado a sus huevos, vuelvo a concentrarme en su rabo, en su enorme, rosado glande, que me sabe a gloria, mientras su respiración no hace más que acelerarse, y sus gemidos aumentan en volumen. Yo me masturbo a una velocidad tal que me sorprende que no me haya corrido ya varias veces ...

Alzo la vista y veo que me está mirando. Observa sin perder detalle cómo me trago toda su tranca una y otra vez. Sigo chupándosela mientras le miro fijamente a los ojos. Él no aparta la mirada. Yo tampoco. Siento escalofríos por todo el cuerpo y un extraño calor dentro de mí... No quiero dejar de mirarle a la cara mientras se la como; así puedo ver cómo entrecierra los ojos, cómo se relame los labios, cómo sus mejillas se sonrojan...

No me canso de sentir su nabo en la boca. Lo beso, lo lamo, me lo meto hasta el fondo y succiono con fuerza... Le masturbo mientras le chupo, beso y relamo la punta, le acaricio los cojones, me los llevo a la boca... Cada vez acelero más el ritmo. Cada vez, ambos disfrutamos más del momento.

Oh, joder... —le oigo susurrar de vez en cuando, y me alegro de que le guste lo que le hago tanto como me está gustando a mí. Empiezo a chupársela velozmente. Me la meto casi toda en la boca, lo justo para evitar las arcadas, me la saco entera y vuelvo a meterla hasta el fondo, mi lengua no se está quieta y lame cada centímetro de esa maravilla que le cuelga entre las piernas. Noto cosquillas en los labios cada vez que su tranca entra o sale de mi boca a una velocidad increíble.

No paro de chupársela ni un segundo, todavía considerando que, tal vez, esto sea un sueño... Mientras devoro ávidamente su rabazo, sigo masturbándome como si no hubiera mañana, y siento que me corro, mis calzoncillos recibiendo de lleno mis lefazos. Pero por nada del mundo me saco esa delicia de la boca.

Noto la mano pegajosa tras la corrida, pero sigo con mi paja, y ni siquiera se me pasa por la cabeza dejar de mamársela. Se la succiono cada vez con más fuerza mientras él sigue retorciéndose en la cama, disfrutando como nunca. Mi lengua vuelve a entretenerse en su glande y mis manos se concentran en acariciar sus huevos, que ahora ya no están tan colgantes como al principio... Lo que significa que le tengo cerca del orgasmo. Aunque acabo de correrme, mi polla se pone como una roca ante la expectación de la inminente corrida de Adrián...

Vuelvo a comerme sus deliciosas pelotas, y él lo disfruta; cierra los ojos con fuerza y suelta un largo gemido. Se muerde el labio, mantiene los ojos fuertemente cerrados, sus dos manos sobre mi cabeza y su respiración acelerada. Durante unos minutos más disfruto de esa exquisitez hasta que me obliga a metérmela en la boca hasta el fondo, y comienza a mover las caderas, prácticamente follándome la boca, aunque lo hace de un modo gentil, procurando no ahogarme.

Y tras un par de minutos así, oigo cómo deja escapar un fuerte, prolongado gemido y de inmediato noto un trallazo tras otro de lefa en la boca. Su semen se me antoja delicioso —resulta a la vez amargo y dulzón— y, como no me permite sacarme la polla de la boca, no me queda otra que tragármelo todo, hasta la última gota. Disfruto tanto de esto que mientras me lo trago todo, vuelvo a correrme en los calzoncillos.

Me saco su polla, que ya está medio flácida y con la lengua limpio cualquier rastro de semen que haya quedado. Me tumbo a su lado, admirando su rostro perlado de sudor. Tiene los ojos cerrados, una sonrisa en la boca y está algo sonrojado. Noto su respiración, que se va ralentizando poco a poco, igual que la mía.

Colega... —me dice—. Para ser la primera vez que te comes una polla, no lo has hecho nada mal...

Gracias —respondo, y vuelvo a ponerme colorado.

Me siento muy feliz en este momento. Estoy flotando... Sigo sin ser plenamente consciente de lo que ha ocurrido. Acabo de... hacerle una mamada a Adrián. Adrián, el chico del cual estoy enamorado desde hace tanto tiempo. Por fin tengo algo con él. Estoy tan feliz que incluso lloraría. Pero no lo hago. En lugar de eso me lanzo a sus carnosos labios. Le beso, porque no puedo contener más las inmensas ganas que tengo. Siento sus labios contra los míos, calientes suaves, húmedos, dulces, tiernos, perfectos.

Podría estar así, sin apartarme de su boca, para toda la eternidad.

Nota:tantoeste capítulo como el anterior son una novelización del corto Capuccino . Sin embargo, a partir de este punto, la historia tomará un rumbo propio. Lo que quería hacer es tomar la historia de Capuccino —que me parece, aunque agridulce, bastante bonita— como punto de partida e imaginar cómo avanzaría la vida del protagonista si un detalle de la historia original —detalle que todavía no hemos visto— fuese distinto. Así pues, del capítulo tres en adelante, lo que leáis estará basado en mi imaginación, o en las ideas que podáis aportar en los comentarios, si queréis hacerlo y me parecen interesantes.