Es cierto, mi vida, te corneo con todos... (5)

Fuimos a ver la películo del Mel Gibson que vos querías, mi cielo, pero el señor que estaba en el asiento de al lado mío atrapó mi atención. La verdad es que me tenté y no pude evitar atraparle la...

Es cierto, mi vida, te corneo con todos... (5)

por Mujer Domimante4

mujerdominante4@yahoo.com.ar

Por suerte, aunque el cine estaba muy lleno, tuvimos la suerte de encontrar un par de asientos libres. A mi izquierda me tocó un hombre medio grandote que me miró con interés, posiblemente por mis tetonas, que vistas desde arriba debían proporcionarle un interesante paisaje.

Ciertamente, cielo, la cosa no te había pasado del todo desapercibida. Pero siempre la reacción de los hombres frente a mis parados pechotes, te tiene algo intranquilo.

Así que me tenté.

Habíamos decidido ver la película de Mel Gibson, y tuvimos que esperar a la función siguiente porque había mucha cola. Pero al final lo conseguimos. Y ahí estábamos, mientras se apagaban las luces, dispuestos a darnos el gusto.

Pero mi interés había cambiado de objetivo. Con aire casual le di una buena ojeada a mi compañero de butaca, evaluando sus posibilidades. La ojeada que me devolvió él me convenció de que la cosa iba a estar buena.

Así que en la penumbra de la sala, mi mano rozó suavemente la rodilla del hombre. Y después dejé a la distraída el dorso de mi mano, apoyado con aire casual a esa rodilla masculina.

Con el rabillo del ojo pude ver, mi cielo, que estabas enfrascado en la película. Y la situación me excitaba tanto que me atreví a hacer más firme la presión de mi mano.

Un ligero movimiento de su pierna, la puso debajo, con lo que mi mano quedó con la palma para abajo. Ahí la dejé, sobre su rodilla. El hombre volvió a mirarme, de modo casual, y abrió un poquito más la pierna.

Eso constituyó una mini-caricia que él se dio con mi mano. Y yo continué la continué, avanzando levemente mi mano en dirección al muslo. La nueva mirada que me lanzó el hombre, me confirmó que estaba en el buen camino.

El tipo te había dado una breve ojeada, mi vida, tratando de determinar de qué iba la cosa. Cuando se dio cuenta de que yo estaba con vos, que posiblemente fueras mi novio o mi marido, y que yo le estaba acariciando la pierna, el hombre perdió toda inhibición, y se despatarró con las piernas bien abiertas para poner su bulto más a mi alcance.

Yo estaba a mil. La idea de manosear trancas de otros hombres, en la oscuridad del cine y al lado tuyo, amorcito, me hizo sentir la más puta de las mujeres. Que es lo que debía estar pensando mi desconocido compañero, a medida que mi mano continuaba con su caricia por el muslo, rumbo a su objetivo, que estaba cada vez más cerca.

Yo disfrutaba cada milímetro de avance. Y con una nueva ojeada constaté que en su pantalón había un bulto inequívoco, una tranca al palo. Evidentemente mi compañero de butaca estaba loco de deseo de que le agarrara la picha. Y yo me estaba mojando a la altura de las circunstancias.

Al fin no di más, de tanto suspenso, y apoyé me mano sobre el impresionante bulto, viendo con el rabillo del ojo que no te dieras cuenta.

El cuenco de mi mano aferró la gorda punta de la polla de mi nueva conquista, apretándola con ganas a través del pantalón.

Saber que estabas ahí al lado, mi cornudito, mientras yo le apretaba la tranca a mi compañero de asiento como si fuera la más puta de las esposas, echó a volar mi lujuria a cumbres cada vez más altas.

Entretanto mi mano seguía con pasión acariciando esa polla erecta. Después de apretarle la cabeza repetidas veces, comenzó a recorrer su gruesa longitud, apretando con lentitud y entusiasmo. Vos seguías en babia.

Mi mano expresaba la pasión que me provocaba esa polla y la situación, y el pobre tipo estaba a su merced.

Después de manosearle su turgente virilidad a mi completo gusto, con dedos hábiles abrí los botones y saqué el erguido monstruo de su escondite, exponiéndolo en toda su plenitud. Dándole una buena ojeada, tragué saliva, de tan apetitoso que se veía. Al tipo le caía un hilillo de baba por la comisura del labio, y dejó que mi mano traviesa, luego de acariciarlo piel a piel, comenzara una paja deliberadamente lenta y decidida. El tipo gemía suavemente. Y yo también.

Procuré no acelerar la cosa, para que me durara. Pero sentía su respiración cada vez más pesada. La suavidad de mis calientes dedos apretándole la tranca lo estaba dominando completamente. Con el prepucio corrido, acaricié su glande repetidamente con el pulgar, tentando la hendidura y luego rodeándole la base de la cabeza con movimientos circulares. La fricción en esa parte tan sensible era una especie de tortura deliciosa a que lo estaba sometiendo, una y otra vez, con movimientos lentos.

Al final, mi cielo, la tortura lo pudo, y del gordo y musculoso glande comenzó a brotar el semen, en una catarata que parecía que nunca acabaría. Yo recogí un poco en el cuenco de mi mano, y con mucho disimulo lamí hasta tragarlo todo. Vos, mi cielo, ni sospechabas. Ni siquiera con el largo suspiro que el hombre largó mientras iba desagotando su carga de semen. Por suerte pude darle varias tragadas, y después, metiendo mi mano en los jugos de mi conchita, la puse en sus labios, dándole a beber.

Fueron los mejores cuarenta minutos que haya pasado en un cine, al lado tuyo.

Todavía faltaba media película. Así que tuve tiempo para anotarle mi teléfono en un papelito, para continuar esa nueva amistad.

El tipo continuó por el resto de la película dormido dulcemente, Lo había liquidado completamente.

Y la concha todavía me picaba. Esa noche me cobraría con creces ese momento de lujuria, para algo sos mi esposo. Pero entretanto me di a frotar mi inundada intimidad, echándote suspiros de placer. Cuando volvieron las luces encontraste mi ojos húmedos, mirándote con turbiedad. Estaba acabando, mirándote a la cara. Creo que no entendiste nada.

Pero, de cualquier modo, saliste al palo, por tantos olores de sexo, y la erección te continuaba aún en la calle. Aunque evidentemente no tenías ni idea de lo que había pasado.

Pero no importaba, cielo, mientras me dejaras abusar de vos toda la noche.

Gracias por el entusiasmo evidenciado en sus cartas, chicos. Si quieren seguirme contándome, pueden mandarme sus fotos a mujerdominante4@yahoo.com.ar así puedo hacerme una idea de cómo se sintieron, y con qué cuentan.