Es cierto, mi vida, te corneo con todos... (3)
Angel mío, cuando empecé a cornearte, me lancé con todas las ganas acumuladas. Así que garchaba como loca. Pero todavía sólo lo sospechabas, mi cielo.
Es cierto, mi vida, te corneo con todos... (3)
por Mujer Domimante4
Cuando comenzaste a advertir que te estaba corneando, estabas lleno de sospechas, pero sin certidumbres por aquel entonces. Y yo no quería espabilarte demasiado pronto, mi cielo. Pero la verdad es que me estaban garchando muchos tipos. Cuando me atreví a cornearte, me lancé con entusiasmo. Me hice garchar por el del taller mecánico. Y después por su empleado, que era un muchacho fortachón que me agarraba con muchas ganas. Y yo estaba cada día más enviciada. Cuando llegaba a casa te esperaba, para frotarte el nabo con mi culo. Y te hacía echar dos o tres polvos por noche, angel mío. También con el carnicero que tenía un chorizo que me volvía loca. Y cuando tomaba un taxi, en un ratito tenía al taxista culéandome en un hotel. Pero vos no sabías, claro, aunque ese mismo día me hubieran dado por el culo tres tipos distintos. Pero yo era bastante cuidadosa con vos, vidita, dejándote atisbar un poco, pero sin permitirte estar seguro. Como cuando conociste a mi primo. Estabas erizado de sospechas, y vivías al palo, pero yo no quería apurar la cosa. Me ponia muy cachonda tenerte así.
Cuando fuimos a la pileta de natación en casa de mi tía, sabías que algo me traía entre manos. El modo de mover mi cuerpo y la sonrisa sensual que tenía mi rostro, junto con los roces de mis caderas y los apretones en tus brazos, eran señales más que evidentes de que estaba llevándote a una de esas situaciones que tanto te inquietan, por las ganas de que te cornee. Te ponés muy ansioso y yo lo disfruto pedacito a pedacito.
Creo que tus sospechas comenzaron a confirmarse cuando llegamos a lo de tía. Estaba mi primo sólo en casa y mi tía había salido. Carlos llevaba un short cortito, tanto como para preocuparte sabiendo, como sabes mis inclinaciones.
El short no llevaba ningún resguardo, así que si una se fijaba, podía verse como se colaba una hermosa polla en estado de relajación. "Esa relajación no va a durar mucho", me prometí internamente. Juzgando las posibilidades del pantaloncito y de la polla, seguramente estabas temiendo lo mismo. Pero por el destello en tu mirada, vi que la cosa te había interesado vivamente. Fuimos al lado de la pileta y Carlos se despatarró, dándonos como al descuido una mejor vista de su soberbia polla. Mientras charlábamos, le obsequié unas miradas de interés por su polla, que no se te pasaron por alto. Y a mi primo tampoco.
Nunca antes habíamos tenido relaciones, pero esta vez estaba decidida a seducirlo, y creo que Guille, secretamente, lo sospechó, por la diversión en su mirada.
Mi relación con el Guille había recorrido nuestras infancias, sin otra inquietud que alguna mirada suya a mi culo. Ahora, a sus veinticuatro años, la cosa había cambiado un poco, aunque sin avanzar en dirección de una aproximación sexual, salvo una mayor picardía y frecuencia en nuestras miradas mutuas. Pero por primera vez yo estaba decidida. Y como en el fluir de un pareja de bailarines de tango, Guille me seguía en la intención, como el cuerpo de la mujer sigue al del hombre.
"¡Qué raro que no tengas una novia, Guille!", inicié el tema, al tiempo que le daba una mirada procáz, que acarició su hermosa polla. "Porque estás muy bien dotado, como se puede ver..." "Gracias, prima", el Guille echó una rápida mirada en tu dirección, como para ver tu reacción ante mi un poco atrevido piropo. Ver a tu mujer piropeando la polla de otro hombre, debió haberte dado una cosquilla interna en algún lugar de tu psiquis. Y la sonrisa de Guillermo indicó que estaba pensando lo mismo.
"Yo también tengo mis encantos...", insinué, arqueando mi cintura para resaltar mis grandes pechos. "Sí, primita, siempre me han llamado la atención esas grandes tetas..." La conversación se estaba poniendo más caliente, y la polla de Guillermo estaba acusando recibo.
La tuya seguramente también, porque aunque el pantalón no permitía aún notar tu polla, la congestión de tu rostro debido a tus intentos por reprimir la vergüenza, hizo inequívoca tu excitación.
Yo me sostuve ambas tetas con las manos, como para sopesarlas. "¿no es cierto, mi cielo, que mis tetonas te vuelven loco?"
La polla de mi primo se estaba saliendo del pantaloncito, sin que Guille intentara ocultar la cosa.
Vos te habías quedado con la boca abierta, incapaz de articular palabra.
"Pero lo que más le gusta a mi enamorado, es mi culo, Guille, yo soy de una estatura mediana, pero tengo un culo king-zize."
"¡Cierto!", Guillermo lanzó un silbido de admiración. Yo di una vuelta en redondo, para que ambos pudieran apreciar mis soberbias redondeces. "¿Te molestaría si me acerco un poco para mirar?" preguntó Guille poniéndose de pié de un salto. No llegaste a contestar nada, mi vida, porque al ponerse en pié para examinar mi culo, la hermosa polla de Guille había alcanzado su plenitud, con una erección de noventa grados. Guillermo puso la soberbia tranca un poco por debajo de la línea de mi falda, y con varias contracciones sucesivas de su fuerte polla, comenzó a darle sucesivas subidas, como si estuviera usando el gato para subir el auto, cual si tuviera una palanca.
Vos no podías entender como habíamos llegado a ese punto delante de ti, con esa simpática charla entre primos.
Así que ahí estábamos, con la tranca de Guille apoyada contra mi pubis, exhibiéndose en todo su esplendoroso poder.
Guille puso su nariz a la altura de mi concha. "¡Que hermoso olor, primita!" Yo lancé un suspiro de calentura, y Guillermo dio una lamidita a la humedad de mi bombachita. La expresión de tu rostro era un poema de sorpresa y calentura. "Mi cielo: ¿te molestaría que nos diéramos un beso entre primos?" Y sin esperar tu respuesta, abrí mi boca para que Guillermo la sorbiera en un apasionado beso de lengua. Él acarició mi intimidad con su grueso índice enroscado, y yo le respondí con una caricia apasionada en su bella poronga. Estábamos en eso cuando se escucharon las llaves de mi tía que regresaba a casa. "¡Pronto, mi vida, andá a atajar a tía antes de que llegue hasta aquí! ¡Ella podría interpretar mal la situación!" dije, mientras mi manita continuaba apretando el pollón con todas sus ganas.
Evidentemente, tía podía interpretar mal la situación, no podías dejarnos en esa situación, y de un salto corriste al interior de la casa, para contener el ingreso de tía. Fue gracioso ver como te las arreglaste para correr con esa erección. Tomándome de la mano, Guille me arrastró hacia el cuarto de herramientas. "¡No vengas en seguida, cielito!" le dije cuando ya estaba sintiendo la polla de mi primo a la entrada de mi conchita. La puerta del cuartito se fue cerrando, antes de que pudieras ver como mi pariente comenzaba a garcharme.
Diciéndole cosas calientes puse sus manos sobre mis tetonas. Y ahí me dio una cogida que me puso a decir pavadas mientras me babeaba de calentura. El ritmo que le daba Guillermo a su polla tenía el frenesí de su deseo, y me superó completamente, haciéndome echar un polvo de novela, mientras trataba de recordar tus caras de extraviada lujuria, por la situación que te estabamos haciendo vivir con mi primo. Conciente de mi gran acabada, el Guille me dio vuelta, y aprovechando la lubricación, se dio el gusto dándose a abrirme el ojete. Se ve que mi gran culo había quedado grabado en sus pupilas, y ahora se estaba dando el gusto tras de tantos años de deseármelo. Creo que también colaboró el morbo de estarme cogiendo delante de mi marido, después de esa charla cachonda. Creo que por eso se descargó tan rápidamente en mi culo.
Yo estaba lanzada a mil, así que arrastrándome como pude, comencé a lamerle el culo, mientras con mi mano le pajeaba el todavía erecto nabo. Él hundió su cabeza en mi coño, y entre mordidas y lamidas me hizo venir de nuevo.
Con la tremenda calentura que nos habíamos llevado, todo el proceso tardó poco más de diez minutos. Así que arreglándonos lo más que pudimos, nos vestimos y volvimos a nuestros asientos al lado de la pileta.
Cuando volviste con la tía, nos encontraron charlando amigablemente. Lo último que nos dijimos antes de que se reunieran a nosotros, fue una promesa cómplice de volver a cogernos pronto.
Vos nunca sabrías si la garchada había ocurrido o no, ya que no llegaste a verla, aunque podías intuirla y sospecharla, por las últimas imágenes que habías tenido de la gran tranca de mi primo dando saltitos de excitación contra mi intimidad, mientras me daba ese glorioso beso de lengua y yo me prendía con la mano a su gran tranca erecta.
Tía pareció no haber sospechado nada, y vos parecías lleno de dudas. ¿Me había cogido, o no, mi primo?
"¿Qué pasó mientras me fui?" te atreviste a penas a preguntar cuando salimos.
"Nada, mi cielo, sólo terminamos con lo que estabábamos haciendo." "¿Terminaron?"
"Sí, acabamos", dije usando intencionalmente la palabra.
"Los dos", agregué, dándote mi más desenfadada sonrisa.
Esa noche seguramente me estarías dando tu más desesperada cogida. A juzgar por la erección que aún continuaba en tus pantalones.
Si quieres darme tus impresiones sobre este relato acerca de los sentimientos entre mi marido y yo, escríbeme a mujerdominante4@yahoo.com.ar