Es cierto, mi vida, te corneo con todos... (17)
Al principio yo procuraba ocultarme mis deseos de serte infiel. Hasta que vi en la ventana de enfrente a uno de los muchacho que vivían allí. Andaba desnudo por el cuarto. Y lo que se le balanceaba por delante me dejó sin poder dormir durante días...
Es cierto, mi vida, te corneo con todos...(17)
por Mujer Dominante 4
A mi me gusta mucho la garcha, mi cielo. Los primeros tiempos de nuestro matrimonio no quería pensar en eso. Pero les miraba el pantalón a todos los tipos. Calcularles el tamaño, por el tipo de bulto que podía apreciarles se volvió una segunda naturaleza para mí. Yo pretendía no darme cuenta y me hacía la boluda ante mi misma, pretendiendo que no se me iban los ojos hacia las entrepiernas masculinas. Pero se me iban. Y ni hablar cuando percibía una erección debajo de esos pantalones. Esos días me masturbaba más que de costumbre, lo cual es decir mucho, vidita.
Claro que por las noches te agarraba a vos, y te pajeaba a lo loco. Porque yo quería agarrarles las pollas. Y después te hacía de todo, y me hacía hacer de todo por vos. Te tenía con la lengua afuera, ángel mío. Pero eran las otras pollas las que me obsesionaban, y por más que te exprimía una y otra vez para sacarte la leche, igual no me alcanzaba. Eran las otras pollas las que quería. Ser garchada por otro machos.
En el departamento de enfrente, en el hueco del edificio, vivían dos muchachos. Y más de una ocasión pude ver a uno de ellos en bolas, mi cielo. ¡Qué pedazo, que tenía! Aún en estado de relajación era algo impresionante lo que le colgaba entre las piernas, balanceándose con sus movimientos casuales. Comencé a espiarlo, vidita. Me escondía tras la ventana, con la cortina de enrollar baja, viéndolo por entre las rendijas, y con mi manita sobándome la entrepierna. Y esto se me volvió un hábito. La primera paja me la hacía rapidito, para poder hacerme más antes de perderlo de vista.
Y un día tuve el premio. El muchacho de la ventana de enfrente, empezó a hacerse una paja. ¡Qué ganas de chupársela, amorcito! ¡Qué flor de poronga! Nada que ver con la tuya. Y yo veía como él se la masajeaba, exponiendo su fantástica erección a mi vista. Te juro que se me hacía agua la boca, mi ángel. Y me hice varias pajas seguidas, mientras veía como él proseguía con la suya. Su tronco se veía grueso y venudo. Y su glande, enorme y de un precioso color rojo, aparecía y desaparecía al cubrirlo con el prepucio. ¡Qué ganas de tener esa pija dentro del orto, mi cielo! Sin pensarlo dos veces eché mano del consolador que uso con vos, y me lo metí en el culo, mientras con los dedos le daba a mi conchita.
Cuando vi como le saltaba la leche, decidí que tenía que hacer algo. Y mientras me echaba uno de los mejores polvos de mi vida, supe que nunca podría satisfacerme sólo contigo. Yo necesitaba otras pollas, vidita. Y en esos momentos la polla del vecino, era la que más necesitaba en este mundo.
Entonces decidí devolverle la gentileza a nuestro vecinito. Y subí la cortina de enrollar y dejé que me viera.
Una tiene lo suyo, vidita, y al muchacho se le salían los ojos de las órbitas. De espaldas a él, yo le veía los ojos por el espejo. Y le día una visión panorámica de mi culo, que bien lindo y panorámico lo tengo. Y luego me metí el consolador en el orto, cogiéndomelo con ganas. Así que me eché otro polvo, cielito, esta vez ante los ojos del vecino. Cuando terminé, vi por el espejo que estaba nuevamente empalmado. Pero me fui de la habitación, para dejarlo bien caliente, ángel mío.
Esa noche te hice la mejor paja de tu vida, mientras continuaba en mi retina la imagen de la polla enhiesta de nuestro vecino. Y después te hice cogerme, claro, ya que me resulta bastante fácil ponerte en forma todas las veces que quiera, ya que estás loquito por mí. Así que puedo abusarme de ti, aunque al día siguiente quedes medio destruido. Esa noche me abusé.
Y a partir de ahí, con la cortina levantada, comencé a darle a nuestro vecino un espectáculo porno con toda deliberación. Nunca faltaba a la cita. Y yo lo calentaba con sadismo, cielito. Así que le mostré como me tocaba mis grandes tetonas mientras me metía mano en la conchita. Me chupé el consolador ante sus ojos, como si fuera su polla. Me cogí el culo con él, y también la concha. Y abriendo bien las piernas me tiré en la cama haciéndome la más erótica de las pajas, haciéndo siempre como que me creía sola y no observada.
Pero eso no podía durar para siempre, mi vida. El vecino estaba famélico de las ganas que me tenía. Y también por las pajas que se estaba haciendo en mi honor.
Hasta que una tarde, cuando él estaba pajeando su tremenda tranca, con movimientos espasmódicos de su pelvis, me di por aludida. Y le miré la tranca, mientras me relamía ante sus ojos.
A partir de entonces, nos hacíamos tremendas pajas, uno frente al otro, mirándonos a los ojos.
Fue por ese entonces que me hice coger por tus dos primos en tu fiesta de cumpleaños. Me había lanzado, mi vida. Ya nunca más me privaría de polla alguna, en honor a la santidad de nuestro matrimonio. Porque, cielo, mientras yo te siga cogiendo, ¿ué te quito si me hago culear por otros?
Y una de esas tardes, que estaban los dos muchachos juntos viendo el espectáculo que tu mujercita les daba, sacando la pelvis afuera, con movimientos lúbricos de mis caderas, mientras me cogía la vagina con el consolador, luego de orgasmar, y viéndolos todavía con sus pollas al palo, les hice señas para que se vinieran a follarme.
Tardaron menos de dos minutos en golpear a nuestra puerta, y puedes imaginarte con qué golpeaban. Como sólo tenían que recorrer un corto tramo del pasillo, se pusieron los pantalones, sí, pero entraron con las braguetas abiertas y las porongas al aire.
Así que los llevé a nuestra camita, mi cielo, y allí me follaron con todas sus ganas. ¡y a dúo, vidita! Yo estaba en el paraíso de las putas casadas. ¡Cómo me sacudieron con esas porongas enhiestas mis huequitos sagrados! ¡Me dieron un baile con las embestidas de esos cuerpos jóvenes y entusiastas, que me dejaron agotada de tantos polvos que me eché!
Y eso en nuestra camita, vida mía, que fue testigo de todas las culeadas que le dieron esos muchachones a tu mujercita. Las sábanas quedaron hechas un enchastre y el olor a cogida brava inundaba nuestro dormitorio. ¡Cinco horas me tuvieron dale que dale!
Así que, cuando se fueron, me arrastré como pude, abrí la ventana para que se fuera el olor a garchada, cambié las sábanas y me quedé rendida, esperando tu retorno. Cuando me cogiste esa noche, por mi mente seguían rondando las imágenes de las pollas, las chupadas que di y que me dieron ambos, el recuerdo de sus porongas en mi culo y el sabor de sus cuerpos en mi lengua.
A partir de ahí te saludaban muy amablemente cuando se cruzaban con nosotros en el pasillo.
Claro, vidita, que vos no sabías que todas las tardes venían a cogerme esos muchachos tan simpáticos...
Escríbeme a mujerdominante4@yahoo.com.ar , tal vez tengamos ocasión de conocernos. Y gracias por las fotos, les estoy dando un buen uso...