Es cierto, mi vida, te corneo con todos... (1)
Cuando llegaste a casa y viste como me estaba culeando el vecino, inmediatamente te ocultaste para espiar como ese enorme cilindro entraba y salía dale que dale de mi culo. Naturalmente, como siempre, te hiciste flor de paja... Desde aquella primera vez en que me viste dejándome garchar por tu jefe, nuestra relación no ha sido la misma. Ahora sé que estás loquito por mí.
Es cierto, mi vida, te corneo con todos... (1) por Bajos Instintos 4
Ayer a la tarde, cuando volviste del trabajo, el amigo que me estaba culeando era un vecino que siempre que puede me da por el culo, que bien lindo lo tengo. Sé que enseguida te ocultaste para continuar espiando. No era para menos. Ver el enorme cilindro de nuestro vecino abriéndome el ojete, debe haberte calentado mucho. Yo hice como que no me daba cuenta para que pudieras disfrutar del espectáculo. Y el vecino se dio el gustazo de dármela dos veces, sin sacarla. Durante la segunda vi pasar un guascaso tuyo, que habías acabado con una fantástica paja. Ahí aproveché para saludarte: "hola, mi cielo, no sabía que estabas por llegar" El vecino seguía dándole y dándole a mi culo. Entusiasmado con mi sonrisa lujuriosa. Yo seguí charlando como si tal cosa, y eso calentó tanto a nuestro vecino, que se le apuró la corrida, y se apretó contra mi agujero en una serie de empellones lanzándome sus lechazos en cada uno. Mi voz se enronquecía con cada una de las inyecciones de semen, mientras disfrutaba de la expresión de tu rostro al ver como yo estaba acabando, con los ojos turbios, mirándote a los tuyos.
Cuando me la sacó, me arrodillé en cuatro patas para limpiársela con la boca, así de paso veías el agujero que me había dejado en el orto.
Luego lo despedí, con un beso de lengua, y cuando me volví, estabas despatarrado sobre nuestra cama revuelta, con la pija fuera del pantalón.
Sé que estás loco perdido por mí, desde que viste en una fiesta en casa de tu jefe, como éste me montaba contra un escritorio en su estudio. Con mi faldita enrollada sobre mis muslos gorditos, de espaldas a él. La verdad es que lo había estado buscando toda la noche, con mis sonrisas desfachatadas, y mis comentarios lúbricos. El tipo estaba como loco, pero no se atrevía a seguir adelante, porque sabía que era tu esposa. Así que continué, con mis toqueteos de sus manos, y los contorneos de mi cuerpo arrimándoselo tentadoramente al suyo. Me pareció que estabas sospechando algo, pero el tipo como macho me gustaba mucho, así que ya no importaba mucho que te dieras cuenta. Después de un rato de seguirlo provocando, conseguí que me llevara a su estudio. Apenas entramos le puse sus manos sobre mis tetas, y le ofrecí mi carnosa boca, que él comenzó a besar, perdido todo control. Entonces comencé a restregar mi cuerpo contra el suyo, y pronto tuve su tronco al palo y frotándome la intimidad a través de la breve faldita. Dándome vuelta le ofrecí la grupa, apoyándome contra el escritorio. El tipo me arremangó la falda, y yo liberé su vibrante polla, sacándosela fuera del pantalón.
En un instante, él me bajó la bombachita, y hundió su potente virilidad dentro de mi jugosa cuevita. En esos momentos ambos estábamos demasiado enloquecidos por el deleite, para advertir que te habías colado en la pieza. Así que pudiste ver como serruchaba con pasión la intimidad de tu mujercita. Te quedaste de una pieza, sin atreverte a hacer nada por interrumpirnos. Su tranca entraba y salía frenéticamente, entre la blancura de mis redondas nalgas. Seguramente no estabas demasiado seguro si me la estaba metiendo por el culo o por la conchita. Era por la conchita, y cuando vi por el reflejo de la ventana tu presencia, igual seguí diciéndole todo tipo de cosas calientes, "¡Así, así...!" entre gemidos y jadeos de pasión. Así que dejé que lo escucharas todo, y me calenté como una puta cuando escuchaba los ruidos que producía tu jefe, con su voz de hombre, gruñidos de macho, y ruidos de la cogida que me estaba dando.
Acabé dando alaridos mientras sentía sus chorros saciando la conchita de tu amada mujercita.
Pero yo quería más. Había logrado hacerme coger por ese lindo macho, pero ahora quería meter su gruesa poronga dentro de mi boca. Sabía que estabas viendo como me arrodille para mamársela. Ahí fue que sentí los ruidos de la paja que te estabas haciendo. Chaf, chaf, chaf.
Así que con mi boca y mi lengua se la limpié hasta dejársela nuevamente tiesa. Y comencé a pajearlo al ritmo que escuchaba de tu paja. Con algunos ruidos más, por la chupada. Chaf, chaf, chaf, chaf. El tipo no podía creer la suerte que estaba teniendo con la mujer de su empleado.
El olor y el sabor de su estupendo miembro me pusieron en estado devocional. Así que se la chupaba como una puta viciosa. El tipo se dejaba hacer, completamente entregado.
Subí mi boca para chuparle la lengua, y volví a bajarla hasta su nabo. Él emitía gruñidos roncos, intarticulados, totalmente desbordado por mi lujuria. Chaf chaf chaf chaf chaf chaf.
Con una de las manos le hacía la mejor paja de su vida, y con la otra entre sus nalgas me dí el gusto de que dejara su culo a mi disposición. Entonces le apretaba los glúteos y le hundía mis deditos en el orto.
Chaf chaf chaf chaf chaf chaf. Y el pobre ya no iba a durarme mucho, así que cuando sentí que ya lo tenía a punto, le apunté la poronga bien adentro de mi boca, intensificando los tramos finales de su gran paja, empuñando con fuerza su gran tranca, hasta que lo pude. Y empecé a tragarme su acabada, dejándolo completamente tururú. Luego volví al beso de lengua, agarrándole la tranca con cariño. Luego se la guardé en el pantalón. Y como vos todavía no habías eyaculado, tuviste que aguardar hasta que saliéramos de la pieza. Y seguramente entonces habrás terminado tu paja.
Cuando volvimos a la reunión nos separamos discretamente. Y al ratito pude ver con disimulo, como salías del estudio de tu jefe con unas ojeras dignas de la paja que te habías hecho.
Cuando salimos de la reunió no hicimos comentario alguno. Pero yo tenía un secreto que tu no sabías que tenía. Y lo estaba disfrutando. Ahora sabía que tenía un nuevo poder sobre ti.
De ahí en más tu jefe buscó un montón de ocasiones para hacerte cornudo. Y yo procuré que lo sospecharas en todas y cada una de ellas.
Te tenía atrapado entre la pasión y el vicio. Ya ahora cada infidelidad mía significaba una paja tuya. O muchas más, ya que estabas cada día más desquiciado por mí.
Y ese fue sólo el principio.
Si quieres que te cuente más sobre nuestro feliz matrimonio, sólo escríbeme a bajosinstintos4@yahoo.com.ar , mencionando este relato.