Es bueno perdonar

Por culpa de nuestra inexperiencia, nuestras relaciones desde la boda fueron tan nefastas que acabaron en infidelidad, divorcio... y reconciliación

Soy de un pueblo cercano a una gran ciudad. Nací casi a finales de los 50 en el seno de una familia muy religiosa, porque así tenía que ser en aquella época. Soy el mayor de 4 hermanos, las dos del medio, mujeres.

Mi padre trabajaba de pastor para un ganadero, por lo que los ingresos eran pobres y que no compensaba lo suficiente el hecho de que el ganadero le hubiese cedido un terreno para cultivar o criar ganado.

Aun así conseguía ahorrar unas monedas de sus pagas para comprar alguna oveja que el propio ganadero, bonachón y buen hombre, le vendía a precio más bajo que el de mercado. Luego, mi padre las cruzaba y obtenía corderos para vender en el mercado y ayudar a la escasa economía.

Empecé pronto a ir a la escuela, así mi madre quedaba libre para sacar a las ovejas al campo hasta que venía mi padre.

En la escuela resulté un alumno brillante, a decir del maestro, y con él aprendí muchas cosas, hasta que tuve edad suficiente y me asignaron el llevar a las ovejas a pastar.

El maestro, disgustado por perderme como alumno, habló con mis padres y les ofreció darme clases particulares después de encerrar a las ovejas.

Todo fue bien hasta que terminé mis estudios primarios. Entonces tenía que pasar al instituto, pero estaba en la ciudad. De nuevo el maestro habló con mis padres y el ganadero, consiguiendo que las ovejas de mi padre se integrasen con las del ganadero, debidamente marcadas, y que yo pudiese ir a la ciudad.

Cursé estudios de formación profesional en electrónica y mecánica y justo al terminar los cursos, fui llamado a filas para cumplir el servicio militar, que era obligatorio entonces.

Al entrar, el primer día, me preguntaron los estudios y trabajos y pasé a engrosar las filas con el resto de los reclutas. A los cuatro días, me llamó un sargento a su oficina, a la que accedí siguiendo el protocolo.

-A sus órdenes, mi sargento. Se presenta el soldado Pedro Rius.

-Pasa, pasa y descansa. Siéntate –me dijo señalando una silla delante de su mesa.

-Te he llamado para hacerte una oferta –continuó- Si te interesa y trabajas bien, la mili casi no existirá para ti, pasarás lista por las mañanas, te irás a trabajar para mí y cuando te licencies podrás seguir trabajando. Por supuesto cobrando por tu trabajo. ¿Qué te parece?

A mí se me abrieron los ojos como platos. No me podía creer tanta suerte. Solo dudaba en que fuese capaz de realizar el trabajo, todavía desconocido.

-No sé si sabré hacerlo, pero estoy dispuesto a aprender.

-Te explico-Me dijo- Junto a mi esposa, he montado una empresa de mantenimiento de máquinas de escribir y ordenadores. ¿Has visto alguno, alguna vez?

-No, nunca.

-Bueno, no pasa nada. El trabajo es sencillo: tendrás que pasar por las empresas que te indicaremos para limpiar los teclados y pantallas de los terminales de los sistemas 36 y 38, así como los teclados y disqueteras de los ordenadores más pequeños, además de limpiar las impresoras y engrasar sus partes móviles. También limpiarás y engrasarás máquinas de escribir.

-Más adelante, nos meteremos con las reparaciones de equipos, pero antes recibiremos la correspondiente preparación.  Como verás no se necesitan grandes conocimientos, y a ti te sobran.

Estuve tres meses acompañándolo.  Viendo cómo lo hacía durante el primer mes y haciéndolo yo mientras me supervisaba el resto, al cabo de los cuales me enviaron a al primer cliente, armado de mi cartera con un frasquito de alcohol, otro de gasolina, trapos, atornilladores, cámara fotográfica y brocha.

Ni que decir tiene que no iba de uniforme militar, sino con ropas de trabajo, pantalón y chaquetilla azul.

Otros tres meses más y la experiencia ya me permitía actuar con rapidez y eficiencia, con lo que la empresa pudo captar nuevos clientes y mejorarme mi salario, lo que me permitió ayudar un poco más a mis padres.

Pero no todo fueron alegrías. Cuando faltaba un mes para licenciarme, a la esposa del sargento le detectaron una enfermedad terminal y en una semana falleció. El marido quedó muy tocado, pues eran un matrimonio muy enamorado.

En las siguientes semanas, asumió el trabajo de su esposa, pero vi que no podía con ello, por lo que le aconsejé buscar una nueva secretaria para que le ayudase. Me dijo que lo pensaría y dos días más tarde me llamó al despacho para hablar.

-Mira Pedro, he pensado en lo que me dijiste y le he dado vueltas, llegando a una conclusión: ¿Qué te parece que nos hagamos socios al cincuenta por ciento, contratamos a la secretaria y yo la iré formando?  Cuando esté preparada yo me retiraré y me pasarás una cuota que acordaremos, a cuenta de beneficios.

Yo acepté y en pocos días era legalmente copropietario de la empresa. Buscamos secretaria y contratamos a una chica, que sin ser despampanante, era bonita, tetas medianas, buen cuerpo y mejor culo, porque iba a ser la imagen de la empresa, lo primero que verían los clientes al entrar, y sobre todo, nos pareció muy inteligente.

Seguimos trabajado cada vez mejor. Cuando la multinacional IBM sacó el Pc  y llegó a mis oídos que el sistema operativo MSDOS era casi compatible con los sistemas basados en CPM y que los programas se podían utilizar en los nuevos equipos sin tener que retocar, vi la posibilidad de ofrecer la renovación de ordenadores antiguos y ganar algo de dinero. Cosa que hicimos inmediatamente.

Nuestra secretaria, de nombre Eva, resultó ser muy eficiente en la presentación de ofertas y negociación de ventas, por lo que le ofrecí una comisión por su trabajo, que por supuesto aceptó.

Cuando prácticamente habíamos renovado el parque, me dijo que le habían ofrecido una dirección en una empresa con mucho mejor sueldo y que se iba. Yo no podía competir ni en cargo ni en sueldo, por lo que tuve que admitir su marcha, no sin antes ofrecerme para lo que pudiese necesitar en el futuro.

No debo dejar de reseñar que durante el tiempo que trabajamos juntos, no dejó de preguntar si tenía novia, amigas-amigos, si había salido con alguien, teniendo que responder a todo que no, con cierta vergüenza.

Me animaba a ser más lanzado en mis relaciones, pues había descubierto que mi timidez no se notaba en mi trabajo.

Insistía una y otra vez, dándole escusas yo, por no decirle la verdad: que la que me gustaba era ella pero no quería salir con alguien de mi trabajo, y menos siendo el jefe.

Se marchó de la empresa, contraté a otra secretaria de buena imagen y buena trabajadora, pero no pude olvidar a Eva.

Como cinco o seis semanas después de irse, recibí una llamada suya.

-Hola Pedro, Estaba pensando que ahora que han pasado varias semanas, me podrías invitar a cenar y a lo que surja, para ponernos al día. ¿Te parece?

Me quedé un momento parado

-Ssss, sí. ¿Cuándo y cómo te parece que quedemos?

-¿Te parece bien este sábado?

-Bbbb, bién. –Y no supe que decir más.

-Pues reserva sitio y me pasas a buscar por mi casa a las 8:30. Te parece bien.

Solo dije un “Sí” nervioso y colgué. Inmediatamente llamé al sargento para que me recomendase algún buen restaurante. Me recomendó tres, pero sobre todo uno, que me aconsejó si quería quedar muy bien.

A partir de ahí surgió un noviazgo que duró dos años de manos unidas, castos besos en la mejilla y, extraordinariamente, algún piquito.-entonces estas cosas no se hacían con precipitación- en medio de los cuales falleció el sargento de un infarto, cuando estaba en unas maniobras.

Fui llamado a la lectura del testamento, donde me informaron que era el único heredero, ya que ni él, ni su esposa, tenían ni ascendientes ni descendientes. Así que, de la noche a la mañana, heredé el piso y todo el negocio, por lo que dejé mi piso de alquiler y me pasé al del sargento tras reformarlo.

Hasta aquí, mi vida siempre había ido a mejor, pero entonces me casé.

La boda fue por la tarde y como todas las de entonces con sus padres, los míos, hermanos, tíos, familiares, amigos y por supuesto nosotros. Lo pasamos bien, con muchos nervios, pero todo salió perfecto. No faltó el vino y los licores, lo que permitió que todos saliesen contentos.

Yo llevé a mí ya mujer a pasar la noche de bodas en una suite de uno de los mejores hoteles de la ciudad. Y ahí empezó el problema.

Los dos éramos vírgenes y con pocos conocimientos sobre sexo, por no decir ninguno. Aunque no negaré que había disfrutado de unas buenas pajas.

En la habitación, me hizo entrar en el baño a desnudarme, mientras ella lo hacía allí mismo.

Cuando me avisó, salí del baño, ella estaba en la cama, totalmente tapada, la luz de la mesita de noche encendida pero cubierta con un pañuelo que tamizaba mucho la luz. No obstante, al acercarme, me dijo.

-Dios mío, ¿tú crees que “eso” me cabrá?

Yo nunca había comparado mi pene con otros, por lo que lo consideraba de tamaño normal.

-Tendrá que caber. Todos caben.

-Pero parece muy grande y gordo.

-Bueno, no sé cómo serán los de los demás, pero te aseguro que es mucho menor que la cabeza de un niño y esa pasa por ahí.

Yo había visto a los corderos copular con las ovejas, al perro con las perras, incluso una vez a un caballo con la yegua, etc. Y en todos los casos era lo mismo.

La destapé y la hice ponerse a 4 patas, me situé tras ella, me la meneé un momento para ponerla dura, lo poco que faltaba, y, como había visto muchas veces, se la clavé de golpe.

-AAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGGGGGGGG SALTE, SALTE, SALTE AAAAAGGGGGG, ME HACES MUCHO DAÑOOOOOOO.

  • Eso debe ser la rotura del virgo. No será para tanto, cuando las demás mujeres lo han soportado.

Ella buscaba escapar por todos los medios.

-DÉJAME, SALTE FUERA, ME HACES MUCHO DAÑO. –decía llorando.

Ahí empecé a pensar que quizá mi mujer tuviese algún problema, por lo que me salí y recosté a su lado, antes de lavarnos, no sin ver antes mi polla ensangrentada y algunas gotas que salían de su coño.

Al día siguiente no podía moverse de dolor. Tuvimos que avisar a un médico que la reconoció, diciéndonos que tenía la vagina muy lacerada y que tendríamos que esperar una o dos semanas para reanudar las relaciones, y que además, las primeras veces o hasta que no sintiese dolor, utilizásemos algún aceite lubricante.

Seguidamente, sacó una pomada, se la untó en el dedo y se lo metió a ella para esparcirla por el interior. Ella volvió a quejarse y llorar, pero menos que la noche anterior.

-Le he aplicado una pomada calmante y cicatrizante para que dentro de unos minutos pueda moverse con normalidad y les dejo el tubo para que le ponga una nueva aplicación a la noche o en cuanto se sienta molesta.

Poco después ya podía moverse. Nos fuimos a casa, ultimamos las maletas y al aeropuerto con destino de una semana en Mallorca, durante la cual, Eva se encerraba por las noches en el baño para darse crema ella sola, saliendo después totalmente roja. No consintió que la ayudase ninguna vez.

Tras la vuelta y  durante las siguientes fechas, conseguíamos mantener una relación a la semana, siempre con mucho lubricante, resultándole cada vez menos molesta. Por mi parte, también notaba menos resistencia al meterla y me hacía más placentera la entrada y salida en tan estrecho canal, consiguiendo rápidos y placenteros orgasmos.

Varios meses después, Eva me sorprendió con dos cosas: la primera fue un cambio en los besos. Hasta el momento, nuestros besos consistían en juntar nuestros labios y hacer el clásico sonido de ‘muac’, pero esa vez, ella abrió su boca, sacó su lengua y busco entrar en mí. Tras la sorpresa inicial, comprobé que me gustaba y le correspondí tímidamente.

La segunda fue que, en lugar de ponerse a cuatro patas, quiso ponerse boca arriba y que yo me acoplase encima. Ahí noté que emitía algún gemido y no parecía de dolor. Cuando me corrí, ella quería seguir, pero yo ya había terminado. Cuando me acosté a su lado, se levantó diciendo que iba a lavarse, como otras veces, pero esta tardó más en salir. Ya entre sueños me pareció oírla gemir y suponiendo que volvía a dolerle por el cambio de postura, me dormí tranquilamente.

Nuestras relaciones se fueron espaciando, aunque ahora siempre se ponía boca arriba, a pesar de que le decía que le iba a doler, pero ella no le daba importancia. Luego se iba al baño y calmaba sus dolores.

Todo iba bien hasta cumplir los dieciocho meses de casados. Tenía que visitar empresas de varios pueblos y ciudades de una provincia contigua, lo que me llevaría todo el día, teniendo prevista mi salida a las 8 de la mañana y llegada a las 10 de la noche.

A eso de las 9:30, se me estropeó el coche, sin poder avisar a nadie, pues todavía no existían los teléfonos móviles o los que había eran carísimos, solo para coche y unas cajas pesadas.

Por suerte, acertó a pasar un vehículo de la policía de tráfico que me llevó a un pueblo cercano que tenía taller y grúa. Recogieron mi coche y me informaron de que la pieza estropeada tenían que pedirla a la casa y que tardaría tres días en estar reparado.

Tras dar la conformidad volví a casa en tren, con mi maletín y herramientas, para encontrarme con lo que suele ser habitual en estos casos.

Llegué a casa sobre las cinco de la tarde, mi esposa salía a las 15 horas, por lo que debería estar en casa en ese momento.

Al principio no oía nada pero enseguida noté que desde el dormitorio salían ruidos y voces. Me acerqué, la puerta estaba ligeramente abierta. Primero pensé que Eva estaba con alguna amiga probándose vestidos, pero cuando iba a abrir la puerta, pude ver medio cuerpo de mi mujer boca arriba sobre la cama y otro medio cuerpo de un hombre sobre ella.

Se oían los gritos de mi mujer y del corneador:

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHH.  SIIIIII. Dame fuerte, Gerardo, dame fuerte.

-Toma, toma. Te voy a reventar…

Al abrir más la puerta, vi que estaban copulando en la postura que una vez me propuso mi mujer.

Primero me quedé helado. Luego quise matarlos, pero cuando iba a hacerlo lo pensé mejor y decidí que sería mejor hundirlos por mucho tiempo.

En la bolsa llevábamos una cámara fotográfica por si había que reflejar alguna incidencia, rotura o cualquier otra cosa.  Estuve haciendo fotografías hasta agotar el carrete de 36. Estaban tan metidos en situación que no oyeron el disparador y tampoco se fijaron en la puerta, por lo que pude sacarlos en todas las posiciones.

Me marché de allí y fui directo a una tienda de revelado, me dijeron que las tendría para la hora de cerrar, las  20 horas. Cuando las vi, comprobé que el que me ponía los cuernos era compañero de ella. Pedí seis copias para el día siguiente y me fui a buscar un hotel donde dormir.

Al día siguiente, fui a buscar las copias, las metí en varios sobres y ya cerca de la hora de salida, me fui a la empresa de mi mujer. En la recepción, enseñé una foto recortada de él para que me dijesen quién era.

Luego, entregué los sobres, con el destinatario puesto: mi mujer, él, director general, recursos humanos, y como sabía que tenían un tablón de anuncios, les dejé todas las que pude colocar para que lo viesen todos los compañeros.

Cuando salieron del trabajo, mi mujer y él estuvieron discutiendo un buen rato. Luego cada uno fue a su casa. Yo lo seguí a él en un taxi. Vivía en un chalet, en una buena urbanización cercana  a la ciudad.

Al día siguiente esperé a que saliese y fui a su casa a entregar una nueva copia a su esposa.

En los días siguientes, el corneador salió de casa con las maletas por delante y ambos fueron despedidos fulminantemente de la empresa por inmorales.

Aquí terminó mi venganza. Ahora venían las consecuencias.

Los asuntos de la empresa los llevaba un gabinete de abogados, con personal preparado para prácticamente todos los tipos de asunto.

Con las fotos y en aquella época, conseguí el divorcio sin problemas, además al ser todo mío desde antes de la boda, se tuvo que ir con una mano delante y otra detrás.

La explicación que dio para su infidelidad fue que yo no sabía follar, que nuestras relaciones eran una tortura para ella y que tenía eyaculación precoz…. Que no le sirvió de nada.

A los 18 meses de casarnos, estábamos divorciados.

El día de entrega de la sentencia, fui desde el juzgado a trabajar a uno de los clientes. Una empresa donde trabajaban 25 personas, de las cuales 20 eran mujeres.

Estaba trabajando en uno de los equipos, cuando me entró una gran tristeza y se me saltaron las lágrimas. La empleada que ocupaba ese puesto me preguntó qué me pasaba y como no podía hablar, directamente le pasé la sentencia.

Vio que era un divorcio, las causas aludidas por mi ex y un breve informe sobre las fotos. Ella se separó de mí y se juntó con otras cuatro chicas. Aunque no me di cuenta, todas vieron la sentencia. Se acercaron me llenaron de caricias y cuando me recuperé, me dijeron:

-Hemos pensado que nosotras vamos a solucionar tu problema. Te vamos a quitar la pena entre todas. Esta noche duermes en mi casa –dijo la que trabajaba en ese puesto..

Ese día, tanto mi trabajo como el de ellas termino prácticamente a la vez y, aunque me sabía los nombres de otras veces, ella me dijo:

-Soy Patricia, aunque creo que ya lo sabes. Ahora, ven a mi casa cenaremos y dormirás conmigo.

Y fui a su casa, le ayudé a preparar la cena, cenamos y me llevó a la cama, se desnudó y me hizo desnudar.

Tenía un cuerpo de ánfora, culo duro, buenas tetas, coño depilado y cara bastante agraciada. En ese momento comenzó mi curso de follador.

-¡Joder, vaya herramienta que te gastas! Vamos a ver qué tal la manejas.

La hice subirse a la cama, ponerse a cuatro patas, me puse detrás, apunté a su coño e hice intención de meterla.

-¡Pero qué haces, animal!  -dijo ella, al tiempo que se giraba y me daba una patada en el pecho que me tiró de la cama- ¿No sabes que tienes que excitarme primero?

-Es que no sé cómo hacerlo.

-Lo primero bésame.

Le di un beso en los labios, pero de los de “muac”.

-¡Pero qué mierda de beso es ese! Mira y aprende.

Empezó a besarme jugando con su lengua y buscando la mía, recorría mi boca con unos besos obscenos que iban calentándome cada vez más. Me hizo besar su cuello y bajar hasta sus pechos. Mamar de ellos y lamer los pezones. Llevó mi mano hasta su sexo y me hizo recorrerlo despacio. Hizo que sintiese los pliegues, el agujero, su botón, mientras me explicaba el placer que la mujer obtiene con esos gestos.

-Estoy muy caliente. Métemela ya.

Me situé entre sus piernas abiertas, guié la punta de mi polla a la entrada de su coño mojado y la metí entera.

-AAAAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGG  CABRÓN SÁCALA, SACALAAAAA –Me decía mientras me daba puñetazos en la cabeza.

Yo me retiré inmediatamente, preguntando inocentemente

-¿No me digas que eres virgen?

-¡Y tú gilipollas perdido! ¿No te das cuenta  que semejante pollón no lo puedes meter de golpe?

-Perdón…

-Déjate de perdones y frota la punta de tu polla recorriendo mi coño hasta que yo te diga.

Fui siguiendo sus instrucciones y recorriendo su raja presionando con la punta de mi polla. Cuando pasaba por su agujero y hacía mención de entrar, me decía un sonoro “NO” y yo tenía que seguir frotando.

Me tenía a punto de correrme y ella lo debía saber, pues me obligaba de tanto en tanto a detenerme. Me estaba volviendo loco, cuando al fin me dijo:

-Ve metiendo la punta muy despacio, y avanza poco a poco conforme te vaya indicando.

Yo le hice caso. Apunté la cabeza e hice una ligera presión. Los labios se abrieron ligeramente para indicar el camino.

-Acaríciame suavemente el clítoris.

-¿Y qué es eso?

-El bultito que hay encima de tu polla. Más abajo, Siii, siii, ahí, ahí. Ahora mete un poquito más de polla, pero muy despacio.

Hice un poco más de presión, sin dejar de acariciar. El glande desapareció entre los labios.

-Ooooopss. Joder cómo se nota. Mete un poco más.

Así, poco a poco, escuchando sus gemidos y sus peticiones de avance, la fui metiendo hasta que no cabía más. Cuando la tenía metida más o menos por la mitad, ella volvió a gritar, pero de distinta forma:

-¡Ohooooo! ¡Siiiiiii! ¡ME CORROOOOO! ¡ME CORROOOOOO!

Yo me quedé quieto, sin saber qué hacer.  Ella no se movía y su respiración era agitada. Cuando se tranquilizó, me dijo que continuase y yo seguí avanzando. Al alcanzar el final de su vagina no pude aguantar más y me corrí con un largo orgasmo.

Al mismo tiempo, ella volvió a gritar como antes:

-¡Joder cómo me llena! Me vas a reventar. Si, si, me viene, me viene, me vieneeee. No te muevas ahora. ¡ME CORROOOOO!  ¡ME CORROOOOOO OTRA VEZ!

Y segundos después:

-¡No la saques, ni te muevas! Nunca me había sentido tan llena y quiero disfrutarlo.

Y de repente cambió. Empezó a darme puñetazos en el pecho:

-¿Pero no te han dicho que debes avisar antes de correrte? ¡TE HE DICHO QUE NO TE SALGAS! ¿Y si no tomase precauciones? Me podías dejar embarazada.

-Lo… siento.

-Déjate de excusas y empieza a moverte.  Fóllame, pero despacio.

A pesar de todo, seguía excitado y con la polla dura como una piedra.

Yo, que me había semi-incorporado para acariciar su clítoris, volví a recostarme sobre ella.

-PERO TE HAS CREIDO QUE SOY UN COLCHÓN. Apóyate sobre los brazos y no eches tu peso sobre mí… Y NO TE PARES.

Esa noche me corrí tres veces y ella no lo sé, porque estuvo gritando toda la noche. Al final se quedó dormida y no tuve más remedio que dormir yo también

Al día siguiente me desperté cuando Patricia llamó a alguna de sus amigas para decirle que avisara en la empresa de que no iría porque se encontraba fatal y que se iba a quedar todo el día en la cama, quedando en hablar más tarde.

Yo busqué en su cocina y preparé un desayuno con leche, café, zumo y galletas. Lo llevé al dormitorio y desayunamos ambos con mucha hambre. Luego me duché, me puse mi ropa de trabajo y me fui de la casa, algo avergonzado por lo torpe que había demostrado, pero con una sonrisa de oreja  a oreja. Antes de irme, al decirle adiós y darle las gracias, me pidió mi teléfono y me avisó de que el fin de semana tenía cita con Marta, otra de las del grupo.

Cuando Marta me llamó y me dijo de quedar, yo pregunté si en su casa o en la mía.

-¡Pues sí que empezamos bien! –me dijo- Es la primera vez que quedas con una chica y lo único que se te ocurre es llevarla a follar. ¿No tienes mejores ideas? ¿Cenar, por ejemplo?

-Sí, sí, -contesté con torpeza- Como Patricia me llevó casi directamente a follar…

-Pues conmigo eso no te vale. Llévame a un restaurante discreto e intenta seducirme.

-¿Y eso cómo se hace?

-Desde luego… Ya me dijo Patricia que en esto eras muy torpe. Tonto, añado  yo. Tú prepara la cita y luego ya veremos.

Quedamos en que hiciese una reserva para las 20 horas del viernes, que para bailar ya elegiría ella.

Hice discretas averiguaciones y conseguí el nombre de un restaurante que me dijeron que estaba muy bien y muy discreto. No obstante, pasé por el mismo para comprobarlo y reservé la mesa, pidiendo que colocasen un par de velas encendidas.

El metre me miró con cara de: “este es un tonto primerizo” pero tomó nota y confirmó la reserva.

El viernes la esperé a la salida de su trabajo. A su hora, salieron las cinco: Patricia, Marta y otras tres. Salían sonrientes, y en cuanto me vieron, se hicieron comentarios que yo no pude oír, Marta dio una bolsa a Patricia y se separaron con grandes risas.

Marta se acercó a mí. Estaba preciosa. Debía haberse cambiado en el trabajo y la otra ropa debía de ir en la bolsa que entregó a su amiga.

Me dio dos besos que no esperaba y me pillaron por sorpresa. Ella se dio cuenta y cuando le abrí la puerta para que subiese al automóvil vi cómo se aguantaba la risa. Pero cuando se sentó, también me mostró durante unos segundos y gracias a su falda, una apertura de piernas con coño depilado al fondo, que me puso más nervioso de lo que estaba.

El restaurante le pareció bien, la mesa en  un rincón, también, las dos velas encendidas una gilipollez porque nosotros ni éramos pareja ni estábamos enamorados.

La cena nos gustó a ambos y fue muy satisfactoria.

Al salir, Marta dijo de ir a una discoteca a tomar una copa y bailar algo, a lo que no me atreví a oponerme. Ella misma me dio la dirección.

Nos prepararon una mesa, nos sirvieron las bebidas  y Marta me arrastró a la pista de baile. Sonaban ritmos modernos de moda entonces, twist, rock, etc. Me fijé en los movimientos que hacían los demás e intente imitalos en lo que pude.

-¿Tienes algún problema de coordinación de movimientos? Te mueves como si te diesen ataques. -Me dijo gritando en mi oreja.

-No sé bailar.-Respondí de la misma manera.

-Pfffff. Pues intenta imitar a los demás.

Dos larguísimas piezas después, cambiaron a ritmos lentos. Ella me echó los brazos al cuello y se pegó como una lapa. Yo puse mis manos a sus costados, como vi que hacían otros, pero ella se soltó, llevó una mano a su culo y otra a su espalda y volvió a colgarse de mi cuello.

-Apriétame más contra ti. No seas tímido.- Me dijo

Yo lo hice y ella se frotaba conmigo. Sentía sus tetas clavadas en mi pecho, su cuerpo rozando el mío, mi polla por encima de su coño (era ligeramente más baja de estatura que yo), me mantenía en una constante excitación. Yo me movía como un robot. Daba vueltas conforme ella me guiaba y e íbamos desplazándonos hacia zonas más oscuras y discretas.

Cuando nadie nos prestaba atención, no sé cómo lo hizo, pero movió una mano, me bajó la cremallera del pantalón y consiguió sacar mi polla, dura como un bate de beisbol.

La falda no era más que un trozo de tela rodeando su cintura, cerrada con un pasador al costado.

No tuvo más que separar los pliegues para que mi polla, dirigida hacia abajo, frotase su coño y en especial su clítoris.

Ella movía su cuerpo para aumentar el roce, lo que me puso a mil en un momento, no tardando más de un minuto en correrme.

-Lo siento, Marta, no he podido contenerme.

-Dios mío, de dónde habrás salido. La próxima vez, avísame, Ahora muévete hacia otro lado para no estar pisando tu corrida..

Seguimos bailando, con el mismo frotamiento, aunque ahora, con la lubricación de mi corrida se movía mejor. Mientras bailábamos, ella se apretó contra mí en tres veces, emitiendo fuertes gemidos y quedando todas ellas quieta durante un tiempo.

Yo intentaba distraerme para no volverme a correr tan rápido. Por fin, dio fin a la tortura, cambiando a piezas movidas nuevamente.  Disimuladamente recogimos nuestras partes, nos arreglamos como pudimos y nos fuimos a la mesa a tomar nuestras consumiciones.

Al terminarlas era casi media noche, por lo que Marta propuso, mejor dicho, ordenó, irnos a su casa. Abrió la puerta y me llevó de la mano al dormitorio, Me mandó desnudar mientras entraba al baño.

Cuando salió, iba completamente desnuda. Yo me encontraba igual, pero a los pies de la cama. Pasó a mi lado y se acostó con las piernas bien abiertas diciéndome con voz sugerente:

-¡Ven..!

Subí a la cama por los pies y fui gateando hasta ella, cuando mi cabeza pasó por encima de su coño, me agarró del pelo y me hizo clavarla en él.

-¡Vamos, cómemelo! ¡A ver qué tal lo comes!

-Noooo. Es asqueroso. De eso ni hablar.

Un par de fuertes puñetazos en mi cabeza con una de las manos, me hicieron clavar la boca en su vulva y así, sujeto por sus manos y piernas, no me quedó más remedio que preguntar como pude:

-¿.ue .engo .ue ha.er?

-¿TAMPOCO SABES COMER UN COÑO? Ya me dijo Patricia que eras un inútil.  Empieza a recorrer los bordes con la lengua. Con suavidad. ¡CON SUAVIDAD, COÑO!

Yo me esforcé en seguir sus instrucciones, recorrí los bordes como me dijo. Metí la lengua cuando me dijo que la follase con ella. Busqué su clítoris cuando me lo indicó, chupé y lamí siguiendo sus indicaciones y pude comprobar que era más pequeño que el de Patricia.

Mientras chupaba, me pidió que le metiese un dedo.

-¡ASÍ NO!, CON LA YEMA HACIA ARRIBA.

Tan pronto estaba gimiendo y pidiendo más como gritándome lo torpe que era..

-Ahora mete dos dedos y fóllame con ellos.

Cuando los metí y empecé a moverlos…

¡ASI, ASI! ¡PERO NO DEJES DE CHUPAR EL CLITORIIIIIS

Tres veces gritó el NO PAREEES y ME CORROOOO, antes de permitir que me retirase del coño.

-Ahora ve metiéndomela y fóllame duro.

A pesar de sus palabras, me puse sobre ella, sin aplastarla, coloqué mi polla a la entrada y fui metiendo poco a poco, con paradas cada pocos centímetros. Ella quiso acelerarlo y puso sus talones en mi culo he hizo una fuerte presión consiguiendo que mi polla le entrase completamente de golpe.

-¡AAAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGGGGGGGG! ME HAS REVENTADO. SÁCALA, SÁCALA, POR FAVOR.

Harto ya de tanta tontería, saqué la mitad y la volví a clavar de golpe.

-AAAAAAAAAAAAGGGGGGGG. Me vas a mataaaar.

-¿Te parece lo bastante duro?

Y seguí bombeando. Lamentablemente, de nuevo la situación me excitó demasiado, Como consecuencia tuve una abundante corrida.

-Pues sí que aguantas poco. Tendremos que ir solucionándolo.

Estuvimos follando todo el fin de semana. Cuando nos levantábamos a comer algo, o me veía flaquear, me daba una pastilla que le enviaban desde estados unidos para seguir follando.

El domingo por la tarde, cuando salí para mi casa, no podía conducir, por lo que tuve que volver en taxi. El lunes no trabajé. Tuve que llamar al médico porque me encontraba agotado y dolorido. Me recetó vitaminas, reconstituyente y beber mucha agua.

El miércoles ya pude ir a la empresa, aunque no podía hacer casi nada. El jueves me llamó Patricia. Me dijo que la iniciación había ido bien y que todas querían probar conmigo, pero que su compañera Marga tenía un deseo desde hacía tiempo: quería sentir una buena polla en su culo. Le conté lo ocurrido con Marta y lo agotador que había sido, por lo que quedaríamos para el viernes de la semana siguiente, así me daría tiempo a recuperarme.