Es bueno perdonar 2

Por culpa de nuestra inexperiencia, nuestras relaciones desde la boda fueron tan nefastas que acabaron en infidelidad, divorcio... y reconciliación

ANTERIOR: El jueves me llamó Patricia. Me dijo que la iniciación había ido bien y que todas querían probar conmigo, pero que su compañera Marga tenía un deseo desde hacía tiempo: quería sentir una buena polla en su culo. Le conté lo ocurrido con Marta y lo agotador que había sido, por lo que quedaríamos para el viernes de la semana siguiente, así me daría tiempo a recuperarme.

Y AHORA:

Y ese viernes estaba de nuevo esperando la salida de ellas.

Despidieron a una con palmadas de ánimo en la espalda y risas, que se encaminó en mí dirección.

Esta vez no quise que se burlase de mí. La invité a cenar al mismo restaurante y menos mal que no solicité reserva de mesa, pues solamente quiso una hamburguesa y un refresco, y no quiso ir a tomar copas ni bailar.  Me hizo llevarla directamente a su casa e hicimos lo mismo que con Marta, yo me desnudé en la habitación y Marga en el baño.

Cuando salió, dejó un frasquito en la mesita de noche, y se entretuvo masturbándome un momento.  Llevaba las manos untadas con crema que me extendió por la polla, que a su vez, con la manipulación, se fue poniendo en forma: dura y alcanzando toda su longitud y diámetro.

-¡Jodeeerr! Esto es mucho más de lo que esperaba. Ya puedes tener cuidado, dilatar bien y meterla despacio.

Algo de lo que dijo no lo entendí, pero cuando se subió a la cama, me subí tras ella, le sujeté el culo e intenté metérsela por el ano, que se encontraba brillante de crema y cuyo agujero, ligeramente abierto, invitaba a ser penetrado.

Estaba tan bien engrasado que no hice más que apoyar la punta y hacer presión para que entrase toda hasta la mitad.

-ANIMAAAAAAAAAL. TE HE DICHO DESPACIOOOOO….

-Perdona, pero ha entrado sola.

-Cabrón déjate de excusas y empieza a moverte despacio.

Cuando me movía, emitía gemidos, creo que de dolor. Entre entrada y salida me pedía que me untase la polla con la crema del frasquito.

Cuando sus gemidos se calmaron, me hizo sacarla, se dio la vuelta, situándose boca arriba, se metió la almohada doblada bajo los riñones y …

-Métemela otra vez y acaríciame el clítoris mientras me follas.

Cuando la iba a meter…

-DATE CREMA EN LA POLLA Y METE BASTANTE EN MI CULO, ATONTADO.

Cuando todo estuvo bien untado, metí despacio la polla, mientras con la mano, y sobre todo con el pulgar, acariciaba los labios y frotaba suave sobre el clítoris.

Enseguida alcanzó su primer orgasmo.

-Siii. Me corroooo. No pareeees.

Me di cuenta de que se estaba orinando sobre mí, y me corrí como un animal.

-ERES UN FLOJO. ¿Cómo has podido correrte tan pronto? ¡No vales ni para follar!

-Pppp.  Pero todavía no se me ha bajado…

Efectivamente, la excitación fue tan fuerte que, a pesar de mi corrida, seguía empalmado.

-PUES VENGA, SIGUE MOVIÉNDOTE.

Y seguí moviéndome, consiguiendo que sus gemidos subiesen y bajasen de volumen, coincidiendo alguna vez más con la emisión de chorritos de orina.

Estuvimos follando hasta el anochecer del sábado, cuando me dijo que su culo no podía más y que allí terminaba la follada. Solamente habíamos parado para comer algo, beber agua y darnos una refrescante ducha antes de seguir.

Cuando me marchaba, me dijo:

-Ha sido una experiencia maravillosa, pero no se repetirá más. Me dejas agotada pero satisfecha. Nunca había gozado tanto por el culo. La semana que viene me caso y espero gozar tanto por el coño como lo he hecho por el culo. Adiós.

Y se quedó en la cama sin moverse, con un agujero del culo en el que seguramente cabría un puño mediano.

Durante muchas semanas estuve follando con Marta y Patricia, a las que se les unieron Rosa y Valentina. Con Marga no volví a tener ninguna relación.

Con estas cuatro aprendí todo lo que debía saber para ser buen follador y los trucos para aguantar lo indecible sin correrme.

Cuando tuve más confianza, les pregunté cómo era que sabían tanto de sexo si no tenían pareja y en España hablar de sexo o practicarlo fuera del matrimonio era tabú. Me comentaron que todos los años pasaban las vacaciones en países más liberales, donde los días transcurrían follando y bailando.

Cuando las conocí, acababan de venir de una de esas vacaciones. A punto de irse a las siguientes, de dijeron que me iban a hacer un examen para comprobar lo que había aprendido, como si no llevásemos once meses follando como locos.

Tuve que examinarme con las cuatro: Marta, Patricia, Rosa y Valentina. Todas con la misma técnica y solamente se diferenciaron en la cantidad de orgasmos que tuvo cada una. La que más tuvo fue Marta.

La fui a buscar a la salida del trabajo el viernes que acordamos. Esta vez sin cenas especiales, cenamos de tapas, unos pinchos de tortilla y varias raciones, calamares, brochetas, etc. Y enseguida a su casa.

Había descubierto que no me gustaba que nos despertásemos en mi casa después de haber estado follando. Prefería terminar de follar e irme yo que esperar a que ella decidiese marcharse.

Cuando entramos en su casa, fuimos directos a su dormitorio, ella me precedía y yo la seguía prácticamente pegado a su culo. Nada más entrar en la habitación la abracé desde detrás y besé su cuello, lamí y chupé el lóbulo de su oreja que sabía que la excitaba.

El olor de su perfume llenaba mi nariz y excitaba mis hormonas. Recorrí su cuello con mi lengua, erizándole la piel por donde pasaba, metí mis manos bajo el top hasta alcanzar sus pechos totalmente sueltos.

A las caricias de cuello añadí nuevas caricias en sus pechos y pezones, frotándolos con suavidad. Bajé una mano para meterla por su cintura y alcanzar el borde de su tanguita, acariciando su coño por encima.

Movía su pelvis para que le presionase mi mano, pero yo, haciendo caso de lo que me habían enseñado, debía evitar que lo consiguiera, aunque dejando que siempre estuviese a su alcance pero sin permitirle la caricia, sobre todo, la caricia directa.

Cuando no pudo más, se dio la vuelta y empezó a desabrocharme la camisa, deteniéndose solamente para ayudar a que le sacase el top. Siguió con los pantalones y yo con su falda. En segundos estábamos desnudos los dos, arrastrándome hasta la cama cogido por la polla.

Se acostó boca arriba sin soltarme, obligándome a subirme de rodillas tras ella. Abrió la piernas para que me situase entre ellas y estiró hasta que mi polla quedó a la entrada de su coño.

-¡MÉTEMELA! ¡YA!

-Todo a su tiempo..

Le puse la almohada bajo el culo, dejando a su coño listo para recorrerlo con mi polla de extremo a extremo, desde el perineo al clítoris. Lo tenía todo encharcado. Aproveché su humedad para que mi polla resbalase metida entre los labios hasta chocar con el clítoris y viceversa.

Al segundo roce, intentó que se le clavase en el coño. Moviendo su cuerpo conseguía que la punta se quedase enganchada en la entrada al subir, pero un movimiento del mío hacia abajo, volvía a sacarla para seguir hacia arriba.

Intentó agarrarme del culo con las manos para meterla, pero yo se las sujeté una a cada lado de su cabeza con las mías. También lo intentó con los pies en mis riñones, pero mis muslos estaban pegados a sus muslos y, además de hacerle abrir mucho las piernas, me permitían estar afianzado, moviéndome como a mí me interesaba.

No paraba de decirme

-VAMOS, CABRÓN, MÉTEMELA DE UNA VEZ

Y yo seguía con el rozamiento, sin hacer caso.

-VENGA, CABRÓN, MÉTEMELA DE UNA VEZ. NO SEAS HIJOPUTA.

Yo seguía y ella también:

CABRÓN, HIJOPUTA, MÉTEMELA DE UNA PUTA VEZ.

Y no paré hasta que:

-ME CORROOOOOOOO. NO PAREES. ME CORROOOOO.

Estuvo bastantes segundos convulsionando. Esperé hasta que se relajó y entonces levanté un poco mi cuerpo dejando la punta enfilada a su agujero y se la clavé de golpe. Entre mi polla y su coño salió una buena cantidad de flujo de su excitación.

Emitió un grito de dolor por la brusca y forzada dilatación, no tan dolorosa por estar acostumbrada a ser penetrada por mí.

Empecé a moverme despacio. Acompasándome al ritmo de sus gemidos, ahora ya de placer. La sacaba hasta que solamente quedaba el glande dentro y volvía a meterla en su totalidad. Curiosamente, en aquellos experimentados coños, entraba completamente hasta el fondo.

Marta gemía y pedía más y más.

-MMMMMM  SIIIII   MÁS RÁPIDO, MÁS RÁPIDO.

Pero mi velocidad no variaba, lo que la estaba poniendo cardiaca.

Aprovechando que su culo y coño estaban más elevados, me incorporé, arrodillado entre sus piernas, y froté su clítoris con el pulgar, previamente ensalivado, aunque no hacía falta. Enseguida su vocabulario cambió.

-SIIII. SIGUE, SIGUE. NO PARES. CABRÓN ME ESTÁS MATANDO.

Y pronto

-NO PARES, SIGUE, SIGUE, ME CORROOOOOOOO AAAAAAAAAAAAAAHHH.

Tal y como me había pedido, no me detuve y por eso, ella consiguió dos orgasmos más. Como me estaba calentando demasiado, mientras la iba follando, tomaba parte del flujo que manaba de su coño para lubricar su ano.

Jugaba con ella, metiéndola hasta el fondo y sacándola completamente, para humedecer mis dedos en su coño, embadurnar su ano y volverla a meter.

-MMMMMMMMMMMMMMMMM –gemía ella.- Sigue, sigue, me gusta mucho.

También lo tenía acostumbrado a dilatar rápido, por lo que, primero un dedo, luego dos y más tarde tres, lo dejaron preparado para ser penetrado, cosa que hice inmediatamente.

Coloqué la punta del glande en la entrada posterior,  hice una ligera presión y entró, abriendo más su estrecho agujero, mientras seguía masajeando su clítoris

-MMMMMM, AAAAAAAAAAAHHHH –seguía gimiendo ella.- Métemela ya. Quiero sentirla en mi culo.

No le hice mucho caso. Poco a poco fui metiendo un poco más y volviendo a sacar hasta casi tenerla fuera. Volver a meterla más adentro y sacarla de nuevo y así, en varios empujones, llegar a juntar nuestros cuerpos.

-FÓLLAME, RÓMPEME EL CULO…. –Me decía.

La estuve machacando hasta sacarle dos orgasmos más. Con el segundo me pidió descansar un poco. Yo me puse a follarla rápidamente hasta que me corrí en su culo, coincidiendo con que ella se volviera a correr.

Descansamos un momento, nos dimos una refrescante ducha por separado y comimos algo de fiambre con mucha agua. Nos volvimos a la cama de nuevo y, después de un rato más de descanso en silencio, durante el cual cada uno tuvo sus pensamientos, Marta se incorporó y se puso al contrario que yo, se subió encima y comenzamos un 69.

Mi polla no estaba muerta del todo. La cogió para pajearla un poco, con el glande en su boca, consiguiendo que se pusiese dura nuevamente, mientras yo atacaba su coño y clítoris.

Esa fue la continuación del fin de semana. Follar, ducha, mamada, culo, tentempié, pastilla y vuelta a repetir. Cuando el domingo por la tarde me fui a mi casa, tuve que ir otra vez en taxi, porque casi no podía tenerme de pie, con la diferencia de que me recuperé antes.

La escena se repitió con las otras tres durante las siguientes semanas. Transcurrida la prueba, me invitaron a cenar y me dijeron el resultado: sobresaliente.

También me informaron de que ya no volveríamos a quedar como hasta el momento. Se iban de vacaciones y a la vuelta sólo quedaríamos de vez en cuando. Yo lo acepté y agradecí su dedicación para enseñarme y, a partir de ese momento, me busqué la forma de poder follar.

Al principio fueron putas, pero luego me apunté a una academia de baile, donde me buscaron una pareja en forma de señora viuda, algo mayor que yo, de nombre Elisa.  Se conservaba muy bien, Muchas redondeces, con buenas tetas y buen culo, que algunas veces calmaba su dolor conmigo en su cama.

Luego fui conociendo otras mujeres que fueron pasando por mi polla y ninguna quedó satisfecha. Cuando mis maestras volvieron, no me olvidaron del todo, por lo menos una vez al mes, alguna pasaba por mi cama.

También me apunté a un curso de programación de ordenadores Pc, de dos años. En cuanto tuve algo de soltura empecé a escribir un programa para la gestión del mantenimiento preventivo de las máquinas que nuestros clientes nos confiaban.

Tuve suerte. El programa funcionaba bien, los clientes comentaban con otros lo bien que les iba con mi empresa y eso llegó a oídos de una importante multinacional que me lo quiso comprar en exclusiva.

Inicialmente, me negué, pero decidieron comprar la empresa con personal, clientes y programa y me ofrecieron una cantidad de dinero tan vergonzosa que no pude rechazar. Les vendí la empresa y parte del dinero lo invertí en inmuebles que luego alquilé.

Compré una casa con terreno para mis padres y dejé todo arreglado para que tuviesen una renta mensual para que no fuese necesario que trabajasen. No obstante, mi padre siguió con su pequeño rebaño, pero sin agobios.

Los alquileres daban una renta que no llegaba a gastar, por lo que me dediqué a vivir. Descubrí que era todavía más torpe siguiendo pasos de baile que follando, pero conseguí tener algo de ritmo. Pronto me dediqué a ir a sitios donde se organizaban bailes y como lo hacía mejor que otros, conseguía buenas parejas.  A algunas me las llevé a la cama, a otras ni me acerqué.

También aprendí que, en los bailes melódicos (las lentas las llamábamos), si la chica me ponía las manos en los hombros y los codos en el pecho, con esa no tenía nada que hacer, porque no facilitaba el acercamiento.

También aprendí a distinguir a las que a mitad de la pieza te informaban de que por determinada cifra económica te podías ir con ella a un sitio más discreto.

Con el tiempo contacté con una asociación de separados, divorciados y viudos, con los que me reunía los viernes por la noche para unas cenas de confraternización con baile, de las cuales salían parejas de fin de semana.

El restaurante no era céntrico, por lo que unos iban en su propio vehículo, otros en taxi y otros en autobús público. Al principio, yo era de estos últimos. Oía conversaciones en las que los hombres preguntaban a las mujeres: ¿Querrás tomar una última copa en mi casa al salir?, a lo que generalmente, la mujer decía que sí.

Sin embargo, cuando era yo el que hacía la pregunta, la respuesta era negativa, con cualquier excusa.

Pronto me di cuenta de que los afortunados iban todos con vehículo propio. Yo tenía un vehículo de alta gama que no utilizaba casi, pues me movía andando o en transporte público. En parte, eso me mantenía en forma, sin necesidad de gimnasio.

El primer día que fui con él, no dije nada, pero noté que, en la cena, estuve rodeado de mujeres, mientras en anteriormente solamente había hombres a mi alrededor.

Para bailar no tenía problemas al buscar pareja, pues era de los que mejor bailaban, pero desde ese día no tuve que pedir a nadie para que bailase conmigo. Eran ellas las que venían a preguntarme: ¿Me sacas a bailar?

La excusa que daba era la de reposar un momento la cena, pero poco a poco me iba enfadando porque se veía el interés en ellas, y no las ganas de divertirse.

Acepté con una de ellas, una viuda joven, de cara corriente pero no mal parecida, y cuerpo bien conservado. No me dejó solo ni un momento de la noche y a la hora de terminar, cuando ya las parejas de fueron marchando, me dijo:

¿Me llevas a casa y si quieres nos tomamos una última copa?

Eso me encabronó mucho, porque no se había acercado a mí hasta no ir con mi coche. Decidí aceptar, pero pensaría en una venganza.

Cuando llegamos a su casa, nos quitamos la ropa de abrigo, chaquetas y demás, y me preguntó qué era lo que quería tomar, yo le respondí que a ella. Me tomó de la mano y me llevó directamente al dormitorio, donde nos fundimos en un profundo beso.

No separábamos lo justo para quitarnos la ropa. Una vez desnudos, fui la arrastrando con el beso hasta la cama, donde la ayudé, primero a sentarse en el borde y luego a recostarse con los pies en el suelo.

Me separé de ella, separé sus piernas, notando que ponía resistencia. Cuando le miré la cara, vi que estaba completamente roja.

-¿Hace mucho que no tienes relaciones sexuales?

-No, no hace mucho. –Dijo con vergüenza.

-Relájate y déjate hacer. No cierres las piernas.

-Me da vergüenza que me mires tan cerca.

-Entonces, mira al techo y déjate hacer.

Dejó de ofrecer resistencia y pude separar sus piernas. Empecé besando sus muslos desde la rodilla a la ingle y repetía por el otro lado. Al llegar a su ingle, ella, a pesar de emitir suaves gemidos, intentaba cerrar sus piernas, pero yo estaba en medio y no podía hacerlo.

A pesar de todo, empecé a notar una ligera humedad en su coño, lo que me animó a llevar mis labios a él y empezar a lamer su raja de abajo arriba, con rápidos lametazos sobre su clítoris. Entonces hizo mayor presión con sus piernas e intentó que sacase la cabeza, empujando sin demasiada fuerza.

-¿Pero…? MMMMM. ¿Qué haces, guarro?

Me separé ligeramente para poder decirle.

-¿Nunca te ha comido el coño?

-No, no. Eso es una guarrada.

-¿Guarrada? A ver qué me dices después.

Volví a acercar mi boca a su coño y seguí con las lamidas.

-MMMMMMMMMMMMMM ¡QUÉ RICO! MMMMMM

Mientras ella gemía, yo le iba chupando el clítoris. Le metí primero un dedo y luego dos, buscando su punto ’G’. Fue frotarlo un poco, junto a la mamada de clítoris cuando anunció su corrida.

-OOOOOOOOOOOOHH. SIIIIIIII NO PARES, NO PARES, ME CORROOOOOOOOOooooo

Se quedó un rato totalmente ida.

-Dios mío ¿Qué me has hecho? ¡Nunca había tenido un orgasmo así!

Deduje que había tenido una vida sexual muy tradicional, de las que se llevaban en aquellos años, por eso le dije:

-Lo que te he hecho ha sido una comida de coño y eso no es todo, prepárate para una noche memorable y un fin de semana de placer.

-Eso de la noche apunta muy bien, pero el fin de semana no podrá ser. Mañana a las 9 tengo que ir a recoger a los niños a casa de mi madre.

Eso me contrarió mucho. No contaba con que tuviese niños ni otras obligaciones, pero por lo menos, no me iba a arruinar la noche. Intenté seguir comiéndole el coño y masajeando con los dedos, pero me rechazó alegando que le había quedado la zona muy sensible y le molestaba.

¿Sensible? Me pregunté. Ahora te voy a dar sensible.

La ubiqué bien en la cama, a lo largo de la misma, me situé entre sus piernas. apunté mi polla a su agujero y, aprovechando la gran cantidad de humedad que destilaba su coño, la fui metiendo despacio.

-No, no, es muy gorda… Mmmmmm. Un poco más. Despacio, despacio.

Fui metiéndola poco a poco, siguiendo sus indicaciones de un poco más, hasta que la tuve toda dentro. Dejé que se acostumbrase y mientras esperaba pasó por mi mente que le había cabido entera, sin necesidad de presionar, lo que me hacía pensar que había recibido alguna polla tan larga o más que la mía, pero no tan gorda.

Empecé a moverme poco a poco. Pronto empezó a gemir, primero suave, pero no tardó en hacerlo más fuerte.

-Mmmmmmmmmmmmmmmm

-Siiiii. Sigue, sigue

-MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM

Fui acelerando mis movimientos conforme aumentaban los gemidos hasta que volvió a tener un nuevo orgasmo.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH. Qué buenooooo.

Se quedó  con la boca abierta durante unos segundos. Cuando se recuperó me invitó a tomar algo. Le acepté una cerveza y la acompañó con unas galletitas saladas. Nos las tomamos en el salón, desnudos, sentados juntos en el sofá. Al terminar acaricié su muslo. Tenía las piernas juntas y las fue separando conforme avanzaba mi mano hasta llegar a su coño.

Recorrí los labios de su vulva con la yema de mi dedo. Hice breves incursiones para frotar su clítoris suavemente. Cuando la humedad de su coño aumentó nos volvimos a la cama donde volvimos a follar. Colocado encima de ella, estuve entrando y saliendo hasta sacarle dos orgasmos. Yo seguía sin correrme, pero cada vez me resultaba más difícil aguantar, así que me incorporé para frotarle el clítoris mientras la follaba.

Alcanzó un orgasmo brutal, hasta el punto de quedar traspuesta un rato.  Yo aproveche para buscar algún aceite o crema y volví para ponerla boca abajo, sin que diese muestras de estar despierta, y empecé a meterle el dedo bien untado en aceite corporal. Estuve jugando un rato y cuando entraba y salía con facilidad, metí un segundo dedo y luego un tercero.

Después le puse el glande en la entrada y se lo metí de una vez.

-AAAAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGG. ¿Qué me haces? Sácala. Me hace daño. Nunca me la han metido por ahí. Eres un guarro.

No le hice caso y con más aceite conseguí meterla entera. Esperé a que se acostumbrase, aguantando sus quejas y cuando se calló, empecé el movimiento de entrada y salida. Metí la mano por debajo de ella y le acariciaba el clítoris sobre la piel al poco, empezó a pedir que acelerase.

-Más rápido. Estoy a punto. Sigue, sigue. Más rápido.

Le hice caso, acelerando en todos puntos.

-SIIII. ME CORROOOOOOO. NO PAREEEES.

Y tuvo un orgasmo grandioso. Gritó, lloró y se retorció como si le hubiese dado un ataque. Yo también me corrí en su culo y fue un placer sentir la corrida en un lugar tan estrecho y que perforaba por primera vez.

Cuando se recuperó fue corriendo al baño, donde estaba yo lavándome la polla. Ella se sentó en el inodoro y me hizo salir de allí, dándome prisa cuando empezó a expeler ventosidades y a expulsar el esperma que llenaba su culo.

Cuando salió, le pedí que me la mamase para ponérmela dura, a lo que se negó por ser una guarrada. De nada sirvió el nombrarle que le había comido el coño.

-Cuando hables con tus amigas, comenta lo que hemos hecho y diles que ellas no se librarán de chupármela.

Eran más de las seis de la mañana. Nos quedamos dormidos hasta que a las 9:30 sonó el teléfono.  Era su madre preguntando si le pasaba algo, porque no había ido a las 9 a buscarlos. Alegó que se había quedado dormida, se vistió rápidamente y apurándome a mí . Salimos a la vez y me fui a mi casa a descansar.

A la semana siguiente, mi compañera de baile estaba sola. Su marido tenía que hacer algo en otra ciudad, así que le pedí que me acompañase a la cena baile de la asociación, pues podíamos llevar de vez en cuando a algún invitado.

Llegamos pronto. Poco después llegó mi pareja de la semana anterior, que se fue juntando con otras tres mujeres, con las que estuvo hablando un buen rato, mientras miraban de vez en cuando en mi dirección.

Solamente bailé con mi pareja y me negué a todas las proposiciones de todas las mujeres, sobre todo, las tres que estuvieron hablando antes,  Al terminar, llevé a su casa a mi pareja y la dejé con el recado de dar recuerdos a su marido, que nos conocíamos desde el principio, pero a él ni le gustaba el baile, ni tenía tiempo.

Desde ese día, antes de quedar con alguna, le preguntaba si tenía hijos o compromisos, yéndome solamente con aquellas que podía pasar el fin de semana completo. Con el tiempo también las que tenían compromisos buscaron la forma de tener el fin de semana, o alguno de ellos, libres.

Además, la primera vez que quedaba con alguna, mejor dicho, la primera vez que alguna quería quedar conmigo y a mí me apetecía, le informaba de que tenía unos gustos algo raros y que no me gustaba que me negasen nada.

Pero todas aceptaban, se había corrido la voz que lo que hacía y lo que disfrutaban y venían a buscar eso precisamente.

Con cincuenta y dos años ya, ocurrió que, al volver a casa una mañana, me encontré en la puerta a una mujer que me resultaba conocida, pero pase a su lado sin conocerla e ignorándola.

-¡Pedro!

Me volví.

-¿No te acuerdas de mí?

-….

-Soy Eva.

La imagen que presentaba era para no reconocerla. El pelo necesitaba una buena sesión de peluquería. Su cara, sin pintura, reflejaba el hecho de que no se cuidaba, las arrugas estaban por todos lados. Estaba más delgada y las ropas estaban bien, pero parecían procedentes de alguna de las organizaciones de caridad.

-Hola Eva, perdona pero iba pensando en mis cosas y no te he reconocido. Es una sorpresa verte aquí. ¿Vienes a algo?, ¿Pasabas por aquí?...

-He venido a verte y hablar contigo.

No me gustó nada que me dijese eso. Nuestra relación se había roto hacía muchos años y ella ya no tenía ningún interés para mí. No obstante, quise ser cortés y le pregunté si había comido. Ante su respuesta negativa, la invité a comer y seguir hablando, cosa que aceptó.

La llevé a un restaurante cercano, donde solía ir yo. Noté su reticencia a entrar y le pregunté qué le pasaba:

-Hace muchos años que no voy a un restaurante y no voy vestida como para entrar en uno.

-Vas perfectamente, no te preocupes. Además, aquí me conocen y no dirán nada ante cualquier error.

Entramos al restaurante y el maître, a petición mía, nos ubicó en una mesa muy discreta. No sabía que pedir por lo que pedí la comida por ella, recordando algunas cosas que le gustaban, y estuvimos hablando de cosas sin importancia hasta que terminamos de comer.

Lo que me contó es que me había localizado porque fue a la urbanización donde vivía para hacer la limpieza de una casa y, de pasada, me vio entrar a mí en la mía y me reconoció. Le pregunté si iba periódicamente por allí y me contestó que no. Solo fue esa vez, hizo la limpieza y cuando se marchaba, el dueño quiso propasarse con ella, pero le rechazó y en venganza no le quiso pagar las horas de trabajo.

-Bueno, eso creo que lo podremos arreglar, -Le dije.

Al terminar la comida le pregunté:

-¿Qué ha sido de tu vida en estos años?

-Ha ido de mal en peor. Nos jodiste la vida a Gerardo y a mí.

-No te voy a decir que lo siento. Pero sigue.

-Cuando nos despidieron, nos gestionaron para que pudiésemos cobrar el subsidio de desempleo. Alquilamos un piso pequeño y nos iba relativamente bien con lo que cobrábamos los dos. Pero cuando empezamos a buscar trabajo, nos pedían referencias y al comprobarlas con la empresa, nos daban la clásica respuesta “ya le llamaremos”.

Cuando llevábamos la mitad del subsidio gastado, Gerardo se juntó con compañías de mala reputación, y empezó a trapichear con droga. Usaba dinero del subsidio para comprarla y venderla después. Cuando íbamos un poco justos, yo me prostituía. Por suerte fueron pocas veces.

Estuvimos unos años que nos fue muy bien. Incluso le ayudé con la venta. La dejábamos en un lugar que yo vigilaba cerca, cuando alguien iba a comprar, Gerardo me hacía una seña con la cantidad. Vigilábamos para que nunca hubiese alguien cerca, yo le entregaba la cantidad pedida y él cobraba el dinero.

Pero un día fue a una fiesta de narcos, probó la droga y pocos meses después lo encontraron muerto por sobredosis. A partir de ahí tuve que buscar trabajo, pero no encontraba nada. Me puse a buscar entre los anuncios que buscaban chicas para el hogar.

Cuando ya estaba desesperada por no encontrar ninguno, fui a un anuncio que buscaba chica para todo, ya sin esperanza, y me atendió un hombre algo mayor, me dijo que vivía solo y que quería una mujer que viviese con él, para que le hiciese el mantenimiento de la casa y las comidas, pero sin seguros. Cuando acepté sus condiciones,  añadió una más: Tenía que despertarlo todas las mañanas con una mamada completa.

No era algo nuevo, a Gerardo también le gustaba eso, y la necesidad me obligó a aceptar. Hace poco más de un año, el hombre murió y yo llevo todo este tiempo buscando trabajo nuevamente y viviendo del dinero ahorrado de lo que él me pagaba.

Cuando te vi, decidí venir para pedirte trabajo y ¡aquí estoy! –Terminó en un suspiro.

-Lo siento Eva, pero no tengo nada para ti. En mi casa ya hay una cocinera y una doncella que se encargan de todo.

-¡Pero yo necesito trabajar! –Dijo llorando- ¡Me lo debes!

-¡Yo no te debo nada!  ¡Tú me debías respeto y te reíste de mí, de mi amor! ¿Y ahora vienes a pedirme ayuda?

-Eras un animal. Me hiciste mucho daño.

-¿Y no podíamos haberlo hablado?

-Solo lo supe cuando me dejé conquistar por Gerardo.

-Lo único que te puedo ofrecer es casa y comida durante 18 meses, los mismos que estuvimos casados. Tienes ese tiempo para encontrar trabajo.

-¿Y cómo y cuánto te tendré que pagar?

-¿Cuánto?: nada. ¿Cómo?: marchándote lo más pronto posible.

Y así fue cómo vino a vivir a mi casa. Era lo suficientemente grande como para no estorbarnos uno a otro.

Lo primero que hice fue pedirle la dirección del que se había querido propasar, tuve que insistir poniéndome serio, pero me la dio. Seguidamente me puse en contacto con dos porteros de discoteca, con los que tenía la amistad que dan las buenas propinas, que estuvieron dispuestos a hacer lo que yo quería.

Estuve controlando los movimientos de la casa para saber cuándo se encontraba en ella el matrimonio. Dos días después vinieron mis amigos y junto con Eva, fueron a cobrar. Debían conseguir que la esposa se enterase.

Según me contaron, tras llamar, abrió la puerta la esposa:

-Venimos a cobrar el trabajo de limpieza que hizo nuestra hermana –Le dijeron

-Pero mi marido ya lo pagó.

-¿Está en casa? Dígale que salga.

La mujer lo llamo con una voz y al momento él acudió.

-¿Qué ocurre? ¿Quiénes son ustedes?

-Somos los hermanos de Eva, la que quisiste abusar de ella y al no dejarte la echaste sin pagarle.

Y agarrándole de la ropa del pecho, le dijo:

-Así que, maldito cabrón lujurioso, si no queréis ir directos los dos al hospital con todos los huesos rotos, ya le estás pagando el doble de lo que le debes, por el miedo y vergüenza que le hiciste pasar.

El marido, sacó la cartera con manos temblorosas y le dio el dinero. Luego vieron que le había dado de más, pero no les importó.

-Y una cosa más. Ni se te ocurra cruzarte por la calle con nuestra hermana. Si nos dice que te ha visto, vendremos a molerte a palos.

Cuando se fueron y cerraron la puerta, empezaron a oírse los gritos de la mujer abochornando al marido.

Cuando volvieron a casa, les di una más que generosa propina y se fueron contentos, diciendo que los tenía a mi disposición.

Eva tenía intención de ayudar en la casa, pero se lo prohibí y le informé que su trabajo era buscar un empleo.

Mi vida siguió casi igual, la diferencia estaba en que muchos días desayunábamos y cenábamos juntos.

Los fines de semana que quedaba con mujeres que aguantaban todo, si me las llevaba a casa, tenía orden de no molestar, intentando no cruzarse con nosotros. Cuando la pareja no aguantaba el fin de semana, por la razón que fuese, follábamos en casa de ella y, al terminar, me iba a la mía.

Eva enseguida se dio cuenta de mis maniobras, y un día, miércoles, estaba durmiendo, ya cerca de la hora de levantarme, cuando me despertó una sensación de humedad en mi polla, al tiempo que sentía que no estaba solo.

Al abrirlos ojos, pude ver a Eva situada entre mis piernas y recorriendo con su lengua toda la longitud de mi polla, lamiéndola en su totalidad, incluyendo los huevos.

Me la quedé mirando, sin decir nada, procurando mantener cara de póker. Se detuvo un momento, pero al ver que no decía ni hacía nada, prosiguió lamiendo hasta dejarla totalmente ensalivada. Luego se la metió a la boca, hasta la mitad del primer empujón, luego fue sacándosela y metiéndosela cada vez un poco más hasta que le entró toda en la boca.

Debió de entrarle hasta la garganta. La sensación y el placer que me produjo no sabría definirlo. No sé a qué se debió, pero nadie se la había metido tan adentro ni me había proporcionado un roce tan estrecho.

Se la fue sacando sin prisa pero sin pausa, hasta que salió toda entre babas y arcadas. Fue repitiendo hasta que la tragó con normalidad, entonces empezó una mamada lenta, metiéndosela entera mientras intentaba hacer presión con la legua, y sacándola hasta poder rodear el glande con ella.

Me la pajeó unas pocas veces y volvió a la mamada, me llevó al borde del orgasmo y se detuvo. Me aguanté las ganas de gritarle que siguiese, pero me mantuve sin decir nada. Ella continuaba y se detenía una y otra vez, hasta que, cuando la tenía toda dentro, no me pude aguantar y me corrí como un animal y ella lo tragó todo.

No pude evitar que se me escapase un gemido de placer, pero no dije nada.  Seguí mirándola sin decir nada, ella arrodillada entre mis piernas mirándome también. Fue casi un minuto sin que nadie dijese nada, hasta que ella se bajó de la cama y se fue.

Un rato después me duché, me vestí y fui a desayunar.  Me esperaba sentada a la mesa, con la vista baja, me senté también, desplegué la servilleta y pedí a la cocinera que nos sacase el desayuno.

Ambos desayunamos en silencio, como cada día, luego ella se fue a buscar trabajo y yo a pasear, gimnasio y los amigos.

Cuando volvimos a coincidir por la noche, como siempre, le pregunté por su día. Me contó cómo le había ido, osea, mal. Cenamos y a la cama. Las habitaciones tienen TV.

A partir de ese día, los miércoles me despertaba con su mamada, sin que yo le dijese nada. Enseguida incluyó entre sus mamadas matutinas los domingos que no había follado completos.

Poco a poco me fui acostumbrando, hasta el punto de no tener que volver a las cenas y el folleteo, conformándome con las mamadas de Eva y las citas esporádicas con otras amigas.

Pasaron los 18 meses sin que ella encontrase un trabajo fijo y decente, por lo que un día, en la cena, me dijo:

-Pedro, ya ha pasado el plazo que me diste y sigo sin trabajo. ¿Puedes darme algún tiempo más.

Lo pensé un momento y le dije:

-Mira Eva, a lo largo de estos meses he tenido tiempo para acostumbrarme a ti, y si te fueras sé que te echaría mucho de menos. El rencor que tenía ha desaparecido y, aunque no te quiero, te pido que te quedes como hasta ahora, sin que tengas que salir a buscar trabajo.

Ahora que ya he cumplido los 65 años y me puedo considerar oficialmente jubilado, tengo que reconocer que estoy contento. Eva sigue con sus mamadas matutinas, aunque no siempre respondo como debería. Dormimos juntos desde hace unos años, a raíz de unas vacaciones que pasamos, durante un mes, en la misma habitación del hotel, y todas las mañanas hace su trabajo. Unos días respondo y otros no, pero lo disfruto igualmente.

Nos hemos perdonado mutuamente y la vida me parece mucho mejor. No follamos. Lo intentamos una vez, pero a Eva se le cerró el coño y no hubo forma de meterla.

Pero lo importante es que estamos bien. Y reconciliados.

FIN

Agradecería comentarios y valoraciones

Amorboso