Eriol II: Bajo la lluvia.
Unas nubes grises cubrieron el cielo en poco tiempo, no tardó en empezar a llover, escuché a Eriol maldecir por lo bajo, mientras acelerabos el ritmo, al poco se desató una tormenta, el agua caía a cantaros y el viento soplaba con fuerza, sentí la mano de Eriol agarrar la mía y echamos a correr.
A la mañana siguiente, tal como prometí fui a llevar al aeropuerto a Amandine que pasaría dos semanas en la casa de sus padres en Francia.
-Dale recuerdos a Natalie y a Basile -dije yo despidiendome de mi ''amada'', hasta a mi me pareció frio de mi parte.
-Oui, oui -rió suave, mirandome, dandome un tierno beso en los labios, tenía sus brazos al rededor de mi cuello, no quería soltarme- Te voy a echar mucho de menos Julián...
Sonreí como pude, respondiendo a su beso.
-Lo sé cielo, yo también te voy a echar de menos...
Escuchamos una voz metálica atravez de los altavoces indicando que el vuelo de Amandine no tardaría en salir, me besó una vez más, apretando sus labios con los mios.
-Te llamaré cuando llegue, vale? Te quiero. -me soltó al fin, cogió su bolsa de mano y se encaminó hacia la puerta que conducía a su avión.
-Te quiero -repetí con un matiz monótono. Se volvió para dedicarme una sonrisa antes de marchar, despidiéndose por última vez con un gesto al que correspondí inmediatamente.
Suspiré cuando la silueta de Amandine desapareció tras la puerta, ''Dos semanas'' me dije, incluso me pareció poco tiempo.
Aquel día en la facultad, se me hizo eterno. La imagen de aquel chico denominado Eriol, cruzaba por mi mente constantemente y eso me hacía sentir aún más extraño, varios de mis compañeros me llamaron la atención en distintas ocaciones, porque al parecer me hablaban, pero yo no hacía caso alguno. No tenía ningún plan para la hora de comer y no me apetecía pasar la comida con mis amigos, quejándose de que no les hacia caso o molestandome para que confesara que era lo que pasaba por mi mente y me tenía en las nubes.
Decidí tomarme el resto del día libre y comer en un restaurante tranquilo cercano a mi casa, para poder pensar con calma y organizar mis ideas. Me senté a una de las mesas más apartada que encontré, suspiré, observando la carta, tomándome mi tiempo en elegir la comida, al poco rato apareció el camarero a tomar nota, con una sonrisa agradable hice mi pedido, pude adivinar un sonrojo en las mejilla del camarero, que tenía pinta de ser un chaval unos años más joven que yo. No le hice mucho caso, mi mente centraba en una sola cosa, estaba lleno de dudas, de confusión, me odié a mi mismos por tener esos sentimientos hacia un desconocido y no hacia Amandine. Di un trago a la cocacola que hace unos segundos el joven camarero había dejado en mi mesa, estaba tan absorto en mis pensamientos que no me di cuenta de que alguien me observaba y se acercaba a paso ligero hacia mi mesa, una voz que recordaba perfectamente hizo que mi corazón diera un vuelco, alzé la vista automaticamente y ahí estaban ese par de ojos grises pude adivinar un brillo de sorpresa en estos, como si no esperara encontrarme allí, obviamente yo no esperaba encontrarme con él tampoco, no sé si fue pura casualidad o el destino, pero no había nada que yo pudiera hacer al respecto.
-Vaya... Hola... Julián ¿verdad? - asentí a supregunta, curvó una sonrisa que me puso nervioso, en realidad su sola presencia me ponía nervioso, de nuevo sentí ese cosquilleo en el estomago.
-Hola.. Eriol -conseguí decir al fin, sonriendole también, casi automaticamente, pronunciando su nombre haciendole saber que tampoco lo había olvidado.
Desvió la vista, mirando a lado y lado como buscando algo, seguí su mirada y vi que el restaurante estaba lleno, ni siquiera me había dado cuenta. Me encontré de nuevo con sus ojos, sus labios se curvaron en una sonrisa tímida, casi de disculpa.
-Te importa si me siento contigo? - ''Joder'' solo se me vino eso a la mente, creia que esa tarde iba a almorzar tranquilo, pero a pesar de eso me sentí un tio con suerte en ese momento ¿cuantas chicas y chicos se moririan por intercambiar aunque sea una mísera palabra con este monumento tallado por los mismos dioses?.
-Claro que no- Agarré rapidamente la mochila, dejando libre el único asiento de la mesa y que estaba a mi derecha. Tomó asiento, sonriendo agradecido, se hizo en breve silencio que él se encargó de romper.
-Y bueno... ¿Es tu primer año de universidad?- Preguntó con una sonrisa, mirándome directamente en un intento de sacarme conversación, yo era ya de por si del tipo tímido y reservado y en una situación como esta me costaba la vida entablar una conversación decente.
-Sí... -conseguí verbalizar con un leve asentimiento como corroborando mis propias palabras, intenté continuar la conversación, queriendo terminar con esa incomodidad- ¿Y... el tuyo? ¿Primero o segundo?
-Segundo... ¿Qué edad tienes?
-18 recién cumplidos. -sonreí orgulloso.
-Entonces solo tengo un año más que tú - sonrió de nuevo esta vez enseñando una perfecta hilera de dientes blancos, cada vez estaba más prendado de su sonrisa, era maravillosa.
El camarero apareció al instante tomándole nota a Eriol que casualmente pidió el mismo plato que yo. Hablamos durante toda la comida, poco a poco me sentía más cómodo y a gusto en su compañía. Conversamos sobre todo un poco, la familia, los estudios, los amigos, pero nunca mencionó nada sobre temas de pareja. Me sorprendió un poco saber que tenía unos gustos muy parecidos a los mios, casi los mismos autores favoritos, al igual con los grupos de música y la comida. En solo una hora y media, me sentía como si le conociera de toda la vida, era fácil hablar con él, inspiraba confianza, era un chico agradable y alegre como pocos. No se despegaba de su guitarra, se la había regalado su difunta tía como regalo de cumpleaños, según lo que me había contado su situación familiar no era la mejor y nada más sacarse el titulo de bachillerato se fue de casa con sus ahorros que no eran pocos, alquiló un piso pequeñito e hizo lo posible por ingresar en la universidad. Se ganaba unas pelillas trabajando de coctelero los fines de semana en una concurrida discoteca y dando clases de guitarra entre semana una hora al día, eso le daba de sobra para mantenerse.
-Tienes que pasarte algún sábado- Dijo refiriéndose a la discoteca mientras se llevaba una taza de café a los labios, dando el último sorbo.
-Lo haré descuida- Sonreí de forma agradable, ya sin ninguna timidez. Eriol sacó del bolsillo una cartera de cuero negro y ambos pagamos a medias la cuenta.
Salimos del restaurante caminando juntos, demasiado cerca uno del otro, pero no me incomodaba, al revés, me gustaba esa sercanía. Él no paraba de hablar contandome pequeñas vivencias, mientras yo reía de forma suave, mirando hacia él de vez en cuando, caminando sin saber ninguno de los dos a donde nos dirigiamos. Poco duró, a mi parecer, su agradable compañía, miró su reloj haciendo una mueca de disgusto, luego me miró a mi y esbozando una sonrisa a modo de disculpa me dijo:
-Se me ha hecho tarde Julián... me ha encantado comer contigo... -se acomodó la guitarra al hombro, mirandome como si le diera pena dejarme ahí y no poder pasar un poco más de tiempo conmigo- ¿Mañana tienes planes para la comida? Podriamos... comer juntos de nuevo.- Se me iluminó el rostro en cuanto le escuché, recordando que Amandine estaba en Francia.
-Claro... te espero a la misma hora en el restaurante -Le sonreí de forma calida, el también sonrió de esa manera que solo él podía, me entraron unas ganas increibles de lanzarme a sus finos y perfectos labios y deborarlos, me enfadé conmigo mismo por ello y desterré ese deseo de mis pensamientos inmediatamente.
Nos despedimos y ambos nos fuimos por caminos diferentes, mi mente volvió a ese pozo de confusión e inseguridad ''Es un amigo... es un buen amigo y solo eso, es la emoción de haber encontrado un amigo como él... amistad'' me repetía una y otra vez en mi fuero interno, intentando engañarme.
La primera semana se me pasó volando, quedaba todos los días para comer con Eriol, nuestra amistad se fue afianzando más y más, tanto en el campus como fuera de él y aprovechabamos cada rato libre para estar juntos. Apenas quedaba ya con mis amigos de la facultad y del instituto. Había desarrollado hacia él una confianza que no llegué a tenerle ni a mis familiares más allegados, en esos pocos días se había convertido en mi mejor amigo. De lo único que no le hablé durante esa semana fue de Amandine, sinceramente de no ser porque cada día me llamaba me hubiera olvidado de ella... Finalmente afronté el hecho de que me sentía atraido por Eriol, por su bella personalidad y su físico de dios del Olimpo ¿Para que negarlo? me encantaba. Mis sentimientos se habían hecho más tangibles en esa semana, pero hacía lo posible por ocultar toda obviedad ante sus ojos.
Era sábado, Eriol y yo habiamos quedado en la cafetería que solía frecuentar con Amandine, me dijo que tenía el día libre y que podiamos ir a ver una película en su casa. Hacía frio, así que decidí sentarme en unas de las mesas de dentro, junto a la ventana, esperando paciente a la llegada de Eriol, que no tardó mucho en aparecer.
-Hola. -tomó asiento al lado mia, sonriendo con esa sonrisa suya- Lo siento ¿esperaste mucho?
-Que va, acabo de llegar -me desenrrollé la bufanda del cuello ya que el hambiente del local era cálido.
-Pensé que llegaba tarde, decidí en el último momento pasar por el videoclub... -me tendió la pelicula que había alquilado ''La naranja mecánica'' días atras habiamos comentado que era una buena película... una de nuestras favoritas.
-Lo sabía, eres muy predecible -reí de forma suave devolviéndole la película, el también rió, mirandome de una manera que no supe descifrar. Una par de tazas de café más tarde, nos encaminamos hacia su casa, era la primera vez que me invitaba.
Unas nubes grises cubrieron el cielo en poco tiempo, no tardó en empezar a llover, escuché a Eriol maldecir por lo bajo mientras acelerabos el ritmo, al poco se desató una tormenta, el agua caía a cantaros y el viento soplaba con fuerza, sentí la mano de Eriol agarrar la mía, era cálida, nos echamos a correr, yo reía contagiado de su risa, los dos estabamos empapados de la cabeza a los pies, la ropa nos pesaba y llevabamos las zapatillas llenas de barro. Tiró de mi, metiendonos bajo un portal, resguardándonos de la lluvia, respiraba agitado por la carrera, casi jadeante, miré hacia él que no soltaba mi mano, si no que la estrechaba con la suya, era tan calido, sus ojos grises me miraron también, estaba muy cerca y mi corazón latía con fuerza, hasta pensé que él podía oirlo. Alzé una mano, apartándole con un suave gesto un mechón de pelo de su frente, dejando caer con suavidad la mano en su hombro, su mirada era intensa, se acercó un poco más, podía sentir su aliento rozar mis labios, era fresco y suave, olía a café. Mi mente se quedó en blanco, en cuanto sus labios encontraron los mios con timidez, fue un beso lento, dulce, tierno. El tacto de sus labios era más suave y calido de lo que me había imaginado, duró solo un instante, pero me hubiera gustado que durara toda la vida. Abrí lentamente los ojos, en el momento que nuestros labios se separaron, encontrándome con su mirada, me acarició la mejilla, yo me estremecí, sus dedos estaban frios o mis mejillas demasiado calientes.
-Me gustas Julián- Murmuró contra mis labios y sin esperar una respuesta, me volvió a besar, esta vez de manera más intensa.
Fue un beso largo y lento, pero intenso, su lengua se adentraba en busca de la mía y no tardó mucho en encontrarla, su mano acariciaba mi mejilla y la otra apretaba mi mano. Cuando nos separamos, nuestras miradas se encontraron de nuevo, estaba totalmente ido, ese beso me había dejado tonto. Hice ademán de decir algo, pero él me interrumpió.
-Shh... vayamos a casa primero y me dices lo que quieras cuando estemos allí... -ambos temblábamos por el frío y la humedad de nuestras ropas.
Obedecí y me quedé en silencio. Retomamos el camino bajo la lluvia, que ya no era tan fuerte, sin soltar la mano del otro, ninguno dijo nada en todo el trayecto.
Su piso era pequeño, de una sola habitación, nada más entrar estaba el salón-cocina del que la salía un pasillo, no muy largo que conducía a la habitación y al baño, estaba muy limpio y ordenado. Nada más llegar Eriol comenzó a desvestirse, dejando la ropa mojada a un lado, yo me quedé mirándolo, mirando aquel torso bronceado y fuerte, sin un solo vello, y como se le marcaba la polla en aquellos slips blancos mojados por la lluvia, como de costumbre, mi imaginación se quedaba corta. Le escuché reír al darse cuenta de como le miraba. Se acercó yo no me moví, cerré los ojos en cuanto sentí sus labios unirse con los mios en un largo beso. Sentí sus manos despojarme de la chaqueta, que se resistía a salir por la humedad de esta, me ayudé con los brazos hasta que cayó al suelo, le sentí sonreir sobre mis labios, se pegó a mi deslizando las manos por mi pecho, sobre la camiseta mojada que tenía pegada al cuerpo, le hice separarse un momento mientras me quitaba la camiseta despacio, tirándola al suelo sin fijarme donde caía, retomando el beso al poco, me acercó con más ganas y me apretó contra él con fuerza, su cuerpo estaba frio al igual que el mio, pero no tardariamos en entrar en calor. Me puse nervioso y comencé a acariciar su espalda torpemente, tímido.
No sé enque momento me quitó los vaqueros ni como llegamos al sofá, pero allí estabamos, yo tumbado con Eriol encima acomodado entre mis piernas, no paraba de besarme cada rincón del cuerpo a la que llegaba en esa postura. Todo me era muy confuso, no sabía como ni porque la situación había llegado hasta ese punto, en ese momento no me importaba nada ya, me encantaba ser besado por él, lo deseaba desde el primer día. Miré hacia él que se había incorporado, para quitarme o más bien arrancarme los boxers, me sonreia, mordiéndose un labio, posó sus manos sobre mis rodillas, separando mis piernas, sin ser brusco, se quedó unos segundos mirando mi polla que ya estaba dura como ua roca, cerré los ojos y suspiré profundamente sintiendo su mano pajearme, lo hacía con firmeza, presionando los dedos lo justo, a un ritmo lento al principio, se inclinó de nuevo hacia mi, dando besos cortos en mis labios, poco a poco bajó a mi cuello y luego a mi pecho, por último sentí su lengua recorrer mi vientre, seguido de un ligero mordisco al cual solté un leve quejido. Nuestras miradas se cruzaron una vez más antes de que él con esa sonrisa traviesa, se la metiera de golpe a la boca, me dio un ligero espasmo llevando la mano a agarrarle del pelo, suave, sin tirar, yo ya hiperventilaba, notando la presión de sus labios subir y bajar, como mi polla chocaba contra su paladar, se la sacaba de la boca, la lamía y volvia a metersela y así se tiró un rato, no sé que cojones es lo que hacía con la lengua, madre de dios, pero yo gemía y jadeaba como un poseso, hasta que ya no podía más.
-...iol... Eriol... Para, joder, para - vocalicé como pude, le dí un suave tirón a su cabellera sin apenas fuerza, pero él se negó a apartar la cabeza, pronto el cosquilleo de mi vientre se hizo más intenso, gemí de forma profunda, estallando en la boca de Eriol que se tragó todo aquello sin hacerle ascos.
Miré hacia él con las mejillas ardiendo de vergüenza, ya lo tenía otra vez besuqueandome la mandíbula hasta encontrar mis labios, me besó fiero, casi de manera salvaje, pensé que me iba a comer, cogió mi mano y la guió hasta su propia entrepierna, me sorprendí un poco, palpandola con timidez sobre la tela de sus slips, era grande, quizás un poco más que la mia, la encontré dura, pidiendo a gritos que la acariciase. Metí la mano bajo sus slips blancos, comenzando a pajearle dentro de estos, lento. Eriol mordía y besaba mi oreja, jadeando muy bajito sobre esta, él solo comenzó a moverse, instándome a masturbarle más rápido y así lo hice, al poco sus jadeos se tornaron más altos, yo ya la tenía dura otra vez de solo escucharle a él, jadear de esa manera. Le oí gemir y retiró mi mano, deshaciéndose de sus slips en un hábil movimiento, su rostro se alzó y sus ojos grises se clavaron en los mios, su aliento bañaba mi rostro, se veía jodidamente sexy el cabrón con esa expresión lasciva en su rostro.
-Julián... dilo -su voz denotaba deseo en aquellas palabras, sentí miedo y excitación al mismo tiempo, sabía muy bien a que se refería, me besó la mejilla o más bien la lamió- por favor... quiero que lo confirmes con palabras -me daba pequeños besos, tierno, cariñoso como intentando convencerme.
-Te quiero Eriol... no simplemente me gustas -dije finalmente, mirandole a los ojos. Eriol sonrió enseñando los dientes.
-Te quiero- repitió él, me besó apretado sobre los labios, llevando una mano a explorar mis nalgas, poco a poco uno de sus dedos se fue abriendo paso entre estas, hasta dar con lo que buscaba, me estremecí resoplando ante la presión que ejercía y al poco noté como se adentraba despacio, dolía un poco, pero no mucho, hice una mueca de disgusto, era una sensación extraña, no me terminaba de gustar, varios minutos después, sentí un segundo dedo, el dolor se hizo algo más punzante, pero soportable, luego un tercer dedo se unió a la fiesta, a esas alturas la sensación de sus dedos no me resultó tan mala, dolía un poco pero muy poco y él se encargaba de distraerme con besos por aquí y mordiscos por allá. Retiro los dedos después de un rato y se irguió acomodándose, llevándose mis piernas a las caderas.
-No aguanto más...- me confesó en un murmullo, sentí algo cálido ejerciendo presión sobre la entrada de mi pequeña cueva, yo le miraba tenso algo nervioso -Relajate... -respiré hondo intentándolo, solté un gemido, no de placer si no de dolor al sentir que aquel monstruo de cabeza sonrosada se abría paso entre mis entrañas. Eriol lo hizo despacio, de la forma más suave que pudo- Si quieres paro...
-No... no... puedo aguantar -murmuré como pude intentando calmarme. Fue un momento interminable, no paraba de entrar y entrar, crei que su polla no tenía fin, hasta que gracias al cielo se detuvo, ya estaba toda dentro. Eriol se inclinó sobre mi apoyando las manos en el sofá, a cada lado de mi cuerpo, su respiración se mezclaba con la mia, me beso tierno un breve instante, me miraba como si me pidiera perdon.
-Va bien?... -me preguntó con un tono de preocupación, yo asentí, el dolor menguaba poco a poco, acaricié uno de sus costados. Él me sonrió con esa ternura que acababa de descrubir en él.
Eriol comenzó a moverse despacio, le sentía salir y volver a entrar con parsimonia, tomándose su tiempo para que me acostumbrara, me dolía aún, pero ya muy poco. El rostro de mi compañero era un poema, había valido la pena aguantar ese dolor solo por verle esa expresión de placer. Ya le iba cogiendo el gustillo a esa sensación, comenzaba a ser agradable. Eriol fue aumentando el ritmo gradualmente, de su garganta comenzaron a salir suaves gemidos para mi mayor deleite y excitación, verlo así casi hacia que me quisiera correr. El sofá crujía bajo nuestros cuerpos, me daba la sensación de que se iba a romper, Eriol estaba como una moto ya había sobre pasado el límite de velocidad, me daba besos y más besos, llenandome de estos, murmurando mi nombre una y otra vez, sentía un cosquilleo de felicidad cada vez que lo hacía. Dejó su frente sobre la mía, ambos nos mirabamos fijamente, respirabamos del aliento del otro y nos deleitabamos con nuestros gemidos y jadeos, mis manos recorrían sus costados prensando los dedos sobre su piel, dejando marcas sonrosadas en la blancura de la misma. Nos fundimos en un apasianado beso, casi devorándonos mutuamente, me embestía con fuerza y rapidez, comencé a masturbarme rápido casi con furia, no estaba seguro de aguantar mucho tiempo más ni él tampoco. Separó nuestras bocas gimiendo ahogado sobre mis labios, le bajó a la velocidad de las embestidas, se puso tenso y su rostro era una mueca de puro placer, soltó un bufido gutural y poco después noté un líquido caliente derramarse en mi interior. Nos corrimos casi al mismo tiempo. Eriol se desplomo agotado y sudoroso sobre mi cuerpo, besé su mejila con cariño dejando los labios contra esta, sumiendome en un profundo sueño casi inmediatamente.
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Aquí va mi segunda parte del relato, esta me costó bastante, sobre todo por la parte más picante, y me quedó algo larga... En todo caso, espero que les guste. Muchas gracias por los comentarios y las valoraciones, espero mejorar con el tiempo.