Erika, la insaciable
Erika goza acumulando hombres, sin que su esposo sospeche que su recatada esposa es una fiera sexual.
Autor: Salvador
Erika, una mujer insaciable
I
Una muchacha ardiente
Su hermoso cuerpo empezó a sentir los embates del deseo sexual a una edad en que sus amigas no dejaban aún sus juegos infantiles. Erika desarrolló un inusual apetito sexual antes de que su cuerpo de niña se desarrollara y adquiriera las hermosas formas que ahora le adornan y que capta las miradas de los varones a su alrededor, cosa que a ella le satisface de sobremanera.
Cuando sale del brazo de su marido o cuando asiste a una reunión social, está conciente de que ella capta la atención de todos los varones a su alrededor, pues se ha preparado precisamente para ello, con sus vestidos extremadamente ajustados a su bello cuerpo, con minifaldas que usa para resaltar ese par de piernas de las que se siente tan orgullosa, dos columnas bien formadas, rellenas y con unos muslos apretados que invitan a ver entre ellos. Ella sabe del efecto que causa y eso la excita. En la calle, del brazo de su marido, pasa como si no se percatara del efecto que produce, mientras él, henchido el pecho de orgullo por ser el poseedor de esa hermosa mujer, la toma del talle con el típico gesto machista de quien se sabe el dueño de un objeto que los demás hombres desean y que no podrán tener. Su sonrisa de suficiencia le dice a todos: "miren, disfruten, pero solamente yo soy el que la posee, el dueño de ella, el que le hace el amor cuando quiere. Esta hembra es solamente mía".
Mario ignora la doble vida de su esposa. No sabe aún que su dulce esposa, la recatada mujercita que parece no saber nada de sexo cuando él la busca en la cama, la que nunca se ha decidido a aceptar sus deseos de que bese su verga, la que sólo sabe abrir sus piernas para que él la penetre hasta acabar y después darse vuelta para dormir, no importando si ella gozó, esa misma muchacha inocente se ha comido todas las vergas que deseó en su vida, en un rito que repite casi como una ceremonia: primero una mamada de experta, que saca gran parte del semen que esconde su pareja del momento y después una follada salvaje para sacarle lo poco que le queda en el cuerpo a ese feliz mortal que invariablemente termina enamorado de esa mujer que le ha hecho disfrutar del sexo como ninguna otra.
Ella alienta el deseo en los hombres pues sabe que estos, acicateados por la lujuria que despierta en esos machos sedientos de mujer, buscarán la manera de acercársele, de intentar captar su atención, de encontrar el momento adecuado para abordarla. Y ella es la que finalmente decidirá cual de ellos tendrá la fortuna de tenerla y disfrutar de su inagotable deseo por el sexo y su exquisita manera de vivirlo, aplicando la experiencia que ha adquirido en su dilatada vida entre vergas de diferentes tamaños y condiciones. Sí, porque Erika es toda una experta en vergas.
Tenía quince años cuando mamó su primera verga. Y diecinueve cuando una se introdujo por vez primera en su sexo. No fue desflorada en esa oportunidad pues ya no era virgen. La virginidad la había perdido con sus propios dedos mucho antes de que una verga se introdujera en su intimidad.
Su primera mamada fue a los quince años, al final de un paseo escolar. Un tonto y estúpido paseo escolar, al que en principio no deseaba ir, aunque iba con su amiguito. Ella prefería estar con él jugueteando en casa pues le encantaba el roce de su cuerpo cuando se abrazaban en la cama. Más de una vez había sentido que su cuerpo llegaba al clímax cuando su amiguito estaba sobre ella, abrazándola y besándola con la inocencia de los primeros años. Y en ese paseo no podría disfrutar la intimidad que la proximidad del cuerpo de Ismael le brindaba. Pero Erika no sabía que ese paseo sería trascendental en su vida sexual futura.
Todo sucedió normalmente, exceptuando por las cervezas que su amiguito le hizo beber durante el almuerzo y después, en la disco a la que fueron todos los compañeros. Ella se sintió algo mareada y su apetito sexual se avivó, como siempre le sucede con un par de copas. Ya en el bus de vuelta, fueron a sentarse en la última fila y empezaron a besarse y a tocarse, como lo hacían en la intimidad de la casa. Pero ahora las cosas eran diferentes. Ahora ella sentía que las cosas debían seguir adelante. Y fue ese el momento en que el instinto femenino le hizo jugarse de una manera que parecía destinada a cortar con el rico momento que estaban viviendo: le dijo a Ismael que tenía sueño.
El puso su cabeza en su falda para que ella se recostara, algo frustrado por la manera tan brusca que había terminado el interludio entre ambos. Pero la proximidad de la cabeza de ella en su falda le excitó al punto de que su verga se irguió amenazadora entre sus piernas, pugnando por subir. Fue entonces que Erika apretó con su mejilla el bulto entre las piernas de su amigo y preguntó "¿qué es esto?" El la hizo a un lado, abrió su pantalón e intentó sacar su sexo, pero era tanta la excitación que éste no podía salir. Entonces fue Erika la que fue en su ayuda y metiendo su mano en el pantalón sacó a la luz el pedazo de carne que palpitaba de deseo. Era una compacta masa de carne y venas, llena de vida.
Erika la tomó en su mano y empezó a pasarla arriba abajo por el tronco que tenía ante sí. Y sin esperar instrucción, la llevó a su boca, empezando a hacer su primera mamada, sin que nadie le hubiera instruido al respecto. Fue algo absolutamente innato. Nunca nadie le había instruido ni nunca antes nadie le había comentado algo al respecto. Solamente una vez había visto una revista en que una niña tenía una verga en la boca y esa imagen la había impactado, deseando vivir esa misma experiencia. Y ahora había llegado su oportunidad, dedicándose a mamar el instrumento de su amigo sin ninguna experiencia, sin que le dieran instrucciones, obedeciendo solamente a lo que su ardiente naturaleza le indicaba.
Ismael tomó su cabeza y la apretó sobre su verga, echando la cabeza atrás y cerrando los ojos le instaba a que continuara, lo que ella hacía con mucho gusto.
"Mmmmmm, ricooooooo"
El chorro de semen que bañó su rostro le indicó que lo había hecho bien, que por vez primera había hecho gozar a un hombre con sus labios. La experiencia era increíble para ella: sentía que ese hombre estaba en sus manos y que podía hacerle acabar cuando ella quisiera, haciendo que su cuerpo quedara completamente a su merced, de manea que con un apretón de sus manos o de sus labios o con apresuramiento de su mamada podía hacer que ese hombre quedara completamente a su disposición, regalándole su energía interior hasta quedar completamente inerte después de ello.
Esa experiencia fue tan increíble para Erika que a partir de entonces se dedicó a chupar y mamar vergas, convirtiéndose en toda una experta, antes de cumplir los dieciséis años. Y siguió en esa senda pues no deseaba entregar su virginidad aún pues esperaba al hombre adecuado, el que sería su esposo, el poseedor de su tesoro. Y para satisfacer su deseo se valió de sus propios dedos, lo que le permitía el goce sexual, aunque ella estaba conciente de que era en menor grado del que sentiría con una verga de verdad en su interior. Entre mamadas y masturbaciones creía poder sobrellevar su apetito sexual.
Pero nuevamente el licor fue la causa de que su vida tuviera un giro radical en lo sexual, porque fue precisamente cuando ella se embriagó por vez primera cuando su virginidad se fue al tacho de la basura. Es más, fue doblemente penetrada.