Erica y Samantha (Historia de una hermafrodita 5)

Las chicas terminan en el spa y se van de compras... Pero la parada final será en casa de Samantha, donde culminarán este fin de semana perfecto con un masaje muy especial.

Fuimos por el circuito de piscinas termales, cada piscina de una temperatura. Por

un rato nos dejamos llevar, sin hablar de nada, disfrutando de los distintos baños, pero compartiendo el placer con nuestras miradas. Luego nos metimos en la sauna húmeda y luego en la seca. La seca me gustaba más, pero apenas podías respirar por lo caliente que estaba el aire. En teoría tenías que aguantar diez minutos y estar un máximo de un cuarto de hora. Nos pusimos en una esquina y empezamos a sudar casi al instante.

Hablamos de nuestros gustos. Descubrí que Sam era una verdadera cinéfila, pero que no sabía muy bien por donde empezar. Siempre acababa viendo las mismas películas una y otra vez porque no se fiaba de que las que fuese a ver nuevas le gustasen. Yo no lo entendía:

  • Y entonces, si te cuesta tanto ver pelis nuevas, cómo sabes que te van a gustar o no? Quien sabe si las pelis que están por venir son las que luego te gustarán más que ninguna!

  • Ya lo sé! Pero me cuesta un mundo. Tengo Netflix y una tele de no se cuantas pulgadas, pero cuando decido ver una peli me quedo como una idiota revisando el catálogo de pelis y sin decidirme. Todo para que al final, elija una de las que ya vi!

  • Te imagino! – Me reía mientras el sudor me chorreaba por la frente y mejillas y lo notaba bajar por el canalillo.

  • No te rías! Soy una indecisa por naturaleza... te daría un azote, pero hace demasiado calor. - Sam se apoyó en la pared de madera de la sauna. - Y a ti que te gusta ver o hacer?

  • Yo soy más de ver series y leer libros. Aunque realmente soy muy friki!

  • Friki?

  • Sí, me encantan los mangas y las series de animación, los animes. Ahora se han popularizado mucho más porque en Netflix y demás plataformas hay un amplio surtido, pero siempre me han gustado.

  • Vaya, quien lo diría! - Me miró como evaluándome. Pero sí que das el pego de friki! Debí imaginármelo! - Se rió. - Seguro que ves series de esas cerdas de japoneses! - Se acercó a mí. - Venga, confiésalo, cuando tienes que... "liberarte" en casa, que ves?

  • No, idiota! Bueno... alguna vez... - Nos miramos y nos reímos a carcajadas. - no veas, menudos argumentos tienen algunas! Pero sí, veo porno, algún problema? - Me puse roja.

  • Tonta... - Sam abrió los brazos y hizo ademán de mirar abarcando toda la sauna. No había nadie. - EH, VENGAN TODOS, MI NOVIA SE PAJEA VIENDO PORNO!

  • Cállate!!! - Mi mano voló a su boca tapándosela, yo ya no estaba roja, estaba morada. - Te van a oír!

  • Jajajaja tranquila, no ves que no hay nadie? Además las saunas están insonorizadas. Para pedir ayuda o si se atranca la puerta (aunque nunca ha pasado, según la empresa) tenemos un par de botones en cada lateral de la sauna. - Volvimos a recostarnos. - Además, todo el mundo ve porno hoy en día, es normal. Yo también lo veo. - Me susurró. - Quizá por ver las dos tanto porno nos hayamos vuelto unas pervertidas que andan haciendo travesuras por media ciudad y sólo en un fin de semana. No me imagino lo pervertidas de seremos de aquí a un año... - Ahí si que nos dió la risa hasta el punto de doblarnos y llorar como dos idiotas. Salimos de la sauna riéndonos e intentando coger algo de aire fresco.

Seguimos charlando animadas en el vestuario cuando volvimos a vestirnos y a guardar las cosas del baño. Salimos del spa y nos despedimos de la recepcionista. El sol brillaba y el día era perfecto.

  • Bueno, que tal? Te lo has pasado bien? - Sam me cogió de ganchillo y nos dirigimos andando hacia la parada del bus.

  • Muy bien, el sitio es genial. Me quedó mucho por ver, pero por lo demás, perfecto.

  • Me alegro, no te preocupes que ya volveremos. Ahora tengo que ir a un sitio, pero no puedes venir conmigo. Es un outlet aquí al lado a cinco minutos. Que iría comprar Sam? Muerta de curiosidad, me dejé llevar por Sam hasta la entrada del outlet. - Bueno, aquí nos separamos. Tu a la derecha y yo a la izquierda. En media hora nos vemos aquí, okei? Puedes mirar cosas y comprar lo que quieras mientras. - Me dió un beso y se fué.

Yo paseé sin rumbo por las tiendas, mirando el móvil, sentándome en los cómodos sofás con enchufes para cargar los móviles que había en los reposabrazos. Mirando el móvil me percaté que mi funda ya estaba aljo vieja y fuí a comprarme una. Al volver de la tienda de fundas de móvil, me paré en el escaparate de una tienda de piercings. Siempre había querido tener un piercing, aunque no sabía donde. Decidí que me haría uno la próxima vez que pasásemos por aquí y le preguntaría a Sam su opinión de dónde me quedaría mejor. Pensaba persuadirla para que se hiciese uno conmigo.

Pensé en cuanto había cambiado mi vida Samantha. Antes de conocerla estaba tan procupada por no poder encontrar una pareja que me aceptase tal como soy... Recordé que mi chequeo y decisión de si operarme para el cambio de sexo era este mes. En teoría, según mi madre y el médico, me harían unas preguntas unos psicólogos de la seguridad social y harían un informe según lo que yo les contase. Luego tendría la cita con mi médico que llevaba mi caso y decidiríamos el rumbo a seguir. Si quería seguir como estaba o si quería cambiarme y tener solamente una vagina y un clítoris reconstruido.

Hasta este momento la respuesta había estado muy clara. Iba a operarme. Para encajar con la sociedad. Pero en mi interior tenía muchas dudas durante todos estos años. Disfrutaba de mi polla. Claro que era algo molesto para ser una "chica" según los cánones de la sociedad. Vestirme, ponerme un bikini, etc, eran tareas complicadas y una parte de mi negaba ese órgano masculino. Eran pensamientos que me asaltaban de vez en cuando, ya que realmente era feliz como era. Tenía que tener cuidado, pero era feliz. Disfrutaba de mi pene, de las masturbaciones, de mis testículos. Me excitaba vérmelos y jugar con ellos. Supongo que como a cualquier persona de a pie. La cita era para la semana que viene así que tenía tiempo para hablarlo con Sam y con mi madre y pensármelo. Además, podía posponerlo y decidir quedarme así por ahora y luego con el paso del tiempo pedir el cambio. Pero Sam había cambiado todo y en el fondo de mi corazón ya no quería cambiarme. Sam me quería tal como soy y ponía en valor mi condición, apoyándome para que no me diese tanta vergüenza y tuviese más confianza en mi misma.

Viendo el móvil me fijé en la hora. Dios, que rápido pasa el tiempo, ya habían pasado treinta y cinco minutos! Volví a la entrada y vi a Sam en la distancia. Sonreí. Estaba preciosa, la quería tanto...

  • Hola! Donde te habías metido? Yo pensando que te estabas aburriendo como una ostra y resulta que estabas entretenida eh? - Nos dimos un beso. - Que tal?

  • Muy bien! Me he comprado una funda del móvil. - Se la enseñé, era una funda de Harry Potter, con dibujos de los personajes, animales, escobas, varitas... - Que te parece?

  • Joder que chula! También eres fan de Harry Potter?

  • Si, me gusta leer y todo lo que tenga que ver con esos libros y pelis me encanta! Ya te dije que era una friki!

  • Que friki, si eso le gusta a medio mundo ya! A mi me chifla! Sería una jugadora profesional de Quidditch si pudiera!

  • Dios... Quien es ahora la friki? - Nos reímos.

  • Bueno, lista para ir a comprar ropa? Yo ya compré lo mío. - Alzó una ceja con picardía y señaló a una bolsa que llevaba en la mano. - Pero no te puedo decir lo que es.

  • Bueeeeno, esperaré a saberlo. Pues te iba a decir de tomar algo antes de ir a casa y pedir comida india, tengo que hablar contigo de algo serio.

Su cara se tiño de preocupación.

  • Oye Eri, me estas preocupando, suena a lo típico de "tenemos que hablar y no te va a gustar".

  • No, no, no te preocupes, no es nada malo. Te parece si vamos a ese bar?

Fuimos al bar y nos sentamos en una mesa algo alejada. Pedimos unos refrescos y nos sentamos. Sam no se hizo esperar.

  • Venga, suéltalo, no soporto cuando me hacen eso! - Su mohín de preocupación me enternecía.

  • Que no es malo! Ven aquí. - Llevé mi silla junto a la suya y le cogí la mano. - Verás. Cuando me diagnosticaron el tema del hermafroditismo y la hipersemenia o hiperespermia, me fueron evaluando tanto psicológica como físicamente en diversas etapas. Me dijeron que una de las evaluaciones más importantes se daría a mis dieciséis años. En ella, en función de mis resultados en las pruebas psicológicas y físicas, podría decidir si quería llevar a cabo el cambio total de sexo. Es decir, quitarme el pene y los testículos y ponerme un clítoris y uretra reconstruidos. Mi madre me habló de esto durante este año, después de cumplir los quince. Antes me lo había comentado pero de forma mucho menos técnica y más suave. No tengo ningún miedo, pero antes de... conocerte, pensaba hacerme el cambio sin dudarlo.

Sam estaba algo pálida y seria, me apretaba la mano fuerte. Su contacto era reconfortante. Se notaba que estaba atenta y me alentaba a seguir, pero que tenía miedo de la conversación. Era un tema importante.

Quería hablarlo contigo porque la fecha de la revisión se acerca y he decidido que voy a quedarme como estoy. Disfruto de mi cuerpo y además, sé que me quieres tal como soy. Desde el minuto uno no me miraste como un engendro, si no como algo precioso, además de que... - Susurré – Veo que disfrutas mucho con mi... Ya sabes. - Reí para quitarle seriedad al asunto. Sam esbozó una sonrisa, pero seguía pálida.

  • Esto... esto es muy importante, Erica, piénsalo bien... No quiero que condiciones toda tu vida por mí! Es mucha responsabilidad!

  • Sam... tranquila... respira hondo. - Dejé que Sam se recuperase de tanta información y bebí del refresco. La invité a hacer lo mismo. - Mejor? - Asintió. - Bien, ahora escúchame tu a mí tal como yo te escuché hoy por la mañana. Esta decisión no depende de ti. Tu sólo me has querido tal como soy y eso me hizo ver que hay cosas más importantes que la aceptación de la sociedad. Estos días me has enseñado que tengo que valorarme a mí misma tal como soy, a no esconder, al menos no esconder y reprimir del todo mi pene y testículos. Que eran parte de mí y que si se notaban, pues que se notasen, como en el spa y el bañador. Esto me ha hecho más fuerte y me ha hecho ver lo que ya venía pensando todos estos años: Que me gustan mi pene, mis testículos y mi vagina. Me gusta mi cuerpo, tal como está. Y que tu aparecieses ha sido también como una señal.

Comprendes que mi decisión no es sólo por ti, si no que sólo me has ayudado mucho sin pretenderlo?

  • Sí. - Sam intentaba rehacerse. Poco a poco volvía su seguridad natural. - Creo que sí.

  • Así que, quiero tu opinión, tu consejo. Como pareja. - Nos miramos a los ojos. Sam respiró hondo y habló.

  • Mi consejo es que sigas a tu corazón. Yo te querré decidas lo que decias Erica, quiero que lo sepas. Estaré ahí para apoyarte en todo. Yo te quiero tal como eres y tal como decidas ser. Ya sabes. Contra viento y marea. - Me sonrió. Esta vez era una sonrisa madura, sabiendo lo importante que era el momento. Me apretó la mano.

  • Pues he decidido que no voy a cambiar. Soy feliz como soy. Y ahora que te encontré, mi felicidad es plena. - Lágrimas pugnaban por salir de mis ojos y decidí no evitarlas. Acabaron surcando mis mejillas. Eran lágrimas de felicidad, tanta, que me eché a reir. Sam me imitó y vi que ella también lloraba.

  • Dios, que profundo todo y que tontas somos llorando de esta forma! - Nos acercamos y nos abrazamos. Nos besamos y Sam apoyó su cabeza en mi hombro. - No sabes lo feliz que me haces. Que compartas todo esto conmigo me hace sentir muy especial. - Nos quedamos un rato en esa postura, disfrutando del momento. Sam habló. - Entonces, cuando tienes la cita con el médico?

  • La semana que viene. Ya cumplí dieciséis hace unos meses y mi madre llamó para pedir la cita para este mes y nos la dieron para dentro de cinco días, este viernes por la mañana.

  • Tenemos que celebrarlo! - Sam saltó a mi hombro y me miró. - Tenemos que celebrar lo nuestro y tu decisión que quedarte como estás. Tienes pensado algo? Porque... - Sam miró hacia abajo. - Bueno, tu estabas preocupada por mis amigas, pero yo también por los tuyos, crees que me aceptarán? - La pregunta me pilló totalmente desprevenida. Nunca había pensado que eso fuese un problema, tenía muy pocos amigos, aunque eran muy buenos. Eran una pareja, un chico, Javi, y otra chica, Ter de Teresa, aunque no éramos mucho de salir. Quedábamos, hablábamos por skype, etc y en las fiestas si que salíamos y desfasábamos. Ellos no sabían nada de lo mío, se lo oculté muy bien. Eran muy abiertos, no creía que tuviesen ningún problema. De hecho seguramente iban a fliparlo... Yo, con novia. Y una novia como Sam. Pero aceptarían a Sam de buena gana... o eso creía.

  • Pues claro que te aceptarán, pero no pienses que tengo a toda una tropa de amigos... Amigos amigos son dos realmente, Javi y Ter. Hicimos migas en el instituto. Con mis amigos de la infancia fui perdiendo contacto, aunque nos llevamos bien. No vas a tener problemas con ellos, Javi y Ter son majísimos. Aunque ya te digo que más frikis que yo!

  • Como si son extraterrestres, mientras no me miren en plan, "que hace esta aquí?" me vale.

  • Mujer, he dicho algo más frikis que yo, de ahí a extraterrestres... - Rompimos a reír las dos. - Bueno, pues ya pensaré algo entonces, habrá que salir por ahí o algo! Nos vamos a comer ya? Tengo hambre...

  • Venga, yo también. A esto que hemos pedido invitas tu! - Sam se levantó y recogió su bolsa, me guiñó un ojo y esperó a que pagase. Pagué y nos fuimos del outlet hacia la parada del bus. Siguó hablando. - Además he comprado alguna cosilla, pero no te la voy a decir. Satisfecha, se enfrasco en ver su twitter.

  • Eres de lo que no hay... - Suspiré. Decidí echar un ojo a mi instagram mientras el autobús llegaba. Cuando llegó nos subimos y nos sentamos casi atrás del todo. Estábamos demasiado relajadas como para decir nada. Pasaban los minutos volando mientras las dos navegábamos por internet. De repente Sam se levantó y pulsó el botón de parada.

  • Ya hemos llegado?

  • Menos mal que estoy atenta de en donde estamos, porque mira que eres despistada. - Me dió un pellizco en la mejilla. Me hice la ofendida. El bus paró al minuto y nos bajamos. Fuimos andando hacia su casa y decidimos ir eligiendo ya lo que comer por la app. Elegimos comida india y la pedimos. Ponía que tardaba una hora como máximo así que al llegar, dejamos los bañadores y toallas en la secadora y nos fuimos desnudas a su habitación para coger ropa cómoda de andar por casa. Coincidíamos en que quitar los sujetadores al llegar a casa era lo mejor del mundo. - Aunque a mí me pasa menos, ya que uso poco el sujetador. - Me sonrió con picardía. - Hala, que bien se te aguantan en el sitio las tetas, y eso que las tienes grandecitas. - Las cogió por atrás y las apretó. - Que envidia. Las mías se aguantan bastante bien porque las tengo más pequeñas. - Notaba los pezones de Sam en mi espalda, los tenía puntiagudos.

  • Pues yo tengo envidia de tus pezones. Son duritos, puntiagudos y perfectos. Los mios no tienen tanta dureza ni sobresalen.

  • Pues he de decirte que aunque a mí me gustan mucho los míos preferiría tenerlos como los tuyos. Tenerlos tan puntiagudos a veces es un engorro. Rozan contra las telas, se notan mucho... De hecho si los tuviese más como tú, me pondría mucho menos el sujetador.

  • Pues mira, ahora que estamos desnudas, he visto una tienda de piercings y tatuajes en el outlet. Siempre quise tener un piercing y un tatuaje o dos, tu qué te harías y dónde te lo harías? Y que me recomendarías hacerme a mí? - Nos tumbamos desnudas en la cama. Pasé mi dedo por todo el contorno de Sam. Estaba buenísima. Sam me recorrió con la mirada de arriba a abajo. De repente me miró a los ojos y dijo.

  • Me parece una idea genial. Y ya se cual sería tu piercing ideal. - Cerró los ojos y esbozó una sonrisa triunfal.

  • Vamos venga, dímelo ya! - Le pegué un azotito en el culo.

  • Pues... En los pezones! - Me los pellizcó suavamente.

  • Estás loca?!

  • Para nada! Creo que te quedarían genial. Además dijiste que los querías más puntiagudos y que sobresalgan algo... Pues si te pones piercings seguro que sobresalen más y te no se te bajan tanto. Dios... además sólo imaginarte con los piercings ahí ya me pongo a cien. - Puso una mano en su entrepierna y sacó un dedo algo húmedo y brillante.

Me miré los pezones. La idea no era tan descabellada. Quizá me quedasen bien. La verdad es que alargué mi mano para coger el móvil y buscar fotos de piercings en los pezones. Y quedaban genial! Pensé en esos que tenían dos bolitas, una a cada lado del pezón y que los atravesaban.

  • Pues quien sabe... No se si me quedarían bien, además de que tiene que doler muchísimo.

  • No te lo voy a negar, no se nada de eso, pero seguro que duelen. Aunque prometo estar a tu lado y apretarte muy muy fuerte la mano.

  • Menudo consuelo. - Nos echamos a reír. - Bueno, lo pensaré. Pero a cambio tienes que hacerte uno tu. Y ya se donde. - Sam alzó una ceja. - No, en ninguna parte de las que piensas, pervertida.

  • Oye, ya lo que me faltaba, un piercing en pezones o clítoris, como ya tengo pocos problemas para no correrme en el día a día delante de todo el mundo, quieres añadirle estimulación al asunto...

  • Que noooo, me refería al ombligo. Creo que te quedaría genial. - Mi dedo recorrió su cuerpo hasta llegar al ombligo. - Aquí. - Señalé justo encima el casi perfecto agujero del ombligo de Sam. Un piercing ahí tenía que quedarle genial a su cuerpazo.

Sam quedó pensativa. Luego sonrió. Me encanta eso de ella, esa sonrisa con un punto de picardía y de locura.

  • Venga, hagámoslo. Este mismo fin de semana que me voy a tu casa a dormir, nos hacemos los piercings. - Se sentó en cama con las piernas cruzadas y estiró su mano hacia mí. Yo hice lo mismo y se la estreché, como dos ejecutivos que llegan a un acuerdo.

  • Hecho.

  • Venga, bajemos a ver la tele y esperar la comida. - Sam se levantó y me tendió los dos albornoces que tenía, uno para ella otro para mí. Me lo puse, disfrutando del tacto del suave tejido y bajamos descalzas al salón.

Finalmente llamaron al timbre, era el repartidor. Sam le abrió y me dijo.

  • Eri porfa, cógele la comida mientras yo preparo los platos y cubiertos.

Fui a la puerta y esperé para abrirle cuando llegase. Justo antes de llegar, Sam pasó por detrás de mí y me abrió la parte de arriba del albornoz. Se escabulló riéndose mientras me daba el tiempo justo a taparme cuando el repartidor abrió la puerta entreabierta. Su mirada era un poema, se puso rojo al momento. Yo me puse casi morada y con un tímido gracias me cogí la comida. El repartidor tartamudeó "un de nada, que aproveche" y se fué. Recuperándome, dejé la comida en la mesa de la cocina y fui a por Sam. Se partía de risa tumbada en el sofá. Me tiré sobre ella y le levanté el albornoz. Forcejeando, le pude dar dos azotes en el culo.

-Ay, ay, para, bruta! - Mi mano era bien visible. Unos dedos rojos marcados en su culo de piel pálida. - Me has dejado marcada!

  • Eso para que aprendas. Me has hecho pasar una vergüenza increíble!

  • Venga, vamos, que apenas vió nada. - Seguía riéndose.- Seguro que te has empalmado con la situación, o no? - Su mano se dirigió certera hacia mi pene, que tenía una erección a medias. - Ves, lo sabía! Ya empezabas a empalmarte. - Me apretó fuerte mi tronco. - Pero tienes que guardarlo para después! - Me soltó, ya la perseguí y nos hicimos cosquillas. Finalmente preparamos la comida en los platos y comimos mientras charlábamos.

Acabamos de comer y ya habíamos remoloneado una hora en el sofá cuando Sam dijo.

  • Bueno, ya va siendo hora, acompáñame arriba. - Fuimos de nuevo a su habitación. Bajó los stores de las ventanas. Una suave luz amarillo-anaranjada iluminaba la habitación. - Ahora, ve al otro baño a lavarte los dientes y espera allí hasta que te diga.

  • Cuanto secretismo para un masaje, además que te lo tengo que dar yo a tí!

  • Tu calla y vete. - Me empujó hacia el pasillo y me fui al baño. Me lavé los dientes a conciencia y repasé mi pene. Tiré mi piel hacia atrás. Estaba perfectamente limpio, el agua del spa lo había lavado a conciencia. Ya habían pasado unas horas y notaba un hormigueo en los testículos, que ya estaban algo hinchados. Mi polla estaba medio empalmada, como preparándose para la guerra. Me la masajeé un poco y creció en mi mano. Cuando pasados unos minutos Sam me gritó que ya podía ir, se notaba mi erección a pesar del albornoz.

Cuanto entré, vi que Sam había puesto velas por la habitación. Habría unas seis o siete velas que daban un ambiente íntimo. También había bajado casi del todo las persianas, por lo que la luz de fuera era mínima, pero confería a la habitación una iluminación muy íntima. Me quité el albornoz dejándolo caer suavemente al suelo. El susurro de la tela era lo único que se escuchaba. Sam tenía una mesita supletoria para poner comida cuando le apetecía comer en cama o poner el portatil. Tenía un sólido soporte a un lateral de la cama y se desplegaba una bandeja hacia el interior de la cama. La había desplegado y en ella había un cuenco con lo que parecía aceite y otros objetos. Habían una pluma, un pañuelo, un lazo rojo, un antifaz... Pero también dos pares de pinzas, un vibrador, lo que parecía un anillo de goma vibratorio y por último, un trio de plugs anales. Había visto alguno por internet, aquí había tres, de tres tamaños, uno pequeño, otro más grande y otro que era bastante más grande aún. Yo me quedé con la boca abierta... Era esto lo que había comprado Sam? O ya tenía algo de esto en casa? Estaba alucinando, era como una bandeja de operaciones donde los cirujanos tienen todos los instrumentos para operar, pero aquí todos los intrumentos estaban para dar placer. Iba a abrir la boca cuando vi algo más. Una nota doblada que decía:

"SILENCIO! No digas nada, prohibido hablar hasta dentro de una hora al menos.

Haz conmigo lo que quieras con lo que quieras, puedes hacerme DE TODO. Sam.

Pd: El aceite también es lubricante..."

Leí la nota varias veces con la boca abierta. Mi polla despertó como por arte de magia, estaba muy erecta, casi del todo. Dejé la nota y subí a la cama, titubeante. Me tumbé encima de Sam, que estaba bocabajo con la cabeza metida en un cojín que tenía un hueco en medio, parecido a un flotador. No le podía ver la cara ni siquiera de perfil. Dió un respingo al notar el peso de mi cuerpo. La fui besando desde la nuca lentamente por la espalda hasta el comienzo de su culo perfecto. Me puse de rodillas, con una rodilla a cada lado de las piernas de Sam y decidí empezar con un masaje.

Puse la mano en el cuenco y cogí bastante aceite, que froté sobre su espalda. Estaba algo caliente, debió calentarlo en el microondas, era muy placentero. Lo extendí sobre su espalda desnuda y mi erección era ya total. Noté que apenas tenía sitio para mi polla, rozaba y se aplastaba contra la parte baja de la espalda de Sam y no era del todo cómodo... entonces, masajeé mi polla lentamente con las manos y el aceite, embadurnándola bien, para que con mis movimientos, escurriera sobre la piel de Sam, dándome un cosquilleo y haciendo que mi pene cabeceara. Lo miré bien. Creo que ninguna vez anteriormente había alcanzado una erección así, tan firme, tan grande, con las venas marcándose alrededor del tronco, brillante y dura como una piedra. Cerré los ojos mientras me daba placer y unté también de aceite las nalgas de Sam, donde ahora estaba encajada mi polla. Inconcientemente, mi cadera se movía lentamente haciendo que las nalgas de Sam me hiciesen una cubana excelente. Seguí así con la cadera, muy lentamente, mientras mis manos masajeaban toda la espalda de Sam. Mis dedos recorrían su espina dorsal lentamente, mientras ejercía presión... Mi recorrido terminaba en sus nalgas, que aprovechaba para acariciar y apretar ligeramente. Durante unos minutos me entregué a masajear a Sam de la mejor forma posible, pero tampoco teníamos mucho tiempo... Una hora... y quería usar todos los objetos de la mesilla.

Unté bien mis manos con aceite y lo restregué en mis tetas, cuyos pezones estaban duros. Sentía un cosquilleo de placer anticipatorio de lo que vendría, dándome gusto en los pezones, pellizcándomelos levemente, mientras mi polla cabeceaba y yo la restregaba por la raja del perfecto culo de Sam. Cuando mi cuerpo estaba aceitoso y resbaladizo, me tumbé directamente sobre Sam, apoyando mis manos en el colchón, mientras frotaba mis tetas contra su espalda, como en un masaje tailandés. Cuando mi cuerpo se pegaba al suyo, mi polla estaba muy apretada, no cabía entre nosotras. Separé mi cadera de su culo y con una mano, sin despegar mis tetas de Sam, dirigí mi polla a la entrada de su coñito. Estaba chorreante y dilatado, esperando a engullir mi pene. Se la metí hasta la mitad, por lo que al tumbarme del todo, mi comodidad era total. Deslicé mi cuerpo sobre su espalda, mientras que con ese movimiento mi polla entraba centímetro a centímetro. Finalmente entró del todo en el momento en que mi boca llega a su oreja izquierda. Lamí y chupé su lóbulo, su nuca y el lateral de su cuello. Notaba que Sam gemía en bajito mientras mi falo la taladraba hasta el fondo de su cueva. Cerré los ojos y me dejé llevar, bombeando con la cadera lentamente mientras mi boca besaba y mordía levemente la nuca y hombros de Sam. Finalmente se corrió, con espasmos que notaba en mi tronco, apretándolo y liberándolo. Su cuerpo pegado al mio se electrizaba y notaba que su boca mordía la almohada gimiendo sin parar mientras yo no paraba de penetrarla como podía, ya que por la postura y por lo resbaladizas que estábamos, mi polla se quería salir en cada embate.

Me despegué de Sam y saqué mi tronco de su cueva, cuya entrada se dilataba y se contraía sin parar. Cogí dos de los cojines que había por la cama y los puse bajo el vientre de Sam, lo que hizo que su culo estuviese a una altura cómoda para mí. Entonces me aparté un poco y unté bien de aceite todo el ano de Sam. Noté como daba un respingo al tocar esa zona, pero me recreé bien. Recorrí todo alrededor de su apretado agujerito y noté que respondía a mis caricias relajándose... Con cuidado, puse un dedo dentro, lentamente hasta llegar al fondo. Sam soltó un respingo de sorpresa, temblaba y movía la cadera intentando facilitarme el camino... Podía oir sus gemidos atenuados. Estaba muy caliente dentro, lo notaba totalmente lubricado. Lo saqué del todo y vi que mi dedo estaba perfectamente limpio. Seguro que se había limpiado o hecho algo, de ahí que no tuviese miedo a que probase esos plugs anales que seguramente había comprado a la tarde... si es que ya no los tenía en casa. Cogí el menor de ellos y lo chupé dejandome llevar. También estaba templado, quizá les había dado calor para que no estuviesen frios al usarlos. Sam había pensado en todo! Puse la punta del plug en su ano y apreté lentamente. Entró sin problemas hasta su tope, que tenía un brillante azul al final. Era precioso, esa visión era perfecta. Mi polla iba a estallar con la tremenda erección que tenía.

Miré la mesilla para saber qué usaría a continuación... Mi mano pasó por todos los objetos y finalmente elegí el anillo para mi pene. Lo estiré y me lo puse hasta el fondo del tronco, donde me apretó de una forma deliciosa. Tenía un apéndice dilindrico con un interruptor muy pequeño. Lo pulsé y empezó a vibrar, dándome un placer que nunca antes había sentido. Mordí mi labio inferior con los ojos cerrados, saboreando la sensación... Al abrir los ojos ví mi polla, que estaba mucho más roja y con las venas más marcadas que nunca, era la mayor erección que había tenido en mi vida, dura como una piedra. Tenía que aprovecharla, pero faltaba algo más. Me tendí sobre Sam y cogí sus muñecas. Las llevé hasta su espalda y con el largo lazo rojo de la mesilla, até fuertemente sus manos unidas, como si estuviese esposada. Mientras, se la metí entera en su coño, mientras tiraba del lazo con sus muñecas atadas hacia atrás, haciendo que sus hombros tirasen hacia atrás su cuerpo y su espalda se arquease. Sam gemía ya sin contenerse. Con una mano mantenía en el aire sus manos atadas mientras con la otra, cogí el antifaz y tiré de ella para ponérselo. Se lo puse y empecé a bombear con ganas. Me la follé duramente, sintiendo como en su interior, totalmente encharcado y ardiendo, notaba en la parte de arriba de mi polla al meter y sacar un bulto pequeño que aumentaba mi placer... Era el plug anal, que me rozaba desde el interior de las pareces del recto de Sam, comunicando con su coño.

Bajé el ritmo, sintiendo como su cueva me apretaba, sacándola del todo hasta casi salir de Sam para luego volver a penetrarla hasta el fondo. Mientras, puse la yema de mi pulgar en el brillantito azul del plug y empecé a moverlo en círculos mientras Sam se retorcía de placer. Miré hacia la mesilla y sonreí. Estiré el brazo, cogí un poco de aceite y estirando el brazo cogí el plug de tamaño mediano. En su parte más ancha era algo más estrecho que mi polla, sería perfecto, quería notarlo en mi polla a través del coño de Sam. Saqué el plug pequeño del culo de Sam y sin dar tiempo a su agujero a cerrarse del todo, puse la punta del plug mediano y empujé lentamente hasta el fondo. Este plug tenía un brillante verde. Sam se quejó gimiendo y lanzó un gritito bastante alto. Le pegué un azotey en ese momento noté cómo se corría. Chorreando líquido por la manta de la cama, mientras mi polla chapoteaba en su interior con mis embestidas y notaba que este nuevo plug se marcaba más en la vagina de Sam. Notaba como me venía el orgasmo, como una ola de mar que se ve llegar en la lejanía, así que decidí bajar el ritmo y cabalgar esa ola. Aún tenía en la mano el plug que saqué del culo de Sam. Lo embadurné de aceite y me lo puse en mi propio culo, hasta el fondo y de repente. Noté un dolor pequeño, pero en seguida mi ano se adaptó. Apenas podía más, pero iba a surfear ese orgasmo como nunca antes!

Una mano tiraba de las muñecas atadas de Sam hacia atrás, arqueaba su espalda a lo máximo que daba, mientras mi polla entraba y salía a toda velocidad de su castigado coño. El apéndice vibrador de mi aro golpeaba su perineo y al plug que tenía enchufado en su recto, haciendo que Sam se corriese sin parar. Mi otra mano azotaba el culo de Sam y luego masajeaba mi propio plug, dándome un placer anal que me llevaba hasta la locura. En todo momento notaba la vibración de mi anillo y el bulto que me rozaba en el interior de Sam a causa del plug ana. Era demasiado. Entonces sí, grité como una loca cuando con un movimiento taladré a Sam hasta el fondo, dispara ndo todo mi semen en su útero y en su vagina, una cantidad tal que chorreaba a presión entre mi polla y sus paredes vaginales. No solté las muñecas de Sam hasta que no descargué toda mi leche en su interior, mientras Sam temblaba de arriba a abajo con espasmos casi violentos. Ella también gritaba como una loca. La solté y cayó, atada y desmadejada sobre la cama.

Saqué lentamente mi polla y justo cuando mi capullo salía de Sam, salieron borbotones de mi semen y su flujo sobre la manta varios hilos de líquido blanco y transparente como una cascada. Con suavidad, retiré mi anillo y mi plug anal. Luego retiré con mucho cuidado el plug del culo de Sam, que dió un respingo al quitárselo. Seguía sin hablar. Dejé todo sobre la mesilla y desaté las muñecas de Sam. Tenían una marca roja donde había apretado el lazo, pero se veían bien. Luego quité el antifaz y la ayudé a tumbarse boca abajo de nuevo, intentando que no se tumbase encima del charco de semen y flujo.

La puse boca arriba girándola con cuidado y me derrumbé a su lado. Aún tenía algún espasmo involuntario de vez en cuando, pero eran muy leves. Tenía hilos de baba por su barbilla que limpié con cuidado con una esquina de la manta, estaba muy roja, sus pezones eran dos puntas totalmente erectas. Chupé uno de ellos mientras restregaba mi cuerpo resbaladizo contra el suyo. Luego ella se calmó y se acurrucó a mi lado. Yo recorría su silueta con mis dedos disfraídamente, mientras besaba su cuello, cara y pechos con dulzura y mi polla descansaba, ya fláccida, encima de su vientre. Estuvimos así un cuarto de hora. Sin decir absolutamente nada, en silencio, sólo tocándonos.

De repente sonó un tono suave en el móvil de Sam. Sam cogió su móvil y la apagó. Me miró y me dijo:

  • Ya podemos hablar... Pero no tenemos mucho tiempo para relajarnos, porque mis padres llegan en un par de horas y tiene que estar todo recogido! Se levantó con elegancia y subió la persiana. Entró mucha más luz, aunque su store prevenía de miradas indiscretas. Yo también me levanté y soplé todas las velas. Luego reuní todo lo que habíamos usado y lo llevé al baño para lavarlo. Sam cogió la manta y la puso en el cesto de ropa sucia. Puso todas las velas en un rincón de uno de sus muebles mientras yo lavaba con mucha agua y jabón los juguetes y los secaba. Los llevé a la habitación. Sam me miró con todos esos juguetes en las manos. Sonrió y dijo – Déjalos en el cajón de abajo de todo de ese tocador, bajo ese montón de ropa. - Yo lo hice. En un par de minutos más la habitación quedó como antes. - No dices nada? - Sam me abrazó por detrás.

  • No sé... Esperaba que dijeses tú algo... Una parte de mí piensa que se excedió con todo lo que te hice, pero la nota decía...

  • Exacto!!! - Por fin Sam estalló de alegría. Ya la notaba que sonreía y estaba feliz, pero ahora ya se le notaba a la legua. - Has hecho exactamente lo que has querido conmigo, tal como decía la nota! Y ... Me ha encantado. Ha sido lo mejor de mi vida. Pensé que me desmayaba con los orgasmos que tuve. - Me abrazó muy fuerte. - Has estado impresionante... Aunque hay cosas que no usaste. - Me dió un azote en el culo.

  • Bueno... La verdad, no lo pensé. Sólo me dejé llevar por lo que veía y me apetecía... Pero supongo que podríamos usar las demás cosas en otras ocasiones no? - Me giré – Por cierto, dos cosas, ese vibrador y plugs los compraste hoy!? Y las pinzas, para qué querías usarlas?

Sam se rió con ganas. - Pues para que iban ser las pinzas? Para ponerlas en nuestros pezones o donde quisieras!!! - Me pellizcó un pezón con habilidad. Me quejé riéndome. - No se, las ví por ahí y las puse en el último minuto. Además, si vas a ponerte piercings en los pezones... es un buen entrenamiento! - Se volvió a reir. - Y el vibrador es mío. Lo tuve desde hace un par de años. Mis padres me explicaron lo mío y me dijeron que esto me ayudaría. Era de cabezal vibratorio, debía frotármelo en el clítoris y ya vendría el orgasmo muy pronto. Que debía hacerlo antes de salir de casa y siempre en intimidad, etc, etc, supongo que como tu madre te lo debió de explicar a tí el tema de la masturbación. - Me cogió de la mano y me llevó a la enorme ducha que tenían. - Nos da tiempo a una ducha para quitarnos todo esto... Los plugs y el anillo los compré hoy, el anillo es un regalo para tí, yo... no lo voy a usar. - Nos reímos. - Los plugs... siempre tuve curiosidad por el tema anal... Y no se... - Se puso toda roja. Se veía que el tema anal le daba vergüenza o algo.

  • Ajá... Pues dos cosas. Muchas gracias por limpiarte, estabas impecable!

  • Qué...? - Se metió en la ducha roja como un tomate.

  • No me chupo el dedo, sabes, aunque tú te lo creas. Te tuviste que limpiar con agua o algo ahí dentro, nadie está tan limpio así porque sí, que no te de vergüenza ninguna, cariño...

  • Ya... bueno, es que... - recuperó su habitual compostura altiva – ya ves, tienes fama de meter dedos donde no te mandan, como en el baño del cine! - Explotamos de risa mientras nos frotábamos la piel a conciencia para eliminar el aceite.

  • Que sepas que te puse el mediano y yo me puse tu pequeño tan pronto como salió de tu culo, entró en el mío!

  • Guarra!!! - Nos reímos de nuevo a lágrima viva. - Sí, ya lo noté, me dolió un poco, y tardé en adaptarme, pero finalmente fue una gozada. Aun me escuece algo... Pero ha sido genial. Por un momento pensé que ibas a acabar metiéndome el grande o tu polla y ahí sí tuve miedo de que me doliese de forma insoportable.

  • Que va... el grande es mas ancho que mi polla en su parte ancha. - Me acerqué y le susurré... - Tienes que entrenarte mucho, quiero acabar podiendo metértela toda por tu culo perfecto... - Sam iba a decir algo pero la besé. Se rindió a mis besos. El agua estaba muy caliente y nuestros cuerpos se frotaban con el jabón. Mi pene empezó a crecer un poco. Sam lo notó y lo acarició. Pero me separó con un suspiro y un movimiento.

  • No empezemos algo que no vamos poder acabar... - Asentí, la besé de nuevo y seguimos aclarándonos y hablando. - A la lista de juguetes voy a tener que añadir unas esposas, porque el lazo me rozó bastante, bruta! - Era cierto, tenía roces en ambas muñecas. - Pero... me puso a mil. - Bajó la cabeza y salió de la ducha, pasándome una toalla. Nos secamos. - Por cierto, das unos masajes cojonudos, espero que se repitan, aunque no acaben en sexo salvaje!

  • Pues nunca los había dado, sólo lo típico ver ver en películas o lo que te imaginas que es un masaje... Tendré que ver más tutoriales para hacértelos mejor!

  • Así están genial cariño. - Me besó con ternura. En silencio, nos vestimos. Yo recogí mis cosas en la maleta y bajamos al salón. - Ha sido un fin de semana tan increíble que no me lo creo. No me creo que esto sea real. No me creo que tú seas real! - Sam me abrazó.

  • Lo mismo digo... Es un sueño hecho realidad. - Cerré los ojos y disfruté del abrazo. - Estás llorando?! - No podía creer que la fuerte y dura Sam llorase en un momento así.

  • No, idiota, que voy a llorar? - Se limpió una lágrima con la manga rápidamente. - Cállate eh, no te burles! - La abracé de nuevo y nos reímos.

  • Bueno, ha llegado la hora, me tengo que ir a casa, a ver que dirían tus padres si nos viesen, hola, no solo tengo novia, si no que además hemos tenido un fin de semana de ocio, comida, compras y sexo salvaje en nuestra casa! - Ahora sí nos reíamos con ganas.

  • Me matarían! Mas que nada por no avisarlos... Supongo que no se chupan el dedo y sabrán que una tiene sus necesidades y cuando la casa queda libre un fin de semana... Lo que no se imaginan es que no sólo no es con un chico, si no con una chica tan increíble como tú. - Nos besamos, esta vez con ganas, con pasión. Sam me empujó fuera de su casa, puso su maleta y dijo. - Si no te vas ya, no te dejaré marchar! Ya hablamos por wass! - Y pegó un portazo, casi dándome en las narices – TE QUIERO! - Su voz llegaba atenuada por la pesada puerta. - Llámame cuando llegues!!!

  • VALEEEEE, IDIOTAAAAA. - Sonriendo de felicidad, me fui a casa. Me fui pensando en todo lo que ese fin de semana había cambiado mi vida. Y lo que nos quedaba...