Erica y Samantha (Historia de una hermafrodita 2)

Las dos jóvenes disfrutan de su recién iniciada relación, acudiendo a un centro comercial a hacer unas compras y a ir al cine... Algo que no las detendrá a la hora de experimentar su sexualidad y que iniciará su morbo por los lugares públicos...

Salimos del agua medio dormidas y nos secamos. Hacía tanto calor que ninguna se puso ropa, así que andábamos desnudas por casa. Recogimos todo lo que había en la entrada. Sami recogió mi conjunto rojo, y lo olió.

  • Hueles genial…

  • Gracias… pero tú sí que hueles bien… Ayer cuando vi tu tanga cubierto de… ya sabes, tuve que olerlo y saborearlo… Aunque luego ya te encargaste tú de eso poniéndomelo en la boca! – La miré entre divertida y sorprendida de que hubiera hecho eso nada más conocernos.

  • Bueno… es que me pusiste tanto viendo como lamías mi tanga que algo dentro de mí me encendió y lo hice por instinto… Pareció gustarte. – Me cogió el pene y le dio un apretón con cariño. Parecía gustarle juguetear con mi pene flácido. Y a mí me encantaba que lo hiciese.

  • Ya… anda que tú… mira que recibirme sin nada debajo… Si al final vas a ser una pervertida! – Me reí con ganas. Le pellizqué el culo. Ella se ruborizó.

  • Nunca llevo nada debajo cuando estoy por casa… Y sujetador, muchas veces salgo a la calle sin él. No tengo tantas tetas como tú, suertuda. – Se puso detrás de mí. Me gustaba, porque era más alta que yo y me hacía sentir protegida. Notaba su cuerpo pegado al mío, sus pezones erectos por la diferencia de temperatura de salir del agua caliente se clavaban en mi espalda. Me cogió las dos tetas por detrás, con sus manos y las masajeó con delicadeza, recorriendo suavemente con sus dedos los contornos de mi pechos, parándose a acariciarme los pezones. Me hizo suspirar... – Tienes unas buenas tetas Eri… y de lo otro también… - Bajó su mano por mi pecho, por mi ombligo, por mi bajo vientre... rozó mi pene con su mano y acarició lentamente los testículos, sopesándolos con la mano.- vaya, eres perfecta…! – Nos besamos y nos acariciamos el cuerpo. Nos cogimos por el culo y apretamos. Mi pene tocaba su coñito. Pero no había nada sexual. Sólo complicidad y amor. Cariño y caricias. Pero mi pene reaccionaba por si mismo, creciendo lentamente.

  • Mmmm tú sí que eres guapa… alta, rubia, unos pechos que no te cuelgan, perfectos. Y tu coñito es precioso… me encanta. – La acaricié con cuidado mientras ella gemía y se dejaba…

  • Bueno… tendremos que comer, no? – Me dijo ella.

  • Ya estoy comiendo… - Le dije mientras le daba pequeños mordisquitos en el cuello y le acariciaba su suave culito con las dos manos. – Pero tienes razón. Además, quiero ir al cine pronto y luego, damos un paseo y luego, venimos y nos preparamos una cena y luego vemos una peli o algo. Que te parece mi plan perfecto?. – En cada frase le iba dando un mordisquito y un beso, como para subrayarla.

  • Me parece demasiado perfecto… - Me besó en la boca con rapidez e intensidad. Me encantaban sus labios, eran carnosos y suaves. – Luego nos separamos y nos fuimos a su habitación. Nos vestimos. Yo le elegí la ropa y ella me la eligió a mí, ese era el trato. Le elegí una camisa blanca de manga corta y una falda vaquera con botones por delante que le llegaba bastante por encima de la rodilla. Para terminar, unas sandalias. Se lo puse todo encima de la cama.

  • Y de ropa interior? Que quieres que lleve, Eri? – Yo me acerqué y le susurré al oído.

  • Nada… - Ella se estremeció.- Si tú quieres, claro… pero que no lleves nada, me pone a cien. Con tu cuerpazo ni siquiera te hace falta sujetador. Le lamí el lóbulo de la oreja. Se estremeció aún más.

  • Vale… pero no sigas lo que no puedas terminar, porque tenemos que irnos!

  • Sí, tienes razón! Pero ha sido todo tan… bueno, ya sabes. Y estoy nerviosa, porque para una vez que estoy con una rubia desnuda, en su habitación…

  • Pero no será la última… - Se giró y me dio un beso muy tierno. – Ahora me toca a mí decidir tu ropa. Y ya sé cuál va a ser. Esa faldita de cuadros tan parecida a la del colegio que trajiste me encanta como te queda. – La puso encima de la cama. – Y arriba… Ese conjunto rojo tan bonito que has traído… estás tan sexy con él… y esta camiseta floja sin mangas que tengo por aquí.

  • Me gusta tu oferta. Pero abajo tengo que llevar mis bragas de siempre… si vamos por la calle…

Me cogió la mano y me miró.

  • No, quiero que no la lleves. Vas a ponerte ese precioso coulotte rojo que has traído. Sé que lo has traído para mí, para estar en casa sexy (o eso creo…) pero yo quiero verte sexy en la calle también. Si se te nota algo, deja que la gente piense lo que quiera. Yo estoy a tu lado y te diré todo lo sexy que estás. Me tienes a tu lado, no tienes que esconderte más. De acuerdo?

  • Pero Sami... estoy bastante... bien dotada, quizá no se note mucho, pero si me excitó y me empalmo al máximo se va a notar muchísimo, la gente va a mirarme, con razón.

  • Tendremos cuidado. Me avisas y te sientas a que se te pase un poco, sentada no se te va a notar, lo tendrás entre los muslos... y si estamos solas o apartadas y podemos apañarnos, yo te lo bajaré - me sonrió de forma pícara - se me ocurren algunas formas...

  • Bueno… si tú opinas así… me atreveré. Sólo porque tú estás a mi lado. – Nos sentamos juntas en la cama y nos besamos. Ella me acarició el pelo y me dio un beso en la frente.

  • Venga, vistámonos.

Así lo hicimos. Y juntas nos fuimos por la calle a pasear y a comer en un burguer. Me sentía liberada, era la primera vez que iba por la calle sin mis bragas de contención, se notaban las corrientes de aire a través de mi ropa interior, eran reconfortantes... Luego pasamos por tiendas mientras no empezaba la peli. Entramos en una tienda de lencería y estábamos mirando cosas muy sexys y bonitas. Entonces Sami recibió una llamada. Ella salió de la tienda para hablar, yo suponía que serían sus padres. Cuando ella volvió, estaba más seria y se lo hice ver.

  • Qué pasó? No eran buenas noticias?

  • Nada… una de mis “amigas” – Hizo comillas con las manos – quería quedar, llevaba varios días diciéndome que quedásemos y quería quedar ahora. Hasta ahora le había dicho que sí, porque no tenía nada que hacer y a veces pues me distraía con ella. Hoy le dije que no podía, que había surgido algo más importante… Y bueno, dejó entrever que era una pena y que fallarla así… en fin, tonterías de una tonta…

  • Bueno… lo siento Sami… yo no quería que por mi culpa dejases de tener a tus amigas. – Me sentía culpable por “entrometerme” en su vida y en sus planes. Por muy ilusionada que estuviese al descubrir la verdadera Sami y cómo ella me hacía caso, seguía pensando que se iría con sus amigas de siempre algún día… - Ellas supongo que tendrán mucho más estilo que yo para salir y no serán… bueno, serán normales, no como yo. Sé que no estoy a tu nivel, por eso no quiero que pierdas lo que tuviste hasta ahora. – Miré hacia otra estantería intentando desviar un poco el tema.

No sabía que esperaba diciendo esas cosas, pero las decía debido a mi inseguridad. Pero lo que no me esperaba es cómo reaccionó Samantha. Me quedé de piedra cuando dijo.

  • Sí, tienes razón. – Yo la miré sorprendida, la verdad, no me esperaba ese golpe bajo… había formas de decírmelo… Pero su cara era una máscara de furia. Y eso me confundió. – Tienes razón, maldita seas, porque alguien normal no dudaría de otro que le ha abierto el corazón. Alguien normal creería a la otra persona. Alguien normal no le diría a la chica que le gusta, y sé que te gusto, si joder, a no ser que finjas como una actriz, no le diría a la chica que le gusta “hala, vete con tus “amigas” y déjame que soy un bicho raro”. Pero como eres tan idiota y cabezota, y como tengo la fama que tengo – me cogió por una mano y me arrastró hacia la sección de lencería más provocativa – vas a elegir un conjunto para mí, porque quiero ponérmelo esta noche para ti.

Sí, para ti, imbécil. Porque eres la única a la que invité a dormir a mi casa en toda mi vida, y sin que mis padres lo supiesen (aunque les daría igual, porque fijo que me dejarían). Así que mientras tú eliges, me voy a ir al baño. – Su cara seguía con una expresión de enfado contenido, pero se había suavizado mucho, se notaba que era rabia por lo que había dicho de mí misma. – y cuando vuelva, más vale que no pongas esa cara de víctima idiota porque te la borraré de un guantazo. Por cierto, el dinero no es problema y mi talla es la 36, hasta luego cariño. – Me dio un beso rápido y furioso y se fue. Mi cara era un poema, porque en parte la dependienta creo que nos había escuchado un poco, aunque menos mal que en ese momento la tienda estaba casi vacía.

No podía ocultar las lágrimas de la vergüenza de haber dudado de ella después de todo, ni la culpabilidad de enfadarse conmigo por mi culpa. Ya sabía que tenía carácter, pero este carácter… protector y a la vez duro pero con cariño me emocionó mucho.

Decidí hacerle caso y elegir un conjunto, por si la cosa iba en serio. Dudaba un poco, pero luego recordé cómo era Samantha para estas cosas, y seguro que lo decía en serio. Esa tienda tenía varias secciones, y ella me había llevado a la de lencería más provocativa y erótica. Busqué un poco un conjunto que me gustase y que le pudiese sentar bien, cuando la dependienta se me acercó y me susurró.

  • Lo siento, no he podido evitar oíros… Mira, tu novia es todo un carácter… No suelo meterme en estas cosas, pero creo que puedo darte una idea.

  • Sí? Bueno… siento haber discutido en la tienda, de verdad. – Dije entre sorprendida y totalmente avergonzada y colorada.

  • Uf, no imaginas la de cosas que se ven por aquí. A mí me ha parecido muy bonito lo que te ha dicho. No seas insegura, creo que ella te quiere de verdad. – Me guiñó un ojo. – Eres preciosa y ella también. Hacéis una pareja genial. Así que mira, te recomiendo estos de aquí. Cualquiera que cojas de estos sujetadores, tenemos una oferta donde va de regalo un tanga comestibles. Ves? – De la caja sacó una muestra del tanga, formado por hilos en los cuales venían engarzados caramelitos de esos de pica pica. A mí no se me iba el sonrojo de la vergüenza, pero me gustó la idea y le dije.

  • Muchas gracias… la verdad es que tengo suerte – conseguí sonreírle – Creo que te haré caso y cogeré uno de esos…

  • Así me gusta! Ya te voy guardando el suje y el tanga comestibles. Escoge bien! – Me sonrió con picardía y se volvió a atender a otra mujer.

Al final elegí un conjunto de corset blanco, con un coulotte blanco a juego con un liguero, y unas medias blancas que llegaban un poco más arriba de la rodilla. Cuando llamé a la dependienta para decírselo, me sonrió de una forma muy sexy y me dijo.

  • Has elegido uno que es perfecto. – Vi cómo lo envolvía para regalo. - Además, la tienda es mía y os voy a hacer un descuento. Lo que vas a disfrutar esta noche! – Me dio una palmada en el culo. – Mira ahí te viene tu chica, seguro que le encanta! – Me guiñó un ojo y se fue de nuevo. Samantha me encontró y vino hacia mí. Sonreía.

  • Vaya, veo que me hiciste caso al fin… - Miró el paquete que tenía en la mano, me miró, me dio un beso y me dijo susurrando – Me muero por verlo... - Se giró hacia la dependienta. - Hola, podrías cobrarme? – Le dije que lo quería pagar yo, para hacerla un regalo y se negó en redondo. – No, ni se te ocurra, te dije que lo eligieras y listo, ahora pago yo. Hazme caso, anda. – La dependienta me miró y me hizo un gesto de asentimiento. Le cobró y le dijo que volviéramos cuando quisiéramos.

  • Te ha elegido uno precioso, ya me contareis que tal. – La mujer era guapa y tendría unos veintiocho años. Nos sonrió y nos dio una tarjeta a cada una. – Por cierto, también hago reuniones de tupper-sex. A unas chicas como vosotras tan jóvenes seguro que no os hace falta, pero nunca se sabe. Volved pronto!

  • Es usted muy amable, nos vemos!

  • Sí, y gracias por todo. – Contesté con timidez.

Salimos de la tienda y vimos que la película iba empezar en poco tiempo. Salí un poco separada de Samantha, no sabía si seguía enfadada o no… En cambio ella se me pegó y me abrazó. Me dijo al oído.

  • Siento haberte hablado así, es que me dio mucho coraje que pudieses pensar que salía contigo por pena o algo así. Además, oírte hablar de que eres un bicho raro… No lo vuelvas a decir, por favor. Si, eres un bichito, mi cosita bonita, entiendes?

  • Lo siento Sam… Es que… Quiero hacerlo todo bien, quiero darte tu libertad y quiero que seas totalmente feliz. Y como soy tan insegura… date cuenta que es la primera vez que tengo algo tan profundo. Son dos días, pero pienso que ya llevo toda la vida contigo, y a lo mejor tu no pensabas igual y… lo siento. – Miré hacia abajo. Ahora la que iba a llorar iba a ser yo. Pero Sam se puso enfrente de mí y me hizo mirarla fijamente. Tenía unos ojos preciosos.

  • Yo también estaba insegura, pero me pasa lo mismo. Creo que me ha tocado la lotería al conocerte Eri y quiero que seas tú misma y que lo seas todo para mí. Y quiero que lo tengas claro, que si dejo algo por ti, es porque vales la pena de verdad. Es porque te quiero.

  • Yo… yo también te quiero Sam, y tú eres todo para mí, y yo soy todo para ti. No volveré a dudar. Pero soy un poco tonta con estas cosas…

Me besó con tanta ternura que parecía que el tiempo se había congelado. Besándonos de pie, con las bolsas de la compra a nuestro alrededor, era la chica más feliz del mundo. Su beso me hizo reaccionar y me empalmé un poco. De hecho mis testículos estaban pidiendo descargar…

Me acerqué a su oído y le susurré.

  • Sam… necesito descargar… me acompañas al baño? – Eso hizo que ella me abrazara más fuerte por la cintura y me besara el cuello. Luego me habló.

  • Idiota, me acabas de poner a cien… pero tengo una idea… podrías aguantar un poco?

  • Pues claro…

Nos cogimos de la mano y fuimos a la taquilla. Pillamos entrada y palomitas con bebida. Luego entramos a la sala cogidas de la mano y vimos que había muy poca gente y estaba bastante adelantada.

  • Ven, sentémonos un poco más atrás. Tan adelante no se ve bien. – Sam se sentó y yo a su lado. Estábamos bastante atrás y se veía bien. Entonces empezaron los trailers y disfrutamos como enanas. Luego empezó la peli. Estaba bastante bien, aunque era tranquila. Miré hacia abajo y vi las dos franjas rojas de las filas de asientos vibradores. Sonreí con maldad y pegándome a Sam señalé los asientos.

  • Debimos haber cogido uno de esos… querría ver como reaccionabas. – Nos reímos entre susurros. Yo me acomodé mejor porque mis testículos empezaban a clamar atenciones.

  • Anda, calla… No creo que fuera divertido verme apretándome contra uno de esos aparatos infernales mientras intento no pensar en nada… - Nos volvimos a reír, y yo volví a cambiar de postura. – Vaya… veo que tienes alguna molestia por ahí abajo.

  • Sí, idiota, es tu culpa, no me dejaste ir al baño para… en fin. – Bajamos la voz, porque teníamos miedo de que nos oyeran y no queríamos molestar. Abrí las piernas para tener más sitio para los testículos.

  • Pobrecita… - Ella me miró y posó su mano en mi pierna izquierda. Lentamente, fue subiendo y subiendo, mientras yo la miraba con la mirada de lo prohibido. – Cierra los ojos y disfruta… - Hice lo que me decía, los cerré. No me importaba estar en el cine. El recorrido de su mano me había puesto a cien por hora. Por fin llegó a mi coulotte. – Quítatelo… - Me recosté y levanté las caderas para facilitar el trabajo. Me bajé el coulotte por debajo de la falda y me lo quité. Sentía todo libre al fin, las piernas abiertas, mis huevos colgando en medio y mi pene totalmente erecto levantaba la falda por delante.

La mano de Sami me acarició los huevos con mucha dulzura.

  • No te preocupes mi amor… vamos a liberar eso. Relájate y déjate llevar… - Ella seguía en su sitio, mientras con su mano recorría mi pene. No estaba lubricado, pero se sentía bien igualmente. Entonces noté un ruido y vi que Sami se inclinaba. Me subió la falda, dejando que la pantalla reflejara su luz sobre mis partes totalmente expuestas. Miré a todos los lados, pero éramos las que más arriba estaban en las filas y había poca gente... Abrió la boca y empezó a chupármela.

Lo hacía muy despacio, y yo disfrutaba cada centímetro siendo recorrido por su boca llena de saliva. Me mordía el labio para evitar gemir, porque me lo estaba haciendo genial. Mientras, con sus dedos, me frotaba mi rajita, con lo cual tuve que inclinarme aún más para que no mojase la falda. Pasaba de la raja a mis testículos, en un masajeo continuo que me llevaba a la gloria. Se sacó la polla de su boca, me miró, me sonrió con lujuria y volvió a comérsela entera, casi atragantándose.

Yo le acariciaba la cabeza con las manos, siguiendo el ritmo de su mamada. Mientras disfrutaba como nunca, puse una mano en su culo, por encima de la falda. Por desgracia era una falda vaquera, pero sentir su firme culo en mi mano, acariciándolo con fuerza y apretándolo, fue la guinda del pastel, iba a correrme en cualquier momento.

  • Cariño… yo… me vengo… - Susurré como pude. Entonces paró de mamármela, me puso la polla hacia adelante, cogió su cubo de palomitas medio lleno y con la mano aceleró el ritmo. Me corrí, con una mano apretando el asiento y mordiendo la otra para evitar gemir, pero apenas era capaz de evitarlo. Menos mal que en la pantalla se sucedían explosiones, que enmascararon mis gemidos.

Chorretones de semen disparados caían en el cartón y en las palomitas, como si fuese algún tipo de salsa extraña. Cada disparo me venía con una oleada de placer genial, que me hacía temblar las piernas. Sami me exprimía con mano experta, y cuando acabó de chorrear lo más gordo, se la volvió a poner en la boca, para limpiar lo más fino, los últimos chorros. Me exprimió y me chupó a gusto hasta dejarme seca… Luego, mientras me recuperaba del orgasmo, me chupaba mi rajita húmeda. Para dejarla perfectamente limpia.

  • Mi amor…

  • Te gustó, mi vida? – Me susurró cómplice. Las luces de la pantalla la iluminaban, y pude ver sus ojos brillantes y excitados. Y sus pezones marcándose en su camiseta blanca. Recordé que no llevaba sujetador ni braga… Me acerqué a su lado.

  • Ha sido maravilloso. Me dio mucho morbo hacerlo aquí en el cine… - La besé, y luego la besé en el cuello, mientras con mi mano derecha atrapaba entre dos dedos uno de sus pezones por encima de la camisa. Ella gimió débilmente mientras miraba hacia el techo con los ojos cerrados. Con delicadeza, desabroché un botón. Y luego otro. Y luego otro… Aparté la camiseta lo justo para que su teta derecha quedase en libertad… Me incliné un poco y empecé a besarla y a chuparla.

Ese pezón sabía a gloria, mientras le pellizcaba el otro con mucho cuidado. Sabía que eso la ponía a mil, así que colé la mano por debajo de la camiseta y atrapé el pezón de la teta izquierda, que seguía tapada por la camisa. Luego, liberé también esa teta, para agacharme y chupársela como a la otra. Sami suspiraba cada vez más. Aproveché que se avecinaba una lucha en la pantalla para abrirla de piernas y colar una mano en su conejito.

Lo tenía muy mojado, ya le humedecía un poco las ingles… Si seguía así, iba a mojarse la falda. Acaricié con mi mano su coñito suave y recogía todo el flujo que podía. Luego, mientras ella me miraba, me chupaba la mano de una forma sexy. Sabía delicioso. Exploré sus labios hasta que encontré el clítoris. Ya lo tenía un poco hinchado, así que fue fácil juguetear con él. Entonces, Sami con un espasmo, cerró su mano sobre la mía y me apartó.

  • Cariño, mi amor… si sigues así, no podré contenerme… Me van a oír todos y voy a manchar todo al correrme… Cuando lleguemos a casa…

  • No. Ahora mismo. – Abroché un par de botones, lo justo para taparle las tetas, pero dejando un buen panorama de su canalillo, y la puse de pie. Recogí las dos bolsas de prendas y la llevé de la mano mientras le susurraba. – Nos vamos al baño… - Ella se dejó llevar. El baño estaba desierto, así que la llevé al váter más alejado de la puerta, en un recodo, nos pusimos dentro y cerré el pestillo. Me senté en el váter con la tapa bajada y empecé a desabrocharle la camisa. Luego, le desabroché, botón a botón, la falda vaquera, que cayó a sus tobillos.

Tenía ante mí su coñito, que al estar ella de pie y yo sentada, me quedaba justo enfrente de mi boca ansiosa. Su camisa abierta dejaba todo a la vista, sus perfectas tetas bien colocadas y redonditas, con sus pezones como puntas de diamante capaces de rayar hasta cristal. La cogí con una mano por cada nalga y apreté con ganas, mientras estampaba mi nariz en su pubis y en su rajita. Aspiré su aroma profundamente, mientras ella, apoyada en la puerta, gemía y me cogía la cabeza con ambas manos. La abrí bien de piernas y vi que su coñito había soltado flujo que le machó sus ingles y corría un poco hacia abajo en lentas gotas.

  • Mírate… ibas a correrte en el cine y a dejarlo perdido… Menos mal que estoy yo para comértelo entero y no derramar ni una gota. – Me puse a ello, comiéndole el coño casi con furia y lamiendo y chupando todo el flujo que salía… A veces era tanto que se me escurría por la barbilla… así que me quité la camiseta y el sujetador para no manchar nada, liberando mis tetas que botaron libres de su prisión. Pronto se mancharon de frujo de Samantha, que chorreaba por todas partes y me hacía

Samantha no podía hablar. Luchaba por no gemir demasiado alto, mordiéndose el cuello de la camisa y luego su mano. Cada vez temblaba más, mientras le comía todos los rincones de su rajita perfecta. Entonces, se me ocurrió ponerle un dedo en su interior. Apenas la penetré con el dedo un par de centímetros y saltó como un resorte. Empezó a morderse más fuerte, pero me paró la mano con la suya.

  • No… cuidado… soy virgen…

Yo entendí… si la penetraba con los dedos, podría hacerle daño y desvirgarla sin querer, pero esa confesión de su virginidad, me puso a mil y empecé a comerle el coño y a chuparle el clítoris con mucha más fuerza. Ya luchaba porque Sam se corriera, quería verla correrse, mientras con la mano izquierda me apretaba mis tetas, con la derecha embadurné un dedo en sus fluidos, y con un arranque de pasión, le dije:

  • Por aquí también eres virgen? - y sin avisarla, la penetré con el dedo en su ano. Entró perfecto, de lo buena que era la postura y lo untado que estaba en fluidos. Eso fue demasiado.

Abrió mucho los ojos y se golpeó la espalda contra la puerta. Gimió en alto sin poder contenerse y se mordió la mano hasta casi hacerse sangre. Gemía y gruñía retorciéndose, con mi dedo anclado en su culo y mi boca, abierta chupando todo su coño que goteaba corrida por todas partes. Chorros de flujo se escurrían por mis brazos, mis tetas y por mi boca. Yo intentaba tragármelo todo, como hizo ella en el cine, pero era tanto, que se me escurría por la barbilla y goteaba en mis tetas. Apreté hacia adentro el dedo en su ano, y salieron más chorros mientras ella temblaba sin poder contenerse. Tuve que sujetarla con una mano bien firme por las nalgas, para que no se cayese, ya que sus espasmos eran increíblemente potentes, parecia que una descarga eléctrica la estaba atravesando de arriba a abajo. Ponía los ojos en blanco y se mordía el labio inferior mientras me agarraba la cabeza y hundía sus dedos como garras en mi pelo.

Al final pudo sostenerse en pie, mientras temblaba, y yo me puse a limpiarme con papel higiénico, todo mi pecho, mis tetas, mi vientre… Luego, la limpié a ella. Sus piernas, su coñito, su culo… Luego escuché que entraba alguien, y ella me miró con miedo. Ya estaba en condiciones, y se abrochó la camisa y la falda. Limpias y vestidas, cuando otra chica entró en otro váter, nosotras salimos silenciosas del baño, con las bolsas.

  • Ah…. – Samantha no pudo decir otra cosa. Yo le sonreí con los ojos cerrados de felicidad y la abracé. Sin importarme el resto de gente, la besé con rapidez.

  • Te gustó por lo que parece. – Volvíamos al cine… aún quedaba una hora de película y queríamos aprovecharla.

  • Ha sido… lo más intenso de mi vida. No podía parar de temblar de gusto. En serio que nunca había hecho nada parecido… yo sola tampoco exploré mucho mi cuerpo si te digo la verdad… - Me cogió de la mano y seguimos caminando muy juntas.

  • Me salió en el momento… como me dijiste aquello… ya tenía el dedo supermojado y bueno… - Fuera de nuestras “aventuras” yo era más tímida, y en aquel momento evitaba mirarla directamente. – Perdona si te hice daño…

  • Al contrario… me sorprendió tanto que me corrí como nunca antes… de hecho, tuve miedo de morir de gusto. Pensaba que me caería, hasta que tú me agarraste duro por el culo… Pero me gustó muchísimo, lo confieso. – Estaba toda colorada de vergüenza… Supongo que decir que te gusta que te pongan dedos por el culito era bastante vergonzoso. Y aun así, me lo dijo. – Me da mucha vergüenza porque te mancharas el dedo o algo… Que opinarás de mí?

  • Nunca te dejaría caer… y sí, ya vi que acerté. Que voy a opinar? Que estuviste esplendida, haría lo que sea por llevarte al paraíso… Lo del dedo nada, mucho menos de lo que esperaba… Eres limpia y suave hasta por dentro! Me lo lavé y como nuevo.

  • Menos mal… pero la próxima vez avisa… quiero estar limpia para ti.

  • Ah… así que habrá próxima vez? – Le sonreí con picardía y le pellizqué el culo.

  • Siempre que tu quieras… - Nos dimos un beso de esquimal y entramos en la sala.

Y así, después de sentarnos en la sala otra vez, vimos la hora restante de la peli abrazadas y dándonos cariño. Habíamos descubierto en hacerlo en sitios públicos sería nuestra debilidad particular...

Seguimos viendo la película, mucho más relajadas. Esa relajación que sientes después de un buen orgasmo es increíble... Acabamos de ver la película, charlando de banalidades y de los planes para esa noche.

  • Que quieres hacer de noche? - Le pregunté mientras miraba un distraída un escaparate.

  • Ya lo tengo pensado. - Se acercó a mí y me susurró al oído. - Quiero... que me quites la virginidad. - Me tapó mi boca abierta por la sorpresa con una mano. Miró alrededor, era un escaparate apartado, no había nadie más allí en ese momento. Su mano se deslizó bajo mi falta, agarrandome los huevos y el pene, paseando su mano sobre ellos. - Quiero que me la metas suave y dulce, sentirte hasta el fondo... Y así, estar lista por fin y que me folles en los lugares más insospechados. - Su mano me había bajado el coulotte y me la meneaba lentamente, con parsimonia, mientras su otra mano me tapaba la boca y su aliento cálido en mi oreja me volvia loca. - Que te parece?

  • Mmmmmm... - Asentí con los ojos cerrados y gimiendo. Paré su mano como pude, indicando que nos podían ver. Ella paró pero antes pasó su dedo por mi glande, por mi agujero y comprobó que yo ya estaba mojada con líquido preseminal. Me subió el coulotte, me miró fijamente y chupó su dedo brillante de mis fluidos.

  • Cierto, mejor acumula, que quiero una buena cantidad. Creo que me voy a volver adicta y tú serás mi suministradora. - Cogidas de la mano, fuimos a la parada del autobús a coger el siguiente, para estar en casa lo antes posible. No podía esperar a lo que ocurriría esa noche...

Seguimos esperando en la parada, hablando de nuestras cosas y de lo que haríamos para cenar, cuando llegó el bus. Ya era bastante de noche y el bus iba vacío, expecto por algunas personas que iban en la zona delantera. Nos fuimos a dos asientos casi atrás del todo, con bolsas encima de las rodillas y el autobús reanudó la marcha.

Yo iba mirando al móvil y Sami parecía que iba abstraída, mirando por la ventana. La verdad es que yo también estaba algo cansada de todo el día, por lo que no le dí mayor importancia. Al rato, noté que Samantha se acercaba a mí y me decía al oído.

  • Tengo un problema... ahí abajo. Estoy muy excitada, entre toda la tarde andando de un lugar a otro, lo que hicimos en el cine y baño y ahora el autobús, con el traqueteo y el movimiento... Estoy a punto de correrme! - Miré hacia abajo y vi que mantenía las piernas lo más separadas posibles que su falda vaquera con botones le era capaz de dejar. Sus manos agarraban su asiento por ambos lados, reprimiendo el deseo que todos conocemos de llevarlas a tus partes íntimas y masturbarte hasta el deseado orgasmo...

  • Podrás aguantar? - Pregunté, no muy segura. La situación me estaba excitando a mi también hasta el punto de que mi polla empezaba a crecer entre mis piernas. A ese ritmo, pronto se notaría mi bulto empalmado en la falda. No sabía qué nos pasaba, estabamos casi continuamente excitadas, pasaban las horas y ya notábamos que teníamos que hacer algo... Debia ser que cada una tenía su "tara" o como se le quiera llamar, que a una la excitaba y la obligaba a correrse prácticamente donde fuese y a la otra, yo, me excitase, sobre todo viendola a ella y empalmándome lo más que daba mi polla.

  • No lo sé, Eri, no creo que pueda aguantarme... Dios, aún queda bastante hasta nuestra parada y si nos ba... - Tuvo que ahogar un gemido - Si nos bajamos en esta parada es peor, podría pasarme en medio de la calle... Ahora al menos estamos atrás del todo del bus y hay muy poca gente, podré disimular.

Yo quería ayudarla, espero no sabía cómo.

  • No voy a aguantar hasta casa... - sam me susurró con la cabeza apoyada en el cabecero del asiento de delante. Se había arqueado hasta que su culo salía del asiento, lo hizo porque su coñito estaba soltando jugos, que goteaban por sus piernas y luego al suelo. Entonces tomé una decisión. Me acerqué a su oído y susurré, bien pegada a ella.

  • Si te vas a correr de todos modos, mejor hacerlo bien. Déjame a mí.

Con cuidado, le fui desabrochando la falda vaquera, botón por botón. Vigilé que no hubiese nadie alrededor, ni mirando hacia nosotras y efectivamente a esa hora esa línea de bus no llevaba casi gente, solo otra pareja más que iba delante de todo y luego estaba la busera. Cuando la falda se abrió de todo, cayó a ambos lados de Sam, djeando su ropa interior al descubierto.

Levantó un poco más el culo y se dejó hacer para quitarle la braguita que llevaba puesta. Estaba encharcada, su coñito nadaba en flujo, que llenó mi mano al acariciarlo. Se la quité y se la puse en la boca. Ella me miró sobresaltada.

  • Sh... Así amortiguará los gemidos. Intenta no gritar... Voy a hacer que te corras, disimula todo lo que puedas. - Asintió lentamente, se veía sonrojada y completamente excitada. Mi mano masajeaba todos los rincones de su coñito, me recreaba en lo depilado que lo llevaba, tenía que ser una delicia comérselo y que me llenase la boca y me chorrease con sus flujos por el cuello y mis tetas... Mi polla se empalmó, mientras me imaginaba tal escena, que no podía recrearla en el autobus. Pero sí podría hacer que se corriese.

Me concentré en la tarea, incrustando mis dedos en su cueva, buscando ese punto donde Samantha tendría el orgasmo más intenso... Una parte de mí no se creía lo que estaba haciendo, masturbando a mi novia en el autobús, mientras mi otra mano agarraba y masajeaba mis huevos y me pajeaba lentamente, ya que yo podría aguantar hasta llegar a casa... Mientras mis dedos trabajaban, explorando, frotando, atrapando su clítoris mientras sus flujos chapoteaban en mi mano, Sami tenía los ojos cerrados, respiraba muy rapidamente, notaba que iba a correrse. Me arrimé más a ella, con la otra mano la empujé más hacia el borde del asiento, y empecé a lamerle el cuello con suavidad y a mordisquearla... eso la volvía loca.

Se corrió, sus gemidos salían amortiguados por su propia braguita, sus ojos cerrados y apretados, su cuerpo temblaba con el orgasmo entre mis brazos, mientras su coño chorreaba su flujo sobre mi mano y mojaba todo el suelo... No cayó al asiento gracias a que yo la sujeté y a que la había apartado hacia adelante, porque si no lo empaparía todo, tanto su falda como el asiento.

Mientras su orgasmo daba sus últimos coletazos, le susurré.

  • Al llegar a casa, te toca a ti hacerme algo a mí... - Le saqué la braguita de la boca, le limpié todo su coñito con ella, la olí disfrutando su fragancia y me la guardé en el bolso. Le abotoné la falda sin manchársela de flujo, mientras ella temblaba y apoyada en mí, nos bajamos del bus en la siguiente parada.