Érase una vez un juego... (2.1)

Rosa se da un homenaje

Volvía a estar en la soledad de mi casa, otro lunes empezaba pero curiosamente, éste, no me costó levantarme ni tuve que maldecir al despertador, estaba con vitalidad, me encontraba bien, si mi hermana había encontrado en el sexo la felicidad porqué yo me iba a cerrar. En mi época de estudiante siempre fui liberal y nunca pensé en el que dirán, era revolucionaria y ahora me había convertido en una amargada madura.

“Buenos días Rosa, empezamos”. “Empezamos”. Constesté aún en pijama mientras desayunaba. “Creo que tienes un pantalón de cuero rojizo en el armario, con una camiseta blanca de pico y una chaqueta con lo que irás perfecta para el primer día”. Cumplí la órden, la verdad me gustaba ese conjunto y hacía tiempo que no lo sacaba del armario. Me escamó bastante que mi anónimo conociese mi ropa, desde luego que era alguién cercano, de la oficina, caía de cajón debido a los mensajes de la línea interna asi que tampoco me soprendió mucho. “Hoy Segundo seguro que quiere tomar el café contigo, zorreale un poco y deja que te caliente pero no podrás tocarle un pelo, ni dejar que te folle, prohibido”. "Ok"

Pasó media mañana con mucho trabajo, los lunes eran muy ajetreados en el departamento. No ví a Segundo en todo el tiempo pero cuando estaba a punto de acercarse la hora de salir al café ya lo ví merodeando mi despacho. Cogí la chaqueta, me la puse y salí del despacho directa hacia la salida y hacia mi tentempié. Veloz llegó Segundo a mi lado para decirme que me acompañaba. Le sonreí y salí con él. No me extrañó nada que directamente se fuese para la mesa del fondo del local. Hacía esquina al final del bar, la mesa sólo tenía dos sillas porque alrededor había el típico banco sin respaldo. Yo me senté en el con mi espalda apoyada en la pared y justo donde dobla la esquina se sentó Segundo, nuestras rodillas chocaban y en cuanto el camarero nos trajo nuestro pedido empezó su asedio. Me posó su mano otra vez en mis piernas mientras hablábamos de cosas sin importancia. Recordé que no podía tocarle según mis órdenes entonces me dejé hacer, además puse mi mejor sonrisa mientras me tocaba lo que le dió muchos más ánimos al viejo bedel.

Su mano giró y fue directamente a mi culo, crucé mis piernas dejando esa nalga más descubierta e inmediatamente empezó a palpármela. “Mira Rosa, lo que pasó el viernes…” “el viernes no pasó nada Segundo, fue un momento de debilidad y punto” “casi…” se acercó un poco más para no levantar la voz “casi hacemos…” “olvídate de eso, ya pasó”, notaba como su mano cogía camino de mi coño y en ese momento descrucé las piernas y el empezó a sobármelo por encima del pantalón “no me digas que no te gustó”. Apreté su mano con mis piernas “si, me gustó, pero ya está, soy casada”. “Abre las piernas, deja por lo menos que te sobe un poco”. Obedecí, abrí mis piernas y mientras tomaba mi café y le miraba sonriente el restregaba su mano por mi entrepierna, cada vez más fuerte. Vi como su polla se salía del pantalón, estaba erecta en medio del bar y eso me puso a mil otra vez. Daría lo que fuera por metérmela en la boca otra vez, pero cumplía órdenes. Nos sobresaltamos los dos al oír mi teléfono, lo cogí y vi el mensaje “estás encendida?” “Mucho” le contesté. “Cuanto tiempo puedes tardar en llegar al trabajo de nuevo?” “Siendo la jefa… creo que máximo 45 minutos” “no creo que aguantes tanto…” “?¿?¿?”. “Despídete sensualmente de Segundo, paga la cuenta y vete caminando a la dirección que te envíe y al llegar preguntas por José y le dices que vas de parte del Ministerio, tendrás que hacer lo que él te diga, luego me cuentas”

Puse mi mano en la polla de Segundo que estaba a reventar y acercandonme a su oído le susurré que era demasiado grande para mi, le di un beso en la mejilla y me levanté diciéndole que haría un recado. Pagué la cuenta y salí del bar en dirección a donde me había mandado el anónimo. Caminé cerca de 5 minutos hasta que llegué a un bar cutre, como tasca antigua. Al llegar ví que tenía la persiana a medio subir aún siendo las 11 y media de la mañana. “Esta cerrado aún señora” me dijo una voz desde dentro. “Pregunto por José” “Que quiere, le he dicho que está cerrado” “vengo del Ministerio”. “Haberlo dicho antes, señora”, en ese momento un hombre de unos 60 años, gordo, calvo, muy sudoroso, con una camisa abierta hasta medio vientre y unos pantalones viejos calzando unos zuecos de plástico apareció para abrir un poco la verja y dejarme entrar. A mi paso la cerró de todo, medio a oscuras me dijo que le siguiera, giramos la barra y entramos en una especie de cocina que tenía al fondo una estancia llena de cajas como de almacén y una vieja mesa con sillas y una lámpara. Encendió las luces tanto de la cocina como de esta estancia y me hizo pasar a esa especie de despacho. “Vamos a ver, sabes a lo que vienes no?” “Vengo del Ministerio, como ya le dije señor José”.

Se fue poco a poco acercando a mí, me estaba dando algo de miedo, pero me dí cuenta perfectamente a lo que iba cuando me dijo muy cerca “hace tiempo que no me envían a ninguna señora decente como tu”, su tono de voz y su seguridad me estaban excitando, era un ser despreciable y sucio pero entre el sobeteo de Segundo y la situación ya estaba encendida. “Saca la camiseta”. Tardé unos segundos en reaccionar pero poco a poco me fui sacando la camiseta hasta quedar en sujetador delante del tal José. “De teta pequeña… joder… ya le vale, a ver date la vuelta”. Me di la vuelta “pedazo culo, esto ya me gusta más”. Se acercó y me lo sobó con las dos manos, yo me agarré a la silla y gemí un poco. “De rodillas, busca tu comida y traga”. Me puse como me ordenó y con mis manos fui directamente a la bragueta de ese sucio pantalón. Lo bajé hasta los tobillos y la fragancia sucia me dió en toda la cara, más aún cuando saqué los calzoncillos y salió como un resorte un rabo grande, gordo y venoso aparte de apestoso. El glande tenía restos de orina, semen seco y apestaba pero aún así estaba excitada y pude cogerlo con la mano y empecé a pajearlo para después metérmelo en la boca y empezar a chuparselo. “El capullo solo no cerda, metetela toda”. Obedecí y me la metí hasta la garganta, empecé a poco pero fui aumentando mi velocidad al tiempo que aumentaba mi excitación. “Las casadas la chupais mejor que las solteras”. Me agarró del cuello y me subió hasta su cara para besarme en la boca, era repugnante pero con la otra mano se empezó a sobar las tetas con tanta habilidad que estaba a su merced. “Estas como una moto ya perra, quieres que te folle”. Me soltó y yo rápidamente me empecé a desnudar, mis zapatos enseguida se despegaron de mi y el pantalón me lo bajé muy rápido “fóllame cabrón” le dije mientras me sacaba las bragas. Me dio la vuelta, me apretó con su mano mi cabeza contra la mesa y rápido me metió su verga en mi coño, era enorme, era más grande que la de Germán y que la de mi marido, “encantado, Abreme las nalgas que vea tu anillo de casada”. Sabía que decirme para entenderme por eso obedecía a todo lo que me pedía, con mi mano derecha posada en mi nalga me siguió follando “desde que vais a esos putisgimnasios tenéis unos culos de putas de infarto joder” “rómpeme en dos cabrón pedazo polla tienes”. Mis ánimos le dieron más ímpetu al repugnante hostelero que me bombeaba con fuerza. Me corrí dos veces durante la función y cuando me venía por tercera vez noté toda su leche estallar. Me sacó la polla y empezó a besarme el coño. Eso me hizo volver a gritar, menudo polvazo me había echado el muy cabrón. “Vas a tener que depilarte entera, cerda, cuando vuelvas” “Seguro que volveré joder” le dije mientras apretaba su cabeza contra mi coño.

Esa tarde al llegar a casa si tenía la sonrisa de oreja a oreja, era feliz, menuda follada me había pegado el sucio dueño de aquel tugurio, me había corrido más veces en dos días casi que en 20 años. Se notaba que todo era diferente, se me fue mi mal humor y hasta cantaba por casa. El anónimo me había cambiado la vida, por eso cuando le mandé la foto del sucio tipo del bar comiéndome el coño como habíamos acordado me alegró mucho volver a hablar con él.

Mi hermana ya me había hablado durante el recreo que no podía esperar el fin de semana y estaba deseando follar de nuevo, por eso no le conté mi aventura para que no se sintiera celosa y envidiosa y así soportar mejor su abstinencia.

Según me dijo ya por la tarde el anónimo le había ordenado aguantar hasta el fin de semana y trataría de cumplir para un mayor placer. Todo lo contrario que yo ya que por fin este fin de semana vería a mi marido, aunque cada día que pasaba perdía más las ganas. “Lo pasaste bien?” “Sí, fue genial” le contesté. “Ese que te follaste el fin de semana que no me dijiste quien era… vale para repetir” “pues no sé, después de lo de hoy… todo me parece poco pero bueno me calentó bastante” “supongo que estará deseando él repetir, claro” “seguro”.

ANA

Al volver del recreo entré en clase. Iba vestida con una falda hasta las rodillas de tipo vaquero y una blusa rosa con un collar. Llegue junto a Víctor, un chico con gafas, muy alto y muy fuerte, con algún problema mental, un poco retrasado con respecto a los demás y muy parado. “Que tal, Víctor”, “muy bien doña Ana”. Seguí mi ronda y al acabar la clase les informé que vendría otro compañero a darles otra materia pero que entretanto y hasta el final del día yo estaría en mi despacho, que podrían venir siempre que quisiesen y yo les ayudaría.

ROSA

“Hoy vas a salir Rosa” me dijo el desconocido en mi teléfono “tienes que llevar pareja porque vas a un sitio que tu no frecuentas, hay que ser vicioso, tienes una hora”

Al leer que había que ser vicioso un escalofrío golpeo mi cuerpo y el calor volvió a embriagarme mis partes bajas, ya volvía estar a 100 y solo pensar en volver a ser follada me volvía loca. Pensé en Germán claramente para ser mi acompañante y por eso le dije que me esperara en el garaje en media hora. No rechistó.

En media hora bajaba al garaje con un conjunto que quitaba el hipo. Era un vestido azul marino ceñido con falda hasta la rodilla y cuello redondo, nada de escote, pero mi culo se marcaba espectacular y mis tetas se intuían debajo. Germán al verme resopló, el iba con un pantalón y una camisa normal y corriente “no me he arreglado” me dijo. “Vamos” le dije mientras me montaba en el coche. “A donde vamos?” Mi desconocido ya me informó del sitio y al buscarlo en internet supe que se trataba de un lugar de intercambios entonces se lo expliqué a Germán. Al principio remoloneó pero le prometí que si me cumplía ese gusto otro día tendría él su premio y quedó conforme.

Mi desconocido me había pedido que escogiera algo morboso, que eligiera bien, lo cual me puso aún más cachonda.

Al llegar al lugar entramos y Germán me agarró de la cintura, entró con chulería al local como quien lleva consigo a una modelo y yo lo paré. “Disimula, se supone que somos pareja, no dos chuchos salidos”. Efectivamente, se comportó y mientras tomábamos algo en una mesa apreciamos un matrimonio normal.

El lugar no estaba muy concurrido y yo fui observando a todos disimuladamente. Por mi me los hubiera follado a todos pero tenía que escoger bien para que el morbo me diese todo el placer posible. Al momento les ví. Tendrían casi 70 años. Ella con gafas, permanente, un poco gorda y muy pero que muy desagradable, no hacía más que gritar y discutir con el marido, un pobre hombre de pelo blanco, alto y muy blanco de piel. Aproveché un momento que el pobre hombre se ausentó para acercarme a esa mujer que luego supe que se llamaba Flor, aunque por su carácter de flor tenía poco.

“Mi nombre es Rosa y nos gustaría pasarlo bien con vosotros” le dije de buenas maneras. “Mire, no somos unos degenerados, vinimos aquí para ver pero no vamos a participar en nada”. “A usted no la come ni un lobo” soltó Germán detrás de mi. “Que dice, maleducado”. “Que debería estar dando saltos de alegría por que nos fijáramos en ustedes que ni dios del local mira para vosotros”. Miré con cara de enfado a Germán, creí que la había cagado pero mi sorpresa fue mayúscula cuando Flor se acercó y le dijo “seguro que te corres solo viéndome las tetas”. “Ahora tu convence al pichafloja de mi marido, perra”