Érase una vez un juego... (1.2)

Rosa cae, el juego empieza fuerte y arrastra a nuevos jugadores.

No fui capaz, había querido quedar con Segundo antes pero ahora no fui capaz. No contesté al mensaje y fui rápido a mi armario, me puse mis mallas del gimnasio y una camiseta con una sudadera básica amarilla por encima, olvidarme, distraerme y hacer otra cosa era lo mejor para pasar la calentura y la debilidad que había tenido con el empleado de la limpieza. Estaba calzándome mis zapatillas para ir a mi clase del gimnasio con normalidad cuando sonó el timbre.

Era mi vecino, el pesado vecino del primero, Germán. Vivía con su mujer en el primero, estaban ya jubilados ámbos, siempre venía a preguntarme tonterías sobre sus recibos argumentando que yo tenía que entender de cuentas. Yo les solía atender siempre porque la verdad sobre todo Doña Encarna, su mujer, siempre nos trataba muy bien y nos ayudó mucho con las niñas cuando eran más pequeñas y nosotros teníamos que trabajar.

Pero hoy tenía que despacharlo, la aventura con Segundo me tenía a 100 y solo hacer deporte me lo quitaría de la cabeza. Sin invitarle a pasar desde la puerta intenté abreviar nuestro encuentro pero él insistía demasiado con su carpeta azul que le dejé pasar a la cocina. Se sentó en la mesa y fue esparciendo sus papeles hablando sin yo prestarle atención sobre la factura del gas. Fui a beber agua aunque necesitaba echármela por la cabeza… En eso estaba cuando mi movil volvió a sonar. El desconocido me volvía a mandar la imagen de Segundo y su polla y acto seguido el propio Segundo me enviaba otra foto ahora él mismo de su polla aún erecta con un texto que decía “te está esperando Rosa”. Bebí el agua casi de un trago y me senté al lado de Don Germán que seguía hablando sólo. Yo estaba demasiado caliente y pidiendo disculpas me saqué mi sudadera y empecé a prestar un poco de atención a lo que me estaba contando, pretendía reclamar algo de sus facturas por que creía que le cobraban de más. Además de eso empezó a mirar mis tetas que no eran demasiado grandes pero que el sujetador deportivo levantaba y formaba de muy buena manera. Se levantó y se puso detrás de mi pasando su brazo por encima de mis hombros señalándome las facturas, fue acercándose más y más y en un momento me dijo… “Rosa, estás bien… te noto tensa”… “si, perdone Germán es que he tenido mucho trabajo esta semana y no me encuentro muy bien…” “lo siento mucho…” me dijo mientras ponía sus manos en mis hombros y mi cuello y empezaba a darme un masaje, no muy mal la verdad, tenía buena mano… “espero que esto le sirva, no soy un profesional pero algo ayudará”… poco a poco me fui sintiendo mejor… mientras me masajeaba el vecino pensaba en la polla de Segundo… pensaba en el tiempo que llevaba sin sexo… en lo poco cuidada que me tenía mi marido… y no me di cuenta que el señor Germán ya bajaba sus manos más de la cuenta. Al tener un sujetador deportivo me cubría todo el pecho por encima también pero empezaba a acercárse a su comienzo… estaba paralizada, estaba muy caliente, ojalá el viejo no continúe porque si no…

Pero continuó… y en un momento ya bajó sus dos manos y abrazó mis tetas, no dije nada… “por que no te quitas la camiseta, Rosa”… como un robot bajé mis manos y me saqué la camiseta, el volvió a la carga y siguió masajeando ya directamente las tetas. Poco a poco mis pezones se empezaron a poner duros y mi respiración empezaba a entrecortarse… mi coño estaba empapado, mejor dicho, llevaba toda la mañana empapado, desde el café con Segundo. “Que pensarán de ti en el departamento si saben que te soba un anciano” me dijo al oido. “Lo que más me gusta es tu culo asi que si no te importara…” Le miré… no dije nada pero le miré… mientras le miraba me fui levantando de la silla poco a poco y me quedé de pie. Él me guió y me giro quedando de espaldas a el me bajó un poco la espalda y me apoyé en la mesa dejando mi culo en pompa enfundado en mis mallas del gimnasio. El se agachó un poco y con sus manos empezó a sobármelo, me tocaba el culo por todos lados, a veces me lo acariciaba y otras me lo apretaba… no había marcha atrás… yo estaba calentísima. De vez en cuando dejaba pasar sus dedos por mi coño, lo notaba ardiendo yo asi que Germán tocándolo tenía que abrasarse. Noté como con sus manos me fué bajando las mallas hasta dejarlas a la altura de las rodillas. Mis bragas y mi culo estaban a su alcance. Se lanzó a besarme las nalgas, me las lamió y me las besó hasta que se cansó. “vístete” me dijo, lo que me sorprendió… le miré… creo que pidiendo compasión… “esperas a alguien hoy?”. Dije que no con la cabeza. “Vamos a tu habitación”. Me subí la malla y empecé a caminar, Germán se puso detrás. “Puedo irte sobando el culo hasta tu cama Rosa?”. Le miré y dije un tímido “si”. “No escuche bien, es que con casi 70 años…” “si” dije ahora más fuerte. “Si a que” “puede irme tocando el culo hasta la habitación” le respondí seria. De esa forma llegamos a mi habitación con Germán tocándome el culo. Al entrar me giró y sin soltarme el culo me apretó contra él. “La próxima vez que estés en casa sola tan caliente me avisas antes, de acuerdo. Si tu marido no te sabe dar lo que una hembra como tu necesita para eso estamos…” “si Don Germán”… en ese momento me empujó y me tiró boca arriba sobre la cama, se tiró sobre mi y me dio la vuelta dejando mi cabeza hundida en la almohada. Tiró de mis caderas hacia atrás y otra vez mi culo volvía a estar a su disposición. Me bajó las mallas y también las bragas y sin pensarlo se lanzó con su lengua a mi coño. Empezó a comermelo de forma espectacular. No pude más empecé a suspirar y a jadear como hacía casi 8 meses que no hacía. Empecé a mover mis caderas de arriba a abajo restregándome en su nariz y en su boca. Se separó un momento para bajarse el pantalón, tenía una polla normal, nada que ver con la Segundo, parecida a la de mi marido pero no me importaba, seguía en mi posición cuando me ensartó… “si joder, por fin te follo…” empecé a gritar… como loca, como poseída, solo podía gritar de placer mientras el asqueroso vecino me bombeaba con destreza. “No ves que llevo más de un año intentando que me hagas caso joder”. Se agachó un poco y mientras me follaba me agarró del pelo… “mírame mientras te follo Rosa, quiero ver tu cara”. Me soltó del pelo y yo continué jadeando ahora mirándole. Estaba colorado y resoplaba, mi feo y anciano vecino me estaba ensartando y yo mirándole acabé por pedirle más. “No pares, por favor” “no lo iba a hacer Rosa” me dijo y empezó a darle más velocidad. Me corrí, después de tanto tiempo, me corrí en la polla de German y él poco después soltó un bramido y noté como también llego al clímax.

Mientras nos recuperábamos y nos íbamos componiendo nuestras ropas, Germán me piropeaba aunque no en el tono que empleaba en la batalla si no un tono más romántico, gentil y caballeroso. Estaba siendo bastante atento después de todo. Me dijo que teniendo a mis hijas criadas y con mi edad madura no podía permitir que mi marido ni me mirase y hacía bien si buscaba mi satisfacción. La verdad es que me subió mucho la moral.

Cuando se fue me quedé pensando en todo lo que había pasado, por un lado estaba aterrada por todo lo que le había echo a mi marido e indirectamente a mis hijas pero por otro empecé a creer que tanto el desconocido de los anónimos como Germán tenían algo de razón en lo que decían.

Ya era sábado, madrugué más por el nerviosismo y lo mal que dormí con el tema que por otra cosa. Mis hijas llegarían para comer así que aproveche la mañana para visitar a mi hermana que vivía a varias manzanas.

Mi hermana se llama Ana y tiene 10 años más que yo, es profesora de instituto, bajita, pelo rubio corto y físicamente muy parecida a mi aunque se nota que la edad ya no es la misma. Mientras iba llegando a su casa pensaba en si debía contarle lo sucedido porque su moral es más conservadora que la mía y de tan recatada que es siempre tenía miedo de su reacción.

Mientras tomábamos café en la cocina la miraba mientras hablaba y no podía más. La interrumpí y se lo conté. Empecé por los anónimos, continué por los cafés con Segundo, lo que pasó en los servicios y finalmente lo sucedido con Germán. No omití ningún detalle, su cara fue cambiando desde una pequeña sonrisa al principio a una cara de preocupación después y acabar con los ojos como platos al acabar.

“Rosa, las niñas…” me dijo al acabar mi relato con la mano en la boca. “Joder Ana solo me vas a decir eso después de desahogarme con esto” “pobres niñas…” era lo único que repetía en bucle. “Las niñas no se van a enterar, solo te lo cuento a ti” “bueno, un día malo puede suceder, olvídate de este momento tan horrible para ti y el tiempo pasará” “es que no fue terrible, Ana, fue el mejor día de mi vida”…

Continuamos hablando, le conté como había disfrutado con pelos y señales y una hora después era yo la que tenía la cara desencajada y los ojos como platos oyendo como mi hermana quería saber más y más cada vez.

Cerca del mediodía ya avisáramos a mis hijas que comeríamos en casa de mi hermana. Mi cuñado los fines de semana se marchaba al pueblo a cuidar de su madre enferma, por la semana tenía interna una cuidadora pero las libranzas del fin de semana se las tenía que hacer él yendo de viernes a la noche a domingo a la tarde a cuidarla por lo tanto las cuatro comeríamos en amor y compañía.

Mientras comíamos volvió el anónimo “ayer casi lo consigue señora Rosa”, me lancé a contestar “no fue Segundo pero rompí mi abstinencia”. “Ohhhh, no quiero saber quien pero apuesto a que está dispuesta a repetir” “no se…” “seguro que si, las insatisfechas cuando vuelven a sentir siempre quieren más”.

Al acabar las chicas se fueron a nuestra casa a deshacer su pequeña maleta y descansar un poco y yo me quedé de sobremesa con Ana. “Eran esos mensajes en la comida” “Si” “puedo verlos?”. Le acerqué mi teléfono y vi como empezaba a escribir. “Ana que haces?” “Shhhh, calla”

Durante unos minutos se rió hacia el teléfono y veía como cruzaba y descruzaba las piernas. Me devolvió el móvil “quiero probar Rosa, quiero hacer el amor después de 2 años” “2 años??? Le dije, pero Ana como 2 años??” “Luis pasa de mí, no me toca un pelo, y todo estaba apagado hasta que me contaste todo esto” “y las niñas? Le pregunté riendo. “Tenemos que disfrutar”

…………………

ANA

Como todos los sábados cogí mi coche y fui al centro comercial a pasar la tarde. Estando sola era la manera de pasar el rato. Hoy no era un sábado cualquiera, después de las confesiones de mi hermana y de todo lo que había despertado en mí, me sentía distinta. Me había puesto mi blusa con mi pantalón verde apretado y mis zapatos de charol.

Llevaba un tiempo mirando escaparates cuando lo ví. Estaba ya muy cerca de mí y no me dio tiempo a reaccionar. “Deme algo” me dijo un adolescente gitanillo estirando su mano. Le sonreí un poco para disculparme y seguir mi camino. “Anda la paya estirada, que la follen”. Me quedé parada, “a veces el primero que pasa basta para distraerse” ponía el mensaje anónimo en casa cuando le cogí el móvil a Rosa. Me giré y le dije “puedo ser tu abuela, no deberías hablarme así” “lo que debería es follarme su culo viejo payo para que aprendiese”. No pude contestar, me quedé parada mientras veía como el chico se acercaba. “Si, te lo digo a ti puta paya que tienes dinero y no me das ni una moneda porque eres una puta racista de mierda por eso te follaría para que aprendieses”. Seguía inmóvil, mirándole a los ojos pero mi cuerpo sí se movía por dentro, estaba excitada, si, lo que dormía durante casi 2 años estaba despertando y se llamaba estar cachonda. “Joder, pirate anda, pija de mierda”.

Me fui, no podía quitarme de la cabeza ni un segundo todo eso. Después de otro rato vi al chico apoyado en la puerta de los recreativos, pasé enfrente de él mirándolo de reojo, al pasar ví que me seguía. Yo salí del centro comercial y bajé al párking con el chico detrás a unos 7 metros. Al llegar a mi coche aceleró el paso “me lo he pensado mejor y despues de mirarte bien el culo igual no es mala idea que te follen” “te daré alguna moneda, venga” le dije mientras abría mi bolso. Saqué cuatro euros y estiré mi mano para dárselos. Me escupió literalmente en la mano “no quiero tu mierda de dinero, quiero que te follen, no lo has oído, paya de mierda”. La situación me causaba ya un poco de miedo a la par que excitación. Mientras guardaba de nuevo mi cartera pasaron dos chicas a una distancia “Adios profesora Canal, hasta el lunes”. Las saludé con mi mano. “Profesora Canal, jajajaja, profesora de que…” “soy profesora de Lengua en el instituto” “Profesora en el instituto y me das cuatro euros, que puta estirada”.

Se acercó más a mí “mira paya, se acabó, me has hinchado las pelotas, míralas” y agarró mi mano y se la llevó a su polla. Mis ojos se volvieron a abrir al palpar semejante miembro. Mi marido siempre me había dicho que la suya en comparación con las demás era pequeña, pero siempre pensé que exageraba. No lo hacía, desde luego aquello era el triple.

“Dios mío pero tu que tienes ahí” “una polla señora profesora una polla, o es que hai que explicárselo todo”. Me soltó la mano pero yo seguía con la mía acariciando ese trozo de carne, le agarraba los testículos también y volvía a sobársela de arriba a abajo. “Sube al coche” le dije mirándole. Subió en el asiento del copiloto y salimos del párking, conducía de camino a casa sobándo esa polla con mi mano derecha. Se sacó ese monstruo del pantalón y yo lo agarré con mi mano. “No se si me cabrá” le dije mientras le pajeaba. “Seguro que si” me contestó.