Érase una vez; ¡Ellas arriba!, o ¿violadas?
Cuatro de las más bellas conductoras de la TV mexicana se ven en una situación que jamás creerían vivir, ¿que pasará con ellas?
¡Ellas arriba!, o ¿violadas?
Érase una vez, cuatro mujeres que trabajaban en una gran televisora de la capital; ellas eran: Amaranta Ruiz, Jimena Pérez (la choco), Shanik Aspe, y Paulina Mercado (la chula), cuatro de las más bellas, inteligentes, y carismáticas conductoras a nivel nacional, conducían un programa llamado “Ellas Arriba”, y a pesar de todo el mundo de gente que trabajaba con ellas, entre camarógrafos, ingenieros de audio, redactores, maquillistas, y demás gente, ese día, estaban solas en la redacción. Cuando la última junta terminó, ya era tarde, cansadas después de un largo día laboral, todas se habían puesto de acuerdo, y avisaron a sus respectivas familias y parejas que saldrían a tomar una copa a un bar cercano solamente entre ellas.
Cuando las cuatro llegaron al bar, Shanik solicitó un espacio reservado solo para ellas, este estaba en lo más profundo del local, y les daba cierta privacidad, una vez instaladas en su pequeño mundo de seis por seis, comenzaron a platicar y a bromear sobre cualquier cosa, al poco rato, un camarero entró para tomar sus órdenes, al salir, Shanik no pudo evitar hacer un comentario subido de tono sobre el chico, cosa que las demás festejaron y secundaron con risas y aplausos, las bebidas llegaron, y al retirarse el mesero, Amaranta, que era la más osada de ellas, alargó la mano y le tocó el paquete por encima del pantalón, el joven sorprendido no dijo nada, solo se limitó a darle una sonrisa cómplice a la mujer.
Después de varias horas, y de cinco bebidas, las cuatro hembras ya estaban algo achispadas y desinhibidas, se reían a carcajadas por cualquier cosa, como habían pedido que se pusieran en funcionamiento los altavoces del reservado para que la música del exterior llegara a ellas, bailaban, a veces en parejas, a veces solas, e incluso hacían bailes algo eróticos para un público masculino inexistente, cuando la sexta copa para cada una llegó a la mesa, el camarero que las traía era otro, ninguna de las cuatro se percató del cambio, y menos de que sus copas de champagne tenían un extraño color rosáceo, en contraste con las demás copas que ya habían bebido, y no dieron importancia al ligero sabor amargo que sintieron en la boca al sorber el primer trago después del brindis por el éxito de su programa.
La sexta copa se esfumó tan rápido como las demás, y pidieron otra, esta era exactamente igual que la anterior, de color rosa, y ligeramente amarga, Jimena lo atribuyó a que ya estaban algo bebidas, a Shanik no le importó, a Amaranta le preocupó un poco, y Paulina hacía mucho que no bebía tanto, así que también pensó que era porque ya estaba algo borracha, poco a poco las cuatros se sintieron demasiado ebrias, no podían levantarse sin que todo diera vueltas, y a pesar de estar sentadas, todo giraba a su alrededor, la lengua la sentían pastosa, y no entendían lo que se decían una a la otra, comenzaron a ver borroso, Shanik intentó ponerse de pie, pero las piernas no la sostuvieron, y cayó al suelo, las otras no pudieron hacer nada, porque al instante cayeron inconscientes en la mesa.
La primera en recuperar la consciencia fue la choco, seguida por Amaranta, Paulina, y al último Shanik, no sabían dónde se encontraban, solo veían un amplio cuarto de tabique rojo, una mesa redonda, y más allá una puerta, las cuatro permanecían sentadas en sillas de oficina, no estaban amordazadas, pero de todas formas, no querían gritar, estaban asustadas, y aún se sentían aturdidas por lo que habían bebido, solo se miraron unas a otras desconcertadas por aquel aparente rapto, una mirada más escrutadora de Shanik, le dijo que ya no estaban en el bar, y Paulina descubrió sus bolsos en la mesa.
-Por fin despiertan las bellas durmientes-, escucharon una voz grave a sus espaldas, -por un momento creí que nos habíamos excedido-, las cuatro mujeres brincaron del susto.
-¿Qué quieren?-, dijo Amaranta espantada, y con la voz todavía afectada por la bebida.
-No tenemos dinero-, agregó esta vez Paulina.
-No se asusten-, dijo un hombre que entraba por la puerta que habían visto, el tipo venía armado, -hagan lo que les digo, y no tendré que matarlas aquí mismo, sería una pena perder a alguna de ustedes o a todas, habría un gran vacío en la televisión, sin mencionar el dolor que sufrirían sus familias, en especial sus hijos-, dijo apuntando el arma en dirección de Paulina Mercado y Jimena Pérez.
Las cuatro permanecieron sentadas, no se atrevían a hacer algo, pues de pronto el mundo giraba y a veces se detenía, y no estaban tan locas como para intentar algo con una pistola apuntándoles.
-Saquen todo lo que traigan en los bolsillos-, dijo el tipo frente a ellas, -también lo de valor que tengan en los bolsos-
Tras obedecer, los dos tipos se quedaron con el dinero de todas ellas, sus teléfonos celulares, que eran bastante caros, y las joyas, que aunque algunas eran reales y otras de bisutería barata, se las quitaron también, todo el botín lo echaron en una mochila que dejaron en la mesa frente a ellas.
-No hagan nada, y no me veré obligado a dispararles-, dijo el hombre que empuñaba el arma, y dirigiéndose a su cómplice, agregó, -átalas-
Las fue atando una a una, la primera fue Shanik, la cual lo sintió en su espalda, ató sus manos, y después ella apreció como las manos del tipo tocaban sus tetas por encima de la ropa, intentó resistirse, pero él las apretó con más fuerza, haciéndole un poco de daño, la dejó sentada en una silla, y se acercó a Jimena Pérez, ella obedeció, esperando que tras atarlas a todas se marcharían y que las ataban para que no se escaparan y llamaran a la policía, el individuo no tuvo reparos en tocarle el culo por encima de las prendas, incluso metiendo sus dedos por entre sus muslos, tocando su entrepierna por arriba de su falda.
Cuando Jimena ya estaba atada y sentada, fue el turno de Paulina, esta vez, el tipo besó y mordió el cuello de la chula, produciendo una mueca de asco en la mujer, entonces la sentó, y se dirigió a la mayor del grupo, Amaranta, ella creyó que iba a ser la última en ser atada, le vio avanzar hacia donde estaba, pero…
-A ella no la ates-
Amaranta no sabía porque no la querían atar, pero sus dudas se despejaron rápidamente.
-Tú eres muy guapa para la edad que tienes-, le dijo el tipo, -date la vuelta-
Amaranta obedeció, estaba aterrada, se preguntaba, al igual que sus amigas, ¿dónde demonios estaban? y ¿por qué les estaba pasando aquello?, de pronto recordó, no supo la razón, a un tipo fuera de la televisora que siempre había sido un vulgar, les guiñaba un ojo o les enseñaba la lengua cuando llegaban, les decía improperios propios de un obseso sexual, tales como -hoy estás riquísima- y cosas semejantes, que ellas intentaban ignorar lo mejor que podían, incluso alguna vez siguió a Shanik y a la choco hasta su auto, supo que al menos aquel tipo no era peligroso y nunca se atrevería a hacer más de lo que hacía. Regresando a la realidad, El tipo llevó las manos al culo de su víctima, y lo sobó todo lo que quiso.
-Tienes un culo maravilloso-, le dijo al oído a Amaranta.
-Ya tienen todas nuestras cosas y el dinero que llevábamos encima-, le dijo ella, -por favor dejen que nos vayamos-
-Ese dinero es poco-, dijo el tipo que sostenía el arma, -van a tener que pagarnos tantas molestias de otra forma-
Todas se miraron entre sí, y temieron lo peor.
-Ven con nosotros-, dijo el tipo agarrando a Amaranta del brazo, -y ustedes-, agregó dirigiéndose a sus amigas, -hagan alguna estupidez y la mato aquí mismo-