Era virgen cuando subí al barquito de don vittorio
Don Vittorio se cruzó de brazos, con cara burlona, esperando que yo me desnudase. Yo no sabía que hacer, estaba desconcertada y muy nerviosa, en realidad lo que me habría gustado en aquel momento tal vez era dejarlo correr todo y volverme a casa, cosa ya imposible...
ERA VIRGEN CUANDO SUBÍ AL BARQUITO DE DON VITTORIO.
Confesiones de Laura
Bajé de mi casa cuando me llegó su mensaje, tal como habíamos quedado. Ya en la calle, vi que en el cruce estaba parado el coche de don Vittorio, el señor italiano - siciliano según él-, del que me he hecho amiga que desde hace unos meses vive en Barcelona, en un piso en el mismo edificio que mis padres y yo. También coincidimos casi cada día en el club deportivo al que voy por las tardes a aprender danza moderna, salsa cubana y bañarme en la piscina, club del que él se hizo socio en cuanto llegó a Barcelona por recomendación y presentación de mis padres.
Ayer don Vittorio, en el bar del club, después de invitarme a merendar, me dijo que si yo quiero podemos ir a dar una vuelta por la costa en su barquito, aprovechando que mañana es sábado, no tengo clases, empieza a hacer calor y el mar está muy tranquilo. Me hizo mucha ilusión, no lo pensé y le dije enseguida que sí, muy contenta. Quedé con él en que me avisaría el sábado por la mañana cuando estuviese preparado. Fue después, por la noche, cuando me bañé en casa y me vi desnuda en el espejo del cuarto de baño, -es verdad que para mi edad estoy muy buena, como me dicen siempre los chicos de mi clase-, me entró una cierta inquietud y muchas dudas. Me iba a ir sola con don Vittorio, al que conozco sólo desde hace medio año, pero que es un hombre muy amable, abierto, simpático y cariñoso. Bastante mayor, pero bien conservado aunque en la piscina se le ve gordo, tiene una barriga bastante pronunciada, moreno, con un cuidado cabello blanco y oliendo siempre muy bien. Además, es muy elegante, a veces va vestido con trajes muy chulos u otras veces con tejanos y camiseta deportiva, pero siempre tiene muy buen aspecto. Claramente gordo, como he dicho antes, pero, bueno, a su edad eso es bastante normal. Y es muy bromista y divertido, aunque se pasa bastante con algunos comentarios que a veces me hace en el ascensor de casa o en la piscina del club sobre mi culo o mis tetas y lo que él haría con ellas. No me enfado, parece que es normal, he leído que los italianos siempre intentan seducir a todas las chicas y mujeres que conocen y la mayoría de veces lo consiguen, son muy agradables y saben cómo hacer que nos encontremos bien con ellos…
Me he dado cuenta que, casi siempre, en la piscina del club, don Vittorio me mira de una manera bastante pervertida, no soy tonta aunque puede que a veces lo parezco, por lo menos eso de que soy tonta es lo que me dicen mis imbéciles profes de mates y ciencias mientras me miran los muslos con ojos de sátiros. Pero es normal, cuando me pongo un bikini todos los chicos y hombres no apartan los ojos de mí. Dormí poco aquella noche, dudando si finalmente ir con don Vittorio o no. Al final acabé bastante nerviosa, hasta que a las nueve de la mañana, como me había dicho, me envió un mensaje diciéndome que ya me esperaba en la calle con su coche, un deportivo italiano muy guapo, que ya había ido a buscar al garaje en el que lo tiene guardado. Le dije a mi mami que me iba a la playa con mis amigas, le di un beso a papi que todavía estaba durmiendo y salí de casa. Bajé a la calle, como dije antes, y vi que él me estaba esperando cerca, donde había encontrado un pequeño espacio para estacionar en doble fila y aguardar a que yo llegase. Entonces dudé, dudé mucho, de pronto no sabía que hacer, me quedé parada, casi como paralizada… Y ya estaba a punto de volverme cuando pensé que si no iba quedaría como una nena tonta y tal vez él se enfadaría conmigo. Respiré profundamente, me cargué de valor, miré adelante y me dirigí hacia el auto del siciliano.
Don Vittorio, al verme, salió sonriente, me besó en la mejilla, dejó mi bolsa en los asientos traseros del coche, me senté a su lado mientras me puso el cinturón de seguridad aprovechando descaradamente para rozarme las tetas con sus manos, y arrancó en dirección a un puerto deportivo que hay cerca de Palamós a unos cincuenta kilómetros en la costa norte de la ciudad. Don Vittorio estaba muy amable y agradable, aunque me inquietaba un poco que no dejaba de sonreír de una manera extraña mientras me miraba, incluso en un momento, en la autopista, no sé si se equivocó, pero al cambiar de marchas dejó caer la mano en mi rodilla, donde la tuvo algunos segundos hasta que yo aparté la pierna hacia el otro lado cuando noté sus dedos subir por la parte interior del muslo.
Por fin don Vittorio y yo llegamos en su auto al puerto deportivo. Hacía sol y un buen día de final de primavera, con una temperatura bastante cálida para no ser aún el verano. Don Vittorio pasó la barrera de entrada al puerto, y circuló muy lentamente hasta llegar al punto de atraque en el que tenía su embarcación. El muelle se veía casi desierto, se notaba que no era aún la temporada. El auto quedó estacionado delante del yate, recogimos las bolsas del maletero y don Vittorio lo cerró. Subimos por la escalerita de madera sacó una llave y abrió la puertecita que impedía el acceso a la embarcación. Me sujetó por la cintura y me hizo dar un pequeño salto a cubierta. Yo, no sé porqué, me esperaba una especie de velero, pero era un barquito no muy grande a motor. Por el nombre “Sirena Garbí” vi que debía haberlo comprado o alquilado aquí. En los camarotes había una pequeña habitación con unas literas, una sala con un sofá cama, una mesa, unas sillas, una cocina, la nevera, y un mueble con los aparatos de comunicación y navegación, un pequeño cuarto de baño y una salita con la despensa. De la sala se podía acceder a una escalerita que daba a la cubierta de mando cubierta. Me senté en una butaca de la sala, y el italiano se quedó de pie sonriendo mientras me miraba fijamente.
Don Vittorio me dijo que íbamos a ir a una bella y solitaria playita que hay entre los acantilados cercanos de la Costa Brava y que era mejor que nos cambiásemos ya, como el día era fantástico, nos podíamos bañar cuando llegásemos a la cala y mientras tanto tomar el sol en la cubierta del barquito. Apoyando la mano en mi hombro y acariciándome el brazo, repitió que ya nos podíamos desnudar y ponernos cómodos. Yo me sentí parada, muy intranquila, intuía una amenaza inminente en el hecho de desnudarme ahora mismo delante de don Vittorio. Él lo notó, y se puso a reír. Se quitó rápidamente la camisa y los pantalones, y se quedó vestido con sólo un bañador de color negro, y una cadena de oro con una cruz egipcia en el pecho. Se le veía grueso, con la barriga sobresaliendo del bañador y con un bulto considerable en el bajo vientre. Sentí que mi cara enrojecía al darme cuenta de que don Vittorio parecía tener un pene y unos testículos muy grandes… Se cruzó de brazos, con cara burlona, esperando que yo me desnudase. Yo no sabía que hacer, estaba desconcertada y muy nerviosa, en realidad lo que me habría gustado en aquel momento tal vez era dejarlo correr todo y volverme a casa, cosa imposible, por lo que hice lo único que me pareció lógico para no parecer una nena miedosa o imbécil. Me quité la camiseta, me bajé los pantaloncitos, y me quedé casi desnuda, con sólo el sujetador y el tanga de mi bikini tapando partes mínimas de mis pechos y mi sexo. Estábamos al final de la primavera, y yo estaba muy blanca y mis ojos supongo que mostraban mi expectación. Él me dijo que bueno, que ahora navegaríamos hasta la playita a bañarnos. Me miré en el espejo del cuarto de baño y me peiné alisándome el cabello y sujetándolo con una cinta formando una colita para estar bien guapa, en realidad soy muy presumida y con este peinado sé que los hombres se vuelven locos mirándome.
Subí a la cubierta, en la que don Vittorio maniobraba en el timón para apartarse del muelle y salir del puerto. Me dirigió, sonriendo, una mirada larga, me repasó de arriba abajo, aunque ya me había visto desnuda en bikini muchas veces, en la piscina del club, y noté que, como siempre, le gustaba mucho lo que estaba viendo. Noté una cosa muy curiosa, don Vittorio es todo lo contrario de un hombre atlético, pero sentí una rara sensación de atracción por su cuerpo, me lo imaginé tocándome y… ¡Ufff!, incluso violándome… Pero lo más sorprendente era no me desagradaba la idea, me excitaba… Tal vez era que yo había oído decir a las otras chicas del club que don Vittorio es un putero que cada día se acuesta con una chavala diferente de los puticlubs de la ciudad, y por ello me invadía una gran curiosidad hacia el grueso cuerpo de aquel hombre tan experto en acostarse con mujeres y follarlas, me preguntaba que debían sentir las chicas cuando lo tenían encima. Me puse a su lado junto al timón del yate, y don Vittorio me atrajo hacia él agarrándome por la cintura. Me estremecí cuando sentí su manaza moverse delicadamente en mi cadera, tan cerca de mis nalgas. Fuimos saliendo poco a poco del puerto, y cuando puso rumbo al norte, cerca de la costa, me colocó al timón y él se puso detrás de mí, abrazándome por detrás mientras me rozaba el cuello con sus labios y dejaba caer sus manos suavemente en mis tetas. Él me estaba hablando, pero yo, muy azorada, casi no atendía a las cosas provocativas que el hombre me iba diciendo mientras pegaba por detrás su cuerpo al mío y jugaba con mis pezones metiendo los dedos debajo del sujetador y haciendo pinza con sus dedos pulgar e índice. Yo le dejaba hacer como si no estuviese pasando nada, pero me estaba poniendo a mil, especialmente cuando bajó una de las manos y la introdujo dentro de la braguita acariciándome el culo.
Pasamos junto a otro lindo y pequeño puerto, y enseguida llegamos a la altura de una playita, una cala entre rocas, que se veía desierta. La mar estaba llana como un espejo, y las aguas muy limpias y cristalinas, hasta el punto que se veían peces arremolinarse junto al yate, mientras don Vittorio les echaba unos trozos de pan seco que había en un saco en cubierta, que atrajeron también a algunas gaviotas y otras aves marinas. Paró el motor, echó el ancla, subimos a una pequeña barca de servicio que colgaba de un lado del yate, y recorrimos lo poco que nos separaba de las arenas de la cala. Sacamos la barquita del agua y la dejamos en la orilla del mar. Don Vittorio extendió unas toallas en la arena seca. Para mi sorpresa, entonces me dijo que le encanta estar desnudo en una cala solitaria como aquella. Entonces sonriendo, se acercó y me desabrochó el sujetador del bikini, que cayó al suelo. Se me quedó mirando sonriendo con los ojos fijos en mis tetas. Eso sí, pensé que la parte de abajo, la braguita, no me la iba a quitar… Me arrodillé y me estiré en la toalla, cara arriba, para tomar el sol, y vi que él se estaba acabando de bajar el bañador y se quedaba completamente desnudo. Su barriga caía libre sobre el bajo vientre, donde había un grueso pene y un sexo cubierto de pelos. Era impresionante, le miré y tragué saliva porque me vino a la imaginación, como un flash, la escena de aquel cuerpo desnudo encima de mí allí mismo, en la arena de la playa, con aquello que colgaba de su vientre entrando en el mío... Don Vittorio se estiró en la toalla que había junto a la mía y se puso a tomar el sol igual que yo.
Pocos minutos después, sentí la mano de él acariciándome el brazo. Miré y se había girado hacia mi, estaba muy cerca, noté su aliento en mi cara. Le sostuve la mirada y él siguió con los ojos fijos en mi cuerpo mientras me hizo de nuevo la pinza con los dedos en uno de mis pezones y empezó a apretarlo. No pude decir nada, le dejé hacer lo que quería, me gustaba sentir sus dedos y me sentía muy atrevida al permitirle pellizcarme la teta. Le pasé la crema protectora que había traído en una bolsita y él abrió el tubo mientras me sonreía y se puso crema en la mano. Me la fue extendiendo poco a poco, suavemente, yo notaba como él disfrutaba acariciando mi piel… La cintura… La cara… El cuello… La frente… los pechos, primero una teta y después la otra… El vientre… La cara interna de los muslos… Las piernas… Pasó la lengua por mi cara y mis labios, me besó suavemente, con mucha delicadeza… Entonces sentí que don Vittorio me bajaba las cintitas del tanga y deslizaba mi braguita por los muslos y las piernas hasta sacármelo del todo por los pies… Me quedé como paralizada… En el sexo me había salido un vello rubio, pero me lo había rasurado un día mi madre diciéndome que tengo que ser una chica moderna e ir a la moda, sin pelos en ninguna parte del cuerpo que no sea la cabeza… Temblé cuando noté que don Vittorio me estaba poniendo crema protectora solar en el sexo y aprovechaba para introducir un poco sus dedos en mi vagina… Y lo peor – o lo mejor- es que me di cuenta de que aquello me estaba gustando mucho, me estaba volviendo loca de placer… Y pensé si era que el hombre me iba a violar allí mismo, en medio de la playa… Si en cualquier momento le iba a ver tirarse encima de mi, si se iba a colocar sobre mi cuerpo… Y yo no haría nada, bueno sí, me abrazaría a él… Notaba que mi cara ardía, debía haber enrojecido por mis pensamientos… Y también tenía miedo a que nos viese alguien desde las rocas… Don Vittorio me miraba y sonreía paseando la lengua por sus labios y luego por los míos de forma muy provocativa.
Pero no. De pronto, él dejó de acariciarme, y me dijo con una voz excitada, que casi no se le entendía, que teníamos que volver al yate, que aprovecharíamos para recorrer otros puntos de la costa. Vi que se ponía en pie, se ponía el slip de espaldas a mi, y sin girarse se iba hacia el mar y se bañaba un par de minutos. Al salir se secó con la toalla. Yo imagino ahora que se había excitado mucho en la playa tocándome y mirándome, y tuvo miedo de llegar al final y no tener fuerza después para lo que había venido a hacer conmigo en el yate. Me coloqué la parte inferior del bikini, el tanga, e hice lo que dijo. No me bañé, en los pies noté que el agua estaba aún fría, y así dejé que la crema protectora continuara embadurnando todo mi cuerpo. Guardamos las toallas y la bolsa de playa en la barquita, y nos dirigimos de nuevo hacia el yate, que estaba anclado muy cerca. Yo era muy consciente de lo que seguramente me esperaba a bordo, lo intuía claramente, y pienso que también lo deseaba porque me había dado cuenta de que el hombre estaba muy excitado, y notaba que yo también, que no dejaban de venirme a la imaginación escenas muy eróticas y pervertidas con él violándome en el barco y yo gritando, don Vittorio me parece un hombre atractivo y muy seductor a pesar de ser mayor y grueso. Sí, lo confieso, no puedo negarlo, es evidente que cuando volvíamos al yate yo deseaba intensamente que don Vittorio me follase…
Subimos de nuevo a borde del yate. Yo sabía que estaba muy excitante para el hombre que me deseaba rabiosamente, me sabía desnuda, esbelta y proporcionada, con sólo con el tanga del bikini que apenas velaba mi sexo y dejaba mi culo al aire, mi cuerpo muy blanco aceitoso por la impregnación de la crema protectora que él me había extendido por toda la piel. Don Vittorio me agarró de la mano, me volvió a tocar las tetas y me pellizcó en una nalga hasta hacerme gritar. Me acerqué a la puerta del camarote, donde ya estaba él, en medio, sonriéndome de una manera que delataba lo que iba a pasar y que yo esperaba expectante. Se apartó para que me acercase a la puerta. Fui a abrirla y pasar, cuando él, a mi lado, de pronto, me agarró por la cintura y la cadera, me giró hacia él, y me apretó contra la puerta. Como yo no esperaba eso, por lo menos no de esa manera, no lo imaginaba exactamente así, había sido tan suave y delicado hasta entonces, me tomó por sorpresa, y, sin poder evitarlo, noté su cara y sus labios aplastando los míos –era la primera vez que un hombre me besaba de esa manera tan violenta y sexual- y su lengua luchando con mis dientes para introducirse en mi boca y unirse a la mía… Yo me resistí, y me solté, pero sabía que era inútil, porque yo no deseaba en realidad escaparme, sino entregarme a él… Se abalanzó sobre mí y me volvió a apretar contra la puerta, besándome y abrazándome con toda su fuerza. Sentí dentro de mi boca el gusto a cerveza y tabaco de la suya. Yo también le abracé, fue mi reacción natural, estaba deseando que él me violase de una vez, y me di cuenta de que el hombre me estaba bajando la braguita, que acabó cayendo al suelo. Noté una cosa rara en mi vientre, sólo podía ser su polla, y, con una especie de gemido de gatita temerosa, me aparté, retrocediendo hacia el único lugar que podía, la cama.
Entonces le vi… Vi su sexo, su pene en plan de guerra a muerte por primera vez… Don Vittorio se había quitado el bañador, y estaba de nuevo completamente desnudo, como en la playita, pero ahora era diferente… Un pene enorme, con unos grandes testículos hinchados y cubiertos de pelo, estaba erecto, apuntando hacia mi… Me quedé paralizada sin saber que hacer, ahora estaba a la vez excitada y aterrorizada, ya era una realidad lo que iba a pasar, no un deseo, no una imaginación… Cada vez me sentía más desconcertada, deseo y miedo… Don Vittorio, supongo que experto desvirgador de putitas como yo, no perdió tiempo, se movió rápido y se lanzó sobre mi. Me asusté por primera vez, ya había llegado el momento que deseaba y temía. Intenté apartarme, separarme, pero no pude, o, mejor, no quise… Él era mucho más fuerte de lo que parecía y yo en realidad no iba a resistirme… Tomó mis dos tetas con sus manos, las apretó como si fuesen pelotitas de goma y me pellizcó con fuerza hasta que grité de dolor y de sorpresa… Pero los pezones se me pusieron muy duros y aumentaron su tamaño… Me agarró, me apretó con más fuerza contra su cuerpo, me volvió a besar, y, con un movimiento suave pero decidido, me arrojó encima de la cama. Y enseguida se echó sobre mí y me cubrió con su cuerpo. Noté todo su cuerpo encima del mío… Pesaba, casi me asfixiaba… Don Vittorio sudaba, jadeaba como un animal, parecía una extraña fiera furiosa, yo me sentía tan abandonada, tan entregada, sabía lo que él me iba a hacer… Y yo no quería hacer nada por evitarlo, al contrario, lo deseaba intensamente… No podía moverme… Noté que su pene se paseaba por encima de mi vientre... Yo sabía que pronto intentaría metérmelo dentro del cuerpo…
Se apartó un poco y se arrodilló a la altura de mis piernas. Me separó los muslos, bajó la cabeza a mi vientre y empezó a lamer y besar mi sexo… Introducía la lengua en mi vagina, y yo pensaba que iba a explotar, que me moría de placer con aquellas caricias que me estaba haciendo… Así estuvo un buen rato, y después fue subiendo mientras substituía la lengua por sus dedos, con los que me acariciaba y pellizcaba el vientre y la cara interna de mis muslos. Al final ya me volvió a cubrir completamente, con su cadera y su culo entre mis muslos abiertos, su vientre y su pecho apretando los míos… Dios mío, no podía casi respirar, me ahogaba, sudaba, notaba que mi piel ardía, gemía… El hombre me besaba en la boca, el cuello, me lamía, me chupaba los pezones de los pechos - ¡qué sensaciones de placer indescriptible sentía yo cuando lo hacía!-, todo aquello me enloquecía, me gustaba hasta el infinito, don Vittorio sabía lo que tenía que hacer para que yo me lo pasase bien y no me angustiase por nada, se le notaba muy seguro. Sudaba, jadeaba, yo también me movía aunque su cuerpo pesaba cada vez más encima del mío… Su barriga aplastaba mi vientre… Y sentí, de pronto, que algo se metía en mi sexo, algo penetraba dentro de mí…. Algo empezaba a entrar en mi cuerpo… Tal vez eran los dedos del hombre de nuevo, pero, no, no podía ser, claro, sus dos manos estaban en mi cuerpo y en mi culo, aquello que se metía en mi vientre, no era ningún dedo, era mucho más grande, era, claro, su pene… Sí, don Vittorio había empezado por fin a penetrarme, tal como yo, con enorme curiosidad, deseaba y temía… Noté, asustada, que su polla se abría paso en mi cuerpo, que estaba entrando, que era grande, caliente y dura, se estaba deslizando en mi vagina, cada vez más, estaba impresionada, paralizada, el momento que miles de veces me había imaginado sin saber cómo sería había llegado, don Vittorio me estaba violando, me abría el vientre. Avanzaba muy lentamente, milímetro a milímetro, con mucho cuidado, como si él quisiera que aquellos momentos fueran eternos… Me quedé paralizada, sin respirar, le miré a los ojos, a punto de reír y llorar, noté que ahora me llegaba el pánico, el miedo, sentí por primera vez que debía de huir, salir de allí, pero seguía sin poder ni querer moverme, estaba quieta, le dejaba hacer, no sé qué me pasaba, estaba inmovilizada, quería que él siguiese, que no parase…
Y, de pronto, sin que pudiese pensar en nada más, sin poder reaccionar, sentí como un rayo o un relámpago, un pinchazo, un corte en mi vientre, como si una tijera me hubiera cortado algo, como si una aguja se hubiese clavado dentro de mí. Dejé ir una especie de queja que se transformó en un gemido prolongado, mi cuerpo se estremeció, tiré la cabeza hacia atrás, apreté mis labios, volví a quejarme y gemir un poco, y noté como su polla seguía metiéndose en mi vientre hasta lo más hondo, y ahora me hacía más daño, era como si una lanza me estuviese cortando, dejé ir varios gritos de dolor que don Vittorio silenció tapándome la boca con un beso inacabable mientras con la mano agarraba mi culo y lo apretaba contra su sexo, ayudándose a meter su pene hasta lo más profundo de mi vientre, y más allá si hubiese sido posible sin reventarme… Sí, don Vittorio ya me había roto por dentro y por fuera… Entonces se aprovechó a fondo, naturalmente, del momento en que me acababa de desvirgar, buscó mi lengua hasta morderla, me lamió la cara, me mordió el cuello, me chupó los pechos, me hizo todo aquello que le proporcionaba placer a él y a mi también, empezó a moverse arriba y abajo, yo notaba que su pene duro y caliente entraba y salía de mi sexo, una y otra vez, penetraba más profundamente y volvía a salir…
Y aunque todavía notaba dolor cuando volvía a entrar hasta el final, hasta chocar pubis contra pubis con toda su polla en mi vientre, me di cuenta de algo espantoso y fantástico: a mi me gustaba sentir su pene dentro de mi vagina, era muy delicioso y enervante notar el pene de don Vittorio agitarse dentro de mi vientre, sí, el dolor se mezclaba con algo muy excitante y placentero que me dejaba sin respiración, yo tenía todo el peso de su cuerpo encima del mío, zarandeándome con grandes espasmos, al moverse él se aplastaba contra mi, se meneaba y yo me estremecía, me continuaba besando, mordiendo, me gustaba, y yo gritaba, gemía, me ahogaba y reía, estaba como electrizada… Me apretó el brazo, me mordió los pezones y me clavó los colmillos en el cuello como un vampiro enloquecido. De pronto, sin darme cuenta, como en un sueño, me encontré pasando una mano por su espalda y apretando el culo de don Vittorio contra mi vientre con la otra, al tiempo que lo besaba y seguía lloriqueando de placer y jadeando de asfixia, completamente enardecida mientras mis muslos abrazaban con gran fuerza su cadera. La verdad era que yo resplandecía torturada con el fulgor de mil estrellas que nacían en mi cuerpo, nunca me había sentido tan encendida y estimulada como ahora, sintiendo el pene de don Vittorio revolverse dentro de mí… Me enganché al hombre, que continuaba agitando su polla de manera cada vez más salvaje en mi vagina, respirábamos faltándonos aire, le besé, ahora le mordí yo el cuello, apreté su culo contra mi vientre hasta sentir un tormento de mal y deleite cuando me encajaba de nuevo una y otra vez el pene con gran violencia, me removí de todas las maneras, acompasando mis movimientos a los suyos. Era inesperado, sí, era la gran revelación y sorpresa, aquello me gustaba hasta morir de placer mientras la polla del hombre no dejaba de hurgar dentro de mi, frotándose contra las paredes de la vagina, entrando hasta tocar fondo y saliendo una y mil veces. Don Vittorio jadeaba, me miraba, cerraba los ojos, me bañaba con su sudor, yo también sudaba, el horror del gran placer, no puedo explicar con palabras lo que sentí, no las encuentro…
Inesperadamente, de pronto, como un trueno, don Vittorio dejó ir un gemido más alto, casi como una queja desesperada, un grito de agonía, como si algo explotase dentro de él… Se quedó quieto un momento, su cuerpo se puso como rígido, como duro, y luego empezó a estremecerse encima de mí, de forma colérica, muy acelerado, parecía que él estallaba exasperado, sin aliento, su pene entraba y salía de mi sexo a gran velocidad, me zarandeaba y aplastaba como si veinte caballos estuviesen galopando furiosos encima de mi, me sorprendía que mi placer crecía hasta el infinito, a pesar del dolor que a veces aún notaba… Me maltrataba y eso me excitaba hasta reventar, empezó a gemir más alto, a gritar salvajemente y aullar, como si un lobo, una fiera salvaje, se ahogase en medio de mil torturas, y yo noté entonces, muy sorprendida porque mis amigas ya desvirgadas me habían dicho que prácticamente no te das cuenta cuando te entra el semen de los chicos, que cada vez que él pegaba un salto hacia adelante, clavándome su pene hasta el límite del dolor y placer de los infiernos, un líquido muy caliente me entraba a borbotones, como si brotase de una fuente que inundaba el interior de mi vientre, me notaba húmeda, inundada, llena, ardiente… Don Vittorio estaba eyaculando dentro de mi, había llegado al orgasmo más salvaje de su vida, según me confesó después, y yo, no puedo casi ni explicarlo, clavé mis uñas en la espalda y el culo del hombre y también exploté, gemí, me quejé, me puse a jadear sin oxígeno en los pulmones, me agité con tanta agonía como él, le besé, le mordí hasta hacerle gritar de dolor mientras conocía también yo los tremendos placeres del orgasmo más descomunal de los avernos… Era como si ahora mil bestias salvajes resucitasen de un sueño de siglos dentro de mi, no podía respirar, y aquello seguía, seguía, ahora era yo quien zarandeaba al hombre enloquecida, ya no me importaba reventar con tal de seguir en aquel cielo de placer infernal… No sé cuanto duró, medio minuto o un milenio, después empecé a quedarme quieta, en reposo, poco a poco, al final no me movía, sabía que a lo mejor ya estaba muerta, don Vittorio continuaba encima de mi, aplastando mi cuerpo con el peso del suyo, a los dos nos costaba aún respirar, estábamos bañados en sudor, me ahogaba de verdad, necesitaba aire…
Le acaricié la cabeza, con la otra mano agarré su pene, todavía dentro de mí, y toqué un líquido caliente, denso y viscoso, semen y sangre, que salía de mi sexo y mojaba mi vientre, mis muslos y la sábana. Don Vittorio estaba medio dormido, exhausto, pero no me molestaba, me gustaba sentir todo el peso de su cuerpo encima del mío… Todo fue quedando en silencio, ya no se oían ruidos, sólo nuestra respiración recuperándose poco a poco… Pasó un tiempo, unos minutos, y lo aparté un poco, hice que se pusiese de lado para poder respirar mejor, noté como su verga, ahora más pequeña y blanda salía de mi sexo… Se quedó pegado a mi, puso su mano en mi vientre y se dedicó a sorber, lamer y succionar el pezón que le quedaba más cerca de la boca y después el otro, yo me atreví a jugar con su pene, a palpar sus testículos… A él pareció gustarle porque dejó ir una especie de ronroneo satisfecho, pero cuando me fui a dar cuenta se había quedado quieto, giré mi cara para buscar la suya y vi que se había acabado de dormir totalmente, su aliento daba en mi cuello, el calor y el sudor de su cuerpo cubría de lado el mío, llevé su mano a mi vagina, ahora me dolía al apretarla, la dejé caer, me toqué allí y en los pechos… Todo parecía irreal… Si no fuese porque de verdad estaba allí, en aquella litera, con el hombre desnudo que me había follado de una manera tan bestial durmiendo a mi lado, y con una especie de ardor o escozor en mi sexo, todo hubiese sido como una fantasía, como un sueño… Pero era real, bien real. Todo había ocurrido de verdad… Yo estaba desnuda, con don Vittorio abrazado a mi cuerpo, me acababa de desvirgar… Estaba ahora algo mareada, muy cansada y agotada, pero al mismo tiempo me sentía fantástica… Era terrible, lo que me acababa de pasar me había entusiasmado, ahora sabía el auténtico significado de la palabra placer, volvía a atreverme a colocar mi mano en el pene de don Vittorio y jugar con sus huevos… Y, finalmente, me dormí yo también…
No recuerdo nada más, sólo que don Vittorio me despertó y me dijo que ya era muy tarde… Había pasado más de una hora… El hombre estaba desnudo, igual que yo, y me miraba burlón, mientras lucía su barriga y su pene descansaba encima de sus peludos y ensortijados testículos… Yo estaba sucia, muy sucia, llena todavía de la crema antisolar de la playa, el sudor y la saliva del hombre mezclados con los míos, el vientre y los muslos impregnados de la mezcla pegajosa de semen y sangre que se escapaba de mi vagina… La sábana de la litera también estaba sucia, manchada de sudor, sangre y semen… Se acercó, me besó en la boca, él también olía, como yo, a bronceador, sudor, semen… Me agarró de la mano y salimos del camarote subiendo abrazados a cubierta, los dos completamente desnudos, sucios. Me hizo muchas fotos al sol, en todas las posiciones, yo sola o con él, utilizando el disparador automático de la máquina. Don Vittorio me lamió la cara con su lengua mientras me pellizcaba el culo y me apretaba los pezones. Volvimos después a la cabina, era ya la hora de comer. En la nevera había bebidas y unas pizzas congeladas, que calentamos en el microondas del barco. Comí bastante, yo tenía mucha hambre y estaba algo desconcertada por todo lo que me había pasado ya aquel día. Bebí cerveza, estaba muy fría y le iba bien a las pizzas que estábamos devorando. Cuando acabamos, la comida y las birras me habían hecho reacción, y necesitaba dormir, tenía mucho sueño. Hablé por teléfono con mi madre y le dije que volvería tarde, que no se preocupase. don Vittorio me trajo entonces un vasito con agua y una pastilla, un medicamento, en su pequeña funda. Lo miré sorprendida mientras él sonreía mirándome con ironía, Vi que era levonorgestrel. El siciliano sabía perfectamente lo que hacía, no quería que yo quedase preñada. Don Vittorio es un hombre muy metódico, parece que siempre lo tiene todo previsto y pensado. Me tomé el medicamento con el vasito de agua.
Don Vittorio me agarró después por el brazo y me dijo que él también estaba cansado, que nos iría bien hacer una pequeña siesta. Asentí, y volvimos al camarote… Me fijé de nuevo en que en la sabana de la litera había la mancha húmeda, con algunos restos de la sangre que perdí cuando me desvirgó, mezclada con el semen del hombre que se había escapado de mi sexo… Don Vittorio se estiró en la cama, me di cuenta de que su pene volvía a estar duro y grueso, me colocó encima de él y su pene volvió a penetrar rápidamente en mi cuerpo, ahora haciéndome poco daño y con una sensación muy excitante y un placer muy intenso que a cada momento otra vez me enloquecía más, hasta que de nuevo tanto él como yo llegamos a la exasperación de un orgasmo tan salvaje como el anterior…
La tarde había avanzado cuando él me despertó, me besó sonriente y me dijo que me vistiese, que ya era hora de volver a Barcelona. Mientras yo dormía, don Vittorio había pilotado el barco de regreso al puerto y el yate estaba atracado en su punto de amarre. Fui al baño a ducharme y sentirme limpia por fin y de nuevo me miré fijamente al espejo… Era yo, pero sabía que ya no era yo, que no era la nena que había salido de casa aquella mañana. Ya era otra. No sabía bien quien era yo ahora, pero intuía que había cambiado, y que me gustaba mucho ser esta nueva Laura. Adivinaba que había sido sólo la primera vez que pasaba un día con don Vittorio, que habría muchas ocasiones más en las que el hombre penetraría en mi cuerpo todas las veces que quisiera, y también sabía que yo se lo iba a permitir, había sido una experiencia fantástica, de aquellas que no te cansas de repetir… Hasta, tal vez, pensé sonriendo, algún día podría viajar a Sicilia con don Vittorio… ¿Por qué no? Él está divorciado y libre, y a mi me encantaría viajar a Italia con él… Tal vez cuando llegue el verano pueda convencer a mis papis que mientras ellos se van al crucero por el Mediterráneo que tienen previsto, a mi me dejen ir a conocer Sicilia con don Vittorio… Seguro que sí, a ellos les encanta viajar solos y sentirse jóvenes, siempre han pasado bastante de mi… Y yo de ellos, claro…