Era viernes
Mi secretaria describe uno de nuestros encuentros.
Era Viernes, un día lluvioso, pero húmedo. Habíamos quedado para comer con los compañeros de la empresa, con un subcontratista, por lo tanto la motivación para que se acabara la jornada laboral era máxima.
Trabajo para una empresa constructora y desde hace cinco meses estoy liada con mi jefe. Está casado y yo separada. Al principio, comenzó como una atracción sexual, con una química desbordante. En la caseta de obra las miradas y los tocamientos por su parte hacían que cada vez que lo hacíamos yo me desbordara. Hasta tres veces al día. Me toca y en mi cuerpo noto como me recorre un escalofrío, los pezones, se me ponen duros y mi sexo se humedece como nunca antes lo había hecho. Me siento mujer cuando me posee, y me corro como nunca antes lo había hecho.
Ese viernes me puse un vestido cortito con unas botas camperas y unas medias de liguero; la verdad es que a mis 32 años estoy en la plenitud de mi vida; tengo una cinturita estrecha que realza mis caderas y mi culito de pera, como él me dice. Cuando habíamos tomado un par de copas y estábamos en la mitad de la comida me levante, me fui al baño y me quité las bragas. El estaba sentado a mi izquierda y con el pie por debajo de la mesa, le hice insinuaciones , para que llevara su mano hasta mi sexo; poco a poco, para que nadie se diera cuenta, comenzó a subir su mano por mi pierna, tocó las medias y le incité para que siguiera subiendo, Dios estaba empapada; la conversación seguía en la mesa, el champagne corría de copa en copa, al igual que mi excitación. Cada vez que podía tocaba mi sexo y mis piernas le rozaban todo lo que podía, para que nadie se enterara.
Al llegar a las copas, olía a sexo, yo estaba totalmente mojada y necesitaba que me penetrara, como él sabe hacerlo, primero roza su puntita y después la mete de un solo empujón hasta dentro haciendo que mi espalda se convulsione y gima de placer. Su mirada era de deseo. Nos levantamos y comencé mi " baile de caderitas" hacia el bar que habían elegido. Al de un rato, me fui al baño y esperé a que viniera, sabía que iba a venir, mi cuerpo olía campo de batalla, estaba preparada y él lo sabía.
Nada más entrar, le empujé hasta el baño, le bajé los pantalones, él me empujó contra la pared, con una mano me agarró del pelo y con la otra cogió su pene y me penetró, una y otra vez; el resto estaba fuera hablando y riendo y yo gemía y me corría de placer. Tras diez minutos de sexo en los cuales me corrí unas cuantas veces, las suficientes como para mancharle su camisa.
Al de media hora le volví a esperar en el cuarto de baño de hombres, lo mismo esperé a que entrara, me levantó mi vestido y me empotró contra la pared, mientras me hacía suya; estaba muy excitada, mis pezones, estaban duros como una roca y mi sexo completamente húmedo. Estuvimos así otros diez minutos, me volví a correr y con mi sexo completamente húmedo y sin braguitas continuamos de bares.
Las miradas se entrecruzaban; él sabía que necesitaba de él; sabía que estaba muy, muy excitada y que mi sexo estaba muy húmedo. Mientras cambiamos de bar, con mi movimiento de caderas, los chicos se daban la vuelta para mirarme y él se excitaba...
En el siguiente bar repleto de gente , sentados en una mesa, me metió mano por debajo de la mesa, y me comenzó a tocar, ya no podía más, estaba empapada y necesitaba de él, necesitaba sentir su sexo dentro de mi cuerpo y sus embestidas, necesitaba que me mordiera el cuello mientras me hacía suya una y otra vez.
Decidimos marcharnos, en el parking, me hizo un dedo, mientras yo gemía de placer, y le daba unos besitos en su pene. Cuando me corrí una vez, me dejo en mi coche y me dijo que me esperaba en su casa
Cuando llegué, estaba desnudo y completamente excitado; me quitó el vestido y el sostén; me quedé desnuda con mis medias y las botas camperas. Me empotró contra la pared y mientras me agarraba del pelo, me penetró, una y otra vez, mientras sus manos recorría mi cuerpo, desde el pelo, hasta las caderas y el culo; no podía parar los orgasmos, mientras me daba azotes y me preguntaba quien me iba a romper el culito. Después cambiamos de posición, nos pusimos en el espejo de la entrada, me puso a cuatro patas y me volvió a penetrar, mientras me preguntaba si era eso lo que quería y si me gustaba... mis orgasmos eran continuos, le estaba mojando hasta los testículos y no podía parar de correrme y de gemir y eso le excitaba más y más, hasta que llegó al orgasmo, y que orgasmo, le provoqué señores, noté como se le hinchaba su sexo mientras me tocaba hasta el fondo, notaba como descargaba su esperma en mi vagina y me inundaba. Caimos rendidos los dos en la cama. Eran las 23:00 h
A las 04:00 h de la mañana, mientras dormía, noté su mano acariciando mi sexo y que la humedad se volvía a adueñar de mí; no lo puedo remediar, me excita como una leona en celo que necesita ser cubierta constantemente. Estaba boca abajo y para cuando me quise despertar, ya estaba dentro, comenzó suave, para después penetrarme con firmeza. Le dejé así un rato, hasta que me puse encima de él y le monté, primero suave, metiendo solamente la puntita, para después dejarme caer obre su sexo y notando como me llega hasta el final y de ahí hacia delante y hacia atrás, mientras me provocaba orgasmo tras orgasmo. Tras llegar al climax por enésima vez en menos de 6 horas decidimos descansar unas horas, hasta que a las 07 00 de la mañana nuestro apetito sexual volvió a despertar. No sé las veces que me pude correr, pero no podía parar de tener orgasmos, había momentos en que uno se juntaba con el otro, haciendo casi me llegara a desmayar de placer mientras me penetraba una y otra vez; ya no sabía si mi humedad era por mí o por él.
Esto fue un viernes a la tarde y la mañana del sábado; pero no un viernes, siempre que estamos juntos, estamos igual; en celo continuo. Dá igual cuando sea; hoy hemos estado trabajando juntos y cuando se han ido a comer me ha bajado los pantalones en la caseta de la obra y me ha follado encima de la mesa, mientras me daba unos azotes en el culo. 13:30h; a las 14 : 30, me he sentado encima suyo y tras rozarme como una gatita, le he hecho una mamada, haciendo que se corra en mi pecho, cuello y cara, como a él le gusta. Me excita mucho y la química es indescriptible; dá igual las veces que lo hagamos, siempre queremos más. He perdido la cuentas de las veces que me puedo correr con él, caigo extenuada, pero le deseo como a nadie en el mundo y no se crean que tengo 20 años; tengo 31 y él 36.