Era un fin de semana para olvidar

Soy Marco, 33 años, vivo en la ciudad de Guayaquil, soy alto, velludo, grueso y la historia que les contaré ocurrió hace 8 años. Era un fin de semana para olvidar, discusión con mi mujer, en la tarde fui a jugar un campeonato de fútbol con unos amigos y perdimos los 4 partidos, fallé varios goles...

Me llamo Marco, tengo 33 años, vivo en la ciudad de Guayaquil (Ecuador), alto, velludo, grueso y la historia que les contaré me ocurrió hace 8 años. Era un fin de semana para olvidar, regresaba a mi casa, pensando en el día negro que tuve: Primero, una discusión super fuerte con mi esposa en la mañana, después en la tarde fui a jugar un campeonato de fútbol con unos amigos y perdimos 4 partidos, para colmo fallé algunos goles que hubiesen cambiado la historia del torneo y de mi fin de semana.

-         Coño – pensé - ahora a regresar al hogar para que mi mujer me siga hartando con sus jodidos reclamos.

Pero el día aún no finalizaba. Eran como las 11 de la noche, estacioné mi carro al pie de la casa, pero no tenía ganas de entrar. Estaba con una calentura del carajo, ya que no había follado hace un mes. Subí los vidrios del auto y aprovechando la oscuridad de las calles y que casi no había personas, decidí bajar mi pantaloneta hasta los tobillos y masturbarme un poco, fantaseaba con una compañera de trabajo (una trigueña delgada, con cara que le encanta la verga y con un trasero pomposo muy tentador). Estaba en lo mejor, casi por eyacular, cuando un patrullero con las luces apagadas se estaciona detrás de mi auto sin darme cuenta, baja el policía que lo conducía, me toca fuertemente el vidrio del carro y alumbra con una linterna mis entrepiernas.

-         Señor buenas noches, que está haciendo? Bájese del automóvil y por favor súbase la pantaloneta.

-         Ok, señor oficial, no se moleste, por favor acepte esto para olvidar lo sucedido.

-         Como??? Aparte de hacer actos impúdicos, trata de sobornar a un oficial de policía, bájese señor inmediatamente, exclamó el policía furioso.

Bajé del auto rápidamente, ya que me parecía un milagro que mi mujer no se haya despertado, consecuencia de la discusión (después me enteré que había ido a casa de su madre desde 2 horas antes del problema y que durmió en su casa esa noche). Apenas cerré mi vehículo, el policía me pego un puño al estomago que me dejó sin aire, me esposó y me llevó de los cabellos al asiento de delante de su patrullero, cerrando la puerta con fuerza.

El policía conducía con cara de rabia, yo mientras tanto estaba resignado a asumir las consecuencias legales de mi torpe acto. Recosté mi cabeza en el espaldar del asiento, quedándome dormido de manera casi instantánea. Me desperté con la sorpresa que estábamos en un carretero muy oscuro, lejos de la ciudad y sin un alma que pudiera escucharnos, que de nuevo tenía la pantaloneta por los tobillos y el oficial estaba entretenido masturbándome, a lo cual preferí actuar como si estuviera dormido, con la esperanza que después de eso el tipo se cansé con eso y me liberara del castigo. Siguió el oficial con lo suyo, pero ya el actuar como si estuviera dormido era bastante difícil, ya que por las peleas no tenía sexo con mi esposa como un mes y el placer que me brindaba el desgraciado era muy rico. Gemí un poco, gesto que no pasó desapercibido por el tipo.

-         Despertaste al fin pobre infeliz, no creas que tu solo vas a pasarla bien esta noche, hoy voy a divertirme mucho contigo!

No hace falta decir que al poco tiempo eyaculé en cantidades industriales, secó mi pene con su boca y lo dejo brillante. Ahora mi miembro estaba de nuevo erecto, listo para más acción. El tipo estaba desatado, ahora me estaba pegando una mamada deliciosa, usando su mano izquierda para masajear mis bolas, la derecha para masajear mi verga y sus labios y su boca para darme un placer indescriptible, no creo que la puta más experimentada pudiera darme el placer que me estaba dando este policía despreciable. No es necesario decir que en pocos minutos logró el maldito sacar otra cantidad considerable de semen de mi pene. Una vez que ocurrió esto pensé: “Bueno este marica solo le queda entregarme su culo y me dejará libre, no la he pasado tan mal”. Nada más alejado de la realidad. Sacó su revolver, me quito las esposas y me dijo: “Ahora miserable cabrón, usa bien tus manos y hazme una buena paja, y cuidadito con tratar de escapar porque con un solo balazo de esta pistola te mató!”.

Apuntó a mi cabeza y no me quedo más remedio que masturbarlo, al principio con mucho nervio, ya que nunca había tenido una experiencia homosexual, el hecho que el tipo tenía una pistola apuntándome me hizo resignarme por el momento a mi suerte y poco a poco empecé a masturbarlo mejor. Noté que el policía esta disfrutando mi tratamiento, cerraba los ojos, se lamía los labios y empezaba a distraer la pistola que me apuntaba, a lo que se me ocurrió un plan para revertir la situación. Cuando más el degenerado jadeaba, agarró mi cabeza con la mano que se sostenía la pistola y dijo: “Ahora putita, viene lo bueno, abre tu boca y a mamar!!”. Eso ya no me gustó para nada y procedí a ejecutar un plan desesperado para librarme del cruento castigo: Abrí la boca y cuando sentí el tallo de su asqueroso pene dentro de mi boca, mordí fuertísimo y arranqué más de la mitad de su verga erecta, su grito de dolor fue desgarrador y logré mi objetivo que soltara el revolver. Ahora yo agarré su cabeza con todas mis fuerzas y lo estrellé al maldito contra el volante del auto, quedando el pervertido inconciente. Ahora la venganza era mía.

Esposé al maldito con las manos a la espalda y los tobillos también. Saqué al infeliz del patrullero y lo arrastré a un riachuelo, donde hundí su cabeza totalmente, sacándolo a los segundos cuando noté que había despertado.

  • Y ahora zorrita a quién le toca disfrutar?, le dije.

  • Maldito, vas a pagar, te voy a moler a tiros desgraciado, soy policía, libérame hijo de perra!

Lo pateé en el estomago y volvió a caer horizontal en la tierra. Le apunté a la cabeza y le dije al oído: “Viste desgraciado lo que te pasa por ser abusivo? Ahora te vas a poner en posición de perrita o sino te mueres de un balazo en el culo!”. Me rogó que no lo hiciera, que lo perdonará, que a él nunca le habían dado por el culo. Dicha confesión me causo más morbo, tenía mi verga totalmente erecta de la emoción. El maldito obedeció y se puso en posición de perrita, cuanto sintió el revolver frío rozando su esfínter. Yo excitadísimo, bajé sus pantalones ensangrentados, vi como lo poco que quedaba de su verga aún sangraba y lo penetré en seco, el hijo de puta gritó como una cerda, eso me dio la constancia que su culo nunca había sido estrenado, termine de enterrar mi verga en su culo y volvió a gritar como perra moribunda, me estaba divirtiendo en grande con ese ano apretado, que ahora también empezaba a sangrar profusamente. Observé a los veinte minutos de bombearlo constantemente su orificio empezaba a aflojar y empecé a escuchar gemidos de excitación cada vez más constantes y fuertes de mi perrita de turno, dando señales inequívocas que empezaba disfrutar su castigo. A pesar que yo disfrutaba el someter al “machote”, quería someterlo a más escarmiento. Cuando estaba a punto de terminar en su culo, saque mi verga de golpe, lo puse de rodillas, poniendo su cara al frente de mi verga y le dije:

-         Putita, si me muerdes o tratas de hacer algo torpe, recuerda que la pistola no perderá de vista tu cerebro.

-         Está bien, alcanzó a decir débilmente el policía.

Agarré su cabeza y puse mi pene en su boca. Empezó a mamar mi verga, y volví a sentir un placer indescriptible, al parecer el muy machito policía tenía experiencia en el tema, ya que me hacía sentir espectacular y ni siquiera usaba sus manos. Al poco tiempo eyaculé el poco semen que me quedaba en su boca, a lo cual la muy perra se lo tragó todito sin dejar una sola gota encima de mi verga.

Apenas terminó mi ramera su trabajo, la agarré de los cabellos y lo golpeé con la pistola en la cabeza. Lo metí en la cajuela del carro. Conduje su carro a la ciudad, dejando estacionado el carro al pie de un hospital.

Al día siguiente, vi en la televisión un reportaje del policía totalmente ensangrentado, violado, casi muerto y castrado. Nunca más supe del infeliz en mi vida.