Era todo tan natural. 1

Pequeña novela detallada y morbosa. Llevaba en Madrid poco más de un mes cuando entré a ese gimnasio sin saber que me cambiaría la vida. ¿Cómo iba a imaginar que intentar ponerme en forma derivaría en eso? Y peor aún… que me gustaría.

Llegué a la capital con ilusión y miedo a partes iguales, tirando de ahorros. Iba ya con una habitación alquilada desde el pueblo, alejada del centro, pero que mas daba ¡estaba en Madrid! La primera semana en la ciudad la emplee en echar currículos por todos los sitios, tanto online como pateándome la ciudad.

A mitad de la segunda semana me llamaron de un pub de ambiente. Llegué ilusionado a la entrevista y me recibieron dos hombres: Flavio, que no debía de tener más de treinta años y Nicolas, que estaría rondando los cuarenta. Mi ilusión fue disminuyendo hasta caer al suelo cuando me dijeron el trabajo que debía desempeñar.

-Como has visto, no es excesivamente grande -dijo Flavio.

El sitio constaba de dos plantas, la principal y otra inferior. La principal era la más grande: una pequeña cabina para dj, un mini escenario donde se daban lugar actuaciones de distintas drags, y la barra. En la inferior estaban los baños, un cuarto oscuro y una habitación de Glory Holes.

-¿Y tendría que limpiarlo todo? -pregunté con la imagen del suelo del cuarto oscuro lleno de condones usados.

-Así es -dijo esa vez Nicolás.

-Se que no es el trabajo de tu vida y también se que si lo aceptas sería algo temporal -Añadió Flavio.

-¿Cuándo empezaría? -pregunté pensando que sí, que sería algo temporal, así al menos dejaba de tirar de ahorros.

-¿Ahora? -Me miró Nicolas al hacer la pregunta.

Mire a ambos, saltando de uno al otro como si fuera un partido tenis. Flavio tenía la barba cuidada, pelo rizado y estilo despeinado con varios mechones cayendo sobre su frente. Iba vestido con un pantalón corto color blanco que resaltaba su moreno y una camisa también de manga corta negra, llevaba abotonados solamente los tres botones inferiores, dejando ver su pecho y parte de el torso, fuerte y sin un pelo; Nicolas pude ver que era más clásico, por decirlo así. Afeitado, peinado con un pequeño tupé ligeramente inclinado hacía la derecha y vestido con un pantalón también corto beige y un polo blanco en el que pude leer la marca de una famosa firma de alta costura. Ambos eran guapos y atractivos.

-Vale -dije con mas entusiasmo del que sentía en realidad.

Me indicaron donde estaba todo lo que iba a necesitar para limpiar aquello: cubos, fregona, cepillo, guantes… muchos guantes. Cuando salieron me dieron sus números de teléfono y me dijeron que les avisara cuando terminara para venir a cerrar, ya que vivían en la calle de atrás.

Tres horas estuve limpiando el pub, que si quitamos el hecho de tener que recoger condones llenos de semen y fregar también las varias corridas que había por toda la planta inferior… no estaba tan mal.

-¿Cómo ha ido? ¿a qué no ha sido para tanto? -preguntó Flavio, que vino solo a cerrar.

-Bueno, no, no ha sido para tanto, pero se ha gastado la caja de guantes -dije entregándole las llaves.

Flavio las cogió riendo también y me dio dos billetes. No habíamos hablado de dinero y pensaba que lo hablaríamos en ese momento.

-¿Qué ocurre, te parece poco? -preguntó al ver mi cara de extrañeza.

-Eh… no, pero como no habíamos hablado de dinero, pensaba que lo hablaríamos ahora.

-Déjame echar un vistazo dentro y seguimos hablando.

Me quedé esperando fuera, viendo a la gente pasar de un lado a otro. Era el mes de junio y apretaba el calor. Vi los dos billetes de veinte euros que me había dado y entonces no me pareció tan mal ese trabajo. Estaba trabajando en Chueca. Limpiando condones y corridas vale… pero era ¡Chueca! Tenía dieciocho años, a un par de meses de cumplir los diecinueve.

-Está perfecto -dijo Flavio al salir y cerrar la puerta -te cuento, el trabajo es para cinco días a la semana, con los martes y miércoles libres. Puedes venir cuando quieras mientras que esté todo perfecto para las ocho de la tarde. Lo que tardes depende de ti, el sueldo no varía, es el mismo que te acabo de dar. ¿Qué me dices? -me miró con una sonrisa de medio lado.

-Vale -dije asintiendo también con la cabeza sin poder quitar mi vista de su sonrisa.

-Perfecto entonces, ven, que te explico cómo va la alarma.

Cuando nos despedimos me dio las llaves del pub y puse rumbo al metro, me quedaba una hora para llegar a mi piso.

Entré a mi piso, situado en Vallecas y vi a Manu tirado en el sofá, con su siempre alborotado pelo y su barba, que a sus diecinueve años aun no la tenía cerrada del todo y hacía que el bigote y la perilla llamaran más la atención. Cuando lo vi por primera vez en persona lo primero que pensé es que tenía cara de niño bueno, pero con cierta picardía en la mirada. No me equivoqué, en lo de la picardía quiero decir, bueno y en lo que era un niño bueno tampoco, pero se transformaba. La segunda noche que pasé en Madrid me propuso ir a tomar algo y yo encantando acepté, claro. Cuando volvimos al piso íbamos los dos algo borrachos y terminó dándome una follada brutal en ese mismo sofá en el que estaba tirado en ropa interior en ese momento.

-¿Cómo ha ido? -preguntó mirándome.

-Me han dado el trabajo, pero no es lo que yo pensaba -dije dejando las llaves sobre la mesa baja del salón y apartándole las piernas para sentarme.

-¿De qué se trata?

-Soy el chico de la limpieza.

-¿Y donde está el problema? -puso sus pies desnudos encima de mis rodillas.

-No, a ver… no me importa limpiar, pero resulta que el pub tiene cuarto oscuro y Glory Hole. Vamos, que me he pasado una hora recogiendo condones y limpiando corridas -puse mis manos sobre sus pies y comencé a acariciarlos desde los dedos hasta encima del tobillo.

-¿En serio? -Manu empezó a reírse a carcajadas.

-Vaya, mi cara a sido un poema cuando me lo han dicho, pero oye… cuarenta euros por tres horas de trabajo, no tiro de ahorros y puedo ir buscando otra cosa mientras tanto -me levanté para ir a la cocina -¿has hecho algo de comer? -eran poco mas de las tres de la tarde y tenía un hambre voraz.

-¿Te ha dado hambre el limpiar corridas o qué? -volvió a reírse el hijo de…

-Vete a la mierda, gilipollas -dije ya dentro de la cocina.