Era profesora o sumisa

De profesora de matematicas en la universidad, seria y responsable, a sumisa en un solo día.

¿ERA PROFESORA O SUMISA?

Patricia había conseguido hacía poco un trabajo de profesora de matemáticas en la Universidad pero lo que menos podía esperar era lo que esa tarde iba a ocurrir. Por la mañana, a las nueve llegó a clase, la clase estaba repleta pero entre sus alumn@s estaba su futuro Amo. Ella siempre había tenido una fantasía que era la de convertirse en sumisa y obedecer a un Amo o Ama pero nunca se había atrevido a dar el paso. En un reciente viaje con unas amigas había comprado un collar en una tienda un tanto especial.

Era un lazo de raso rojo con un colgante en plata y tonos negros en el que aparecía dibujado el símbolo de la dominación / sumisión. Lo que no esperaba es que al cruzar el umbral uno de sus alumnos lo viera y adivinara su significado. A partir de ese momento era observada por su alumno como si de una presa se tratara. El alumno se pasó intentando adivinar e imaginar el bonito cuerpo de su profesora a sus pies con pinzas puestas en los pezones.

A la salida la comentó que tenía una duda a ver si ella se la podía resolver. Patricia accedió y le dijo que le acompañara a su despacho que allí le explicaría el problema. Cuando llegaron y cerraron la puerta el alumno soltó la frase:

Por lo que veo eres una sucia perra sumisa que le gusta ser azotada y ser usada por un Amo, seguro que viendo como te portas todavía no has sido educada.

Ella estuvo tentada de meterle un sopapo por niñato idiota pero en lugar de eso sintió como sus braguitas, ese día llevaba unas inocentes braguitas blancas con un dibujo de piolín, se mojaban enteras y a ella se le ponían completamente duros los pezones. Ese día hacía calor por lo que no podía poner como excusa de tal reacción el frío y como se temía él vió la reacción de los pezones revoltosos. El chico lo supo y la dijo:

Es tu oportunidad de que acepte empezar a educarte, si aceptas arrodíllate ante mis pies.

Ella se quedó quieta pensando las posibilidades que tenía pero solo había dos: hacerse la ofendida o postrarse ante sus pies y besarlos en señal de obediencia y evidentemente hizo la segunda opción. Se postró y Fernando acariciándola el pelo la dijo que se levantara y que se desnudara y dejara la ropa bien doblada sobre la mesa del despacho pero que sus braguitas se las diera a él. Sobre ellas escribiría con un rotulador la aceptación de su condición de perra y el nombre de su Amo.

Patricia primero se quitó el colgante para poder quitarse el jersey de cuello alto negro de lana. Se lo quitó y lo dobló y depositó sobre la mesa, después se soltó los botones de los pantalones y se los bajó e hizo la misma operación que con el jersey. Se bajó asimismo las braguitas y se las dio. El escribió algo sobre la tela blanca y se lo dio a firmar, allí ponía:

Soy tu perra sumisa Fernando y abajo la firma: Patricia.

Ella esperaba de pies intentando taparse los pechos y el pubis pero él la quitó las manos de un golpe y la hizo abrir ligeramente las piernas. La mujer era rubia de melena leonada, ojos color miel, cara estilizada, cuerpo delgado, alta de casi un metro ochenta de estatura calculó él, le faltarían unos cinco centímetros o así. Pechos pequeños de pezones de diminuto tamaño y color café claro. El pubis lleno de una mata de ensortijado vello castaño y al darla la vuelta un culo más bien pequeño pero redondo y durito.

En el nacimiento de sus muslos cerca de la vulva se notaba el brillo de sus fluidos vaginales, eso la delataba. Estaba caliente y mojada, la señal de sus pezones no le había engañado. El acercó sus dedos al coño de la sumisa y lo acarició en pequeños círculos rodeando el clítoris, esto hizo que se sintiera muy mojada y soltara algún gemido que fue castigado por su Amo con un fuerte pellizco en uno de los pezones. El paró, cogió las braguitas y la dijo que esa noche le esperase en casa vestida lo más parecida a una colegiala, con sus juguetes en la mesa del salón y una regla de madera.

El se marchó y la dejó allí desnuda con sus propios pensamientos. Al principio a ella le cruzó la mente el ridículo que era estar así desnuda y haber lo que había hecho delante de su alumno que aunque en cuanto a edad solo le sacaba 8 años y él ya tenía 20 años pero aún así estuvo tentada de llamarle al móvil y anular la cita y pedirle por favor que no desvelara nada de lo que había sucedido pero su lado salvaje pudo y la noche llegó con ella sentada en el sofá vestida con un uniforme de colegiala que había bajado del desván de cuando ella estudiaba BUP en un colegio de monjas.

A las nueve en punto sonó el timbre y salió a abrir, una voz desde el otro lado de la puerta la ordenó que cogiera un pañuelo o alguna tela y se tapara los ojos, ella cogió un antifaz que usaba para dormir con el que no se podía ver nada. Abrió la puerta y la ordenaron ir a esperar al sofá. Ella obedeció, oyó como cerca suyo alguien inspeccionaba todos los juguetes que había en la mesa y manipulaba algo como en una especie de bolsa de deportes.

Una voz masculina la ordenó que abriera las piernas y se pusiera de pies, ella cumplió luego que se bajara las bragas y se apoyara en la mesa de comedor que había a un lado, a tientas y con sacrificio lo hizo. Estando allí sintió como unas manos la levantaban la falda y la sujetaban de la cintura de la misma. Luego comenzó a ser azotada con la regla, a cada azote ella dijo gracias como la mandaban. Recibió 10 azotes en cada nalga, luego alguien vertió un liquido fresco que por el olor parecía alcohol, el escozor que sintió hizo que se la escapara un quejido que fue correspondido por un reglazo pero dado bastante más fuerte que los azotes anteriores.

La ordenaron desnudarse y sentarse en el sofá con las piernas abiertas. Ella cumplió punto por punto todo, sintió como con una esponja con agua caliente la mojaban todo el coño, cuando estuvo bien humedecido, oyó un ruido como el que hace la espuma del pelo cuando ella se la echa sobre su mano todas las mañanas. Era espuma de afeitar, sintió como se la extendían por el pubis pero notó algo distinto, no era la misma mano de su Amo, era más suave parecía una mano femenina. Dio un respingo pero recibió un sopapo y la fueron colocadas dos pinzas en los pezones. Su Amo procedió a destapar sus ojos y ella vió como una chica que tendría la edad del Amo empezaba a rasurar su pubis con suma delicadeza. Su Amo la enseñó unas pesas que la dijo que colocaría en las pinzas de los pezones si no obedecía.

La otra chica dejó de afeitarla y comenzó no sabe porque a lamer su pubis. Patricia nunca había sentido atracción sexual por una chica pero reconocía que aquello la estaba excitando sobremanera y tuvo que morderse los labios hasta casi hacerse sangrar para no jadear. Su Amo sabía lo que iba a ocurrir, había llevado a la mejor de sus sumisas para ver si la hacía perder los papeles, estaba seguro que lo conseguiría y lo hizo. Ella soltó un aullido de placer en el momento de venirle el orgasmo.

Vió la cara de enfado en su Amo pero era teatro para que ella se estremeciera de temor. Ahora la sumisa que había sido usada por el Amo, él no se había corrido porque como dijo después la debía un castigo a la perra y ésta de momento no era merecedora de que él vertiera su semen sobre ella, la sujetó y la hizo ponerse a cuatro patas y la untó el ano de vaselina hasta que pudo meter dos dedos en ella y moverlos sin dificultad. El Amo se acercó y la sodomizó como un caballo a su yegua. La otra sumisa se colocó de tal manera que Patricia hubo de hundir su cara en el coño de la chica para que esta se situara en un perfecto 69 con ella. Solo podrían estar así hasta que él eyaculara y como sabían que él había follado a la otra antes debían centrarse en el tema.

El regulaba la marcha sin decírselo a ellas para que en el momento de eyacular explotaran ellas en un gran orgasmo. De vez en cuando pellizcaba los pezones de Patricia, al principio esta tortura hizo que la mujer sintiera mucho dolor pero luego este dolor la excitaba aún más hasta que Fernando extrajo su miembro viril del culo de la perra y vertió su semen sobre la espalda de la obediente Patricia. La otra sumisa entonces se levantó y limpió con la lengua la leche de la espalda y se besó con Patricia en un gran beso.

Para finalizar la sesión Fernando la hizo a Nuria que llevara a Patricia a la ducha, la adecentara, la introdujera el consolador en el coño y la metiera en la cama. Nuria hizo todo, los dos recogieron todo y se marcharon, al día siguiente Patricia se levantó completamente cachonda y mojadísima. Recibió una llamada al móvil en la que su Amo la premió diciéndola que se podía masturbar con el consolador y que a la tarde la vería de nuevo.

Este es un relato imaginario pero si queréis podéis escribirme sobre todo mujeres a:

Picante100@hotmail.com