Era noche cerrada 3ª parte
Se complican las cosas. No sabemos lo que nos deparará el futuro
Era noche cerrada 3ª parte.
Despertar flanqueado por las bellezas a las que amaba, era un auténtico lujo…
Mi hija me besaba con pasión mientras Rosa se dedicaba a acariciar mi glande con su lengua. Mi reacción no se hizo esperar y acabamos retozando y haciendo el amor sin violencia, con delicadeza y cariño.
Terminamos agotados pero felices…
Mis dos chicas se esforzaban en darme placer pero, soy humano, no un superhombre y tengo mis limitaciones.
—Papá, Rosa y yo hemos pensado que si seguimos con este ritmo acabaremos contigo y te queremos demasiado. Así que, si estás de acuerdo, pondremos un poco de orden a nuestras actividades… digamos… amorosas.
—¿Y cuál es el orden en el que habéis pensado?
—Pues… Un día ella, un día yo y… otro descansas tú y nos lo reservamos para nosotras, claro está que si quieres también puedes participar… Bueno, también en los días que nos correspondan a una de nosotras contigo, si tú y tú pareja del día quereis, podéis invitar a la otra, pero todo esto sin presiones, sin celos, sin enfados… ¿Qué te parece?
—Vaya, parece que lo tenéis todo controlado ¿no?… Bien… por mi parte no hay inconveniente, creo que será más placentero pero quiero incluir otro punto más… Que si cualquiera no quiere juerga el día que le toque se lo diga a su pareja del día y no pasa nada ¿de acuerdo?
—Por mí de acuerdo, ¿qué te parece Rosa?
—De acuerdo, vamos a celebrarlo, cómeme mí… ¿Quieres Miguel?
—¡Ya te estás pasando y aún no hemos empezado guarrilla!
El comentario acabo con risas y… por supuesto con un cunnilingus a dos bandas, con mis dos bellezas tendidas de espalda, las rodillas separadas, recogidas hacia atrás y mostrándome sus delicados sexos húmedos… apetitosos…
La llamada de las dos pequeñinas, exigiendo su teta matutina cortó el pequeño descanso que nos tomamos tras los orgasmos propiciados.
La vida nos sonreía… Me sentía el hombre más feliz de la tierra teniendo a mi lado estos cuatro amores. Los días pasaban, el verano se acercaba a pasos agigantados. Ya se iban abriendo los locales que se habían mantenido cerrados durante el invierno.
Una mañana me levanté tarde, Gema se había llevado a las niñas a pasear y Rosa andaba realizando tareas caseras. Sentado en el sillón del salón veía como se movía a mí alrededor. Su vestido liviano y abrochado por delante dejaba poco a la imaginación, se agachó frente a mí y se le salieron los pechos por la parte superior del vestido; después, dándome la espalda, observé que la muy traviesa no llevaba bragas. Y yo no soy de piedra… Me acerqué a ella por la espalda, sujeté sus hombros y comencé a morderle el lóbulo de la oreja, besé su cuello, lo mordisqueé, peiné los cabellos de su nuca con mis dedos…
—¡Miguel, estoy muy caliente!
—Ponte de rodillas en el sofá y apóyate en el respaldo…
En esta posición le levanté el vestido hasta la cintura y desabroche los botones de la parte superior. Sus pechos se descolgaron y por detrás me ofrecía sus blancas nalgas, que ella misma se abría, para que la penetrara sin más preámbulos… Por el ano… Le encantaba que lo hiciera así y yo, en ese momento, estaba allí para atender sus caprichos. Le pasé los dedos por sus labios inferiores que rezumaban fluidos u los embarré en su hoyito y mi glande para apoyarlo en su esfínter.
En cuanto lo notó dio un golpe de cadera y se enterró toda la espada en su vaina, dando un grito que me asustó, además de que me dolió a mí también… pero ella era así. Continuó con un vaivén adelante y atrás que me obligó a afianzar mis pies para no caerme. Cuando pude pasé una mano por su vientre para llegar a excitar su clítoris y no aguantó mucho. Gritó como una loca corriéndose y empapando mi mano con sus secreciones.
Se derrumbó sobre el sofá jadeando y… llorando… Me senté a su lado y pasé mi brazo por sus hombros apretujándola contra mi pecho.
—¿Qué te pasa mi vida? ¿Por qué lloras?
—Miguel, tienes que perdonarme…
—¿Yo, por qué?
—Es que… ya sabes que ayer era día de chicas y anoche…
—¿Qué paso?
—Estábamos en el mejor momento Gema y yo y… Gema dijo… “Papá te quiero”… Y esa frase despertó en mí unos celos terribles… No es algo racional… es… una sensación desagradable, como vacío de estómago, angustia y ganas de arañarla… No sé… ¡Lo siento! ¡Te quiero mucho Miguel!
—Y yo a ti, Rosa, mi amor… Te quiero pero mi amor por Gema no disminuye el que siento por ti, al contrario… Te quiero más, porque uno los dos amores y la suma es mayor que las partes… Siento que te duela, que sufras, pero no debes cariño. Gema un día encontrará a un hombre que la quiera y la cuide y se marchará con él. Y yo me quedaré… ¿solo?… ¿contigo y con Lola?… No lo sé; lo cierto es que ahora nos queremos, estamos viviendo una experiencia que ya muchos la quisieran.
La puerta se abrió y entró Gema con las dos niñas, nos miró inquisitiva y fue a llevar las niñas a su corralito. Al volver…
—¡Vaya, ya estabais liados ¿no?! ¡Hoy es mi día Rosa! ¿Te ha liado papá?
—No hija, no me ha liado… Hemos tenido un encuentro esclarecedor, Gema. Y sí, también nos hemos liado pero eso no va en detrimento tuyo. Como bien dices hoy es tu día y así será. Pero tenemos que aclarar algunas cosas. Ha aparecido el monstruo de los celos. Y este bicho puede estropear una relación entre nosotros tres… que es muy hermosa. Vamos a hablar sobre ello y no dejemos dentro de nuestras mentes, ocultos, como gusanos, pensamientos que van royendo el amor que sentimos. Y lo que trato es que os queráis como os quiero yo, sin celos infantiles. Me entristecería mucho que no os llevarais bien por mi culpa. Si así fuera no podría vivir con vosotras.
Rosa lloraba en mi pecho. Gema nos abrazó a los dos…
—Perdona papá, creo que la culpa ha sido mía. Me he creído más merecedora de tu amor que Rosa y ahora comprendo que no es así.
—Perdóname Gema, cariño. He sido yo la que he interpretado mal las expresiones tuyas y de tu padre. Os quiero mucho a los dos y no concibo la vida sin vosotros. Ahora entiendo que ha sido una chiquillada mía. — Rosa besaba a mi hija.
—¡Venga, dejaros de perdones y vámonos a la cama! Vamos a arreglar las cosas. Os merecéis las dos una buena zurra…
Una vez en el dormitorio me senté en el borde y le dije a Gema que se desnudara y se colocara cruzada sobre mis rodillas donde empecé a palmearle el culo.
¡Plash…! ¡Ayy! ¡Plash…! ¡Ayy!…
Así hasta diez veces. Le pasé el dedo por su coñito y rezumaba, a pesar de los lamentos y las fingidas lágrimas. Entonces le dije a Rosa que se colocara ella y le hice lo mismo. Al terminar se abrazaron las dos riendo y comenzaron a besarse lúbricamente… sus manos acariciando los cuerpos. Me desnudé y senté a ver el espectáculo que se me ofrecía.
Me miraban las dos, en un momento me cogieron, cada una con una mano y me llevaron hasta el tálamo donde se esforzaron por darme placer y acabar con mi fingido enfado… Por supuesto lo lograron.
Me quedé derrotado en la cama mientras ellas fueron a preparar a sus pequeñas.
—¡¡Papá!! ¡¡Teléfonoo!!
Me levanté y fui hasta el salón donde teníamos el teléfono fijo.
—Sí, dígame.
— ¿Papá?
—¿Lucas? ¡Dime que ocurre! ¿Estás bien? — Le oía sollozar… Estaba muy alterado…
—¡Yo… sí, pero mamá está en la cárcel…!
—¡¡¿Cómo?!! ¿Qué ha pasado? Habla…
—¡ Ricardo ha muerto… mamá lo mató!
Una extraña sensación me invadió y me dejé caer en el sillón, el teléfono cayó al suelo. Rosa me miraba alarmada, Gema recogió el teléfono y siguió hablando con su hermano. Yo ya no quería oír nada más…
Cuando Gema colgó se acercó…
—Papá, ¿ya sabes que ha ocurrido? Según Lucas, mamá ha matado a Ricardo y se ha entregado a la policía. Está detenida, Lucas está como loco. Tenemos que ir a ver qué ha pasado.
—Sí hija. A ver cómo nos arreglamos para ir los dos. No me gustaría implicar a las niñas en esto. Además no conviene que Rosa aparezca por la capital. ¿Qué piensas Rosa?
—Creo que debéis ir los dos solos, yo me quedaré con las niñas, las puedo amamantar a las dos… Es una tragedia…
Nos preparamos y cogimos el coche para trasladarnos a casa.
El panorama que encontramos fue desolador. El piso lleno de policías, la científica haciendo fotos y recogiendo pruebas. La cama estaba ensangrentada.
Lucas sentado en el salón con cara de haber estado llorando. Nos acercamos y lo abrazamos y besamos.
—¡¡Papá, ha sido horrible!!
—Tranquilízate Lucas, cuando se marchen todos hablaremos, ahora tomate algún calmante para relajarte un poco… Estas muy alterado… — Gema se acercó a un sanitario para pedirle un calmante que le facilito a su hermano.
—Vámonos al bar de enfrente y te tranquilizas, mientras terminan aquí.
Hablé con el policía al mando para saber si podíamos llevarnos a mi hijo. Me dijo que no había problema, pero que al día siguiente tendría que pasar por la comisaría para tomarle declaración. También me dijo que cuando terminaran los especialistas podríamos disponer del piso. Le pedí que me permitiera ver a Carmen y me informó que podría verla en cuanto terminaran los primeros trámites si el juez lo estimaba oportuno.
Pasamos varias horas en una cafetería cercana durante las cuales mi hijo estaba adormilado. Cuando vimos que se marchaban los vehículos oficiales regresamos a casa.
—Lucas, ahora que estas más tranquilo quiero que me cuentes todo… desde el principio… Pero todo…
—Como tú quieras papá, pero hay muchas cosas que no sabes y que te van a doler. Yo me acostaba con mamá…
—Vale, eso ya lo imaginaba, pero desde cuándo, dímelo todo, todo… ¿Cuándo empezó lo tuyo con mamá?
—Hace unos cinco años… ¿Recuerdas cuando murió tu amigo Lucas en el accidente?
—¿Tanto? Sí, pero… ¿Qué tiene que ver él con esto? — Entonces empecé a comprender… — Sigue…
— Tras su muerte, mamá, estuvo un tiempo muy rara, triste, depresiva. Un fin de semana que tú estabas fuera por trabajo, Gema se marchó a la playa con unas amigas y yo con unos amigos a un campamento. Pero a última hora se suspendió mi viaje y me volví a casa. Al entrar me llevé un susto, encontré a mamá en el suelo del salón desnuda borracha y con un botellín de cerveza metido en… Bueno, imagínatelo… Me acerqué y comprobé que respiraba bien, pero al sacarle el botellín… Se orinó, mucho… Y me llenó. Me dio mucho asco, pero aun así la cogí, como pude y la llevé a la bañera, la llené con agua y la metí dentro para lavarla…
—En aquella época lo hacía a menudo papá. Tú no estabas y no lo veías pero lo pasó muy mal. Se emborrachaba con frecuencia. — Dijo Gema.
—Sigue Lucas…
— Bueno, tuve que desnudarme para lavarme y me metí en la bañera con ella. Se espabiló y al verme se empeñó en chuparme el pito… Y me corrí… en su boca, se lo tragó y se reía al ver mi cara de sorpresa… Era mi primera vez con una mujer y… era mi madre. Pero no quedó ahí la cosa. Tuve que ayudarla a secarse y al llevarla a la cama tiró de mí y caí sobre ella que, entre risas, me empezó a masajear otra vez hasta que consiguió colocarme sobre ella y… Se la metí… Me tuvo toda la noche follándola.
—Y ¿cómo siguió la cosa? Porqué esa vez pudo deberse a que estaba bebida ¿no?
— No papá. La mañana siguiente, después de desayunar, me llevó de nuevo a la cama y seguimos… Ya no estaba bebida. Entonces fue cuando me dijo algo que… Me da vergüenza papá…
—Vamos hijo, ya hemos llegado hasta aquí, sigue…
— Me dijo que tú no eras mi padre… Que yo era hijo de Lucas, el amor de su vida, con el que tuvo relaciones durante muchos años… Antes de casarse contigo… Incluso me contó que el día de vuestra boda estuvo follando con él, en otra habitación del hotel, antes que contigo…
Esta revelación me dejó aturdido… Me levanté y casi me caigo. Gema me sujetó y me ayudó a sentarme de nuevo.
—Y Gema, ¿de quién es?
— Se lo pregunté, me dijo que Lucas se tuvo que marchar unos meses al extranjero por su trabajo y en esa época se quedó embarazada de mi hermana. Ella sí es tú hija…
—¿Cómo te encuentras papá?
—Bien… bien… sigue contando mientras preparamos algo para cenar… — Y Lucas, al que quiero como mi hijo, pero no lo es, continuó su historia.
—¿Cómo empezó lo de Ricardo con tu madre?
— Fue hace más de un año…
—¡¡¡¿Quéee?!!! ¡¿Qué dices?! — El grito de Gema nos sobresaltó.
Su cara reflejaba sorpresa y rabia.
— Sí Gema… Tú estabas aún convaleciente del parto… Una tarde os marchasteis tú, Ricardo y la niña, a dar un paseo para que os diera el sol. Al parecer te dio frio y Ricardo subió a por algo de ropa para ti y la niña… Y nos pilló in fraganti. Mamá y yo estábamos en la cama, ella tendida de espaldas, yo sobre ella en un sesenta y nueve. Ricardo nos vio, yo le vi, mamá no… Me asusté. Pero él me hizo señas para que siguiera. Me senté sobre la cara de mamá y le abrí las rodillas, Ricardo se desnudó en silencio y se colocó entre sus piernas y… Se la metió. Entonces mamá se asustó, pero yo le dije que se tranquilizara, le sujeté los brazos hasta terminar la faena… Cuando se tranquilizó nos miró fijamente, yo temía que explotara en un arrebato de furia, pero no, nos llamó a su lado, nos sentamos, se giró hacia Ricardo y le comió la boca. Ella trató de que la montara otra vez, pero él dijo que tú, Gema, estabas esperándola y si tardaba te podrías enfadar; que ya habría tiempo de repetirlo…
Se marchó y al quedarnos solos me abrazó y me dio las gracias por el polvo.
A partir de ese día, cada vez que podía se liaba conmigo, con Ricardo o con los dos.
Un día que estábamos los tres nos dijo que era lo que más le gustaba; sentir dos pollas al mismo tiempo en su cuerpo. Entonces también nos contó algo que me puso los pelos de punta. En algunas ocasiones y de acuerdo con Lucas, antes de iros a dormir, te echaba unas “gotitas” que ella tenía, en el último trago y que te dejaban totalmente dormido. Después, te acostaban desnudo y ella follaba con su amante contigo dormido a su lado. Incluso algunas veces te excitaba con la mano porque la droga no eliminaba la erección, ella se colocaba sobre ti, se metía tu pito por delante y Lucas por detrás, entonces gozaba como una loca.
—¡¡Diosss Lucas, tu madre es una…!!
— Dilo, papá… Una puta, una zorra, pero a ella le encantaba que se lo llamáramos mientras la montábamos. Pero lo peor vino cuando a Ricardo se le ocurrió que, si la droga funcionaba contigo, también funcionaría con Gema…
Mamá, al oírselo decir estalló en carcajadas… Fue cuando confesó que ya lo había hecho. Sí, hermanita, mamá te drogaba y te violaba. Nos dijo que le encantaba comerte el “chochete”, que le sabía muy bien; que eras la única mujer a la que se lo había comido y le encantaba.
Claro que después de saberlo, Ricardo se puso como un toro. Nos dijo que deseaba, “con toda su alma”, verte follada por otro. Y lo hicimos, en tres ocasiones. Mamá te drogó y me empujaron a meterte el pito mientras Ricardo se lo metía a mamá y os magreábamos las tetas a cuatro manos. Hicimos varias combinaciones y te corriste varias veces, porque drogados también os corríais…
El día que sorprendiste a mamá con Ricardo en la cama, no fue casualidad. Lo prepararon para que acabaras aceptándolo y participando con nosotros en nuestras orgías.
Pero al reaccionar violentamente como lo hiciste, para luego marcharte en busca de papá, la cosa se fastidió. Ricardo cambió; se convirtió en un auténtico maltratador.
A partir de entonces empezaron las broncas entre ellos, peleaban, se pegaban y yo en medio también recibía algún que otro mamporro, sobre todo de Ricardo.
El colmo fue ayer. Por la mañana me marché a arreglar el pasaje para mi viaje a Italia, con el programa Erasmus. Al volver fui a la habitación y encontré a mamá en el suelo, él sobre ella golpeándola, le daba puñetazos, patadas… Estaba desatado, borracho, quizás drogado. Mamá estaba ya desmayada y yo intenté protegerla, pero me dio un puñetazo que me lanzó contra la pared, golpeándome la cabeza y cayendo al suelo sin sentido. Cuando recobré el conocimiento vi a mamá sentada en la cama, junto a Ricardo sobre un gran charco de sangre. A él aun le salía a borbotones del cuello y gorgojeaba, como queriendo decir algo. Eso duró unos minutos, después se quedó quieto con los ojos abiertos, las pupilas dilatadas. Estaba muerto.
Abracé a mamá y la llevé al baño para que se aseara, mientras yo llamé a la policía… Lo demás ya lo sabes…
—Lucas… ¿Estás seguro de que las cosas ocurrieron tal y como las cuentas? Porqué hay datos que no concuerdan… ¿Cómo tu madre, con sesenta y cinco kilos pudo reducir al bestia de Ricardo, con noventa kilos de músculos?… Y… ¿de dónde sacó un cuchillo de cocina de veinticinco centímetros de hoja? Lucas, estas son algunas de las preguntas que te harán en la comisaria y que debes tener claro qué responder…
—Pero… papá… las cosas ocurrieron así… — Argumentó el chico.
—Bueno, vamos a dormir un poco que mañana nos espera un día duro. ¡Vamos papá! ¡Lucas, tú a tú cuarto!—Gema me cogió de la mano para llevarme a su habitación… — Gema decía esto mientras tiraba de mí hacia el dormitorio.
—¿Pero qué haces Gema? ¿Qué va a pensar tu hermano?
—¿A estas alturas papá? Me importa un rábano lo que pueda pensar.
La verdad es que, tras lo relatado por mi hijo… ¿mi hijo?… Lucas… ahora comprendo el especial interés de Carmen por llamar a su hijo Lucas…
Yo he sido un imbécil, cornudo, sin saberlo, ¡durante más de veinte años! ¡Inaudito! ¿Cómo he podido estar tan ciego? Ahora me doy cuenta del enorme parecido de Lucas con su verdadero padre. ¿Y cómo no lo vi antes?…
Carmen ha sido muy cuidadosa en sus escarceos ¿o yo he sido muy inocente para no darme cuenta de lo que ocurría a mi alrededor? Mi trabajo me absorbía y quizás no atendí a Carmen en sus necesidades… Pero ¡¿Qué coño?! Si desde recién casados ya me ponía los cuernos con ese mal nacido de Lucas… ¡Y se decía mi amigo mientras se beneficiaba a mi esposa!
Gema se acurrucó entre mis brazos, dándome la espalda, el aroma de su pelo… Cogió mis manos y las llevó hasta su pecho… así nos quedamos dormidos.
El sonido del timbre de la puerta me despertó. Mi hija seguía entre mis brazos, tal y como nos dormimos. Me levante y vestí rápidamente para abrir. Un inspector de policía de paisano, acompañado de dos guardias uniformados, esperaban en la entrada.
—Venimos por su hijo. Tiene que prestar declaración en comisaría…
En ese momento Lucas apareció tras de mí, vestido y arreglado para salir…
Se lo llevaron. Fui a buscar a Gema para decirle lo que ocurría, nos vestimos y seguimos a la policía.
Intenté hablar con el oficial que llevaba el caso, quería pedirle permiso para ver a Carmen… De todos modos también llamé a un colega, profesor en los cursos de criminología en los que impartí una asignatura y me aseguró que trataría de averiguar algo.
Me llamó el subcomisario y me permitió hablar con mi ex.
Yo sabía que su objetivo era escuchar para sacar información de nuestra conversación. No obstante entré en la salita, desnuda, con una mesita en el centro y dos sillas, una de las cuales estaba ocupada por Carmen. Un guardia de pie en la puerta nos vigilaba. Carmen, al verme, se levantó e intentó abrazarme pero el policía se lo impidió. Nos sentamos, uno frente al otro. Ella lloraba, avanzó sus manos para coger las mías, pero las retiré.
—Carmen… ¿En qué lío te has metido? ¿Tan importante era el sexo para ti, que no has dudado en romper nuestro matrimonio, el de tu hija y… no sé cuántas cosas más? ¿Sabes que te enfrentas a una pena de cárcel de diez a quince años?
—Lo sé Miguel y lo siento… No puedes imaginar cuanto me arrepiento de las cosas que te he hecho…
—Carmen… Lucas me lo ha contado… ¿todo?… No lo sé. Pero si solo una parte de lo que me ha dicho es cierto… Debería odiarte, pero no… No voy a malgastar mi vida en algo tan ruin. Estás sola. No puedo ayudarte y creo que tampoco a Lucas. Tú lo has llevado a la ruina, has destrozado su vida. De todos modos necesito saber algo… ¿Lucas es mi hijo? ¿Y Gema? Lo demás me importa poco. De todos modos lo averiguaré mediante pruebas de ADN… Pero quiero que tú me lo digas y que me expliques… ¿por qué?
—Vaya… Parece que ese mariconcillo se ha ido de la lengua… Pues sí, me follé a Lucas antes que a ti. Él se llevó mi virginidad, mientras tú tonteabas con los estudios. Él calmaba mis ardores mientras tú te dedicabas a trabajar como un asno y me dejabas en casa sola y caliente. Llegué a pensar que eras estéril y me llevé una sorpresa cuando, estando Lucas en Francia, me quedé preñada. Tú eras el único candidato… Y sí, él fue el padre de Lucas. — El cinismo, la media sonrisa en su rostro al revelarme sus ruindades y engaños, mantenidos durante años, me sublevó.
—Carmen… Estás sola en esto, no puedo y creo que no quiero ayudarte… Que tengas suerte… Adiós.
Al salir del recinto me encontré con Carlos, el amigo psicólogo al que llamé.
—Miguel… Vaya, lamento que nos tengamos que ver en estas circunstancias.
—Hola, Carlos… ¿Qué has podido averiguar?
—La cosa pinta mal, Miguel… Los de la científica, tras haber realizado las pruebas pertinentes han llegado a la conclusión de que el homicidio ha sido perpetrado por dos personas, o sea, tu ex mujer y tu hijo van a ser juzgados por homicidio, como colaboradores necesarios. El juez ha decretado prisión incondicional sin fianza para los dos. Lo siento… — Sufrí un ligero mareo y tuve que apoyarme en él. — ¿Estas bien?…
—Sí, ya estoy mejor… Gracias por todo Carlos… No te preocupes, estoy bien, ha sido un pequeño mareo, pero ya ha pasado.
Se marchó y yo me senté en un banco. No pude evitar que las lágrimas acudieran a mis ojos.
Gema entró y vio como me encontraba, le expliqué lo que ocurría y lloró conmigo. Eran su madre y su hermano quienes se enfrentaban a duras penas de cárcel.
Consulté con el subcomisario y me dijo que lo único que podíamos hacer era buscar un buen abogado criminalista.
Llamé al amigo abogado que me asistió en los trámites del divorcio y me puso en contacto con un compañero suyo a quien le informé de lo ocurrido y me dijo que ya me llamaría… Sin más.
—Gema, aquí ya no hacemos nada. Vámonos a la playa que Rosa está sola con las niñas y ya las echo de menos…
—¿A ella? ¿Y a mí?
—¿Cómo te voy a echar de menos a ti si te tengo a mi lado?… Bueno… Comeremos algo en un restaurante y luego pasaremos por el piso a descansar un rato porque yo estoy hecho polvo…
—¿Qué has dicho de un polvo? — Sonreía maliciosamente.
No me entraba en la cabeza que se comportara así con el problema al que nos enfrentábamos.
—Gema ¿cómo puedes estar pensando en sexo cuando tu madre y tu hermano están en la cárcel y posiblemente no salgan en una temporada. Pero sobre todo, Ricardo, era el padre de tu hija y ha muerto… ¿No sientes nada por ellos?
—Papá, mi madre se follaba a mi hermano y también a mi novio… Fueron los que te destrozaron la vida a ti y también a mí. No… no siento nada por ellos. En todo caso mi medio hermano me da envidia…
—¿Envidia, por qué?
—Por qué desde una edad muy temprana tuvo relaciones con su mamá… La misma edad en la que yo soñaba contigo como hombre, no como padre… Me masturbaba compulsivamente imaginando como sería amarte, deseando ocupar el lugar de mi madre en tu cama. Cuando conocí a Ricardo me obsesioné con la idea de que se parecía a ti y desgraciadamente pude comprobar que no era así. Tú eres mil veces mejor que él, pero lo hecho, hecho, está. Al quedarme embarazada ya no tenía remedio y traté de adaptarme, pero era un animal, un bruto que me aterrorizaba. Por eso escapé y fui en tu busca, contigo me sentía segura.
Tras la comida fuimos a casa, por el camino compramos artículos de limpieza y al llegar fregamos el suelo, quitamos toda la ropa de la cama y la metimos en bolsas de basura, intentamos quitar la mayor cantidad de sangre del colchón y llamamos a un servicio de recogida de desechos que tardaron un par de horas en llegar y se llevaron la cama entera.
Acabamos muy cansados.
Como la noche anterior Gema me llevó a su habitación, me desnudó y me empujo para que me acostara… No podía imaginar lo que planeaba.
—Papá, quiero que me hagas un favor.
—Tú dirás cariño…
—Veras, soy virgen…
—¡¡¿Quée?!! ¡Anda déjate de bromas Gema!
—Sí, papá… Mi culito es virgen y quiere dejar de serlo. Tú serás el primero y si puedo… el único. He comprado lubricante anestésico en el sex shop que había al lado de la tienda donde hemos estado. Utilízalo y… Por favor, no me hagas mucho daño…
—Amor, no tengo mucha experiencia en este tema. Con Rosa no tenía problema porque era ella la que tomaba la iniciativa, pero a ti temo hacerte daño.
—Como sea… No me importa el dolor… Hazlo.
Me entregó un tubo de lubricante y se colocó de rodillas sobre su cama, inclinándose hacia adelante, se abría sus cachetes con las dos manos, mostrándome el pequeño orificio.
Me tumbé a su lado, la abracé y comencé a acariciar su cuerpo. Atrapé sus labios con los míos, ella cambió de postura y se me entregó sin temor. Las caricias fueron subiendo de tono hasta alcanzar límites muy elevados. Cuando consideré que estaba muy excitada me senté al borde de la cama y la coloqué sobre mis rodillas. Me miró extrañada…
—¡Eres una niña mala y tengo que castigarte!
Comencé a palmear su culete. Una, dos, tres, en un lado, otros tres en el otro… Mojé un dedo con mi saliva y le acaricié el borde del abismo presionando ligeramente, pero sin penetrar… Repetí la operación varias veces. Le indiqué que se acostara de espalda dejando su grupa en el límite, fuera de la cama. Me arrodillé tras ella y comencé a lamer su vulva, el perineo, el ano… Y vuelta a empezar… Una y otra vez. Inserté la primera falange del dedo corazón, que entró sin dificultad. Seguí con dos dedos, girando y ensanchando con delicadeza…
Me detuve, el líquido le bañaba ya la parte interior de sus muslos. Fue cuando abrí el tubo de lubricante y le embarré su conducto. Yo estaba muy excitado y acerqué el prepucio a su destino, presioné, masajeaba su clítoris y penetraba su vagina con dos dedos. El prepucio entró… La presión de su esfínter me resultaba deliciosamente dolorosa, me detuve, hasta que se distendió y pude seguir presionando y penetrando a mi amor…
—¡¡Mee cooorrooo papáaa!! ¡¡Qué me hacesss!! ¡¡No puedo masss!!
Aproveché su orgasmo para introducir totalmente mi pene en su interior. Me detuve de nuevo hasta que percibí como se reducía la presión y me permitía sacar y meter con relativa facilidad mi virilidad en el estrecho reducto.
Un nuevo orgasmo hizo que se retorciera y gritara, me incliné sobre ella y se aferró a mi cuello con fuerza, me arañaba la espalda, se esforzaba por alcanzar mi boca con la suya. Le pellizqué los pezoncitos y tras unos minutos bombeando se corría de nuevo, esta vez la acompañé y me derramé en su interior. Caí sobre su cuerpo, me ladeé y escapé de su abrazo. El olor a sexo y sudor inundaba el ambiente. Cuando recuperamos el aliento la besé con todo el amor que sentía. Lloraba, reía, me besaba…
—¿Te he hecho daño, cariño?
—No papá, me has hecho la mujer más feliz del mundo. He soñado con esto durante años y por fin lo has hecho realidad. ¡Gracias papá…! ¡Te quiero!
Emocionado me incorporé, la cogí en brazos y la llevé al baño, donde nos duchamos, lavándonos uno a otro. Gema se arrodillo y aprisionó mi falo con sus manos, lamiéndolo, chupándolo y engulléndolo hasta provocarse arcadas, que soportaba con esfuerzo hasta lograr la eyaculación que ella intentó tragarse y al no lograrlo en su totalidad, recogió con los dedos y los llevó hasta su boca, tragándoselo todo. Su mirada reflejaba amor. Aferré sus brazos y la levanté hasta posar mis labios sobre los suyos. De nuevo la saqué en brazos, ella cogió una toalla para secarme y secarse y juntos fuimos hasta la cama, donde nos dormimos abrazados.
Al despertar contemplé el cuerpo desnudo de Gema y una inmensa ternura me invadió. Abrió los ojos, me miró, sonrió y me besó con cariño. Acarició mis partes pero sonriendo la detuve.
—Cariño, no tenemos tiempo para juegos, vamos a levantarnos, desayunamos y nos vamos a la playa. Después ya veremos…
—Estás deseando ver a Rosa ¿verdad?
—No solo a ella, también a las chiquitinas. Vamos gandula, a la ducha.