Era, es... y seguirá siendo preciosa

Si buscáis haceros una paja o un dedo no leáis este relato.

El amor duele, es muy puñetero,

en el estómago hace un nudo

que al viejo gorrión deja mudo

y ya no puede decir te quiero.

El camino de espinas sin rosas

cuando amas y no eres amado

es un camino tan desdichado

que maldice todas las cosas.

Mas sabías que era golondrina

y que nunca te llegaría a amar.

Sabías que era cómo la mar

que no tiene ninguna esquina.

Sabías que era solo amapola amiga

la que hiciste reina de tus fantasías

y en tus bajones y en tus alegrías

sabías que era leona y tu hormiga.

Ojalá un día la garza se enamore.

Ojalá un día sepa lo que es delirar.

Que ame tanto cómo la has amado.

Que tanto cómo ame, la lleguen a mar.

¿Os preguntaréis a que viene esto? Viene a que yo, un viejo me enamore de una de mis lectoras de 28 años y me estoy despidiendo de ella. Lo hago aquí porque por un relato que escribí nos conocimos y después de nueve meses, y de ser mi musa para escribir:

BAJO LOS CEREZOS.

CHIQUITA.

DE ORGASMO EN ORGASMO

DEL POLVO EN EL CEMENTERIO A LOS POLVOS EN MI CAMA.

DIANA.

DOS EXTRAÑOS.

DULCE.

FIN DE SEMANA EN LONDRES.

FIN DE SEMANA EN CARACAS.

LA PEREGRINA.

LA PRINCESITA DE LOS DEDOS DE ORO.

OCURRIÓ EN VENECIA.

UN ENCUENTRO EN LA ISLA DE LA TOJA.

MUÑEQUITA.

PRINCESA.

Después de eso, cómo no tengo ya edad para sufrir por una mujer, le voy a escribir el último relato para despedirme de ella.

ERA, ES... Y SEGUIRÁ SIENDO PRECIOSA

Ni una, ni dos, ni tres docenas de veces se lo había dicho, le había dicho que la quería hasta la saciedad, pero ella era muy suya. Un día rompí todos los moldes y me tiré de cabeza al vacío. Diana iba de pilates de vuelta a su casa. Paré mi auto, bajé el cristal de la ventanilla, y le pregunté:

-¿Subes?

Al verme, dijo:

-¡¿Qué haces aquí, loco?!

-¿Subes o no subes?

Subió y le pregunté:

-¿Sabes de algún sitio tranquilo dónde podamos hablar?

Estaba muy seria. Su voz no era la del teléfono. Sonó mucho más grave, con cierto tono de reproche.

-No. ¿Qué quieres, José?

Me di cuenta que había hecho un viaje inoportuno.

-Nada, vete a donde quiera que fueses.

-¿A algo vendrías? Tira hacia delante hasta que llegues al lado mar.

Se agachó en el asiento. Guié el coche hasta llegar al lado del mar. Allí se volvió a sentar, y me dijo:

-¿Tú no eras el que no me iba a meter en ningún compromiso?

-Pelusilla.

-¡Cuándo vas a meter en la cabeza que no soy nada tuyo! Unas pajas por whatsapp no significan nada.

-Ya, pero me moría por conocer el sabor de tus labios.

Me besó.

-Ya lo conoces.

-Y el de tus tetas, y el de tu coño.

Levantó el sujetador deportivo.

-Prueba.

Joder, oí a las gaviotas graznar y creí que se estaban riendo de mí. Le dije:

-Así, no...

-Es así o nada.

Pues iba a ser así. Le magreé las tetas y pasé mi lengua haciendo círculos sobre sus tetas, círculos que se fueron haciendo más pequeños hasta que los hice sobre sus areolas y después chupé sus gordos y marrones pezones. Me encantó el sabor salado de su sudor. A Diana parecía que también le había gustado.

-Así nunca me las habías mamado.

-Ni así ni de ninguna manera.

-Ya -levantó su culo del asiento y se bajó las mallas y las bragas-. ¿No querías conocer el sabor de mi coñito?

Eché su asiento hacia atrás, me arrodillé entre sus piernas y pasé mi lengua por su sexo. Era cómo decía cuando lo hacíamos por whatsapp, se mojaba con facilidad. Su coñito sabía salado y amargo. Me hizo coger un empalme de los buenos. No iba a parar si no me lo ordenaba (había soñado muchas veces con que se corriera en mi boca) y no me lo ordenó, al contrario, acariciaba mi cabello con las dos manos sin decir nada. No gimió en ningún momento, al final, antes de apretar mi cabeza contra su coñito, dijo:

-¡Qué rico, que rico, que rico! ¡¡¡Ayyyyyyyyyy qué ricooooooo!!!

Se corrió cómo una loquita, y yo, yo cumplí mi sueño, beber de ella.

Allí no podíamos follar. Maldita fue la hora en que le pregunté por el nuevo amigo que se echara en Madrid, aunque a hablar de eso fuera.

-¿Y ese amigo de Madrid cómo es?

-¿A qué viene esa pregunta ahora?

-Pelusilla... A ver, hablas con él de libros y de cine Y...

-Sí, y tiene 27 años... Y no te niego que coqueteáramos un poco... ¿Y si me pajeara con el cómo me pajeo contigo, qué? ¿No flirteas tú con tus lectoras y a mí no me importa?

-Ahí está la diferencia, que a mí sí me importa que tú lo hagas.

-¿Por qué tú me amas y yo a ti no? ¿Es eso lo que quieres decir?

Lo que le quise decir y no le dije era que el miércoles y el jueves hablara por wahatsapp un día hasta casi las dos de la madrugada y el otro hasta más de las dos y media y que su pareja no estaba en casa. Y que me latía que era con ese de Madrid con quien estuviera hablando..., y disfrutando. Madrid, que es a donde va a ir el mes de septiembre un par de días por cosas de trabajo.

Ya veis, los viejos cerdos, los viejos infieles, también nos enamoramos, y ese fue el motivo de que le escribiera los versos del principio.

Mientras sienta el nudo en el estómago no volveré a escribir. Quizás sea este el más triste y el peor relato que he escrito. No vale para hacer una paja o un dedo, pero tenía que escribirlo.

Quique.