Equipo de trabajo

Un trabajo con tres sinvergüenzas

Equipo de trabajo

De nuevo formaba equipos para hacer un trabajo de clase.

La profesora de Historia designaba los componentes.

En la clase somos veinte. Quince chicos y cinco chicas. No sé por qué motivo pero desde el principio de curso formaba los equipos con tres chicos fijos, siempre los mismos y una chica que en cada trabajo rotaba de equipo. Imagino que sería más fácil para ella.

Para ese trabajo, me tocó con Oscar, Eduardo y Diego.

Los tres son los más gamberros de la clase. Son descarados y poco respetuosos y están todo el día molestando a las chicas. En mi caso, como no entraba a sus provocaciones, parece que se habían olvidado de mi.

Estaba mentalizada a sufrirlos durante este trabajo.

El trabajo requería reunirnos algunas horas fuera de clase. Me pareció lo más cómodo ofrecer la casa en que vivo de alquiler ya que dispongo de ordenador e impresora y en el salón hay una mesa inmensa que podía servirnos. Mi compañera, Elena, tiene clase por las tardes y no tendría que aguantarnos.

El primer día, todo fue más normal de lo que esperaba.

Les indiqué donde estaba el baño por si tenían que usarlo y el cuarto de Elena para que no se les ocurriera entrar. También les enseñé la cocina por si querían tomar algo. Cogí unas cocacolas y nos pusimos con el trabajo.

Colaboraron para hacerlo, e incluso Oscar, que entiende mucho de ordenadores, se ofreció a manejarlo para hacer la búsqueda de información y escribir el texto del mismo.

Al día siguiente continuamos igual. Yo le dictaba a Oscar los textos que habíamos confeccionado mientras Eduardo y Diego seleccionaban otros textos en varios libros de consulta o en internet directamente con sus teléfonos.

No habían transcurrido ni diez minutos cuando Oscar me dijo:

  • Ana, tengo que ir al baño. Sigue escribiendo tu...

Entendí que tenía una urgencia y le sustituí en el ordenador cuando se levantó.

Eduardo se puso a dictarme el texto a escribir.

No sé cuánto tiempo pasó. Había perdido la noción del tiempo. De repente apareció Oscar. Me quedé paralizada con las manos sobre el teclado. Sólo llevaba puesto un slip negro muy ajustado y los volúmenes dejaban imaginar fácilmente su contenido marcando un grueso y largo miembro dirigido hacia arriba y a un lado. También me llamó la atención su cuerpo. Musculoso y sin vello, su torso esculpía unas formas atléticas. Me dio la sensación de que se sentía orgulloso de aparecer así.

  • ¿Qué…? - no encontraba las palabras - ¿qué estás haciendo…? - conseguí articular a la vez que miraba a Eduardo y Diego esperando una respuesta.

Eduardo y Diego no parecían asombrados.

  • Hace un día caluroso. Es mejor no llevar mucha ropa. Te puede dar un golpe de calor - Aseguró a la vez que levantaba un brazo, abría su mano y dejaba caer unos trozos de tela roja que quedaron colgando de unas cintas enrolladas a sus dedos. No me costó reconocerlos como uno de mis juegos de ropa interior provocativa.

  • Ponte esto. - remató como si fuera una orden.

  • ¡ Tú alucinas…! - le respondí enfadada a la vez que me daba cuenta de que había entrado en mi dormitorio y rebuscado en mis cosas.

  • Mira cariño… - me respondió condescendiente, a la vez que acercó la otra mano para poner su teléfono móvil delante de mi cara.

Me costó tragar saliva… Era una foto mía, en mi dormitorio. Un primer plano de mi cara sonriendo como una estúpida, con una polla, la de mi novio Carlos, descansando en mi mejilla sobre unas gotas de semen y un reguero de leche que escapaba de mi boca.

Mi novio trabaja en otra ciudad y sólo nos vemos cada dos semanas. Cuando viene, naturalmente, duerme en mi cama y aprovechamos para follar lo que no hacemos el resto de días. De hecho, estaba molesta con él porque la última semana me puso una excusa y no vino.

El gilipollas había tomado esa foto y otras, para tenerlas como recuerdo cuando estaba fuera, creo que para pajearse con ellas. Sin yo saberlo, un fin de semana, colocó una cámara en diferentes posiciones y así consiguió tener un montón de fotos comprometedoras e incluso algún video de cuando follabamos.

Me mandó copia de todo y yo lo tenía en el ordenador. Imagino que Oscar había aprovechado algún momento en que me ausenté para hacerse una copia.

Me enseñó la siguiente foto. No aparecía mi cara. Sólo un primer plano de un coño depilado y abierto y una polla delante, rozándolo timidamente y esperando a entrar. Poco comprometedor si no fuera por la pequeña estrella que tengo tatuada en la pierna y que se apreciaba perfectamente.

  • ¿Qué quieres...? - le pregunté enfadada y apartando la vista del móvil donde aparecía otra foto en la que yo, desnuda, sentada de espaldas a Carlos tumbado en la cama y donde se apreciaba que su polla se perdía en mi interior.

  • Solo que te pongas esto…, sólo. - recalcó con una sonrisa triunfal.- A no ser que prefieras que entre los tres te quitemos la ropa y te dejemos en pelotas...

Durante unos instantes analicé la situación.

Era capaz de publicar las fotos y no me imaginaba el alcance de las consecuencias. Por otro lado, si accedía, nadie me aseguraba que aun así no las publicaran.

  • ¿Y cómo sé que no usarás las fotos? - pregunté.

  • No lo sabes. Te tienes que fiar. - respondió escuetamente.

El plan no era muy bueno pero no me quedaba otra alternativa que ceder.

Antes de que pusiera otra exigencia, temía que me obligara a cambiarme allí mismo, me levanté, le arranqué el conjunto de ropa interior de las manos y me fuí hacia mi habitación.

Descubrí que mi habitación había sido revuelta. Soy muy ordenada y algunas cosas estaban fuera de lugar. Me temía lo peor. Me acerqué a la mesilla y descubrí que mi dildo había desaparecido.

Supuse que lo habría cogido Oscar pero no iba a darle la satisfacción de preguntar por él.

Aquella ropa la había comprado para jugar con Carlos.  De hecho, estaba sin estrenar. Me desnudé y la acomodé lo mejor que pude. Era difícil. El sujetador tenía dos pequeños triángulos y en la base un cordón que unía ambos y se alargaba para poder atarlo a la espalda. Del vértice opuesto salía otro cordón que eran los tirantes del sujetador y se ataban al cuello. Al ponermelo me di cuenta de lo exageradamente pequeño que era aquello. Apenas cubrían mis pezones y los triángulos, de tela muy suave, se resistían a permanecer en su sitio. Lo había comprado con un propósito pero no era el que ahora iba a darle.

La braga era otro poema. Otro triángulo un poco más alargado. La base, estrecha y hacia arriba, se unía a un cordón  que iba en ambas direcciones y  otro cordón en el vértice. Todo se unía  por encima del culo que, como era de esperar, quedaba a la vista porque el cordón se metía entre mis nalgas.  Por delante, escasamente tapaba mi raja. Algunos pelillos incipientes, fruto de los días transcurridos desde la última visita de Carlos, asomaban a los lados.

Regresé un poco cohibida pero no quería que me lo notaran. Entré decidida en el salón y me encontré con otra sorpresa. Tanto Eduardo como Diego habían imitado a Oscar y sólo llevaban el slip. No hice ningún gesto extraño pero en una rápida mirada pude ver que ambos cuidaban su cuerpo como Oscar. El slip negro debía ser el uniforme de la banda. Supuse que hacían ejercicio juntos.

  • ¡ A trabajar! - grité en tono tajante y enfadado, con intención de acabar el trabajo cuanto antes.

Casi no pude acabar la frase.  Eduardo y Diego se me acercaron, y se pusieron a mi lado, dejándome en el centro. Me cogieron de los brazos, me giraron y me hicieron andar de espaldas, a trompicones, hasta la mesa.

Comencé a quejarme y a preguntar:

  • ¡Hey! pero…, ¿Qué hacéis…?
  • ¡Hey! …, ¿Qué hacéis…? -repetí en un tono más acelerado.

No sirvió de nada. Se detuvieron cuando mis nalgas tocaron la mesa. Me cogieron cada uno de una pantorrilla y me elevaron sobre la mesa hasta sentarme en el borde, con los pies colgando.

Comprendí que llevaban intenciones de follar, así que me mentalicé para asumirlo sin resistencias estúpidas. Por otro lado, era una pequeña venganza hacia mi novio que había fallado la última semana.

Me empujaron de los hombros hacia atrás hasta que mi espalda descansó sobre la mesa. Mientras con una mano me impedían levantarme, con la otra tiraban de mis piernas hacia el exterior separando estas y abriendo un gran hueco entre ellas. También consiguieron que se me desplazara el pequeño triángulo de la braga dejando parte de mi vulva a la vista.

Levantando ligeramente la cabeza pude observar a Oscar acercándose a mí y metiéndose entre mis piernas hasta que su slip tocó el escaso trozo de tela roja que deambulaba entre mis piernas. También noté su contacto en la parte exterior más sensible de mi cuerpo.

Metió una mano por debajo del slip y sacó su polla. Parecía un tronco y me dio la sensación de que era más grande que lo que aparentaba encerrada entre la tela negra.

Con la otra mano agarró el pequeño triángulo de mi braga y lo retiró todavía más a un lado.  Pude ver cómo elevaba y dejaba caer la polla directamente encima de mi coño.

El contacto de piel con piel hizo que me agitara y aprovechó para recolocarla a lo largo de mi coño. Con los pulgares de ambas manos, me separó los labios vaginales y la encajó entre ellos.

Notaba el peso de su miembro y algo de su humedad.

Comenzó a moverse lentamente adelante y atrás, superficialmente. En cada movimiento se me escapaba un gemido ahogado. Sentía que me abría a causa de la fricción.

Al parecer, Oscar era muy observador.

  • ¡Tranquila! - comentó - No eres más puta que las demás de la clase. A todas les pasa lo mismo. En seguida se les ponen los pezones puntiagudos y se les abre el chocho.

Por sus palabras me pareció entender que en los trabajos previos se había follado al resto de mis compañeras de curso. Empecé a comprender algún detalle que me había llamado la atención de los comportamientos de mis compañeras...

Dejé de preocuparme por ellas, se estaba cumpliendo mi fantasía más inconfesable y aquello parecía una venganza justa para Carlos.

Notaba mi entrepierna mojada. No sabía si era líquido mio o de Oscar. Su pene resbalaba con más suavidad pero aún notaba que su prepucio se quedaba atrás y su glande se descubría y se abría camino separando más los labios de mi coño.

No tenía dudas. Con las piernas tan abiertas y la fricción que me daba, mi entrada tenía que estar muy abierta.

Dejó de hacer ese movimiento, colocó la punta de su glande en mi entrada. Sólo necesitó empujar un poquito y se deslizó en mi interior tras una pequeña resistencia hasta que la corona de su pene superó la parte más estrecha de mi coño. Sus manos fueron a parar a mis tetas. Los triángulos que tapaban los pezones llevaban tiempo descolocados y dejaban estos a la vista. Estaban abultados como había dicho Oscar.

Mientras se agitaba adelante y atrás sin soltar mis tetas y a pesar de la situación, me vino a la cabeza el poder que tenemos las mujeres.

En ese momento esperaba que Oscar se corriera y perdiera todo su ímpetu.

No tenía la menor duda de que a Oscar le seguirían los otros dos y que con alguno de los tres yo llegaría al orgasmo.

Eduardo y Diego me soltaron. Era innecesario que me sujetaran porque Oscar me tenía inmovilizada. Vi como se quitaban el slip saltando de su interior unas pollas que habían crecido desmesuradamente.

Eduardo se subió a la mesa y me la colocó sobre los labios. Gruesa, con algunas venas muy marcadas, con un capullo acampanado y ligeros movimientos arriba y abajo, me golpeaba suavemente en la boca. Estaba clara su intención y en ese momento volví a pensar en mi novio: tenían la polla muy parecidas.

Abrí la boca y dejé que entrara. Comencé a mover la lengua alrededor de su glande. Simultáneamente movía los labios y la cabeza intentando que entrara y saliera.

Diego me tomó una mano y la llevó a su entrepierna. Me topé con su polla y la cogí. Estaba rígida, imposible de doblar. Comencé a hacer un movimiento de subir y bajar mi mano. No podía verle pero me imaginaba su cara de placer.

Oscar jadeaba. Hacía esfuerzos por no correrse. Le miré con descaro y sin dejar de chupar la polla a Eduardo. Sonreí porque sabía que no iba a poder aguantar.

Dejó de manosearme las tetas y me agarró de la cintura tirando hacia él. Empujó con fuerza metiéndose más en mí… y dió un pequeño grito a la vez que descargaba su semen.

Noté cómo me inundaba por dentro.

Permaneció un rato con su polla en mi interior, moviéndose adelante y atrás, intentando que yo me corriera. Aprovechó para desatar los nudos laterales de las cintas que sujetaban mi braga y tiró de ellas para quitarmelas. Notaba cómo su miembro perdía fuerza y acabó por sacarla y alejarse de mí con aquel trozo de tela roja entre los dedos de sus manos.

Tenía la sensación de haberlo derrotado.

Diego, alejándose de mi mano, decidió sustituirle. Me cogió de las piernas y tiró hacia él dejando mis nalgas justo al borde de la mesa. Segundos después colocaba su miembro entre mis piernas y tanteaba la zona.

El muy idiota se confundia con mi culo que en ese momento estaba impregnado por la leche de Oscar que resbalaba de mi vagina…

Volvía a tantear en otro inutil intento y chapoteaba en el líquido que encontraba…

Con la boca llena me era imposible gritarle “¡Más arriba, animal!”...

Hasta que comprendí que no era un despiste. Había conseguido meter el glande y siguió empujando sin misericordia mientras yo notaba cómo me abría a la vez que usaba los dedos de ambas manos para abrirme la vajina. Los restos del semen de Oscar suavizaban su brusca acción.

Apreté la boca con fuerza procurando no morder a Eduado. Hubiera gritado pero estaba casi ahogada.

Un intenso calor me recorrió todo el cuerpo. Pensé en los infructuosos intentos de Carlos para metérmela por el culo. Yo me negaba ¿Habría que hacer una foto de esto para que supiera que otro se había adelantado?

En ese momento pude observar que Oscar, con su móvil en la mano, estaba grabando todo.

Eduardo sacó su polla bruscamente de mi boca. Creo que había estado a punto de correrse. Permaneció a un lado observando cómo Diego me daba empujones metiendo y sacando parcialmente su aparato de mi culo.

Miré a Diego entre mis tetas, con los pezones tiesos, que subían y bajaban al ritmo que él marcaba.

Rogaba porque acabara pronto. El calor se intensificaba. Casi noté frío cuando descargó su semen en el interior de mi ano.

Noté un gran alivio cuando se salió.

Eduardo se colocó donde había estado Diego. Sin miramientos encajó su polla en mi vagina y empujó con fuerza. Entró hasta el fondo.

Mientras con una mano agarraba una de mis tetas, con la otra, acariciaba la parte alta de mi vulva. Sabía dónde hacerlo.

Poco después era yo la que se movía adelante y atrás en un intento de abarcarlo entre los labios de mi chocho.

Ni siquiera me importaba que tanto Diego como Oscar, con sus móviles, grabaran cómo me movía.

Cerré los ojos. Me estaba corriendo. Notaba mi flujo recorriendo mi interior.

Eduardo se vino a continuación. Un chorro de semen me inundó por dentro pero su miembro permanecía con fuerza y siguió aguantando mi ritmo.

Por fin me calmé. Eduardo aprovechó para sacar su pene de mi vajina. Lo colocó sobre ella. Podía ver cómo aún palpitaba y pude ser testigo de otro chorro de semen que salió con fuerza y sobrepasó mi ombligo.

No pude evitar reír con fuerza.

  • ¿Qué hacemos con esto…? - preguntó Oscar enseñando mi dildo.

  • ¡Se lo metes por el culo a Diego! - contesté con una sonrisa.

El trabajo lo acabamos aquella misma semana.

No me quedó más remedio que implantar algunas normas:

  • Lo primero era hacer el trabajo.
  • Después podíamos follar.
  • Para darme por el culo había que lubricarme primero.
  • Quería copia de las fotos y videos que hicieran.