Equilibrando la balanza 6: solución de Tío Manuel

Una infidelidad, la venganza, el castigo, la solución.

Cuando abrí la puerta me encontré con una sorpresa, eran mis suegros. Ya tenia claro, conociéndolos, que ellos mirarían de hacerme cambiar de opinión respecto al divorcio.

Sin embargo, cuando entraron y empezaron a hablar me di cuenta que algo pasaba. Mi suegra tenia un carácter fuerte, mas que mi mujer, y mi suegro tenia un carácter tranquilo. Normalmente ella era la que llevaba la voz cantante, pero esta noche nada mas entrar me di cuenta que esto había cambiado. Era mi suegro el que llevaba la voz cantante y mi suegra permanecía callada.

Después de preguntar por los niños, mi suegro dijo: Vamos a sentarnos que tenemos algo que contaros.

Nos sentamos y mi suegro continuo dirigiéndose a mi: se lo que estas pasando y entiendo que quieras divorciarte. Y estarías en tu derecho, pero me gustaría contaros algo que paso hace muchos años.

Y mirando a su hija y dirigiéndose a ella: un par de años antes de que tu nacieras.

Mi suegro: llevábamos un par de años de casados, en aquella época vivíamos en el pueblo de mis padres. Yo tuve que hacer un viaje durante la época de las fiestas del pueblo. Cuando volví al pueblo, antes de llegar a casa me di cuenta que algo había pasado, la gente me miraba de forma rara. Cuando estaba por llegar a casa, vi a un amigo y le pregunte que pasaba. El apesadumbrado me dijo que Matias, un fanfarón que solo venia al pueblo durante las fiestas, había hecho correr la voz de que se había calzado a mi mujer. Yo no me lo podía creer, entre en casa y cuando la vi lo tuve claro me había puesto los cuernos.

Mi mujer: !Mama!

Mi suegra: había bebido mas de la cuenta, Matias era muy buen bailarín, me pidió bailar, me calenté y paso lo que paso.

Mi mujer: como pudiste hacerle esto a papa

Mi suegra, mirando con odio a su hija: lo mio fue un calentón estando ebria. Pero lo tuyo fue con premeditación y alevosía.

No tenia muy claro lo que significaba alevosía, pero si tenia claro que aquello era un agravante.

Mi suegro continuo: En aquella época no existía el divorcio, así que si tu mujer te ponía los cuernos te tenias que aguantar. Si hubiera existido, hija tu no habrías nacido. La vida fue muy difícil, ya que de todos los hombres con los que podía ponerme los cuernos tubo que hacerlo con un cabrón, que se jacto de habérsela calzado y que después de las fiestas se fue, vete a saber donde, con lo que yo no podía ir y romperle la cara. Unos me miraban con pena, y otros disimulando su sonrisa. Vivíamos en la misma casa pero ni nos hablamos y mirábamos de ni vernos. Yo empecé a buscar trabajo fuera del pueblo y hable con el tío Manuel. El vivía en un pueblo lejano. Un buen día, el vino a verme, me había encontrado un trabajo y un sitio donde vivir en su pueblo. El me pregunto cuando nos mudaríamos los dos. Remarcando los dos. Yo le dije que solo iría yo que para mi ella ya no era mi esposa. Mi tío me pidió que la llamara, ya que ella no estaba en esta habitación, cuando estábamos los dos en la casa estábamos en habitaciones separadas. Cuando ella vino, el se la miro, si yo estaba hundido ella también, yo era el cornudo del pueblo y ella la zorra que le había puesto los cuernos a su marido.

El tío Manuel nos dijo: mirad, el matrimonio es como una balanza y se tiene que mantener equilibrada. Si se desequilibra, lo que hay que hacer es volverla a equilibrar. Ella te ha puesto los cuernos, tu eres el agraviado, pero antes de que esto pasara ¿querías a tu mujer?. Yo conteste si la quería. Pues entonces lo que tienes que hacer es irte de putas un fin de semana. Te follas a todas las que quieras hasta que sientas que la balanza vuelve a estar equilibrada. Luego coges a tu mujer, te vienes al mi pueblo, y ponéis los dos de vuestra parte para que las cosas vuelvan a ser como antes de las fiestas.

Mi suegra: yo le dije, por favor hazlo, yo te quiero y quiero que las cosas vuelvan a ser como antes.

Mi suegro: Así que yo me fui a un burdel que había en una ciudad cercana, no te diré que me cepille a todas las putas que allí había, ya que en aquella época no existían las pastillitas, pero si hubieran existido lo habría hecho.

Cuando volví al pueblo, se lo dije, la balanza vuelve a estar equilibrada, pero esta balanza no creo que pueda volver a equilibrarse.

Mi suegra: yo le dije, yo nunca la volveré a desequilibrar, te lo aseguro.

Mi suegro: cogimos nuestras cosas y nos fuimos a vivir en el pueblo del tío. Y te aseguro que nunca me he arrepentido de haber continuado con ella.

Mi suegra emocionada no pudo reprimir el llanto.

Mi suegro: la decisión es tuya, pero esto lo tenias que saber.

Y se despidieron

Continuara