Episodios nunca vistos en TV: Superman
No podía dejar ver como un obeso a Superman, el hombre de acero con 200 kilos de peso.
EPISODIOS NUNCA VISTOS EN TV:
SUPERMAN
CAPÍTULO DE HOY: MALDITA KRYPTONITA
Soy Kal-El.
Todos me conocen con el nombre de Superman, el hombre de acero.
He venido de Krypton, planeta que fue destruído segundos después que mi padre Jor-El me lanzara a la deriva al espacio en una nave para salvar mi vida.
Finalmente llegué al planeta Tierra.
El matrimonio Kent me adoptó como hijo propio. Me pusieron el nombre de Clark, y crecí descubriendo mis grandes poderes día tras día.
Me hice hombre, y encontré empleo en el Daily Planet, un periódico de la ciudad de Metrópolis, que me facilitó la tarea de ayudar a la gente necesitada y frustrar los planes de criminales locales y de todo el orbe.
Los fragmentos de mi planeta natal vagan por todo el universo, y de tanto en tanto caen cual lluvia de meteoritos en algún lugar de la esfera terrestre al azar.
Esos fragmentos se denominan "Kryptonita".
Hay distintos tipos de esos fragmentos de roca.
La kryptonita verde me debilita, y puede llegar a producirme la muerte en caso de estar expuesto a ella por tiempo muy prolongado.
La dorada, quitaría todos mis superpoderes definitivamente. Por suerte nunca tuve que enfrentarme a ella.
La de color blanco, es totalmente inocua e inofensiva.
Y la kryptonita roja, que siempre causa efectos diferentes en mí, es la más extraña de todas. Cada trozo de piedra colorada me afecta por única vez y luego pierde su poder. Los síntomas sólo duran un lapso relativamente corto de tiempo y nunca hubo dos piedras diferentes que me causaran el mismo efecto.
Algunos de los cuales paso a detallar:
Ya me produjo amnesia o pérdida de la memoria.
También me aceleró el crecimiento de todo vello corporal en forma vertiginosa. Me veía realmente muy gracioso con el cabello por el piso, y la barba de años.
Tuve que lidiar con parálisis parciales, fiebre o estados de coma.
Uno de los efectos más incómodos fue cuando tuve esa diarrea interminable por tres días enteros.
En otra oportunidad, se me desdobló mi otro yo, y convivimos Superman y Clark Kent por primera vez bajo el mismo techo. Clark durmió en la cama, y yo utilicé un colchón sobre el piso durante una semana entera hasta que se desvanecieron los efectos de la kryptonita.
Otras veces, y por suerte no siempre al mismo tiempo, quedé sordo, ciego o mudo. Es muy difícil vivir cuando se pierde alguno de los sentidos, y uno no le da el valor que realmente merece cuando los tiene.
Pero creo que nada de lo que me sucedió antes se asemeja a lo causado por la kryptonita roja en esta oportunidad.
Todo había comenzado hacía menos de cuarenta y ocho horas antes, cuando salí a buscar a Lex Luthor que comenzaba nuevamente a hacer de las suyas luego de un tiempo que parecía haber desaparecido de la faz de la Tierra.
DIA: DOMINGO 9
10.00 PM
El viernes anterior había llegado la noticia a la redacción del diario que un ataque terrorista era inminente. Las fuentes eran muy confiables.
Recorrí por las noches las calles de la ciudad en busca de cualquier pista. Hasta que la noche del domingo descubrí el nuevo escondite de Luthor.
Mi vista de rayos-x me indicó que nadie estaba en el lugar, por lo que me introduje a buscar cualquier dato que pudiera socavar.
Planos, dinero y joyas por doquier, hacían presumir que se habían cometido algunos delitos, pero nada en relación al rumor del ataque que me llevó hasta allí.
Una caja de plomo llamó mi atención que yacía al costado de unos armarios. Posiblemente uranio era lo que ocultaban allí. Pero como mi vista no puede atravesar ese metal por lo que no pude comprobar lo que había en el interior.
Nada más fuera de lo normal pude observar, por lo que decidí llevarme la caja hasta mi fortaleza en el polo norte.
Una vez que llegué, trasladé el objeto de plomo con sumo cuidado a un compartimento seguro, protegiéndome detrás de un escudo de energía y me dispuse abrir para averiguar qué había en su interior.
Una roca de color blanco se dejó ver.
Podría ser kryptonita, pero en todo caso, no me afectaría en lo más mínimo la de esa variedad.
De todas formas tuve precaución.
Estudié el fragmento hasta que tuve la certeza que se trataba en verdad de un trozo de mi propio planeta. Desactivé el escudo, y tomé la piedra con la mano.
Craso error.
DIA: LUNES 10
6.00 AM
Desperté.
Me sentí muy extraño mismo antes de abrir los ojos.
Miré mi mano y no la reconocí.
Traté de incorporarme en la cama, y no pude. Tuve que apoyar mi mano en el colchón, para poder ayudarme a dar la vuelta. Me senté. No lo podía creer. No reconocía mi cuerpo en lo absoluto. Me asusté.
Salí de la cama en dirección al baño. Me miré al espejo, y ahora el susto quedó de lado, y me aterré.
Subí a la balanza, y ésta literalmente estalló al sobrepasar los 170 kilos que podía soportar.
Por Krypton, algo me había hecho engordar de una manera descomunal.
Volví a mirar mi rostro en el espejo, y definitivamente era un extraño. Estaba convertido en un obeso de casi 200 kilos.
Volví al dormitorio, y recién me percaté que estaba completamente desnudo cuando vi mi ropa interior que estaba destrozada sobre la cama. Se había despedazado durante la noche mientras engordaba de esa forma.
Tenía deseos de orinar.
No sentí mis órganos genitales, y peor aún, no llegaba a ellos con mi mano.
Tuve que esforzarme mucho para poder alcanzar a mi entrepierna, alargué mi brazo lo más que pude hacia delante y por debajo de mi ahora tremendo vientre, me agaché bastante hasta que rocé mi zona púbica. Abrí mis piernas, y me aterré al no poder encontrar mi pene. Rocé mis testículos y tuve una leve idea de por dónde debía encontrarse mi miembro. Hurgué con mi dedo más largo hasta que ahora sí encontré exactamente dónde buscar. Tuve que echar mi abdomen hacia delante todo lo que pude para poder acceder a un minúsculo pene, apenas alcanzado con mi pulgar e índice. Se me zafó un par de veces, hasta que al final pude orinar.
Estaba completamente aterrado. Esto no sólo nunca me había sucedido, por supuesto, sino que estaba más allá de toda imaginación.
El problema era mucho más complejo que el uno se podría imaginar.
Aparentemente la kryptonita a la cual había estado expuesto no era blanca como parecía, sino que de acuerdo a los hechos, era roja.
Qué había sucedido?
Seguramente Luthor estaba experimentando con su diabólica mente criminal.
Ahora bien, no sabía por cuánto tiempo debía estar así. Pero tampoco podía estar encerrado en mi apartamento todo el tiempo que durase el efecto.
No tenía ropa adecuada para meter todo este inmenso cuerpo dentro. Ninguna, a excepción por supuesto del traje de Superman, puesto a que era de spandex y como eran materiales de Krypton, aquí en la Tierra era irrompible.
Pero debía conseguir indumentaria de civil. No podía dejar ver como un obeso a Superman, el hombre de acero con 200 kilos de peso.
Estaba en una encrucijada.
Primero era lo primero.
Llamé a la redacción del diario, y digité el interno de Lois Lane.
Ella no reconoció mi voz, que también había cambiado. Era lógico, mi caja torácica ya no era la misma, ni tampoco mi boca, ni mi nariz, ni nada de nada.
Inventé sobre la marcha.
Le expliqué que había contraído un virus, y que me iba a tomar unos días de licencia forzada ya que tenía mucha fiebre y gripe. Irresponsable como siempre, ella se ofreció a venir a cuidarme, y me negué rotundamente, diciéndole que en verdad era muy contagioso, pero que el médico me había dicho que con unos días de reposo y los medicamentos recetados, todo volvería a la normalidad pronto.
Quedó verosímil, y no insistió.
Prendí la computadora, y busqué "Prendas para Obesos".
Una lista de direcciones apareció en la pantalla.
Cliqueé una.
Y comencé a elegir.
Un par de pantalones, dos camisas, tres mudas de ropa interior, pares de medias y un par de zapatos doble ancho.
Decidí pedir las prendas más grandes disponibles esperando no tener inconvenientes con las medidas. Con el calzado dudé, pero después de verme los pies totalmente gruesos y anchos, marqué cuatro talles por encima del que solía usar habitualmente, además del ancho. Aún así temí no poder meter todos esos gordos dedos juntos dentro de ningún calzado.
Marqué "Entrega urgente", mi dirección e introduje los datos de mi tarjeta de crédito.
ENTER.
Ahora fui a revisar mis direcciones de correo de email.
Superman@yahoo.com
tenía apenas algunos mensajes de gente que me agradecía haberles ayudado en alguna circunstancia.
Clark.kent@dailyplanet.com
tres archivos adjuntos con material para corregir y casi listos para imprimir, más dos mensaje, uno de Lois Lane que me deseaba una rápida recuperación, y que ya me extrañaba mucho, y el otro de Jimmy Olsen que también me pedía pronta mejoría.
Fui al baño a mojarme la cara.
Me miré al espejo y nuevamente me concentré en mi cuerpo.
Nunca me había detenido a mirar el cuerpo de otra persona de estas proporciones.
Toqué mi cara. Luego continué con el cuello y mi hombro. Fue cuando toqué mi pecho que me sucedió algo inexplicable.
Repentinamente y ante mi asombro, me comencé a excitar. Empecé a explorar el resto de mi cuerpo con las manos.
Deslicé mis dedos por los brazos gruesos. Volví a mi pecho. Mis pezones habían crecido demasiado, en tamaño, volumen e incluso y sobre todo en sensibilidad. Me acaricié las aureolas y sentí un cosquilleo agradable entre las piernas. Comencé a apretar los muslos, despacio la primera vez, y con más ímpetu las siguientes, buscando sentir esa sensación que me era desconocida hasta ese momento.
Me gustó lo que sentía.
Continué frotando los muslos contra mis genitales, hasta que sentí mi ahora diminuto pene erecto.
Me pareció más que probable que las personas muy obesas se masturben de esta forma. No creía que lo hicieran en la forma tradicional, ya que era muy difícil de llegar a los genitales, o en todo caso, sería demasiado incómodo y hasta molesto.
Lo extraño de la situación me pareció por demás excitante.
Fue en ese momento que sonó el timbre de mi departamento.
Con mi visión de rayos equis, vi que era el cadete de la casa para obesos.
"Mierda" pensé.
"Quién es?" pregunté como pura formalidad, enfadado por ser el momento más inoportuno que cualquier persona hubiera podido encontrar.
"Traigo sus prendas para gordos, señor." Dijo la voz del otro lado de la puerta.
Y ahora, cómo hago? No tenía nada para ponerme, excepto la ropa de Superman. Pero eso no.
Decidí ponerme una sábana encima.
Abrí la puerta, y el cadete me quedó mirando con la boca abierta.
Entró, me entregó el paquete, y me dio la mano sin sacarme la vista de encima.
Qué extraño, me había dado la mano.
"Señor" me dijo "No se lo tome a mal. Yo no soy gay, pero me vuelven loco los gordotes. No quiere una chupada gratis?" preguntó sin pelos en la lengua.
"Cómo?" pregunté realmente sorprendido.
"Sí, estoy seguro que se la debe tener difícil para satisfacerse sexualmente, dele, qué le cuesta? se lo hago gratis. Está muy excitante, señor. Además es la primera vez que me reciben así, desnudo."
Sin esperar respuesta, intentó manotearme los genitales.
Podría haber descargado todos mis poderes sobre él, pero eso hubiera sido muy peligroso. Finalmente decidí no defenderme para no dejar expuesta mi identidad.
Lo esquivé, y se abalanzó sobre mí. La sábana que me cubría fue a parar al piso. Yo perdí el equilibrio, y quedé acostado en el sofá. Él se agachó teniendo mi entrepierna a su disposición. Al final yo también era hombre y necesitaba satisfacerme sexualmente, y veía muy difícil poder hacerlo yo sólo en estas circunstancias. Dejé de resistirme totalmente, y abrí las piernas lo más que pude.
No podía ver nada de lo que ocurría más allá de mi gigantesca panza, y apoyé mi nuca en el cabezal del sofá, mirando hacia el techo, y tratando de disfrutar lo más posible de la situación. Cerré los ojos.
Sentí que me abría los muslos lo más que pudo, y comenzó a explorarme la entrepierna. Tomó mis testículos con ambas manos, los lamió, los chupó. Sentí como se metió uno entero dentro de su boca, lo movió de un lado a otro, y repitió lo mismo con el otro.
Noté que buscaba desesperadamente mi pene invisible. Intenté ayudarlo, levantando mi abdomen lo más que pude hasta que sentí que me lo tomaba con los dedos. Lo frotó y creció un poco. Se lo metió en la boca, y me la chupó de una forma desesperada. Mientras tenía mi miembro en su cavidad bucal, se aferró a mis testículos y me los apretó. Mi pene respondió al estímulo y creció un poco más. Sentí como ahora me tiraba la piel hacia atrás para dejarme el glande al descubierto. Me lamió la cabeza. Volvió a metérsela toda dentro de su boca. Ahora yo estaba más excitado, y comencé a moverme al son de su mamada, introduciendo aún más dentro suyo mi pene duro y caliente. Mis muslos recibían sus caricias con ambas manos. Intentó ir por mi ano, pero no pudo pasar porque mi peso se lo impidió. Un par de chupadas más y le inundé la boca con mi nunca tan deseada e interminable eyaculación. Tragó hasta la ultima gota de mi esperma, y me dejó plenamente satisfecho.
Cuando se estaba por ir, le pregunté si le gustaría volver a repetirlo al día siguiente, y me dijo que sí, pero lo más temprano posible. De todas formas le pedí el teléfono para confirmarle, no fuera cosa que ya hubiera pasado el efecto de la kryptonita roja.
Me probé las prendas.
No tuve problemas con nada excepto con la ropa interior. Definitivamente necesitaba medidas más grandes. Los pantalones me ajustaban, pero me los pude poner, al igual que la camisa.
Por suerte, no tuve inconvenientes con los zapatos, que era lo que me tenía más preocupado por las dimensiones de mis pies.
Decidí salir a la calle.
Nunca me sentí peor en mi vida.
A cada dos o tres personas que me miraban y comentaban cosas horribles sobre mi aspecto, aparecía alguno, y todos del sexo masculino, que me guiñaban el ojo, o me lanzaban besitos con los labios.
Unos y otros por supuesto imposibles de escuchar para un obeso común, pero este Superobeso, lamentablemente tenía superoído:
"Mira que gordo asqueroso"
"Pobre tipo, cómo debe dejar el inodoro cuando va a cagar."
"Papito, te chupo todo."
"Deberían prohibir que gente así ande por la calle."
"Mueve ese culo gordo y no me hagas sombra"
"Mi amor, no quieres compañía esta noche en tu camita?"
"Por Dios, querida si tu tuvieras la cuarta parte de las tetas que tiene ese tipo..."
Me solidaricé con todos los obesos por tener que compartir el aire que respiran con toda esa gente idiota, que siempre tiene que estar discriminando algo, como que no hubiera lugar en el mundo para gente diferente a uno.
Realmente nunca termino de entender a la población de este planeta.
Si no es el color de tu piel, es tu físico, o tu religión, o tu partido político, o tu clase social, o el equipo deportivo de tu preferencia, pero siempre va haber alguno que no sólo no está de acuerdo contigo, que ese no sería el problema grave, sino que te discrimina por no pensar igual que él.
Sospecho que por eso este planeta está tan atrasado.
En fin, eso en Krypton no sucedía. Y en cientos de planetas adelantados tecnológicamente tampoco.
MARTES 11
6.00 AM
Nuevamente me desperté a la misma hora que el día anterior. Con la diferencia que ahora estaba terriblemente excitado, pensando en el cadete de la tienda.
Confirmé que seguía obeso como antes, y lo llamé por teléfono para que viniera a hacerme otro servicio.
A la media hora estaba en mi apartamento.
No sólo que no se enojó por llamarlo tan temprano, sino que por el contrario me agradeció por permitirle comenzar el día con tanta alegría.
Otra vez, me acarició todo el cuerpo. Esta vez, no me dejó sentar, y aprovechó para meterme labios y lengua donde nunca pensé que podrían llegar.
Por Krypton, que sensación más placentera sentir una lengua tan inquieta explorar acompasadamente todo el recorrido entre tus testículos y el ano, juguetear allí por un rato largo, hasta hacerte desear por intermedio de alguna súplica que siguiera su camino hacia adentro. Una vez dentro de tus entrañas, sentir moverse esa lengua en forma nerviosa, es realmente excitante, y llega a aflojarte todo el cuerpo.
Háganme recordar de agradecerle a Luthor lo de la kryptonita roja, tan sólo por esa experiencia imperdible.
Su lengua entraba y salía por mi agujero en forma desesperada.
La excitación que sentía era indescriptible y se acrecentaba aún más.
Mis testículos y mi duro pene, seguían siendo masajeados desesperadamente por ambas manos que venían desde mi trasero.
De repente me vino a la mente algo que me causó mucha gracia.
Qué pensaría este hombre si le dijera que le está chupando el culo al mismísimo Superman. Que le estaba mamando el miembro erecto al hombre de acero.
Seguí en ese estado de excitación por unos minutos más, hasta que volvió a meterse mi órgano en su boca, y ahora comenzó a masturbarme con ella.
Estaba al borde de llegar al clímax de un momento a otro. Ahora sí, su dedo buscó mi ano y se introdujo en él, en el preciso momento que le inundé con mi esperma la boca.
Al cabo de unos minutos, él se comenzó a masturbarse mientras me pedía que me revolcara para él en mi propia cama, poniendo poses sensuales, apretándome los pezones, y abriendo y cerrando mi entrepierna, dejándole ver mis genitales intermitentemente.
Eyaculó encima mio.
Fuimos a tomar una ducha juntos.
Me enjabonó, me enjuagó y me frotó la toalla por todo el cuerpo, haciéndolo más lento en mi entrepierna.
Dejó mi apartamento a las 11:50 am.
Volvió a pedirle que lo llamara al día siguiente. Nuevamente le dije que lo llamaría antes, cosa que ya no tuve que hacer.
Aproveché a dormir un rato, por lo menos un par de horas.
Pasadas las 4 de la tarde, me desperté.
Me sentí nuevamente diferente.
Ya había pasado el efecto de la Kryptonita.
Ya no estaba obeso, tenía mi peso normal.
Me alegré.
Me vestí con la indumentaria de Superman, y volé hasta el Daily Planet. En el callejón de la esquina, me puse el traje que usa habitualmente Clark Kent.
Entré al edificio.
Tuve la leve impresión que algo no andaba bien.
Me introduje al ascensor.
Llegué a la redacción, estaba vacía.
Qué estaba sucediendo?
Volví a bajar a la planta baja.
Pregunté en recepción, qué era lo que ocurría.
"No sabe lo qué sucede? Dónde ha estado las últimas horas? Señor Kent"
"Qué fue lo que aconteció?"
"No se ha enterado de los atentados?"
"Qué atentados?"
"Es que usted viene de otro mundo, señor Kent? Todo el planeta ya se ha enterado de ello."
"Quiere decírmelo de una buena vez, por favor."
"Dos aviones chocaron contra las torres gemelas y uno más fue a dar contra el pentágono. Y lo peor de todo es que nadie sabe dónde mierda está Superman."
Esta es la verdadera historia del porqué yo, Superman, el hombre de acero, me mantuve al margen de los hechos ocurridos en la mañana del martes 11 de setiembre de 2001.