Epifanía en los Alpes
Sentí una mano que colándose por la abertura de mi albornoz se introducía entre mis rodillas. Instintivamente apreté las piernas y la aprisioné. No sabía si quería llegar tan lejos.
El sol caldeaba muy débilmente aquella fría mañana de Diciembre, pero el paisaje que desde allí contemplaba hacía que mereciese la pena soportar el gélido clima. Echado en mi hamaca me deleitaba observando el grandioso Mont Blanc que poderoso se elevaba hacia el cielo. Esquiar era mi pasión pero aquellos momentos de descanso en los que podía extasiarme contemplando las montañas adornadas con su virginal manto, me elevaba a una experiencia cuasi mística.
- Buenos días - Oí decir a mi lado
Extrañado levante la cabeza y vi un esquiador embozado y con unas grandes gafas que me miraba.
- Si…? - Le dije con un tono circunspecto mientras intentaba averiguar qué deseaba aquel desconocido
- Perdona - dijo descubriéndose y mostrándome al fin su rostro- ¿ Tú eres Sebastian, Verdad?. Ayer fuimos presentados. ¿ No te acuerdas? Soy Fabrice
- Oh si, Fabrice. Perdona no te reconocí. - Le contesté cortésmente.
- No me extraña. con estas vestimentas es imposible reconocer a nadie.¿ Como estas? - me dijo mientras me tendía la mano tras retirar uno de sus guantes.
Me incorporé levemente y le estreche la mano.
- Bien, bien. Descansando unos breves momentos - le conteste
- ¿Puedo sentarme a tu lado? - Me preguntó tras unos instantes en silencio.
- Como no. Perdona que no te haya invitado a hacerlo.
Mientras se quitaba las tablas y las clavaba con un vigoroso golpe en la nieve, me entretuve observandole.
Nos lo había presentado el día anterior una colega de mi esposa. Ambas habían sido invitadas a un congreso de medicina y nosotros dos las acompañabamos en la estancia. Digamos que éramos las “esposas” de los conferenciantes.
Era un hombre alto que rondaba los 30 años con una melena rubia que le caía sobre los hombros. Con la cara curtida por el sol y unos ojos azules como el cielo de la montaña, tenía el porte de un deportista de alto riesgo.
- ¿No es un poco joven para ella? - le dije a mi esposa cuando nos separamos tras las oportunas presentaciones
- A Angélica siempre le han gustado jóvenes. - me respondió con una pícara sonrisa
Ambas eran unas reputadas cirujanas y aunque no se podía decir les uniese una profunda amistad los encuentros entre ellas eran frecuentes en eventos similares.
Al fin se dejó caer en una hamaca a mi lado.
- Está la nieve fantástica ¿verdad? - Me dijo con un correctísimo castellano tan solo dulcificado por un leve acento francés.
- Esta perfecta - le conteste mientras afirmaba con la cabeza.
Nos quedamos unos segundos mirando maravillados el paisaje de los Alpes. De repente vigorosamente se puso en pie y me dijo
- Voy por unas cervezas. No te vayas
Mientras se alejaba me quedé observandole con atención. Se desplazaba ágilmente con las pesadas botas de esquí que imprimían a su marcha una sinuosa cadencia. Era un joven alto y esbelto, de cuerpo bien proporcionado que su ajustada vestimenta contribuía a resaltar. Mientras caminaba su pelo flotaba tras él, movido por el viento de la montaña.
Al regresar con las dos cervezas en la mano vi la otra cara de la moneda. Su amplio pecho descendía hacia una estrecha cintura que se prolongaba en dos piernas poderosas en cuya unión se resaltaba el considerable bolsa de su sexo.
- Un poco descarado el mozalbete- pense para mis adentros.
Me tendió un vaso y se volvió a sentar a mi lado. Ambos dimos un buen trago al ambarino líquido y pasamos la lengua por los labios retirando la espuma que como un bigote se quedó prendida en ellos.
- ¿ Y cómo matas el tiempo? ¿ Te aburres mucho? - Me preguntó.
- No que va. El esquí es mi pasión. Y desgraciadamente pocas son las ocasiones que tengo de disfrutar de momentos como estos.
- También es uno de mis deportes favoritos - me dijo sonriente.
A continuación comenzó a relatarme todas sus experiencias en el esquí y en todos aquellos deportes extremos que practicaba: puenting, parapente, rafting, surf, salto base. Era un excelente narrador que transmitía alegría y vitalidad con su relato. Yo escuchaba ensimismado las divertidas y espectaculares anecdotas que habia vivido.
Cuando acabamos nuestras cervezas se levantó de un salto y me dijo:
- Bueno voy a hacer unas bajadas. ¿ Te vienes?
- No. Voy a quedarme todavía un poco.
- Pues disfruta del paisaje.
Tras equiparse de nuevo inicio el descenso. Su impecable carving lanzaba una rafaga de nieve en cada uno de sus giros y el grácil movimiento de sus caderas convertía el descenso en un rítmico y cautivador baile. Al fin se perdió en la lejanía.
………….
Cuando me desperté al día siguiente el cielo estaba despejado. Desde la cama miraba el radiante azul mientras acariciaba mis doloridas piernas. La jornada de esquí del día anterior había machacado mis desentrenados músculos y las agujetas me recordaban el exceso.
Del baño salio mi esposa formalmente vestida. Mientras se ponía la chaqueta de su traje sastre me dijo:
- Cariño. Hoy tengo una agotadora jornada vamos a visitar el laboratorio de Ginebra y estaremos enfrascados en distintas actividades durante todo el dia. Luego hay una cena a la que estamos invitados los congresistas. Esta vez sin esposas.
Una sonrisa surgió en mis labios.
- Perdona. Quiero decir sin acompañantes.- corrigió presurosa.
- No te preocupes. Lo estoy pasando estupendamente. Me divierto mucho. Como hacía tiempo que no ocurría.
- Me alegro - Y acercándose a mí se inclinó y me dio un tierno beso en los labios.
- Bueno me voy, el transporte me está esperando abajo.
Rauda salió de la habitación con el abrigo en la mano y portando su maletín.
Tras una hermosa mañana de esquí a mediodía el cielo se encapotó y se desencadenó una fuerte tormenta. Comenzó a nevar copiosamente. La falta de visibilidad y el cansancio de mis piernas me aconsejaron retornar al hotel y pasar una tarde tranquila en el cálido ambiente del chalet alpino que me alojaba.
Tras una reconfortante comida me eché una agradable siesta y tras desperezarme decidí bajar a la piscina climatizada del hotel. Enfundado en mi albornoz y equipoado con una voluminosa novela me encamine hacia al recinto que alojaba una piscina, un pequeño spa y sauna.
Era una gran construcción con amplios ventanales en los que en días despejados seguro que se observaba un esplendoroso paisaje, pero hoy la copiosa nevada apenas permitía ver a unos metros de distancia.
Me arrellané en una silla Titanic y me enfrasque en la lectura. Era un best seller que había comprado apresuradamente en el aeropuerto que a duras penas lograba captar mi interés. Así que lo cerré y me entretuve observando a la nutrida concurrencia. Casi toda eran mujeres que se relajaban en animadas charlas en la zona de spa. Me imagine que eran el resto de las ociosas esposas de los congresistas. Las había de todas las tallas y colores de piel, pero en todas ellas se observaba el cuidado aspecto de sus cuerpos y la exclusividad de sus prendas de baño. Un grupo de acomodadas burguesas.
En la piscina solo una persona hacía largos con vigorosa insistencia. Sin pausa recorría de cuatro brazadas el vaso para luego con un perfecto giro dar la vuelta y volverlo a cruzar.
Me puse a contar el número de veces que la atravesaba y así estuve durante cerca de una hora. Perdí la cuenta cuando llevaba unos 300 largos y siguió con su rítmica brazada durante un buen rato. Al fin el nadador se dirigió a la escalerilla y salió del agua.
Tras retirarse el gorro y las gafas sacudió la melena y cogiendo la toalla comenzó a secarse todo el cuerpo. Era Fabrice. Lucía un escaso Speedoo que apenas ocultaba su, a todas luces, potente masculinidad. Me quede admirando su figura con cierta envidia. Tenía una factura perfecta, sus proporciones denotaban una estructura ósea de tratado anatómico. Su musculatura cincelada por el deporte no ocultaba ni un gramo de grasa y su piel ligeramente dorada le confería un aspecto joven y saludable.
Recorrió con la mirada el recinto y al percatarse de mi presencia me saludo con la mano desplegando una encantadora sonrisa. Me sentí sonrojar pensando la cara que tendría cuando me pilló mirandole.
Se cubrió con un blanco albornoz y se encaminó hacia donde yo me hallaba.
- Buenas tardes Sebastian. ¡ Vaya tiempo inclemente! Es imposible estar en el exterior ¿Verdad? - Me dijo girando a continuación la cabeza hacia los grandes ventanales.
Verdaderamente estaba cayendo una nevada espectacular. Apenas se intuían las farolas de próximo jardín y una tupida cortina blanca lo ocultaba todo.
- Cierto. Como siga nevando de esta manera podemos quedar incomunicados. - Le conteste mientras calibraba dicha posibilidad.
- Bueno no es mal sitio para quedar incomunicados. - Añadió divertido.
Quedamos mirandonos en silencio. Al fin me di cuenta que esperaba una invitación por mi parte para acompañarme y azorado le dije.
¿Quieres hacerme compañía? - Y uniendo la invitación a la acción me levanté y le acerque una tumbona.
¿Acaso estabas leyendo? - Me preguntó.
- No, no. La novela es infumable. La típica edición de bolsillo para dormir en el avión. - Le contesté mirando el libro.
Al fin se sentó y yo volví a arrellanarme en mi silla.
- ¿Has decidido a venir a nadar?. - me preguntó mientras se tapaba las piernas con el albornoz.
- Esa fue mi primera intención. Mas luego me di cuenta que estaba cansado. Los inicios de temporada siempre me cogen fuera de forma. ¡ No se puede pasar de los cuarenta! - dije tocándome la barriga.
- Si no lo dices nadie se imaginaría que tienes esa edad - me contestó con un tono de sinceridad que me halagó.
- Bueno intento cuidarme.
- Pues a la vista está que te cuidas muy bien. Estas fantástico.
Un rubor tintó mis mejillas. El apercibiéndo mi azoramiento sonrió y cambió de conversación.
Estuvimos un buen rato hablando de cosas insustanciales . Yo me removía de vez en cuando en mi asiento zaherido por las punzadas de mis piernas. A las agujetas se les unían las típicas contracturas del esquí.
- ¿Te encuentras molesto? - Inquirió al observarme.
- La verdad es que tengo cargadisimos los gemelos y los cuádriceps - Le confesé con un gesto de dolor en el semblante.
- ¿Vamos un poco al Jacuzzi?. Te aliviara
- Bueno - Asentí intentando levantarme apoyando mi mano en el brazo de la silla.
Al ver mi dificultad para ponerme en pie, solícito se levantó y me tendió la mano. Tras unos segundos de duda acepté su socorro y deje que me ayudó a incorporarme. Me despojé de mi albornoz y al mirar de nuevo para él le sorprendí observandome.
- Ves como tenía razón. Estás pero más que potable. - Dijo con una sonrisa de medio lado.
Apoyando una mano en la espalda me invitó a ponerme en marcha. Pude observar que era un poco más alto que yo. Superaba de largo el metro ochenta y me di cuenta que estaba totalmente depilado. Caminamos hasta la pileta y nos sumergimos en las burbujeantes aguas. Me senté y él lo hizo muy próximo a mi. Cerré los ojos y empecé a experimentar el alivio que el masaje termal producía en mis miembros.
De repente sentí como una mano se posaba muy arriba en mi muslo y lo apretaba con firmeza. Tal vez demasiado arriba pensé, sus dedos casi rozaban mi pubis. Sorprendido abrí los ojos y mire a Fabrice.
- En verdad lo tienes muy duro- Me dijo con una pícara sonrisa.
Un poco molesto por las confianzas que se tomaba cogí su mano y la retire de mi pierna mientras le sonreía forzadamente. Me aparté un poco y apoyando la cabeza en el borde de la piscina cerré los ojos dejando que las batidas aguas me masajearan.
Presentía que me estaba observando y entreabriendo levemente los ojos lo pude constatar.
El estridente sonido de un teléfono móvil me sacó de mi letargo. Tras él otro empezó a sonar y luego otro. Todo el mundo se dirigía a sus lugares para contestar la llamada. Al fin oí la melodía de mi terminal sonando entre el bullicio de conversaciones.
- Creo que ahora suena el mio. Disculpame. - Le dije mientras abandonaba apresurado la piscina de hidromasaje.
Corrí hacia donde tenía mis cosas inquieto por el motiva de tantas llamadas. Al descolgar la voz de mi mujer sonó al otro lado de la línea.
- Hola Sebastian. Soy yo. No te preocupes solo te llamo para decirte que debido a la tormenta las comunicaciones por carretera están cortadas y no podremos regresar al hotel. El laboratorio ya nos ha buscado alojamiento en Ginebra.
- Bueno. No te preocupes. Era de esperar aqui esta nevando con una gran intensidad.
¿Te aburres mucho?
No que va. Estoy cómodamente en el hotel descansando. De hecho lo necesitaba estoy un poco destrozado.
- Cuidate mi amor. Mañana nos vemos.
- Pasa buena noche. Hasta mañana. - me despedí
- ¡No cuelgues! Por cierto se me olvidaba, si ves a Fabrice, te acuerdas, el acompañante de Angélica , dale el aviso o deja una nota en la recepción ella se ha dejado el teléfono en el hotel .
Regrese al jacuzzi y me introduje de nuevo en las cálidas aguas
- Era mi mujer - le dije a Fabrice - No podrán regresar esta noche. Angélica le ha dicho que te lo haga saber. Por lo visto ha olvidado de llevar el teléfono.
- Lo se. Lo he visto en la habitación.
Al fin cesó el alboroto de las llamadas y nos entretuvimos observando a las esposas de los congresistas comentando animadamente la noticia.
- Se prepara una noche de chicas. - dijo Fabrice
- Ya veo. Estamos en franca minoría.
- No importa nos podemos lamer mutuamente las heridas. ¿Te gusta el futbol?
- Me gustan todos los deportes en general- le contesté.
- Hoy se enfrentan el Paris Saint-Germain y El Real Madrid. Esta noche lo televisan en canal de pago. He visto que el hotel lo tiene. ¿Te apetecería que lo viésemos juntos?
La verdad es que la insistencia de permanecer a mi lado me estaba incomodando. Y más tras el contacto en el jacuzzi.
- No se. Ya lo pensaré - le conteste al fin
- Si lo prefieres podemos ir al bar. Seguro que esta noche nos podemos llevar a alguna de estas a la cama. - Me dijo guiñandome un ojo.
Me di cuenta que estaba equivocado respecto a su comportamiento. Y una sensación de alivio se apoderó de mí. No obstante también me desilusionó un poco que no fueran mis encantos los que le hubiesen movido a actuar tan impulsivamente. A pesar de ello le contesté con severidad.
- Estoy casado y le soy fiel a mi mujer.
- ¡Ay pobre perrito fiel!. Esperará por su amita. - Me soltó entre carcajadas.
- Eso no es de tu incumbencia. - Le espeté furioso
- Bueno, bueno no te soliviantes. Entonces noche de fútbol.
- Eso ya lo veremos. - le contesté ceñudo.
Al poco rato me despedí de él y me marché a mi habitación.
……..
Tras ducharme me enfunde en un tupido albornoz de baño y me arrellané en el mullido sofá de la suite. Era un amplio salón decorado al estilo de los chalets alpinos. Todo recubierto de madera y con una chimenea de leña que el personal del hotel había encendido siguiendo mis indicaciones.
Afuera seguía nevando.
Medité sobre mi comportamiento con Fabrice en la piscina. En verdad había sido un poco descortés. Al fin al cabo había sido muy amable conmigo y se había comportado con la jovialidad y cercanía que era propia de la juventud. No obstante había en su persona algo que me incomodaba. Producía en mí una extraña sensación de vulnerabilidad. Su presencia me atraía y a la vez me repelía.
Decidí llamarle para disculparme por mi comportamiento.
- No contesta. Señor. ¿Desea que intente localizarlo por las dependencias del hotel?- Me dijo amablemente el recepcionista.
- No gracias. No tiene importancia. - Le contesté y colgué el teléfono
En ese momento alguien tocó a la puerta. Me dirigí pensando que era el servicio de habitaciones que me traía la cena fría que había encargado. Al abrir me sentí sorprendido.
En el umbral estaba Fabrice con una enorme “frappere” de la que emergía el cuello de una botella de Champagne y con dos copas en la otra mano.
- El partido está a punto de empezar. ¿Puedo pasar? - Me dijo con una cordial sonrisa
Tras unos momentos de duda al fin capitulé ante su insistencia y abrí la puerta de par en par.
- Anda. Pasa, pasa. - Le indiqué desganado con la mano
Evidentemente aquel hombre no admitía un no por respuesta.
- He traído algo para beber - dijo y tras depositar la bebida sobre la mesilla de centro encendió el enorme televisor sintonizando el canal de deportes.
En la pantalla se emitían los prolegómenos del disputado encuentro. Se dejó caer pesadamente en el sofá y descalzandose espatarró sus pies desnudos sobre la mesilla. Luego palmeando a su lado me apresuró.
- Venga. Siéntate. Está a punto de comenzar.
Efectivamente mientras me sentaba el árbitro pitó el comienzo del partido.
Ya habían transcurrido cerca de media hora y el encuentro no se caracterizaba por la calidad del juego. Aunque hubo alguna jugada de peligro por parte del Saint Germain que Fabrice vitoreo animadamente, no se podía decir que fuese el partido del siglo ni mucho menos. Aburrido me dedique a observar a mi “invitado”. Lucía un holgado chandal gris de algodón con un gran logo de una universidad en el pecho. Su cuerpo exhalaba un perfume fresco pero ligeramente almizclado. Sus pies alargados denotaban el esmerado trabajo de un pedicuro. Debió de sentirse observado con su visión periférica porque se volvió hacia mí y dijo alegremente.
- ¿Te gustan mis pies?
- Bu….bueno yo… yo - Tartamudeé
- He trabajado como modelo de pies - Me dijo ufano.
- ¿De pies? - Le contesté sorprendido.
- Si. Bueno en algunas ocasiones. También he posado de cuerpo entero para fotógrafos de moda. Tal vez me hayas visto alguna vez en una revista. - Y se volvió a enfrascar en el partido.
La verdad es que era un hermoso ejemplar de hombre. Sus rasgos nórdicos y su complexión le convertían en un modelo adecuado para posar en cualquier sector de la moda. Todo en él era perfecto.
De repente sonó un sonoro trueno y la luz se apagó. Las luces de seguridad iluminaron tenuemente la estancia.
- Dios ese ha caído muy cerca.- Dijo Fabrice divertido.
Tras unos instantes las luces se encendieron de nuevo pero al sintonizar de nuevo el televisor la pantalla se quedo en negro.
- Seguro que está funcionando el generador del hotel y hay una caída en la red general- Le dije
- Bueno no importa. Bebamos y emborrachemonos - Me contestó alegremente.
Dejó el mando a un lado y procedió a descorchar ruidosamente la botella de champagne. Parte del líquido se derramó sobre el cristal de la mesilla. A continuación llenó las dos copas y me tendió una.
- ¡À Notre Santé! - Dijo mientras chocaba su copa con la mía.
Casi de un sorbo vació la copa y tras instarme a hacer lo propio las volvió a llenar.
- Ahora. Hablame de ti.- Me dijo mientras se volvía en el sofá y me encaraba
- ¿Qué quieres que te cuente? Mi vida es bastante aburrida.
- En qué trabajas, tus gustos, tus aficiones, tus metas, tus anhelos…..tus vicios - Me sugirió mientras me guiñaba un ojo
- La verdad que vicios pocos. Mi vida es casi exclusivamente trabajo.
Y continúe relatando lo que había sido mi existencia. Como desde mis orígenes humildes conseguí estudiar Ingeniería. Como poco a poco fui escalando en la profesión. Del momento que monté mi empresa especializada en la electrónica médica de vanguardia. De la manera que conoci debido a ello a mi actual esposa. De como me enamore de ella. Y del modo que me fui enriqueciendo y alcanzaba el éxito.
- Ahora mi vida se desarrolla entre varias capitales europeas y en los aeropuertos de todo el mundo. Eso es todo. - Acabé por decir
- Un hombre hecho a sí mismo, podría decirse. Felicidades - Y volvió a brindar conmigo
- ¿ Y tu que haces en la vida?. ¿Eres modelo? - le pregunté interesado
- Lo fui, pero lo he abandonado. Demasiado trajín- Sonrió mientras apoyaba la mejilla en su mano.
- ¿Y a qué te dedicas?
- En realidad soy especialista en Literatura Francesa. Estoy ultimando mi tesis sobre la Poesía Francesa del S. XVI. Acerca de la Pléyade: Ronsard, etc…
- ¿Y Angélica te ayuda? - le pregunté curioso
- Bueno a veces. Pero tengo gustos muy caros- me dijo mientras se servía de nuevo champagne para luego mostrarme la botella.
Evidentemente la Veuve Clicquot que me mostraba era buena prueba de ello. Un botellón de tres litros que costaba mucho más de mil Euros.
- Ya veo - Le dije para hacerle saber que había entendido.
- Soy lo que se dice un chico de compañia me dijo mientras movía coquetamente la cabeza
- ¿Vives de las mujeres? - Le pregunté asombrado
Me clavó los ojos para luego descender mirando todo mi cuerpo y detenerse sobre una de mis piernas que se mostraba a través de la abertura del albornoz.
- No solo de las mujeres. - Me contestó con una pícara sonrisa de medio lado.
Sin dar crédito a sus palabras me cubrí azorado con el batín y rehuí su mirada sin saber qué decir. La campana me salvó. Alguien llamaba a la puerta.
- Disculpa, debo abrir. - Y me escabullí rápidamente hacia la entrada.
Al abrir me encontré la camarera con el carrito de la cena.
- Buenas noches señor. Disculpe la tardanza pero está siendo una noche complicada - me dijo con un cálido acento latinoamericano.
- No tiene importancia - La atajé.
Se me quedó mirando, indicandome con la mirada que le dejase franquear la entrada. Yo azorado le dije.
- No se preocupe ya me ocupo yo.
Eche las manos a mis bolsillos con la intención de buscar unas monedas para darle una propina y me di cuenta de cómo iba vestido.
- Perdone no llevo nada encima- Me disculpe
- No se preocupe Señor. No es necesario. Buenas noches - Y con una sonrisa se volvió y se dirigió rauda hacia el ascensor.
Me quede en la puerta sin saber qué hacer. Me apetecía escabullirme de aquella situación tan incómoda y no sabía cómo. Al fin me armé de valor y empuje el carrito hacia el interior.
Fabrice estaba de pie mirando el fuego de la chimenea.
- Era la camarera. - Le dije mientras me acercaba elucubrando qué podía decirle para salir de aquella tesitura en la que me encontraba.
Cuando estaba próximo a él, de repente, me cogió por la cintura y me beso tiernamente en los labios. Eran suaves y carnosos como los pétalos de una rosa.
- Creo que te equivocas conmigo- Le espeté muy serio mientras me apartaba retrocediendo.
Él avanzó hacia mí mientras recitaba
- Regrettant mon amour et votre fier dédain.
- Vivez, si m'en croyez, n'attendez à demain:
- Cueillez dès aujourd'hui les roses de la vie.
Arrinconado contra la pared me estrechó contra su cuerpo y me dio un apasionado beso. Su lengua se introdujo en mi boca y suavemente se enrosco en la mía. Yo sin saber cómo actuar me deje hacer.
Fue un beso largo y apasionado. Luego abandono mi boca y comenzó a besarme en el cuello. No podía creer que me estuviera dejando magrear por un hombre. Pero la verdad es que sus besos me gustaban y ser seducido por otro despertaba en mi una sensacion nueva para mi.
Sentí una mano que colándose por la abertura de mi albornoz se introducía entre mis rodillas. Instintivamente apreté las piernas y la aprisioné. No sabía si quería llegar tan lejos.
Fabrice dejo de morderme el cuello y con su cara frente a la mía me miró intensamente a los ojos. Una expresión de deseo se dibujó en su cara. Yo solté mi presa.
Su mano comenzó a subir lentamente entre mis muslos acariciando con suavidad la piel. Empecé a respirar ruidosamente mientras el me hipnotizaba con su mirada.
Al fin alcanzo mi sexo que le aguardaba desnudo. Con delicadeza empezó a frotarlo. Poco a poco mis genitales despertaban y no tardó mucho hasta que la sangre inundase profusamente mi pene. Lo rodeó con una mano y comenzó a masturbarme con sosiego.
Me mordí los labios excitado por su mano acariciadora que tanto placer me estaba dando. Estaba casi a punto de alcanzar el punto sin retorno cuando me soltó y se separó de mi. Desenlazó la cinta de mi prenda y la apartó con sus manos. Luego tomándola de las solapas la dejó que se deslizara lentamente de mi cuerpo para quedar tendida a mis pies.
Retrocedió y se quedó contemplando mi desnudez. Me sentía indefenso, vulnerable ante su mirada cargada de deseo. Ello despertó en mí un ansia irrefrenable que prosiguiera con sus avances.
Se acercó y con sus dientes me mordió tiernamente un pezon. Una descarga electrica recorrio todo mi cuerpo. No pude reprimir un hondo suspiro.
- Dios mío.- Exclamé mientras jugueteaba con mi areola.
Luego me empezo a besar y mordisquear por todo el pecho descendiendo lentamente. Puse mis manos sobre sus suaves cabellos y acaricie su cabeza. Presentía cual era su destino pero intentaba refrenar su avance. No estaba preparado para semejante entrega, más él, tozudo, avanzaba sin cejar en su empeño.
Al fin percibí un pequeño chupetón en la punta de mi glande y luego la humedad de su lengua recorriendo todo el palo de mi verga para acabar besando mis testículos.
Le retuve en esa posición impidiendole que subiese a la búsqueda de mi polla pero con tenacidad me empujó hacia arriba hasta alcanzar su presa.
Cuando absorbió mi capullo como si de una fresa se tratase, una voluptuoso oleada de placer inundo todo mi ser. Y al fin claudique.
Su boca húmeda y cálida rodeaba mi bálano y con una pericia que nadie antes había mostrado conmigo comenzó a chuparme la polla.
La introducía y la sacaba, la lamia y la succionaba con tal maestría que extasiado no pude evitar exclamar
- !Joder que bien la mamas!
Él alzó la mirada y sus ojos golosos se clavaron en los míos mientras se enterraba toda mi tranca en la garganta hasta rozar con sus labios mi pubis. Aquello era sin duda el hueco más deleitoso en el que había colado mi polla.
Entonces agarró con sus manos mis nalgas y comenzó a incrementar su ritmo. Me estaba literalmente follando con la boca. Me sentía morir de gozo y comencé a gemir como una perra.
- Por Dios. Que gusto
- Asi, asi….
- No pares te lo ruego
- Ahhh
- Ahhh
- Ahhh
Sentí como mi polla se inflamable y entre pulsiones de placer que me recorrían todo el cuerpo, descargué en su boca incontables trallazos de semen que Fabrice se afanaba en tragar. Apreté su cabeza contra mi cuerpo mientras acariciaba amorosamente sus cabellos.
Todo mi persona se cimbreaba en aquel interminable orgasmo y mis piernas temblorosas parecían a punto de derrumbarme sobre el suelo.
Fabrice se levantó y con el dorso de la mano se limpio la leche que rezumaba de sus labios y sujetándome con firmeza me besó con pasión. El sabor de mi esencia en su boca desató una oleada erótica que hizo que mi verga palpitase sin tregua mientras lentamente se iba reduciendo para finalmente colgar flácida y rezumante entre mis piernas.
Para evitar que me cayese al suelo me cogió delicadamente y me ayudó a tenderme sobre la mullida alfombra. Volvió a cogerme el rabo y se entretuvo mamandolo tiernamente durante largos minutos hasta retirar cualquier traza de mi corrida. Luego con sus cabellos me secó con delicadeza la verga.
La suavidad de su pelo acariciando mi sexo hizo que sorprendentemente mostrase señales de su recuperación. Él al percibirlo me miró y me sonrió pícaramente.
- Dios mio Fabrice. A sido increible. Nunca nadie me llevó a experimentar tanto gozo - Le dije mientras le acariciaba la cara.
- Esto solo ha sido el comienzo.- Me dijo mientras se incorporaba.
Se aproximó al interruptor y apago la luz. La estancia quedó solo iluminada por la cálida luz del fuego de la chimenea. Avanzó hacia mi quedando erguido a mis pies y empezó a despojarse de sus ropas.
Insinuante fue retirando las prendas hasta quedar completamente desnudo. La luz del fuego hacía que su cuerpo brillase de tal manera que todo él parecía esculpido en oro.
Me deleité admirando a aquel hermoso ser que se exhibía ante mis ojos. Piernas largas y esbeltas, caderas y cintura estrechas, y luego su tórax ensanchandose hasta acabar en unos cuadrados y poderosos hombros de los que se descolgaban sus musculosos brazos. Todo ello coronado por aquella áurea cabeza que me miraba desde lo alto.
Bajé los ojos y al fin tomé conciencia de su sexo. Una considerable verga sin circuncidar pendía flanqueada por dos testículos de considerables proporciones. Sobre ellos una mata de pelo dorado parecía titilar con las crepitaciones de las llamas.
Me tendió la mano y me ayudó a incorporar medio cuerpo. Su verga quedó frente a mi cara
- Ahora es tu turno Sebastian - Me dijo cogiéndome de la barbilla.
Sin saber cómo proceder me acerqué a su sexo e inspire profundamente el aroma que emanaba. El olor limpio y almizclado de su perfume se mezclaba con el efluvio de su masculinidad. Olía a hombre.
Buscaba cómo iniciar el asalto. Saqué al fin la lengua y lamí su dormido falo hasta alcanzar su pubis, para luego alzar la mirada a la espera de su aprobación. Con una sonrisa me animó a proseguir en mi aprendizaje.
Le cogí la polla con la mano y acercandola a mi boca poco a poco fui descapullandola con los labios. La suavidad de su piel en contacto con mi lengua me animo a comenzar a mamarle siguiendo las pautas que él había aplicado hacía un momento.
Su rabo empezó a despertar y fue hinchándose en mi boca a medida que se elevaba desafiante hacia lo alto. Hubo un momento que abarrotó toda la cavidad y intrigado por aquella expansión me retiré y me quede mirando.
Aquel rabo que en reposo ya se veía de un tamaño considerable, se había convertido en un enorme cipote que brillaba orgulloso y babeante ante mis ojos.
- Es enorme Fabrice. - Le dije admirado por tan poderosa herramienta.
Se había engrosado y alargado hasta casi alcanzar el doble de su tamaño inicial y en su punta lucia el voluminoso capullo, amoratado por la sangre que lo colmaba.
- Cometela. Dame placer. - Me dijo con una lujuriosa mueca.
Me volví a introducir tan portentoso tolete. Tomando el mando acompañó mi mamada con golpes de cadera. En un empellón me la enterró hasta que su capullo cruzó la campanilla y se introdujo en mi garganta. Pensé que me ahogaba con aquel enorme pedazo de carne enterrado hasta mi laringe. Medio asfixiado me zafé e intente recuperar la respiración.
Apenas si me dio tregua y volvió a metérmela sin tardanza hasta el fondo. No se los minutos que estuve mamando aquel inagotable cipote pero me di cuenta que iba a ser tarea difícil rendir a aquel experimentado semental.
Exhausto abandoné aquel rabo que me estaba literalmente violando y me deje caer de espaldas en la alfombra.
- Déjame que descanse te lo ruego. Me duelen las mandíbulas de tanto tragar. Y las piernas me están matando en esta posición. - Le dije jadeando
Tras meditar durante unos segundos me dijo
- Espera un segundo, ahora vuelvo.
Se dirigió hacia el baño donde le oí trastear. A los pocos minutos estaba de regreso. Ahora su polla había disminuido su erección y, aunque aún enorme, se inclinaba hacia el suelo.
- Date la vuelta.- Me ordenó imperativamente.
- ¿Que vas a hacer? - Le pregunté inquieto
- Date la vuelta. No te preocupes. - Me dijo tranquilizandome.
Obediente me tendí sobre el pecho y aguarde. Sentí el resoplido de un envase y luego sus manos comenzaron a extender una untura por mis fatigados miembros. Pude percibir el olor a vetiver de la crema corporal del hotel.
Principió entonces un masaje desde los gemelos y luego fue subiendo hacia arriba. Un gran alivio me hizo relajarme mientras sus expertas manos recorrían mi cuerpo. Dado un momento me agarró las nalgas y las estrujó firmemente. Mi polla empezó a responder acariciada por la alfombra.
Sus dedos se fueron acercando cada vez más a donde mis glúteos se unían hasta sentir como sus dedos se deslizaban por la raja hasta alcanzar mi ano. Apreté mi culo con fuerza y volviendo la cabeza le dije enfadado.
- ¡Ahí no!
- Relájate y cierra la boca - Me dijo mientras me daba una sonora cachetada
Sus dedos empezaron entonces a acariciarme el ojete en cada pasada. Comencé a cogerle gusto a la nueva experiencia que me estaba brindando.
- Abre bien las piernas- me dijo mientras se situaba entre ellas.
- ¿Qué pretendes? . No me la iras a meter ¿ Verdad? - Le dije temeroso
- No si tu no lo deseas. No te preocupes.- Me respondió mientras proseguía con sus caricias.
Me relajé y le deje continuar. Empezó entonces a acariciar suavemente los pliegues de mi entrada. Sentía las yemas de sus dedos que producían estallidos eléctricos en todo mi espina dorsal. Luego algo blando y húmedo se deslizó por el hueco intentando entrar.
- Dios mio me esta metiendo la lengua. - Dije para mis adentros sin dar crédito al juego que me estaba me prestando.
Algo más duro sustituyó a la blanda invasora y se introdujo rápidamente en mi interior. ¡Tenía uno de sus dedos dentro de mi!. Empezó entonces a meterlo y sacarlo mientras esporádicamente oía el silbido del envase con el que lo lubricaba para ayudar en su penetración. Lo movia en mi interior e intentaba dilatarlo empujando en sus paredes. No tardó mucho a que otro dedo acompañase al primero y luego un tercero. Los utilizaba como un espéculo agrandando mi entrada.
Entre el dolor del tratamiento, el morbo de la situación y el placer que iba descubriendo con el roce que sus dedos hacia en mi anillo alcance un alto nivel de estimulación que desde mi trasero se extendía con cálidas oleadas por todo mi cuerpo.
- Ve con cuidado. No me vayas a hacer daño- le rogué entre leves quejidos.
- No te preocupes se como proceder. ¿ Te gusta lo que te estoy haciendo? - me dijo en un susurro al oído.
- Siiii- Le dije mientras una oleada de placer se desató mientras masajeaba expertamente en algún lugar dentro de mi.
Creía morir de gusto mientras notaba mi polla babear bajo mi cuerpo.
Sus dedos abandonaron mi interior y su peso cayó sobre mi. Su rabo empezó a restregarse por la raja de mi culo y entre mis muslos.
- No lo hagas por Dios- Le suplique
- No si tu no lo quieres.- me volvió a contestar
Sentía todo su cuerpo sudoroso frotándose con el mío y su cipote moviéndose frenético sobre mi culo. Un morboso deseo de que no fuera fiel a su palabra y me penetrase fue despertando en mi. Cada vez que su glande rozaba mi entrada un voluptuoso deseo de ser poseído me asaltaba.
Al fin ansioso torne la cabeza y le dije
- Metemela. Quiero que me folles - Le ordene entre jadeos
- ¿Estás seguro?
- Si. Quiero sentirte dentro. - Le dije obstinadamente-
- Incorporate pues - y cogiéndome por la cintura me colocó a cuatro patas.
Besó mi entrada y luego introdujo gran cantidad de crema en mi interior. El aroma del vetiver inundó toda la estancia.
- Al principio te va doler mas luego te hare gozar como nadie lo ha hecho. Estoy seguro. - me dijo mientras me acariciaba la cabeza
De nuevo el silbido del envase sonó en el salón. Me imagine que estaba untando aquel cipote que me iba a clavar en breves instantes.
- Separa bien las piernas y relájate
Me someti mansamente a sus ordenes y me prepare esperando la estocada. Mi corazón latía de forma inusitada.
Apoyó su tranca contra la puerta y suavemente pero con decisión fue penetrandome. Un dolor lacerante se fue extendiendo por mi entrada y cuando de un empellón acabo enterrandome el glande fue como si una pica se hubiese clavado en mi. Mi ojete se contrajo y aprisionó a tan tremendo asaltante.
- Dios es insoportable. Para, para. Te lo suplico. - Le rogué entre quejidos mientras dos lagrimones brotaban de mis ojos
- Lo peor ya pasó. No te muevas.
Con su polla en el interior de mi palpitante culo quedamos los dos inmóviles durante interminables minutos. Poco a poco el dolor lacerante se fue convirtiendo en una leve molestia. Cuando pense que ya podría continuar se lo comunique.
- Inténtalo de nuevo
Me cogió de las caderas y empezó ha acercarme hacia él mientras inexorablemente su cipote penetraba en mi interior. Sentía mi esfinter dilatándose al paso de tan poderoso ariete temiendo que en su avance se pudiera desgarrar.
Eche hacia atrás una de mis manos para calibrar el grado de penetración y para mi sorpresa descubrí que todavía media polla estaba fuera de mi cuerpo. Le acaricie los huevos con suavidad y le dije.
- No se si podré con toda.
De un empellón me la espetó hasta que su cuerpo se pegó a mi piel. Mis brazos me fallaron y mi cara se apoyó sobre la mullida alfombra.
- Ahora ya la tienes toda dentro.- Exclamó Fabrice victorioso.
Sentí su polla latiendo dentro muy dentro de mi acompañada de mi culo que palpitaba sin tregua. Comencé a gimotear mientras las lágrimas resbalaban por mis mejillas. Allí con el trasero en pompa, expuesto e inerme ante aquel macho que me había roto el culo.
Me acarició sosegadamente comprendiendo mi sufrimiento y mi congoja. Cuando vio que me serenaba inició un suave vaivén que con su fricción contribuía a calmar mi astragado agujero.
Su maestría en los lances amorosos conseguía que aquello que principio como un tormento se fuera transformando con el transcurso de los minutos en una placentera sensación.
Su verga cambiaba el ritmo de suaves enculadas de placentero roce a profundas y violentas penetraciones que enardecian mi culo con fuego y ardor. Se movía cimbreante rozándome por doquier y descubriendo mil rincones de gozo.
Mágicamente aquel botón para mí ignoto se abrió en una sensitiva flor cuyo cáliz ahora libaba golosamente aquel colosal gusano de amor.
Detectaba hasta el más mínimo roce que cada uno de los pliegues de su polla producía en mi yo más profundo.
Mi cuerpo se zarandeaba con las poderosas acometidas. Su cuerno de placer me enpitonaba con furia. Su ritmo se incrementaba frenético.
- Así fuerte más fuerte. No te detengas. - grité estentóreamente.
Por el contrario se detuvo y de sopetón se salió de mi.
Me sentí vacío Con una insoportable sentimiento de frustración y abandono
- Pero qué haces? No te salga a. Metemela de nuevo - le dije ansioso mientras cogía el inmenso cipote e intentaba acercarlo a mi entrada.
- Date la vuelta - me ordenó Fabrice
Solícito me tumbe sobre la espalda.
Entonces mientras nos mirábamos profundamente descanso lentamente su cuerpo sobre mi.
Nuestros cuerpos sudorosos se pegaron mientras frotaba su sexo contra el mío. Nuestras pollas palpitantes y babeantes se entrelazaban mientras nos acarciabamos por todas partes.
Al ver el deseo y el placer reflejado en su rostro un nueva forma de amar nació en mi alma. La entrega, la sumisión, una sensibilidad cuasi femenina que la dureza y frialdad que antes gobernaban mi vida impedía manifestar. El ser poseído por aquel macho enalteció todo mi ser por encima incluso de mí indescriptible goce. Fue una epifanía.
Quería sentirlo de nuevo dentro mi. Deseaba darle placer con mi cuerpo. Anhelaba ser poseído por él más nada en este mundo.
- Penetrame, follaje, saciame- le dije en un murmullo.
Incorporó su pecho y me colocó mis piernas sobre sus hombros. Agarré su tranca y la conduje a mi entrada. De una estocada me la clavó toda ella. Lo que en un principio laceró mi virginal intimidad como una acerada pica ahora entro cuál bálsamo en mi acogedora cancela con infinito placer.
Creí morir.
Entonces desató toda su bravura y su potente virilidad me taladro sin misericordia. De nuevo el fuego volvió a encender mi receptáculo. Un ardor que en oleadas se expandió por todo mi cuerpo.
- Sabía que te iba a gustar. Necesitabas que alguien te follase como yo lo estoy haciendo. - Me dijo entre gruñidos
- Si, si follame. Clávame esa polla que me esta volviendo loco. No pares - Le acuciaba.
- Te voy a dejar la cancela más abierta que el Arco del Triunfo. No lo dudes. Hasta un caballo podría entrar por ahí.
- ¡Me estas matando de gusto mi rey! Dale al manubrio hasta que sangre cabrón- Le grité arrebatado por el paroxismo amatorio.
Durante un tiempo que me hizo desear la eternidad me montó con desesperación mientras me miraba sin pestañear.
- Déjate ir. Derramate. Quiero tener algo tuyo dentro de mí - le rogué mientras mis manos en sus nalgas le empujaban a lo más profundo.
- ¿Quieres que me corra dentro de tí?- Me preguntó
- Si siembra en mi tu simiente.
Entonces aquel cipote descomunal creció aún más en mi interior estirando a la vez mi agujero hasta un punto inimaginable. Al fin comenzó a disparar su esencia en lo más profundo. No se las descargas que recibí por que en el mismo momento que le sentí convulsionarse ferozmente; mi agujero negro explotó como una supernova, en un una sinfonía de luces mientras me corría como jamás lo había hecho.
Le estrujé con fuerza con todo mi cuerpo como intentando introducir todo su ser dentro de mi y exprimir de él hasta la última gota. Mi culo goloso palpitaba al compás de su polla mientras intentaba succionar todo lo que de ella pudiera extraer.
Al fin agotados quedamos tendido uno sobre el otro acariciandonos en silencio durante minutos eternos.
Después de un buen rato le cogi la cabeza entre las manos y mirándole a los ojos le dije
- Ha sido maravilloso - y le besé en los labios
El se rio y levantándose me dijo
- ¿Ha sido? ES Maravilloso.
Me tendió la mano para ayudarme mientras me decia
- Vamos a la cama. No dejemos que eso se te enfríe.
Le sonreí y arrastrado por Fabrice caminamos hacia el tálamo en el que continuariamos amándonos.
Al caminar notaba como de mi abierto culo se escurrian sus fluidos resbalando por mis piernas mientras dejaba un halo de vetiver tras de mi
……..
Al fin el Congreso de clausuró y con ello el término de nuestra estancia.
Sentado en el vestíbulo de la recepción aguardaba a que mi esposa bajará para emprender nuestra marcha.
Habían sido unos días inolvidables los que pasé en compañía de Fabrice. Goze con el haciendonos el amor a escondidas en recónditos lugares. Deslizandonos por los bucólicos valles nevados o interminables charlas en la cafetería y los remontes.
Hasta cuando nos separaba la distancia lo sentía próximo. Como cuando al coger una barra de un remonte tenía una erección imaginando su polla entre mis piernas. O al sentarme para cenar y sentir el ardor en mi trasegado culo.
Se abrió la puerta del ascensor y por ella salieron Angélica y Fabrice. Al verme de dirigieron hacia dónde me encontraba. Me levanté para saludarlos.
- Bueno Sebastián se os acabaron las vacaciones. Llegó la hora de la despedida - me dijo Angélica mientras me besaba.
- Si. Todo lo bueno se acaba le respondí
- Os lo habéis pasado muy bien juntos Verdad? - añadió mientras nos miraba a ambos.
- Por supuesto. He disfrutado mucho en su compañía. Es una persona maravillosa. - le respondí
- Y un amante excepcional- Me susurró acercándose al oído.
- No lo dudo. - le contesté azorado.
Nos quedamos los tres sin saber qué decir.
- Fabrice querido que hora - dijo Angélica rompiendo el silencio.
- 9:45 - le respondió solicitó
En su muñeca lucía el Patek Philippe que yo le había regalado.
- Debemos irnos. Se nos a hecho muy tarde. Despidenos de tu esposa, querido.
Y prendiéndose de su brazo lo alejó presurosa de mi.
La tristeza de tan fría despedida por parte de mi amante me embargó .
Estaba con la mirada perdida absorto en mis pensamientos cuando le vi entrar en el hotel y acercarse presuroso. Al llegar a mi altura me puse en pie.
Fabrice alargó la mano y depositó un pequeño papel en ella mientras me decía
- Si vas a París no dudes en llamarme. No dejemos que se cierre el portal. - me dijo luciendo la mejor de sus sonrisas.
Y tras guiñarme un ojo se dio la vuelta y se marchó.
Me quedé mirando sonriente como se perdía en la puerta giratoria.