Entrevista follada
Lo que os quiero contar, sucedió hace unos meses, me encontraba buscando trabajo y un día recibí una llamada de una empresa que me citaba para una entrevista por videoconferencia ya que sus oficinas centrales están en Madrid, acepte sin más, pero al momento de la llamada, por problemas técnicos no se pudo hacer con video y quedamos en que me acercaría a las oficinas de Barcelona que es donde realmente está el puesto de trabajo para la entrevista en persona.
Me llamo Verónica y soy de Barcelona. Tengo 35 años, blanca como la luna, castaña/rubia de ojos miel y mido 1.65mt. Desde los 12 años ya apuntaba maneras en cuanto al tamaño de mis tetas y soy de caderas anchas y con buenas nalgas.
Lo que os quiero contar, sucedió hace unos meses, me encontraba buscando trabajo y un día recibí una llamada de una empresa que me citaba para una entrevista por videoconferencia ya que sus oficinas centrales están en Madrid, acepte sin más, pero al momento de la llamada, por problemas técnicos no se pudo hacer con video y quedamos en que me acercaría a las oficinas de Barcelona que es donde realmente está el puesto de trabajo para la entrevista en persona.
El día de la entrevista me arreglé un poco más de lo normal, pantalones negros ajustados, camisa blanca, americana de cuadros grises, zapatos negros de tacón y mis infalibles gafas negras que me dan un aire sofisticado y misterioso.
Monte en mi moto y en un cuarto de hora me planté en la puerta de una nave en las afueras. Llamé a la puerta y sonó un timbre con el que me daban acceso, esperé a que alguien apareciera en el recibidor y después de un par de minutos apareció por la puerta del ascensor un hombre de unos 40 años, rapado, con tatuajes en sus grandes brazos y con unos tejanos ajustados que quitaban el aliento. Se acercó a mí para estrecharme la mano y pude sentir su perfume que os juro que tiene que ser la cura contra el hambre.
En vista de que me había quedado muda, me preguntó si yo era Verónica y si venía a una entrevista, con una leve sacudida de cabeza logré reorganizar mis pensamiento y respondí con firmeza, “Sí, soy yo”, mientras en mi cabeza pensaba que si pronunciaba de nuevo mi nombre mojaría las bragas.
Con un pequeño toque en la espalda me guió al ascensor donde su perfume hipnótico me inundó de nuevo los sentidos, se veía tan sexy, tan seguro, tan poderoso. Yo solo pensaba en centrarme en la entrevista y en cómo controlar la respiración para que no se diera cuenta de lo cachonda que me había puesto. Marcó el número de la tercera planta y yo esperaba salir a una sala llena de personas, al abrirse las puertas solo había una pequeña sala con un despacho al final.
Me hizo seña para que tomara asiento y obedecí de inmediato. Él tomó asiento en una gran silla negra detrás de un escritorio de madera oscura lleno de planos y pilas de documentos. Después de un par de preguntas sobre mis aptitudes para el puesto, tomó cuenta de mi casco que había dejado en la silla de al lado y me dijo, “me gustan las mujeres que van en moto”. Solo con esa frase logró que mis pezones se erectaran tanto que se dejaban ver a través del sujetador y se marcaban mis piercing. En ese momento sus ojos se centraron en mis tetas, hablaba sin voltear a otro sitio, estaba siendo descarado y supe que estaba perdida.
Tomó el curriculum que le había entregado, leyó mi nombre en voz alta y lo dejó en la mesa mirándome a los ojos, sentí el momento exacto en el que un micro orgasmo me atravesó el cuerpo, un leve gemido salió de mi garganta y él sonrió. Se levantó de la mesa, intente seguirle con la mirada, pero mantuve la vista al frente, escuché como ponía el seguro a la puerta y se acercó lentamente a mi por detrás de la silla. Aun intuyendo sus intenciones, me sorprendieron sus grandes manos apretándome las tetas mientras olía mi pelo. Llevó una de sus manos a mi vagina por encima del pantalón y soltó una pequeña carcajada al notar lo mojada que estaba, me sonrojé un poco de la vergüenza pero antes de que pudiera decir algo ya había dado la vuelta a la silla y me tenía justo en frente a la altura de su abultado pantalón. Esperó un momento para saber como reaccionaria y tras salivar y lamerme los labios un par de veces, me atreví a tocar por encima del tejano, una vez más su risa sonó por aquellas 4 parecer y con destreza soltó el botón y bajó la cremallera, como pude tome la goma de su bóxer y saque aquel grueso y duro pene que ya dejaba ver un poco de humedad.
Levante la mirada para saber si él también lo deseaba y sus oscuros ojos me respondieron con un rotundo sí, entonces pasé mi lengua lenta y cuidadosamente por la punta de su gruesa verga y escuche un ahogado gemido en el fondo de su garganta, supe que era el momento y lo clavé en mi, hice que desapareciera dentro de mi boca hasta que una arcada se escapó de mis entrañas. Devoré su polla como nunca antes lo había hecho con nadie, sentía la necesidad y la obligación de darle placer por algún motivo.
Después de chupársela por un rato, me tomo de la muñeca apretando con fuerza y me levanto de la silla, abrió los botones de mi camisa uno a uno mientras yo me moría por verlo comerse mis tetas y eso hizo, ver su lengua jugar con mis piercing fue absolutamente provocador. Paso sus manos por mi cintura y de un tirón me sentó en el escritorio, abrió mi pantalón y lo bajó rápidamente pero controlando cada movimiento, rompió mis bragas con sus dejos y mientras, me rozaba con sus nudillos el clítoris. Paso sus manos por mi vagina para comprobar mi humedad y sonrió soltando de forma gutural un “buena chica”.
Tomo su verga muy erecta y la clavó en mí de una sola embestida, sentí que me partiría en dos y un gemido de dolor salió de mi garganta, continuo penetrándome una y otra vez mientras yo solo podía aguantar, mordisqueó mis pezones y los chupo en todo momento y de repente sin mas me cogió por el pelo y me “forzó” a besarlo, mientras lo hacía pronunció mi nombre una y otra vez hasta que nos corrimos los dos en un orgasmo que hasta ese momento fue el mejor de mi vida.
Cuando salió de mí, con un poco de sorna en la voz me dijo que estaba contratada, que empezaba al siguiente día a las 8h, a lo que respondí con mirada tímida y bajando un poco el rostro “Sí, mi señor”. Desde entonces lo acompaño a cada reunión o viaje de empresa al que tiene que acudir, nuestra próxima parada… Londres.