Entrevista de trabajo
La Srta. Martinez acude a una entrevista con el Sr. Canales que le deparará muy gratas y placenteras sorpresas.
ENTREVISTA DE TRABAJO.
La oficina parecía completamente vacía. Me dirigí hacía el despacho que me había indicado la recepcionista y al acercarme a la puerta ví que había luz. Me dirigí hacía ella y enseguida ví a aquel hombre alto, rubio y de intensos ojos azules.
Llamé a la puerta con los nudillos a pesar de que esta estaba abierta y el hombre me miró.
Pase ¿Srta...?
Martínez.
¿Sí se quiere sentar? Me indicó la silla que había frente a su mesa.
Gracias.
Bien, Srta. Martínez, he estado estudiando su curriculum y veo que tiene muy buenas referencias.- Indicó el Sr. Canales, jefe de personal, como rezaba el letrero que tenía sobre la mesa, y la persona que me había citado por teléfono aquella misma mañana.
Me había puesto una falda corta que me llegaba por encima de la rodilla y una blusa de algodón blanca. Como hacía calor llevaba un par de botones abiertos, por lo que dejaba entrever el nacimiento de mis senos. El Sr. Canales levantó la vista del papel y vi como sus ojos se quedaban ensimismados en mi escote. Carraspeé para llamar su atención y entonces me miró a los ojos y me sonrió, yo también sonreí. Cuando concerté la entrevista y hablé a través del teléfono con él, por la voz me pareció un hombre de más edad, pero ante mí, tenía a un atractivo hombre de unos 35 años.
Bueno, creo que da el perfil. ¿Qué tal si le hago una prueba? Me preguntó.
Como quiera. Respondí.
Entonces levántese. Me ordenó levantándose y dirigiéndose a la puerta que cerró con llave diciendo: - Así estaremos más tranquilos.
Yo me puse en pie, apartando la silla y me quedé quieta. El jefe de personal se acercó a mí, dio una vuelta a mi alrededor y me estudió mirándome de arriba abajo.
Tienes un buen cuerpo. Dijo situándose detrás de mí. Tienes unas buenas caderas.
Posó sus manos sobre ellas y las acarició suavemente. Sentí su aliento en mi cuello y luego como apartaba mi largo y liso pelo negro y me daba un beso en la nuca que hizo que todo mi cuerpo se estremeciera.
Ascendió con sus manos hasta mis senos y los acarició suavemente por encima de la blusa. Seguidamente me desabrochó un botón e introdujo la mano, masajeando con suavidad mi seno desnudo.
¡Vaya, vaya, estás hecha una buena putita, no llevas sujetador! Susurró en mi oído - ¿Y braguitas? Me preguntó, descendiendo con la otra mano hasta mi cadera, y subiendo la corta falda hasta ella.
A todo esto yo me dejaba hacer, principalmente porque aquel atractivo hombre me excitaba con su mirada, sus manos, su voz, desde el momento en que sus ojos se habían detenido en mis senos deseaba aquello. Por eso le dejé hacer.
Movió su mano por mi pubis y suspiró:
¡Uhmm, ya lo he dicho, una buena putita!
Empezó a hurgar entre los pliegues de mi sexo y en pocos minutos me tenía totalmente húmeda y excitada. Sus dedos se adentraban entre mis labios vaginales, primero en busca de mi clítoris, que sobó a su antojo con mucha delicadeza, mientras con la otra mano me desabrochaba la blusa y acariciaba mis senos desnudos. Empecé a gemir excitada y entonces sentí como apartaba su mano de mis senos y se bajaba la cremallera del pantalón, mientras con la otra mano seguía hurgando en mi sexo, introduciendo sus dedos en mi vagina, haciendo que me convulsionara sin remedio.
Cuando creyó que ya estaba lo suficientemente excitada, se puso delante de mí, me besó en la boca con pasión y luego descendió por mi cuello hasta alcanzar mis senos erguidos y excitados. Los masajeó y chupeteó a su antojo volviéndome loca de placer y haciendo que cada vez le deseara más. Yo entretanto trataba de alcanzar su sexo, pero no podía, hasta que se apoyó sobre la mesa y me indicó:
¡Anda, putita, ya sabes lo que tienes que hacer!
Me arrodillé ante él, cogí el miembro con ambas manos y acerqué mi lengua cuidadosamente. Lamí el glande trazando círculos alrededor y seguidamente me lo introduje en la boca, empezando a saborearlo.
¡Mírame, putita, quiero ver tu cara de vicio! Me suplicó mi improvisado amante.
Obedecí y alcé mi vista hacía él mirándole directamente a los ojos. En su cara se dibujaba la excitación que mis caricias bucales le proporcionaban. Seguí lamiendo su sexo, chupeteándolo de arriba abajo, metiéndome uno de sus huevos en la boca y saboreándolo para hacer luego lo mismo con el otro. Ascendí de nuevo hasta el glande y lo mamé y chupeteé volviendo a paladear su sabor.
El Sr. Canales gemía excitado y me miraba con cara de deseo. Me hizo levantar y me ordenó:
Ven aquí, quiero comerte.
Me hizo sentar sobre la silla y abrirme de piernas situándome con el culo en el borde de la silla. Sentí su lengua rozar suavemente mi sexo y me estremecí. Poco a poco, el Sr. Canales, fue dirigiendo su lengua muy diestramente por mi sexo, lamió mi clítoris, lo chupeteó y mordisqueó, luego lamió mis labios vaginales con suma delicadeza y finalmente sentí como se introducía en mi vagina haciéndome gemir de excitación. Estaba a mil y necesitaba algo más que aquella pequeña lengua, dentro de mí.
Entretanto mi improvisado amante seguía lamiendo mi sexo, con ambas manos masajeaba también mis senos erectos, aumentando las placenteras sensaciones que poco a poco me iban llevando al borde del orgasmo. Gracias a Dios que no había nadie en el edificio, porque mis gritos cada vez eran más fuertes. Pero justo en el momento en que estaba apunto de llegar al orgasmo, mi amante se detuvo y poniéndose en pie me ordenó:
Ponte de rodillas sobre la silla, dándome la espalda, putita.
Hice lo que me ordenaba poniendo mi culo en pompa. Ví como se colocaba un condón y luego, sentí como se acercaba a mí. Pegó su cuerpo al mío y noté su sexo erecto chocando contra mis nalgas. Luego deslizó su mano hasta mi clítoris y lo masajeó unos segundos. Pero no se hizo de rogar mucho, ambos ardíamos de deseo y necesitábamos apagar aquel fuego.
Sentí como dirigía su erecta verga hacía mi húmedo agujero y muy lentamente me penetraba. Los dos suspiramos al sentirnos por fin unidos. El Sr. Canales me cogió por la cintura y empezó a moverse. Primero lentamente, haciendo que su sexo entrara y saliera de mí casi por completo, y luego fue aumentando el ritmo hasta que empecé a sentir como sus huevos chocaban con mis labios vaginales. Cada vez empujaba con más fuerza, mientras yo trataba de mantener el equilibrio sobre la silla. De vez en cuando disminuía el ritmo, torturándome con aquella erecta vara, para volver de nuevo a embestirme con rapidez. Ese juego hizo que poco a poco el placer se fuera extendiendo por mi sexo. Empujé hacía mi amante y entonces ya no se detuvo, también él estaba excitado y arremetía cada vez más fuerte contra mí, mientras gemía excitado y me decía:
¡Te gusta, ¿eh, putita?!
Síii. Gemí yo, llegando ya al orgasmo.
También él lo alcanzó sólo unos pocos segundos después. Nos separamos y nos vestimos. Y entonces el Sr. Canales se sentó en su mesa, sacó un talonario de uno de los cajones y mirándome a los ojos me dijo:
¿Trescientos fue lo acordado, verdad?
Exactamente. Respondí.
Firmó el talón y me lo dio. Lo cogí, observé que todo estuviera correcto y le dije:
Ya sabes donde estoy si necesitas algún otro servicio como este, ha sido un placer.
Me dirigí hacía la puerta y él me acompañó para abrirla diciendo:
El placer ha sido mío, llevaba mucho tiempo querido hacer "realidad" esta fantasía. Gracias por todo, Adela.
De nada.
Salí del despacho y guardé el talón en mi bolso. Daba gusto realizar trabajos como aquel, supongo que es una de las ventajas de ser una puta de lujo, no tienes que buscar clientes en la calle y sólo hay que saber actuar un poquito.
Erotikakarenc. (Del grupo de autores de TR y autora TR de TR)
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