Entrenando para ganar
Cediendo a las exigencias del entrenador podía asegurar su participación en la carrera, pero ¿qué pensaría su padre?.
ENTRENANDO PARA GANAR
Las pisadas resonaban en la solitaria calle. Rítmicas y pausadas, en perfecta sincronía con la respiración. Revisó el reloj para controlar su tiempo. Una hora y cuarto, el tiempo justo para llegar a casa, darse una ducha fría y reconfortante y prepararse para las clases en la universidad.
Su padre estaba preparándose una taza de café cuando Ricardo llegó de su entrenamiento matutino.
Que tal tu tiempo? preguntó al verlo entrar empapado en sudor.
Bien, bajé la marca 3 minutos contestó el muchacho complacido.
Felicidades, hijo dijo el hombre si mantienes esa marca seguro iras a la competencia nacional.
Eso espero, viejo contestó mientras se quitaba la sudadera empapada y la tiraba en un rincón de la cocina.
El padre le reclamó que fuera tan descuidado, mientras se agachaba para recoger la sucia prenda. Ricardo, bromeando y juguetón como siempre le levantó la bata de felpa por atrás, descubriendo el peludo y masculino trasero desnudo.
Epale, cabrón! reclamó el padre bajándose rápidamente el ruedo de la bata.
Viejo cochino bromeó Ricardo a tu edad y andar enseñándole la cola a tu propio hijo, debería darte vergüenza terminó con una risotada.
Ya vete a bañar y deja de estar chingando dijo el hombre risueño tomando de nuevo su taza y sentándose a la mesa o se te hará tarde para las clases.
Sí señor se acercó Ricardo cariñoso pero con una condición.
Cual? preguntó con cara de falso fastidio el hombre.
Que me vuelvas a enseñar esas ricas nalgas dijo Ricardo jalándole el cinturón de la bata, tomando por sorpresa al desprevenido padre.
La bata se abrió por completo, mostrando el pecho velludo, el vientre y mas abajo, una hirsuta mata de pelos coronando un gordo y suave pene aprisionado entre sus velludos muslos. Don Manuel tiró un manotazo que Ricardo esquivó diestramente, muerto de risa.
Vas a ver, cabrón, me las vas a pagar amenazó Don Manuel poniéndose de pie y anudándose la bata.
Qué pasa aquí? preguntó la madre entrando en la cocina otra vez peleando como chiquillos?
El empezó acusó Don Manuel señalando al muchacho.
Ricardo regañó la señora ya tienes 19 años, compórtate y deja en paz a tu padre.
Ricardo subió las escaleras aun sonriendo. La licra, empapada de sudor, se le pegaba al cuerpo y satisfecho de su buena figura se miró en el espejo del baño. Un cuerpo esbelto y marcado. El vientre firme y plano, las piernas de corredor, con largos y estilizados músculos, y sin un solo vello. Pensó entonces en su padre, que era todo lo contrario. Tal vez jamás lo reconocería, pero una de las razones de aquellos juegos con él, era la de poder ver precisamente esos pelos, que definitivamente le excitaban. Se miró el bulto en la entrepierna, perfectamente marcado por la suave licra. Se lo acarició ligeramente y el miembro respondió al instante, comenzando a hincharse. Terminó de desnudarse y se metió a la ducha, porque ya se le hacía tarde.
Las horas de clase en la universidad eran en realidad un tiempo muerto. Para Ricardo el día comenzaba mas tarde, cuando guardaba los libros y llegaba al vestuario para su entrenamiento diario. Ese sí era su mundo y comenzaba a disfrutarlo desde el momento mismo en que se iba desnudando, dando comienzo a lo que era ya un ritual para él. Cambiarse los jeans por un short, playera y tenis, comenzar a calentar y estirar los músculos, mientras los demás muchachos hacían lo mismo, comentando de tiempos, carreras, entrenamientos y el único tema posible, las inminentes eliminatorias para asistir a la competencia nacional.
El entrenador llegó con el tiempo justo para gritarles y apresurarlos, como era su costumbre.
Vamos, señoritas, luego se arreglan el maquillaje, el trabajo nos espera les gritó.
Ricardo fue de los primeros en salir a la pista. Deseaba con todo el alma salir seleccionado, y sabía perfectamente que sólo se clasificarían los tres mejores tiempos. Sabía que podía aspirar a ser uno de ellos, incluso a conseguir el mejor tiempo, aunque sólo fuera por milésimas de segundo. Estiró los músculos, preparándose para empezar las pruebas de calentamiento. El entrenador llegó por detrás, palmeándole el trasero.
Vamos Ricky, hora de empezar le informó.
Ricardo comenzó a correr, sintiendo aun la palma caliente del entrenador en la nalga izquierda. Le encantaba que hiciera eso. Seguramente era un gesto sin importancia para el entrenador, pero Ricardo adoraba sentir ese golpe en el trasero. Trató de concentrarse en la respiración y encontrar el ritmo adecuado, y además, el asomo de erección que comenzaba a sentir no era nada cómodo para correr. Después de media hora, un terrible calambre en la pantorrilla le hizo detenerse. El entrenador le dijo que era mejor dejar la practica para otro día. Renuente, Ricardo obedeció.
Bañado en sudor, se dirigió a las duchas. El vestuario estaba vacío, pues los demás chicos aun seguían corriendo y se sintió molesto por haber tenido que parar. Se desnudó, todavía frustrado, y se bañó malhumorado. Al cerrar la regadera, se dio cuenta que el entrenador estaba a sus espaldas, mirándolo.
No lo oí llegar dijo Ricardo tomando su toalla y anudándosela a la cintura.
Vine a ver como estaba tu pierna contestó sin aclarar cuánto tiempo llevaba allí observando.
El calambre ya pasó dijo Ricardo pero siento algo raro en la pantorrilla.
Veamos dijo el entrenador tomando asiento e indicándole que acercara la pierna.
Ricardo extendió el pie y el entrenador lo puso sobre su regazo. Ricardo sintió la suavidad de su sexo a través de la planta del pie, y un cosquilleo recorrió su espina dorsal. No debo excitarme, pensó.
Me parece que siento un tirón por aquí dijo el entrenador recorriendo con sus fuertes manos la pantorrilla del muchacho pero no logro localizarlo con exactitud.
Ricardo no dijo nada, tratando de mantener su concentración y no tener una erección justo en aquel momento tan inoportuno. El entrenador no ayudaba en nada, pues su mano caliente recorría ahora la pierna hacia arriba, mas allá de la rodilla, hasta medio muslo.
Será mejor que te dé un masaje concluyó el entrenador volviendo a recorrer el camino de la rodilla al muslo, y esta vez, el dorso de su mano alcanzó a rozar los testículos de Ricardo, apenas por unas centésimas de segundo, pero lo suficiente como para que el pene del muchacho respondiera.
Creo que ya estoy mejor dijo Ricardo aferrando la toalla, nervioso de ser descubierto.
Ni hablar dijo el entrenador aquí mando yo. Acuéstate boca arriba señaló el banco.
Ricardo re recostó sobre la banca acolchada. Tuvo buen cuidado de acomodarse bien la toalla, mientras el entrenador iba a buscar un ungüento para el masaje.
Vamos a ver dijo al volver dobla la pierna un poco.
Ricardo obedeció, y aunque trató de evitarlo, la toalla cayó hacia abajo, dejando el muslo desnudo. Sólo esperaba que el entrenador no se fijara en su pene, que ya estaba con una media erección.
Aquí esta el tirón dijo el hombre masajeando la pantorrilla.
Sus dedos corrían ahora suavemente gracias a la aceitosa medicina. Después de unos minutos con la pierna doblada, el entrenador la extendió hacia arriba. Ricardo sintió el fresco aire en sus huevos y se sintió mortificado de estar mostrando tal vez mas de lo que debiera. Trató de acomodarse la toalla, sin que el entrenador hiciera ningún comentario.
Date la vuelta pidió entonces el hombre.
Ricardo se dio vuelta sobre su estomago. Se sentía mas seguro de aquel modo, y pronto se relajó con el experto toqueteo del entrenador, cuyas manos comenzaron a subir poco a poco. Pronto sintió las fuertes manos dándole masaje a la parte posterior de los muslos, ascendiendo y ascendiendo, hasta rozar la base de sus nalgas.
Te gusta, verdad? preguntó entonces el entrenador.
Algo en la frase prendió un foco de alerta en el muchacho, pero desechó sus pensamientos. Se trataba del entrenador, se recordó a sí mismo y se tumbó de nuevo, tratando de tranquilizarse. Ahora los dedos del hombre se acercaban con mayor confianza. Ricardo aun trataba de convencerse a sí mismo que aquello no significaba nada cuando la mano subió por la perfecta curva de su trasero. De inmediato se tensó, pero la mano descendió nuevamente, para volver segundos después, esta vez para agarrar la nalga con toda la palma.
Ricardo no dijo nada, y la mano volvió una y otra vez, sobando el bien formado trasero del muchacho cada vez con mas confianza. Un dedo recorrió la raja entre sus nalgas, bajando lentamente hasta llegar a su ano acariciándolo suavemente. Aquello rebasaba todo lo imaginado.
Será mejor que me vaya dijo Ricardo poniéndose de pie nerviosamente se me hace tarde.
El entrenador no dijo nada. Le miró en silencio y con cara de pocos amigos.
Sí, mejor vete dijo dirigiéndose al lavabo para lavarse las manos nos vemos mañana.
Ricardo se vistió rápidamente y se marchó. En el camino a casa rememoró todo lo ocurrido y una permanente erección le acompañó en sus pensamientos. No le gustaba admitir que el incidente le había encantado, y trató por todos los medios de olvidarlo, pero la sensación de las manos del entrenador en sus nalgas volvía una y otra vez.
Encontró la casa sola y recordó que sus padres tenían un compromiso esa noche. Estaba solo, así que se fue a su cuarto y sacó de su escondite su colección de revistas pornográficas. Se masturbó rápidamente, sin detenerse a analizar saber si la fuente de su calentura se debía a las fotos de las chicas desnudas o al recuerdo, aun tan vivido, de los dedos del entrenador acariciando su culo.
A la mañana siguiente se sentía mucho mejor. Aun estaba oscuro cuando salió de la casa para su carrera matutina. Pronto encontró el ritmo y se olvidó de todo, disfrutando del esfuerzo de sus piernas y pulmones. Cuando llegó a la casa, su mamá preparaba ya el café.
Y papá? preguntó al no verlo en la cocina como era su costumbre a aquella hora.
Despiértalo ya, por favor dijo su madre llegamos tan tarde anoche que aun no se ha levantado y se va a retrasar si no se apura.
Ricardo subió las escaleras hasta la recamara de sus padres. El viejo estaba roncando tranquilamente.
Andale, flojonazo le despertó Ricardo ya es hora de levantarse.
Don Manuel se quejó todavía adormilado, y se envolvió en las mantas. Ricardo se aproximó a la cama y lo sacudió un poco.
Órale, viejo le increpó cariñosamente ya despiértate, se te hace tarde.
Don Manuel hizo caso omiso y escondió la cabeza bajo la almohada. Ricardo le jaló entonces las mantas, dejándolo completamente destapado. El hombre dormía con unos viejos y convencionales calzoncillos blancos.
Deja de estar chingando escupió como respuesta y se dio la vuelta para seguir durmiendo.
Ricardo comenzó a sacudirlo de nuevo, molestándolo para que se despertara.
No seas huevón le dijo Ricardo sin dejar de empujarlo.
Sí soy, y qué? contestó Manuel entre dientes con los ojos todavía cerrados.
Ricardo le metió una mano entre las piernas y le agarró los testículos, suaves y tibios.
Vaya que si eres huevón le dijo riendo al tiempo que le apretaba suavemente las bolas a través de la tela.
Manuel brincó de la cama al sentir el atrevido toqueteo de Ricardo.
Ahora veras, cabrón le dijo supuestamente enojado y Ricardo corrió para ponerse a salvo vamos a ver si tu no resultas más huevón que yo.
El hijo corrió hasta su recamara y trató de cerrar la puerta, pero Manuel alcanzó a empujar antes de que lograra hacerlo. Mucho más fornido que el muchacho, logró entrar a la recamara y Ricardo se metió rápido bajo las mantas de su cama revuelta. Don Manuel lo persiguió agarrándolo por las piernas para sacarlo.
Mamá! gritó Ricardo mi papá anda jugando en vez de arreglarse para irse a trabajar!
Ah, que pinche chismosito le dijo el hombre jaloneándolo ahora veras!
Lo tomó por las piernas y lo jaló hacia él. Ricardo aun llevaba la licra con la que entrenaba, pegada al cuerpo por el sudor. Manuel agarró el paquete de su hijo, apretándole suavemente los huevos.
A ver, cabroncito le dijo riendo Manuel tu también eres un huevón, mira dijo señalándole el gordo bulto que mostraba la entrepierna de Ricardo.
Pero tu mucho mas replicó Ricardo estirando una mano hacia la entrepierna del padre.
En el forcejeo, la vieja truza blanca había dejado escapar uno de sus huevos, y Ricardo sintió el contacto suave y velludo al meter la mano.
Y que huevotes! dijo el muchacho admirado sin soltarlos.
La lucha continuó trenzados en la cama, resoplando ambos con la refriega, tratando de agarrar al contrario y de evitar ser cogido al mismo tiempo, sin conseguirlo ambos.
Ya dejen de jugar! escucharon la voz femenina o subo para ponerlos en paz!
Te salvaste dijo Manuel soltando a su hijo pero me las pagaras! amenazó dirigiéndose a la puerta.
Ricardo observó que su padre llevaba un buen bulto en sus calzones y reconoció que el forcejeo lo había dejado excitado también. Necesitaba una ducha fría, y por muchos sentidos, decidió.
La universidad, las clases, lo mismo de siempre. La hora de entrenar, con mucho la parte favorita del día. Los chicos del equipo, los tenis y la ropa, Ricardo estaba feliz. El entrenador, por el contrario, no parecía nada contento cuando llegó. Ni siquiera saludó a Ricardo. Seguramente estaba molesto por lo sucedido el día anterior, pensó Ricardo, quien también se sentía incomodo sin saber qué decirle.
Optó por hacer lo que mejor sabía. Salió a correr para olvidarse de todo. Treinta minutos después el entrenador le hizo señas de que se acercara.
Cómo te sientes hoy? preguntó de forma directa y algo hosca.
Mucho mejor respondió Ricardo mirando hacia otro lado. No podía mirarlo de frente.
Creo que necesitas un buen masaje dijo el hombre con la mirada fija en él ahora mismo.
Ricardo sintió en su cuerpo la excitación que aquellas simples palabras prometían, pero también percibió que de aceptar esa propuesta las cosas para él ya nunca volverían a ser iguales. Su vida cambiaría, y aun no estaba del todo seguro de querer ese cambio.
No decidió no creo que sea necesario, gracias, pero ya me siento mucho mejor dijo suavemente.
El entrenador no contestó nada, y el incomodo silencio se prolongó mas de lo necesario. Ricardo se lanzó a correr de nuevo, sin saber qué otra cosa decir para explicar su negativa. El entrenador no volvió a dirigirle la palabra durante el resto del día, lo cual era algo inusual. A los demás chicos sí les hacia observaciones, les aconsejaba, mientras que a Ricardo simplemente lo ignoraba, como si no existiera.
Ese comportamiento se repitió el resto de la semana, y Ricardo resintió el alejamiento, pero no atinaba a encontrar una forma de remediar la situación.
Les aviso que ya terminé de promediar sus tiempos dijo en los vestidores el viernes al terminar el entrenamiento y la lista de los seleccionados esta pegada en la puerta de mi oficina.
De inmediato todos los chicos corrieron allá. Ricardo tenía la certeza de que sus tiempos habían sido muy buenos, y se acercó casi con la seguridad de encontrar su nombre en la lista. Para su sorpresa, no figuraba en ella.
Un mar de sentimientos lo asaltó. Tristeza, desconcierto, incredulidad, y finalmente rabia, porque intuía que lo sucedido en las duchas y el masaje rechazado tenían mucho que ver en aquella decisión. Sus compañeros tampoco se explicaban cómo era posible que Ricardo no hubiera sido seleccionado, pero al final de cuentas aquello era una competencia, y se alegraron secretamente por tener un competidor menos.
Ricardo, visiblemente abatido, llegó a su casa.
Que te pasa? preguntó su madre al verlo llegar tan malhumorado.
Nada fue la seca respuesta, y se fue directo a su habitación a rumiar su rabia.
Mas tarde, su padre llegó, seguramente enviado por su madre.
Vamos a ver, Ricky, qué te sucede? dijo el hombre sentándose al borde de la cama.
Nada, viejo dijo Ricardo que me siento de la chingada, nada más.
Y eso porque? preguntó Manuel.
Porque no quedé seleccionado para la competencia nacional.
Cómo? preguntó con incredulidad el padre si tienes el mejor record?, no puede ser.
Pues así es dijo Ricardo, imposibilitado para contarle sus sospechas sobre el verdadero motivo por el que había sido excluido.
Pues no estoy de acuerdo dijo Manuel, también molesto iré a hablar con tu entrenador para que me de una buena razón para no haberte seleccionado.
No, por favor dijo alarmado Ricardo no vayas a verlo, no tiene importancia.
Cómo no va a tener importancia? dijo Manuel sorprendido nada mas mírate como estas.
No, de verdad lo tranquilizó Ricardo estoy bien. Ya se me pasará.
Manuel ya no quiso insistir, y dejó el tema por la paz. Sin embargo, los siguientes días Ricardo estuvo taciturno y deprimido, y Manuel decidió no hacerle caso y cuestionar al entrenador su decisión.
Buenas días dijo Manuel tocando a la puerta de la oficina al día siguiente puedo pasar?
Adelante dijo el hombre tras el escritorio con una gran sonrisa.
Soy Manuel Torres se presentó el padre de Ricardo.
Mucho gusto contestó el tipo poniéndose de pie para darle un fuerte apretón, aunque la sonrisa desapareció inmediatamente en que le puedo servir? preguntó de pronto con gesto serio.
Pues venía a conocerlo dijo Manuel tanteando el terreno, sintiendo la tensión en el ambiente y porque también tengo algunas preguntas.
Diga usted dijo el entrenador sentándose nuevamente.
Manuel le explicó la situación de Ricardo, y la extrañeza de ambos de que no hubiera quedado seleccionado, siendo que tenía muy buenos tiempos.
Es cierto dijo el entrenador sacando unos papeles del cajón aquí tengo sus tiempos y son los mejores de todo el grupo.
Y entonces? preguntó Manuel - no entiendo porque fue excluido.
Muy sencillo dijo el entrenador poniéndose mas serio todavía su hijo cometió una grave falta.
De qué me habla? preguntó completamente extrañado el hombre.
Verá carraspeó el fornido entrenador no será fácil explicarlo.
Simplemente dígalo aconsejó Manuel, de pronto preocupado e intrigado.
El entrenador se arrellanó en la silla, visiblemente incomodo. Vestía unos shorts grises de algodón y una playera blanca sin mangas que dejaba ver sus musculosos brazos y desarrollados pectorales. Cruzó y descruzó las fuertes piernas un par de veces, y Manuel observó su repentino nerviosismo a través del claro cristal de su mesa de trabajo.
Pues en pocas palabras dijo finalmente el entrenador su hijo cometió una falta de carácter sexual.
Contra quien? preguntó Manuel de pronto alarmado.
Conmigo dijo llanamente el tipo tras el escritorio.
Manuel se le quedó mirando sin dar crédito a sus oídos. Miraba a aquel fornido y maduro hombre y no lograba creer que Ricardo hubiera tenido algo de tipo sexual con él.
No puede ser dijo finalmente no logro entenderlo.
Pues sucedió completó el entrenador soltando de pronto el aire contenido en sus pulmones.
Cuando?, cómo fue? indagó Manuel, de pronto deseoso de escuchar los detalles.
El ambiente en la pequeña oficina se torno ligeramente extraño. Una corriente eléctrica parecía de pronto vibrar entre aquellos dos hombres maduros, separados apenas por la relativa distancia del escritorio.
Pues sucedió en las duchas explicó el entrenador. Ricardo tomaba un baño y yo lo miraba.
Lo miraba? preguntó Manuel, a pesar de que la pregunta era redundante.
Sí dijo el entrenador sin importarle repetir lo ya dicho lo miraba, desnudo, enjabonándose completó sin dejar de mirar a Manuel directo a los ojos.
Y él sabía que lo estaba mirando dijo Manuel, sintiendo que estaba metiéndose en un terreno peligroso pero deseando hacerlo de todos modos.
No, él no lo sabía, no de principio aclaró y se lavaba el cuerpo sin saber que yo lo observaba. Estaba de espaldas a mí, no podía verme, pero yo sí.
Y que vio? preguntó el padre consciente de que estaban hablando de su propio hijo.
Un hermoso y bien proporcionado cuerpo, con largas y flexibles piernas, una espalda ancha pero fina, y unas nalgas perfectamente moldeadas enumeró.
Manuel tragó saliva. La descripción era exacta. El entrenador abrió las piernas. El suave short de algodón mostraba ahora la inconfundible silueta de su pene en erección. Ni siquiera trató de ocultarla, dejando que la mirada de Manuel viajara por entre sus piernas abiertas hasta el indiscreto bulto. La mirada del entrenador también descendió del rostro de Manuel a su entrepierna. El no llevaba ningún short, pero de todas formas abrió las piernas, tensando la tela de los pantalones, revelando también un considerable paquete, incluso mayor que el del entrenador.
Y luego? preguntó Manuel, ahora que las cartas de aquel juego parecían haberse descubierto.
Después notó mi presencia continuó el entrenador y como estaba lastimado le ofrecí darle un masaje.
Y aceptó? pregunto Manuel con ronca voz.
Por supuesto continuó el otro casi desnudo vino hasta mí para que le diera el masaje. Lo primero que hizo, con el pretexto de que el masaje era en su pantorrilla, fue apoyar su pie en mis genitales.
En sus genitales? comentó con tono de incredulidad el padre.
Si corroboró el otro tocándose el escandaloso bulto bajo el short justo aquí señaló en mi verga.
La palabra quedó flotando en la de pronto sofocante oficina.
En su verga repitió Manuel, paladeando la palabra también mientras miraba la mano del entrenador acariciándose.
Sí continuó el entrenador y comenzó a mover su pie sobre ella, logrando que se me parara.
Y qué tanto se le paró? siguió Manuel inmerso en el juego.
Mas o menos como ahora aclaró el otro mire.
Enganchó la parte superior del short y la bajó dejando salir su gruesa y venosa verga, coronada por una rosada cabeza completamente pelada y una maraña de oscuros vellos alrededor.
Pues sí que la tenía bien parada fue el quedo comentario de Manuel, bajando el ziper de su bragueta mientras lo decía.
El entrenador comenzó a masturbarse sin perder de vista las manos de Manuel hurgando en sus interiores, hasta ver su mano emergiendo con un grueso vergajo aun más grande y cabezón que el suyo.
Y entonces? preguntó Manuel comenzando también a masturbarse, pendiente de su interlocutor.
Entonces continuó el entrenador sin dejar de acariciarse continué mi masaje tratando de pasar por alto la grave falta de su hijo, pero la cosa se puso aun peor.
No me diga? alentó Manuel casi con insistencia.
Pues sí dijo el entrenador bajándose un poco mas el short para dejar que sus peludos huevos asomaran también sobre la prenda Ricardo se acostó primero boca arriba, logrando que la toalla se corriera para que pudiera verle la verga y sus huevos.
Eso hizo mi muchacho? preguntó Manuel al tiempo que aceleraba los movimientos de su mano, masturbándose.
Si aceptó el entrenador y como esa exposición era totalmente indecente y falta de respeto, le pedí que se diera vuelta boca abajo, y él obedeció, aunque creo que con el único fin de que asi pudiera entonces verle las nalgas.
Y se las vio? la mano subiendo y bajando mas aprisa.
No tuve mas remedio dijo el entrenador acelerando también sus movimientos estaba allí, haciendo mi trabajo, dándole un masaje, subiendo por esas piernas largas, casi obligado a tocarle sus hermosas nalgas.
Pobre de usted se compadeció Manuel jadeando ya.
Y lo peor terminó el otro ya con la respiración agitada casi me obligó a que le metiera un dedo en el culo.
Tuvo que meterle un dedo en el culo coreó Manuel excitado y a punto ya de venirse.
Sí, - el entrenador comenzó a sentir las fuertes convulsiones del orgasmo un dedo, mmmm, en su culito, mmmm, tan apretado, mmmmm y explotó.
Manuel también lo hizo, casi al mismo tiempo y sin dejar de mirarse el uno al otro, mientras ambos se corrían, bebiéndose con los ojos, inmersos en la extraña fantasía de aquel juego.
Finalmente el entrenador tomó un pañuelo desechable y le pasó otro a Manuel. Limpiaron el desastre y se compusieron las ropas. Se sonrieron cómplices y se dieron las manos, aun olorosas a sexo y semen.
Y que a va pasar ahora con Ricardo? preguntó Manuel entonces.
La falta es grave dijo el entrenador.
Lo acepto dijo el padre conciliatorio pero algo podrá hacer el muchacho para que usted lo perdone.
Seguro aceptó el entrenador de pronto sonriente alguna forma habrá para reconsiderar su situación. Ya pensaremos en algo.
Se despidieron, intercambiando números celulares como dos nuevos amigos y Manuel volvió a la casa decidido a hablar con Ricardo, pero finalmente no se atrevió. Era simplemente imposible tocar aquel punto con su hijo, y aunque le molestaba mucho que perdiera la calificación, no encontraba la forma de enfrentarlo.
Finalmente no hubo necesidad siquiera de que lo abordara. El mismo Ricardo propuso la solución.
Papá le dijo el lunes por la mañana al volver de su carrera matutina he decidido hablar con el entrenador y convencerlo para que reconsidere mi situación.
Manuel miró a su hijo, de nuevo alegre y juguetón como era su costumbre, y no pudo evitar sentir un agradable cosquilleo por todo lo que sus palabras representaban.
Y crees poder convencerlo? preguntó mirándolo fijamente. Estaba de pie en la cocina, bebiendo jugo de naranja directamente de la botella, alto y guapo, tan joven y tan deseable.
Seguro dijo el chico acomodándose de pronto el miembro bajo la licra, tal vez inconscientemente a huevo que lo convenzo.
Y hablando de huevos dijo Manuel de pronto tu y yo tenemos algo pendiente.
Saltó sobre Ricardo, pues la ultima pelea había tenido que ser suspendida por la intervención de la madre.
Esta vez tu madre no esta para salvarte dijo Manuel corriendo tras Ricardo, que escapó escaleras arriba.
Mamá! gritó Ricardo porque tuviste que irte a ver a la abuela justo hoy?
Manuel alcanzó a su hijo en los últimos escalones, y lo tacleó sobre la suave alfombra.
Suéltame se quejó el muchacho viejo aprovechado, ponte con uno de tu tamaño.
Cállate chillón se burló el padre jocosamente que no tienes huevos para defenderte?
Ricardo se zafó ágilmente de sus manos y pegó un salto.
Sí tengo, vejestorio le insultó bromeando también y más bonitos que los tuyos!
Manuel volvió a atraparlo.
Eso lo vamos a comprobar ahora mismo amenazó el padre tumbándolo nuevamente en la alfombra.
Esta vez Ricardo no pudo zafarse. Manuel le bajó de un tirón la ajustada licra y también el suspensorio con el que entrenaba. El sexo sudado de Ricardo quedó impúdicamente expuesto.
Pues unos huevotes que digamos, no tienes se burló Manuel, de pronto excitado por la pelea.
Pero más nuevos que los tuyos, sí! contestó Ricardo metiendo la mano bajo la bata de Manuel, para agarrárselos con fuerza.
Tramposo! se quejó el padre sosteniendo aun a Ricardo por las piernas yo nada mas te los vi, y en cambio tu me los agarraste.
Pues por pendejo rió el muchacho.
Ya veras! amenazó Manuel, agarrando los suaves testículos de su hijo.
Comenzaron ambos a apretarse mutuamente, tratando al mismo tiempo de escapar de las garras del otro, en un remolino por la alfombra. Pronto estaban jadeantes y definitivamente excitados, con los penes engrosándose peligrosamente y un poco cortados decidieron hacer una tregua y parar la pelea. Cada cual se fue a bañar por su cuenta, inmersos en sus propios pensamientos.
Esa tarde el entrenador llamó a Manuel.
Ricardo me ha pedido que me quede un poco mas tarde al terminar el entrenamiento dijo con ronca y excitada voz en el auricular.
Y aceptaste? preguntó Manuel sintiendo la adrenalina de la excitación.
Sí, - respondió el otro le dije que a las 7 ya no habría nadie en los vestidores y que tengo llave para cerrar y poder hablar en privado. Quieres venir? le invitó finalmente.
No me lo perdería por nada, llego a las 6.30 finalizó.
Te espero - colgó.
El resto del día fue de una pasmosa lentitud. Manuel llegó incluso antes de lo planeado y fumó nerviosamente fuera de las instalaciones hasta que el entrenador salió a su encuentro.
Ven le dijo creo que tengo el lugar justo para que te escondas.
Esconderme? preguntó Manuel extrañado, pues no había pensado en eso.
Tu crees que tu hijo se anime a hablar y recalcó la ultima palabra si tú estas cerca?
Tienes razón aceptó.
De pronto la idea de observar sin ser visto se le hizo extremadamente excitante. La erección le dolió bajo la prisión de los pantalones, y siguió al entrenador dentro del vacío vestidor.
Aquí dijo señalándole un hueco formado por los lockers donde se guardaban las pertenencias de los muchachos podrás verlo todo y no serás visto mientras no hagas algún ruido que te delate.
Lo tendré en cuenta aceptó Manuel metiéndose en el hueco. La vista era casi completa, y la iluminación excelente.
Apenas diez minutos después, Manuel vio llegar a Ricardo desde la seguridad de su escondite. El entrenador estaba convenientemente sentado en una banca justo en línea recta del sitio de observación.
De qué quieres hablar conmigo? preguntó el entrenador al verlo llegar.
Señor comenzó Ricardo un poco cortado quiero pedirle que no me excluya de los seleccionados para el nacional.
Y porque crees que yo te he excluido? preguntó el hombre desde su cómoda posición de poder.
Usted sabe que así es razonó el muchacho porque mis tiempos son buenos, y debería haber calificado.
Pero no fue así dijo el entrenador sin discutirle el punto el hecho es que no fuiste elegido.
Pero podría serlo si usted quisiera dijo Ricardo con un tono de voz diferente.
Y que ganaría con eso? preguntó el entrenador, astutamente.
Lo que usted quiera respondió simplemente el muchacho.
Esas palabras, llenas de promesa, fueron suficientes para elevar la temperatura de ambos hombres. Manuel trató de contener la creciente excitación por ver lo que estaba a punto de ocurrir. Ricardo se había acercado al entrenador, aun sentado, poniéndose al alcance de sus manos. El hombre abrió las piernas para que Ricardo se acomodara en medio de ellas. Entonces lo rodeó con sus manos, poniéndolas directamente sobre las nalgas del muchacho.
Puedo elegir lo que yo quiera? preguntó amasando los bien formados glúteos.
Si señor aceptó el otro con un hilo de voz, perceptiblemente excitado también.
El entrenador no se demoró en bajarle los ajustados shorts y arrancarle la camiseta. Con tenis y suspensorios por toda vestimenta, el muchacho era absolutamente apetecible. El entrenador le dio la vuelta, para besarle las nalgas desde el nacimiento de la espalda, saltando sobre el elástico del suspensorio para bajar por la redonda curva de carne perfecta. Por el frente, la erección de Ricardo era perfectamente notoria y Manuel, desde su escondite se abrió la bragueta para acariciarse suavemente su grueso cacharro excitado.
Agáchate dijo el entrenador pon tus manos sobre las rodillas.
En aquella posición, el hombre tuvo total acceso a su fruncido y pequeño agujero. Sediento, metió el rostro entre las nalgas tentadoramente entreabiertas y comenzó a lamer el orificio trasero de Ricardo, que gimió quedamente bajo la intensa caricia de su lengua.
Estoy tan caliente dijo poniéndose de pie y arrancándose la ropa que pudiera cogerte ahora mismo.
Ricardo no dijo nada, pendiente de lo que el entrenador iba mostrando mientras se quitaba la ropa. Jamás lo había visto completamente desnudo. Los trabajados pectorales le llenaron de admiración. El vientre marcado con abdominales envidiablemente definidos, las piernas musculosas y fuertes, con grandes muslos que mostraban el arduo trabajo con las pesas, y finalmente, el tronco venoso de su sexo, duro y agresivamente erecto, y al cual fue finalmente empujado por las ansiosas manos de su entrenador.
Mámalo fue la orden simple y directa.
El primer pene que Ricardo tenía frente a su rostro. Bueno, había visto el de su padre, pero no en erección, ni tampoco a tan pocos centímetros de su cara, y mucho menos con la consigna de chuparlo. Pero este sí, se dijo, y abrió la boca para comenzar a lamerlo.
Eso es dijo el entrenador al sentir su cálida boca rodeándole el glande.
Eso es susurró Manuel desde su escondite envidiando lo que el hijo estaba sintiendo.
La mamada continuó por varios minutos, con las indicaciones del entrenador para hacerlo de tal o cual forma, dándole instrucciones para que lo lamiera, después que lo chupara, que se lo metiera entero y lo absorbiera, que lo dejara salir y que lamiera sus huevos para mojarlos con su tibia lengua y después que se detuviera, o de lo contrario terminaría viniéndose demasiado pronto.
Ricardo obedeció en todo. Estaba muy acostumbrado a recibir su dirección y acatar sus ordenes. Observándolo todo, Manuel deseó que ojalá el muchacho lo obedeciera a él con la misma docilidad, y trató de contener el deseo que lo consumía de salir y obtener de aquella boca el mismo tratamiento.
El entrenador decidió que estaba ya en el límite y acomodó al muchacho sobre el banco. En cuatro patas, sostenido por manos y rodillas, en el lugar preciso desde donde el padre podría tener una excelente vista de lo que iba a suceder. Engrasó el culo de Ricardo con el mismo ungüento de los masajes, lo que hizo que el muchacho sintiera un agradable escozor en la delicada y sensible zona anal.
Ahora te calmo esa picazón advirtió el entrenador, arrimando su gruesa verga al expuesto culo de Ricardo.
Sí aceptó este cerrando los ojos y tensando la espalda para recibirlo.
Nada lo hubiera preparado para la dolorosa e intensa sensación de ser penetrado por otro hombre, mucho menos uno tan bien dotado como el entrenador. La cosa dolía mas allá de todo límite, pero se aguantó, porque al mismo tiempo sentía un agradable alivio al escozor que el ungüento le provocaba, deseando continuar con aquella dura tranca dentro de sí. Pronto su ano se distendió lo suficiente como para dejar de sentir dolor, y el placer de ser llenado por el grueso miembro se convirtió en un angustioso deseo que parecía no tener una conclusión lógica. Aquello parecía no tener fin. El choque de los cuerpos, el lento vaivén de las envestidas, el continuo roce de aquel grueso miembro en sus entrañas era un cúmulo de sensaciones jamás imaginadas.
El entrenador metió una mano bajo su cuerpo y liberó la verga de Ricardo del suspensorio, masturbándolo con el mismo ritmo con el que se lo cogía. El muchacho comenzó a jadear desesperado, sostenido por brazos y piernas que por momentos parecían flaquear bajo el considerable peso del fornido entrenador.
Aguanta dijo el hombre con ronca voz tienes que llegar a la meta, debes hacerlo.
Y Ricardo, perfectamente condicionado para soportar todo esfuerzo físico con tal de ganar se dejó meter la verga todo lo que la resistente máquina de sexo que era en aquellos momentos su entrenador quiso. El padre miraba orgulloso desde su rincón la absoluta concentración del muchacho, sus piernas tensas, resistiendo el peso, sus nalgas abiertas, soportando aquella gorda verga penetrándolo de forma tan avasalladora, el hermoso rostro totalmente transfigurado en un rictus de pasmosa determinación. Primero uno, y luego otro, los tres se vinieron en su respectivo momento. El entrenador sudando y resoplando, empujando como un poseso sobre el cuerpo abierto y tenso del muchacho. Ricardo de forma explosivamente sorpresiva, en su primer orgasmo provocado por una verga dentro de su culo, sensación por demás extraña y maravillosamente sensual, y Manuel lo hizo contenido, tratando de no hacer ruido, lo que sólo consiguió que el clímax fuera doblemente intenso y gratificante.
El chico y el entrenador se dieron una ducha al terminar, momento que Manuel aprovechó para salir de su escondite. Se dirigió a un bar y se bebió unas copas. Lo necesitaba. Aquella experiencia había sido una de las cosas mas perturbadoramente emocionantes de su vida. No quería detenerse a pensar en ningún tipo de cuestionamiento moral ni ético. Su hijo era ya prácticamente un adulto, y trataría de dejarle vivir su vida y su momento como mejor le pareciera, igual y como él pretendía vivir la suya. Volvió ya tarde a casa, cuando consideró que era seguro que Ricardo estuviera dormido. De momento no se sentía capaz de mirarlo a los ojos sin delatar que sabía lo sucedido.
El día siguiente, atareado con el desayuno, pues su mujer aun no volvía, Manuel vio llegar a un Ricardo totalmente distinto. Era el mismo muchacho sudado que llegaba todas las mañanas con su hermosa sonrisa, aunque esta vez tenía además muy buenas noticias.
Lo logré, viejo, lo logré! gritó excitado nada mas llegar.
Qué cosa?, explícate fingió Manuel con total naturalidad.
Estoy calificado para las competencias dijo Ricardo exultante de felicidad.
Enhorabuena felicitó el otro aceptando el efusivo abrazo del hijo cómo lo lograste?
Hablé con el entrenador dijo el muchacho sin soltar el abrazo.
Bien por ti dijo el padre sintiendo el calor de su cercanía.
Tal como ahora quiero hablar contigo completó el muchacho soltándose del abrazo para mirarloa los ojos intensamente.
El significado de la palabra "hablar" en ese contexto implicaba muchas cosas, y ambos así lo entendieron.
Y de qué quieres? .... hablar preguntó de pronto Manuel sin saber si había entendido lo correcto.
Ricardo se soltó del abrazo, únicamente para tomar el cinturón de la bata y desanudarlo. Bajo la prenda, el cuerpo desnudo de Manuel. Masculinamente hermoso, velludo y amado de una forma muy especial. El chico simplemente se arrodilló, justo para tener el largo y hermoso miembro de su padre a la altura del rostro.
Ayer lamenté no haber hecho esto primero contigo dijo sencillamente, y sin mas se lo metió en la boca.
El desayuno tuvo que quedar postergado. Había mucho de que hablar todavía.
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