Entrenamientos

Llevando a Jorge a sus entrenamientos.

Poco a poco, conforme iban pasando los días, las semanas y los meses me iba encontrando peor. Estaba entrando en una profunda depresión que afectaba a mis relaciones personales, familiares e, incluso, a mis estudios. No era totalmente consciente de que estuviera así de deprimida, sin embargo era algo patente para los demás.

Mis padres estaban preocupados y hablaban de llevarme a un especialista, a un psiquiatra que pudiera recetarme algún antidepresivo que hiciera mejorar mi estado de ánimo. Pero yo sabía la causa, al menos, creía conocerla. Lo que realmente me producía esta ansiedad era secreto, no lo podía comentar con nadie, ni con mis amigas, ni con un psicólogo y menos aún con mis padres.

No tengo muy claro el comienzo, su momento inicial, pero sí el desencadenante. Hacía un par de años que había conseguido el carnet de conducir, ahora, después de muchas súplicas, me habían comprado un Ford Fiesta precioso, más por necesidad que por darme el capricho.

Mi madre tenía cáncer, una auténtica putada. Se lo habían detectado hacía ocho años, tuvieron que operarla del pecho, darle quimioterapia… Fueron años muy duros que pasaron factura a toda la familia. Ahora se le había reproducido y tenía metástasis, la mujer sufría muchísimo, tenía unos dolores terribles que le hacían tomar muchísima morfina, en este caso oxycodona, una morfina sintética, lo que le provocaba estar casi siempre en cama y casi siempre dormida.

Mi padre, el pobre, ya no podía más, tenía que encargarse de todo, de su trabajo, de la casa, de los hijos… No daba abasto. Ese fue el motivo de comprarme el coche. A pesar de estar yo estudiando, recayó sobre mí la responsabilidad de llevar a mi madre cuando ella quisiera ir a cualquier sitio, la segunda condición ‘sine qua non’ era llevar a mi hermano Jorge a sus entrenamientos los martes y jueves, por último, llevar a los más pequeños a algún sitio si hacía falta.

Al principio estaba encantada, el día que aparecí por la facultad con mi cochecito, todos mis amigos alucinaron, todos querían darse una vuelta conmigo, lo típico de la que tiene coche nuevo. Lo malo no se hizo esperar… Justo cuando, cualquier día, estaba a punto de salir o estaba toda tirada en mi habitación, venía mi madre a pedirme que la llevara a comprar, al médico, al banco… Se me empezó a hacer muy pesado.

Y luego, lo de los entrenamientos. De 7 a 9 de la tarde, a veces de 7 a 10, una faena, me cortaban todo el rollo de esos días, y daba igual que tuviera examen al día siguiente o cualquier trabajo de la facultad en el que tuviera que estar con compañeras, nada, nada importaba, mi padre me decía que los compromisos son para cumplirlos. Al cabo de un tiempo ya estaba un poquito hasta el moño de ser la chófer de todo el mundo, sobre todo del niño de las narices que tenía ya 17 años y era capaz de ir solito a cualquier sitio, cogiendo el autobús, el metro ligero o lo que hiciera falta. No tenía por qué estar puteada dos días a la semana –o tres, si tenía que llevarle el sábado por la mañana a los partidos- por su culpa.

A mi padre le daba igual, decía que mi hermano no podía perder dos horas en transporte público si yo le podía llevar en 15 minutos. Así que, a joderse tocan. Es verdad que el campo de entrenamiento estaba a unos 20 kilómetros, una distancia normal para ir en coche pero en la que se perdía muchísimo tiempo en transporte público al no haber comunicación directa.

Todos estos viajecitos, esta dependencia, el estado de mi madre, el continuo agotamiento de mi padre me estaban pasando factura con un estrés tremendo. Tenía también una envidia fenomenal y nada sana de la situación de Jorge. Era un pasota en todo, nunca recogía su habitación, entraba y salía cuando le daba la gana, no tenía horarios… Y yo siempre pringada.

Cuando tenía yo mis 17 años, mi padre era muy estricto conmigo, me hacía recoger, limpiar, ayudar a mi madre en todo; en cambio ahora, a este niñato de mierda le permitían hacer lo que quisiera. Era el dueño del ordenador de su cuarto en cuanto entraba por la puerta. Si lo estaba utilizando Pablo, el tercero de los hermanos y con el que compartía habitación, le echaba de malas maneras diciendo que tenía que conectarse ya.

Empezaban los gritos de Pablo, los -‘que te den, gordo de mierda’- de Jorge, los chillidos de mi madre desde su habitación diciendo que iba a desconectar todos los ordenadores de la casa… Hasta que aparecía mi padre desde el salón con una mala leche impresionante por haber importunado a mamá y empezaba a repartir collejas, de las que te besas los pies, a mis dos hermanos.

Si a esto sumamos el que en otras ocasiones éramos Isabel, la pequeña de todos, y yo las que discutíamos por nuestro ordenador, todos los días había algún tipo de bronca en casa. Eso le pone histérico a cualquiera.

Yo siempre tomaba partido por Pablo o por Isabel cuando Jorge se metía por medio, era un abusón además de un macarrilla. Se había puesto un pircing en la lengua y otro en la oreja, mis padres claudicaron en base a no sé qué promesa. Yo también tenía uno en la lengua, pero me supuso estar castigada un mes sin salir, y eso que era mayor de edad, por no pedir permiso.

Además, Jorge no hablaba nada en casa, todas sus contestaciones eran monosílabos excepto cuando necesitaba algo. Nadie sabía con quien salía, qué chicas le gustaban… Mi madre, harta de todo, ni le dirigía la palabra y mi padre sólo para decirle –a la primera- o gritarle –a la segunda- que hiciera las cosas que le tocaban en la casa y que nunca hacía de motu propio.

Sin embargo y a pesar de todo, empecé a conocer a otro Jorge durante los trayectos a los entrenamientos. No sé cómo porque yo no le di pie, pero me empezó a contar sus cosas, al principio con cuentagotas, luego, charlas más íntimas sobre amigos, chicas, planes… En fin, todo.

Con la manía que le tenía, no me apetecía nada ser su confidente, me seguía pareciendo un chulito de mierda que se lo tenía súpercreído. Reconozco que era, bueno, y es, muy guapo, muy cachas, de pequeño ya era una monada. De un niño así esperas un carácter amable, pero no, este había salido un borde integral.

Esta nueva faceta suya me hizo comprender muchas cosas. La enfermedad de mi madre le había marcado mucho más de lo que nadie hubiera imaginado. Había sido el niño mimado de mamá y él había correspondido siendo cariñoso y alegre. Cuando ella enfermó y ya no se pudo ocupar de nada, se le agrió totalmente el carácter. Mi madre le gritaba a todo y a todos, las broncas con mi padre empezaron a ser frecuentes y cada vez más gordas, en consecuencia, mi progenitor se convirtió en una persona más seria, bebía mucho –aunque nunca lo parecía y jamás lo pagó con nosotros-, se hizo una persona taciturna, sin ningún sentido del humor, solo deseando un poco de paz en su casa.

Toda esta situación había afectado muchísimo a Jorge, me daba cuenta de que mucho más que a los demás, a fin de cuentas, Pablo tenía un carácter más tranquilo y responsable e Isabel solo había conocido esto.

Las conversaciones con mi hermano, prácticamente, se reducían al coche, debía ser que él se encontraba ahí más protegido. Era capaz de estar hablando durante los 20 o 30 minutos que tardábamos en ir y otro tanto en volver. Yo creo que eran las charlas más largas que había tenido en su vida.

En una de estas, me enteré de que ya no era virgen, ya había estado con un par de chicas con las que se había estrenado. Me dejó helada, me seguía pareciendo un crío, no me lo imaginaba haciendo eso, como mucho, besos y toqueteos ¿Pero, follar? En fin, no era quien para juzgarle, también me había estrenado a los 16 años.

Fueron pasando las semanas en las que fui profundizando en el conocimiento de Jorge; aunque seguía con su carácter rancio, ahora me parecía mucho más persona, vi que era un chico con problemas afectivos, muy desorientado y más vulnerable de lo que su fachada indicaba.

A partir de aquí, empezó mi calvario particular. Un día en el que tenía que hacer un trabajo de la facultad con una compañera, me tocaba el maldito entrenamiento. Estuvimos en la biblioteca hasta las seis cuando le dije que yo lo dejaba por tener que ir a buscar a ni hermano. Ella, Lidia, se apuntó a acompañarme, dejábamos a mi hermano y luego volvíamos aquí a terminar.

Me pareció bien, cogimos mi Fiesta y nos fuimos a por Jorge. Cuando subió al coche, solo dijo un escueto ‘hola’ a mi amiga y a mí. Estuvimos charlando muy animadas cuando mi hermano nos dijo que había tenido un problema, que quizás le podríamos ayudar.

-Mira Tere, el otro día estaba con una piba en su casa, se habían ido sus viejos y habíamos quedado para echar un kiki. Nunca lo había hecho con ella y es la tía que está más buena de todo el insti. Bueno, pues nos dimos unos morreos, le sobé las tetas y nada, que no se me ponía…- Nos dijo en un ataque de sinceridad.

-¿Qué no se te ponía que? – Le pregunté inocentemente, mirándole por el retrovisor.

--¡Pues que va a ser! ¡La polla! ¡Que no se me ponía tiesa! ¡Que no pude hacerlo! – Nos contestó levantando la voz.

A Lidia y a mí nos entró un ataque de risa, aquello era demasiado. Que a un chaval de 17 años, que está como un toro, no se le ponga tiesa

En fin, nos estuvimos riendo, para enfado de Jorge, durante un buen rato; se me saltaban las lágrimas y hasta me dolía el costado, apenas podía manejar el coche. Cuando nos calmamos un poco intentamos contestarle lo que nosotras sabíamos del tema.

-Mira Jorge, a eso se le llama gatillazo y es algo normal, a todos los tíos les pasa alguna vez. Son los nervios o las hormonas, no sé, pero ya verás como no tiene importancia- Le dije

-Si, a mi me ha pasado con algún chico – Comentó Lidia.

-¿Y te rebotaste? – Quiso saber él

-Hombre, no me hizo gracia, te quedas con todas las ganas, a veces te duelen los ovarios, pero no me reboté, bastante vergüenza tenía el tío –

-Cuéntaselo a papá, ya verás cómo él te entiende y te explica mejor que hacer – Le dije para tranquilizarle

A todo esto, ya habíamos llegado al polideportivo, se bajó del coche rumiando el tema. Cuando nos quedamos solas volvimos a hablar del asunto, a reírnos de mi hermano, comentamos entre nosotras cuántos gatillazos habíamos sufrido. A mi no me había pasado nunca y a ella un par de veces. Bueno, hay que decir que Lidia es un poquito ligerita. Yo solo había tenido un novio que duró tres años, de eso hacía otros tres. Desde entonces, algún tío esporádico y nada más.

Ese mismo día, por la noche, estaba hablando con mi madre en su habitación y le comenté el tema de Jorge. Mamá estaba curada de espanto, seguro que no se iba a molestar.

-No se hija – me dijo –Sé que eso pasa bastante a los chicos, no sé el motivo. A tu padre no le ha pasado nunca- Aquí se echó unas risitas –La verdad es que tu padre, en ese tema, es un fuera de serie. –

No me gustaba que mi madre me hablara de sus relaciones con mi padre, no sé porqué. Me parece que a casi todo el mundo le pasa, no te gusta imaginarte a tus padres follando.

La cuestión es que mamá se lo contó a papá y éste llamó a Jorge. A mi hermano casi le da un patatús cuando se enteró de qué querían hablarle, si hubiera podido me hubiera matado en ese momento. Sin embargo, mi padre tomó su actitud didacta y sin ningún tipo de malos modos ni gritos, intentó tranquilizar al imbécil de su hijo.

-Mira Jorge, es bastante normal que pase, al menos, alguna vez en tu vida. Como te han dicho, es una cuestión de nervios…- Dijo mi padre

-Pero si yo no estaba nervioso –contestó Jorge

-Nos has dicho que es la chica más mona del instituto ¿No? –Siguió papá

-Sí, está buenísima – Matizó Pablo, que se había unido a la pequeña reunión.

-Tú te callas, gordo, que nadie te ha preguntado –Le contestó el mayor.

-¡Vete a la mierda! ¡Gordo serás tú, gilipollas! –Como siempre, Pablo y Jorge no sabían hablar sin insultarse o gritar.

-¡Se acabó! –Dijo mi padre alzando un poco la voz –Como vuelvas a llamar gordo a tu hermano te suelto un sopapo. Y tú – Refiriéndose a Pablo –Te vuelvo a oír un taco o insultar a alguien y te quedas sin ordenador. Me tenéis más que harto-

Tras la pequeña bronca, la conversación volvió a su cauce.

-Mira hijo, lo que te decía, aunque tú no te vieras nervioso, estabas intentando hacerlo bien con esa chica, como es la más popular no te podías permitir quedar mal y eso, a veces, te bloquea y por eso no se te levanta. Cuando te pase, no te agobies, puedes hacer muchas cosas, caricias, besos y cosas de esas hasta que te relajes y veas que te empalmas. Pero no todo es meterla, se puede disfrutar mucho del sexo sin llegar a follar, el sexo oral es maravilloso para esto…-

¡Vaya charla la de mi padre! Y yo que pensaba que se iba a enfadar con mi hermano

No sé por qué, pero desde entonces no hacía más que dar vueltas al gatillazo de Jorge. No me parecía un tema que tuviera más interés, pero ahí estaba, machacón. Encima, Lidia empezó a apuntarse a llevar a mi hermano cada vez que podía, y el tonto de él hablaba con ella más que conmigo.

Me estaban entrando ciertos celos. Me había costado un triunfo que Jorge confiara un poco en mí y me contara sus cosas. Ahora se explayaba con mi amiga; no es que me dejara de lado, simplemente no se dirigía a mí. Así, un día, Lidia me dijo que quería verle entrenar y se quedó en la grada. Me sentó fatal, primero porque eran dos horas de espera, de ver a 25 tíos corriendo o dándose leches, segundo, ya empezaba a hacer frío a esas horas y te acababas quedando tiesa, tercero, ya tenía muy visto a mi hermano

Me fui a la cafetería del polideportivo con unos apuntes de clase, por lo menos, no perdería el tiempo del todo. Qué tontita estaba Lidia con mi hermano. Si era seis años mayor que él. Bueno, tampoco quería ser malpensada

Se me estaba haciendo el tiempo eterno en la cafetería, miré el reloj y eran las nueve y media ¿Dónde coño se había metido mi hermano? Finalmente me levanté a buscarle, era noche cerrada, estaba aburridísima, íbamos a llegar a cenar a las tantas.

Con un mosqueo muy considerable, harta de dar vueltas, sobre las diez de la noche veo aparecer al idiota como si nada.

-¿Se puede saber donde te has metido? ¡Llevo una hora buscándote, imbécil! Mira, la última vez que me haces esto, si no, se lo cuento a papá y no te vuelvo a traer nunca. –

Apareció también Lidia diciendo que ella se iba. Como vivía lejos de nosotros, me pidió acercarla a la parada del autobús, que no tendría problema. Con el cabreo que me había pillado, yo sí que no tendría problema. No dirigí la palabra a Jorge en todo el camino de vuelta a casa.

Estaba sentada en el ordenador, conectada al msn cuando Lidia se conectó. En resumen, me pidió perdón por lo de la tarde, la perdoné, entonces me dijo que mi hermano no tenía ningún problema de erección, lo que se había perdido la tía buena de su instituto. Con no sé qué excusa se desconectó enseguida.

Me quedé un ratito mirando la pantalla sin verla ¿Qué me había querido decir? ……. ¡Joder! ¡Se lo había follado! ¿Pero cómo? ¿Dónde?...

Fui disparada al cuarto de los niños. Pablo ya estaba dormido, Jorge estaba oyendo música con el ordenador y repasando unos apuntes. Le miré fijamente

-¿Qué pasa, tronca? –

-Yo no soy tu tronca, soy tu hermana, imbécil – Le dije en voz baja pero intensa. -¿Se puede saber qué ha pasado con Lidia?

-¿Con Lidia? Nada, no ha pasado nada.

-No seas cínico Jorge. Me ha dicho que habéis echado un polvo. ¿Es verdad? –

-¡A ti qué te importa! Ya soy mayorcito ¿No? A ti no te he hecho nada y a ella le ha encantado –

-Tú eres un imbécil y un niñato de mierda. Como te vuelvas a enrollar con una amiga mía te enteras – Me estaba poniendo un poco histérica

-¿Y a ti qué más te da a con quién me enrolle? Además, ha sido ella, en los vestuarios y Lidia está súperbuena, más que la tía del instituto. Y folla que te cagas, para que te enteres, así que déjame en paz –

Estuve un momento allí plantada hasta que oí a mi padre desde su habitación mandándonos callar e irnos a la cama.

Entonces no quería reconocerlo pero me estaba muriendo de celos. ¡Que cabronazo mi hermano! ¡Y vaya zorra la puta de Lidia! ¡Cuando la viera en la facultad la iba a poner verde!

Enterré la cara en la almohada y me puse a llorar, no sé si de rabia, de pena, de puta histeria o me iba a venir la regla… Me encontré con que Isabel se pasó a mi cama a consolarme, no sabía qué decirla, se acurrucó a mi lado y nos quedamos juntas dormidas.

A partir de entonces fui consciente de que tenía un problema, un problema llamado Jorge que no tenía solución porque tampoco sabía lo que realmente quería. ¿Por qué me sentaba tan mal que hubiera follado con mi amiga? Después de la semanita del gatillazo, era hasta normal. Lidia es muy guapa y Jorge ya he dicho que está como un tren, y si no lo he dicho, lo digo ahora.

Pero eso no debería ser motivo… Empecé a perder el apetito, a estar triste casi siempre, no me apetecía hacer nada… Mis padres se empezaron a preocupar, estaba adelgazando a ojos vista, tenía siempre unas ojeras de escándalo, si no me encargaban nada, estaba siempre en la cama.

Hasta mi madre empezó a interesarse más por mí que por ella misma, con lo que tenía encima, pero yo no podía contar nada. ¿Cómo les decía a mis padres que mi problema era mi hermano? ¿Y cuál era el problema realmente?

Estaba continuamente dando vueltas al asunto. A Lidia no le dije nada, no había hecho nada malo, a Jorge tampoco ¿Qué le iba a decir si ni yo lo sabía? A todo esto, mi hermano me seguía contando su vida, obra y milagros en los trayectos a sus entrenamientos.

Me contó que, finalmente, se había cepillado a la chica del instituto, había estado bien pero no era ninguna maravilla. Volví a sentir celos y no entendía por qué. Quizás, en mi histeria continua, había visto en estas charlas con Jorge mi válvula de escape. Pero eran solo charlas, ¿Qué más quería yo? Aparte de esto, Jorge seguía sin caerme bien, era tan borde como siempre

El mazazo final vino un fin de semana en el que todo se juntó. Pablo había ido a un viaje con el colegio y mi padre se llevaba a mi madre a un balneario. Nos quedábamos los tres restantes, pero Isabel, al final, con permiso de mis padres, fue a casa de una amiga a dormir.

Era viernes por la tarde, había quedado con Lidia para salir así que vino a casa para ir desde allí con mi coche. Mi hermano era raro que saliera, si acaso, por la noche un ratito. Cuando vino mi amiga, se quedó en el cuarto de estar mientras yo iba a arreglarme. Me duché durante un buen rato, el agua me relajaba… Luego me vestí y mientras me maquillaba, oí unos gemidos muy sospechosos que venían del cuarto de Jorge.

Me acerqué a su puerta que estaba cerrada, allí había más de una persona y no jugando al parchís precisamente. Fui al salón y Lidia no estaba… -Blanco y en botella- pensé. Abrí la puerta de la habitación de mi hermano, no hizo ningún ruido… Me quedé plantada en el quicio viendo cómo Jorge se la estaba metiendo a Lidia a toda velocidad. Ella estaba desnuda, tumbada en la cama, abierta de piernas. Él la penetraba con pasión, con frenesí, era un auténtico semental. Tenía un culo precioso, prieto, prieto, unas espaldas anchas, brazos y piernas muy musculosos

Allí seguía yo, haciendo una evaluación del tremendo físico de mi hermano mientras Lidia suspiraba de placer. Siguieron durante varios minutos y, si me vieron, no me hicieron ningún caso. Llegó un momento en que Jorge era una taladradora, mi amiga gritaba, sus pezones erizados en unas tetas bamboleantes, ese coño depilado y dilatado para recibir el pollón que gastaba este cretino, sus huevos rebotando

Se puso Jorge debajo y Lidia le cabalgó. Se movía de maravilla, de dentro a fuera, de adelante a atrás, en círculos… Mi hermano me vio y me miró, me guiñó un ojo, se agarró a las tetas de Lidia y le dio un empellón repentino levantando fuerte las caderas. Mi amiga dio un gemido enorme y se corrió encima de él, yo notaba como mi hermano se corría por los golpes secos de pelvis que le daba, uno, dos, tres… Así varios, hasta que se quedó quieto.

Lidia se movía muy suave encima de Jorge, se agachaba a besarle y sollozaba, debía de haber tenido un orgasmo de aúpa ¡Qué envidia! Al ver que mi hermano miraba hacia mí, giró la cabeza.

-Tere – Dijo Lidia, nada más, solo sonrió con cara de satisfacción.

En ese momento me di cuenta de que había sido una mirona, me dio vergüenza y me fui al salón. Encendí un cigarrillo y me serví un cubata, sabía que no tenía que beber pero me dio igual, estaba toda nerviosa, había sido un espectáculo alucinante ver follar a esos dos, no estaba segura de lo que sentía. Por un lado el físico de mi hermano, por otro el físico de Lidia, ambos me habían producido un morbo enorme.

Todo me daba vueltas, tenía unas ganas de llorar enormes y no sabía por qué, me encontraba de pena… Oí el agua de la ducha, las risas de Jorge y Lidia. Al cabo de un momento aparecieron por el cuarto de estar, estaban de lo más contento, se sirvieron también un par de cubatas.

-Tú Jorge no bebas, no tienes 18 años – Le espeté a mi hermano.

Se rió en mi cara mientras bebía largamente del vaso. Casi de un trago se lo terminó.

-Estaba seco, ¡Qué sed! Con tanto ejercicio ¿Verdad Lidia? – Me contestó como si fuera mayor que yo.

-Si, hace falta reponer líquidos – Intervino Lidia riéndose

Me sentí humillada, mi hermano haciéndose el machote cuando era un crío de mierda, y mi amiga riéndole las gracias. No sabía si decirles algo, todo lo que soltara iba a quedar fatal, al final decidí callarme, no me iba a rebajar con ellos.

-Oye Tere ¿Qué te parece si nos quedamos aquí? Pedimos unas pizzas y vemos alguna peli. Es que a mí ahora no me apetece salir…- Me dijo Lidia

  • Joder tía, eres una egoísta. Te acuestas con mi hermano delante de mí y soy yo la que se tiene que joder en casa –

  • Teresita necesita un buen polvo – Soltó mi hermano. Si llego a tener rayos láser en los ojos lo fulmino – Pues se siente, tronca, en eso no te puedo ayudar – Continuó

Me sentó fatal lo que dijo Jorge de que necesitara un polvo, pero aún peor que dijera que no me podía ayudar. Yo sé que estoy bastante bien, tanto o mejor que Lidia, aunque fuera mi hermano no tenía por qué ser un borde, más después de lo que acababa de hacer. No me pude aguantar, me levanté, cogí las llaves y salí sola por la puerta, cerrando de un portazo. Bajé al garaje y cogí mi pequeño Fiesta, arranqué y salí a toda castaña.

Estuve media noche dando vueltas por distintos sitios. Me paraba donde veía algún garito, me iba allí y me tomaba un cubata. A algunos me invitaron tíos que no conocía de nada, otros me costaron un par de morreos, incluso un magreillo de culo y tetas. Al final acabé con una tajada de las que hacen época y una fama de calientapollas de la hostia.

Para ser sincera, de la vuelta a casa apenas recuerdo nada, solo que estaba delante de la puerta intentando meter la llave. Entré y me fui a mi habitación, eran las cuatro de la madrugada. Encendí un cigarrillo y me acerqué a la habitación de Jorge haciendo eses. Allí estaba, dormido con Lidia abrazada a él, los dos en pelotas.

Volví a mi cuarto a llorar, tanto que se me secaron los lagrimales, me quedé vacía. Debían de ser las siete u ocho de la mañana cuando escuché a Lidia irse, Me levanté y volví a la habitación de los chicos, mi hermano estaba durmiendo como un bendito, ahora que me fijaba, cierto olorcillo dulzón quedaba en el ambiente.

-Encima se han estado fumando unos porros – Pensé. Estaba en ese momento moralmente rota, estaba muy cansada, había bebido mucho y la resaca empezaba a hacer estragos. Corrí al cuarto de baño y vomité todo el alcohol que había tomado. Volví, me encontraba algo mejor. Al verle otra vez me di cuenta de que deseaba a mi hermano, le odiaba y le deseaba… Ese era todo mi problema

Inconscientemente, bueno, no tan inconsciente, me desnudé entera y me metí en la cama de Jorge. No sé qué coño pretendía, saciar mi deseo, dar rienda suelta a mis celos, no sé, pero me abracé a él. La habitación estaba a oscuras, supongo que me daba seguridad.

Enseguida dirigí mi mano a su paquete, tremendo paquete, le acaricié su miembro mientras notaba cómo crecía y se endurecía

-¿Otra vez? – Dijo mi hermano con voz soñolienta y casi totalmente dormido

No contesté y seguí a lo mío. Jorge dirigió una mano a mi entrepierna, me acarició un rato entre los labios vaginales, cuando vio que se abrían sin problemas, que la humedad era la necesaria, me metió un dedo hasta el fondo, me frotaba hasta el cuello de la matriz. En ese momento sentí una sensación gloriosa y apreté su pene con fuerza.

Me retiró la mano de su dureza, me besó los pezones, los chupó, noté como se endurecían, me estaba gustando tanto que casi me corro. Bajó por mi vientre, me abrió las piernas pasándome la lengua por toda la zona íntima. Me besó y mordisqueó las ingles, acercándose a mi conejito sin tocarlo. Hubo un momento en que deseé tenerlo dentro, le tiré del pelo, quería que me penetrara, sin embargo me metió otra vez un dedo mientras me chupaba el clítoris. El orgasmo me vino en oleadas, casi me cortaba la respiración, me tensó todo el cuerpo… En ese momento, el cabrón de él, me metió un dedo en el culo.

Nunca me habían introducido nada por ahí, fue rarísimo pero hizo que el orgasmo siguiera otros tres o cuatro segundos más de lo normal. Me quedé desmadejada, había sido alucinante. En ese momento me besó, me metió la lengua en mi boca y yo correspondí, sabía a mi coño, ya lo había probado antes pero ahora era mi hermano quien me lo pasaba, me produjo un morbo impresionante.

Le empujé para ponerle boca arriba, me monté encima y tras pasarme su miembro por los labios para lubricarle, me lo fui metiendo. Tenía un cacharro considerable, no entraba fácil pero me estaba gustando horrores, subiendo y bajando iba entrando cada vez más, hasta el fondo. Incorporada, con su polla clavada hasta adentro, me froté el clítoris con los dedos, tenía muchísimas ganas de correrme otra vez.

Él fue el que empezó a mover las caderas, me pellizcaba los pezones con dos dedos, me amasaba las tetas con toda la mano… Me incliné sobre él para besarle, me quedaba muy poco, aceleré el ritmo mientras restregaba mi botón de placer contra su pubis, fui cada vez más rápido, más rápido, más rápido… Me corrí encima suyo, grité de placer, aquello no acababa nunca… Jorge seguía acelerando, me estaba partiendo por la mitad, mi orgasmo no terminaba, sentía pinchazos en la vejiga

Cuando se corrió me lo soltó todo dentro, ni siquiera preguntó, tampoco tuve fuerzas de quitarme… No tuvo una corrida espectacular, supuse que por los polvos que había echado con Lidia, pero fue suficiente para llenarme.

Me quedé encima de él incapaz de moverme y, así , recuperando el aliento, estuve un buen rato. Apartaba mi cabeza y le besaba el cuello para dejarle respirar.

-Joder lo que pesas Tere – Dijo de repente.

Me quedé helada ¡Cómo había podido descubrirme! ¡Si no se veía nada! Asustada, con un corte tremendo, me levanté rápido y, recogiendo mi ropa como pude, corrí a mi habitación.

Me metí en la cama como estaba, el semen de Jorge me había escurrido por las piernas, el sudor me empapaba el cuerpo… Y me di cuenta de lo que había hecho. Me sentí sucia, me sentí una golfa, como una cualquiera. Me había acostado con un tío al que odiaba… Al que odiaba y quería… Del que sentía celos… Que me había dado más placer que en toda mi vida… Que era mi hermano.

¡Cómo volví a llorar! ¡Qué puta era! – Es Jorge, es tu hermano – Me repetía una y otra vez ¡Cómo has podido hacer esto con él! ¡Dios mío, perdóname! No sé por qué lo he hecho…-

-Porque le quiero, le quiero, le quiero… Le odio por no quererme a mi. Le necesito… Dios mío ¿Por qué? ¿Por qué me ha pasado a mí? ¿No podía ser otro? -

"Clamé al Cielo y no me oyó y, pues sus puertas me cierra, de mis pasos en la tierra responda el Cielo, y no yo"

Me acordé en ese momento de los versos de Zorrilla, era lo que verdaderamente sentía… ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?

Estuve todo el día en la cama, llorando, arrepintiéndome ¡Qué bajo había caído! Oía a Jorge pulular por la casa, no sé qué estaría pensando él, seguro que se estaba riendo de mí, seguro que se lo estaría contando a todo el mundo… - Me he follado a mi hermana ¡Vaya Zorra! Se metió desnuda en mi cama como una puta –

Sólo salí de mi habitación para ir al baño y lavarme un poco. Me puse unas bragas limpias y volví a la cama. Pasé todo el día encerrada, no me atrevía a mirar a la cara a mi hermano. Si no hubiera bebido… Si no le hubiera visto follar con Lidia

AL llegar la noche estaba destrozada psíquicamente, no daba más de mí, ya no tenía fuerzas ni para llorar… Tampoco había comido nada en todo el día, me rugían las tripas pero no pensaba salir de allí. Eran más de las doce de la noche cuando llamaron a mi puerta. No contesté. Volvieron a llamar y seguí igual. Oí los pasos que se alejaban por el pasillo.

No sé porqué me levanté y abrí la puerta, me encontré en el suelo un plato con un sándwich vegetal, al cogerlo, vi que estaba muy bien preparado, hasta con un huevo. Pensando en Jorge que jamás hacía nada, ni siquiera para sí mismo, que siempre era un vago en las tareas domésticas, me emocioné. Al final no iba a ser un tío tan desagradable.

Después de comer el bocadillo me vestí con un camisón y una bata, con muchísima vergüenza decidí salir de mi cuarto, ir a darle las gracias a mi hermano. Estaba en el salón viendo la tele, no me dijo nada al verme.

-Gracias por el sándwich, estaba muy bueno – Le dije a Jorge

-Suponía que tendrías hambre, como no has salido en todo el día… –

-Oye Jorge, lo de anoche… -

-No te preocupes, no se lo voy a decir a nadie, no soy así –

-Aunque no se lo cuentes a nadie ¿Tu qué piensas? – Le pregunté

Me miró a los ojos fijamente

-¿Pensar? No pienso nada. Tú sabrás por qué lo has hecho. Yo estaba dormido… –

Ahora si que no sabía qué hacer. Veía que él se había aprovechado de la situación y había echado un polvo, cualquiera en su lugar hubiera hecho lo mismo. ¿Pero yo? ¿En qué situación quedaba yo con mi hermano? A un crío como él no podía decirle que me gustaba o que le quería

Me quedé callada un buen rato, miraba la televisión sin verla, no sabía qué hacer. Al cabo de una hora la situación era un poco tensa para mí. Me levanté para ir al baño

-¿A dónde vas? – Me preguntó mi hermano

Estuve a punto de contestarle un -A ti qué te importa- pero me contuve

-Voy al baño y a la cocina a beber algo. ¿Quieres algo tú? – Me volvió a mirar fijamente, calibrando si debía decirme lo que pensaba.

-Quiero repetir lo de anoche, hoy y más días – Me dijo con voz suave. Era casi una súplica.

Me dejó helada, nunca hubiera supuesto que me pediría eso.

-¿Por qué? ¿No te bastó con verme humillada anoche? – Le contesté más fuerte de lo que pretendía. Hubiera querido ser suave como él.

-¿Humillada? ¿Para ti yo soy una humillación? Creí que te había gustado, que sentías algo por mí aunque sea más pequeño que tú, aunque sea tu hermano… -

No paraba de ir de sorpresa en sorpresa

-No Jorge, tú puedes ser de todo menos una humillación. Eres un pasota, eres cargante, un cretino casi siempre, pero no una humillación. –

Me acerqué a él, se había incorporado hasta quedar sentado en el sofá, me incliné a besarle mirándole a los ojos, esperando su reacción. Mantuvo la mirada, me cogió la cabeza con ambas manos, ladeó la suya y nos fundimos en un beso maravilloso. Fui bajando hasta quedar de rodillas delante suyo, también cogí su cabeza, le mordía los labios tirando de ellos con suavidad, me mordía él a mí, nos acariciábamos las lenguas

Le fui tumbando en el sofá, me quité la bata y el camisón, le quité su camiseta, me puse encima de él, me besaba, me acariciaba la espalda hasta las bragas, metía las manos por el elástico acariciándome el culo. Yo no tenía su firmeza de carnes, no soy muy deportista. El era fuerte y fibroso, antes dije que como un toro, a pesar de su edad estaba muy desarrollado, me perdía en su cuerpo de Adonis.

Sus caricias eran duras y tiernas a la vez, rápidas, quería todo enseguida, era impaciente… Intenté marcarle el ritmo, más pausado, más tierno. Ahora bajé yo por su cuerpo besando por donde pasaba. Era totalmente lampiño hasta llegar a su ombligo, donde una rayita de vello se perdía en el interior de sus calzoncillos. Tiré de ellos hacia abajo ayudándome él con sus piernas

Su miembro era grande, muy liso, no tenía venas marcadas… Le bajé la piel del prepucio, su glande palpitó… fui pasándole la lengua alrededor, me la metí entera, chupé, raspé suave con los dientes, intenté metérmela mucho… Lo dejé cuando tuve arcadas al tocarme la campanilla.

Me puso la mano encima de la cabeza marcándome el ritmo. Me incorporé, no le puse mala cara pero me había molestado muchísimo. Volví a introducirme el pene en la boca, con la lengua le daba en la zona del frenillo. Me cogió de la cintura e intentó ponerme encima, pasé la pierna por encima de su cabeza e hicimos un 69 estupendo.

Mientras seguía chupando, metiendo y sacando su miembro de mi boca, él me hacía diabluras con la lengua. Me chupó el clítoris y me metió un dedo en la vagina, era un poco brusco, sin embargo me estaba encantando, me estaba matando de gusto. Notaba que se acercaba un orgasmo, por lo menos a mí, iba a llegar… Exploté, apreté fuerte el coño contra su cara y chupé de forma desaforada su miembro.

Sin avisar, mientras aún estaba disfrutando de mis contracciones vaginales, se corrió en mi boca. Enseguida me aparté y escupí su semen, siguió soltando chorros que yo tapaba con la mano para no manchar todo

Sin apenas darme tiempo a tranquilizarme, me cambió de postura tumbándome en el sofá, se puso encima de mí y me la metió. No sé si fue lo repentino o que estaba muy sensible pero me volví a correr, le sujeté fuerte del culo mientras levantaba mis caderas, le mordí el hombro hasta que me relajé. Me besó en la boca, me dio mordiscos en el cuello, me acariciaba el pecho

Sus movimientos de mete saca eran tremendos, cada vez me la metía más fuerte, al principio me hacía daño en el fondo de la vagina. Me fui dilatando, el dolor desapareció del todo, me sentía totalmente llena, él seguía y seguía… Me sentía en la gloria, estaba muy a gusto ¡Sentía un cariño enorme por él!

Se abrazó muy fuerte a mí y yo a él, jadeaba mucho, estaba a punto de caramelo. Intenté sincronizarme con él, también a mí me quedaba poco, procuraba rozar mi clítoris con su vello púbico… Nos corrimos a la vez, notaba como me llenaba por los latidos de su glande, le apretaba fuerte el culo con mis piernas

Intentaba recuperar el resuello encima de mí, me la sacó y nos tumbamos de lado… Me dio un besito en los labios y me dijo un –Te quiero-

Sonreí por dentro, que fácil les resulta a los hombres decir te quiero cuando se acuestan con una… Me levanté al baño, me estaba quedando pelada de frio. Me limpié, puse el agua caliente y me metí en la ducha. Noté cómo Jorge entró conmigo, me abrazó por detrás, me besó el cuello mientras me agarraba las tetas… Me inclinó un poco hacia delante y me la volvió a meter, esta vez con más suavidad.

Estaba alucinando, era la tercera vez y seguía empalmado, no lo había visto nunca… Apoyé las manos en la pared, el agua caía sobre nosotros, sus envites eran cada vez más fuertes, más rápidos… Volvía la cabeza para intentar besarle, de vez en cuando alargaba una mano hacia atrás para acariciarle sus testículos, él me sobaba las tetas con una mano, tenía los pezones a punto de reventar, con la otra me frotaba mi botón de placer que ya se estaba irritando…Menos mal que el agua me calmaba. Me volví a correr otra vez, llevé el culo hacia atrás para sentirle más dentro, le quité la mano del clítoris

Entonces se corrió él, me dio unos golpes secos de cadera agarrado a mis pechos vaciándose dentro… Al acabar me volví y le besé los labios, sus ojos sonreían, los míos también.

Nos secamos y fuimos a mi habitación, nos tumbamos en mi cama, el apoyó su cabeza en mi pecho, nos tapamos e intentamos dormir. Le acariciaba el pelo, qué tierno me parecía

-Bueno- pensé -ha pasado, ha pasado y él ha querido, me ha dicho que me quiere…-

Pero no era tan fácil, esto no lo íbamos a poder repetir, en nuestra casa hay mucha gente y casi nunca estamos solos. Aparte que sólo tenía 17 años y yo 23, de momento así no íbamos a ningún lado. Bien, tampoco me quería comer mucho la cabeza, todo era cuestión de ver como reaccionaba Jorge en adelante. Si queríamos tener sexo, siempre estaba la posibilidad de ir a un descampado con el coche

Lo que sí es verdad es que me encontraba más tranquila, me había quitado un peso de encima. Celos o no, cariño o no, estaba en paz, mi hermano era mío y, si los hados o los dioses querían, yo sería de él. Si no, todo se convertiría en un bonito recuerdo de juventud, el tiempo se encargará de dejar las cosas en su lugar.