Entrenada por los muchachos (Final)

Daniela, "Rabanito", una mujercita de 18 años recién transferida es bienvenida por los "muchachos".

Nota: Leer las dos partes anteriores para comprender el contexto.


Al abrirse la puerta número 3, Marino la empujó dentro y cerró detrás de sí. El cuarto desprendía un aroma a sexo, queso rancio y humedad que podía cortarse con un cuchillo, las paredes estaban negras casi en su totalidad y de mobiliario podían contar solo con un colchón en el piso con las sábanas sucias, una mesita de noche con un cenicero, una caja de condones y una botella de vino ya abierta, en el suelo habían varios condones usados y más botellas vacías, hasta el final Daniela pudo ver una silla de madera en un rincón, misma que Marino trajo hacia el centro y la hizo sentarse en ella mientras él se volvía a desabrochar el cinturón del pantalón.

—Me la vas a chupar, perra, y los vas a hacer bien, ¿escuchaste?

—Sí, lo haré.

—¿Sabes hacerlo verdad? —Daniela asintió—. Claro que sabes, esa carita de mosca muerta solo es una fachada, eres una puta por dentro, una zorra para ser usada y amaestrada. Ya verás cómo sales de aquí bien educadita para mamar y coger cuando se te dice, Rabanito.

—Sí, señor —respondió Daniela, tomando su verga gorda y larga entre sus manos. Tenía un olor a orina bastante desagradable, pero estaba decidida a sentirse tan bien como con Bartolomeo y Felipe, y sabía que la verga de Marino podría ayudarla, así que la tomó entre sus labios y la chupó hasta casi la mitad de una vez, y luego otra, y otra, otra vez… Escupía en esa verga y la llenaba con su saliva con devoción hasta que estaba limpia y bien lubricada. ¡Plop! , se escuchaba cuando la sacaba de su boca para escupirla y sacudírsela con sus bonitas manos manicuradas.

—Eso es, puta, chúpamela. Lo haces bien, lo haces bien, así —decía clavándosela en la garganta y sujetándola del cuello—. Así, así, así… —La cabeza de Daniela se sacudía y la respiración se le cortaba al sentir esa verga en su garganta, las manos del maduro hacían imposible que se pudiera zafar de su agarre, todo lo que podía ver era la barriga peluda y prominente de Marino, su mata de vellos rizados y eso hasta que los ojos se le llenaban de lágrimas y la respiración se le cortaba; pero le encantaba y su coño ya estaba babeando tanto como su boca—. ¿Te gusta que te cojan la boca, zorra? ¡Ugh! Me encantaría ver cómo te tragas mi leche pero quiero cogerte, ven aquí.

Le sacó la verga de la boca y la sensación la dejó como una niña sin su juguete favorito, pero esto pasó cuando Marino la tomó del cabello y la lanzó al colchón, le sacó la camisa sobre la cabeza dejándole las tetas al aire, le subió la faldita hasta la cintura y le dio una palmada en le coño.

—Mira como estás, puta, mojada como una salamandra. ¿Quieres verga? ¿Esto es lo que quieres, eh? —preguntó sacudiéndose la verga frente a ella y luego dándole golpecitos por toda la cara con ella—. ¿Dime? ¿Quieres ésta verga?

—Sí, quiero su verga, señor —respondió Daniela, dócil como un cordero mientras le golpeaban los labios con la punta de esa verga, sacando la lengua para pasarla por el agujerito que supuraba líquido preseminal de un gusto agrio y salado. Marino se posicionó entre las piernas de Daniela donde su coño depilado y brillante en líquidos estaba listo para recibir su polla, de la friccionó contra el clítoris, haciéndola gemir de gusto como una gata en celo pidiendo verga—. Deme su verga, por favor, señor. Métamela, por favor —rogaba con su voz suave y tierna.

—Me gusta que ruegues, perra —gruñó Marino, dejándole ir la mitad de la verga de una vez.

Daniela se retorció al sentirse llena y su coño demandaba más, haciendo succión de esa verga jugosa que la penetraba, él la complació enterrándosela toda hasta que los huevos peludos le golpearon el culo. Marino al verla ensartada hasta el fondo le tomó los tobillos y los levantó dejándola expuesta por completo la comenzó a bombear y tanto su panza voluminosa como las tetas de la chica se agitaban al son de sus embestidas. ¡Plas, plas, plas!, sonaba el coño húmedo de Daniela y al verga de Marino colisionando y los gruñidos bestiales de él opacaban los leves quejidos de ella.

—¡Qué coñito tienes, puta! ¡Qué coño! ¡Cómo me la aprietas, joder! —gritaba él, enterrándosela cada vez hasta los huevos y ella se retorcía de piernas abiertas. Marino le soltó los tobillos y se inclinó para hacer lo prometido: comerle las tetas, mordérselas y cogerla duro mientras lo hacía, llenándose la boca con sus suaves y jugosas carnes, y cada chupón en sus pezones hacía que Daniela se retorciera debajo de él, apretándole más la verga con el coño, pidiéndole una descarga de leche que le dejara el coño cremoso.

Se separó a tiempo de que esas succiones le hicieran acabar y la puso en sus cuatro extremidades, abriéndola de piernas y obligándola a pegar el pecho en el colchón asqueroso. El coño de la chica se abría para él como una flor roja y brillante, se la volvió a meter disfrutando de la vista de su ano cerrándose y abriéndose y de su culo con forma de corazón, Marino sintió que le pedía algo ese ano oscuro y arrugado, así que se chupó un dedo mientras la cogía y jugó con su anillo, escupió en él y al ver que la nena no se oponía le metió un dedo, la puntita nada más, pero Daniela gimió.

—¿Te gusta el dedo en el culo, perra? ¿Has cogido por allí, sucia perra?

Daniela no era capaz de responder, sólo de sentir esa rica verga dentro de ella como un largo dedo masajeando su punto sensible y ese otro dedo intruso en su ano causándole escalofríos y sensaciones que nunca había sentido. Él la penetraba cada vez más rápido y le enterraba ese dedo al mismo tiempo, se inclinó sobre ella concentrándose en hacer que su penetración fuese dura y certera, hasta el fondo y sin compasión por la putita en que se había convertido la nena más inocente que había entrado en ese bar.

Marino no pudo aguantar mucho más y se corrió dentro de ella con un gruñido de bestia, y las manos llenas de sus tetas, sacó su verga lentamente viendo como el río de leche salía del coño enrojecido y depilado de Daniela mientras que ella observaba con las mejillas como tomate. Se llevó un dedo al coño y lo sacó lleno de leche, llevándolo a la boca lo hizo desaparecer, así como Marino había casi desaparecido.

Tras correrse el hombre la apartó como a un trapo viejo, se visitó viéndola jugar con la leche en su coño y salió de la habitación aun arreglándose el pantalón. Daniela estaba igual de caliente puesto que no se había corrido a pesar de la buena verga que había tenido, pero el hombre se había detenido justo cuando ella comenzaba a acercarse al orgasmo, así que decidida a satisfacerse salió como estaba de la habitación y bajó las escaleras.

Con las tetas al aire y el coño lleno de leche llamó la atención de todos, recibiendo manos en las tetas y en el culo, vio a Marino en la barra pidiendo cervezas pero ella se dirigió hacia Saturnino y se arrodilló frente al viejo. Al ver que la joven aún buscaba verga las burlas para el mecánico no se hicieron esperar mientras que el viejo sonreía a la chica y se sacaba la verga para pajearse frente a ella, en muy poco tiempo ese monstruo ya había despertado de nuevo y aunque sabía que no podría meterlo todo en la boca hizo el esfuerzo de darle la mejor mamada posible al anciano.

—¡Eso es, Rabanito! ¡Dale con todo! —gritó una voz femenina a su espalda, no supo quién de las chicas y no le importaba, todo lo que importaba era la rica sensación de tener esa verga en la boca y lubricarla para ella. Alguien le metió dos dedos en el coño y comenzó a pajearla, tampoco supo quién, pero sintió tan rico que no le importó, sólo empinó el culo y se dejó dedear como una puta ofreciéndose a todos.

—¡Metele el dedo en el culo, le gusta! —Se escuchó la voz de Marino en el fondo, pero el que la dedeaba no se atrevió a hacerlo. Daniela abrió sus ojos azules hacia Saturnino.

—¿Ya te la meto, preciosa? —Ella sintió con la boca llena de verga—. Está bien, ven aquí, cabálgame, potrita.

Daniela, feliz y excitada como una gata en celo escaló las piernas del anciano y se abrió para él, enterrándose esa monstruosa verga que como una espada la partía a la mitad y la llenaba hasta el útero, lentamente se la metió hasta que sintió que no podía más, entonces se detuvo y el viejo la ayudó a subir de nuevo.

—Así, despacito —decía el anciano con su fétido aliento. Se inclinó sobre ella y también le comió las tetas, tenía los pezones enrojecidos y ya sensibles cuando el viejo comenzó a morderlos y succionarlos con fuerza—. Que cosita tan rica que eres, criatura, que coño tan rico, mi reina —decía, muy tierno y suave en su oído, no como los gruñidos y groserías de Marino, pero igual de placentero.

Saturnino se atrevió, y le metió un dedo en el culo apretado mientras la cogía, la abrazó con fuerza y ahora él comenzó a cogerla, haciendo que colocara las plantas de los pies en la silla. Abierta como estaba el viejo la penetraba como un taladro pese a su edad, dando una masterclass a los otros que sólo podían observar a la chica ser cogida por un hombre que le triplicaba la edad, cogiéndola sin piedad hasta que Daniela se puso roja como un rábano y se corrió bañando al anciano con una cascada de líquido que fluía con cada penetración y la hizo cerrar sus ojos y ver pequeñas luces de colores sobre un fondo azul cielo.

Como un trapo Daniela quedó laxa en los brazos del anciano que seguía cogiéndola en su silla junto a la ventana de cristales sucios, con el dedo metido en su culo, una crema blanca se formaba en el coño y los huevos de Saturnino y cuando se corrió dentro de ella era un río de crema que brotaba, mismo que Angel se arrodilló para limpiar tanto del coño de la chica como de la verga del anciano. Era una visión privilegiada ver a una colegiala lamer el coñito y el culo de la otra, aunque Daniela seguía con los ojos cerrados disfrutando del placer que continuaba alargando esa lengua desconocida.

—Quiero más —murmuró en el oído de Saturnino.

El anciano le hizo señas a otro de los desocupados para que se la quitaran de encima, él ya estaba vacío y cansado, pero quizá otro podía cumplir. Ordenó que se la llevaran al cuarto y la dejan un rato descansar. Un fortachón que no era del grupo la cargó como a una novia y Daniela se abrazó a quien sea que la llevaba. No supo quién era cuando la dejó en el colchón de la habitación ni importó, ella extendió las piernas y con dos dedos se extendió el coño lleno de saliva y pequeños restos de crema blanca, dispuesto para la siguiente verga.

El fortachón, de brazos marcados y abdomen definido se bajó la bragueta y los pantalones hasta debajo del culo y le metió una verga bastante la mitad de lo de Saturnino pero igual de gorda, la cogió de la cintura y le elevó la cadera y las piernas, dejando sus hombros y su cabeza apoyados en el colchón nada más. La cogió como un perro, abrazado a su cintura, extasiado por la visión del coño que aunque usado por la verga monstruosa de Saturnino le apretaba y succionaba demandando leche, el fortachón no podía creer que por fin era su día de suerte y se estaba cogiendo a una de esas putitas que tantas veces había visto ofrecerse en el bar y dejarse coger por cualquiera. Estaba tan emocionado que se corrió dentro de ella con un jadeo casi femenino, penetrándola duro un par de veces hasta que se vació dentro; se la sacó y luego se inclinó sobre su rostro y la puso a limpiarle la verga.

Daniela, con las piernas abiertas y el cabello revuelto le lamió la polla hasta dejársela reluciente, se la guardó en el pantalón y él se acomodaba las ropas mientras ella sentía la cremita salir de su coñito otra vez. Cuando el fortachón salió aun arreglándose el pantalón otro más entró por él. Afuera, todos los clientes del bar esperaban su turno y ella estaba encantada de poder servir coño y tetas para todos a cambio de dejarle el coño lleno de leche.

FIN.


¡Holis!

Como prometí entrego la última parte de este relato introductorio. Conoceremos a estas 5 chicas poco a poco en sus historias individuales, la próxima será nuestra linda Angel.

¿Qué les ha parecido éste relato? Siempre estoy atenta a sus comentarios.

Un beso húmedo,

Emma.