Entregue mi virginidad anal a mi primo

Esa noche, tras mi primera experiencia lésbica, mi primo Betto me convenció para que me dejara penetrar por detrás.

Entregue mi virginidad anal a mi primo

Esa noche, tras mi primera experiencia lésbica, mi primo Betto me convenció para que me dejara penetrar por detrás.

La experiencia en la piscina con mi primo y mi amiga Janna, que he contado en mi anterior relato, me había dejado muy satisfecha, pero también un poco confundida.

Esa noche llegué a casa más temprano que de costumbre. Betto todavía tenía encendida la luz del dormitorio que compartíamos ese verano. Estaba leyendo algo.

Me sonrió al verme entrar. Yo dejé mis cosas y me fui al baño a cambiarme de ropa.

Estuve más rato que de costumbre. Aunque no la necesitaba, porque ya había tomado una ducha con Betto y Janna pocas horas antes, me relajé bajo el chorro de agua cálida.

No me sequé el cabello más que con la toalla. Me vestí con un ligero camisón corto de verano, sin ropa interior y me dirigí al dormitorio.

Betto siguió con su mirada mí camino hasta mí cama. Sonriente y fijándose en mí cuerpo sin ningún disimulo. Le devolví la sonrisa, un poco tímidamente.

"¿Estás bien?" Me preguntó.

"Si, bien."

"¿Te apetece venir a mí cama?"

Acepté. En ese momento no pensaba en volver a experimentar ninguna novedad sexual. Mi experiencia lésbica me había desconcertado un poco, pero no me molestaba.

Me apetecía abrazarme a mi primo. Sin decir nada, dejé mí cama para ir a la suya. Betto apagó la luz. Me gustó recibir su abrazo. Nuestras piernas se entrelazaron y hundí mi cabeza en su pecho.

Reposé así unos instantes. Podía sentir como el pene de Betto se endurecía contra mi cuerpo. Nuestras hormonas retomaban el control.

Sus labios buscaron mi boca. Nos estuvimos besando durante mucho rato. Las manos de Betto me acariciaban los pechos y yo me sentía casi eléctricamente atraída hacia su pene.

Sus manos se introducían mágicamente en mí cuerpo. Sentía sus dedos rozando mis pezones. Mis manos buscaron su pene que latía contra mi cuerpo. Liberada de la ropa, la polla de Betto encontró enseguida la entrada de mi sexo.

Casi por instinto cerré mis piernas sin dejar de besar su cuerpo. Hubiese sido más fácil abrirlas e invitarle a penetrarme, pero mi subconsciente se resistía.

No me atrevía a dejar que mi primo me follara sin más. Mi instinto me guió a lamer su cuerpo, bajando por su tronco.

Su boca acarició mis pechos largamente. Sus largos dedos me penetraban con firmeza por delante y por detrás. Su mano formaba una tijera deliciosa que me hacía gemir de placer. Yo quería hacerle gozar a él.

Olvidándose del resto de mi cuerpo, Betto se dedicó en boca y lengua a hacerme gozar comiéndome el coño. Tragó mis jugos hasta casi dejarme seca. Sus dedos me penetraron la vagina y el culo, consiguiendo que soltara gemido tras gemido de placer.

Conseguí colocarme y me comí la polla de Betto que pronto acabó explotando en mi cara. Tragando hasta su última gota, me dormí abrazada a él. Fue un sueño ligero que no duró más de un par de horas.

Todavía era de noche cuando sentí como una lengua viciosa perturbaba mi sueño lamiéndome la cara. Con el mismo descontrol, un dedo se introdujo sin contemplaciones en mi ano y el pene largo y duro de mi primo penetró en mi vagina que, sin aviso previo, se encontraba totalmente falta de lubricación.

Sentí una mezcla de dolor y placer que me acabó de despertar de golpe y me hizo soltar un fuerte gemido. Mi primo pareció sorprenderse y se detuvo por un momento. Su dedo abandonó mi ano pero su cuerpo siguió pegado al mío, con su polla en mi interior. Yo que había tenido dudas sobre si sería correcto que mi primo me follara, me despertaba sin opciones de decidir al respecto.

Recuperada un poco de la sorpresa, empecé a sentir la excitación que me provocaba la penetración. La poca luz que entraba a través de la ventana abierta me permitió fijar mis ojos en los de Betto que, traviesos, me invitaron a seguir gozando.

Yo únicamente había tenido sexo con un chico. Había sido durante el invierno anterior. No muchas veces, pero las suficientes como para disfrutarlo. El pene de mi primo que sentía dentro de mí ahora era menos grueso que el de mi primer hombre, aunque lo notaba más adentro, como si fuera más largo. Me gustaba lo que sentía y quería ir a más, pero yo no tomaba anticonceptivos ni tenía condones. Le pregunté a Betto si él tenía uno.

"No ¿No tomas la píldora?"

"No."

Quedó pensativo unos instantes. Casi enseguida vi la blancura de sus dientes iluminándole una sonrisa.

Sin decir palabra, su boca bajó a lamer mis pechos y en unos instantes sentí como su lengua volvía a introducirse en mi vagina igual que pocas horas antes. Me encantaba la sensación que me producía.

La lengua de Betto lamía mi clítoris mientras me introducía lascivamente un dedo en el culo. Pronto empecé a estar a punto de correrme. Me estremecí en un primer espasmo de placer y, de repente, cesaron los estímulos de mi primo.

Gemí frustrada, reclamando el orgasmo que ya sentía tan cerca. Betto siguió besando mis muslos y mis caderas, girándome lentamente.

Sentí como su lengua se introducía por la raja de mi culo, recreándose en mi ano. Volví a gemir, sin quejarme, gozando de las caricias que mi primo dedicaba al mismo tiempo a mi vientre y mi pubis.

Su cuerpo fue situándose sobre el mío. Su boca recorrió mi espalda y sus hábiles manos me mantenían muy cerca del orgasmo.

Una vez más sentí presión sobre mi agujero anal. El aparato que se empezó a introducir en mi ano era más grueso que los dedos de mi primo que lo habían penetrado poco antes.

Me giré y pude ver como lo que empezaba a entrar dentro de mi culo era el pene de Betto. Por reflejo, asustada, apreté intentando cerrar la entrada a ese elemento intruso.

Betto seguía empujando y su polla, mojada por mis jugos vaginales y por su propia lubricación, ganaba terreno dentro de mi ano. Decidí relajarme, todavía un poco asustada por esa primera intrusión de un miembro masculino dentro de mi culo pero gozando de la nueva sensación.

El pene de mi primo aceleró su follada y yo sentía como ese émbolo largo y fino se introducía en mi interior en una mezcla de sensaciones donde el placer superaba al dolor.

Siguió bombeando cada vez más rápido. Yo intenté masturbarme a su ritmo, pero Betto apartó mi mano de entre mis piernas, casi de un golpe. Se le salió la polla de mi culo.

La lengua de mi primo recorrió mi cuello y mis hombros mientras su pene buscaba entre mis piernas y sus manos me acariciaban los muslos.

Pronto su polla encontró de nuevo el agujero de mi culo que había coronado por vez primera unos instantes antes. Me volvió a penetrar, cada vez con más fuerza y mayor velocidad. Los dedos de Betto jugueteando con mi clítoris me llevaron, sin pausas, al orgasmo.

Mis estremecimientos de placer provocaron los espasmos de gusto de Betto dentro de mi culo. Sentí como casi gritaba en su orgasmo en lo más profundo de mi interior.

Acabamos los dos jadeando de satisfacción. Su polla se retiró de mi culo y noté como su leche caía entre mis muslos.

Había sido otra experiencia inesperada pero muy gratificante.