Entregando volantes.

Marie trabaja entregando volantes para un restaurant, pero el calor hace que se quite su ropa y así queda con dos hombres enredada como su zorrita.

El sudor se me pegaba en la piel, mi ropa llena de él me incomodaba pero desde que empecé a trabajar dando volantes todos los días eran así.

Mi jefe me había pedido vestir provocativa, me había contratado apenas entré por la puerta, sin poder sacar su vista de mis pechos grandes.

Hoy el no se encontraba, sino ya me hubiera dado agua, estaba atendiendo su local su hija quien me tenía un poco de rabia.

Amarro mi cabello negro y largo en una cola altq, intentando quitar el calor.

—Te veo luchando, bebé —dice un hombre al que me le acerco para darle un volante—, ¿tienes calor?

Me echo aire con los papeles. —Uff, ni se imagina, me estoy muriendo.

El se ríe, sus canas moviendose en su cabeza.

—Pero puedes quitarte algo más de ropa.

Miro hacia mi cuerpo, viendo la camisa blanca pegada y los shorts pegados. —¿Más?

—Mis nietas se quitan su brasier y su short cuando hay clima así.

Miro a la calle. —¿Y la policía?

—Si sigues cubierta no te dicen nada, es como si estuvieras en la playa.

No pierdo tiempo, bajo la atenta mirada del señor me quito mi brasier metiendo mis manos en la camisa y bajo mi short. Dejo ambas prendas dobladas en una esquinita.

—Ay señor, creo que tiene muchísima razón —le digo.

Se ríe, parece que está feliz mientras mira mi pecho. —De nada mi niña, ¿qué tal si te traigo agua

Asiento. —Siiii, lo necesito.

El se va y me quedo un rato entregando volantes, los hombres chocando contra mi a propósito para luego pedirme un volante y mi número.

Luego de un rato el señor vuelve con un frasco grande lleno de agua y un vaso. El se acerca a mi y me sirve, agarto y lo tomo, me vuelve a servir y agarro y me echo un poquito de agua en la cara.

El tercer vaso tratando de echarlo en mi cara lentamente y con cuidado lo vuelco y cae todo en mi blusa, mojándome toda y haciendo transparente la tela.

—Tus tetas son hermosas, mi niña—dice el hombre.

Mis pezones respondes al alago, poniendose duros y oscuros, notandose claramente sobre la blusa.

—Tienes el cuerpo de una puta y la cara más inocente.

Sus palabras logran prenderme y pronto la camisa no es lo único mojado.

Un hombre que va pasando se para y me observa, silbando y acercandose a mi.

—Que sexy... ¿Cuánto la noche?

Abro la boca sorprendida y el pone su dedo sorprendiendome, cierro los labios sobre el y lo chupo, dejandome llevar por el momento. El señor mas viejo observa todo sin irse.

—Yo no... Yo no cobro...

El hombre sonríe y entra al local.

Me acerco al viejo, quien pone su mano en mi pecho con cuidado. —Que rica eres.

Gimo un poco y asiento, dejándome tocar medio desnuda frente a muchos.

Me aprieta duro los pezones y cierro los ojos. —¿Eres una putita que le gusta que al toquen en público?

—Siii...

Un carraspeo nos separa, la hija de mi jefe me observa con asco, el hombre a su lado sonriendo.

—Marie, me iré a casa, te dejo las llaves para que cierres el local.

No me da tiempo de preguntar el por qué cuando se va.

El hombre fija su mirada en mi, de nuevo. —Entra.

Hago lo que me dice y el junto con el viejo pasan y cierran la puerta.

—Quitate la ropa que te queda—me ordena y lo hago.

Su mano agarra mi cabello con fuerza y me besa mordiendome el labio por un momento, sus manos tocandome por todas partes. Siento un cuerpo detrás de mi y siento los labios del viejo chupar la piel de mi espalda.

El hombre agarra su mano y la pone en mi vagina, tocando mi clitoris y haciendome gritar cuando empieza a girar su dedo pulgar con lentitud sobre el.

Se aleja y baja el cierre de su pantalón mostrando un pene grande y venoso frente a mi, me suelto de ambos y me agacho sumisa mirando hacia arriba, el viejo suelta su pene también, no tan grande pero igual de poderoso.

Abro la boca y dejo que se empiecen a turnar, el hombre me cachetea con su pene una y otra vez.

—Las putitas se las cogen así, me encantas zorrita.

Paran y me levanta el viejo, recostandome sobre una mesa me abro de piernas y me muestro completamente.

El viejo se me acerca.

—Que rico está tu coño bebé, mira como me meto dentro —dice y con esfuerzo trato de ver.

El entra lento pero su grueso glande me hace gemir alto de una vez.

—Más, más, más —grito y el acelera.

Veo al hombre a mi lado, y empieza a cachetear mis pechos y pellizcar mis pezones lo que me lleva al tope y justo cuando estoy a punto de llegar el viejo para y gimoteo.

Sale de mi y como una muñeca me muevo al hombre, me mira con pasión y ganas.

—Dime putita, ¿quién es tu papi? ¿Quién es el papi que te meterá su pene hasta que llores por correrte?

—Tu, tu eres mi papi —lloriqueo—. Fóllame, por favor...

El me mueve rápido levantandome, me lleva hasta la barra y ahí me apoya y me recuesto. Veo como el viejo se masturba observándonos.

El hombre entra con fuerza y grito y empieza a moverse tan rapido y fuerte que me tengo que agarrar del mesón para quedarme quieta, mis pechos moviendose como locos en cada entrada.

—Papiii —gimo desquiciada.

Siento un liquido caer en mi cara y volteo para observar al viejo a mi lado, su pene en mano lo acerca hasta mi cara y se termina de correr dejandome un desastre. Se aleja y se sienta cansado.

Gimo alto cuando golpea un punto dentro de mi que me lleva como loca y el me nalguea con fuerza varias veces.

—Vamos putita, vamos —dice poniendo su mano en mi cuello, sujetandome con fuerza.

Sus gemidos graves terminan todo y empiezo a moverme mas rapido contra el.

—Papi ya voy a...

—Correte zorra, correte ahora.

Y como si fuera su verdadera esclava mi cuerpo tiembla en un orgasmo y grito mientras sigue moviendose contra mi.

Caigo flácida y el sale de mi y me baja, me arrodillo frente a el y pone su pene en mi boca. Lo succiono agarrando sus piernas para sostenerme mejor, su mano me tiene agarrada del cabello.

—Uy putita, lo haces tan bien —dice y se corre.

Siento el líquido caliente entrar en mi boca y lo trago.

Sale de mi y me siento en el piso abierta y llena de semen y líquido vaginal.

El hombre se sienta y saca un cigarro. Voy hacia el gateando y apoyo mi cabeza en sus piernas, el acaricia mi cabello con cuidado.

—Buena zorrita... —susurra dando una calada a su cigarro.

Cierro los ojos cansada, queriendo dormir.

Mi cuerpo tiene un escalofrío y me pego más al hombre.

—Ayudame a cerrar este lugar y vamos a donde quieras —le digo.

El se ríe. —Tendremos que limpiarlo un poco.