Entregando mi novia a un pervertido (2)
Continuación de cómo el viejo verde de mi vecino continúa haciendo lo que le viene en gana con el dulce cuerpo de mi novia Laura
Prácticamente no pestañeaba. Luis, cual cerdo que era, estaba enterrando su inmunda polla en la vagina de mi chica sin importarle cuán ella sufriera. Con una herramienta casi monstruosa, se veía como el coño de Laura no daba más de sí. Una y otra vez Luis la sacaba casi entera para volverla a meter hasta el fondo errancando claros quejidos de ella. La pobre no podía abrir los ojos, estaba dormida en contra de su voluntad, pero era bien seguro que estaba sufriendo. Mientras Luis no para de gritarle: "te estoy partiendo tu coño Laurita", ella empezaba a dejar escapar algunas lágrimas en sueños (más bien pesadillas). Su cuerpo estaba siendo usado sin compasión por el depravado de su vecino, quien lejos de mostrarse cuidadoso, parecía afanerse en causar el mayor daño posible en la suave piel de su obligada pareja de cópula. No se conformaba con abusar de su vagina aún seca, sino que mordía sus pezonas y estiraba de ellos con desesperación. Fueron 20 minutos de coito en los que el viejo de 66 años abusó a conciencia de Laura hasta bañarla por dentro. Porque eso hizo. Ante mi mirada impasble, en parte de culpa y otro tanto de morbo, Luis empezó a bramar mientras se la dejaba bien dentro para llenar el utero de mi novia a su antojo en lo que parecía una corrida intermiable. Calmado, y ante la cara apretada de Laura por el daño en sus carnes, unos minutos después retiró su pene dejando a la vista el coño de mi chica. Decir que estaba irritado sería ser benevolente. Esta rojísimo y abierto como nunca lo había visto. Para completar la estampa, empezó a salir de él una enorme cantidad de leche con algo de sangre. Posiblemente había tenido un desgarro.
Me costó salir de mi propio ensimismamiento. Estaba petríficado viendo lo que le había hecho, pero no podía evitar empalmarme igualmente al comprobar que por fin un hombre, y no uno cualquiera, sino uno que detestaba, había usado su indefenso cuerpo hasta el límite de hacerla llorar dormida... En ese pensamiento me encontraba cuando vi que Luis estaba al lado mía haciéndole fotos a Laura. "Quiero un recuerdo de la fantástica follada que le he metido a esta puta", dijo. Yo le pedí que las borrase y se fuese. Quería ocuparme de Laura limpiándola y cuidándola para que se repusiese rápido de lo ocurrido. Él se rió a carcajada limpia con el mismo tono de sádico que había mostrado anteriormente. "De aquí no se va nadie hasta que le parta el culo a esta ricura. Las mujeres no suelen dejar que les meta mis 20 centímetros por el ano. Por mala suerte para Laura, no creo que vaya a negarse". Me quedé boqui abierto un segundo hasta que le dije que eso era imposible, que le haría mucho daño. Él nise inmutó. Me dijo que siempre podía echarlo de casa, pero que se encargaría de que todos viesen las fotos en la que se ve a Laura desnuda y rebosando semen. Me enfurecí. Quería echarlo y acabar con todo, pero no podía arriesgarme a que esto se supiese. Callé unos segundos y dije: "Está bien, pero por favor, ten cuidado". Él me miró satisfecho y dijo: "La voy a reventar".
Yo, como desde que él llegó, me encontraba como una estatua, era un simple espectador de cómo ese pervertido estaba destrozando literalmene el cuerpo de mi querida Laura. Sin tiempo para pensar mucho más, vi como volcía a acercarse a ella y le preguntaba si le había echado de menos –estaba totalmente loco–. Se puso a su lado, se sentó en la cama y le acarició la cara antes de lamerle las lagrimitas que aún le quedaban. Al terminar le dijo: "Te las limpio porque seguro que un ratito saldrán muchas más". Sin mayor espera, le dio la vuelta en la cama dejándola boca abajo. Seguidamente pasó sus rudas manos por la espalda y sus piernas hasta que las dos se contraron justo en el culo de mi novia. Ella parecía relejada. No sabía lo que se le venía encima. Tras un par de caricias en su culo –no fueron más– empezó a azotarla. A mano abiertas y mientras le anunciaba que iba a abrir su culo hasta el límite, le golpeba auna y otras vez sus blancas nalgas, las cuales poco a poco fueron poniéndose primero rosadas y a última hora roja; y es que estuvo unos 10 minutos de reloj azotándola sin parar mientras ella soltaba gemiditos de queja.
Cuando se cansó de maltratar el culito de Laura, se montó sobre ella quedando su cara justo a la altura de su culo. Sin más dilación, separó ambas nalgas y se agachó para pler su agujerito. "Delicioso", recalcó justo un momento antes de lanzarse a comérselo. Con el culo lo más abierto posible, fue pasando su lengua por toda su superficie como si quisiese robar todo su sabor. Tampoco estuvo mucho tiempo. Fueron quizás 5 minutos en los que la preparó levemente para sodomizarla. Yo estaba aterrado. Las veces que lo hemos intentado le ha dolido mucho, aún con dilatación, y apenas me ha dejado meterle la mitad. Ahora este desalmado iba directamente a destrozárselo. Así en eocntraba cuando de pronto me dijo: "Ven, ayúdame". Yo no entendía que quería, pero rápidamente me explicó que iba a ponerle varios cojines bajo el vientre para dejar su culo en pompa, pero que igualemte queria que yo con mis manos separase todo lo que pudiera sus nalgas para poder penetrarla. Así lo hice. En un momento estaba prácticamente sentado sobre la espalda de Laura con una mano en cada cachete de su precioso culito para ayudar a que ese guarro la violase.
No tardó en empezar la tortura. Tras felicitarme por lo que lo hacía, dirigió su portentoso glande al oscuro agujerito de mi chica. El cabrón la tenía incluso más gorda que antes debido a la excitación, y no hacía más que decir que tras tanto desearlo iba a romperle el culo. Ante mi atenta mirada, fue dando empujones sin suerte. Laura estaba muy cerrada y su ano rechazaba al invasor. Por un momento pensé que estaba salvada, que ese cerdo debería conformarse con haberle follado el coño. Qué equovocado estaba. Como si le fuese la vida en ello, se mantuvo firme hasta que a base de insistir el glande rompió el anillo de Laurita. Lo noté por el sonido que hizo, por la cara da satisfacción del animal y porque mi chica dio un gritito en sueños. Rota la barrera, Luis fue dando pequeñas estocadas hasta que la mitad de su pene estaba en el culo de mi chica, que por entonces ya tenía cierto grado de deformidad. Así se mantuvo un par de minutos, según él mismo decía disfritando de como le apretaba el intestino de Laura. De pronto, sin aviso, vi que retocedía un poco y decía: "Allá voy, vas a sentirla toda destrozándote". Tal cual. De un embite brutal la clavó hasta los huevos mientras Laura empezaba a retorcerse con los ojos aún cerrados.
El pervertido de mi vecino la había literalmente empalado por el culo sin miramiento alguno. Yo me giré para ver la cara de Laura y sí, tal y como el muy cerdo había anunciado, nuevas lágrimas afloraban sobre su dulce rostro. Sin esperas, sin darle tiempo a acostumbrarse a tener algo de tal tamaño en su esfinter, Luis empezó con un bombeo atroz. Dentro, fuera, dentro, fuera, dentro, fuera... Su pestilenta polla estaba haciendo estragos en el ano de mi novia, que sin poder evitarlo estaba siendo partida en dos por esa bestia. Y no se conformaba con ello. A la vez que iba follándola no paraba de decir lo apretada que estaba, lo guarra que era por dejarse dar por el culo y que iba a estar meses sin poder sentarse. Además, se había corrido hace poco, por lo que su resistencia era mayor. Por 30 minutos estuvo perforándola sin que ella, indefensa, pudiese evitarlo, mientras que yo, quien se la había entregado, seguía ayudando (ya sin sentido) agarrándole las nalgas. Para terminar me dijo que me quitase y se quedó el solo agarrándole las tetas como una bestia mientras le decía que iba a llenarle el culo con su leche, que ya iba a ser plenamente suya. Y así ocurrió. Mientras chorreaba sudor sobre la inocente espalda de Laura, empezó a darle brutales embestidas hasta volver a vaciar su mugriento semen dentro de ella, quien para entonces tenía la cara desencajada. Él se retiró radiante y satisfecho. Había hecho con ella lo que le había dado la real gana con mi complicidad.
Yo estaba asustado. Si no hacía anda se daría cuenta. Él me comentó que fuese a la farmacia y comprase pomada y gasas, que aunque le fuese a escocer unos días, podría pensar así que era una infección de orina u otra cosa. Yo lo veía todo negro. Su culo estaba tan abierto que casi podría meter mi mano sin problemas. La imagen era dantesta. Parecía que la habían partido en dos. En todo caso, y sin más opciones, hice lo que me die y bajé raudo a una farmacia de guardia. Compré todo lo necesario y regresé. Entré en casa y fue corriendo a la habitación, pero no estaban ninguno de ellos. Entonces escuché ruido en el baño. Rápidamente fui y entré. Lo que vi fue tremendo. Laura estaba depositada boca arriba en la bañera con la boca entre abierta mientras que Luis la meaba por encima dando un espacial tratamiento a su carita y sus labios. Me vio, sonrió más sádico que antes incluso, y me dijo: "Había que limpiarla". Cuando terminó de humillar a mi inocente novia, se vistió y me dijo que se iba; sin más.
Durante dos horas estuve dando pomada y tratando con hielo los oroficios de Laura para que estos pareciesen normales. Tras mucho insistir logré un trabajo aceptable y al menos no daban la sensación de haber sido abusados hacía unas horas. Seguidamente la duche, pero justo a mitad de limpieza no pude aguantar más y me hice una soberana paja regando su carita. Volví a limpiarla, le puse el pijama que tenía antes de todo y me acosté a su lado.
Ese sábado me desperté a las 9 nervioso. Apenas había dormido unas horas y esperaba a que Laura hiciese lo propio. Gracias a la pastilla tuvo un sueño profundo que solo tocó a su fin a la una de la tarde. En cuanto la sentí corrí a su lado. Me dijo que se encontraba mal, que tenía fatiga y corrió al baño. De pronto la escuhé en el water. No vomitaba, estaba haciendo caca. Me llamó y me dijo que llamase al médico porque debía haber cogido un virus porque tenía la barriga suelta (no me extraña). La convencí para que esperase al domingo. Increíblemente al día siguiente, aún con diarréa, se encontraba mucho mejor; tanto que el lunes fue a trabajar. El mejor momento llegó el lunes, cuando nos encontramos a Luis en el portal. Ella lo saludó como siempre y al llegar al piso me reiteró que le daba mucho asco. La pobre no sabía que hacía unos días lo había tenido dentro de ella. Fin.