Entregado a un hetero aburrido

Una tarde ordinaria y un calentón extraordinario hacen que un chaval quede con un hetero al que sobre todo le gusta tener el control. Por primera vez es consciente de que le gusta ser sumiso de un machote. A partir de este momento, poco a poco, se le abren las puertas a un nuevo mundo

Llevaba horas caliente buscando algún plan para pasar la tarde y no había manera. Mucho calientapollas que mandaba foto y mantenía conversaciones morbosas pero a la hora de la verdad no querían quedar.

Por fin hablé con un tío que insistía mucho en la discreción y estaba cerca de mi casa. Treinta y ocho años,  un metro setenta y ocho y setenta kilos. No me concretó mucho pero me aclaró que le gustaba dominar y el morbo pero que no follaba.

A mis treinta ya me había dado cuenta de que me gustaba cuando un tío llevaba la voz cantante, cuando me follaba la boca sujetando la nuca o cosas así, pero nunca había pasado de algún momento puntual con alguno de mis amantes más cañeros.

Ahora estaba un poco atemorizado por lo que pudiera esperar aquel tío que se encaminaba a mi casa. Más aún cuando no habíamos ni siquiera visto. La idea era encontrarse en mi casa y después veríamos.

Poco después llamó a la puerta. Venía con un chándal gris, zapas viejas, una sudadera negra y una mochila que parecía más de montaña que de gimnasio.

Le hice pasar y dejó sus cosas sobre la mesa del salón, después de descalzó quitándose cada zapatilla con el otro pie y tiró de su pantalón para abajo dejando ver unos bóxer negros bastante abultados.

No habíamos cambiado palabra y el tío ya había decidido que se quedaba. A mí me pareció bien y me puse de rodillas mirándolo sumiso.

Llevaba la cabeza rapada y tenía unos rasgos muy angulosos que le daban aspecto de malote. Además su expresión de macho salido y sus brazos fuertes, vistos desde allí abajo me pusieron a mil al instante.

Me restregué su paquete por la cara notando como crecía. El bulto irradiaba calor y algo de olor a pelotas de macho cabrío. Esnifé intentando percibir el aroma de aquel tiarrón pero sentí como me cogía del pelo con una mano y con la otra se bajaba el bóxer. Se cogió el nabo y me azotó con él la cara. Yo estaba ya en el cielo anestesiado por el olor del rabo, notando el cosquilleo de sus pelos negros largos y húmedos.

  • Abre la boca y come a fondo- Fueron las primeras palabras que oí de su boca.

Su rabo entraba en mi boca todavía seco. Intenté mamarlo para lubricarlo pero el cabrón me dijo que abriera para seguir encajando aquel palo que me llenó por completo.

  • Eso es, ahí. Traga. Eso. Me vas a sacar la leche con la garganta puta-  Entre los insultos y aquella manera de taladrarme la boca me entró un poco de miedo pero por otro lado estaba hipercachondo con la situación.

Pensé que iba a vomitar cuando me la sacó de golpe y me cogí aire con un ruido gutural.

-Así puta, te vas a cansar de rabo- Y me la volvió a meter hasta el fondo. Me quedé inmóvil moviendo mi lengua y buscando cómo seguir poniendo cachondo a aquel machote.

Se quitó la sudadera y la camiseta dejando ver un pecho velludo y definido coronado por unos pezones salientes. Sus brazos fuertes escondían ver unas axilas llenas de vello negro y largo que hicieron que mi culo palpitara.

  • Desnúdate, quítate todo, quiero ver ese culo de zorra- Me apresuré a quedarme en pelota, tirado en el suelo mientras él se tocaba la polla llevando puesto solos unos calcetines blancos.

Yo comencé a jadear y pelándomela me incorporé para ponerme de nuevo de rodillas a lamer sus pelotas enormes, velludas y algo brillantes. Estaba en el quinto cielo lamiendo mientras escuchaba sus jadeos y me apretaba por la nuca para que fuera recorriendo sus ingles y vuelta a sus pelotas que especialmente por detrás atufaban a macho.

Mientras metía la lengua en su vello púbico le acariciaba las piernas, le cogía los pies y me apretaba contra él para hacerle ver lo cachondo que me sentía.

No me dejó seguir disfrutando porque poco a poco se fue sentando sobre mí hasta apoyar del todo mi espalda en el suelo. Tenía sus pelotas en mi boca y veía como suspiraba mirando al infinito.

Con su manaza me apretaba la cara dándome alguna torta que al principio no me gustó pero acabé aceptando.

  • Ahí. Buena zorra. ¿Ya me limpiaste bien las pelotas?. Ahora el culo.- Avanzó sobre mí y de pronto se hizo la noche. No veía nada y solo podría percibir mucho vello con mi lengua y un importante olor a intimidad de macho. Lamí como un poseso sus nalgas velludas, su perineo y finalmente encontré su hoyito carnoso y húmedo. Lo besé como un poseso y el cabrón bufaba mientras me llamaba de todo y me palmeaba el pecho.

Comenzó a moverse adelante y atrás, haciéndome llegar hasta lo más alto de su raja sudada y a través de sus cojozanos de nuevo, otra vez hasta la polla.

Me excitaba mucho ver cómo se lo estaba pasando el cabrón. Los dos estábamos jadeando como perros cuando sonó el teléfono con la música que asocié a mi jefa.

Con la lengua muy cansada y algo pastosa respondí de pie intentando respirar y hablar con normalidad. Miré a la pared para concentrarme cuando sentí su nabo duro y húmedo entre mis nalgas y después sus brazos que me aplastaban contra su pecho. Me restregó la polla mientras yo intentaba terminar la conversación lo antes posible.

Me comenzó a pellizcar los pezones y yo no podía más. Meneaba mi culo para sentir el contacto de su pecho que comenzaba a pegarse a mi espalda.

Colgué por fin y me dio la vuelta dejando nuestros labios a pocos centímetros.

  • Estás caliente, ¿verdad zorra? ¿Era lo que querías, un macho al que dar placer, no? Pues ahora voy a hacer algo que me apetece mucho desde hace tiempo. Te voy a mear, cerda.- Sentía su aliento en mi labios y cerrando los ojos comencé a jadear realmente como una puta extasiada.

Me tenía aplastado contra él sintiendo un leve contacto con sus labios cuando sacó la punta de la lengua. La besé con delicadeza y saqué la mía. Entonces el cabrón se separó un poco y me escupió en la comisura de la boca. Yo me quedé de piedra porque nunca me lo habían hecho, ni estaba en mis planes pero una vez más me dejé. Con su manaza me esparció la saliva por la cara y me azotó el culo mientras yo me apretaba contra él,  a cada manotazo lanzándome a lamer su cuello.

  • Que no me toques. Hostia- Con una mano me sujetó las mías en la espalda y con la otra la cabeza para acercármela a su boca pero sin tocarle. Yo seguía con los ojos cerrados dejándome hacer y flipando conmigo mismo por aquella situación.

  • Déjame comerte los sobacos- Le dije sin pensarlo más y abriendo los ojos para ver su expresión.

Me miró con una sonrisa de cabrón ganador y levantando el brazo me hundió la cara pasándomela por la toda aquella maraña de vello que ahora comenzaba a oler a verdadero macho, consciente de que tiene a una buena puta bajo su poder. Lamí, olí y me restregué lo que pude pero el cabrón no tenía paciencia.

Bruscamente me dio la vuelta y me hizo agacharme sin doblar las rodillas dejando mi culo expuesto. No estaba dispuesto a follar pero me encantaba notar sus manos masajeando mis glúteos y acercándose a mi ojete que palpitaba con vida propia.

Me comenzó a azotar el culo más fuerte y ya no me gustaba pero no sé por qué no podía dejar de jadear cada vez más alto. Ahora pensaría que me gustaba aquello y seguiría. Y el cabrón siguió  mientras me llamaba de todo y me hacía ver lo excitado que estaba.

Cogió de mi polla un hilo largo de precum transparente y con él me lubricó el culo introduciendo un dedo. Yo me tenía lo peor así que mucha fuerza de voluntad me levanté dando un paso adelante para escaparme de aquella situación.

Me sonrió con picardía y llevó al baño haciéndome arrodillar en la bañera. Yo comencé a tener claro lo que venía ahora y aunque no me ponía especialmente, quería darles todos los caprichos a aquel machote que me había tratado como ninguno, haciéndome sentir, creo que por primera, vez un sumiso entregado a los deseos de un macho cabrón.

Él mirada a la pared concentrado para poder mear y yo no sabía que cara poner esperando a que me regara. Me acerqué a comerle la polla pero de un manotazo me alejó dejándome otra vez a la espera.

  • Pues ahora no tengo ganas de mear- dijo tras unos segundos.

  • No pasa nada, qué más da.- Aunque la verdad es que me iba a dejar y reí de forma nerviosa dejándole constancia de que quería cumplir sus deseos.

  • Come pelotas- Y tiró de mi cabeza para enterrarla en sus bolas que ya no colgaban, síntoma de que estaban a punto de explotar. Intenté volver a mamarla pero con una torta me lo impidió llevándome de nuevo a su pelambrera. Me costaba verle la cara pero sus gruñidos me decían que estaba a punto, cuando me separé un poco y me miró fijamente para, acto seguido, correrse en mi cara como un toro. Me llenó un ojo de leche así que los cerré y sentí cada descarga sobre mi rostro. Después unos porrazos húmedos me golpeaban. Cuando recuperó la respiración me quitó su leche del ojo y pude volver a verle relajado y con el rabo todavía brillante.

Tiró de mí hacia arriba y abrió el agua dándome la ducha. Le mojé y después lo enjaboné con especial atención a su culazo y axilas. Cuando estaba lleno de espuma me aplastó con un abrazo y nos restregamos los cuerpos aprovechando el jabón. Después me dio la vuelta e hizo lo mismo con mi espalda y culo. Su rabo ya estaba morcillón pero a mí me encantaba estar atrapado por sus brazos fuertes sintiendo toda su piel contra la mía.

Me quedé sentado contemplando como se secaba parsimonioso. Se puso las zapatillas sin calcetines, los pantalones sin el bóxer y la sudadera sin la camiseta. Pensé que quizá me los iba a dejar o me los iba a hacer poner pero al final los guardó en su mochila.

Cuando se fue me quedé en pelota, salido perdido y medio noqueado por lo que acababa de vivir. Un desconocido me había puesto a comerle la polla, me había dado tortas y azotado el culo, me había escupido y a punto estuvo de mearme el cuerpo. Y lo peor con diferencia es que… que… me había gustado.