Entrega pública 2

Recompensa y mi vida aún mas visible.

Pasé una tarde gloriosa en las sesiones de foto con la modelo Paula Etxeberria. Maria Gracia, nuestra fotógrafa, había planificado una sesión en que se mostraba al hombre como mascota. Y la contratación de Paula como modelo consistía en posar como dueña mía mientras yo lucia el atuendo divertido de un perro sobre mi desnudez. Las fotos se hicieron en los jardines exteriores de la empresa y prometían ser portada para su revista a la siguiente semana.

Fueron momentos de los cuales fui paseado a gatas, y obligado a orinar en los arboles mientras Paula sostenía la cadena de mi collar de perro. Con el atuendo ridículo de manoplas negras de cuero en mis manos, medias de lana hasta mitad de mis muslos y una cola de goma insertada a mi ano, pasábamos diferentes poses mientras éramos fotografiados por Maria.

Pero esto acabó a las seis de la tarde cuando vino Manda en mi busca. Entonces la emoción aumentó por que sabía que me iba a llevar con mi dueña. Y sin desprenderme del atuendo fui guiado como un perrito por la secretaria hasta el interior.

En el ascensor yo seguía en mis manos y rodillas mirando dos pares de zapatos de tacón alto casi similares. Los de Manda y los de otra señora más madura.

  • A que no sabes con quien esta reunida la jefa?. Dijo la mujer.

  • Lo se, de donde crees que vengo?. Respondió Manda riendo.

  • Oye, y de verdad se va hacer un reportaje de esto?.

La conversación no me cogió por sorpresa. Ayer la presentadora de un canal nos sorprendió en el ascensor y mi dueña le concedió una audiencia para el siguiente  día. Sabía que iba venir muy por la tarde.

Cuando llegamos a la planta de la dirección no hacía más que mirar pares y pares de calzados, tobillos y rodillas de todas mujeres  de la administración. Me preguntaba si Samanta Villar ya estaba cerca. Al final, con la misma cadena de mi collar que anteriormente tenía la modelo en las sesiones, Manda me llevó al despacho que tanto amaba. Y si, allí estaba Laura en los sillones de visitas y Samanta con las carcajadas de sorpresa.

  • Y ahora es un perro?. Dijo entre risas la presentadora de televisión.

Manda cedió el mango de mi correa a mi dueña y nos dejó.

Yo no era capaz de alzar la vista por encima de sus rodillas, y me acomodé como me habían enseñado cuando era un perro.

Agazapado con mi barbilla sobre mis manoplas escuchaba como debatían mi situación en una entrevista sin cámaras. Mi erección firme, aunque lejos de la vista de mi ama, era mi obligación. El culo en alza sin despegar las rodillas del suelo para que la cola sea más visible ante el incremento de curiosidad de la invitada.

Mi cola fue un tema de conversación. A ese debate mi ama tomó mi cola para sacarlo a medias y volverlo a introducir. Sin moverme y sin queja aceptaba sus comprobaciones para mayor asombro de Samanta.

Toda mi historia fue contada, y cuando más incómodo estaba de la posición de espera, Laura me ordenó a agradecerle a la presentadora la confirmación de un futuro documental televisivo de nuestra relación. Así que gateé hasta Samanta y besé las dos punteras de sus bonitos zapatos. Luego volví a mi posición justo a los pies de mi ama, y está volvió a coger el mango de mi correa. Entonces el debate continuaba a favor de mi dueña.

Samanta no daba crédito a que yo aceptara ser lo era, y fue cuando mi ama me ordenó a mostrarme. Me subí sin dejar las rodillas del suelo, y con las manoplas en mi nuca mostré mi enorme erección con babas seminales cayendo a gotas. Mi ama me preguntaba las preguntas de Samanta. Que si era feliz, que si amaba esta vida, y era evidente. En mi pene se reflejaba toda mi perversión.

Realmente no estaba incómodo con la presencia de esta mujer ajena a la revista. Mi excitación iba en aumento y me mostraba orgulloso siendo pertenencia de mi señora Laura. Fui capaz de jadear con mi lengua fuera y ladrar al momento a cada mando. Cuando volví con mis manoplas al suelo movía mi cola de goma para divertirlas más. Agradecido complementaba las risas esa tarde para endulzar más la velada. Tan feliz era que secaba de mis ojos lágrimas de alegría. Samanta nunca me tocó, pero disfruté de las caricias casuales de mi ama ante la mirada atenta de la presentadora y reportera.

Así  fue como firmó  un contrato para la semana siguiente. Pronto se iba proyectar un documental sobre las ideas comprometidas de la revista. La privacidad de la directora y ama iba ser aún más públicas. Y yo, su propiedad, pronto el mundo iba ser testigo de mi historia.

Mi comportamiento en la sala pronto iba ser recompensados, y fue entonces cuando Samanta terminó con la entrevista privada cuando excitado lamí sus zapatos  para despedirme a mi manera cuando ya estaba en la puerta con Manda. Le pareció divertida mi anticipación y aumenté más su gracia cuando ya se disponía salir de la compañía de la secretaria de mi ama.

Mi ama me llevó a su despacho y me quitó nada más llegar a su escritorio, la cadena de mi collar.

  • Buen chico!.

Se sentó en su cómoda silla y sorprendido vi como se quitó sus zapatos de negocio para al final colocarlos al suelo cerca de mi.

  • Hoy te lo has ganado. Mientras yo termino con unos informes quiero que juegues con ellos sin moverlos de su sitio. Puedes olerlos y lamerlos allí mismo.

No lo dudé. Tan pronto los colocó de pie y juntos, me lancé a olerlos metiendo mi hocico en sus aperturas. La llegado de Manda a su escritorio no fue motivo de distracción. Aspiré todo su aroma y los lamí desde los talones hasta las punteras. Así pase el resto del día laboral hasta que el reloj marcó la hora del cierre.

Como siempre mi ama era la última, y la secretaria al despedirse preguntó por mi. Pero Laura me sorprendió respondiendo...

  • Hoy no va dormir en los almacenes. Me lo voy a llevar a casa.

Esto hizo que por un momento dejará de lamer los zapatos, y desconcertado quise mirarla pero solo alcé la vista hasta sus pies en medias brillantes. Me preguntaba por sus razones.  Voy a salir del local después de meses aquí?.

Laura recogió los zapatos del suelo y se calzó para luego terminar poniéndome la cadena a mi collar.

  • Bueno, ya es hora de irnos. Sigue como perro. Te llevaré así mismo de aquí. No estas contento?.

Ladré contento y confundido. Casi pierdo la erección pero volví a concentrarme en ello. De hecho cada vez que me despistaba de ello, las babas seminales caían más descarado en los suelos. Pero tan pronto gateaba   a su derecha mi erección volvía a su nivel más alto. Casi siempre al borde de la eyaculación, pero sabía controlarme.

En fin, sabía que salir a la calle supondría ir en su maletero. Y esto se cumplió nada mas llegar a su garaje. Era la única forma de esconderme de la exhibición en los espacios públicos y así librarse de alguna denuncia. Así que una vez escondido y aún  con mi atuendo, arrancó su todo terreno.

Estaba sucio y sudando en su coche. A veces asomaba mi cabeza por el cristal ahumado trasero y veía desconsolado otro mundo distinto. Habían hombres vestidos y libres caminando por las calles, las mujeres eran distintas a las que conocía, las calles concurridas mostraban otra realidad de las que había olvidado. Por primera vez en mucho tiempo me sentía un monstruo. Ya no recordaba de mi vida anterior, en la supuestamente era normal. Un hombre más,  no se.... Era extraño, me sentí realmente otra especie, y por primera vez tuve algo de vergüenza. Entonces miré tras mía y vi a mi ama conduciendo. Mi amor por ella era más grande que mis dudas. Nooo, olvidaré del mundo. Le pertenezco a ella. Ella es mi única guía. Así que volví a echarme sobre el tapizado y olvidé ese momento de confusión.

Iba casa!.