Entrega

Una tarde cuando estaba a punto de irme de mi oficina, mi mujer me telefoneó preguntándome...

Entrega.-

Una tarde cuando estaba a punto de irme de la oficina, mi mujer me telefoneó preguntándome que a que hora llegaría a casa, pues tenía una sorpresa para mí y que trajera una botella de vino. Yo me encontraba algo deprimido y la noche anterior trataba de explicarle lo que sentía, deseando que sucediera algo distinto en mi vida; ella me manifestó que me quedara tranquilo que todo tenía un tiempo.

Al llegar a casa, después de ponerme cómodo, descubrí que mi esposa estaba duchándose, la mesa estaba servida con pan, algo de queso y embutidos, me serví una copa de vino y la esperé.

Ella salió perfumada y arreglada, se notaba que había asistido a la peluquería ese día. Mientras comíamos y charlábamos, noté algo especial, que algo sucedería.

Al finalizar la cena pregunté que comeríamos de postre y mi mujer me reveló que esa era la sorpresa, que me esperara unos minutos que pronto estaría listo, se levantó de la mesa y me ordenó que esperara a que me llamara. Así lo hice, pasaron unos minutos y me llamó, noté que su voz no provenía de la cocina, sino de la habitación; al pasar al interior, allí estaba desnuda, arrodillada en la cama, se había vendado los ojos, se había colocado un letrero que decía, "Soy tu postre, come lo que quieras, empieza por donde quieras, has lo que quieras de mí": Me sorprendí, pero al mismo tiempo, me emocionó aquella escena, me quité la ropa y sin decir ni una sola palabra, obedecí.

La cama estaba rodeada de velas encendidas y un aroma floral llenaba el ambiente, me acerqué y comencé a besar sus muslos, mis labios probaron una piel tersa, cálida, con olor a rosas, que me transportaba hacia un paraíso, ella acariciaba mis cabellos mientras yo recorría con mi boca su cuerpo, dulces sonidos salían de su boca, la besé y mi pasión fue creciendo.

Mi mano fue bajando poco a poco pasando por sus pechos, sintiendo la dureza de sus pezones, los besé y mordí un rato, ella gemía, mi mano bajó hacia su vientre hasta llegar a su selva, estaba húmeda, muy mojada, separé sus labios y con mis dedos comencé a invadir suavemente su deliciosa fruta, ella con su mano seguía mis movimientos, luego acerqué mi boca y probé aquel el delicioso manjar que me brindaba, gemía, se retorcía de placer y gusto, se corrió, sentí como una dulce miel entraba en mi boca, me apretó con sus piernas, fue hermoso.

Me tomó por los cabellos he hizo que la penetrara con fuerza, gritaba, chillaba de goce, luego de unos minutos en su interior algo apretó mi espada, sentí que me halaba hacia adentro, luego un suspiro, un grito, sus uñas se clavaron en mi espalda, pero mi daga todavía erguida quería mas batalla ella lo notó. Bajo suavemente por mi pecho, mordió mis tetillas, lamió mi vientre y fue bajando poco a poco, lo besaba con suavidad mientras mordía la punta, yo la miraba, veía como gozaba con él, como se lo comía perdiéndose dentro de su boca.

Al rato se volteó y me brindó su espalda, sus nalgas, yo comencé a morderla y a besarla nuevamente, era mi postre, luego abrió sus piernas, mostrándome su hermoso botón rosado, lo besé, lo lamí, se inclinó hacia arriba y me lo entregó, gritó y yo me retiré, pero ella lo tomó con su mano y lo introdujo de nuevo, un calor profundo invadió mi cuerpo, un deseo incontrolable me dominaba, sus manos apretaban las sábanas y su cuerpo se retorcía mientras su cintura rítmicamente me empujaba a penetrarla profundamente, unos minutos de paroxismo y éxtasis y nos fuimos juntos maravillosamente.

Lágrimas brotaron de sus ojos era alegría y amor, y yo después de haber sentido el amor de mi mujer, sumisa, entregada, no podía deducir otra cosa mas que ese día había ocurrido algo distinto en mi vida...