Entrecruzando deseos

La noche es de Zuriñe, ella es la protagonista.

ENTRECRUZANDO DESEOS 00h26

Zuriñe, tal y como si una visita tuviera que recibir esa noche, prepara el salón para una velada llena de erotismo y sensualidad. Aún pervive la esencia del verano, hace calor, Zuriñe abre la persiana para que entre el ligero aire de la noche que se deshace en el tímido movimiento de las rojas cortinas de terciopelo. Contraste de aire de la calle contra el calor de sueño de las velas rosa que rodean el moderno sofá beige. Transcurren los minutos y Zuriñe no recibe ninguna visita. Sola. Pero aquella noche tenía que ser erótica y sensual. Vestida, ella, con una pieza de ropa considerada vestido de noche de color negro con lentejuelas, juntamente con unas botas altas de piel que sugieren aspereza. Coge las llaves y se adentra por las calles anchas del centro de la ciudad.

00h54

Zuriñe camina segura de ella misma, con los hombros rectos y con la mirada perdiéndose en el horizonte de la Gran Vía. Mucha gente transitando por aquella destinación, eso sí, con un orden y tranquilidad absolutos digno de admirar. Zuriñe no tiene ninguna prisa, no ha quedado con nadie. La noche es suya. Ella es la protagonista.

De repente, decide cambiar el trayecto y se mete en el casco antiguo a través de un callejón oscuro y estrecho que, a medida que avanza, una fuerte peste a meado se apodera de aquel mal ambiente de película de terror no adecuado para la atractiva vestimenta de gala de ella. En medio de aquel callejón falto de luminosidad, Zuriñe queda atónita ante una imagen nueva para ella. Un hombre está haciendo una felación a una shemale. Una shemale de verga enorme y dura. Una polla que cualquier mujer desearía tener entre manos. Al hombre se le ve entregado en su tarea, concentrado en buscar la leche de su amiga. Pero ella sí se da cuenta que los observan y no se enfada, sino que disfruta más todavía y no le dice nada a su amigo. Ella, la shemale, concentra la mirada en Zuriñe, la cual no tiene claro si tendría que marcharse o participar en la mamada. La mirada de la desconocida parece reflejar ganas de una chupada a dos bocas. No demasiado convencida, Zuriñe, se acerca, se queda boquiabierta mirando cómo de bien la mama el chico. Él se saca un momento la verga de la boca y, con una sonrisa descarada, invita a la visitante a chupar también este gran miembro. Y casi sin dudarlo más, agarra la estaca bien fuerte y se la mete de golpe en la boca. Entera, sólo dejando fuera los testículos. La shemale se pellizca las tetas mientras ella juega con el glande.

Pasando la lengua por el glande comprende ahora Zuriñe el gusto que pasaban los dos.

Se trata de una verga bien cuidada, arreglada y perfumada. Una de las mejores pollas que ha probado nunca Zuriñe, sin duda. Y la shemale ya no puede más y eyacula en la boca de ella, sin avisar le llena con una exageración de corrida, pero que dominada por el calentón, se traga todo lo que puede. Entonces para despedirse, hombre y shemale le dan un beso en los labios y desaparecen en la penumbra del triste callejón.

01h23

«No puedo creer aquello que mis ojos ven. Son entre veinticinco y treinta hombres, todos con edades inferiores a treinta y cinco años, de pie, desnudos y masturbándose (cada uno la suya) en medio de la Plaza Mayor y llevando una especie de antifaz de color negro que tapa tan sólo la zona de los ojos. Los hay que van depilados, en mayor o menor medida. Los hay, incluso, que van con el pubis retocado, pero sin llegar al rasurado completo. A mí, particularmente, me suelen gustar con pelo por el cuerpo, aunque tampoco soporto el exceso. En cuanto a los genitales, mejor si se lo arreglan, así puedo mamarla en buenas condiciones. Todos ellos están colocados uno al lado del otro, sin llegar a tocarse, disponiendo una perfecta línea horizontal. Tímidamente, aunque morbosamente por dentro, me sitúo en el centro de la fila con una distancia de ellos bastante mínima como para poder observar y apreciar cada una de las pollas. Pollas muy diferentes las unas de las otras. Largas, más cortas, algunas demasiado gruesas, otras más delgadas... pero todas comparten unos rasgos: están duras, eréctiles y me ponen cachonda.

No sé si son gais, me ven ansiosa admirando las pajas y no me dicen nada y tampoco se acerca ninguno de ellos hacia a mí. Puede que se trate de un ritual y tengan prohibido follar con una tía. Me subo el vestido y me bajo el tanga rosa, todo esto sin moverme del sitio y sin dejar de mirar las vergas. Sobre todo no dejo de contemplar y disfrutar la de un chico joven, de unos veinticuatro años, de cabello negro y barba de dos días. Me ponen las barbas de dos días. No está demasiado musculoso, pero tampoco parece descuidar la sesión de gimnasio diaria recomendada. ¡Y cómo maneja el manubrio! Es espectacular ver cómo la misma acción del sube-baja es totalmente diferente en cada chico u hombre. No me fijo en aquellos que no se la pelan con paciencia, que parece que tengan prisa por correrse y no disfrutar nada del momento, como si no sintieran ningún cariño por su miembro, ¡con las alegrías que puede dar! Claro que aquellos que se la tocan sin gracia y lentamente tampoco me atraen, así no me calientan ni pizca. Pero este chico, “el dejado”, este sí que sabe cómo cuidarse y producirse placer a sí mismo. No corre ni tampoco demora la marcha. Yo pienso que un chico que se masturba tan bien a él mismo, ha de saber tratar como nadie a una mujer en la cama. Él seguro que no se queja ni pone excusas cuando ha de realizar sexo oral a una chica. Seguro que disfruta tanto recibiendo como dando. Sí. Cómo me gustaría que ahora explorase con su lengua mi coñito mojado.

Me saco del todo el tanga, ya hacía el ridículo con las rodillas casi chocándose de la mala postura que estaba cogiendo. No han mostrado ninguna señal de sonrisa, pero estoy segura que por dentro se ríen de mí. Cojo mi tanga rosa y lo aprieto en mi mano izquierda haciendo un bulto de él. Estoy cada vez más mojada. Paso el tanga por encima de mi coño. Lo huelo. No sé si es demasiado corriente oler tu propia esencia femenina, pero a mí me excita mucho notar el olor del deseo que ha provocado mi sexo.»

19h15

«Envuelta de espuma y burbujas, me relajo. Siento recorrer por mi coño una sensación de estímulo que, gracias a las burbujas, sólo un dedo necesito usar para llegar al clímax. Un clímax que sucumbo dejando escapar mi orina allí mismo, en la bañera del súmmum autosatisfactorio. Ya más relajada, me rasuro el coño por completo. Lo dejo tan suave sin vello púbico que dan ganas de volverse a masturbar. Pero no lo hago, me contengo, pienso que sería excesivo y de ninfómana volverse a hacer un dedo. En vez de eso, salgo de la bañera, me enrollo la toalla rosa, me enjuago el cabello, me peino como puedo y me pongo un monísimo tanga brasilero sin costuras, de lycra, también rosa para ir conjuntada, aunque no me vea nadie.»

19h39

«En mi cuarto tengo un espléndido espejo de cuerpo entero. Sin toalla, me miro el cuerpo casi en cueros. Presto especial atención a mis pechos, hoy me los noto más erguidos que nunca, están preciosos. Me pellizco los pezones y responden poniéndose duros. Y ahora me veo así, en tanga rosa y con los pezones suplicando ser lamidos. No obstante, siento una sensación extraña, como si el reflejo del espejo no fuera yo misma, sino otra chica. Una preciosa chica de cabello castaño hasta los hombros, de ojos azules verdosos, no demasiado alta, de tetas no demasiado grandes, pero respetables. Y me atrae sexualmente, me dan ganas de comerle los pezones poco a poco.»

Zuriñe siente deseo sexual contemplándose a ella misma en el espejo de cuerpo entero situado a un escaso metro de su armario de tres puertas y seis cajones. Vestida tan sólo con un tanga brasilero de color rosa, Zuriñe no puede evitar la dureza y firmeza de sus pezones. Por mucho que se mira en el espejo, no se reconoce. Ella observa una chica más guapa y con mejor cuerpo que ella. Mira ese reflejo lascivamente, no puede contenerse por más tiempo. Aprieta con delicadeza los pezones erguidos. Se lame dos dedos de la mano derecha que llegan a la teta izquierda y viceversa. Tetas firmes y pezones duros y ligeramente mojados.

19h51

Sin dejar de mirar la desconocida reflejada en el espejo, Zuriñe se estimula ahora los lóbulos de las orejas con mucha calma y suavidad con la ayuda de dos dedos en cada una. Aunque se sienta relajada con ese tocamiento, se vuelve a lamer los dedos y con la saliva experimenta el inicio de un recorrido de placer difícil de describir.

Rápidamente, se dirige hacia el mueble bar a alcanzar una botella de tequila y un par de rodajas de limón, ya preparadas para esas situaciones, dentro de la nevera. Y de esta manera, con el tanga rosa mojado transparentando los labios del coño, botella de tequila en mano izquierda y limones en mano derecha juntamente con una cara de cachonda perdida, vuelve a su habitación y se tumba encima de la cama sin tener tiempo (ni manos) para separar el edredón lila con florecitas verdes y azules.

La ventana está medio cerrada tan sólo, posiblemente el vecino adolescente de enfrente puede verla, pero eso le añade un punto más de picardía a la situación y la deja como está. Zuriñe, cuando está a punto de hacer el primer trago de tequila, se da cuenta de que le falta la sal y no sabe si salir corriendo a buscarla. Pero no, ya tenía conseguida la posición ideal para masturbarse. Abre el cajón de en medio de la mesita y coge un condón de sabor a melocotón. Lo saca de su envoltorio y piensa algún objeto grueso y duro que tenga cerca para ponérselo. Mira dentro de su estuche de maquillaje: lápiz de ojos, pintalabios, perfilador, barra de cacao... ninguno es suficiente para simular un miembro viril. Desesperada por tener alguna cosa para meterse dentro de la boca, no tiene más remedio que visitar la cocina. Allí coge un pepino y ya de paso la sal que le faltaba. Cuando vuelve enfrente de la cama, repasa que ahora no le falte ningún utensilio para la realización del gozo y del vicio. Preparada. Se quita el tanga dejándolo tirado por el suelo y se tumba en la cama apuntando los pezones hacia la lámpara en forma de diamante de aspecto de rombo que refleja un fucsia sinuoso.

Como preliminares, se da un masaje en el cabello que la vuelve loca como una gatita en celo. Pero la gatita no tiene gatito a mano para aliviar el calentón, así que se tendrá que masturbar con un pepino con condón de sabor a melocotón. Pero antes de intentar penetrarse ese fruto de considerables dimensiones de largura y amplitud, le coloca el condón excitándose con la dureza y firmeza que palpa y se lo mete en la boca.

Zuriñe ha mamado pollas muy gruesas, pero ninguna como esta. Le es imposible chupar ni tan sólo hasta la mitad. Es enorme. Totalmente entregada se mete tanta verticalidad como puede soportar sin que le produzca arcadas. Mientras mama con todo convencimiento, se estimula el cuello con un poco de perfume extendiéndolo y masajeándose lentamente. Un perfume, que le regaló su ex el día de fin de año, suave y delicado que transporta a un ambiente florido, de calma y relajación. Para rematar la jugada, enciende la radio y suena un CD de música chill out.

Zuriñe no se ha olvidado de la chica que la mira desde el espejo y chupa el pepino observándose. Recorre la lengua por los lados. Disfruta. Y se da cuenta de que el coño ha estado ensuciando el edredón. ¡Qué más da!. Y dejando superados los preliminares, introduce dos dedos, lamidos previamente, dentro del chocho mojado. Rasurada. Suave.

Lista. Lista para ser penetrada para este pepino que da miedo. Sólo introduciendo la punta, Zuriñe ya exclama en un chillido que ha podido oír perfectamente el vecino adolescente del bloque de pisos del otro lado de la calle. Por muy caliente que esté, no cae en el error de intentar penetrarlo entero, aún mantiene el sentido común, pero no descartando la posibilidad de llegar a la mitad del monstruo verde con sabor dulce. Coge la botella de tequila y, sin necesidad de vaso, bebe un trago, lame la sal y muerde el limón. El gusto amargo del cítrico estimula su sexo y acelera el ritmo de la masturbación.

Se saca un segundo el pepino del coño para chuparlo casi mordiéndolo.

01h35

«Tiro al suelo mi tanga rosa borracho de mi esencia y me sitúo enfrente de mi polla preferida, la del “dejado”. Tengo ganas de degustarle la verga. Me mira y distingo unos ojos de color miel, pero enseguida pierde de nuevo la mirada en el horizonte. Este hecho hace que vuelva a pensar de que se trate de un ritual muy extraño. Miro a mi izquierda, miro a mi derecha. Nada. Ninguno de ellos se ha corrido todavía. Vuelvo a concentrarme en el rabo que tengo delante y me dispongo de rodillas admirándolo, dejando la boca casi a punto para lamer el glande. Me meto dentro de la boca dos dedos de la mano izquierda y dos de la derecha se meten en mi coño. Chupo mis dedos como una puta y me masturbo como una adolescente en celo. Como una calientapollas quiero llamar la atención de los presentes y sobretodo, claro, la de mi masturbador estrella. Pero no hay manera de que se inmuten. Empiezo a gemir. Unos chillidos de placer que rebotan por toda la plaza creando una perfecta acústica. Gimo exageradamente ya que mi finalidad es que todos estos machos se giren hacia mí, que ansíen follarme allí en medio. Caigo de culo y quedo tumbada con las piernas dobladas agarrando bien fuerte los pies en el suelo como queriendo ponerme de pie y ya son tres dedos los que exploran mi chocho. Acelero el ritmo de los dedos. Con la mano izquierda me estimulo el clítoris y me abro completamente de piernas dejando el cuerpo relajado concentrándome tan sólo en la masturbación. Cierro los ojos. Ya no me importa si me miran o no los chicos, dudo de que lo hagan. Ahora estoy vulnerable y sin defensa, ahora es cuando alguno de ellos se tendría que aprovechar de mí... Quiero que se acerquen dos o tres y me violen allí en medio. Gimo. Chillo intensamente.

Acercaos a mí, machos llenos de semen. Estoy sedienta. Y siento un miembro que intenta penetrar mi culo. No abro los ojos, dejo que la polla se inyecte dentro de mi ano.

¡Sí! ¡Por fin uno de ellos se deja llevar por los instintos bajos entre hombre y mujer! Noto que le cuesta introducirla, giro el cuerpo dejando el culo bien a la vista, me dispongo a cuatro patas. Antes de volver a clavármela me hace un beso negro. Pasa su lengua por mi ano igual como si estuviera comiéndome el coño. ¡Qué bien lo hace! Y me la mete por el culo. Me la mete bien, no me hace daño, me gusta. Gimo. Me folla con agilidad y destreza, no pierde la concentración, este hombre sabe de sexo anal. Por la textura y forma de su miembro intuyo que es un hombre de los más mayores del encuentro. Y se nota en su maña para hacer sexo anal, no se le escapa en ningún momento su polla corta, pero gruesa donde se le marcan perfectamente las venas y las noto en mi ano. Me gotea el coño una barbaridad. Un nuevo glande comienza a investigar mi chocho. Y me la clava de golpe. Una doble penetración no consentida, pero a la cual no le pongo inconvenientes porque estoy cachonda, muy cachonda. Chillo. Esta verga es larga y delgada, no me hace daño y se compenetra de maravilla con la polla del ano. El contacto de mis codos con el duro y frío suelo de la plaza empieza a manifestarse negativamente, me duelen, necesito cambiar de postura. Dejo la postura de perrito y me tumbo como estaba en el inicio, estirada y relajada sin abrir en ningún momento los ojos. La polla que había estado explorando el ano se mete ahora dentro del coño. De la otra ahora no hay ni rastro. Me folla. Gimo. Esta verga sí produce un poco de dolor, es demasiado gruesa.

Grito. Reaparece la polla escuálida dentro de mi boca. Se la mamo como puedo. Tiene unos pelos de los testículos demasiado largos que me están haciendo cosquillas en la mejilla y me provoca una ligera risa que enseguida se corta con los gritos y gemidos que tengo que expulsar a causa de su compañero. No abro los ojos. La verga delgada sale de mi boca. El propietario se retira de mí para eyacular en el suelo. Siento su respiro agitado de satisfacción y oigo sus pies que huyen corriendo. No sabré nunca a quien se la acabo de mamar. El otro hombre también deja de penetrarme y me da la mano para levantarme.

Abro los ojos y veo acercarse al resto de chicos. Sin desordenarse, se colocan al lado de mí disponiendo un círculo. Ninguno se ha quitado todavía la máscara. Parece que el que me estaba follando es el líder de todos, el que manda. La polla corta y gruesa es la que decide por encima de los demás por lo que veo. El líder se asegura que todos estén colocados en su sitio, que el círculo sea perfecto. Sólo se expresan con gestos, no se oye ninguna palabra. Yo empiezo a notarme nerviosa, me están cerrando el espacio para poder huir. No sé qué piensan hacerme, pero yo me lo he buscado, yo tendré que pagar las consecuencias por haber entrado en un juego en el que no he sido invitada. Yo he desviado el rito a causa de ponerme caliente con la imagen de las pollas masturbándose.

Acorralada, gimo, pero ahora no de placer, sino de sugestión de no saber qué se presentará a continuación. Todas las pollas me señalan con los glandes mojados y rojos.

El líder me hace sentar de rodillas, no me atrevo a llevarle la contraria. Con señales, el líder decide que es momento de volverse a coger los falos y pelarlos. Se hacen la paja con mucha decisión y rapidez. Lo veo venir, quieren acabar encima de mí. De acuerdo, me lo he ganado, correos en mí. Y, en efecto, hacen conmigo un bukakke. Eyaculan todos en mi cara.»