Entre Tus Sabanas

Capitulo 1. Esta en una adaptacion del libro de sarha Myers, Me gusta mucho asi que quise compartirlo con ustedes. Deseo que les guste tanto como a mi y espero sus comentarios.

Abril sabía que no estaba bien, que era una mala decisión y de la que se iba a arrepentir. Por eso debía apresurarse por recuperar el sentido común que claramente había perdido, parar en ese mismo instante y largarse corriendo. Pero descubrió que era mucho más fácil pensarlo que hacerlo. Por mucho que su cerebro le decía que debía detenerse, sus labios seguían moviéndose de forma efusiva sobre los labios de Lorena de la misma forma en la que ella buscaba sus labios hasta dejarla sin aliento, dejando ver en ese acto íntimo la necesidad vehemente del deseo que crecía con más intensidad a cada momento. Abril no se quedó atrás, alargó su brazo para enterrar su mano en el espeso cabello azabache, sintiendo su suavidad entre sus dedos mientras dejaba que la lengua de Lorena penetrara en su boca. Pero no era el lugar idóneo para hacer lo que quisieran. Estaban en el despacho de la jefa de Abril, que podría venir en cualquier momento. Eso fue lo que hizo que su parte racional terminara por tomar el control de toda la situación o, mejor dicho, de esa locura.

—Deberíamos… parar — dijo de forma entrecortada mientras intentaba recuperar el ritmo normal de su respiración.

—Sí, tienes razón — comentó Lorena, intentando que el control volviera a su cuerpo y, aunque le costaba reconocerlo, se quedó realmente extrañada de lo que acababa de suceder.

No era la primera vez que daba besos furtivos en lugares inapropiados, pero sí la primera que percibía que su entereza flaqueaba por una mujer. Todavía sentía su aliento cálido sobre sus labios debido a la cercanía en la que se encontraban y a la calidez de su mano todavía más cerca. Pero, decidido a que no siguiera afectándole, se apartó de su contacto.

—Esto… —empezó a decir Lorena, levantándose del sofá que tenía su trabajador en el despacho, dedicado a situaciones similares a las que se había encontrado en diversas ocasiones, sin imaginar que algún día se vería ella también—, lo que ha ocurrido — arrancó intentando ser suave, pues no había tenido buenas experiencias al empezar este tipo de conversación— no debería haber sucedido.

—Totalmente de acuerdo —comentó Abril, aliviada de escuchar sus palabras.

Lorena frunció el ceño un instante, sorprendida de nuevo porque estuviera de acuerdo con ella. No era corriente que ocurriera. Sin embargo, no quería que eso se reflejara en ella, así que volvió rápidamente a su expresión normal.

—Está bien, entonces…

Abril no le dejó terminar, se levantó de un salto y dijo: —Ha sido agradable —le costó encontrar la palabra adecuada y, al no dar con ella, soltó la primera palabra que pasó por su mente—, pero tengo que irme, he de trabajar y me están esperando y… —empezó a hablar con rapidez y sin saber qué más añadir, por eso, fue directa hacia la puerta sin mirar atrás.

¿Agradable? Lorena se sentía insultada por esa descripción cuando fue ela quien la besó. Se quedó unos momentos más mirando la puerta. Había huido Abril cuando normalmente era ella quien tenía que escapar para que no le atosigaran. Tenía dos maneras de atraer a las mujeres: una era por su aspecto y la otra por la buena posición económica de la que gozaba, lo que conformaban un conjunto irresistible para cualquiera. O al menos eso había pensado hasta ese momento. Besarla no entraba en sus planes, pero se encontró que no pudo resistirse a ello. Y no era que no se hubiera fijado en ella, por supuesto que lo había hecho en más de una ocasión. Como para no mirarla. Como para no fijarse en su piel perlada que cubría su hermoso rostro sin nada artificial de por medio —tampoco lo necesitaba para realzar su belleza—, como para no embelesarse en sus ojos azules claros y brillantes, que tentaban por girar la cabeza para poder observarlos unos instantes más, y como para no fijarse en su pelo castaño, tan claro que casi era rubio, aunque siempre lo llevaba en un moño estirado dejándole con las ganas de verlo bajando por su esbelta espalda. Pero en lo que más se había fijado era en su cuerpo que, aunque lo intentaba ocultar con ropa mucho más parecida a la que vestían las mujeres de la edad de su madre que la de ella, no escondían del todo sus bonitas formas y podía hacerse una idea bastante cercana a la realidad. Era una mujer de quien se sentía muy atraída, pero el estallido de pasión nació con el beso inesperado que compartieron y del que, después, ella se arrepintió. No obstante, fue una experiencia con la que no se había encontrado antes. Definitivamente, así era Abril Dannese y eso no sabía cómo encajarlo con exactitud.

Abril se sentía demasiado alterada para comportarse con normalidad, pero no le quedaba más remedio que intentarlo. No quería despertar la curiosidad de nadie. Sin embargo, tropezó con su silla provocando que alguna mirada a su alrededor se alzara hacia ella. Se sentó en su mesa y se apartó los mechones rebeldes que le habían caído sobre la cara. Ni siquiera sabía el aspecto que tenía en ese instante. Recordaba cómo Lorena había acariciado su cabello para acercarla cuando puso sus labios sobre los suyos… ¡Cómo había sido tan tonta! Dejarse besar por Lorena Miller era una idea pésima y lo peor era que le había gustado. Ese pensamiento la asustó más que cualquier otra cosa. Su estilo de vida, su forma de considerar a las mujeres como un pasatiempo rápido… era todo lo contrario a lo que Abril quería encontrar en una pareja, unas dudosas cualidades que creyó que no daría con algo así en Ximena, aunque por desgracia, esa misma mañana había descubierto lo mucho que se equivocaba.

Un día lleno de desagradables descubrimientos y todavía faltaba para que terminase. Abril dejó escapar un suspiro apagado antes de esconder su cara entre sus manos, apoyando sus codos sobre su impoluto escritorio. Necesitaba un momento para ella, le urgía un rato de descanso para volver a poner todas las piezas en su sitio en vez del desbarajuste en el que se encontraba. Necesitaba respirar para dejar de pensar.

—Abril. Una voz a su espalda hizo que se levantara y girara la cabeza de forma brusca, descubriendo que se trataba de Karen, una de sus compañeras de trabajo. —Pareces alterada, ¿estás bien? —preguntó con la mirada llena de curiosidad.

Abril reprimió poner los ojos en blanco. Karen buscaba solo otro cotilleo que extender por la oficina.

—Todo va bien, Karen.

—¿De verdad?—insistió —. Ese moño que siempre llevas tan perfecto parece haberse derrumbado —comentó con humor.

—Gracias por avisarme — dijo con educación, queriendo transmitir la mayor tranquilidad posible y sintiendo a su pesar un nuevo sonrojo que aparecía en sus mejillas ardientes.

Tanto rojo sobre una piel de color porcelana no pasaba precisamente inadvertido. Se levantó para ir directamente al baño, lo que tenía que haber hecho desde un principio, pero en esos momentos ni se le pasó por la cabeza. Respiró con tranquilidad al ver que no había nadie más allí. Por lo que pudo abrir el grifo tranquilamente y disponer de toda el agua fría posible entre las palmas de sus manos para después sentir su frescor en todo el rostro. Le ardía la cara y, en ese momento, Abril no pudo reprimir un gemido de placer por el simple hecho de sentir en su cara el agua fría. Un frescor tan necesario como agradable. Apoyó las manos sobre la pica y se miró al espejo. Se quedó mirando detenidamente el reflejo de su mirada avergonzada, ese instinto de una regañina era demasiado poderoso como para ignorarlo, un instinto que se había agudizado desde que su madre murió y se convirtió la tutora legal de su hermana, de Emma. ¡Emma! Qué modelo a seguir sería para su hermana si la viera actuar de esa forma. Con este último pensamiento bajó la cabeza, avergonzada. Abril no era una persona que se comportara de esa manera y se fuera besando por ahí. Su madre les dio una educación estricta, fue una mujer muy dulce, pero con unos valores morales muy fuertes que transmitió a sus hijas. Y Abril no podía dejar de pensar qué diría su madre si la viera de esa forma. Los mechones castaños bajaron hasta enturbiar su visión. Entonces se acordó del comentario de Karen, lo que hizo que levantara la mirada para ver su reflejo y comprobar que su compañera tenía razón. Su perfecto peinado se había derrumbado. Abril se apresuró por intentar arreglarlo, pero se dio cuenta de que no era posible. Lorena le había quitado varios clips que sostenían su peinado mientras le susurraba que siempre la había querido verla con el pelo suelto. El rubor volvió a expandirse y se obligó a pensar en cualquier otra cosa para sacársela de la cabeza. Su mente estaba tan ocupada en Lorena y en lo que había sucedido, que apartó prácticamente lo ocurrido con Ximena, también esa misma mañana.

Ximena, otra pieza como Lorena, creyó que sería diferente o al menos eso aparentaba cuando la llenó de flores e insistió en invitarla que saliera a pesar de ser su jefa, pero había resultado ser una canalla que solo quería jugar con ella. La descubrió al dejar unos documentos y ver que tenía un mensaje en su contestador. Lo activó creyendo que era importante para la reunión, pero lo que descubrió la dejó helada. El mensaje que estaba allí era el de una cita que había tenido Ximena la noche anterior, de una mujer llamada Adriana, que le decía en forma jocosa que cuando volviera a salir con esa mojigata podía volver a su cama para divertirse como la noche anterior. Y allí se quedó, sorprendida por el mensaje, sentándose en el sofá del despacho sin darse cuenta y escondiendo su cabeza entre sus manos para esconder las lágrimas que se le escapaban. Y, entonces, llegó Lorena. No le hacía falta recordar cómo había acabado todo. Estaba demasiado confusa para pensar en todo lo ocurrido, para sacar algo en claro. Necesitaba estar tranquila y sola para poder pensar, pero eso sería imposible y no podría alcanzarlo hasta al final de la jornada. Tendría que aguantar lo mejor posible todo ese tiempo.

Harta de no saber cómo solucionar su peinado, se deshizo finalmente del moño, que ahora le resultaba tan molesto. Empezó a quitarse los clips que lo sujetaban y dejó su larga cabellera—castaña clara— viajar libremente por su espalda. Se dio cuenta de algunas gotas de agua que le habían salpicado por encima de su camisa blanca, pero no le dio demasiada importancia, apenas se veían si no las mirabas con atención. Así que con un movimiento rápido bajó la camisa en un acto reflejo para ponerla bien y se dispuso a volver a su lugar de trabajo. Habían sido muchas las emociones en poco tiempo, pero no iba a dejar que afectara a su medio de vivir. Iba a volver y a hacer un buen trabajo, como siempre. Estaba decidida a alejar a Ximena y a Lorena de sus pensamientos. Todavía un poco nerviosa, pero más segura de sí misma, se miró por última vez en el espejo recordando que era una joven fuerte y que ya había pasado por demasiado para que ahora le afectase algo como aquello. No iba a dejar que la afectara. Salió del baño dejando atrás el reflejo avergonzado de sus ojos, pero, por otro lado, infundía más seguridad para volver a sentarse en su mesa, esta vez sin tropezarse y con movimientos más seguros. No obstante, la voz de Karen volvió a resonar a su espalda.

—¿Ya estás mejor?

—Estoy bien, gracias— comentó, girándose para verle la cara. Karen se encogió de hombros, pero antes de girarse y volver a su mesa, le comentó:

—Te queda bien el pelo así. Involuntariamente, Abril se llevó la mano a sus cabellos. Era extraño, siempre acostumbrada a llevar un tipo de peinado todos los días y ahora lo había cambiado. Sacudió la cabeza para dejar de pensar en esas tonterías y volver a concentrase en la pantalla de su ordenador para recordar qué era lo que había dejado por hacer. En ese momento su alterado estado se había calmado, pero no quería pensar en el momento de volver a ver a Ximena, ya que iba a ocurrir en cualquier momento.

Sabía el horario de su jefa a la perfección. Llevaba unos pocos meses en la empresa, pero ya había aprendido el perfecto funcionamiento de todo. Incluso, dependiendo de la reunión, podía calcular con bastante precisión el tiempo que Ximena pasaría en ella y el humor con el que acabaría. Le gustaba fijarse en los detalles en su trabajo para ser lo más eficiente posible, lo cual, si también lo hubiera hecho con Ximena como persona, aparte de como jefa, se hubiera dado cuenta de otras cosas por las que ahora no se encontraría en esta situación. Sin embargo, se encontró tan halagada que una mujer como Ximena se hubiera fijado en ella, que no pudo ver más allá de la mujer que fingía ser. Un error que su madre ya cometió con su padre y que todas lo pagaron caro. Un error que no iba a volver a cometer.

—Señorita Dannese. Un sudor frío se instaló en su columna, descendiendo despacio al reconocer la voz de la mujer a la que temía y a quien se tenía que enfrentar.

Abril, poco a poco, levantó la mirada de la pantalla del ordenador para verla enfundada en un caro y femenino traje de Armani, delgada, aunque con una figura de infarto, hasta encontrarse con esa imagen que antes le inspiraba suspiros sonrojados y ahora una rabia contenida. La miraba con esa típica sonrisa ladeada decidida a conquistar a cualquiera. Abril quería contestar, pero al mirarle solo podía recordar el cruel mensaje de voz que habían dejado en su contestador. «Puedes volver a buscarme cuando salgas con esa mojigata». Y su voz se perdió en medio de su garganta, sin que pudiera salir al exterior.

—¿Puede pasar un momento a mi despacho? —le preguntó, ampliando un poco más su sonrisa de seductora.

Abril optó por un leve asentimiento mientras recogía un pequeño bloc de notas y un bolígrafo que siempre llevaba cuando se dirigía al despacho de Ximena. Los latidos del corazón le bombeaban con más fuerza a cada paso que daba, caminaba el interior. Quería recordarse que era fuerte y que podía con todo. Sin embargo, el momento de flaquear le había llegado en ese mismo instante, haciendo que su valeroso discurso perdiera un poco de fuerza. Inspiró con fuerza y expulsó el aire retenido al tener que cerrar la puerta tras de sí. No se esperaba lo que vino a continuación. Ximena se abalanzó hacia ella para buscar sus labios, pero se detuvo a unos pocos centímetros para susurrarle:

—¡Qué bien te queda el pelo suelto!

Cuando estuvo a punto de que sus labios se rozaran, Abril giró la cabeza con brusquedad.

—¿Qué ocurre, nena?

Nunca le había gustado que se dirigiera a ella con ese calificativo, pero no se había atrevido a expresarlo en voz alta.

—No creo que sea correcto esta conducta en horas de oficina —dijo cuando encontró al fin su voz.

—Ayer no decías lo mismo —comentó, bajando su mano por la espalda de Abril, queriéndola acercar a ella, pero tampoco funcionó.

«Ni esta mañana», pensó Abril de forma involuntaria y tragó saliva, nerviosa por el recuerdo.

—Pero hoy es diferente — dijo, intentando mantener la mayor seguridad posible en su voz, apartándose de su contacto.

—¿Por qué? —preguntó, desinflando su sonrisa para sustituirla por un ceño fruncido.

—Pregúntaselo a Adriana —salió de los labios de Abril, sin pensar. No había sabido cómo abordar el tema, si ser sincera o fingir que no había descubierto nada y ser ella misma quien dijera que no quería nada más con ella, para mantener algo del orgullo herido que latía bajo su piel. Sin embargo, había escapado de ella sin siquiera darse cuenta. Ya no podía dar marcha atrás, ya estaba hecho. Ximena abrió los ojos por la sorpresa y dio un paso involuntario hacia atrás. —¿Adriana? —preguntó como si el nombre no le resultara conocido. Pero por su reacción, y sin un ápice de sinceridad en sus ojos verdes, estaba claro que era así.

Se puso nerviosa tras escucharlo en los labios de Abril. No obstante, se apresuró a borrar su sorpresa de su semblante para cambiarlo por otro más serio. —¿A qué viene esto?

—He escuchado el mensaje, Ximena —expuso, mirándola fijamente.

—¿Qué mensaje?

Claro. Abril se dio cuenta de que Adriana había llamado cuando Ximena estaba reunido y que todavía no lo había recibido. Cuando tenía una reunión no quería que nada le perturbara y prohibía que nadie le llamara al móvil, por eso esa tal Adriana había recurrido al número privado de su despacho. Abril supuso que no podía esperar para comentar lo bien que se lo había pasado la noche anterior. Ximena miró hacia su contestador. Adriana solía llamarle hacia esa hora y la luz roja conforme había un mensaje en ese momento no estaba activada.

Viéndose acorralada, tiró por la primera salida que encontró factible. Ximena pasó su mano por su cabello rubio, nerviosa

. —¿Has interferido en la privacidad de mis conversaciones?

—No intentes cambiar de tema.

Ximena exhaló aire, nerviosa. No sabía cómo abordar la situación en ese momento. Su cabeza intentaba buscar una solución, pero no lograba encontrarla. Abril no quería quedarse para escuchar excusas patéticas de última hora ni alagar innecesariamente esa situación. Solo quería alejarse de ella y de esa sensación de sentirse tan estúpida que aumentaba con su cercanía.

—Mira, no quiero problemas ni discusiones que no nos llevarán a nada —inspiró un poco de aire, antes de continuar—. Quedemos en tener solo una relación profesional y olvidemos todo lo demás —terminó de decir con seguridad, expresando lo que de verdad estaba pensando y no solo una forma de terminar con ello con su dignidad lo mejor parada posible. Ximena se sorprendió que quisiera terminar así con esa relación que apenas había empezado, sin números histéricos por el medio ni sin gritos.

Debido a verse sorprendida, no tuvo tiempo de añadir más, ya que Abril desapareció de su vista al instante. Abril rodeó de nuevo su escritorio antes de sentarse. Volvió a acomodarse en su silla y, otra vez, con sus sentimientos alterados de mala manera, sentía un escozor en sus ojos que no podía dejar que escaparan a su control, sintiéndose enfadada con ella misma por permitir haber caído en la trampa de una idiota y por dejar que en ese momento le afectase. Había pasado por situaciones mucho peores y había mantenido la entereza, principalmente para que su hermana tuviera una fortaleza para poder apoyarse, pero eso reafirmaba que no era débil y que no debía dejar que algo como lo ocurrido en ese día pudiera afectarla. No iba a dejar que pasara, no iba a llorar por Ximena. Por suerte, la calma iba llegando cuanto más tiempo pasaba y más ocupada tenía la cabeza con la redacción del informe de la reunión que Ximena le pasó poco después de esa incómoda conversación.

La expresión de Ximena era de preocupación, aunque intentaba ocultarla y miraba a los lados un poco nerviosa. Abril supuso que Ximena tenía miedo a que decidiera dar algún tipo de espectáculo en público, pero la joven solo asintió con un movimiento rápido de cabeza y apenas le miró un par de segundos antes de volver a concentrarse en su trabajo. Abril no la vio, pero la expresión de Ximena cambió un poco más, de ese estado intranquilo a un ceño fruncido más pronunciado, quedándose unos instantes más de los debidos plantado en el sitio delante de ella cavilando en sus pensamientos. No obstante, se dio cuenta de su postura y finalmente regresó a su despacho.

—¿Ha pasado algo entre vosotros? La perfecta sintonía de los dedos ligeros de Abril sobre el teclado se interrumpió con brusquedad.

—¡Karen! Giró su cabeza a tanta velocidad que Abril se hizo daño en el cuello al ver a Karen que la miraba detrás de su escritorio con una sonrisa pícara. —Claro que no —se apresuró a contestar y dejó de mirarla para volver a concentrarse en su trabajo.

—Mejor —escuchó a su espalda—. O serías la primera secretaria que cae en sus redes. Abril no sabía si había sido un comentario intencionado o no, pero esas palabras le afectaron un poco más en su orgullo herido.

Abril dejó escapar el aire retenido desde que Ximena le dijo que fuera a su despacho. Desde luego había contribuido por crear una situación tensa a la par que difícil, pero había mantenido la cabeza erguida dejando que su parte racional gobernara sobre sus sentimientos y debía estar orgullosa de ello. Por supuesto, bajo esa capa de ligero optimismo, ya que se encontraba más perturbada por ese asunto del que se había obligado a no pensar más, pero tampoco podía evitarlo. La reacción de su cuerpo hacia ese beso compartido con Lorena había sido más intensa que cualquiera de los compartidos con Ximena. Y eso la asustó más que nada. Pero no dejó que esa idea se instalara luego en sus pensamientos. Se encontró sacudiendo la cabeza de inmediato, en un esfuerzo por sacarse todos y cada uno de esos pensamientos que querían agobiarla. No, no podía ser cierto. Lorena no era el prototipo de mujer que quería. Era atractiva, eso no podía negarlo. Pero, aparte de eso, no tenía ninguna de esas cualidades que encontraba aceptables en una mujer. Era un capullo igual que Ximena. Su intención era solo jugar con las mujeres. Lorena también había dejado una estela de mujeres llorosas a su paso cuando se había cansado de ellas. No, no podía ser que se sintiera atraída por Lorena. Lo que había ocurrido era porque estaba pasando por un mal momento. Había terminado derrumbándose en ese mismo lugar con la voz de esa tal Adriana resonando de fondo y en su cabeza cuando Lorena entró. Le sorprendió que se preocupara por ella e intentara ayudarla cuando en los últimos meses apenas había recaído en su presencia, ni la había mirado cuando tuvo que gestionar algunos documentos conjuntamente con Ximena. Solo había sido en muy pocas ocasiones, pero apenas le dirigía la palabra aparte de la cortesía con lo que se sentía obligada. Se habían terminado besando, pero Abril lo achacó a que estaba confusa y nada más. Debía dejar de pensar en ello.