Entre tus sabanas

Caoitulo 5

Con un solo movimiento y sin esfuerzo Lorena levantó a Abril para igualar la distancia de altura que les separaba, para que sintiera su excitación en el mismo centro de su feminidad. Uno de sus brazos se mantenía en la parte baja de su espalda mientras el otro se desplazaba hacia su apetitoso trasero para sujetarlo con su mano y, al mismo tiempo, apretarla contra el calor de su sexo. Abril separó sus hambrientos labios para emitir un gemido de placer al mismo tiempo que posaba sus antebrazos sobre los hombros de Lorena y descansaba para respirar. Mantuvo los ojos cerrados varios segundos, sintiendo una pequeña punzada de vergüenza por lo que terminaba de pasar. ¿Cómo se le había ocurrido actuar de ese modo? Lo había deseado, pero el recuerdo de su educación estricta le hacía sentirse mal por cualquier decisión que tuviera que ver con el placer carnal. Pero no podía seguir pensando en eso. Si seguía preocupada por esa clase de pensamientos no podría dejarse llevar y sentir la deseosa libertad que tanto le gustaba.

Intentaba apartarlo de su mente y descubrió sorprendida, aunque cada vez le era menos complicado, sentirse culpable. ¿Tanto había cambiado en un periodo tan corto de tiempo? Se sorprendió preguntándose en ese momento. Se mordió el labio inferior sin darse cuenta intentando cargarse del valor suficiente para abrir los ojos y levantar la mirada mientras a su alrededor solo se escuchaban sus respiraciones agitadas.

Lorena intentaba mantener un poco de entereza. Estaba claro que Abril necesitaba que ella aplicara un mínimo de sensatez. Sin embargo, en cuanto la vio morderse el labio, una pulsión de deseo volvió a explosionar en su interior y no lo pudo evitar. Volvió a besarla, con el mismo ímpetu, con la misma necesidad que antes. Abril dudó durante un instante, pero pronto se olvidó de todo. No quería pensar. No quería sentirse culpable solo por desear a una mujer. Solo quería sentir. Ese último pensamiento le quemaba por dentro. Quería seguir explorando, deseaba saber qué parte de la vida se estaba perdiendo y, a continuación, hizo algo que no hubiera ni siquiera pensado que sería capaz de hacer tan solo unos días antes. Rodeó la cintura de Lorena con sus piernas, sintiendo más íntimamente lo que era el calor de la excitación de una mujer. Solo lo sintió por encima de su ropa interior, pero provocó que notara una presión cada vez más fuerte en el centro mismo de su cuerpo y, guiada por esa excitación, empezó a apretar de forma irregular contra la entrepierna de Lorena. Levantó las manos y los enredó en su pelo. Le encantaba sentir su cabello sedoso entre sus dedos y así, también, acercaba más su boca contra la suya, loca de deseo por el ardor de su propio cuerpo.

Lorena se volvió loca con los movimientos de Abril encima de su palpitante sexo. La sentó encima de su escritorio a la vez que se separaba lo suficiente para dejar de besar sus labios y poder explorar su cuerpo. Sin embargo, al ver la camisa que le tapaba casi hasta el cuello, que le chafaba sus planes, dejó escapar un quejido antes de arrancársela y acceder a su cremosa piel sin ataduras. Abril dejó escapar un grito ahogado por esa acción, pero no hizo nada por taparse. Estaba demasiado concentrada en la mirada encendida de Lorena que no paraba de recorrer su cuerpo, viendo cómo se acercaba para posar sus labios sobre la curva de su cuello mientras el tacto de su mano ardiente se posaba sobre la suave piel de su vientre y, al mismo tiempo, sentir las yemas de sus dedos en la parte de debajo de su pecho, rozando la parte baja del sujetador. Con la otra mano viajó por su espalda para desabrochar, sin demasiada delicadeza, pero con un movimiento experto, la molesta atadura que le impedía ver la plenitud de los pechos. Ese movimiento brusco hizo que la dolorida mano de Lorena palpitara, pero no le importó.

Al sentir esa libertad por la parte superior de su cuerpo, Abril no pudo evitar que emitiera un gemido lleno de expectación y liberación, sin pudor por ver a Lorena verla con el claro reflejo de la excitación en ella. No tardó en sentir la piel caliente y suave de sus manos rodear la forma de sus pechos de porcelana con los pezones rosados, ya erectos por la excitación a la espera de caricias. Cuando los pulgares de Lorena jugaron con los apetecibles pezones, Abril echó la cabeza hacia atrás, rendida por el placer que le estaba provocando. Y cuando creyó que el gozo no podía ser mayor, la boca de Lorena se encargó de descubrir lo equivocada que estaba, ya que descendió por su cuello para probar el sabor de su pezón, torturándola con la lengua.

Abril sintió como si un rayo impactara en su cuerpo sacudiéndola para llenarla de placer, quedándose estupefacta al comprobar que la excitación podía llegar a un nivel tan alto. Lorena levantó su mano libre, la que no acariciaba el pecho de Abril, para subirla y utilizarla para silenciar los gritos de pasión que resonaban en ese lugar para que no traspasasen las paredes, por si acaso se encontraba alguien todavía fuera. No quería que nadie supiera lo que estaba sucediendo allí dentro. Abril aprovechó para besarle los dedos que retenían sus gemidos, provocando que Lorena perdiera aún más su poca compostura. Ninguna mujer había conseguido jamás llevar su cuerpo a ese límite y su respuesta al tocarla le enloquecía y todo eso sin haberse acostado todavía con ella, pero pronto sabría cómo sería deslizarse por la humedad de su interior. Con solo ese pensamiento consiguió que su cuerpo empezara ya a temblar de placer y levantó la cabeza para volver a capturar sus labios con auténtico ardor.

—Quiero tocarte —susurró entre respiraciones entrecortadas, pasando sus manos por debajo del cuello de su camisa. Quería tocarla como Lorena la tocaba a ella. Quería ver su cuerpo. La complació al instante.

Lorena se separó lo suficiente para darle el mismo trato a su camisa que a la ropa de Abril. Con un movimiento rápido abrió su camisa y antes de que los botones arrancados cayeran al suelo, ya puso sus manos por el abdomen de ella, sintiendo su piel que estaba dura y caliente al tacto bajo las palmas de sus manos. Fue curioso, aunque estaba frenética por el deseo que la consumía por dentro y por la pasión que Lorena vertía en ella, se tomó su tiempo para recorrer con las yemas de sus dedos los músculos firmes que componían su abdomen y ver cómo subían y bajaban debido a su acelerada respiración y, bajando un poco, acariciar otro conjunto de músculos, por donde pasaba. Subió sus manos con caricias suaves, tomando sus pechos por encima del sujetador, al mismo tiempo se percató cómo su agitada respiración se cortaba cuando sus manos apretaban un poco más. Eso la hizo sentirse poderosa, conseguir con un simple acto que una mujer fuerte y experimentada se quedara sin respiración a la espera de su próximo movimiento. No le dejó más tiempo en la duda. Una de sus manos descendió por la parte de su pantalón hasta alcanzar y apretar delicadamente su sexo. Lorena emitió un gruñido de placer. Acto seguido, apartó la mano de Abril para impedir que la llevara al punto sin retorno para, a continuación, acariciar rápidamente sus sedosos muslos para ir directamente hacia esa pequeña prenda molesta que no le permitía profundizar en su interior. Pero antes debía preguntarle algo, aunque la espera en ese momento iba a acabar con ella.

—¿Deseas esto? — preguntó con la voz rota por la posibilidad de que se arrepintiera en el último momento.

—Sí —susurró, tras una respiración agitada. Mientras asentía con la cabeza al mismo tiempo, sus mechones sueltos y rebeldes descendían por su rostro enrojecido por la pasión. No había nada que deseara más en ese momento. En cuanto escuchó su afirmación, Lorena se apresuró a quitarse la ropa —que nunca antes había encontrado tan molesta — y sentir al fin la liberación caliente sexo que tanto estaba reclamando. Abril cerró los ojos cuando escuchó una cremallera bajándose, a la espera de sentirle dentro de ella. Lorena apenas mantuvo la cordura suficiente para quitarse su sujetador. Tener a Abril entre sus brazos esa noche, era algo que le había pillado totalmente desprevenida. Lorena cogió a Abril por las caderas y la acercó más a ella y a su ardiente vagina. Cuando Abril sintió la caricia superficial del sexo de Lorena con su carne tierna, un leve espasmo le recorrió de la cabeza a los pies, elevando las caderas sin darse cuenta, atrayéndola para darle la bienvenida. Su presión en su intimidad estaba aumentando y solo quería que llegara esa liberación que tanto estaba exigiendo.

Lorena se inclinó de nuevo para besarla mientras bajaba su mano derecha a la intimidad de Abril y, en el mismo tiempo que su lengua penetraba en su boca, dos dedos se abrieron paso dentro de su húmeda calidez. Las dos emitieron un gemido de puro placer. Abril se agarró instintivamente a los hombros de Lorena mientras ella bajaba su mano izquierda por su espalda para alcanzar sus nalgas y apretarlas hacia ella cuando empezaron sus embestidas, primero a un ritmo más lento y suave para que el cuerpo de Abril tuviera tiempo y se acostumbrara a sus dedos mientras se concentraba en besarla para no perder definitivamente el control por conocer al fin su maravillosa suavidad. Abril se sintió a punto de estallar al sentirle tan profundamente en su interior y, debido a su suave movimiento, provocó enseguida que su cuerpo consiguiera esa liberación que tanto había exigido. Explotó curvando su cuerpo hacia delante, arañando los hombros que le servían de apoyo y gritando de placer.

Se sentía completamente eclipsada. La tenía completamente cautiva. En cuanto los espasmos de Abril se aflojaron, Lorena separó sus labios para mirarla y ver sus ojos brillantes y las mejillas rojas por el placer que le había provocado, pero no había terminado. Dejó que Abril se recuperara unos instantes antes de volver a apretar sus nalgas hacia ella y empezar de nuevo con las embestidas de sus dedos que, en ese momento, tuvieron un ritmo más acelerado, consiguiendo que volviera a estallar de placer. Abril creyó que su cuerpo había terminado, pero se equivocaba. La presión que se había liberado volvía para torturarla un poco más. Su cuerpo recibía las embestidas y la pasión desbordada de Lorena con ganas. Abril hizo lo que su instinto le indico y bajo su mano derecha hacia el ardiente sexo de Lorena, recorriendo con sus dedos su humedad y jugando con su clítoris y,  así sentirla todavía más, al mismo tiempo que apoyaba la cabeza en el hueco de su cuello para lamer su piel salada por el sudor. Los movimientos de las dos se volvieron frenéticos. Abril arqueó su cuerpo de nuevo cuando los espasmos volvieron a nacer y hacerla conocer el éxtasis de nuevo. Se arqueó con tanta fuerza que con su orgasmo consiguió arrastrar a Lorena con ella. Arrastrándose mutuamente al placer más profundo que habían conocido.

Tanto Lorena como Abril se apoyaron mutuamente, uno en el cuerpo del otro, intentando recuperarse del placer abrasador que se habían provocado. Intentando recuperar el ritmo normal de la respiración y que sus cuerpos dejaran de latir con ardor. La nube de pasión arrolladora se estaba disipando y Abril empezó a pensar de forma racional en todo lo que había ocurrido. No se arrepentía. Era lo que deseaba y quería llevarlo a cabo, pero nunca pensó que sería capaz de tener esa pasión desnuda en su interior deseando salir de esa manera. Gracias a Lorena llegaba a conocer otras facetas de sí misma. Estaba con la cabeza reposada en el hueco de su cuello y todavía se le estremecía su interior y lo último que quería era moverse. Lorena pretendía coger otra postura, pero no podía. Todas sus fuerzas se habían esfumado por completo de su cuerpo, casi ni podía mantenerse en esa posición. Era la primera vez que sentía un placer tan abrasador, ni siquiera sabía cómo reaccionar a continuación. Ella era la experimentada y se encontraba como si hubiera conocido el placer por primera vez, ¿cómo estaría Abril?

—¿Estás bien? —preguntó Lorena un poco preocupada, temiendo que hubiera llegado la situación demasiado al límite y pudiera haberle hecho daño, separándose para mirarla con detenimiento. ¿Si estaba bien? Estaba mejor que nunca.

—Sí —susurró en voz baja, la única que su cuerpo fue capaz de formular separando su mejilla de la piel sudada de Lorena—. Pero quiero que sepas que yo… nunca he… no suelo hacer….

Empezó a farfullar cuando quiso explicar que no era una mujer que hiciera cosas como esa de forma seguida, pero su lengua se trabó y no pudo formular una frase completa. Se sentía avergonzada porque pensara que fuera una mujer fácil, pero no de que todavía estuviera dentro de ella. Lorena vio cómo bajaba la mirada y un nuevo sonrojo aparecía en su rostro con los restos de la rojez de la pasión todavía palpable en su semblante. Una sonrisa fugaz apareció en la comisura de sus labios, pero se apresuró a calmarla. Con dos simples dedos, acarició su mentón para que levantara la mirada.

—Lo sé —le aseguró, dándole un efímero beso en la punta de su nariz. La miró con detenimiento. Tenía algunos mechones revueltos esparcidos por su semblante. La encontró adorable. No pudo evitar la tentación de volver a unir sus labios con los de ella, un beso dulce y suave que pronto se convirtió en una punzada de deseo en su cuerpo. Debía parar. El cuerpo de Abril no soportaría su efusividad de nuevo y, con un gran esfuerzo, separó sus labios y se alejó totalmente de ella. Lorena estaba sorprendida por lo que había ocurrido. Le gustaba planear sus encuentros, tenerlo todo bajo control y nunca había actuado de esa forma con una mujer. La vio fugazmente con la camisa rota totalmente abierta, cayendo al lado de su cuerpo y su falda recatada, subida hasta por encima de sus caderas estando desnuda delante de ella. Pero tuvo que apartar la mirada para poder alejarse y dirigirse hacia el cuarto de baño, que estaba integrado en su despacho. Cerró la puerta y cuando procedió a limpiar su sexo, casi volvió a tener otro orgasmo. Tuvo que apoyar las dos manos en la pica para poder volver a no perder el equilibrio. Abrió el grifo para pasarse un poco de agua fría por la cara y conseguir así serenarse, aunque le estaba costando bastante. Descubrió que la había probado y que había quedado satisfecha en el estallido de pasión que habían compartido. Sin embargo, lo extraño era que con solo probarla una sola vez no tenía suficiente. Quería más, mucho más. Abril. Su pasión le había llevado al límite, eso le complacía y le asustaba al mismo tiempo.

A Abril le costó moverse de la posición donde se encontraba. Pocos minutos antes había conocido el cielo y, en ese momento, sentía todos sus músculos molidos, sin poder evitar emitir un gemido al bajar las piernas para que sus pies tocaran el suelo. Además, tenía la espalda dolorida al adoptar una posición no muy cómoda que digamos. Se apresuró a bajar su falda, eso era fácil, pero con su camisa iba a ser más complicado. Se agachó para recoger su sostén, al menos podía volver a ponérselo, ya que no se lo había sido arrancado con tanta brusquedad. Se quitó la camisa y se puso el sostén con un rápido movimiento. Al menos iba a poner sus pechos bajo cubierto. Se disgustó al ver su pobre camisa, ¿qué iba a hacer con ella? Debería estar enfadada por ponerla en esa situación, pero al ver su ropa así, solo consiguió que la temperatura de su cuerpo le volviera a subir. No sabía que no podía despertar una pasión semejante en una mujer. Se mordió el labio al recordar cómo su cuerpo vibraba con solo una caricia de Lorena, pero no tuvo tiempo de detenerse para recordar nada más porque la puerta a su espalda se abrió y Lorena volvió a estar cerca de ella. Lo único que se le ocurrió fue utilizar la tela que tenía entre sus manos para tapar un poco la parte superior de su cuerpo sintiéndose pudorosa de forma repentina. Eso le hizo gracia a Lorena, que no pudo evitar girar la cabeza para emitir una pequeña carcajada. Ahora mostraba vergüenza después de todo lo que habían compartido. Cosa que a Abril no le hizo gracia, dejó escapar un bufido enfadado antes de decirle:

—¿Cómo voy a salir así a la calle? Se apretó más su maltrecha camisa contra su cuerpo, levantando la cabeza para mirarla más fijamente: —¿Lo has pensado?

—Cariño —le dijo, acercándose un paso hacia ella—, pensar no era precisamente lo que hacía cuando te arrancaba la ropa para ver tu cuerpo — dijo con sinceridad y, también, por volver a hacerla sentir otra vez en un aprieto. Le divertía cómo reaccionaba. Y lo consiguió, se movió de forma incómoda y sin saber dónde mirar. —Tranquila, tengo ropa en el despacho.

—Ah, ¿sí? —le preguntó, volviendo a centrar su mirada en Lorena mientras se dirigía al armario que se encontraba al final del despacho. El primer pensamiento que cruzó por su mente fue que la actividad que habían realizado hace poco era más común para ella del que había pensado y descubrió que no le gustaba demasiado pensar en ello. Su cara debía reflejar sus pensamientos porque Lorena dijo a continuación:

—A veces me he quedado durante la noche trabajando y así es más cómodo.

Abril se encogió de hombros quitando importancia al asunto, pero a Lorena no pudo engañarla. Al cabo de un instante, le tuvo de nuevo delante con el brazo extendido para que cogiera la camisa del mismo color que la que ella llevaba. Abril la aceptó, pero al ver que Lorena no se giraba para ofrecer un momento de intimidad para vestirse, se vio obligada a decir:

—¿Te importa? - Lorena tuvo ganas de echar otra carcajada, pero por la mirada que tenía en ese momento Abril pensó que no era lo más indicado, así que se dio la vuelta y aprovechó para dirigirse de nuevo al armario y cambiarse de camisa ella también. Cuando Abril se abrochaba la camisa, que le quedaba un poco grande, no pudo evitar fijarse en la espalda de Lorena, viendo casi hipnotizada cómo sus poderosos músculos de la espalda se contraían y se tensaban a cualquier movimiento. Por suerte consiguió dejar de mirarla cuando se giró, pero hubo otra cosa que le llamó la atención: el semblante serio que Lorena mostró de repente. Tuvo el impulso de preguntarle qué ocurría, pero ella se adelantó:

—Lo que te comenté antes lo decía de verdad. - Lorena lo había deseado y sabía que ella también, pero eso no apartaba la realidad de esa situación. Debía saber lo que esperaba y lo que no quería, si finalmente accedía a querer que tuvieran una relación solo pasional.

—¿A qué te refieres? — preguntó, frunciendo el ceño mientras levantaba las mangas de la camisa para que no le taparan sus manos.

—No quiero una relación seria, no quiero comprometerme con nadie —dijo con seriedad, mirando fijamente su reacción.

—Eso ya lo sé —comentó, relajándose y bajando la mirada.

—Pero necesito que tengas claros varios puntos.

—¿Por qué?

—Para que después no haya discusiones ni malos entendidos. —Entonces Abril creyó comprender porqué salía ahora con ello.

—Ah, ¿es por lo que te dije que tenías un séquito de mujeres llorando a tus espaldas? — preguntó, volviendo a mirarla de frente, pero con un semblante más relajado—. No te preocupes. Yo no voy a montarte un escándalo ni nada parecido por si eso te preocupa.

—Me preocupa hacerte daño —admitió Lorena en voz baja. A Abril le costó un poco oírlo, pero se apresuró a calmar sus dudas.

—No, no te preocupes. Sé que vamos tener una relación solo íntima — tardó unos instantes en escoger la última palabra y de igual forma le costó decirla.

—Tú no eres el prototipo de amante pasajera —explicó con un intento de hacerle entrar en razón. Prefería que todo terminara en ese momento, aunque eso significara la dolorosa consecuencia de no volverla a tocar —. Seguro que ya has pensado en los centros de mesa para el día de tu boda.

«Lirios», pensó Abril sin poder evitarlo. Aunque en esos momentos había desistido de entregar su corazón a una mujer, pensar en una posible boda en su futuro lo había pensado alguna vez.

—No se trata de amor, ni de un futuro —empezó a explicar, sin engaños—.Las dos sabemos que es pasión, nada más. Si las dos estamos de acuerdo, ¿qué inconveniente hay? —Era la verdad y así la expuso. Sabía dónde se metía desde el principio y al contrario de lo que pensó en un primer momento Lorena esbozó una media sonrisa, acercándose a ella, para depositar un leve beso en los labios.

—Que sepas —empezó a decir, pasando su brazo por la espalda de Abril para acercarla más a su cuerpo—, que no suelo actuar de forma tan impulsiva. Me has vuelto completamente loca de lujuria.

Abril empezó a bajar la mirada, pero Lorena no se lo permitió, apoyó de nuevo sus dedos bajo su barbilla para alzarla.

—Intuí esa pasión en cuando me besaste la primera vez.

—¿Que yo te besé? Te recuerdo que… —Abril no pudo terminar la frase ya que los labios de Lorena se lo impidieron, consiguiendo que se olvidara de todo menos de sentir. Levantó los brazos para enredarlos en su cuello y acercarla más, gimiendo de protesta, cuando Lorena se apartó, solo unos centímetros, ya que sus antebrazos seguían colgados de sus hombros.

—Nos hemos dejado llevar, pero a partir de ahora va a ser diferente.

—¿En qué sentido?

—Digamos que: ¡Bienvenida a mi mundo!...