Entre Tus Sabanas

Capitulo 2

—Hola, estoy en casa — dijo Abril como acostumbraba a decir cuando traspasaba la puerta principal de su apartamento. Al no contestarle nadie, recordó que Emma le había dicho que pasaría buena parte de la tarde con su amiga Valeria . Abril apoyó su espalda contra la puerta cerrada y dejó escapar un suspiro. Estaba cansada. Sentía una gran pesadez en todo su cuerpo y todas las emociones sufridas le salían en forma de cansancio físico. Sentía la necesidad de descender su cuerpo hasta caer el suelo, pero por suerte, sus piernas tenían suficiente fuerza para sujetarla. Necesitaba relajarse y soltar toda la tensión acumulada. Decidió que un baño relajante era una buena forma de conseguirlo. Mientras se dirigía a la bañera para llenarla de agua caliente, su cabeza seguía por el camino que no podía evitar, se dirigía de nuevo a lo mismo. Por mucho que lo llevara con entereza no podía borrar la sensación de haber sido tan estúpida de haber encontrado una mujer decente cuando en momento alguno de su vida se había encontrado con alguien que mereciera la pena. Ni siquiera pudo confiar en su padre, quien las abandonó cuando a su madre le diagnosticaron una grave enfermedad y ya nunca más han sabido de él, ni tampoco querían saber nada, la verdad. Y, todo eso, la llevó a la inminente y lógica conclusión de que era imposible encontrar a alguien decente y que no merecía la pena la búsqueda. Un mensaje algo alarmista teniendo solo veinticuatro años, pero con un razonamiento asumido por las experiencias sufridas en el transcurso de su vida. Tenía suficiente para dejar de pensar que pueda existir esa princesa perfecta que habita en los cuentos de hadas, ya que al final solo resulta ser una vil mentira. Pero antes visionó la docena de rosas rojas que Ximena le había regalado la noche anterior cuando fueron a cenar y, un instante después, las tiró a la basura. Ya no importaba. Iba a pasar página y a centrarse en ella y en su hermana, lo único que merecía la pena que ocupara sus pensamientos.

No supo cuánto tiempo estuvo en la bañera. No miró el reloj antes de entrar y estuvo allí dentro un buen rato, dejando que el agua caliente ofreciera ese efecto purificador que tanto necesitaba, extrayendo su cansancio y todo lo demás para que el bienestar volviera a ocupar su lugar. Solo se levantó cuando el agua se quedó fría y se le arrugaron las manos como pasas. De pequeña le encantaba estar mucho rato en la bañera y esa tarde quería revivir ese momento que tanto le gustaba. Sin embargo, como debía levantarse tarde o temprano y ya había pasado suficiente rato allí, terminó por enfundarse en un albornoz de lo más calentito y dirigirse hacia la cocina. Su estómago empezaba a reclamar y se merecía algún capricho. Se hizo un nudo con el cinturón, se dirigió hacia la nevera y abrió la parte de abajo del congelador, con la intención de satisfacer ese antojo de helado de chocolate que se le había despertado. No obstante, ese capricho no iba a ser saciado con rapidez, ya que ese compartimento de la nevera se encontraba absolutamente vacío.

—Emma —soltó su nombre, bajando la cabeza mientras cerraba la puerta del congelador. Se repartían las tareas de la casa y Emma había olvidado su parte, otra vez.

Miró por los armarios en busca de algo dulce, pero no encontró nada, así que se sentó en la silla delante de una pequeña mesa pegada a la pared. Todavía sentía el cansancio en su cuerpo y quería pensar en qué hacer a continuación. No obstante, un sonido la sacó de sus pensamientos.

—¡Hola! La voz cantarina de Emma resonó en el apartamento. —Oh, estás ahí —dijo al ver a su hermana mayor desde la puerta, ya que, al mirar hacia la derecha, daba una perfecta visión de la cocina que se encontraba a pocos pasos.

Avanzó hacia Abril con varias bolsas en las manos, señal de que había pasado un buen rato en el centro comercial.

—Antes de que preguntes, lo he pagado con mi sueldo —se apresuró a decir al ver que los ojos de Abril fueron a parar en lo que estaba sosteniendo.

En ocasiones, Emma había cuidado a los hijos de la vecina. No había ganado mucho, aunque Abril pensó que era mejor así; dinero que dejaba en su mano, dinero que desaparecía, siempre a su favor. Asumía que gastaba solo lo que ganaba con su propio esfuerzo.

—De acuerdo —comentó Abril con tranquilidad, era su dinero y ella decidía. Emma dejó las bolsas en el suelo antes de abrir la puerta de la nevera y sacar un refresco.

—¿Te pasa algo? —le preguntó, frunciendo el ceño mientras abría la lata entre sus manos. Había algo en la expresión de su hermana mayor que le hacía estar preocupada. No tenía la sonrisa que tanto le caracterizaba. Miraba a no se sabe qué parte.

—No, claro que no —se apresuró a decir Abril para que no se preocupara. Fingió la mejor sonrisa que podía en ese momento y dijo a continuación: —¿Has ido al centro comercial? ¿Cómo está Valeria ?

—Sí y bien —dijo después de darle un buen sorbo a la bebida burbujeante antes de apartar la silla y sentarse. Dejó el refresco a un lado y miró fijamente a Abril, fijándose en sus ojos, esos mismos ojos color azul que las dos compartían. —Y ahora déjate de tonterías y cuéntame lo que te preocupa. Abril abrió los ojos, sorprendida.

—¿Qué te hace pensar que me preocupa algo?

—Eres mi hermana, Aby. Te conozco bastante bien.

—Sí, ya lo veo —comentó con ternura. Era agradable que pudieran saber que algo no iba bien con solo mirarte.

—Y bien —comentó, pasando un mechón de su cabello, más oscuro que el de Abril, por detrás de la oreja—. ¿Vas a decirme qué ocurre o tendré que sonsacártelo a la fuerza? -Abril no pudo evitar sonreír con ese comentario. Vio el brazo extendido de Emma sobre la mesa y tendió su mano para coger la suya.

Siempre habían estado muy unidas, cuando una lo necesitaba, la otra le tendía la mano.

—He descubierto algo desagradable sobre Ximena — empezó por decir con la intención de relatar lo que había descubierto esa misma mañana. Iba a seguir, pero se sorprendió al notarse un nudo en la garganta que le dificultaba el proceso.

—Oh, no —comentó en un susurro a la espera de que su hermana continuara, con la paciencia suficiente para esperar el tiempo que necesitara para ello.

A Abril le entró un repentino temblor en el labio inferior. No entendía por qué ocurría. Había llevado bien el día, se había enfrentado a Ximena manteniendo la cabeza bien alta y, en ese momento, parecía que toda esa fortaleza que la había acompañado la estaba abandonado a pasos agigantados. ¿Por qué se sentía afectada? Quiso hablar, pero la voz se iba perdiendo en el camino de su garganta para ser sustituida por otro sonido más ronco y doloroso; un sollozo que buscaba desesperado encontrar una liberación. Entonces todas las esperanzas obtenidas con Ximena, el trato que creyó sincero, las duras palabras que encontró en voz de otra mujer y todo lo demás, terminó por estallar en su interior. Abril no pudo aguantarlo más. Se sintió las mejillas como húmedas y no se dio cuenta hasta unos instantes después de que eran sus lágrimas que le caían sin control El llanto atascado durante todo el día pudo, al fin, obtener la liberación que tanto lo había estado negando y toda ella quedó enmarañada en esa espiral en la que no quería caer, pero que al final no pudo negar. Su cuerpo se agitó un poco debido a los espasmos del llanto y escondió la cara entre sus manos dejando que todo fluyera como tenía que hacer. Al decirlo en voz alta, o al menos intentarlo, había dado ese toque, que no se dio cuenta que era tan frágil, en que terminó por desmoronarla. Emma se levantó enseguida para retener a su hermana entre sus brazos y ofrecerle el consuelo que tanto necesitaba y que tanto quería darle. No dijo nada, solo dejó que se desahogara, acariciando sus brazos por encima del albornoz.

—¿Quieres un poco de agua? —le preguntó Emma cuando el sollozo empezaba a mitigar. Abril solo pudo asentir y Emma solo tuvo que dar dos pasos para estar delante de la encimera en la que se dejó una botella casi vacía, pero con el agua suficiente para que Abril pudiera refrescarse la garganta, pues seguro que estaba irritada. Durante ese corto tiempo, el móvil de Emma empezó a emitir pequeños sonidos muy seguidos. Los conocía de antemano. Le avisaban de que tenía nuevos mensajes, pero optó por ignorarlos.

—Puedes… contestar— escuchó a su espalda la voz de su hermana, una voz todavía teñida por el esfuerzo. Emma llenó un vaso de agua y se dio la vuelta, viendo cómo su hermana mayor pasaba el borde del albornoz sobre sus mejillas húmedas.

—No, no es nada — comentó, aguantándole el vaso. El móvil volvió a sonar otras tres veces seguidas.

—Anda, contesta —le insistió Abril con la respiración más normal. Emma accedió, cogió el móvil que lo tenía en el bolsillo trasero de sus vaqueros y se alejó un poco de la cocina en un acto reflejo para tener más privacidad. Como había supuesto, el mensaje era de Valeria .

«¿Qué te vas a poner esta noche?». Entonces Emma recayó en que habían quedado para ir a una fiesta, se le había olvidado por completo. «Cambio de planes, esta noche no voy a salir». La respuesta tardó un segundo escaso. «Oh, pero ¡qué dices! ¡Diego y Felipe estarán allí!». «Lo sé, pero no puedo ir». «¡¿Por qué?!».

Ya puedes tener una buena excusa. Emma levantó la mirada para ver a Abril todavía encogida. Era extraño verla así. Abril siempre se había caracterizado por ser muy fuerte y por enfrentar cualquier situación con valentía. Siempre había sido la persona que Emma necesitó cuando le diagnosticaron la enfermedad a su madre y ver con impotencia que, a pesar de su incansable lucha, murió. Abril había sido el hombro donde apoyarse mientras se mantenía despierta en las largas temporadas en el hospital, ya que no querían dejar a su madre ni siquiera una sola noche. Los brazos fuertes de Abril fueron los que abrazaron a su hermana para consolarla de tan tremenda pérdida y, después, con una lucha incansable para convertirse en la tutora legal de Emma, por ser ella todavía menor de edad y así no tener que separarse, dejando de lado todos los planes y las metas que Abril tenía para ella. Necesitaba parecer alguien responsable y solvente, así que trabajó de camarera para tener ingresos mientras terminaba un programa de formación de secretariado que ofrecía una empresa, con la intención de conseguir un trabajo más solvente y tener así una mejor ficha que presentar a los servicios sociales. Y a partir de ahí, fue trabajando en varias empresas hasta que consiguió un contrato fijo en la empresa Miller. Siempre había estado para ella, lo había dado todo para que estuvieran juntas. Abril tuvo que convertirse en adulta con solo dieciséis años, primero con la enfermedad de su madre y, luego, para ser la madre para ella que necesitaba. Había dejado a un lado todos sus sentimientos, frustraciones y difíciles situaciones en las que se vieron inmersas hasta que ya no pudo aguardar más y el interior de Abril llegó a estallar. Eso había ocurrido esa noche. «Mi hermana me necesita». Inmediatamente después, Emma apagó el móvil para no tener que responder a más preguntas de su amiga que sabía que no pararía para convencerla de que debía ir a la fiesta. Era una buena amiga, pero perderse una fiesta le resultaba una idea imposible de asimilar.

—¿Película y helado? —le preguntó de nuevo, levantado la vista hacia su hermana. Antes de que Abril pudiera responder, Emma se apresuró a decir: —Lo sé, no hay nada, ahora vuelvo —dijo con rapidez, volando hacia la puerta principal. Sin embargo, antes de cerrarla, la abrió de nuevo para entrar otra vez, yendo directa a la figura de porcelana en forma de rana que había encima de una de las estanterías, y dentro de la cual había un poco de dinero para emergencias. Y estaba claro que estaban en medio de una emergencia. —Ponte ese pijama de franela que tanto te gusta usar, ahora vuelvo —comentó, pasando fugazmente delante de Abril sin posibilidad de contestar y dejándola con una sonrisa llena de afecto en su semblante.

Veinte minutos después, las dos chicas se encontraban cómodamente y con las piernas entrelazadas en el sofá. Abril tenía una buena terrina de helado de chocolate mientras que Emma tenía otra de fresa y para la película decidieron no escoger ninguna que tuviera ni un ápice de nada romántico por en medio. Emma seleccionó una de las que le gustaban a ella.

—¡Madre mía! — exclamaba Abril al no poder evitarlo cada vez que salía una escena sangrienta, apartando la mirada mientras Emma no se perdía detalle.

—¿Cómo no pueden gustarte? ¡Son una pasada! - Desde el primer momento en que se sentaron en el sofá, Abril no paraba de mirar a su hermana por el rabillo del ojo, indecisa por hablar o no de ese otro acontecimiento vivido en ese mismo día y que la había perturbado de igual manera al descubrir el engaño de Ximena.

—Emma.

—¿Mmm? —contestó sin despegar los ojos de la pantalla del televisor, atenta a lo que iba a ocurrir a continuación, aunque ya lo supiera de memoria.

—No te lo he contado todo.

—¿A qué te refieres? — preguntó todavía sin mirar a Abril y llevándose a la boca otra cucharada generosa del delicioso helado. Abril inhaló una buena bocanada de aire. Le daba vergüenza admitir esa flaqueza al terminar besando a la mujer equivocada y necesitaba quitarse ese peso que también la atormentaba.

—He besado a Lorena.- Eso sí que hizo captar la atención de Emma para dejar de ver la película.

—¿Lorena? —le preguntó, sorprendida, alzando una ceja. -¿Quién es?

—Digamos que la dueña de la empresa —dijo, arrastrando las últimas palabras mientras bajaba su tono de voz debido a la vergüenza que sentía en esos momentos.

—¿Dueña? - Emma dejó la tarrina de helado en el suelo para, acto seguido, sentarse con las piernas cruzadas deseosa de saber más. Al ver que Abril seguía sin añadir nada, le dijo con impaciencia: —No te quedes así, cuéntame más.

«Abril había temido que se escandalizara, pero, al parecer, no fue así», pensó, aliviada. Su madre gozaba de muchas virtudes, pero sobre estos temas tenía un pensamiento muy chapado a la antigua, confesarle que había besado a una mujer que no era su novia y, además, con semejante reputación…le hubiera dado un infarto, por lo menos. Abril carraspeó para ganar tiempo. Quería exponer todo lo que había dentro de ella, pero se encontró sin saber cómo empezar.

—Por la mañana, entré en el despacho de Ximena —empezó a exponer un poco nerviosa que, aunque tenía confianza con Emma, seguía existiendo esa pequeña sensación de posible censura, que le preocupaba. Era la hermana mayor, la que tenía que dar ejemplo, pero también era su querida hermana y si llegaba a ese nivel de confianza era porque quería y para que ella sintiera que pudiera hacer lo mismo—, para dejarle unos papeles encima de la mesa que sabía que después iba a necesitar. Vi la luz que parpadeaba, lo que significaba que había un mensaje que no se había escuchado, así que pensando que podía ser algo importante para la reunión, lo pulsé descubriendo que era una tal Adriana diciendo en forma jocosa que podía volver a quedar con ella después de ver a esa mojigata.- Tragó saliva al decir esa palabra, todavía se sentía ofendida por ello.

—Qué asco —comentó Emma, acompañando una mueca para enfatizar esas mismas palabras antes de darle unas suaves palmaditas de ánimo en la pierna. Emma recordaba las pocas veces que había visto a Ximena cuando iba a buscar a Abril, siempre miraba para otra parte y debía haber deducido que cuando alguien evita mirarte a los ojos es porque no es sincero. Abril no había tenido tiempo de exponer los hechos ocurridos en ese día, sobre todo por el llanto espontáneo y necesitaba exponerlo todo.

—Me quedé tan impactada que no me di cuenta de que me había quedado allí sentada debido al impacto y Lorena entró. - Abril paró unos instantes, sintiendo de nuevo su voz que resonaba en su cabeza y viendo más imágenes que vinieron a continuación….

—Ah, hola, Dannese. Al escuchar una voz, Abril se asustó creyendo que era Xime  y apartó su rostro con brusquedad para que no viera ese semblante, ese el claro reflejo de dolor que lo cruzaba. Pero no era ella. —¿Dannese?

—Sí —dijo finalmente, girándose hacia ella todavía sentada en el sofá.

—¿Se encuentra bien? Lorena era la jefa de Ximena, estaba por encima de ella y no podía permitirse que la viera en ese estado.

—Sí, sí —repitió dos veces sin saber porqué—. Estoy bien — terminó de decir, intentando parecer lo más convincente posible.

Abril hizo un ademán de levantarse para salir de allí, pero no pudo hacerlo, ya que Lorena se acercó en un ágil movimiento, agachándose para alcanzar su mismo nivel visual.

—No, no lo estás.- Por un momento, Abril se quedó sorprendida por el reflejo de preocupación en sus ojos de obsidiana, pero después recayó que eso no podía ser posible, habían hablado en pocas ocasiones y en todas se había mostrado fría y distante con ella, dejando claro que no le caía bien. Sin embargo, por algún motivo que desconocía, no podía apartar la mirada. Esa mujer la desconcertaba. Apenas había tenido contacto alguno con ella, pero, por alguna razón que, en ese momento, no conseguía hallar contestación, sentía una respuesta en su cuerpo que antes no había experimentado, una extraña calidez le envolvía y su corazón latía más deprisa y eso que ni le caía bien. Era una estupidez y debía salir de allí para dejar de pensar en todo eso, pero pasó algo que hizo frustrar sus planes. Y ese algo fue una caricia.

Su mano se posó encima de su mejilla, con tanta delicadeza, con tanta dulzura que no supo qué fue lo que pasó, pero, al instante siguiente, se encontró que los labios de Lorena la besaban, correspondiéndole inmediatamente.

Terminó de contar Abril con las mejillas teñidas de rojo.

—Entonces, esa Lorena te gusta —afirmó Emma con una sonrisa cómplice después de escuchar todo lo ocurrido.

Por una parte, no podía creer que su hermana hubiera sido capaz de hacer algo tan atrevido y, por otra, le gustaba descubrir que así había sido.

—¿Qué?. Por algo le has besado.

—¡No! —exclamó Abril con rapidez—.No fui yo, fue ella.

—Pero no te apartaste.

—Estaba confusa, ella estaba allí después de descubrir la traición de Ximena y…

—Te gusta —insistió sin dejar de sonreír.

—¡Emma! —exclamó, sintiendo un calor que ascendía por su rostro.

—¿Qué? —se quejó sin dejar su buen humor—.Está claro que si no te gustara no la hubieras besado.

—Las cosas no fueron así.

—¿Es guapa? —preguntó de pronto, interrumpiendo a su hermana. —Eh, sí, es atractiva — confesó sin darse cuenta.

—¡Ajá! —exclamó Emma, señalándola con el dedo con el brillo de la victoria reflejado en sus ojos.

—¡Emma, por favor! — pidió Abril, escondiendo su cara avergonzada entre sus manos.

—Vamos, no te pongas así. Tienes veinticuatro años y no pasa nada porque hayas dado un beso a una mujerque no es tu pareja. Ya eres adulta y eso lo hace todo el mundo.

—¿Todo el mundo? — preguntó, levantando una ceja.

—Es una forma de hablar —dijo de forma atropellada Emma, perdiendo de golpe su buen humor. Ojalá se hubiera encontrado con Felipe una situación parecida a la de su hermana.

—Ya —dijo Abril, dejando claro con su tono de voz y por la expresión de su rostro de que había mucho escondido en sus palabras de las que quería pronunciar, pero no iba a insistir en el tema. Quería ofrecerle la privacidad que una adolescente necesitaba. No quería agobiarla y también que fuera ella quien tomara la iniciativa de hablar cuando se viera preparada.

Emma tenía diecisiete años y ya era una etapa complicada sin tener a alguien detrás todo el rato intentando sonsacar información. Abril recordaba cuando ella pasaba por esa época y cómo su madre intentaba someterla a un interrogatorio cada dos por tres, preocupada porque hiciera «algo indecente», como ella lo llamaba y lo que la llevó exactamente a lo que tanto se le acusaba. Por ese motivo, no iba a proceder del mismo modo.

—¿Crees que Lorena se te acercará mañana? ¿Qué querrá hablar contigo? —preguntó apresuradamente Emma para cambiar de tema, algo que a su hermana mayor no le pasó inadvertido. Sin embargo, no le dijo nada al respecto.

Pero Lorena se acordaba, por supuesto que lo hacía. En ese momento, Lorena se encontraba sintiendo el suelo frío bajo sus pies desnudos con el brazo apoyado en la pared de cristal que le ofrecía la amplia y hermosa visión de la ciudad de Chicago, totalmente iluminada, cuando la noche hacía su aparición. La habitación permanecía en la sombra, por lo que no podía verse su completa desnudez. Era uno de sus panoramas favoritos mientras se quedaba sumida en sus pensamientos. Sin embargo, en esa noche sus pensamientos se reducían a uno solo: Abril. Sus labios, sus caricias… Era tan dulce y deliciosa, a la par que a la única que no podía tener. Se había fijado en ella desde el primer momento. No obstante, sabía que no era el prototipo de su estilo de vida. Ella buscaba una satisfacción momentánea, un mundo nocturno sin ningún tipo de ataduras, era la vida que quería y sabía que Abril no encajaba con ese tipo de mujer. Era el prototipo perfecto de novia y eso era lo último que Lorena quería. Rechazaba cualquier tipo de compromiso con cualquier persona. Era lo que quería y lo que se merecía. Su pasado estaba demasiado teñido de sombras para querer pensar en un posible atisbo de luz en su futuro. Así era como tenía que ser y así lo había aceptado. No obstante, aunque le gustaba regirse por unas reglas muy específicas, de igual forma quería dejarlas claras desde un principio. No pretendía engañar a nadie y aclaraba la situación a todas y cada una de las amantes que pasaron por su vida, que lo aceptaran antes de empezar el tipo de relación que estaba buscando y sabía que Abril no encajaba en su mundo. Que no para ella, a su pesar. Lorena dejó escapar un suspiro, como si estuviera cansada, mientras giraba la cabeza para ver a la mujer que descansaba tranquilamente sobre sus sábanas de hilo egipcio. Una expresión de satisfacción cruzaba por el rostro dormido de Fernanda, pero esa sensación ella no la había probado esa noche, aunque las piernas de Fernanda la hubieran oprimido con el mismo ímpetu de siempre. No obstante, esa noche ella no compartió su satisfacción. Y, últimamente, Fernanda se estaba convirtiendo en un problema más que en una solución cuando su cuerpo la necesitaba. Al principio estaba de acuerdo con sus reglas para empezar una relación pasional. En un primer momento había dejado caer más de una indirecta de que quería algo más y últimamente se enfrentaba a más llamadas y desesperados movimientos para contactar con ella y ya empezaba a cansarla. Además, esa noche, desde el primer momento no le había motivado de la misma forma que en las ocasiones anteriores. Había percibido pequeños detalles que, aunque antes también existían, no le prestó la atención que sí hizo hace unas horas antes. El maquillaje excesivo y puesto expresamente para provocar y esa figura tan delgada, no era natural, parecía que toda ella era un artificio. No era dulce, no tenía ese aura de inocencia. No era Abril.

Al volver a pensar en ella, la humedad en su zona aumentó y acto seguido se obligó a alejarla de sus pensamientos. No era para ella y debía recordarlo.

Abril intentaba conciliar el sueño, pero le resultaba imposible. Se revolvía entre sus sábanas una y otra vez sin que un ápice de sueño apareciera esa noche. Sabía exactamente el motivo de ello. Lorena. Emma tenía razón. No la había besado por estar confusa y pasar un mal momento. Le había besado porque siempre le había gustado, pero no quería reconocerlo. Escondió la cabeza en la almohada, le daba vergüenza con solo pensarlo. ¿Estaba bien acercarse a alguien solo por un interés físico? La verdad es que esa pregunta la tenía desconcertada y un poco asustada. Se enfrentaba a un vacío lleno de duda y sin saber quién podría responderla. En el transcurso de su vida, había pasado de ser una adolescente despreocupada a tener que madurar muy deprisa de un día para otro, a tener que enfrentarse a situaciones muy difíciles y tomar decisiones siendo todavía prácticamente una niña. Se había perdido el proceso del medio, ese más denominado cómo «hacer locuras», o simplemente, experimentar, pero no se ha arrepentido ni un solo momento. Ese tiempo lo empleó en estar con su madre lo máximo posible antes de fallecer y, posteriormente, luchar para que le otorgaran la custodia de su hermana. Pero ese es precisamente el motivo por el que ahora se encuentra tan desorientada en un tema que quizás para otra persona es fácil sacar una conclusión. Se sentía sofocada y no sabía el motivo, ya que solo era un pensamiento, nada más. Un pensamiento que también le hacía sentir algo parecido a esa sensación libre que hacía tantos años que no apreciaba. Durante los últimos años solo se permitía pensar en el bienestar de Emma y en preocuparse en que no les faltara lo esencial. Era extraño y liberador poder pensar en una mujer solo porque la atraía. Algo tan sencillo, pero que nunca se había permitido pensar detenidamente en ello.

Lorena era muy atractiva, debía reconocerlo. Ahora podía pensar en ella con detenimiento porque simplemente quería hacerlo, antes ni se le había pasado por la cabeza por respeto a Ximena y porque no tenía motivo para ello. Sin embargo, después de que ella la besara furtivamente, creía tener algún tipo de derecho en hacerlo. No era una persona que hacía comparaciones, pero en ese momento no pudo evitarlo. Ximena se podía definir como una mujer atractiva, pero Lorena se podría clasificar como muy apuesta. Lorena era más alta y con mejor cuerpo que Ximena. Impactaba más a primera vista y con su mirada de obsidiana conseguía atraer su atención. Un pelo negro largo y una piel ligeramente bronceada como si tuviera raíces griegas o italianas, atraían mucho la atención, sobretodo de las demás mujeres de la oficina, ya que no paraban de repetirlo y en más de una ocasión había parado la oreja por curiosidad, o suspiraban cuando atraían su atención o consolaban a alguna de ellas que había salido con ella y la había dejado.

Aparte de su atractivo, también había otra cosa que recaía su pensamiento en ella, la línea recta y dura que exhibía siempre en lugar de una sonrisa, aunque en esos momentos le parecía extraño después de sentir la suavidad de sus labios con los suyos. Sin darse cuenta, se encontró acariciando sus labios al recordar ese momento. No obstante, dentro de esa imagen que se formaba de manera sólida en sus pensamientos, rápidamente se vio aplastada al recordar las palabras de Emma y sentirlo como una bofetada. Le había transmitido el mensaje de que estaba bien besar a alguien que apenas conocías y no resultaba ser tu pareja definida. No, eso no estaba bien. Debía dejar de pensar en esas tonterías y ser la persona adulta y con referencia que su hermana pequeña necesitaba.

A la mañana siguiente, sabía que se obligaba a levantarse, pero con solo pensar en todo lo que tenía que enfrentarse le daba ganas de tirar de las sábanas para que cubrieran su cabeza y quedarse allí varios días. Pero sabía que no podía esconderse del mundo, aunque quería quedarse unos minutos más intentando relajarse al haber pasado una mala noche. Sin embargo, se vio truncado por un pequeño torbellino que empezó para abrir con brusquedad las cortinas de su habitación.

—¡Despierta! Abril se cubrió con las sábanas para esconderse de los repentinos rayos del sol que tanto le molestaban en ese momento.

—¡Emma! —exclamó en forma de quejido. Su hermana no hizo caso al tono de voz irritado que dejaba claro que quería aprovechar el tiempo para descansar un poco más, pero hizo caso omiso para apoyar las rodillas al lado de Abril.

—No seas quejica —dijo, apartando con brusquedad la sábana que Abril agarraba—. He tenido una gran idea —terminó de decir, emocionada.

—Y en esa idea no incluye dejarme dormir un poco más — comentó, levantando el brazo para apartar esa sombra encima de sus ojos que tanto necesitaba en ese momento.

—No seas aguafiestas —se repitió con otras palabras, cambiando de posición para sentarse y estar así más cómoda—. He pensado en algo, he estado durante toda la noche dándole vueltas. - No era una forma de hablar, encantada de haber encontrado algo al fin para poder ayudar a su hermana, una forma de recompensarla por todo lo que ha hecho por ella. Había estado pensado detalladamente en ello hasta dar con una idea que, aunque no muy complicada, estaba segura de que daría en el blanco.

Además de haber pasado la noche en vela haciendo el aporte a su plan, sus ojos le picaban por haber estado concentrada durante todas esas horas y se había pinchado tantas veces en los dedos que todavía le escocían, pero había merecido la pena. Emma dejó de hablar en ese momento para que su hermana le preguntara qué era lo que tenía en mente y Abril, al escuchar el timbre tan emocionado de su voz, no se vio con valor de quejarse por tercera vez.

—¿En qué has pensado?

—He pensado en tu vuelta triunfal a la oficina.

—¿Triunfal? —preguntó con curiosidad, pero sin poder evitar una pequeña estela de angustia al pensar en volver a ver a Ximena.

—He estado pensando en que esa vuelta tendría que ser inolvidable —comentó Emma con una mirada pícara y extendiendo sus manos para dar más énfasis a sus palabras.

—¿Inolvidable? —volvió a repetir sus palabras, frunciendo el ceño. Emma asintió siguiendo con esa mirada pícara.

—Se puede conseguir con algo tan sencillo como un pequeño cambio de estilo.

—¿Cómo que cambio de estilo? —preguntó, levantándose para dejar de estar estirada y sentarse en la cama—. ¿Qué tiene de malo? —preguntó con un pequeño atisbo de ofensa por la escucha de esas palabras.

—Nada —se apresuró a responder Emma. Aunque al cabo de pocos instantes, lo reconsideró para decir: —Bueno —siguió a pesar de que sabría que no le iba a gustar lo que le diría a continuación—. Podrías modernizarte un poco, nada más.

—Es la ropa de mamá, ¿qué tiene de malo?

—Que es la ropa de mamá —dijo Emma de forma obvia—. No es que esté mal —se apresuró a decir—. Solo que estaría bien modernizar un poco tu armario.

—Eso suena bien, Emma. Pero no tenemos dinero para renovar mi vestuario.

—Lo sé, solo hace falta un poco de imaginación.

—¿Imaginación? ¿A qué te refieres?

—Tu situación me recuerda mucho a lo que le pasó a Bianca. Verás, siempre le ha gustado llevar ropas un poco anchas y al final Justin se fue con otra. Bianca cambió su forma de vestir para mostrarle lo que se había perdido y ahora Justin está dándose cabezazos contra la pared.

—Emma, cielo, mi lugar de trabajo no es un instituto —explicó con dulzura mientras negaba con la cabeza.

—Pero seguro que se puede aplicar en este caso, seguro que Ximena es tan inmadura como un crío de instituto. -Abril no tuvo argumento alguno que añadir a esa afirmación. —Y por lo que me has ido contando, no se aleja mucho — terminó de decir, escondiendo sus ganas de reír.

Abril, de nuevo, no supo qué contestar, ya que encontró demasiado sentido en las palabras de Emma para revocar su razonamiento. La verdad es que se parecía mucho a un instituto, predominan los chismes y las relaciones basadas solo en el aspecto físico, de todo eso se ha enterado gracias a las sesiones informativas de sus compañeras de trabajo a la hora del café donde se encuentran reunidas y se ponen al día de todo. Sí que le recordaba a su época del instituto, lo cual le hacía replantearse el lugar en el que trabajaba.

—Y por eso me he pasado la noche arreglando un par de prendas.

—¿Arreglando? — preguntó, pero no obtuvo respuesta, ya que Emma desapareció de su vista en un santiamén, volviendo a aparecer poco después con una sonrisa radiante y dos prendas de ropa sobre sus brazos.

Abril se levantó para acercarse a su hermana. Al principio la idea de que hubiera hecho lo que quisiera con su ropa no la había entusiasmado, pero al ver la sonrisa ilusionada de Emma, procuró mirarlo de una manera diferente. No obstante, lo que no esperaba era el resultado que solo a primera vista parecía tener.

—¿Esto lo has hecho tú? — preguntó, cogiendo la falda y la blusa para examinarlas mejor.

—Así es —respondió, orgullosa.

—Vaya —fue lo único capaz de decir mientras examinaba la falda con más atención. Había recogido un poco la falda haciéndola más corta. Por la medida que tenía ahora, calculaba que les llegaría a las rodillas, pero había hecho algo más. Ya no estaban las líneas estáticas que bajaban y daban un aspecto de una persona con mayor edad. Las había cortado a la mitad para que tuviera un aspecto más juvenil, además de haber añadido una tela planeada que adornaba la cintura y una pequeña parte de esa tela que viajaba libremente, por un lado. Enseguida miró con detenimiento la otra pieza de ropa, la camisa había cambiado; asimismo, se ajustaba más a la estructura de su cuerpo y también le había añadido hilos de una tela plateada en varios de los contornos para darle un aspecto más joven y agradable.

—Es precioso —comentó Abril con sinceridad.

Emma sonrió orgullosa. Sin embargo, al momento la sonrisa se desinfló un poco al darse cuenta de que ese era un buen momento para decirle a Abril que en lugar de ir a la universidad quería ir a la escuela de diseño. Acababa de ver lo que era capaz de hacer y le había gustado. No obstante, no se atrevió, ese era un tema delicado que decidió dejar para otra ocasión. Abril le exigía buenas notas y que pensara en qué carrera universitaria quería inscribirse. Por lo demás, le dejaba libertad en otros aspectos para que pudiera tomar sus propias decisiones siempre con unas reglas básicas y un horario un poco flexible, pero ya era mucho más de lo que sus amigas disfrutaban y se sentía afortunada por ello, de que la dejara ser ella misma en otros aspectos. Emma decidió finalmente que ese no era el momento apropiado. Su hermana había pasado un mal rato el día pasado y lo último que necesitaba era una preocupación más. Lo dejaría para otra ocasión. Abril se acercó al espejo de su cómoda. Se puso la ropa sobre su cuerpo y se hizo una idea de la imagen cercana de cómo estaría puesto con ella.

—Debe haberte costado hacerlo en toda la noche.

—Sí —admitió Emma. Abril giró la cabeza hacia su hermana, sonriendo con afecto por ese detalle tan bonito. —Te lo pondrás, ¿verdad?

—Claro que sí. - Abril volvió a mirarse en el espejo y se dio cuenta de que Emma tenía razón, ese día iba a traspasar la puerta con la cabeza buen alta.

Estaba nerviosa, no podía negarlo. Tener que verse obligada a volver al lugar donde sintió semejante humillación…hizo desaparecer casi por completo el dominio que creyó que tenía. Lo curioso es que en ningún momento había echado de menos a Ximena. El sentimiento que le quedaba era el de la vergüenza por haber sido tan estúpida y por descubrir que había sido tan cerda. Sin embargo, no había nada más en su interior, ningún sentimiento afectivo hacia ella. Cuando alguien la fallaba de esa forma le borraba totalmente de su vida. No obstante, con ese pensamiento latente y certero en su cabeza, eso no eliminaba la estela de nervios que descendía de su estómago al tener que traspasar la puerta de cristal que determinaba la entrada a su lugar de trabajo y, al mismo tiempo, al de tener que enfrentarse a diversos obstáculos.

Primero, no sabría qué haría Ximena. ¿Actuaría como si nada hubiera pasado? ¿Le pediría disculpas? O, por el contrario, ¿actuaría de forma belicosa contra ella? Si solo fuera Ximena, no estaría tan nerviosa, pero, además, tenía el añadido de tener que volver a ver a Lorena y sin saber tampoco si se acercaría a ella o no y mucho menos qué le diría. A continuación, se sacudió la cabeza para sacarse todos esos pensamientos que solo conseguían alterarla más. Con seguridad no pasaría ni la mitad de lo que estaba pensando. No era necesario llenarse la cabeza sin saber qué iba a ocurrir con exactitud. Lo mejor era respirar profundamente y seguir hacia delante. Y eso hizo, con la cabeza bien alta, como debía ser. Traspasó el umbral con valentía. Sin embargo, sostenía con demasiada fuerza el asa de su bolso sin darse cuenta. Durante el trayecto de subida del ascensor, Abril sentía que su respiración se agitaba por cada piso que el panel digital avanzaba, con necesidad de ocuparse de algo, fuera o no una tontería. Empezó por retirarse los mechones de su cabello, aunque no le hicieran falta. Emma le había aconsejado que se lo dejara suelto y le pareció una buena idea, no tanto el brillo de labios que le había insistido que se pusiera, pero finalmente accedió, ya que no dejaba de insistir. Es verdad que podía habérselo quitado por el camino, pero se olvidó de ello por completo y ya, en ese momento, el ascensor abrió sus puertas y no tuvo tiempo de nada. Algunas de las demás personas que subieron en el ascensor emprendieron su marcha y Abril les siguió hasta avanzar torpemente hasta su mesa. Giró la mirada intentándolo de manera disimulada hacia la puerta de Ximena, que estaba cerrada, pero nerviosa por el momento en que esa puerta se abriera. Sin poder evitarlo, desplazó su mirada un poco más a la izquierda donde se encontraba el despacho de Lorena, con la puerta también cerrada. Pero no podía seguir así y rápidamente volvió a mirar hacia su mesa, para ver la única fotografía que había encima, una imagen impresa en la que estaban ella y su hermana, sonrientes. Aunque la imagen era tierna y la ayudó para recuperar sus fuerzas, se dejó caer sobre la silla. De no haberse besado con Lorena no tendría que tener dos preocupaciones en una. Respiró con profundidad y procedió a abrir el ordenador con la intención de que todo transcurriera con la mayor normalidad posible.

Lorena tenía la mirada perdida delante de su ordenador, intentando concentrarse en la tediosa tarea que tenía por delante. Ya le costaba en su día a día, pero esa mañana le costaba más aún. Un trabajo que acarreaba por culpa de su maldito apellido, ese mismo que le une a una familia que le ha despreciado desde el mismo momento de su nacimiento, pero no le quedaba más remedio que aguantar y fingir ser un miembro más de la familia y llevar las riendas de la empresa que los sostenían a todos, al menos hasta que su plan terminara de concluirse de todo, pero por el momento debía seguir por el bienestar de su madre. Sin embargo, por primera vez en su vida, sentía la necesidad de llegar a su lugar de trabajo y el motivo de ello tenía un nombre: Abril.

Todavía recordaba su suavidad. Desde que la había besado, no había podido alejarla de sus pensamientos y no entendía por qué un solo beso había conseguido provocarle un deseo tan intenso por una mujer. ¡Qué tonterías estaba pensando! Claro que lo entendía, pero la cuestión es que no le gustaba reconocerlo. No quería aceptar el hecho de que su férreo control sobre todas y cada una de sus conquistas ahora se tambaleaba solo con una mujer. Una mujer que no podía ser suya y por eso no podía dejar de pensar en ella, porque era una fruta prohibida y eso la hacía más atrayente aún. Dejó el bloque de papeles que sostenía con la mano derecha de mala manera encima del teclado. No le gustaba admitir esa clase de debilidad. Debía sacarse a esa chica de su cabeza y cuanto antes mejor. A continuación, descansó su cabeza sobre sus dedos índice y medio con el objetivo de aplicarse un suave masaje y mitigar así el creciente dolor de cabeza que le había empezado en ese momento. Ya había tomado un café bien cargado de buena mañana. Sin embargo, no eran ni las nueve y ya sentía la necesidad de otro empujón de cafeína por sus venas para poder aguantar el día y así aprovechaba para alejarse de esos papeles y de la pantalla del ordenador y despejarse un poco la cabeza.

Justo al abrir la puerta de su despacho, le aumentó el dolor de cabeza al escuchar una oleada de teléfonos sonando y al ver a numerosas personas tecleando deforma frenética en el ordenador. Se apresuró para entrar en ese pequeño cuarto en el que encontraría un poco más de calma. Estaba demasiado ocupado en sus pensamientos para reparar en nada más.

Abril se quedó paralizada al ver quién acababa de entrar mientras removía su café con leche con una pequeña cuchara. No sabía qué hacer o qué decir, si saludar como si nada o fingir que no le había visto, estaba de espaldas a ella y no se había percatado de su presencia. Sintió encenderse sus mejillas con solo ver a Lorena delante de ella. Los recuerdos eran inevitables y despertaron las mismas maravillosas sensaciones que ella misma había provocado tan solo un día atrás. Pensar en escabullirse era una idea tentadora, pero no podía actuar de forma semejante. La educaron para ser mejor que eso y, suspirando con resignación, dijo finalmente:

—Buenos días.

Lorena se tensó al reconocer su voz sin necesidad de levantar la mirada, pero solo durante un instante, lo que necesitó para recuperar su control.

—Buenos días —dijo amablemente con su voz suave. Sin embargo, al mirarla se descontroló y comprobó su nueva apariencia, deteniéndose más de lo deseado.

Desde el primer momento que la vio fue muy consciente de lo atractiva que resultaba, aunque se excusara detrás de una ropa que claramente no era la suya. En lugar de una mujer joven parecía la típica profesora de mediana edad, que vestía de una forma recatada, la cual no podía darse cuenta del todo de sus atributos y, en ese momento, podía. Sustituyó su ropa por otra que realzaba mejor sus curvas, dando una visión de su esbelta cintura, sus caderas torneadas y un busto bien formado. La tentación que siempre había sentido a su lado se iba magnificando en ese momento. Abril sintió que sus mejillas enrojecían todavía más, si eso era posible. Sentía la mirada intensa de Lorena y no sabía cómo reaccionar, no estaba acostumbrada a una situación semejante.

—Tengo cosas que hacer —dijo de forma atropellada mientras bajaba la mirada al pasar a su lado para irse lo más rápido posible.

Pero sus intenciones se frustraron cuando sintió un brazo que rodeaba su cintura y se percató, a continuación, del duro tacto de la pared a su espalda. Un gemido de sorpresa escapó de sus labios mientras sentía que el cuerpo de Lorena se acercaba al suyo. Y, sin poder hacer nada por evitarlo, vio aproximarse a Lorena, acercándose hasta que sus labios estuvieron a pocos centímetros de distancia, sin llegar a besarla. Lorena se quedó mirándola con atención, esperando una reacción por parte de ella. Había sentido un impulso tan fuerte que no tuvo tiempo para darse cuenta de lo que hacía. Su cuerpo actuó por ella, impulsada por una nueva descarga de deseo al tenerla tan cerca. Necesitaba sentirla, estremecerse con sus labios de nuevo, pero en ese momento se dio cuenta de su imprudencia y por eso no se abalanzó para besar los labios que tanto le tentaban. Esperó para ver cómo reaccionaba, si se alejaría de ella o si, por el contrario, estaría dispuesta a que la besara. Abril sentía que su corazón latía cada vez más deprisa. No podía creer lo que le estaba pasando. Le tenía tan cerca que podía sentir pequeñas ráfagas de su aliento sobre sus labios, pero sin llegar a tocarla. Un sentimiento parecido a la decepción apareció en ella al preguntarse por qué no la besaba, sorprendiéndose por ese pensamiento. Alzó ligeramente los labios sin darse cuenta, en una clara invitación que Lorena no iba a dejar pasar. Con una fugaz sonrisa de victoria, acarició la nariz de Abril con la suya en un acto tan íntimo y, a la vez, tan lleno de significado que Abril no pudo hacer más que suspirar anhelante. No se hizo esperar más, los labios de Lorena buscaron de forma hambrienta los de ella, explorando y estallando lo que las dos sentían en ese momento. Un suspiro de placer brotó de la garganta de Abril, lo que animó a Lorena para besarla con más profundidad, recorriendo vivamente su lengua con la de ella para estimular una respuesta tan apasionada como la suya. Abril creía oír una voz de alerta dentro de su cabeza, repitiendo que lo que estaba haciendo no estaba bien. Sin embargo, esa voz se iba disipando y convirtiéndose en un susurro cada vez menos audible, dándose cuenta de que no quería pensar, solo sentir. Seguir besando a Lorena. Empezó por responder con algo de torpeza por la poca práctica en los últimos años, pero le respondía con la misma pasión que imprimía ella. Levantó la mano para sentir la suavidad de su cabello oscuro entre sus dedos, como la vez anterior.

Con la yema de los dedos, Lorena acarició suavemente la mejilla de Abril, en un movimiento tan tierno que no correspondía a la pasión que explotaba entre ellas en ese momento. Abril sentía cómo se acercaba más a ella, reparando en la dureza de su tonificado cuerpo aprisionándola cada vez más y, con eso, también un calor que emanaba. No obstante, algo se interpuso entre las dos, el sonido de unas voces acercándose provocaron que Lorena se alejara bruscamente de su lado, haciéndola sentir un gran vacío entre sus brazos. Ella volvió enseguida a la normalidad. Le vio darle la espalda y continuar preparando su café con tranquilidad como si nada hubiera ocurrido.

«Claro, estará acostumbrada a besar a escondidas», pensó Abril. No como ella que todavía seguía con la respiración agitada y con su cuerpo que todavía estaba temblando de deseo. Seguía apoyada en la pared porque temía que sus rodillas no la sostuvieran si se alejaba y no podía fingir normalidad por mucho que lo intentara. Y no pudo fingir cuando aparecieron Karen y otra compañera con la que mantuvo una conversación animada.

—Ah, ¡hola, Abril! —la saludó sin mucho ánimo al verla. Abril hizo un movimiento de cabeza para corresponder a su saludo, ya que ningún sonido hubiera salido de su garganta en ese momento.

—Señorita Miller —dijo Karen, sorprendida y cambiando su voz a una mucho más amable—, buenos días. - Terminó de decirlos en un tono un poco seductor que a Abril no le gustó y vio que la mujer que iba con Karen también cambió su actitud al ver a Lorena.

«Por favor», pensó, poniendo los ojos en blanco.

—Señoritas —dijo Lorena a modo de despedida con un café en su mano y pasando delante de las tres sin detenerse en mirar a ninguna. Abril se quedó contemplando su definida espalda, viendo cómo la fina camisa azul claro que marcaba su figura y se quedó en esa posición hasta después de que hubiera desaparecido. Solo salió de su estado cuando volvió a escuchar la voz de Karen.

—¿Estás bien?- Abril giró la mirada hacia su compañera. Frunció el ceño. Asintió varias veces con movimientos rápidos para dar tiempo a encontrar su voz.

—Sí, estoy bien — respondió con la voz algo rasposa antes de alejarse por no soportar más su mirada inquisitiva y evitar cualquier otra pregunta más. Karen seguía con el ceño fruncido cuando se giró y se dirigió junto a su amiga.

—¿Qué vas a hacer? —le preguntó Mery.

—¿Qué?

—Lo que me contabas de tus problemas económicos —le recordó Mery mientras ponía un poco de azúcar en su taza.

—Ah, sí. -Quiso volver a la conversación con Mery, pero no podía quitarse de la cabeza la extraña actuación de Abril. Se quedó pensando durante unos instantes antes de juntar los hilos sueltos. Al fin y al cabo, la conclusión era bastante lógica y, de un momento a otro, Karen cambió su ceño fruncido por una sonrisa maliciosa.

Abril volvió a usar el baño como escondite. Se estaba convirtiendo en algo recurrente a su pesar. Necesitaba intimidad, estar a solas para pensar o, mejor dicho, para recriminarse de nuevo. Al ver que no había nadie, se precipitó para poner las manos encima de la pica y sentir su frío tacto que, en ese momento, le resultaba reconfortante. ¡¿Cómo he podido ser tan estúpida?! Había llegado a la lógica conclusión de que era una auténtica locura haber besado a Lorena, pero ¿otra vez? ¡No! No debía pasar de nuevo. No entendía cómo había vuelto a caer en lo que había catalogado como un error. Una acción equivocada que no podía volver a repetirse. Entonces, ¿por qué había vuelto a pasar? Si no quería que ocurriera…bueno, eso no era del todo cierto, cuando la tuvo cerca, cuando notó la presión de su cuerpo contra el suyo, sintió una necesidad que no recordaba haber experimentado con anterioridad. Sacudió la cabeza con un creciente enfado. Esa extraña necesidad que estaba pensando, solo conseguía que dejara de pensar de forma racional, ¿cómo sino se explica que cayera otra vez en sus brazos ignorando la voz de alerta emitida por su mente juiciosa? Pero descubrió que el juicio había desaparecido prácticamente en su totalidad al comprender que también se sentía enfurecida por haberla ignorado por completo antes de irse. Y lo peor de todo es que le entendía, sabía que intentaba parecer que nada hubiera pasado, su parte racional la entendía y, entonces, ¿por qué se sentía enfurecida por eso? Después de suspirar, cansada, bajó la cabeza para esconder su cara avergonzada tras sus manos. Tenía que dejar de comportarse como una estúpida y actuar como la adulta que se esperaba de ella. Un rato después, Abril se encontraba de nuevo en su escritorio. Debía volver al trabajo, aunque por dentro bullera por lo que había pasado y por los sentimientos contradictorios que su cuerpo se empeñaba en confundirla. No obstante, debía olvidar todo lo demás y concentrarse en su trabajo. Decidida, pensó en entregarse con ganas a las tareas que tenía por delante, o al menos esa era su intención cuando, de repente, escuchó una voz delante de ella y que le provocó un pequeño respingo.

—Señorita Dannese —dijo Ximena con una expresión seria—. ¿Puede venir a mi despacho un momento?

—Por supuesto —contestó con educación, levantándose. En cuanto Ximena se dio la vuelta, aprovechó para inhalar una buena bocanada de aire. «Genial, otra prueba que superar», pensó, cansada, y eso que ni tan solo era mediodía.

Dudaba de que pudiera encontrar tranquilidad en un periodo cercano.

—¿Qué necesita, señorita? — le preguntó, ya en la intimidad de su despacho.

—Cuando estemos solas, puedes seguir hablándome de tú.

—No creo que sea conveniente.

—Abril…

—Señorita Dannese, si no le molesta.

—Abril —insistió con un tono de voz lastimero. Intentó dar un paso hacia ella, pero Abril retrocedió.

—¿Es todo lo que quería decirme?

—No —contestó, dejando atrás esa faceta que había ideado para influir una respuesta de Abril que no había funcionado —. Me gustaría hablar de lo que pasó…

—No hay nada de qué hablar —interrumpió, mostrándose lo más serena posible. Le iba a demostrar que su engaño no le había afectado, al menos eso quería mostrarle—. Hay una relación profesional que no debe alterarse por cualquier cosa que haya podido pasar entre nosotras. - Abril mantenía su mirada firme, sin desviarla en ningún momento.

Ximena alzó la ceja, sorprendida por las palabras expresadas con una madurez que no suele corresponder a una chica de tan solo veinticuatro años. Sin embargo, lo que más le dolía era la patada directa  al verla mostrar esa indiferencia hacia ella. Hubiera preferido que le gritara o insultara. Al menos de esa forma sabría que la había herido y que le había importado su engaño.

—¿Eso es todo? —insistió Abril.

Ximena asintió de mala gana y Abril desapareció de su vista al instante. No esperaba que las cosas hubieran surgido de esa forma. Su plan inicial había sido otro, hacer el papel del profundamente arrepentido con el objetivo de que volviera a caer en sus brazos y así probar de una buena vez ese cuerpo que le resultó delicioso desde el primer momento que la vio, pero no, no había resultado y encima Abril había actuado como si nunca le hubiera importado. Y, para colmo, se había vestido de la forma más descarada para ella, para atormentarla. No, no iba a acabar así.

Lorena seguía sin poderse quitar a Abril de la cabeza. Todavía sentía el dulce sabor de sus labios y su poca experiencia en el estallar de su pasión, algo que hizo que su anatomía reaccionara todavía más. No era una mujer que se dejaba llevar por impulsos. Le gustaba mantener el control de cualquier situación y no estaba acostumbrada a dejar nada al margen que no lo tuviera dominado. Pero, al parecer, esas reglas no se aplicaban con Abril. Es verdad lo que se dice, la fruta prohibida siempre sabe mejor.

—¿Qué opina, señora Miller? —le preguntó Ximena en medio de una reunión. Las demás conversaciones se apagaron a la espera de su respuesta.

—¿Qué? —preguntó Lorena, saliendo de sus pensamientos sin tener la menor idea de lo que estaban hablando. Por suerte, uno de sus empleados, Henry, que se encontraba a su lado, se inclinó para decirle de la forma más disimulada posible:

—Estamos hablando de la inversión del dos por ciento del beneficio neto, señorita.

—Como representante de la familia Miller nos interesa su opinión —dijo Ximena al mismo tiempo para que Lorena no pudiera escuchar bien la explicación de su empleado.

—Precisamente, la señorita Miller quería aprovechar para exponer otra idea para la inversión…—empezó por exponer Henry, pero Ximena le interrumpió.

—¿La señorita Miller no puede hablar por sí sola? — preguntó de forma burlona, reclinado en su silla y con una media sonrisa de suficiencia en su semblante.

La familia de Ximena formaba parte de las acciones de la sociedad de la familia Miller, pero al parecer a Ximena le molestaba que una mujer pocos años mayor que ella formara parte de la dirección de una empresa, un cargo al que Ximena también aspiraba y que no podía alcanzar, a su parecer, por culpa de Lorena. Ese era uno de los motivos por el que intentaba dejarlo mal cada vez que podía delante de la junta directiva.

—Mi intención es que nos arriesguemos en un nuevo proyecto —comentó Lorena, ignorando deliberadamente a Ximena.

—¿Y nos lo dice en este momento? —saltó de nuevo Ximena, levantándose de la silla y dirigiéndose a él—. Después de varios días debatiendo este tema, ¿aparece ahora de la nada una nueva idea suya?

—El nuevo proyecto que he detallado en el informe y que ayer mismo se envió a todos y cada uno de los miembros de este comité— comentó Lorena con suma tranquilidad y disfrutando de todas las palabras mientras las decía viendo cómo de forma paulatina Ximena iba perdiendo la expresión de superioridad—. Y si el señora Rogers deja de interrumpir, podré explayarme en la propuesta que tenéis todos en vuestras manos. -Varios murmullos de risa aparecieron en la sala unos instantes antes de volver al asunto principal que les ocupaban. Ximena volvió a sentarse, con expresión seria, revolviendo en los papeles que tenía delante de ella y, en efecto, había la proposición debajo. Apretó los puños con fuerza por la burla a la que había sido sometida y contra la persona a la que iba a descargar el enfado que crecía por sus venas cuando acabara la reunión.

Abril se encontraba mejor después de la charla con Ximena. Se había sentido victoriosa por cómo había llevado la situación y por la serenidad que había mostrado delante de ella. Se merecía un pequeño sentimiento de orgullo después de sentirse tan estúpida tras haber caído de nuevo en las redes de Lorena. En ese momento, redactar una nota informativa le resultó una tarea no tan aburrida como siempre le parecía, sin sospechar que esa pequeña luz de alegría pronto iba a apagarse. Un estruendo tuvo lugar en su mesa, cuando alguien hizo impactar un conjunto de folios con fuerza contra su escritorio. Unos centímetros más y hubieran impactado en ella.

—¡¿Se puede saber qué es esto?! —exclamó Ximena con el enfado claramente reflejado en su voz. Todos a su alrededor interrumpieron su trabajo para convertirse en espectadores de lo que iba a ocurrir a continuación, provocando un silencio generalizado. Durante unos instantes, Abril no perdió de vista la imagen colérica de los ojos de su jefa antes de bajar la mirada hacia el foco de su enfado. Abril lo reconoció. Eran los documentos que tuvo que imprimir y encuadernar para la reunión de ese día, pero Ximena la interrumpió cuando abrió la boca para responder.

—¡Ya sé lo que es, pero me pregunto por qué no estaba encima de todos los documentos! Abril alzó las cejas a modo de sorpresa. ¿Hablaba enserio? ¿Estaba enfadado porque esa propuesta no estaba encima de todos los documentos que necesitaba para la reunión? Se quedó totalmente desconcertada por esa actitud tan repentina. Desde que había empezado a trabajar, nunca le había alzado la voz ni tratado de esa manera ni tampoco le había visto enfadada por algo que tenía tan poca importancia.

—Eh —fue lo único que salió de su garganta en medio de esa extraña situación.

—¿No se le ocurre nada mejor que decir? —preguntó, mofándose de ella. Las mejillas de Abril se pusieron rojas, primero por la vergüenza y, después, por un creciente enfado que le recorría por dentro. ¿Quién se creía para tratarla de esa forma? Dejó atrás la expresión de sorpresa por otra de creciente enfado. Por muy jefa de ella que fuera, no tenía derecho para que la tratara así y, encima, después de intentar engañarla para que saliera con ella mientras mantenía una relación con otra mujer. Eso ya era el colmo. «Quizás se merecía que le dijera un par de verdades delante de todos», pensó, decidida. No obstante, cuando apoyó las palmas de sus manos encima de la mesa con la clara intención de levantarse y abrir la boca por ser su turno de gritar, se le interrumpió de nuevo, amagándose un gemido de desesperación que se obligó a que se quedara atascado en la garganta.

—Ya es suficiente —dijo la voz desafiante de Lorena, con la espalda apoyada en la puerta de su despacho y con los brazos cruzados sobre su pecho. No solo Ximena y Abril la miraron, todo el personal se encontraba expectante por lo que estaba pasando. Ximena emitió un bufido de enfado antes de girarse y desaparecer de la vista de todos, cerrando la puerta de su despacho con fuerza. Poco a poco, y bajo la mirada poco amable de Lorena, todos los demás fueron retornando al trabajo y no tardó en volver todo a la normalidad. A Lorena no le gustaba que otros abusaran de su poder y hubiera interferido por cualquier otro de sus empleados. Sin embargo, sintió una furia mayor cuando encontró que Ximena estaba gritando de forma indiscriminada a Abril por una tontería que no tenía ni pies ni cabeza. Sabía que se estaba desquitando por lo ocurrido anteriormente en la reunión y no iba a dejar que siguiera así. Lorena esperó una mirada de agradecimiento cuando sus ojos viajaron hacia Abril, pero en lugar de ello encontró unos ojos furiosos clavados en él. Sin embargo, en lugar de enfadarse, resultó que esa clase de reacción le hizo gracia, alterando su actitud seria para emitir unas pequeñas carcajadas que intentó disimular con un pequeño ataque de tos antes de desaparecer tras la puerta ella también. Se dio cuenta de que Abril había conseguido algo inaudito en él; le había hecho reír.

—Necesitas que la jefa te salve, ¿eh? —se burló Karen a las espaldas de Abril, pero optó por ignorar su comentario. Ya tenía bastante con todas esas miradas en su nuca por lo que había pasado.

No iba a dar más munición. No solo estaba enfadada con Ximena por la humillación pública que le había hecho pasar, con Lorena también. No necesitaba a ninguna mujer que saliera en su defensa. Había luchado sola y sin ninguna clase de ayuda desde los dieciséis años y no iba a dejar que nadie le hiciera sentir que no podía luchar sus propias batallas. La iban a oír.

Lorena seguía sorprendiéndose de las facetas que iba descubriendo. Cualquier otra mujer en su situación le hubiera agradecido su ayuda, pero al parecer Abril no, claro que no. Por ahora, todo lo que iba averiguando de ella era muy diferente a lo que había conocido y así seguía. Y una sonrisa empezaba a emerger en su semblante, deseosa de poder seguir descubriéndola. Ensimismada como estaba en esos pensamientos, parecido a un atisbo de lo que debía denominarse «alegría», se vio aplastada bruscamente por el sonido del teléfono sonando y reconociendo el número de quién llamaba.

—Hola, abuela —alargó de forma expresa la última palabra.

—¡Te he dicho que no me llames de esa forma!—exclamó Helena, la matriarca de la familia Miller, con una voz forzada por la edad y los restos de ese rasgo de autoridad y amargura que la ha acompañado durante tantos años —. Tenías que haberme llamado a las 12.30, ¡ya sabes que no soporto la impuntualidad!

—Son las 12.32 —dijo, cansada, al comprobarlo en la pantalla de su ordenador.

—¿Ya ha sido aprobado mi idea de invertir en la nueva sucursal del banco? - Helena quería que el dinero se destinara a un viejo amigo de ella, perteneciente a ese círculo de la clase alta, para compensar un favor que le pidió hace unos años. La alta sociedad funcionaba de esa manera. Pero le tenía preparada una sorpresa que no le iba a gustar en absoluto.

—No, Helena. He decidido que ese dinero se destine a otro proyecto.

—¿Qué estás diciendo? — preguntó, alterando su voz y provocando que sonara de forma más rasposa.

—Vamos a invertir en el desarrollo e investigación de una pequeña empresa de nuevas tecnologías.

—¿Estás bromeando? ¡Dime que estás bromeando! — Era el momento de empezar a darle un golpe a esa familia que tanto daño le habían hecho a su madre y a ella. Dándoles donde más les dolía: su dinero.

—No, ya ha sido aprobado y estoy al frente de todo. No puedes hacer nada para cambiarlo. Lorena estaba preparada para cualquier represalia que Helena tuviera que decir, pero no se esperaba que se quedara en silencio varios momentos, instantes que se hicieron eternos para Lorena. Y, aunque quisiera actuar con valentía, el terror que siempre le había inspirado esa malvada mujer, todavía seguía sacudiéndole como si volviera a ser aquella chiquilla asustada que se vieron obligados a reclamar.

—Ten cuidado, muchacha —empezó a decir de forma lenta y deliberada—, estás en esa posición gracias a mí y podría destruirte con la misma facilidad.

—No te pedí nada, Helena, y no me da miedo de que me lo quites —repuso con la verdad y el resentimiento por todo lo que su «familia» le había hecho sufrir, tanto desde que le reconocieron legalmente como cuando estuvo viviendo en la calle.

—Pero podría apretar la única tuerca que de verdad te importa —expuso, disfrutando de cada palabra, sabiendo que eso le haría sufrir.

Los dos sabían que hablaba de la madre de Lorena. Era su punto débil para manipularle a su antojo, pero ella había hallado la forma de poder salir de su tiranía sin que eso afectara de algún modo a su madre. No obstante, no iba a proporcionarle esa clase de información. Debía ser cauteloso por su seguridad y la de su madre, pues ya intentaron destruida una vez y casi lo consiguieron. Eran despreciables y odiaba tener que compartir su sangre con ellos, pero no iba a permitir seguir siendo su títere. Sus pensamientos volvían a esa oscuridad que tanto conocía, los acontecimientos de su pasado y todo lo que ha tenido que soportar aparecían a su espalda como la extensión de una sombra que amenazaba con engullirle. Entonces fue cuando, de repente, sus pensamientos cambiaron de forma radical, teniendo en el centro a la única que representaba todo lo contrario que había descubierto hasta ahora en su vida, la única cuya dulzura e inocencia no podía quitarse de la cabeza. Era una buena distracción para que sus atormentados pensamientos se alejaran, pero no duraría mucho si seguía considerándola inalcanzable. Su cuerpo cogía vida propia solo con el pensamiento de poseerla, pero lo que también le hacía palpitar era conseguir a una mujer que no entraría fácilmente dentro de sus reglas. El juego de lograr llevársela a su terreno y doblegarla también era de lo más excitante. Conseguir hacerla suya a su manera. Y fue entonces cuando, en lugar de su habitual pensamiento de que tenía que alejarla de ella, su cabeza empezó a hurgar en otras opciones más interesantes.

Abril esperó a que todo se despejara para poder hablar con Lorena. No quería que la vieran ir a su despacho después de lo ocurrido, así que dio tiempo para que la jornada laboral fuera pasando y que los demás trabajadores empezaran a cerrar sus ordenadores para levantarse. Con ese pensamiento en mente desde hacía horas, aprovechó en la hora de la comida para avisar a Emma de que llegaría un poco más tarde y que no aprovechara para pedir una pizza como siempre hacía.

—¿No has acabado? — inquirió Karen, a sus espaldas, mientras se levantaba de la silla y se colgaba el bolso en su hombro.

—Todavía me queda un poco más.

—Después de la bronca de tu jefa, es normal que no quieras que tenga más motivo para gritarte delante de todos.

Abril optó por ignorarla de nuevo y Karen se cansó de esperar una posible respuesta. Poco después, escuchó el ruido del taconeo de sus zapatos contra el suelo de una forma un poco estridente, cada vez más lejos. Se mordió el labio inferior debido a su nerviosismo. No podía evitarlo al tener que hablar con Lorena, pero tenían una conversación pendiente. Precisaba decirle que no le necesitaba que saliera en su defensa y, también, que dejara de besarla de una vez. Eso se tenía que acabar. Después de un tiempo prudencial y atenta a los sonidos de su alrededor, dejó de teclear para girar lentamente la cabeza y verificar así que ya se había ido la mayor parte de sus compañeros. Por suerte, no tenía que preocuparse de Ximena, recluido en su despacho todo el día. Lo vio salir a paso rápido y sin mirarla hacía una hora aproximadamente. Al menos pudo respirar con más tranquilidad. «Bueno, es la hora», pensó, respirando profundamente mientras se levantaba. Era algo que no podía posponer más. Cuando antes lo enfrentara, mejor.

Llamó dos veces antes de escuchar su honda voz diciendo:—Adelante. —

—Abril —dijo, sorprendida, cuando vio quién entraba en su despacho. Se levantó sin saber porqué lo hacía.

—Quería hablar contigo, si no hay inconveniente.

—Por supuesto. —Lorena alzó la mano hacia la silla delante de su escritorio para que se sentara, pero Abril declinó la invitación al cerrar la puerta a su espalda.

—Quería aclarar que no hace falta que salgas en mi defensa —dijo, poniendo las manos en sus caderas—. Puedo apañármelas muy bien yo sola.

—No lo dudo —dijo Lorena con otra sonrisa asomando e intentando disimular.

Por primera vez en su vida tenía ganas de sonreír más de una vez en un día. No podía evitarlo. Representaba un aire tan fresco. Era imposible anticipar qué diría o haría a continuación y, para sorpresa para ella, esa idea no le disgustaba. Dio un paso hacia ella.

—No estoy bromeando — reclamó con un tono de voz un poco más alto al ver que no parecía tomarla enserio—-. Lo último que necesito es parecer la débil que necesita de la jefa para que acuda en su ayuda.

Lorena asintió dando un paso más hacia ella. La voz de Abril se fue apagando al verle que se acercaba, carraspeó para volver al hilo de sus pensamientos, pero no lo consiguió, ya que Lorena se acercó demasiado, así que tuvo que dar un paso atrás y su espalda chocó contra la pared.

—No te acerques tanto — se quejó Abril sin poder dejar de mirarle a esos ojos tan oscuros y, al mismo tiempo, brillantes.

—¿Por qué? —preguntó, pasando su brazo por la espalda de Abril para que sus cuerpos se rozaran—. ¿Te pongo nerviosa?

—No, claro que no — contestó con firmeza intentando apartarse, pero no tuvo tiempo de evitar que los labios de Lorena volvieran a acariciarla, pero el beso duró muy poco, ya que Abril se alejó al instante. —Deja de hacer eso — comentó, apoyando sus manos en sus hombros para aplicar presión y deshacerse de su abrazo.

—¿Besarte? —preguntó, con su media sonrisa todavía en su semblante y sin dejar alejarla ni un solo centímetro. Le gustaba sentir su cuerpo cerca.

—Sí, besarme.

—¿Por qué? —preguntó de pronto, deseosa de conocer lo próximo que diría.

—¡Porque no está bien! — exclamó con vergüenza, bajando la mirada para centrarla en los botones de su camisa. Lorena apoyó un par de dedos en su barbilla para aplicar una suave presión y provocar así que le mirara de nuevo a los ojos.

—Claro que está bien — dijo en un tono de voz suave mientras volvía a bajar su rostro con intención de besarla, pero con una idea diferente a las demás ocasiones, sin prisas y con deleite en cada momento. Lentamente, bajó la cabeza para rozar sus labios, con tanta suavidad que le provocó un poco de cosquillas. Luego procedió a mordisquear un poco su labio inferior, incitándola, excitándola para conseguir una respuesta de su parte. Abril sabía que la opción más racional era apartarla, debía hacerlo, debía…pero no pudo, no entendía por qué sus labios no obedecían las órdenes de su cabeza. Era una persona bastante racional en los demás aspectos de su vida, ¿por qué en este no podía comportarse de la misma forma? Solo podía sentir que su corazón iba cada vez más aprisa y que su pecho se agitaba por su acelerada respiración. Y allí se encontraba, en lugar de apartarse, se sentía anhelante para que terminara su dulce tortura y terminara de besarla.

—¿Todavía no quieres que me acerque tanto? —preguntó con suficiencia, sabiendo que no podía resistirse.

A Abril no le gustó la forma cómo lo dijo. Se creía que no podía resistirse a que ella la besara y no iba a permitirlo que se jactara así de ella. En ese momento sí que encontró fuerzas para apartarl de un buen empujón.

—No te acerques tanto — repitió, levantando la barbilla, orgullosa.

Lorena se quedó sorprendida. No esperaba que reaccionara así. Una vez más la había subestimado. Abril se giró para salir de allí, pero apenas tuvo tiempo de apoyar la mano en el pomo de la puerta, el brazo de Lorena se lo impidió, haciendo que se girara y que terminara con la espalda apoyada en la puerta y aprisionándola con su cuerpo.

—No puedo apartarme de ti —susurró en un estallido de sinceridad sin pretenderlo. Sus labios buscaron desesperados los de Abril. Había provocado una dulce tortura en ella, pero ese suplicio también lo había experimentado en su propia piel y, tras ese cambio tan brusco de sus planes, no podía concebir la idea de no besarla. No se dio cuenta de su ferviente necesidad hasta ese momento y tendría muchas objeciones si no fuera porque le ocupaba otro cometido mucho más imperioso. Sus labios se movieron efusivos sobre los de ella. Primero, Abril se resistió, intentó apartarlo como podía, pero su abrazo lo convertía en una tarea bastante difícil. Quería apartarse, pero esas deliciosas sensaciones empezaron a tejer su magia otra vez recorriendo su cuerpo, expandiéndose cada vez más y sin intención de detenerse. Poco a poco, dejó de luchar para hacer algo que no solía hacer en su vida, pero con Lorena resultaba de lo más sencillo. Se dejó llevar. Respondió a su beso con la misma necesidad que le estaba transmitiendo. Al ver su apasionada respuesta, se decantó por hacer lo que tanto había deseado durante todo el día: introducir su lengua para sentir su calidez. Respondió receptiva, imitando sus movimientos, aprendiendo de modo rápido para la satisfacción del orgullo de Lorena que pasó el brazo por la espalda de Abril para levantarla con suma facilidad con el fin de que estuviera a su misma altura y poder disfrutarla con más intensidad. Lorena sentía que su deseo llegaba a su límite. Se encontraba a punto de estallar y apenas la había tocado. Solo había acariciado su espalda sobre su ropa sin haber tocado su piel todavía. No podía esperar para comprobar si sería tan suave como imaginaba.

Abril tuvo que aferrarse a sus hombros porque sentía que perdía el equilibrio a pesar de estar bien agarrada. Cerca de Lorena se sentía transformada. Dejaba que su cuerpo tomara el control y debía ser sincera al reconocer que disfrutaba con ello. Disfrutar. Una palabra de cuya existencia apenas sabía y mucho menos de su significado, pero que al lado de Lorena parecía tan natural como respirar.

Seguían besándose con desesperación, como si tuvieran que exprimir cada segundo, como si temieran perderse algo si no lo aprovecharan al máximo sin separar sus labios ni un solo instante ni para respirar. Lorena la apoyó contra la puerta y procedió a dejar sus hambrientos labios para recorrer la curva de su cuello con sus besos húmedos y su lengua de terciopelo. Abril alzó la cabeza para que pudiera recorrerla por donde quisiera mientras dejaba escapar un suspiro lleno de placer cuando sentía la mano libre de Lorena que recorría todo su cuerpo. Lorena intentaba tocarla, pero le estorbaba la ropa. Quería tocar su piel, comprobar si era tan suave como la había imaginado. Y así fue. Su mano viajó hacia la parte baja de su espalda, acariciando su piel sin que nada se lo impidiera. Abril suspiró al notar su mano caliente sobre su piel, recorriendo suavemente su espalda para proceder a acariciar ligeramente su vientre mientras ascendía hacia su pecho. La acarició por encima del sujetador, pero sintió su roce como si no hubiera nada que impidiera tocar su piel sensible. Abril gimió separándose de su contacto. Habían llegado a un nivel de intimidad para el que todavía no estaba preparada. Las dos se separaron, pero sus narices todavía se rozaban mientras intentaban recuperar el ritmo normal de sus respiraciones intentando centrarse después de todo lo que habían vivido en un momento. Lorena estaba más alterada de lo que había esperado. Su cuerpo palpitaba para que siguiera, pero podía ver que en la mirada y la expresión de Abril iba desapareciendo esa bruma de pasión para sustituirse por otra de incomodidad. Eso le desconcertó y aflojó su agarre para que bajara lentamente hasta el suelo y así sentirse más segura.

—No podemos seguir así —dijo Abril en un hilo de voz, lo único que era capaz de decir en ese momento.

—Tienes razón —concluyó Lorena, mirando fijamente sus ojos azules, perdiéndose en la claridad que reflejaban.

Abril sentía demasiado en ese momento para pensar con frialdad. Por una parte, deseaba volver a besarle, pero por otra sabía que debía alejarse de ella, que no debía ser así. Tenía que decirlo, expresar en voz alta que quería que se alejara de ella, pero al abrir la boca para expresarlo en voz alta se encontró que no podía decirlo. Algo en su interior se lo impedía.

—No podemos seguir así —dijo Lorena con las palabras que ella misma había utilizado—. Te deseo como nunca deseé a otra mujer —sus palabras fueron sinceras, una pasión semejante no la había sentido con anterioridad.

Abril se ruborizó, sin saber qué contestar. Nunca le habían dicho una declaración semejante de una forma tan abierta.

—Quiero que seamos amantes.

... Espero que les este gustando ;)