Entre trincheras VII

Nixon, Zell am See y Roe preparándose para dejarse comer.

CAPÍTULO 8

Nixon miró a su pelirrojo amigo con una sonrisa socarrona. Dick ni se había dado cuenta, ensimismado en la lectura y firma de innumerables documentos... estaba silbando. Movió la cabeza incrédulo. Si al principio, en Toccoa, alguien le hubiera dicho que el de Pensilvania iba a recorrer media Europa encamado con un sanitario moreno natural de Louisiana habría tenido dos opciones... liarse apuñetazos con quien lo hubiera insinuado y después echarse a reír.

Los oficiales, y él mismo, siempre hacían bromas sobre su posición como miembro del cuerpo de inteligencia pero el hecho es que estaba donde estaba por méritos propios. El atractivo universitario de Yale tenía una mente perspicaz, aguda y brillante. Capaz de captar los más mínimos detalles y tomar decisiones e idear estrategias sin apenas dudar... y lo mejor de todo es que solía acertar en sus planteamientos. Como tal, se empezó a dar cuenta de la mirada distraída de Winters en Aldburne... cuando le oyó preguntar a John Martín donde se encontraba Doc Roe. El sargento le dijo que le vio pedir permiso al teniente Welsh hacia un par de horas para poder ir al puesto de mando del escuadrón sanitario y que aún no había regresado. En ese momento y ante esas palabras vio como el rostro de su amigo cobraba una inusitada y fugaz expresión de disgusto y sus ojos brillaron con un claro sentimiento de añoranza. Dick echaba poderosamente de menos al médico de la Compañía Easy.

Cuando fue herido en el tobillo y más tarde le preguntó cómo se encontraba la respuesta de él fue; he estado con Doc... estoy mejor.

Nada de me han curado y ahora me encuentro bien... no... sus palabras habían sido que había

estado

con el joven y que eso le hacía encontrarse mejor. Sus sospechas se vieron confirmadas cuando le acompañó otro día al puesto de socorro y le vio estarse 5 minutos con la mirada fija en la anatomía del muchacho.

A Lewis Nixon le gustaba el género femenino. De hecho se le podía considerar un mujeriego, aunque estuviera casado. Bueno para ser sinceros estaba a punto de firmar el divorcio y no estaba muy seguro de si también perdería la custodia de su hijo. Y encima Kathy se quedaba con el perro. El divorcio le daba igual, era hasta lógico que su esposa quisiera acabar con aquella farsa de matrimonio, lo del niño ya era otra cuestión. Lo cierto es que no tenía una relación muy estrecha con el pequeño pero odiaría distanciarse de él y convertirse en un total extraño para el crío.

Suspiró. No era algo de lo que pudiera ocuparse estando tan lejos de casa. Había enviado un telegrama a los abogados de la familia para que establecieran los términos en lo que quedaría la situación de su retoño. Ciertamente era lo único que podía hacer en esos momentos. Volvió a sacar del bolsillo superior de su guerrera una ajada foto. La llevaba siempre con él. Nixon sabía que muchos soldados portaban cartas e imágenes íntimas y personales. Esta era la suya. De las últimas navidades pasadas en la casa familiar, con el pequeño Lew entre sus brazos... Tenía pocas fotografías de él a solas con el niño. Por eso se la llevó para no olvidar su rostro. Se preguntaba si habría cambiado mucho. Estaba seguro de que sí, tan solo había nacido unos pocos meses después de alistarse y habían pasado ya casi 4 años desde entonces...

Abrió su petaca y bebió un largo trago de Vat-69. Volvió a suspirar. Acarició con los dedos el rostro de su hijo. Sacudió la cabeza y enfocó sus pensamientos de nuevo en Dick. En él y su chico. Y en lo extraño que se sintió la primera vez que les vio besarse. Al principio no se sintió muy cómodo con la situación pero quería y apreciaba demasiado a Winters como para atreverse a decir nada. Sin embargo a medida que fue viendo como el cajún hacia que aquellos días fueran menos duros para su amigo e, intuía que su unión con Kathy se estaba yendo por el sumidero, empezó a comprender que no había nada malo en amar a alguien del mismo sexo. Que lo importante era simplemente ser feliz y hacer feliz. Y estaba claro que tanto Dick como Gene se hacían enormemente felices.

Deseaba encontrar a alguien como lo había hecho Dick, pero ojalá ese alguien fuera una bonita y atractiva mujer.

Dick levantó los ojos del documento que acaba de redactar y firmar. El incidente entre los cabos de las compañías D y F había sido un asunto desagradable. Estaba de acuerdo con Speirs y los otros dos capitanes, la única solución era un consejo de guerra. Detestaba tomar aquel tipo de decisiones pero iban con el cargo. Otro suspiro. Depositó la pluma en el escritorio y miró a su amigo.

  • Nix, ¿estás bien?
  • No... - fue la rotunda respuesta del moreno oficial de inteligencia.
  • ¿Quieres hablar de ello?
  • Preferiría distraer la mente con otras cosas. Estoy cansado de darle vueltas todo el rato a lo mismo.
  • ¿Y de qué quieres hablar? ¿O qué quieres que hagamos?
  • No lo sé, Dick. Como te digo quiero hacer otra cosa, pensar en otros temas pero siempre acabo pensando en lo de siempre...
  • ¿En el divorcio?
  • Más bien al daño colateral que han provocado estos cuatro años de no matrimonio y que posiblemente siga produciéndose.
  • ¿A qué te refieres?
  • Me refiero a Lewis Nixon III...
  • Tu hijo.
  • Mi hijo. - Dick hizo un gesto de comprensión. - ¿Has pensado alguna vez en tener niños?
  • Alguna que otra vez.
  • ¿Sabrás que eso, estando con Roe, va a estar complicado?
  • Lo sé.
  • ¿Si siguieras con él crees que a la larga te arrepentirías de las cosas a las que tendrás que renunciar? Como tener hijos, una familia propia...
  • Gene me ha pedido que me case con él... - Lewis escupió el trago de whiskey que acaba de llevarse a la boca.
  • ¡¿Cómo?! ¿Te ha hecho una proposición de matrimonio? Los hombres no pueden casarse, Dick...
  • Lo sabemos ha sido algo más metafórico que real... lo más importante es lo que esa pregunta implica, Nix.
  • Sí, supongo... ya conoces mi grata experiencia frente al matrimonio. Pero oye, lo mismo las uniones entre personas del mismo sexo sean diferentes y funcionen mejor.
  • Bueno, no creo que sea un problema de la institución, sino más bien de las personas que se casan...
  • ¿Crees que en mi matrimonio el problema soy yo?
  • No he dicho eso, Nix pero tu mismo estarás de acuerdo conmigo porque de hecho me lo has insinuado... en los 4 años que lleváis juntos apenas os habéis visto. ¿Que os ha mantenido unidos? ¿Vuestro hijo? ¿El hecho de que te alistases en enero del 41 y en diciembre del mismo año te casases no te da una pista de que desde el principio...?
  • Sí, Dick, sí... huí como un cobarde.
  • No fuiste, no eres ni serás jamás un cobarde, Lew...
  • Eres demasiado indulgente conmigo... por cierto, ¿no íbamos a hablar de otra cosa? Dices que Doc te ha pedido que te cases con él... ¿qué le has respondido?
  • ¿Tú que crees?
  • Supongo que sea con una chica o sea con un chico para alguien tan serio y formal como tu es el estado ideal... Oye, una duda... ¿sería uno de tus padrinos?
  • ¿Tu que crees?
  • Que me lo habría tomado como algo personal si la respuesta hubiera sido que no. He de asumir entonces que os va más que bien. - la radiante sonrisa de Dick se lo aclaró todo.

Zell am See era un paraíso. Alemania ya había sido un lujo para la tropa. Para unos hombres que habían sobrevivido a Normandía, al desastre de Market Garden y pasado por el infierno de Bastogne un lugar con tan radiante sol, con aquellas montañas y aquel enorme lago de cristalinas y frescas agua eran un merecido premio. Winters estaba contento de verles disfrutar de aquel escenario. Pero había un asunto que le preocupaba. Muchos de sus soldados, pese al enorme trabajo y sacrificio, no tenían los suficientes puntos como para poder licenciarse y volver a casa. La amenaza de tener que seguir luchando pero, esta vez en el Pacífico era muy real. Él meditaba qué hacer en el caso de que la compañía fuera destinada a luchar contra Japón. No se sentía capaz de abandonar a sus hombres pero continuar en aquella contienda era algo que detestaba.

Y, por supuesto, le preocupaba Gene. Había hablado con Sink sobre la posibilidad de que los sanitarios permaneciesen con la Easy si se daba el caso de que fueran enviados a continuar en la lucha. El coronel no se lo había podido asegurar... el destino del cuerpo médico estaba más ligado a las decisiones del escuadrón sanitario que a él, aunque le prometió que intentaría por todos los medios que permaneciesen con ellos. El oficial sabía del arma tan valiosa que eran Roe y Spina para la moral de la Easy y tampoco quería desprenderse de ellos fácilmente.

Estaba sentado en la terraza del hotel leyendo uno de los innumerables partes de guerra que le llegaban cada día. Llamaron a la puerta y cuando dio permiso para entrar quien lo hizo fue el soldado Shiffty Powers. Sonrió levemente, sabía porqué venía... a despedirse. Y ciertamente le echaría mucho de menos. El “sorteo” que se había realizado por la mañana había tenido como resultado que el joven pudiera regresar a casa. Se alegraba lo indecible por él pero sí, definitivamente le iba a echar de menos. Había demostrado ser un joven extraordinario. El mejor francotirador que había conocido nunca y seguro que jamás llegaría a conocer otro como él. A parte de eso era un chaval extraordinario, tímido, trabajador y amigo de sus amigos. Un buen hombre, en definitiva.

Estuvieron hablando un rato y, esperaba haber conseguido que el muchacho se marchara con la satisfacción del trabajo bien realizado, con la convicción de que nada de lo que hubiera hecho durante la guerra le convertía en una mala persona ni en culpable de nada. Finalmente y cuando oyeron que de nuevo llamaban a la puerta se despidieron con el saludo protocolario y una franca y sincera sonrisa de camaradería. Shiffty dio paso a Gene, cuando se cruzaron en el umbral de la puerta, ambos se sonrieron y prometieron verse antes de que el de Virginia se fuera para despedirse adecuadamente. Finalmente, el cajún se acercó a la mesa del Mayor tras haber cerrado la puerta. Llevaba una caja en sus manos. La depositó en la mesa.

  • ¿Qué traes ahí?
  • Había pensado salir a cenar con mi novio pero como no estamos en el escenario más adecuado he traído la comida conmigo.
  • Eso es hasta romántico.
  • ¿A que sí? - Gene se echó a reír acompañado por Dick que movía la cabeza divertido.
  • ¿Y qué tenemos para cenar?
  • Uno de los sanitarios de la compañía Dog que es de origen austriaco estaba hablando de la excelencia de la gastronomía de la zona y parecía entusiasmado así que he traído algo llamado strudel que parece que está relleno de manzana, quesos y una botella de, según dice Webster, uno de los mejores vinos austriacos que existen... y sé que eres abstemio pero espero que accedas a compartir aunque sea un vaso conmigo.
  • ¿Brindaremos por algo?
  • Porque respondiste sí a querer pasar el resto de tus días conmigo. - Dick se aproximó al joven, pasó los brazos por su cintura, le atrajo hacia él. El beso fue ardoroso, húmedo y largo. Mientras empezaban a comer devorándose mutuamente los labios tenían algo muy claro... cual sería el postre de la cena.