Entre trincheras II
Landsberg y una toma de decisión.
CAPÍTULO 3
Heffron le preguntó una vez, en Bastogne, si había pensado hacerse médico de verdad. Le dijo que no creía que hubiera nadie con más talento que él para sanar a las personas. Añadió que sería un desperdicio desaprovechar tal regalo de Dios en cualquier otra tarea. Le contestó más o menos lo mismo que le dijo Renee a él;
que Dios nunca le habría dado un talento tan doloroso y que prefería matar a martillazos dos millones de clavos antes que volver a remendar a alguien
. Aún así, Babe insistió que le parecía una auténtica lástima pero que entendía su punto de vista.
Landsberg le obligó a cambiar de opinión. Le pareció oír la voz de su abuela susurrándole que para cosas como aquellas era necesario. Que para ayudar a aquellas personas y en situaciones similares era para lo que había nacido. Que era inútil seguir rechazando su herencia.
Cerró los ojos durante un momento frunciendo el ceño. Finalmente tomó una decisión. Se volvió hacia Spina y los restantes sanitarios y tomó el mando de la situación. Les repartió por varias zonas del campo con instrucciones claras de hacer una criba en los hombres lo mejor que pudieran. Luego buscó con la mirada a Dick hasta encontrarle escuchando a uno de los prisioneros. Estaba acompañado de Nixon, Speirs y Christenson. Liebgott se encontraba con ellos, debía estar sirviendo de traductor. Notó como el horror iba cobrando forma en el rostro del pelirrojo. No de manera meridiana pero para él interpretar las facciones y expresiones de Dick había comenzado a ser tan fácil como leer un libro abierto.
Finalmente se acercó para informarle de que necesitaría ayuda para hacer la clasificación de los hombres. Winters le pidió que le acompañara al jeep mientras le ponía al corriente del trabajo que llevaría acabo. El cajun se paró a su lado apoyados en los laterales del vehículo. Suspiró al tiempo que le pedía permiso para que al anochecer le dejase a él y al resto de los sanitarios permanecer en el campo para continuar atendiendo a los prisioneros. Vio que su superior fruncía el ceño no muy conforme con la idea de aceptar.
- Hay mucho trabajo que hacer, señor. - Estaban demasiado cerca de otras personas como para prescindir de las formalidades aunque Gene sentía un hormigueo en la punta de los dedos, fruto de querer unir sus manos con las de la persona a la que ya consideraba “su chico”. Finalmente Dick asintió aunque Roe sabía que seguía sin estar del todo de acuerdo.
- Está bien pero procurad turnaros para descansar. Le dejaré los hombres que necesite para que les ayuden, está claro que es una tarea ingente a la que os enfrentáis y cuantas más manos mejor.
- Con cinco serán suficientes...
- ¿Quiénes?
- Heffron, Ramírez, Popeye, García y Webster.
- De acuerdo.
- ¿Puedo preguntarle una cosa?
- Adelante, Doc.
- ¿Por qué están esos hombres ahí?
- Por ser judíos, por ser gitanos, por amar como nosotros amamos, por ser lo que los nazis consideran indeseables... - El de Louisiana tragó saliva al oír aquello y desvió la mirada hacia el interior del lugar. Era imposible entender semejante barbarie. - Prométeme una cosa... - le hizo un gesto para hacerle saber que continuase. - Cuando digo que quiero que os turnéis para descansar eso te incluye a ti. No quiero oír mañana que te negaste a ello y que has caído desfallecido por no saber cuando parar. - Fue a protestar. - Gene, te conozco así que no me digas que no actúas así porque te he visto hacerlo con mis propios ojos, no lo niegues. Solo haz lo que te ordeno, no solo porque soy tu superior sino porque soy el hombre que te quiere.
Había sido un susurro. Sonrió. No había amor mejor que el de Dick
Winters se sentía atrapado entre sus obligaciones y sus deseos. Los segundos le pedían a gritos no dejar marchar al muchacho, subirle al jeep para llevarle a su cuarto y atarle a la cama como mejor solución para que no volviese al campo a trabajar. No le soltaría hasta al día siguiente, cuando el convoy iniciase su salida del pueblo hacia su siguiente destino.
Aquel lugar era un trozo de infierno en la tierra y daría todo lo que tenía, todo lo que era para evitar que Gene pasara más de un segundo en el interior. Pero también sabía cuales eran sus obligaciones y no iba a empezar ahora a echar por tierra años de formalidad y seriedad por mucho que estuviera perdidamente enamorado de ese insinuante cajún. También sabía que el propio sanitario le querría menos si le empezaba a tratar con condescendencia y le sobreprotegía. Aún recordaba la respuesta que le dio cuando tras uno de sus fogosos encuentros le preguntó porqué le amaba; porque eres tú . Doc le quería por quien era, por ser cómo era y ahora no valía dejarse vencer por el miedo a perderle o a verle sufrir. En buena manera dejaría de ser el Richard de siempre para convertirse en alguien diferente y él ya no le querría igual. Incluso podría no
quererle. La sola idea le daba ganas de vomitar.
Aún así no era agradable verle traspasar las verjas de espino sabiendo que cuando regresase solo vería dolor en esos ojos que tanto amaba. Sacudió la cabeza para volver a poner los pies en el suelo. Debía volver al cuartel general. ¿A Nix le sonaría raro si le pedía que
le invitase a un trago de su Vat-69?
Montó en el jeep y el chófer se acercó para hacer lo propio. Arrancó. El viento le trajo el nauseabundo olor de los cuerpos quemados. Suspiró. Si en algún momento se había preguntado porqué se encontraban inmersos en aquella horrible guerra aquel día le había proporcionado el mayor y más demoledor motivo. Luchar por un mundo en el que nadie se creyese con derecho a encerrar y asesinar a seres humanos como si fueran menos que ganado. Para que todo el mundo pudieran vivir con dignidad sin importar su color, religión,
posición social, ideas políticas o preferencias sexuales.
Entrar en la habitación que hacía las veces de despacho y que el teléfono empezase a sonar fue todo uno. Desde ese mismo instante tuvo más trabajo del que habría podido suponer. Cuando Nixon llegó a la estancia buscando alcohol le informó de lo que la división le había dicho acerca de los otros campos que habían encontrando, incluido el liberado por los rusos. Lewis parecía horrorizado y sabía que
realmente lo estaba.
- Nix, ¿te parecería muy raro que te pidiera poder echarle un trago a tu petaca? - el otro suspiró. Sin preguntar ni parecer asombrado se la pasó. Se quedaron en silencio durante un largo rato escuchando tan solo el sonido de sus respiraciones. Haciéndose a la idea, si es que alguien se podía hacer a la idea de algo como lo vivido hoy. Lew parecía llevarlo peor que él. - ¿El asunto de Kathy... - la mirada que le dirigió su amigo le hizo ver que ese era un tema vedado pero aún así se arriesgó. - ¿Hay algo que pueda...
- Dick, ¿te pregunto yo sobre tu asunto con Roe? - Fue la mordaz respuesta del capitán. Nixon no pudo evitar una carcajada ante la expresión de su colega. - Vamos, Winters, que soy oficial de inteligencia. No estoy ahí por nada... además creo que te conozco algo no en vano se supone que soy tu mejor amigo. ¿Porque sigo siéndolo, no? Tu corazón puede ser de él pero sigo gozando del privilegio de tu amistad, ¿no?
- Eso ni se pregunta. Me ofende que siquiera lo dudes. - calló un momento luego pregunto de nuevo. - ¿No lo ves mal?
- Es amor, eso nunca puede ser mal visto. O por lo menos no debería ser mal visto. Doc es un tipo increíble y sé sin el menor atisbo de duda que él te hace feliz. ¿No es eso lo que un buen amigo desea para las personas que aprecia? ¿Otro trago? - Le tendió de nuevo la petaca tras su alegato. Winters, aún a pesar de lo vivido en el presente día, se sentía profundamente afortunado.
Tenía el amor y la amistad incondicionales de dos hombres únicos. Qué más se podía pedir.
En Thalem se encontró tumbado sobre un mullido colchón. Unas suaves manos recorrían su espalda intentando hacer que se relajase. Estaba tan exhausto. Aún no había conseguido hacer desaparecer el cansancio que arrastraba desde el campo de concentración. Le dolía todo el cuerpo y los calambres se sucedían cada vez con mayor frecuencia. Dick casi le arrastró con él cuando le vio flaquear y tener que apoyarse en la pared de una casa para no irse al suelo ante
el relámpago de dolor que le cruzó las lumbares.
La habitación estaba en penumbras. Tan solo iluminada por la luz de unas cuantas velas. Tenía que preguntarle de dónde demonios había sacado el aceite esencial del que se estaba sirviendo para desentumecer sus contraídos músculos y le estaban llevando poco a poco a una agradable duerme vela. Hubiera querido estar más despierto. Al principio le había besado efusivamente. Creyendo que le había traído con él para que disfrutasen mutuamente de sus
fluidos corporales. Pero Dick le había detenido.
Te quiero desnudo... pero no para follar. Túmbate en la cama. Como el buen soldado que era obedeció sin rechistar. Una sonrisa tenue bailó sobre sus labios al oírle decir algo tan “soez”
como
follar ... cuando
quería Dick podía ser irresistiblemente provocativo.
Un quejido entre el placer y el dolor escapó de su garganta. Le oyó jurar en voz baja, algo como que no sabía cómo se las había apañado para poder caminar teniendo la espalda más rígida que una plancha de acero. Gene tampoco tenía muy claro cómo lo había conseguido. Luego vino la pregunta que había estado esperando desde
que se reincorporó a los hombres después de dejar Landsberg;
¿habíadormido algo esa noche? Sabía que era inútil ocultar la verdad. Muy probablemente ya habría interrogado a Heffron. Dick sabía que el chaval del sur de Filadefia era su mejor amigo dentro de la compañía. Gene sabía que no había
motivos de inquietud, Dick tenía a Nixon, él tenía a Babe.
Un movimiento negativo de su cabeza hizo que las manos se detuvieran. Winters abandonó su posición. Sentado a horcajadas sobre el trasero
del sanitario. Un
me lo prometiste salió de él en forma de reproche. Roe se volvió para incorporarse hasta
sentarse y apoyarse en el cabecero de la cama.
- Había demasiada gente necesitada de ayuda, Dick. No hubiera sido ético. No podía quedarme tumbado sabiendo que a mi alrededor había personas muriendo de inanición. Simplemente no podía. Lamento haber faltado a la promesa sin embargo...
- Gene tienes que asumir que eres
nuestro
médico y que has de servirnos en las mejores condiciones posibles. * Te entiendo pero comprendeme tu a mi. - Se mantuvo en silencio sopesando las palabras que iba a pronunciar. - Allí sentí que todo cobraba sentido, allí me di cuenta de porqué estoy realmente en Europa. Fui consciente de lo que realmente quiero ser. * ¿Y es...? * Quiero ser médico, Dick. No quiero seguir rechazando la herencia que ha pasado desde generaciones en mi familia. No, quiero aceptarla y convertirme en lo mejor que puedo ser gracias a ella. Quiero ser un médico de verdad.
Winters
miró a su chico fijamente sin decir ni una sola palabra. Casi sin respirar. Finalmente extendió el brazo izquierdo y depositó la mano en el cuello de él. Tiró del muchacho situando el otro brazo alrededor de su sensual cintura. Sus ojos le recorrieron de arriba abajo. Devorándole, sus labios descendieron sobre los del otro. Sus lenguas se encontraron. Durante lo que pareció el minuto más largo de sus vidas se fundieron en uno, cuando Dick dejó ir su boca le abrazó con fuerza.
- Jamás me he sentido más orgulloso que ahora. ¿Me permitirás ir de tu mano en el camino a ese sueño?
- No me imagino un compañero mejor que tu. - Y esta vez fue él quien atacó su boca.