Entre sueños
Para ti, para mi, para nosotros, para todos... por que todos hemos sido alguna vez un mirón.
Me había levantado de la cama a medianoche con ganas de ir al lavabo, mientras me incorporaba intentaba no despertar a María, que permanecía en un sueño profundo, con su cuerpo esbelto palidecido por los rallos de la luna, semidesnuda, me dieron ganas de besarle los pechos, que sobresalían de la sabana y rozaban su pezón en forma de caricia, tenía unos pechos bellos, ni grandes ni pequeños de esos que los coges con una palma de la mano y puedes masajear bien sin que nada se salga de está.
Me quede mirándola durante unos minutos, su cabello largo ondulado caía por su mejilla hasta llegar a sus pechos, sus labios eran perfectos, carnosos de un color rosado, sus ojos eran de un color miel y en su frente plana, sin ninguna arruga de preocupación, no como semanas antes. Su cintura algo marcada, dejaba ver sus espectaculares caderas, unas curvas que me quitaban el hipo cuando se ponía falda, tenía un buen culo, prieto, firme, tengo que decir que es lo que más me perdía de ella, aunque toda ella era preciosa, atractiva, de esas personas que te las miras cuando entran en algún sitio.
Me levante y la deje en la cama, fui hacía el lavabo y al cabo de cinco minutos salí, pero me quede perplejo en el marco de la puerta, María se había destapado algo más, y ahora se le veían claramente sus pechos, la sabana se enredaba a ella como la yedra, su cuerpo se movía suavemente en la cama, mientras que sus manos acariciaban sus muslos y sus piernas se rozaban mutuamente, uffffffff, mire hacía abajo y vi como mi sexo había reaccionado antes que yo, esta excitado de ver como María se acaricia a si misma, nunca la había visto, pero lo mejor es que seguía adormilada, y eso todavía me ponía más.
María siempre ha sido muy tímida, así que tampoco hemos tenido lo que se dice una vida sexual muy extensa en cuestión de probar cosas, es más, alguna vez le había propuesto lo que estaba haciendo ahora mismo, y su respuesta había sido un no rotundo, acompañado de unas mejillas sonrojadas.
Por un instante pense en acercarme y hacerle el amor, deseaba tenerla entre mis brazos, oír sus gemidos, poseerla, pero pense que nunca tendría otra oportunidad de verla así, así que permanecí en la puerta del lavabo, mientras que las manos de María se perdían por su cuerpo, acariciando sus pechos, su vientre, sus muslos, sus piernas, y volvían a subir hacía sus pechos y jugaban con los pezones, acariciándolos, pellizcándolos y poniéndolos duros hasta no poder más, como se estaba poniendo mi verga, sólo de verla tan excitada y oír su respiración acelerada acompañada de unos suaves gemidos, me estaba volviendo loco, sus manos bajaron hacía sus braguitas, madre mía, ahora más que nunca adoraba esas braguitas de encaje de color blanco, me las hubiera comido, o arrancado de un tirón, sus dedos rozaron una de sus ingles, mientras que reseguian la gomita de las bragas, como me hubiera gustado ser esos dedos, y pasar la punta de lengua por allí.
Sin darme cuenta tenía mi mano rozando mi verga por encima del pantalón, estaba durísima, enorme, no podía controlarme, es más me subía por las paredes, pero cuando María metió una de sus manos entre las braguitas, empece a masturbarme, mi mirada se quedó fija en ese movimiento de su mano, subía y baja acariciando su sexo rasurado, dejando ver alguna que otra vez sus labios por el lateral de las braguitas, sus gemidos iban en aumento y sus movimientos cada vez más rápidos, uno de sus dedos se introdujo lentamente en su vagina, lo supe al sentir ese gemido que se me clavo en la mente y el rápido movimiento de mi mano en mi verga.
Comenzó a meterlo y a sacarlo, mientras se retorcía de placer en la cama, cuando volví a mirar supe que había dos entrando y saliendo de su sexo, mientras que con su otra mano se estaba acariciando los pechos, tenía su boca entre abierta, y humedecía sus labios con la punta de su lengua, para acabar mordiéndolos.
Mi respiración se aceleró más y más al igual que la suya, ella estaba apunto de venirse, todavía permanecía con los ojos cerrados, sus gemidos eran incesantes y sus dedos llevaban un ritmo loco, yo también estaba apunto de correrme, pero quería aguantar más, no quería que se terminase, ni despertarla con mis gemidos, pero de golpe oí un enorme gemido y supe que María había tenido su orgasmo, me puso a mil, me iba a correr ya mismo, cuando mire la cara de María me di cuenta que tenía los ojos abiertos, llenos de deseo y una leve sonrisa de satisfacción, me quede algo cortado, pero eso no impidió que me corriera.
Se hizo a un lado de la cama, haciéndome sitio y dando golpecitos al colchón indicándome que fuera hacía su lado, me tumbe junto a ella y sus labios buscaron los míos, mientras que nuestros cuerpos se enlazaban.