Entre sueños

Sé cuál es tu próximo movimiento, te conozco. Quieres volverme loca. Me muerdes el cuello y te tumbas sobre mí. No puedo luchar, me tienes atrapada con tu olor.

Abro los ojos. Me ha despertado una luz, pero no es el alba ni la luna. Es la puta luz del teclado. ¡Maldita sea! Nunca me acuerdo de desenchufarlo antes de meterme en la cama porque sólo me acuerdo de ti. Te has metido dentro de mi cabeza y el perfume de tu piel encadena el recuerdo a cada neurona.

No me apetece levantarme. Miro el reloj: las cinco de la mañana. Otra madrugada rota, otra cama vacía y otra vez esta resaca. Pero es esa resaca que no se cura con zumito de naranja ni con cerveza, esa resaca que no me taladra la cabeza sino el corazón. Estoy harta de darle vueltas a tu cuerpo cada noche, de besarte, de acariciarte, de calentarte con mi aliento, enmohecido de pasión. Parecen sueños, pero no son más que pesadillas. No hay deseo, no hay amor. Sólo hay carne contra carne, carne que penetra y piel que se desgarra. Y mi corazón también lo hace. ¿Por qué sólo recuerdo tus besos? Quiero odiarte y no me dejas.

Cierro los ojos y vuelves a estar conmigo, no en esta cama ni en esta vida. Te has colado entre las sábanas de mi descanso y me has besado. No te reconozco, pero sé que eres tú. Y me besas como la primera vez, como cada noche. Te beso y me besas. Mi lengua ha encontrado el polo negativo en la tuya y se enredan. Y siento que se acaba el mundo en tus labios. Mi respiración se agita. Te miro y descubro que estás desnudo, te miro y no te recuerdo, pero el tacto de tu piel es el mismo de cada noche, suave y delicioso. Te acaricio y me acaricias. Retiras las sábanas y los miedos, si quedaba alguno. Siento tus manos debajo del camisón recorriendo mi vientre, que deshaces mi ropa a besos y mi cuerpo desnudo se pega al tuyo. Besas mis pechos y noto cómo tu deseo crece entre mis piernas. "No te necesito, soy feliz. Vete de aquí, por favor". Pero sólo lo pienso, mi boca está ocupada gimiendo. Desciendes hasta mi sexo y lo besas; no puedo evitar arquearme y dejarte paso. Abro mis piernas y te enredas en mi vello con tu lengua, con tus labios. Estoy tan caliente que tu saliva se siente fría. Y me lames y me besas con frenesí cada rincón, cada pliegue. Tus fluidos se mezclan con los míos y me muero en tu boca.

Oigo pasos que se acercan y una voz que me llama. ¡Dios mío! Pero me miras y me besas. Sé cuál es tu próximo movimiento, te conozco. Quieres volverme loca. Me muerdes el cuello y te tumbas sobre mí. No puedo luchar, me tienes atrapada con tu olor. Tu sexo avanza hacia el mío y se guarece, ya no hay nada que hacer. Y comienzas un baile enfermizo entre mis piernas, los dos jadeando al unísono. Odio lo bien que lo haces, no puedo resistirme a tus envites. Pareces una bestia en celo y me encanta. Sigue, no pares. Y nos revienta el cuerpo en mil pedazos...

Abro los ojos. ¡Esa puta luz! Has desaparecido. Cierro los ojos pero ya te has ido de mi sueño. Son las seis. Tengo resaca y un sabor amargo en la boca. Será mejor que me levante. Enciendo el ordenador y un cigarrillo y voy a la cocina. Te odio. Pongo la cafetera y voy al baño a despejarme. Me miro en el espejo. No parezco una mujer feliz. Cada segundo que pasa me siento peor. ¿Por qué lo hago? Prefiero no pensarlo, prefiero no saberlo. Me lavo la cara pero el agua no puede disimular las lágrimas.

Me sirvo una tacita de café y me siento frente al ordenador. Ningún mensaje nuevo en mi correo. La botella de agua que dejé anoche sobre la mesa parece acompañarme en mi tristeza y llora algunas gotas por dentro. No entiendo cómo sabe lo que ha pasado.

Suena el teléfono. Las seis y media. Toso un par de veces para aclarar la voz antes de cogerlo. Es Luis. Medio sonrío y contesto:

¿Sí?

¡Hola cariño! ¿Qué tal se ha levantado la nena más guapa del mundo?

Mal – le digo, poniendo voz de niña buena y haciendo un mohín.

¿Qué ha pasado, cielo?

He vuelto a soñar que te era infiel y ya sabes que me siento como si hubiera sido verdad...