Entre rejas: La enfermería

Las experiencias de un joven durante su estancia en prisión.

LA ENFERMERIA

Todo comenzó por el año 1984, cuando contaba con tan solo 20 años. Por aquel entonces me dedicaba al tráfico de drogas a pequeña escala. Una noche al salir de Huesca con dirección a Barcelona me sorprendió un control policíaco, llevando cocaína en el maletero de mi coche. Por aquel infortunio me vi condenado a 13 meses de prisión, aunque por no tener antecedentes penales la condena se redujo a 6 meses.

Mi ingreso en prisión se produjo bastante rápido, y en apenas 2 semanas fui destinado al penal de Lleida. Camino a la cárcel medité sobre mi destino, y dado que seis meses era poco tiempo no me derrumbé y afronté el problema con serenidad.

Nada más llegar a la prisión pasé a un despacho junto con otros compañeros, donde nos recibió el director. Tras una pequeña charla nos dieron la nueva indumentaria y nos llevaron a la enfermería, donde pasaríamos el reconocimiento médico. Pasamos a la sala de espera, en la cual me llevé media hora esperando pues mi turno era el último.

Cuando llegó mi turno entré en la consulta, quedando la sala de espera vacía. Dentro de ella había un funcionario y el médico, que me saludó cordialmente y se presentó como el doctor Martínez. Ambos eran jóvenes, rondando los treinta años. Nada más entrar el doctor me hizo desnudar, cosa que hice con mucha vergüenza. En un principio quedé con los calzoncillos puestos ante la atenta mirada del doctor y el funcionario, pero este último me indicó que me desnudara por completo. Bajé lentamente los calzoncillos y a medida que lo hacía ocurrió algo inesperado. No sé por qué extraño motivo comencé a excitarme y noté que mi pene comenzaba a erguirse. Intenté calmarme para que no sucediera pero todo fue en vano. Cuando me despojé de los calzoncillos mi pene presentaba una media erección, lo cual me hizo enrojecer y ponerme aún más nervioso. Estos nervios agravaron aun más mi excitación y sin poder evitarlo mi pene quedó erguido por completo. Tanto el funcionario como el doctor parecían no dar crédito a lo sucedido y se miraban el uno al otro con media sonrisa. Mientras yo aguardaba inmóvil, totalmente enrojecido y con la poya totalmente tiesa a que me dieran instrucciones.

Tras un silencio el funcionario me ordenó colocarme a cuatro patas, cosa que hice de inmediato. Una vez agachado me hizo dar media vuelta, quedando mi trasero ante ellos. Aunque aquella situación era humillante, incomprensiblemente me excitaba un montón. El doctor se acercó y tras colocarse unos guantes vertió un poco de vaselina en mi ano. Acto seguido introdujo uno de sus dedos en mi recto para comprobar que no llevaba droga en él. Aquel dedo hurgando dentro de mi culo me sorprendió gratamente y me excitó aún más, pues jamás había sentido una sensación tan agradable. Disfruté durante el tiempo que duró la exploración y cuando el doctor sacó el dedo de mi boca brotó un ligero suspiro que no pude evitar. Noté como el funcionario sonreía alegremente mientras miraba al doctor, que también le correspondió con una sonrisa.

La situación cada vez era más embarazosa, y más aun cuando me hicieron levantar y comprobaron que mi pene aun seguía erguido. En aquel momento el funcionario sacó su porra y mientras se golpeaba con ella en la mano me propuso divertirnos un rato. Al oír aquello quedé paralizado, y aunque jamás había mantenido relaciones homosexuales, asentí con la cabeza encantado, pues estaba totalmente excitado. El funcionario se acercó lentamente y tras decirme su nombre, Pablo, me hizo colocarme nuevamente a cuatro patas, ofreciéndole el trasero. Tras contemplarlo un rato acercó la porra a mi ano. Empujó un poco y unos cuantos centímetros se introdujeron en mi ano sin ninguna dificultad. Casi me corro del placer que me produjo aquella penetración, y pedí que la metiera más al fondo. Pablo me pidió paciencia y me propinó un azote en las nalgas, mientras el doctor Martínez presenciaba todo con aparente excitación. El funcionario prosiguió penetrándome con la porra durante unos minutos, durante los cuales disfruté como jamás lo había hecho.

El doctor no tardó mucho en acercarse a mi trasero para lamerme el ano, acción que me hizo gemir como una perra. Su húmeda lengua acariciando mi sensible culito me hicieron gozar a más no poder. Noté que la punta de su lengua intentaba penetrarme, y yo relajaba mi esfínter para que pudiera hacerlo con facilidad. Una vez terminó de lubricarme el trasero introdujo uno de sus dedos en mi ano, y al sacarlo me lo acercó a la nariz para que lo pudiera oler. Comprobé que el aroma que desprendía mi ano era sensacional, y tras oler el dedo unos segundos no dudé en meterlo en mi boca para poder saborearlo. Lamí con fuerza el dedo y pude notar un suave y excelente sabor. Había descubierto otra de las muchas sorpresas que guardaba mi trasero. Jamás hubiera imaginado que de mi ano podía obtener aquellas sensaciones tan maravillosas. Martínez volvió a introducir el dedo por mi culo y al sacarlo volvió a acercarlo para que repitiera la acción. El funcionario contemplaba con asombro como disfrutaba con el aroma y el sabor de mi culito.

Cuando terminaron de explorar las habilidades de mi trasero los dos se desnudaron, quedando tan solo con los calzoncillos. Me acerqué a ellos caminando a cuatro patas y cuando llegué a sus pies me arrodillé. Agarré los calzoncillos de Pablo y los bajé por completo, descubriendo una gran poya. A continuación hice lo mismo con el doctor y comprobé que también poseía una poya de considerable tamaño. Agarré ambas poyas y acerqué mi cara a la de Pablo, que llamó más mi atención por su mayor tamaño. Di unos lametones recorriéndola desde los testículos a la punta y a continuación la introduje en mi boca, recibiendo un sensacional y placentero sabor que casi me hacen desmayar. Mientras comía la poya del funcionario no paraba de menear la de Martínez, que se mostraba ansioso porque se la comiera. Tras unos minutos mamando la verga de Pablo introduje en mi boca la del doctor y la chupé como mejor supe. Mientras disfrutaba con aquella poya en mi boca noté que el funcionario acariciaba mis nalgas, para posteriormente introducir uno de sus dedos en mi ano. Comencé entonces a gemir como una loca. Era sensacional disfrutar a la vez de un dedo en el culo y una buena poya en la boca. Durante varios minutos comí con ansiedad la poya del doctor a la vez que disfrutaba con un dedo dentro de mi ano. Tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no correrme pues el placer era máximo.

Cuando Pablo terminó de explorar mis adentros volvió a colocarme el pene en mi cara y con el permiso de Martínez que ya había disfrutado bastante me dirigí hacia la verga del funcionario. Éste agarró mi cabeza y yo a su vez agarré sus nalgas. Tragué todo lo que pude y fruto de mi excitación llevé mi dedo hacia su ano, donde lo introduje sin dificultad. Pareció gustarle pues noté varios espasmos de su poya en mi boca, y por momentos pensé que se correría. Tras unos minutos paré de comer aquella exquisita poya y les supliqué que me follaran de una vez por todas, que mi ano estaba ansioso de ser desvirgado. Aproveché este parón para llevar mi dedo a la nariz y comprobar que olía estupendamente. Fue entonces cuando propuse comerles el culo.

Pablo me hizo colocar a cuatro patas y Martínez se colocó delante de mí, también a cuatro patas, quedando su trasero ante mí. Sin dudar un instante me acerqué a él y disfruté de su aroma, que me hizo ver las estrellas. Sin poder aguantar acerqué mi lengua y recorrí todo su ano, intentando incluso penetrarlo. Gocé una barbaridad lamiendo y olfateando aquel trasero, y mientras lo hacía noté que Pablo hacía lo mismo con el mío. El funcionario fue introduciendo varios dedos en él y al rato me avisó que me iba a encular. Seguí comiendo el ano del doctor mientras esperaba ansioso que mi ano fuera penetrado. Noté que la punta de su poya intentaba abrirse paso y entonces relajé mi ano para poder albergar aquel hermoso pene. De un leve empujón penetró varios centímetros, y tuve que parar con el doctor pues iba a desmayarme. Mientras mi ano era penetrado no pude parar de gemir, y no era precisamente por el dolor, sino todo lo contrario. No me corrí de verdadero milagro. Poco a poco Pablo consiguió meterla hasta el fondo, y a continuación me proporcionó una sensacional enculada. Las pareces de mi recto cada vez estaban más lubricadas y la enculada cada vez era más placentera. Mientras mi culito era saciado proseguí con el ano del doctor, que penetré con mi dedo para después disfrutar de sus adentros. Tras varios minutos el uncionario paró, supongo que para no correrse.

A continuación el doctor se tumbó y me hizo colocarme encima. Cuando lo hice Pablo agarró mis nalgas y guió mi ano hasta el pene del doctor, que se introdujo hasta el fondo de inmediato. Aquella posición me gustaba aún más y en varios segundos noté una extraña corrida anal. De mi ano comenzó a brotar gran cantidad de flujos que facilitaron aún más la follada. El funcionario se arrodilló ante mi cara y dejó su pene a mi alcance. No tardé mucho en agarrarlo y llevarlo a mi boca, descubriendo un sabor maravilloso. Pude notar el sabor de mi ano mezclado con el de su poya. Mientras seguía galopando sobre Martínez disfruté mamando la extensa verga de Pablo. La introducía en mi boca todo lo que podía y succionaba para poder obtener su delicioso sabor. Jamás había mamado una poya pero había descubierto que era sensacional. Aunque mejor aún era la sensación de ser penetrado por mi culito. Mientras era enculado desee que aquello no acabara nunca, pues estaba sintiendo un placer descomunal. El doctor no tardó mucho en parar alegando que se iba a correr. Quedé entonces esperando que el funcionario volviese a saciar mi trasero pero no ocurrió así. Estaba también muy excitado y se iba a correr.

Me arrodillé en medio de la consulta y ambos se acercaron. Comenzaron a masturbarse cerca de mi cara, golpeándome con sus penes en mi cara. Estaba deseoso que se corrieran sobre mí, y no tuve más remedio que llevar una de mis manos a mi trasero para meter un par de dedos por mi culo. La otra mano la acerqué al trasero de Pablo y tras acariciar sus nalgas metí un dedo por su ano. Esto provocó que en unos segundos se corriera, brotando de su poya tras abundantes chorros de semen que fueron a parar sobre mi rostro. Mi cara quedó cubierta de semen y me vi obligado a cerrar los ojos. Parte del semen fue a parar a mi boca pues la había dejado abierta. Pude entonces descubrir un nuevo y agradable sabor que me supo a gloria. Sin darme tiempo a tragar el semen que tenía en la boca se corrió Martínez, con mayor abundancia que el funcionario. Su semen fue a parar a mi boca en su mayor parte, y el resto se perdió sobre mi pelo y rostro. Quedé con la cara totalmente pringada de aquel delicioso semen y con la boca llena del mismo. Dejé que de mi boca escapara parte de éste para que fuera a parar a mi pecho y el resto lo tragué tras saborearlo un rato. Esparcí el semen que cayó sobre mi pecho y a continuación no tuve más remedio que masturbarme. Me tumbé en el suelo boca arriba ante la atenta mirada de mis dos nuevos amigos. Llevé mi mano izquierda totalmente pringada de semen hacia mi trasero e introduje dos dedos por mi ano, mientras me masturbaba con la mano derecha. En cuestión de segundos me corrí salvajemente sobre mi torso, llegando incluso a salpicar mi cara con mi propio semen. Me volví a incorporar y pedí que me acercaran sus poyas por última vez, pues quería rebañar hasta su última gota. Mientras las chupaba no paraba de meter mis dedos pringados de semen por mi culo, que todavía no estaba saciado.

Una vez rebañé sus rabos pasé a un servicio que había en la consulta, donde pude ducharme. Cuando lo hice los dos me agradecieron mi comportamiento y me prometieron que harían todo lo posible para que me dispersaran un trato privilegiado en la prisión. Yo a su vez les prometí que volveríamos a repetir aquello.

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