Entre primos

Historia real de dos primos varones y sus juegos de sexo...

ENTRE PRIMOS

Fred tiene 19 años, pero carga una pija soberana.

Me han gustado los varones desde que recuerde, pero para salvar las papas he hecho de "varón" siempre. El dedo primero, dos después y hasta cuatro, fueron mis primeras penetraciones, o hablando directamente "mis primeras cogidas", mientras me pajeaba con la ilusión de estar siendo culeado por un hermoso y varonil macho. Acababa intensamente y siempre soñaba "en el primero".

Y como en las historias de hadas, "mi primero" fue mi primo Fred, algo así como "mi hada azul", pero con pija.

Nos reuníamos en las largas siestas del verano y salíamos con el pretexto de cazar pajaritos, aunque como ambos teníamos las mismas inclinaciones, de verdad lo que cazábamos eran "nuestros pajaritos". Lejos de cualquier mirada indiscreta nos internábamos en un monte muy tupido y entre las altas hierbas nos desnudábamos uno al otro hasta quedar listos para "nuestros juegos". Fred gustaba de chupármela y no faltaba oportunidad para hacer lo que hoy conocemos como "69".

Entonces (teníamos 14 y 15 años), Fred cargaba lo suyo y por mi parte no le iba a la zaga, aunque algunos centímetros menos, pero más cabezuda. Fred deliraba en chuparme el glande pues me decía que le agradaba sentir el glande dentro de su boca y acariciarlo con su lengua, haciéndome gozar como un potrillo. Yo no me quedaba atrás y le daba tiernas y largas lamidas a todo ese hermoso tronco que con el tiempo se ha convertido en un pijón de cine porno.

Jugábamos con nuestras pijas hasta quedar hartos, nos pajeábamos duro hasta hacer saltar las primeras leches juveniles. Esos veranos eran más que inmortales, hasta que una tarde llevados vaya a saber por qué tipo de calentura, Fred me propuso metérmela por el culo. Me negué al principio pues creía que me iba a doler semejante aparato, pero sus caricias y mi deseo fueron dando paso a un sí tímido, pero sí al fin.

Por primera vez alguien me chupó el culo. Fred, me hizo colocar boca arriba y con las piernas levantadas hacia atrás. Se arrodilló frente a mí y comenzó a lamerme el orto. Una serie de curiosas sensaciones me invadieron y me dejé llevar por esa lamida de culo. Alternaba su lengua con un dedo y a medida que mi culo se iba dilatando, metía dos y tres dedos como asegurando la puerta para lo que vendría.

Cuando creyó haber dilatado suficientemente el hueco, se ubicó con la pija redura y ensalivándola me la acercó y tentó el hoyo. Sentí una punzada intensa cuando el glande se hundió y me quejé. Se detuvo, pero cuando observó que me acostumbraba a ese instrumento, volvió a pujar hacia adentro y otro poco se entró. Me ardía, pero estaba recibiendo lo que tanto había soñado: una buena pija en el culo.

Y esa pijota estaba entrando suave pero firmemente y las paredes de mi recto acusaban una serie de sensaciones muy diferentes a todas las que había vivido cuando metía la verga en las conchas que habían pasado por mi vida. La diferencia era remarcable: ahora podía experimentar lo que se siente cuando la fina piel de una pija transita por tu interior y no precisamente por la boca, donde las sensaciones son absolutamente diferentes. En la boca, uno puede "degustar" el miembro del compañero, pero en el culo ese ir y venir te lleva a lugares imaginados sólo en sueños. El glande, (y el de Fred es voluminoso), te frota las paredes rectales y te provoca ligeras convulsiones de placer hasta que se aloja totalmente y sientes los pelos pubianos contra la puerta de tu culo. Cada empellón se siente bien en el final de tu canal, si lo tienes acotado como el mío, es decir no tan provocadoramente hondo las percepciones son más satisfactorias, aunque si tu compañero tiene algo como la Fred, sentirás una cierta molestia cuando el glande choca contra el final del canal, pero ello es francamente despreciable con el inmenso gozo que te provoca.

Y eso era precisamente lo que me estaba induciendo la pijota de Fred. Cada pechón era una nueva forma de gozo y para alentarlo, a mi vez empujaba el culo hacia atrás, como yendo en busca de ese magnífico fruto que me brindaba mi primo. Obvio que cada vez que yo retrocedía, me la ensartaba solo y eso me hacía ir nuevamente hacia delante hasta que tomamos un ritmo demoledor: Íbamos y veníamos en sentido contrario y así logramos una cogida formidable donde nuestros resuellos eran el fondo sonoro y los "clap clap" que hacía su pubis al estrellarse contra mi culo.

No sé exactamente cuanto duramos en esa movida culeada que nos dimos. Si recuerdo haber percibido algo caliente que se derramó en mis entrañas de manera abundante al mismo tiempo que Fred se pegaba a mi espalda todo sudoroso. Era una especie de líquido caliente que se percibía a chorros y que ciertamente inundó mi recto. Fred quedó sobre mí jadeando y sudoroso y entonces comprendí que no se había orinado, sino que había eyaculado copiosamente en mi interior.

En ese preciso momento temí que Fred pudiera ser portador del SIDA y que en ese acto de calentura me lo hubiera traspasado con su semen, pero la exquisita culeada que terminaba de darme, y recapacitando que Fred a pesar de tener esas inclinaciones sexuales, cuidaba mucho el detalle de los individuos con los cuales se encamaba, me hizo deslindar toda posibilidad de contagio sidótico. Por otro lado, qué temor debía tener, si el tema del SIDA recién empezaba y por estas tierras era absolutamente desconocido. Era más fácil pescarlo en una transfusión que en una culeada.

Fred extrajo lentamente su instrumento y quedé como vacío. De verdad, ¡había marcado muy bien el camino!

Me levanté y fui hacia el baño. Me senté en el inodoro y pujando expulsé el semen que cayó a goterones. Me lavé convenientemente el ano en el bidé y regresé encontrando a Fred sobándose la verga semi erecta.

"¿Te agrado?" preguntó. Asentí y agregué que me había hecho sentir emociones ocultas durante mucho tiempo.

"Esas emociones de las que hablas han estado siempre contigo, sólo que no te animabas a darle salida y hoy, precisamente hace instantes, has descubierto ‘tu otro yo’ –concluyó su frase con una amplia sonrisa.

Mi primo a pesar de su edad, hablaba con una profunda capacidad de conocimiento sobre un tema que en parte me había sido extraño. Me preguntaba dónde, cuándo, cómo y con quién o quiénes había adquirido esos saberes. Bajo qué circunstancias se había iniciado en la homosexualidad y muchas otras que ahora escapan a mi memoria. El hecho de ser primos, nos ponía a sólo un grado de ser hermanos y para algunos esta relación iniciada era casi "un incesto", pero es común que las primas sean desvirgadas por sus primos y éstos reciban las pijas de sus primos. Esto ocurre en nuestra cultura y en muchas otras, donde incluso es de buen grado que las jóvenes sean desfloradas por un tío, un hermano, cuando no el padre; por aberrante que esto pueda parecer, para esas formas de vida, es lo más normal y quizá piensen que no "son correctas" otras formas de cultura, como la nuestra, por ejemplo.

Con Fred proseguimos nuestra relación oculta, somos amantes a nuestra manera y dos veces a la semana practicamos sexo anal, nos felamos, acariciamos y hemos incorporado besos de lengua y besos negros, algo que le delira hacérmelo previo a la penetración.

Asumimos calladamente nuestra forma de ser sexualmente y nos sentimos plenos y gozados uno de otro. Adoro sentir su pija entera dentro del culo y lo dejo acabar completamente adentro pues me dice que le satisface plenamente hacerlo y sus lechadas son copiosas siempre, al menos la primera. Hemos abandonado las pajas solitarias y nos brindamos totalmente la satisfacción carnal que tanto ansiamos en cada encuentro. Yo no necesito (al menos por ahora) una mujer para el sexo. Con mi primo tengo de basta y sobra.