Entre mi madre y mi hermana V Final
Marta se lleva a su hermano a un chalet para pasar un fin de semana con las amigas, y entre todas le harán pasarlo mal.
Llegó el verano y hacía mucho calor, pero no me permitían ni siquiera refrescarme. Sólo un fin de semana, cuando una amiga de Marta la invitó a ella y otras chicas, me permitieron que fuera con ellas a un chalet con piscina que tenía una de ellas; mas que permitírmelo, llevarme con ellas, estaba claro que me tratarían como a un criado, un esclavo, un sirviente; que me torturarían y me humillarían mientras ellas se divertirían. Mi equipaje estaba compuesto principalmente por ropa femenina incluída la que llevaba puesta, la poca ropa masculina era de invierno; vamos que si no me travestía querían que me asara de mala manera.
Llegamos después de una hora de viaje. Se trataba de un chalet cerca de la playa, se podía oír el oleaje del mar. Íbamos trece personas repartidas en tres coches; tenía la seguridad de que todas eran tan odiosas como mi hermana.
Venga, ponte a limpiar el chalet y a cocinar mientras nosotras nos refrescamos ordenó Ana, la anfitriona de la convivencia.
Sí señorita.
Esta semana te dirigirás a todas como tu Ama – ordenó Marta.
Sí Ama.
Empieza por vaciar los maleteros, las bolsas de la comida llévalas a la cocina, nuestras maletas déjalas en el salón – ordenó otra amiga.
Sí Ama.
Cuando termines, cámbiate; quiero que te pongas tu ropa masculina incluído tu abrigo, y que veas como nos divertimos y nos relajamos mientras tú te quemas – ordenó Marta.
Sí Ama.
Dios mio, ¿en qué momento dije que quería ser el esclavo de esta injerte cantidad de femenistas crueler, macabras, para dejarme humillar, agredir y torturar como hacen ellas? En lugar de un tutú de ballet y un corset, me hacían llevar una mini falda y una camiseta de tirantes de Hellow Kitty; las medias y las zapatillas de ballet seguía llevándolas, pero en cualquier caso era igualmente humillante llevar una cosa y otra. Además llevaba sin cortarme el pelo desde que me condenaron, lo llevaba tan largo como ellas; ahora, desde hacía varios meses me decían que llevara el pelo recogido con trenzas y moños.
Limpié el suelo de todo el chalet con una escova, luego lo fregué, limpié los baños. Al rededor del medio día terminé de limpiarlo todo. Me estaba asando, pero no tenía elección, si quería refrescarme, debía tomar un trago de un batido o un zumo de fresa, estaba junto a la mesa que había al exterior, era lo único que me permitían consumir, si bebía otra cosa se enfadarían, lo tenían todo muy controlado, y no quería saber si de verdad se darían cuenta, porque las consecuencias serían fatales; sólo me permitían consumir productos que supieran a fresa porque era el sabor que menos tolero.
- Un momento – pensé – puedo beber agua de grifo.
Fui directo a la cocina, cogí un vaso y lo llené de agua, finalmente le di un trago, entonces....
- ¿Pero qué es esto? - pensé desconcertado, mientras escupí el agua que me había metido en la boca – es agua salada;de acuerdo, no puedo ni beber del grifo.
Ahora sí que no tenía elección, no podía beber nada que no fuera zumo y batido de fresa.
El sol me daba de lleno, sudaba mucho.
- ¡Haznos el almuerzo! - ordenó una amiga que no conocía.
Yo me metí de inmediato para preparar los bocadillos; en unos vovlí a salir con el almuerzo en una bandeja grande. La dejé en la mesa donde estaba la bebida.
Despues de almorzar volvieron a meterse en la piscina, ellas se divertían, saltaban desde un trampolín, alguna se tumbó en una colchoneta, otra en un flotador... unas llevaban un bikini, otras un bañador, yo por mi parte ropa de inverno, negra para atraer el calor del sol. Yo me asaba de calor, mientras las observaba; Marta me hizo quedarme al sol para asarme mientras las observaba, la del flotador estaba tan tranquila tapándose la cara con un sombrero de paja; la observaba, la observaba, la observaba...
Una se metió en el chalet, un poco después volvió a salir con un bikini en sus manos y se plantó delante de mí con una sonrisa mostrándome el bikini; era de color púrpura.
- ¿Quieres bañarte con nosotras? Vamos, lo estás deseando, tienes mucho calor, estás sudando la gota gorda – comentó ella besándome en los labios, mientras me acariciaba.
Yo no podía mas, ella tenía razón, estaba llorando, por una vez me daban la oportunidad de refrescarme y tener un respiro, pero a cambio de llevar el bikini que me mostrasba en sus manos. Parte de mí decía que no, aún tenía un poco de dignidad, de hombría; pero por otra parte lo estaba pasando muy mal y esa propuesta, por muy macabra que fuera, era la mejor opción.
Sí, quiero – respondí llorando.
¿Como dices? - preguntó la amiga con una maléfica sonrisa.
Sí Ama, quiero ponerme un bikini.
Entonces ve al baño y cámbiate.
Sí Ama, voy en seguida.
Así lo hice, fui al baño para cambiarme, y cuando estaba listo salí de nuevo.
Marta, mira quien ha salido – comentó alguien con tono de burla.
Ven, acércate y bañate con nosotras – comentó otra.
Súbete a la colchoneta y compártela con tu hermana – dijo Lydia.
Me tiré a la piscina; en parte agradecido porque estaba deseando bañarme, pero por otra parte, dado que llevaba puesto un "bikini" me estaba muriendo de vergüenza. Me subí a la colchoneta y poco después mi hermana, la autoproclamada Ama y señora mía.
Abrázame.
¿Cómo dice?
Digo que me abraces.
Sí Ama – y así lo hice; la estuve abrazando un buen rato.
Le di calor con mis brazos a la persona que mas odio en este mundo, la que mas náuseas me causaba, mas ganas tenía de matar, la que me había condenado para toda la vida.
Podríamos estar aquí todo el día, ¿no te parace, Maruja?
Sí Ama.
Desgraciadamente tienes trabajo que hacer y no te puedes permitir el lujo de distraerte tanto rato.
Ella me estuvo hablando que no tenía ningún interés en escucharla, y mucho menos todavía en estar pegado a ella, fingirndo que le tenía cariño, porque mas que cariño, porque ella mas que cariño me daba asco, sin embargo tenía que corresponderle mostrando todo mi cariño; mas que mostrarlo, lo fingía.
El sol nos daba de lleno, tanto a la cara como al resto de nuestros cuerpos recien depilados; bueno, ella se tapaba con un sombrero; yo en cambio, no podía abrir los ojos porque la luz me cegaba.
Bésame, quiero que me beses.
Sí Ama, como ordene – besé su ombro, le di un beso con mucho cuidado. Me tragué su olor corporal; no es que oliera ni mucho menos mal, es que era Marta, mi asquerosa hermana, repugnante, cruel y prepotente ermana, maléfica como sólo ella puede ser.
Te agradezco mucho que hayas decidido venir con nosotras. ¿Verdad que te lo estás pasando bien?
Sí Ama, estoy disfrutando mucho con usted.
Además ahora eres tan cariñoso... me gusta mas como eres ahora. ¿Qué dices tú?
Sí Ama, estar a sus órdenes es una experiencia muy gratificante.
Me alegra que me digas eso; venga, salte de la piscina, tienes que poner la mesa.
Sí Ama, voy en seguida. ¿Quiere que me cambie de ropa?
No, no, así está bien.
Me metí en seguida al cahet y comencé a colocar el mantel, los platos, los cubiertos...
¡Pero mira que esres despreocupado! - comentó Vanesa, llena de furia.
Lo siento mucho Ama, no volverá a pasar – respondí avergunzado y encogido de ombros; estaba temiendo que podría darme una torta o golpearme de cualquier otra forma. En lugar de ello me dio un empujón.
¡No te disculpes, miserable! ¡ quiero que te muevas y cojas una maldita toalla!
Sí Ama – fui corriendo hacia mi equipaje, abrí mi maleta y comencé a secarme.
¿Pero qué haces aquí? - añadió mi hermana, mientras me daba dos bofetadas - Deberías estar poniendo la mesa.
Sí Ama, pero no me había secado y su amiga Vanesa me ha llamado la atención.
¿Cómo? ¿Que te has metido sin haberte sequado? - preguntó dandome una nueva bofetada.
Sí Ama, lo siento mucho.
Daba igual lo que hiciera o a donde me iba, siempre me encontraría alguien que me llamara la atención.
- ¡Vale, ya te has secado! ¡ahora sigue poniendo la mesa!
Cuando terminé de prepararla, avisé a las señoritas de que ya se podían sentar a la mesa y que podía servirlas cuando ellas lo dispusieran. Les serví los primeros platosm luego los segundos, cada vez que un vaso se vaciaba me hacían rellenarlo, hablaban de sus estudios, de sus familias, ellas se reían mucho, de mí, claro, humillado, sometido y rendido a sus pies. Después de tomarse el postre me ataron las manos por detrás, los pies también. Me dejaron solo en el salón, y en unos minutos volvieron con lo que sería mi comida; primero un bocadillo, me lo metieron por la fuerza mientras me alimentaban, me lo introdujeron mas rápidamente de lo que podía masticar y tragar, incluso tuve alguna arcada. Luego me dieron una sopa, para ello me pusieron boca abajo, en el suelo, querían que me lo tomara como un perro hace con su comida. No, peor que eso, porque natalia me cogió del pelo y me undió la cara en el plato de la sopa.
- ¡Venga perro, come, traga, quiero que te lo acabes ya!
Tenía que acabarme la sopa; de lo contrario me ahogaría; pero además una me retorcía el brazo, otra me golpeaba con la zapatilla.
Finalmente me acabé la sopa, pese a la presión que suponía aguantar los gritos, las agresión con la zapatilla, retorcerme el brazo y el tirón del pelo; pero eso no era todo, porque cayó sopa al suelo, y ahora tenía que tragarme lo que había caído, y como no podía ser de otra forma, pretendían que me lo tomara lamiendo el suelo.
¿Qué esperabas? Tú has machado el suelo y tú tenías que limpiarlo – dijo Ana, mientras me restregaba la planta de su zapato en el cogote.
Claro Ama, lo entiendo.
Finalmente apartó el pie de mi cabeza. Yo estaba humillado, avergonzado, estaba deseperado por salir de esa situación, pero ya hacía tiempo que abandoné la esperanza de escapar.
- Cuando quieras te desatas, te pones de pie y limpias los platos y todo lo demás – Sugirió una de tantas amigas; de ésta no sabía como se llamaba eran doce, y yo estaba a las órdenes de todas ellas.
Ellas se sendaron en el sofa, las sillas... frente a la televisión, estaban viendo programas de la prensa rosa; y yo estaba ahí tirado delante de ellas, estaba en el suelo como un perro apaleado.
Bueno ya esta bien, no te vamos a dejar ahí todo el fin de semana – comento mi hermana mientras me desataba, me levantaba y me trasladaba a la mesa empujándome.
Sí Ama, tiene razón.
Recogí los platos los vasos y los cubiertos; los llevé a la pila de la cocina, luego recogí el mantel y lo guardé; fregué a mano lo que había recogido de la comida y cuando terminé la tera volví a estar ante la presencia de Marta y sus amigas; me quedé de pies con la mirada al suelo, a la espera de que me dieran una nueva órden; estaba inmovil, aterrado, resignado...
- Tengo sed, comentó una amiga.
Ahora le traigo agua Ama.
Fui directo a la cocina, cogí un vaso, lo llené de agua y lo llevé a la amiga de Marta que me había hablado.
Aquí tiene, Ama.
¿Quien te ha dicho que yo quería precisamente agua?
Lo siento, pensé que...
Tú no piensas, quiero un zumo de fresa.
Sí Ama, vuelvo en seguida.
Después de servirle el zumo y fregar el vaso volví a estar delante de ellas, estuvimos así toda la tarde.
Varias horas después les serví la cena. Para esa ocasión iban bien arregladas; hasta yo llevaba puesto un vestido de fiesta.
Montaron una fiesta, con bebidas alcohólicas. Me hicieron beber varios tipos de bebida y sin diluir, yo me encontraba mareado, pero me hicieron seguir bebiendo; no podía mas, acabé vomitando.
- Pero mira que eres guarro, recógelo perro – Ordenó Lydia.
Me drigí a por la fregona.
¿A donde vas? Tienes que tragártelo de nuevo; no esperes que te libras de eso porque lo hayas vomitado; quiero que lo recojas todo
Sí Ama, tiene razón.
Ellas me restregarón la cara por tod el suelo, pero con cuidado, para no ensuciar el vestido.
- ¡Quiero que recojas todo! ¿me oyes? - adviritió alguien con tono de enfadada.
Despuñes de tragarme mi propio vómito sí que me hicieron repasar el mocho. para repasar el suelo.
Durante la fiesta me maquillaron, me pusieron polvos bronceadores, me pintaron una raya de rimel en los ojos, me pintaron las uñas...
Muy bien, ahora nos tienes que corresponder pintándonos a nosotras – dijo Natalia – me han dicho que lo haces muy bien, y quiero sacarle provecho.
Sí Ama, tiene razón.
Les pinté a todas ellas, cada una con un color distinto de carmí y de uñas, se había convertido en un salón de belleza, y yo era la empleada, pero obviamente no me pagaban de ningún modo.
La convivencia siguió y siguió. A cada momento me sentía mas humillado. Luego volvimos a la ciudad y cada una siguió con su vida, y yo seguía al servicio de mi madre, mi hermana y de sus amigas. Nunca recuperé mi libertad.