Entre mi madre y mi hermana IV

Tras haber ofendido considerablemente a su madre, Sandra se cabrea con él y le trata de forma particularmente humillante y cruel.

Ya hacía un mes desde que confesé y mi madre dejó de tratarme como a un hijo. Las dos me humillaban constantementente, me trataban como a un criado, la situación era cada vez mas desagradable, pero ellas nunca quedaban satisfechas, me hacían ir a clase con la bragas y medias de chica. Un día, llegué de la academia, en el momento que llegué a casa, me crucé con mi madre, que me hizo seguirla por la casa hasta su habitación, la esperé frente a la puerta y después de unos minutos, salió y fue hasta el salón.

  • Sígueme, pero a cuatro patas.

- Esto es demasiado, ¿donde se ha visto que una madre repudie a su hijo y le trate de este modo? - pensé.

  • Bien, Marta me ha dejado algo para ti – comentó levantando una bolsa que había sacado de su cuarto – ve al baño, ponte esto y luego vuelve.

Cogí la bolsa y cuando llegué al baño saqué lo que había.

- No puede ser verdad – pensé aterrado.

Se trataba de un tutú de ballet rosa, un corset rrosa tipo ropa interior, unas zapatillas de ballet y unas joyas, incluída una corona de princesa de cuento de adas. ¿Qué clase de madre en su sano juicio le hace a un hijo pasar por esto? Necesitaba salir de esa situación, escapar de mi familia. Pero de momento no tenía elección. Tenía que presentarme ante mi despreciable madre con esa indumentaria; no reaccionaba, estaba paralizado.

  • ¿Te queda mucho? - preguntó mi madre.

En el momentó que la oí me dio un tremendo susto

  • Sí Ama.

  • Pues date prisa, quiero ver como te queda.

  • Sí Ama.

Me quité la ropa que llevaba puesta, excepto las bragas y las medias, luego me puse lo que había sacado de la bolsa y finalmente me presenté delante de mi madre.

  • Camina un poco, ponte de cuclillas, ábrete de piernas hasta que puedas.

Yo hacía exactamente lo que me decía mi madre. Me estaba muriendo de la vergüenza.

  • ¿Te aprieta mucho? ¿es muy incómodo?

  • No Ama, pero ¿De verdad es necesario todo esto?

  • Cállate, no te he dicho que puedas hacer preguntas.

  • Lo siento mucho, pero me gustaría saber que interés tiene usted en que lleve este conjunto.

  • Lo llevarás hasta que me canse de tí y te eche de casa, será tu uniforme laboral, a ve si lo piensas la próxima vez.

  • ¿Como dice?

  • Lo que oyes, ya no saldrás de casa hasta que alguien lo diga y mientras tanto tú harás exclusivamente las labores propias de la casa y nos servirás como un criádo. ¿Te queda claro, Maruja?

  • Sí Ama.

  • Bien ponte en marcha, quiero que nos hagas la comida, que limpies la casa, la ropa, las habitaciones, quiero que hagas todo eso, a partir de ahora sólo vivirás para nosotras.

  • Sí Ama.

  • Y si no obedeces le diremos a todo el mundo que te gusta vestir como una mujer, que eres un marica y que te encanta ser nuestro esclavo. Ahora haznos la comida.

  • Sí Ama, como ordene.

Así lo hice, me fui a la cocina, y mientras hacía la comida, llegó Marta de la piscina que pagaba a mi costa; volvió con dos cubos de pintura.

  • Aquí tengo la pintura para la habitación, mamá.

  • Bien después de comer le diremos que pinté la habitación – respondió mi madre.

  • ¿Qué habitación? ¿De qué color? - pregunté desconcertado.

  • Tú sigue con tu trabajo, Maruja – añadió ella.

- No, no quiero seguir con esto, por favor – pensé temiendo cualquier cosa.

Terminé de hacer la comida, preparé la mesa y les serví.

  • ¿Sabes? He tenido un día muy tenso y me iría bien que me dieras un poco de cariño, besos, caricias y esas cosas – comentó Marta con una mirada que daba a entender una respuesta por mi parte, además tenía una sonrisa llena de malicia.

  • Claro que sí Ama, para eso estoy yo – respondí colocándome a su espalda, para hacerle un masaje y darle unos besos en el cuello.

  • Me he dado cuanta de que el castigo te está sentando bien – añadió mi madre, viendo el cariño con que trataba a mi hermana, cada beso que le daba me daba ganas de vomitar, pero parar no era una elección. Yo la besaba, la besaba y la besaba hasta que llegó el momento de que les sirviera el postre, despues me hicieron recogerlotodo.

Mi hermana me hizo ver como bebía un baso de vino, dejó una marca marrón de su carmín y me ordenó que me sentara en el sillón, luego se sentó encima mía y dijo que bebiera justo por donde había dejado la marca en cuestión.

  • Así es, muy bien – añadió sonriéndo, como hacía siempre.

Mientras bebía me hacía sentir el calor de sus piernas, sus caricias, su aliento y especialmente su asquerosa presencia.

  • Ya es suficiente – interrumpió mi madre - levanta que tienes que pintar tu cuarto, retira todos tus muebles, ya no los vas a necesitar, si a caso un tocador nuevo.

  • Sí Ama, como usted diga.

Tuve que retirar las cosas de mi habitación, desmosntar mis muebles, despejar la pared...

  • Venga, coge la pintura y ponte manos a la obra, el tono suave es para la pared el fuerte lo usarás para pintar el techo.

  • Sí Ama.

Me fui de inmediato a mi cuarto, la desalogé tan pronto como pude y al abrir el cubo era... ¡rosa! ¡querían que pintara mi habitación de rosa! Pensé en pedirle a mi madre que eligiera otro color, pero estaba claro que no me lo permitiría.

La pinté resignado, mientras tanto temía que la situación no tendría fin y que cada vez serían mas crueles.

  • Qué bien, te está quedando muy chula, comentó mi madre – estaba desesperado por salir de esa situacióm, pero ¿Qué podía hacer? - ¿no dices nada?

  • Sí Ama, tiene muy buen gusto.

Los días pasaban y pasaban, mi madre cambió sin mi consentimiento los muebles de mi cuarto, unos días después me trajo unos muebles de niña de seis años; las cortinas, las puertas del armario, el tocador y el cabecero de la cama eran rosas, del mismo tono que el techo; habían modificado totalmente mi cuarto; además me pintó estrellitas, una luna y varios conejos por la pared. El cabeceró de la cama tenía forma de conejo.

Una semana semana después de modificar totalmente mi cuarto mi hermana puso un vals en el salón y me ordenó que vailara con ella. Llevaba un bestido de gala, un moño elegante y el rostro muy bien maquillado. Me dijo que bailar le relajaba un poco. Teníamos que bailar pegados, cogiéndonos mutuamente, pero yo era bastante mas bajo que ella, me sentía considerablemente intimidado, pero ella sonreía, disfrutaba; por mi parte yo tenía que tragarme su mirada, su tacto, su sonrisa, su aliento, su perfume...

Bailamos varios vals, uno detrás de otro, y luego...

  • Vale, ahora apártate; quiero bailar sola para que tú lo veas, presta mucha atención, te muestro esto con todo mi cariño.

  • Sí Ama.

Entonces empezó a hacer una danza de ballet, de vez en cuando se abría de piernas, daba un salto, se movía con suma delicadeza y todas esas cursiladas; una cosa es cierta, lo hacía bastante bien, llevaba toda la vida dedicandose al ballet y ahora me hacía tragármelo. No lo hacía con ningún cariño, estaba claro que lo hacía para torturarme, mas que para otra cosa. Ella bailaba muy bien, hacía danzas clásicas de ballet, se movía de un lado a otro, saltaba, movía sus piernas, sus brazos... yo la observaba detenidamente, permanecía en pie, viendo exclusivamente como se movía. ¿fueron diez minutos, media hora, una hora? Lo que es cierto es que me pareció una eternidad.

  • Como siempre te has perdido mis exhibiciones he pensado que te gustaría verme ahora – dijo ella. Es cierto que no fui a sus exhibiciones, pero eso era mas que nada porque el ballet me aburría tanto como ella, pero ella, mas que aburrirme me daba asco, me daba repugnancia, y ahora desde que me extorsiona, mas que nunca; pero mi madre no se quedaba atrás.

El día a día segía igual, yo me quedaba en mi casa, limpiando mientras mi madre y mi hermana estaban fuera, trabajando y estudiando respectivamente, además también se divertirían. Me hacían vestir como una mujer. No les importaba mas que un animal, querían que me quedara en su casa hasta que se cansaran y me abandonaran como a un perro.

  • ¿Por qué me hace esto? - pregunté a mi madre - He aprendido la lección, le prometo que no volveré a hacerlo.

  • No lo has entendido ¿verdad? - respondió fría e inflexiva – esto no es sólo por ponerte mi ropa, así la vida es mas cómoda para nosotras, por eso tú no irás a ninguna parte que no te digamos.

  • Pero mamá, por favor...

  • ¡Que no me llames mamá, desgraciado! - interrumpió dándome un bofetón – sabes que debes llamarme Ama, que no puedes ni siquiera suplicarme que pare y que tu único trabajo en tu miserable vida es servirnos con toda tu entrega, ¿lo has entendido, perro?

  • Sí Ama.

  • Eso espero, de lo contrario te pasarás un fin de semana con Marta, le harás mimitos, le hablarás con mucho cariño y le besarás los pies todo el tiempo. Y no creas que podrás escapar, no tienes ningún sitio a donde ir.

  • No se preocupe Ama, eso ni me lo había planteado.

Maruja, ve a tu cuarto, te he dicho que he tenido un día tenso y como sabrás quiero desahogarme contigo.

  • Sí Ama - me puse de rodillas frente a la cama, la cara la coloqué sobre un cojín rosa, tambien como las sábanas y el resto de mi afeminado y cursi cuarto, y mientras me cogió del pelo para pegar mi cara al cojín, me retorció un brazo; no se contenía para nada, pensé que llegaría a rompérmelo. Después de unos minutos que parecían interminables, me ató las manos a las patas de la cama y mientras seguía apretando mi cara contra el cojín, con su zapato empezó a golpearme en tanto en la espalda como en el culo.

  • ¡No te imaginas las ganas que tenía de hacerte esto, perro desgraciado!

Ella seguía, seguía, seguía... así aprenderás a ser mas respetuoso, mas obediente... yo trataba de resistirme, pero no pude hacer nada. Y mi madre que apoyaba a mi hermana, no hacía absolutamente nada para detenerla.

Ya habían pasado varios meses y ya había perdido completamente mi identidad humana, me la habían arrebatado sin que pudiera hacer nada. Empezaban a decirme que me arrastrara por el suelo como una serpiente, salvo cuando tuviera trabajo por hacer, en tal caso de pies para trabajar de forma mas aficiente; de vez en cuendo, tanto mi madre como mi hermana me pisoteaban. " No te imaginas lo divertido que es sentirse superior a alguien cuando le ves himillarse de esa forma, tirado en el suelo " decían. Una vez como no respondía mi madre me preguntó...

  • ¿No tienes nada que decir?

  • Sí Ama, me complace estar a sus órdenes, por favor si desea humillarme no se contenga, para mí es un placer, y reconozco que es justo que mi propia madre me repudiara y empiece a tratarme sin miramientos.

  • Marta te enseña ballet, ¿verdad?

  • Sí Ama, es muy amable enseñandome.

  • ¿Aprendes mucho?

  • Sí Ama, tengo una buena profesora.

  • Esta noche vienen unas compañeras del trabajo y me gustaría que bailaras para nosotras.

  • Como quiera Ama, será un placer bailar tanto para sus invitadas como para usted.

  • Muy bien, no esperaba menos de ti – respondió dándome un tierno beso en la frente – habla con Marta sobre los movimientos que puedes hacer; no le digas que te lo he dicho yo.

  • ¿Quiere que crea que ha sido idea mía? ¿Por qué piensa que me creerá?

  • Si sabe que te lo he dicho yo no quiero que sea porque tú no lo has intentado, en tal caso no pasará nada, pero si no lo sabe pensará estás aceptando tu situación y se alegrará.

  • Sí Ama.

Fui al cuarto de mi hermana, llamé con mucho respeto y cuando me lo permitió, abrí su puerta para entrar.

  • Ama, tengo que pedirle un favor – comenté con la mirada baja.

  • Puedes subir la mirada perro, no te voy a reñir – respondió ella, sonriéndo como siempre – dime.

  • La señora ha invitado a unas amigas y he pensado que podría hacer una pequeña exhibición de ballet para ellas.

-¿Seguro que lo has pensado tú?

  • Sí Ama, le doy mi palabra.

  • Eso es maravilloso – añadió ampliando su sonrisa, estaba maravillada - significa que te estás adpatando.

Estuvimos varios minutos practicando varios minutos; lo cierto es que sentía una gran repulsión hacia ellas, pero si las enfadaba, me darían un soberano castigo. Me sujirió una serie de movimientos convinados; una serie de...

Sinceramente, me hubiera encantado estrangular a mi hermana ahí mismo, pero las consecuencias hubieran sido claramente peores.

Mas adelante empecé a hacer la cena, preparé la mesa, lo de siempre.

Las amigas de mi madre llegaron puntualmente a las diez de la noche, y tuve que recibirlas con el tutú de ballet y el corset que me compró Marta.

  • Buenas noches señora, estoy para servirla – dije sintiendo la vergüenza mas grande de mi vida.

  • Lo sé, estás obligada a ello, no trates de hacerme creer que lo haces por voluntad propia – dijo la primera en llegar.

Mientras le daba la bienvenida le cojí el abrigo y lo colgué en la percha.

  • Sígame por favor, la acompaño al salón.

  • De eso nada – interrumpió cogiéndome del corset y tirándome hacia atrás – tú vas detrás de mí y me seguirás como el perro que eres.

  • Sí señora, dísculpe mi insolencia.

Luego llegarón las demás, todas eran tan repelentes y prepotentes como mi madre.

Les serví la cena y finalmente, en el momento de la sobremesa, me dijeron que empezara a bailar; la música la escogió Marta, eran temas musicales de "El lago de los cisnes" y "La bella durmiente". Ellas disfrutaban, se quedaron maravilladas, entre las espectadoras se encontraba Marta; mi madre me hizo llamarla cuando empezara el espectáculo, ellas me hicieron fotos y me grababan.

  • No te preocupes, no lo verá nadie que no queramos – dijo mi asquerosa madre.

Yo seguía con el espectáculo, estube una hora hasta que se cansaron.

  • ¿Sabeis que tambien es muy cariñoso? - añadió Marta, sonriéndo – quítate el carmín, el rimel y el resto del maquillaje de la cara, mi madre ya sabe de que hablo.

  • Sí Ama.

Así lo hice, me fui al aseo y me quité todo el maquillaje de mi cara. Luego me me reuní con mi madre y sus invitadas, temiendo lo que quería decir Marta.

  • Ven, siéntate en el sofá – ordenó mi madre, con una macabra sonrisa – a ver, ¿Quien quiere ser voluntaria?

  • ¿Qué quieren hacer?

Se acercó una de sus amigas, no era la primera que había llegado, era otra.

  • Tu propietaria dice que no guardas ningún rencor – dijo una cincuentona seria e inexpresiva delante de mí; pese a que me doblaba la edad estaba bien conservada, estaba imponente.

  • Así es señora, he aprendido a obedecer y perdonar cualquier ofensa.

  • A ver si es verdad – añadió ella partiéndome la cara varias veces.

Ella se sentó encima mía, empezó a acariciar mi cara, me echaba el aliento de su boca combinado con el carmín de sus labios y empezó a besarme; por un momento traté de resistirme, pero mi madre y el resto de sus invitadas me cogiron de las manos y me inmovilizaron, la señora esta que estaba sobre mis piernas me besaba a conciencia, me metió la lengua en la boca, todo lo que pudo. Intenté apartar la boca, pero ellas me pusieron las manos encima, y no pude resistirme lo más mínimo. Intenté gritar, pero alguien me había puesto una soga al cuello y me apretaba con fuerza. Perdí la noción del tiempo en seguida, no sé ni cuanto tiempo estuvimos así, pero para mí fue una pesadilla. Me besaba, me besaba, me besaba...