Entre mi madre y mi hermana II El comienzo de todo

Una semana antes de someterse a su madre antonio comete un fatídico error que le condenará para todo la vida.

A ver, todo empezó un viernes, una semana antes de que me viera obligado a servir a mi madre, yo estaba sólo o creí estarlo; por alguna razón me picó la curiosidad y entré en el dormitorio de mi madre con la intención de probarme su ropa, me puse varios vestidos suyos, varias blusas, varias faldas e incluso zapatos de tacón y alguna media, una de color marrón; la prenda que mas placer me causó fue uno turquesa de fiesta con encaje. En realidad tenía miedo de que me pillaran, pero el morbo también me empujaba a seguir adelante. Posiblemente me pasé media hora probándome la ropa de mi madre y guardándola de nuevo. En ningún momento noté la presencia de nadie; mas tarde, sobre las cinco de la tarde empecé a prepararme la indumentaria del gimnasio, en ese momento llegó Marta.

  • Dice mamá que nos hagamos la cena – comentó con una extraña sonrisa; eso me extrañó, nunca sonríe de ese modo, pero no le di importancia.

Finalmente salí de casa, para entrenar.

Al rededor de las siete y cuarto volví a mi casa y fui directo ami cuarto. Poco despues, mientras yo estaba leyendo mi hermana entró en mi cuarto como Pedro por su casa.

  • ¿Esta noche puedes hacerme la cena?

  • Venga ya.

  • Lo digo en serio, ¿No has pensado lo que podría pasar si hablo con mamá?

  • No me ralles – advertí molesto.

Entonces ella se acercó al oído. Empecé a sentirme agobiado, y aún ni me imaginaba qué pretendía hacerme.

  • Que salgas de mi habitación – exclamé alterado, no parecía que tuviera intención de ceder.

  • Tú a mí no me des órdenes ¿de verdad no te importa que le cuente lo que has hecho con su ropa? - preguntó en voz baja y sonriendo.

Yo me quedé pálido, "No serás capaz" pensé.

  • Y ya que empiezas a servirme, ¿Por qué no me traes un vaso de agua? - pero yo no me movía -. Eh, que tengo sed y quiero que me sirvas.

  • Vale, ya voy – respondí avergonzado.

Ella me dio una bofetada, no demasiado fuerte, pero tampoco muy floja.

  • A partir de ahora puedo hacer lo que me plazca contigo y deberás llamarme Ama, entérate.

  • ¿Cuanto va durar esto? - pregunté mientras empezaba a llorar por el trato humillante que me hacía pasar.

Me partió la cara de nuevo, y con mas fuerza.

  • ¿Cómo dices?

  • ¿Ama, cuanto va a durar esto?

  • Hasta que me canse de verte – respondió con prepotencia -. Ahora voy a ver la tele, sírveme el agua y hazme la cena que ya es hora, avísame cuando esté lista.

Entonces me levanté.

  • Ah, que no te lo he dicho, cada vez que te de una orden responderás Ama, y te pregunte algo también, ¿entendido?

  • Sí Ama.

  • Muy bien, vas aprendiendo – comentó al tiempo que me daba un empujón – pero muévete, que es para hoy.

  • Sí Ama.

  • Por cierto, no volverás a tutearme jamás. A partir de ahora me hablarás de usted.

  • Sí Ama.

Fui a la cocina, llené un vaso de agua y fui al salón a servírselo a Marta.

  • Muy bien, ahora ocúpate de la cena y prepára la mesa.

  • Sí Ama.

Volví a la cocina, encendí el fuego y empecé a cocinar, cuando ya estaba lista, preparé los platos, el vaso, los cubiertos, el agua y el pan.

  • Ya está, Ama.

  • Ahora quiero que me peines, coge un mechón de pelo justo por encima de una oreja y hazme una pequeña trenza.

  • Sí Ama.

Hice la trenza tal y como me había indicado; mientras le peinaba, me grabó con el movil. Luego me ordenó que fuera a su habirtación y cogiera su barra de labios rojo y su pintauñas, uno de color salmón. Y así lo hice, volví con el maquillaje que me había indicado y me ordenó que empezara a maquillarla, tardé unos diez minutos en maquillarla como me dijo.

  • Bien, esta noche beberé cerveza, así que tráeme una.

  • Sí Ama – respondí pensando que esta bruja era capaz de esclavizarme toda la vida.

La cerveza la teníamos en una botella, me dijo que debía llevarla en la mano y servirla como hace un camarero con el vino o el champagne, serví una ensalada de primer plato y un huevo frito con patatas. De vez en cuando me hacía volver a por mas pan. Sólo entonces y cuando retiraba los platos o le servía el siguiente me permitía dejar la cerveza en la mesa. Mientras Marta cenaba yo permanecía junto a ella, con la mirada baja, daba la casualidad de que la miraba de perfil, me hacía mirarla de perfil, mientras ella cenaba a mi costa; no sé si fue por que quería que tuviera la mirada baja, o porque quería que la mirara cenar plácidamente, pero lo cierto es que ahí es que ahí estaba ella. Finalmente me hizo servirle el postre, un flan de huevo con nata. Cuando terminó me dio otra orden que me daba mucha repulsión. Mientras le servía la cena y la bebida seguía grabándome.

  • ¿Sabes qué puede pasarte si me desobedeces?

  • Sí Ama.

  • Pués ya sabes, quiero que me obedezcas con mucho respeto, devoción y entrega.

  • Sí Ama.

  • Ven, acércate, arrodillarme frente a mí y apoya esa patética cabeza de chorlito sobre mi falda.

  • Sí Ama – yo hice exactamente lo que me ordenó, me acerqué por su derecha y me apoyé sobre su falda corta de color negro; toda la ropa que llevaba era negra, sus medias opacas, sus zapatos, su camisa... todo. Ella me acariciaba suavemente mientras me hablaba con calma.

  • No te preocupes, vamos a ser mas felices a partir de ahora.

  • Sí Ama.

  • Acariciame las medias.

  • Sí Ama – entonces empecé a deslizar mi mano derecha sobre sus piernas -. Esto lo hace

  • ¿Esto lo hace para fastidiarme?

  • ¿Fastidiarte? No, lo que quiero es humillarte hasta la saciedad y mas – respondió con una voz suave y tranquila, después de responderme me dio un beso, sabía que estar tan cerca de ella me daba náuseas, especialmente ahora que empezaba a tratarme tan mal; también sabía que tenía control absoluto sobre mí y que no necesitaba chillarme para imponerse, perque sólo le hacía falta hablar con mi madre para acabar definitivamente conmigo – quiero aplastarte, que me sirvas, y lo mejor que me des todo el cariño que no me has dado en tu vida, ¿lo entiendes?

  • Sí Ama.

  • Muy bien, ahora quiero que te sientes en el sofá y mientras yo me siento encima tuya para ver la tele tú me haces un masaje, y me das besos de vez en cuando.

Pero con interés, que se note que lo haces con cariño.

  • Sí Ama.

Así lo hicimos, en mis piernas sentía el calor de sus piernas y el peso de su cuerpo, y en mis manos el tacto de su camisa y el calor de su cuello. De vez en cuando pasaba sus pies sobre mi espinilla. Tal y como me había dicho besaba su cuello cada varios minutos, ella sabía que esta situación me repugnaba completamente, mientras ella disfrutaba a mi costa veía un canal de televisión, uno de prensa rosa. De repente quitó el volumen. Cada vez que ponían anuncios tenía que decirle cosas vonitas.

  • Ahora elógiame hasta que te diga, quiero que me expliques cuanto me quieres, cuanto me respetas, cuanto te vas a sacrificar por mí y que soy la mas bella del mundo, y por favor, sé convincente.

  • Ama, usted es preciosa, me arrepiento mucho de todas las ofensas que te haya podido dar, le aseguro que estoy dispuesto ha hacer lo que sea para complacerla, para compensarla, yo la quiero mucho, la adoro, la admiro; por favor, cualquier cosa que desee, dígamela, yo la complaceré de buen grado, con mucho gusto, me enorgullezco de estar a sus órdenes, a sus pies, a su merced, estoy encantado porque... - ella no decía nada y tenía miedo de quedarme sin palabras – yo soy suyo, soy de su propiedad, igual que un perro le pertenece a su amo, yo le pertenezco a usted, puede tratarme como quiera, como le plazca, como considere oportuno, le prometo que no me resistiré ni renegaré lo mas mínimo...

La muy perversa estaba encantada de escucharme hablar, estaba maravillada, me tenía donde quería, y lo sabía muy bien; yo hablaba, y hablaba y hablaba, ella no se cansaba de oírme hablar. Al final me quedé sin palabras, ya no sabía que decir.

  • Eh, sigue hablando, no te he dicho que te cayes.

  • Es que no sé que mas decir.

  • Vamos, ¿de verdad es tan limitado tu cerebro? Dime que soy maravillosa, que soy divina, la mejor – sugirió con voz sonriente.

  • Lo eres, Ama.

  • Di la frase completa – sugirió de nuevo, entonando mientras disfrutaba de cada palabra.

  • Ama, usted es maravillosa, es divina, es bellisima, usted es la mejor, es bellísima, su rostro es precioso, me encanta observar sus ojos, su sonrisa, me encanta oir su voz...

  • Ya está bien, has dicho que eres de mi propiedad, que me perteneces igual que un perro le pertenece a su amo, y que podré hacer contigo lo que me plazca, ¿verdad? Lo tendré en cuenta.

  • Sí Ama lo que le plazca.

  • Bien, podré tratarte como a una marioneta, te pondrás la ropa que yo te indique, no usarás el mobiliario para tu propio confort salvo que te lo diga esplícitamente, no insinuarás que el trato es demasiado ofensivo, a no ser que te indique lo contrario, permanecerás en pie o arrodillado, según me apetezca, ¿te queda claro perro?

  • Sí Ama.

  • Bien el resto de cosas te las diré sobre la marcha, pero si no te gusta puedes hablar con mamá; ¿Quien sabe? puede que muestre compasión y te perdone, o puede enfadarse muchísimo y tratarte aún peor de lo que te estoy tratando yo.

  • No se preocupe Ama, el trato que usted desee darme lo aceptaré, además, usted puede tratarme como le plazca, lo merezca o no – no sabía que hacer para que me dejara em paz, quería dejar esa terrible experiencia atrás, que quedara como un desagradable recuerdo.

  • Venga, ahora eres tú el que tiene que cenar, estarás hambriento, ¿no?

  • Sí Ama, le agradezco que me permita cenar.

  • Pero esto no será tan facil, vas a ir a tu cuarto, te vas a tumbar en la cama y vas a dejar que te ate de pies y manos, vas a estar completamente inmovilizado y vas a dejar que sea yo la que te de la cena – anunció mi perversa hermana, entonando con gozo cada palabra que decía.

Fuimos juntos a mi habitación me tumbé en la cama, y dejé que ella me atara como quisiera, me ató las manos por detrás, y con otra cuerda me ató los brazos, me precintó la boca, puso algo de música que encontró en internet, bien fuerte, quería , una de esas cantantes que le gustan a mi hermana y se fue.

  • Vengo en seguida, no te vayas – sugirió con burla y sonriendo, mientras apagaba la luz.

Yo esperé atado, el cuerpo lo tenía dolorido, la cabeza me retumbaba con fuerza, Marta sabía que no la soportaba, cualquier recurso era bueno para torturarme.

Cuando entró con la comida, vi que tenía tres bocadillos, los había llevado en una bandeja; al entrar la dejó en el suelo, se acercó a mí, me cogió de un brazo y me arrastró hasta tirarme al suelo; se sentó sobre mi estómago, llamó a alguien y mientras hablaba empezó a meterme la comida por la fuerza. El primer bocadillo era de mantequilla, me lo metía mas rápidamente de la que podía tragar, mientras tanto ella hablaba tan tranquila.

  • Sí bueno, está comiendo ahora... para nada, come como un animal, está deborando la cena... es patético, tiene la boca llena pero sigue dándole bocados al bocadillo – yo intenté suplicarle, pero con la boca llena era incapaz de hablar, en cambio ella seguía, atiborrándome... el segundo bocadillo era una tortilla de patatas con cebolla, el tercero y último no era un bocadillo excáctamente, eran tostadas con... mermelada de fresa; despues del segundo bocadillo ya estaba lleno, no podía mas, pero ella seguía y seguía – no tiene ninguna consideración, le he preparado la cena con todo mi cariño, igual que él me ha preparado la cena a mí y me ha servido, y ahora resulta que no se lo quiere acaabar, es un desagradecido... ¿pues sabes qué? Esto no va a quedar así, antes ha dicho que podría hacer con él lo que me plazca, ¿no? Pues que se acabe esto... venga luego hablamos, un beso – dejó el teléfono y empezó a hablarme -. Oye no hay derecho, con la ilusión que me hacía que te tomaras esto y tu lo pones tan dificil, venga come de una vez, perro, das pena, ¿sabes? ¿qué crees de dirçia mamá si te viera comer así? En parte comes como un animal salvaje, y en parte no te quieres comer lo que he hecho para ti.

Cuando quedaba un trozo de la segunda tostada ella le dio un bocado al pan, lo masticó y luego se lo sacó de la boca para metérmelo en la mía, quería que me lo comiera yo despues de que ella lo bubiera masticado.

  • ¿Qué pasa, no te gusta ni con saliva? Pues quiero que te lo comas así y tú obedeces, ¿te queda claro? - preguntó mientras me daba unos leves cachetes en la cara -. Contesta.

  • Sí Ama, como desee.

  • Muy bien, cariño – respondió alegre besámdome en la frente y sellando mi boca de nuevo-. Ahora quiero jugar un poco contigo, ¿tienes cosquillas, eh? ¿tienes coaquillas? Añadió frotando sus manos sobre mis axilas y costillas.

Yo me movía constantemente, era un acto reflejo, pero ella seguía hasta que se cansó, desató y me dijo que podía irme a dormir, así que me preparé para acostarme y me metí en la cama, no podía dormir del miedo que tenía. Marta entró una vez mas, yo empecé a temblar del miedo que sentía.

  • No te preocupes, sólo quiero darte un beso de buenas noches – se acercó a la cama, y me dio otro beso en la frente -. ¿Y tu no tienes nada que decir? - preguntó acariciándome la cara.

  • Buenas noches Ama.

Finalmente me lamió en el pómulo como si fuera un helado y salió de la habitación.

Al día siguiente fue cuando me hizo obedecer a mi caprchosa madre.